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Inés de Cebreros

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sin resumen de edición
''[1]'' Figura en el texto como Capítulo L pero debería ser el LI, debido al error señalado en la edición de la vida impresa de María de Ajofrín por Sigüenza, pues repite el número de capítulo XLIV.
 
= Vida impresa =
Ed. de [http://visionarias.es/equipo/maria-del-mar-cortes-timoner// Mar Cortés Timoner]; fecha de edición: diciembre de 2019.
 
== Fuente ==
 
* Alonso de Villegas, ''Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum: en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes...'', Toledo, 1589, Biblioteca Nacional de España, sig. R/32084, fols. 64r col. b - 64v col. b.
 
== Normas de edición ==
 
El relato aparece a partir de la impresión de 1589 de la Adición de la Tercera Parte del ''Flos Sanctorum'' (cuya primera impresión está fechada en 1588) de Alonso de Villegas. Se integra en el apartado 193, que está dedicado a María García y María de Ajofrín y destaca la ejemplaridad de religiosas relacionadas con el convento de jerónimas de San Pablo de Toledo.
 
Se siguen los criterios establecidos en el catálogo para fuentes impresas (con la intención de hacer accesible el texto a un público no necesariamente especializado) pero se han mantenido las contracciones y la conjugación copulativa “y” ante una palabra iniciada con i. Además, para facilitar la localización de los textos, se indica el folio (r-v) y la columna correspondiente (a-b).
 
==Vida de Inés de Cebreros==
 
[Fol. 64r col. b] Otra religiosa de quien hace mención en su libro la dicha Ana de Zúñiga es Inés de Cebreros, la cual nació en un pueblo del mismo nombre de Cebreros, que es el obispado de Ávila. Hizo profesión en esta casa de San Pablo en 16 días de abril de año de 1506.
 
Era mujer de grande oración y siempre que comulgaba quedaba por diez o doce horas arrobada y fuera de sí, y era de suerte que la herían y punzaban con alfileles, hasta venir vez a quebrarle una muela porfiando por abrirle la boca, y nada bastaba para que volviese en su sentido; mas si la priora se lo mandaba, por santa obediencia luego volvía y, siendo vuelta, decía palabras de mucho aviso y llenas de misterios divinos. En especial, a personas que se le encomendaban les daba maravillosos documentos acerca de lo que convenía hacer para agradar a Dios. Sucedíale estos arrebatamientos al punto que acababa de comulgar de suerte que, para llegar otras monjas a la Sagra- [fol. 64v col. a] da comunión, la habían de quitar de allí en brazos. También daba cuenta de cosas que veía estando arrobada y, en particular, dijo de una monja del proprio convento que la vido ceñida una culebra en Purgatorio y que le daba esta pena porque fue curiosa en ceñirle. Y hase de advertir que, en aquellos tiempos, acostumbraban las religiosas desta casa ceñirse unos orillos de los que se quitan a los paños sin otra curiosidad, porque era tanta la mortificación y menosprecio de sí mismas que no curaban de otros atavíos ni galas mas, porque en las cosas despreciadas y de poco valor puede entrar curiosidad vana, por esto fue castigada, debiendo [de] ceñirse su orillo con demasiado estudio y diligencia curiosa, que es lo que se condena y causa la culpa, y aun parece mayor en las cosas más bajas y viles que en las preciosas. Y aquí podrían advertir y considerar religiosas que esto leyeren cómo serán castigadas otras mayores curiosidades, y que causan a las veces escándalo, como son tocas amarillas o de seda y otras galas y dijes, mayormente cuando son prohibidas por los perlados y dan mal ejemplo en la comunidad, lo cual debe mucho advertir la religiosa esposa de Jesucristo y no curar de tales vanidades ni poner en ellos su felicidad y contento sino considerar que el hábito que trae le ha de servir de mortaja con que será puesta en la sepultura. También vido esta sierva de Dios diversas veces al demonio que andaba entre las monjas persuadiéndolas y incitándolas a que murmurasen unas de otras y hiciesen otras cosas mal hechas. Sucedió que, estando puesta en oración un día en el coro, vido otra monja, que también era gran sierva de Dios y se llamaba doña Teresa de Guevara, de quien se ha hecho mención, que salían unos rayos de la Custodia donde estaba el Santísimo Sacramento de grande resplandor y da- [fol. 64v col. b] ban en el rostro de la sierva de Cristo Inés de Cebreros, y espantándose de ver esto y conociéndola que era mujer tosca y en la condición, trato y palabras áspera y sin policía, como nacida entre labradores, dijo: “¿Cómo, Señor, y en aquel roble?”. Mas fuele luego revelado que era Inés de Cebreros tan grata alma a Dios que alcanzaba de su Majestad semejantes favores y gracias.
 
Vino a morir la sierva de Dios de dolor de costado en el mes de septiembre del año de 1525 de edad de noventa años. Enterrose en el capítulo del mismo monasterio de San Pablo.

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