Diferencia entre revisiones de «Bárbara de Santiago»

De Catálogo de Santas Vivas
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Ed. de [http://visionarias.es/equipo/maria-del-mar-cortes-timoner/] Mar Cortés Timoner; fecha de edición: febrero de 2021.   
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Ed. de [http://visionarias.es/equipo/maria-del-mar-cortes-timoner/ Mar Cortés Timoner]; fecha de edición: febrero de 2021.   
  
 
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Revisión del 21:38 11 feb 2021

Bárbara de Santiago
Nombre Bárbara de Santiago
Estado Mujer casada
Fecha de nacimiento Primera mitad del siglo XVI
Fecha de fallecimiento 1566
Lugar de nacimiento ¿Burgos?
Lugar de fallecimiento Cuenca

Vida impresa

Ed. de Mar Cortés Timoner; fecha de edición: febrero de 2021.

Fuente

  • Villegas, Alonso de, 1589. Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum: en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes... Toledo: Pedro Rodríguez, fols. 106r col.a-107r col. b

Criterios de edición

Se siguen los criterios establecidos en el catálogo para fuentes impresas y, por ello, se han eliminado las duplicaciones de consonantes (ss/s, ff/f). En cambio, se respetan los grupos consonánticos: -chr- (Chrisancto), -nc- (sancta), -bj- (subjecta); y las contracciones ‒aunque se ha añadido el apóstrofo clarificador en “del” para escribir “d’él”‒. Asimismo, para facilitar la localización de los textos, hemos indicado el folio (r-v) y la columna correspondiente (a-b).

Vida de Bárbara de Santiago

[Fol. 106r col. a] De Bárbara de Sanctiago, casada

[1] A la bienaventurada virgen y mártir sancta Bárbara tiene la Iglesia católica, de tradición antigua, por abogada contra los truenos y rayos. Y con ella debió tener particular devoción Bárbara de Sanctiago, pues tuvo su nombre, y así fue por su intercesión libre del fuego de la concuspicencia, pues, siendo casada y viviendo con su marido muchos años, murió virgen, cuya vida escribió el padre Francisco Escudero de la Compañía de Jesús, que fue su confesor y en esta manera.

Sebastián de Burgos, vecino de Cuenca, tenía una sobrina llamada Bárbara de Sanctiago, hija de Nicolás de París y de Agustina de Sancta Cruz, vecinos de Burgos. Y su mujer María de Flores tenía un primo llamado Lope Zapata. Y porque los dos viejos carecían de hijos, dieron la orden cómo juntar sus dos parientes por matrimonio.

Y la primera noche que [fol. 106v col. b] se vieron juntos determinaron los dos mozos guardar perpetua virginidad, como otros Chrisancto y Daría mártires. Y esto fue a lo que se cree por persuasión de la doncella Bárbara de Sanctiago porque, fuera de ser gentil mujer de cuerpo y muy hermosa en sus facciones [2], era muy discreta y de muy linda plática y supo traer a su esposo a lo que ella quería, siendo el hombre sencillo y sin malicia, porque el tomar estado de matrimonio le fue a ella cosa muy pesada y le costó muchas lágrimas. Y así estuvieron desposados dos años y casados quince, comiendo en una mesa y durmiendo en una cama, y guardaron la perpetua virginidad que propusieron con tanto secreto que no se supo hasta la muerte d’él. Confusión, por cierto, para muchas personas que, estando dedicadas a Dios, sin temor suyo le quebrantan la fe y lealtad prometida, no teniendo la ocasión que estos tuvieron. Y como las gentes echasen de ver que no les nacían hijos, y a ella la veían tan devota de confesar y comulgar, comenzaron a murmurar della diciendo que no tenían [fol. 106r col. b] hijos porque no era subjecta al marido en las leyes del matrimonio. Y llegó el negocio que habló al mismo Francisco Escudero, siendo su confesor, un hombre principal de la sancta iglesia de Cuenca, y le dijo: “Vos confesáis a la sobrina de Burgos. Mirad que es rebelde a su marido. Mandalde que sea obediente porque tiene muchos enojos sobre ello”. Y viniendo ella a su confesor díjole: “Esto me han dicho de vos. Mirad si es así porque estáis obligada a cumplir la voluntad de vuestro marido”. Ella respondió con una muy graciosa plática que tenía: “¡Ay! A Dios los ofrezco, y bendígalos Dios a los que eso dicen. Padre mío, yo hago la voluntad de mi marido en eso y, si no me cree, pregúnteselo a él”. Con esta respuesta quedó satisfecho el confesor.

