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Inés de Cebreros

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Estaba otra vez comiendo con las hermanas en el refectorio. Era la lección que se leía (según la costumbre) muy devota, y la sierva de Dios, dejándose llevar de la dulzura de la contemplación, fue arrebatada en espíritu, quedando tan sin sentido como otras veces y, aunque las que estaban a par della procuraron despertarla y volverla en sí, nunca pudieron. Entendiolo la priora, y pareciéndole que aquella era singularidad, y que no era lugar de aquello, le envió a mandar por obediencia que despertase y volviese en sí, y en intimándole el mandato, aunque muy a baja voz, luego se puso en acuerdo como antes. Tanto puede en el alma de los justos la virtud de la obediencia, que entra hasta lo secreto dellas, aun estando cerradas las puertas.
Estaba otra vez en la fiesta de San [504] Felipe y Santiago esta santa en sus acostumbrados éxtasis y arrobamientos; cuando volvió en sí, después de muchas horas, rebeló a una grande amiga suya que se llamaba [[Cecilia de Santa Catalina ]] que la habían llevado en aquel tiempo al monte Calvario, donde traía casi siempre puestos sus pensamientos, y que allí le habían dado a comer un bocado; que recibió con él un gusto y consolación tan suave que excede a cuanto puede explicar la lengua, y viose que debió de ser esto algo de aquel maná que se cogía el viernes para que durase el sábado, porque desde entonces fue la quietud y sosiego de su alma tan grande y la pureza de su vida tan alta que parecía no vivía ya en la tierra, y que su conversación era en el Cielo. Sonaba ya la fama de su santidad y de su nombre poco menos por toda España. El Marqués de Villena, don Diego López Pacheco, caballero valeroso y pío, de quien ya hemos hecho otras veces memoria, le fue a rogar y pedir con mucha humildad le encomendase a Nuestro Señor, porque tenía algunos negocios apretados y que le ponían congoja. La santa Inés de Cebreros le habló despacio, y le dijo algunos particulares señalados, que los vio el marqués después ser todos ansí. El marqués publicó después lo que con ella había pasado, y cuán verdadera había salido en todo, y cobró con esto tanto nombre que venían de muchas partes a pedirle consejo y remedio en sus cosas, y no solo de la tierra y comarcanos venían a pedir los encomendase a Dios y rogase por ellos, mas aun del purgatorio y del otro mundo dio licencia Nuestro Señor a muchas almas para que le manifestasen la necesidad en que estaban.
Estaba una noche dentro de su celda hablando con el ánima de un difunto, que era hermano de una religiosa del mismo Monasterio de San Pablo, y oyolo otra religiosa que estaba allí cerca della y no podía ver ni entender con quién hablaba, y respondió que estaba hablando con el alma de fulano, nombrándoselo por su nombre, que había muerto aquella hora. A la mañana vinieron a decir cómo era muerto, al mismo punto que la santa dijo. No comulgaba esta santa muy frecuentemente, ni por tarea cada semana, tal día o tales días, sino cuando sentía que según la dispusición le decía allá dentro el espíritu se llegase a tan alto misterio, y así se entendía della que tenía revelación de cuándo había de comulgar.

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