Era dada en gran manera a obras de charidad, en visitar enfermos y hacer limosnas a pobres. Ni bastaban las reprehensiones de sus tíos para apartarla desto. Antes, por que no la molestasen, usaba de algunos modos estraños, como, cuando la moza iba por agua, hacerle llenar el cántaro de trigo, y cuando sacaba la basura, hacerle henchir la espuerta de carbón, la basura encima, y llevarlo a los pobres. Y a las mañanas aderezaba un guisadillo antes que los otros se levantasen y, echado en un puchero, diciendo que iba a misa, lo llevaba a algún pobre enfermo y, entrando en la iglesia y oída misa, se volvía a casa. Si le hacían algún faldellín o basquiña, y veía alguna mujer pobre desnuda, luego se lo quitaba y lo daba a la pobre y se ponía ella otra vieja. Y mirándole una vez sus cofres, los hallaron vacíos porque había dado a los pobres todas sus joyas de seda y oro; y por que su tío no tomase pena fue menester hacerle otra cadena de oro y otras joyas. Estas cosas sentían los viejos mucho, aunque eran muy buenos christianos y vivían en temor de Dios y sin ofender de nadie. Viniendo ella a confesar a la compañía donde confesaba de ordinario, dejaba algunas veces en el confesionario, sin decir nada, una cesta de huevos o algún otro regalo, y visto por el sacristán entendía que andaba allí [fol. 106v cl. b] Bárbara de Sanctiago. Frecuentaba ir al hospital de Sancta Lucía, donde se curaban las mujeres de llagas y bubas, y con sus manos curaba las enfermas llenas de materia y llagas asquerosas y, de tan mal olor, que a otros causaba grande asco y pena, y ella gustaba desto estrañamente. Y a un sobrino suyo que tenía asco de verla poner sus manos en las llagas podridas, y le dijo que para qué hacía aquello, le dio una reprehensión diciendo: “Rapaz, ¿qué tenéis vos que entremeteros en esto? En las cosas de charidad y del servicio de Dios no hemos de tener asco ni pesadumbre”. Sus ayunos, asperezas y oraciones eran muy ordinarios. Por almohada tenía una tabla gruesa y, por que el marido no lo entendiese, la cubría con un lienzo blanco y, dormido el marido, ponía su cabeza sobre la tabla.

Pasados en estas sanctas obras y en su matrimonio diez y siete años, murió en el de mil y quinientos y sesenta y seis, a veinte y uno de septiembre, [3] de cierta desgracia que, por quitarle un zurujano una lupia grande de la rodilla, le quitó la vida con grandes dolores que le causaron unos polvos que le echó aquel indiscreto hombre. El cual huyó viendo el yerro que había hecho, porque el fuego de aquellos polvos subió desde la rodilla a la garganta y boca, y la llenó de llagas. Y estando para morir, dijo a unos que murmuraban de su marido: “Déjenlo, que no sabe nadie quién es Lope Zapata”. Y al marido dijo: “Mire, hermano, que ha de cumplir el concierto que tenemos hecho entre nosotros”. Respondió el marido que lo cumpliría y de muy buena voluntad. Y nadie entendió lo que en esto decían.

A cabo de quince años murió Lope Zapata y descubrió este secreto al mismo padre Francisco Escudero, que le confesó en aquella enfermedad muchas veces: “Padre, yo le digo un secreto, y es que mi mujer y yo nos vamos deste mundo como nacimos”. Y contole lo que pasaba y cómo se concertaron. Calló él este secreto todo el tiempo que estuvo enfermo, que fue un año, con mucha paciencia, y después lo publicó, y causó a todos grande admiración por ser los dos tan mozos y [fol. 107r col. a] ella tan linda mujer. “Una cosa afirmo delante de Nuestro Señor”―dice el mismo padre Escudero―, que, estando yo considerando en la virtud desta bendicta doncella después de muerta, por la buena opinión que della tenía, sentí la presencia de su alma junto a mí que me hablaba interior y ambigablemente porque fue muy grande el amor que siempre tuvo a su confesor. Y con esta consideración de su presencia se me enterneció y compungió el corazón y comencé a llorar, y con palabras llenas de amor me encomendé a ella como de quien sentía [fol. 107r col. b] que gozaba de Dios, aunque a la sazón no sabía lo que después supe. Por todo sea gloria a Iesu Christo Nuestro Señor, cuyo es tan precioso don como este fue”.

Era Bárbara de Sanctiago mujer más alta que baja, delgada de cuerpo, el rostro redondo y colorado, los cabellos como de oro, los ojos pintados y su lengua muy dulce. El aspecto de su persona causaba juntamente amor y respeto, que ningún hombre que la mirara, por malo que fuera, se atreviera a decirle palabra indecente. Debajo desta hermosura tenía Dios otra más alta escondida.

Notas

[1] En el margen izquierdo leemos: “En.2I. de septiembre”

[2] En el texto “faciones”.

[3] En el margen derecho está escrito: “Año de 1566.”