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Juana de la Cruz

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Vida de Juana de la Cruz
Fue una religiosa muy desconsolada en el alma, y en su spíritu muy afligida, a se consolar con esta sancta virgen. Y assí como ella la vido entrar por su çelda, mirola e vido alrededor della tres [fol. 37v] demonios muy espantables, e las façes como negros, e por los ojos e boca les salían llamas de fuego, e traýan en las manos unos como garrotes de fierrro, con los quales dava muy grandes golpes de los hombros arriva a aquella persona. Y el sancto ángel su guardador estava muy çercano a ella, y andando a la redonda della dezía a los demonios: “Dad y herid a esta persona, porque es la voluntad de Dios, que lo quiere, y dello se sirve. Aunque vosotros le dáys tan crueles golpes, no sentirá más de lo que Dios quiere”. Y esta bienaventuada, maravillándose mucho de ver la tal visión, preguntó a su sancto ángel por qué hera atormentada la tal religiosa tan cruelmente viviendo en la carne, y más que deçía su sancto ángel que lo quería Dios, y ella dello servido. Respondiole: “No te maravilles de las cosas que son secretos de Dios; y esa tal persona mereçe mucho en ello, y a se lo Dios dado por gran misericordia”.
 
===Capítulo VII===
'''De cómo privó el Señor por algunos tiempos el sentido del oýr, y por qué causa, a esta sancta virgen'''
 
Tenía graçia de entender las aves y animalias, y conoçer sus neçessidades en quanto comer y bever. Y algunas vezes dexava de pensar en pensamientos más subidos e divinales, y ýbase adonde pudiese oýr las aves quando estava en sus sentidos. Y escuchávalas y holgávase, e maravillávase mucho de las cosas que les oýa, tan pronunçiadas e tan claras a su pareçer della, e cómo deçían e tratavan entre sí, unas entre otras, cosas maravillosas que pareçía que conoçían a su criador. E le davan graçias, porque las havía criado e vestido, e adornado de alas y plumas, e les dava los campos, e árboles e frutas para su consolaçión e mantenimiento. E cada género de aves, deçía esta bienaventurada, que loava a su hazedor, e le dava graçias de su manera. E toda cosa que tiene spíritu de vida, loa e da graçias a su criador e hazedor. E como ella se ocupava tanto en oýr las aves y holgava de entendellas, hechava mucho tiempo de su pensamiento en ello.
Nuestro Señor Jesuchristo, como la amava tanto, no quería ni hera servido que se ocupase en otra cosa, sino en el que hera su creador y criador. Y a esta causa, quitole súpitamente el sentido del oýr corporal, que estando en sus sentidos ninguna cosa de esta vida pudiese oýr, aunque las cosas çelestiales bien las sentía, que ni por esta sordedad tan [fol. 38r] estremada no dexava de se elevar tan a menudo, y de estar tan grandes ratos elevadas, ni de açer las predicaçiones e hablar del Señor en ella como antes que ensordase. Y estando sorda, aunque no estuviese elevada, oýa y sentía los cánticos y ynstrumentos celestiales, porque las más vezes que se elevava o ponía en su coraçón o contemplaçión, oýa cantos çelestiales que junto con el Spíritu Sancto la ayudavan a inflamar e alçar el spíritu en Dios. Estuvo sorda desde el día de Sancta Escholástica, que es a diez de febrero, hasta señora Sancta Clara, que es a doze de agosto.
 
Estavan todas las religiosas de su convento e otras muchas personas muy angustiadas por la neçessidad que tenían de su habla e consolaçión, porque no las oýa, aunque ellas le querían deçir y encomendar sus desseos y cosas tocantes a su consolaçión y conçiençia; por lo qual suplicavan mucho a Nuestro Señor le volviese el sentido del oýr. Y su Divina Magestad tuvo por bien de oýr las plegarias de todos, e tornole el oýr día de la señora Sancta Clara. E híçolo desta manera: que estando ella elevada como solía, vido a Nuestro Señor Jesuchristo en spíritu, e la habló e consoló, e le dio el soplo del Spíritu Sancto, e hiço un sermón maravilloso, declarando muy grandes excelençias e maravillas. E hablando, dixo su Divina Magestad que quería dezir por qué la havía ensordeçido, aunque él no tenía neçessidad de dar quenta por qué haçía estas ni otras más cosas: pero que le havía quitado el oýr por tenella más quieta e junta a Él, e recoxidos sus sentidos e pensamientos en Él e no en otra cosa terrena, e tenerla en sancta y simple ynoçençia de niña, y en una puredad de spíritu sin ninguna maliçia, y que no oýa otra cosa sino cosas çélestiales. Mas pues hera tan importunada y rogada de muchas personas, que a Él le plaçía de la sanar. Y en çesando su Divina Magestad de hablar, antes que ella tornase en sus sentidos, vino a ella el apóstol San Pedro, por mandado del poderoso Dios, e metiole los dedos en los oýdos, e bendiciéndola con la señal de la sancta cruz de parte de Dios. Tornando ella en sus sentidos, a deshora se vido sana, e tornado el oýr tan perfetamente como de primero, de lo qual ella y todas las religiosas fueron muy alegres y dieron graçias a su Divina Magestad por la misericordia de ynclinar a su oreja las suplicaçiones que le havían hecho.
 
Viernes Sancto siguiente, luego que esta bienabenturada ensordeció, estando ella [fol. 38v] elevada e puesta en cruz, assí en la elevaçión tenía tan fijos sus brazos y piernas, e todos sus miembros, como si no fuera de carne sino un crucifixo, de manera que ninguna fuerça bastava para la quitar de así, aunque se provó muchas vezes por las religiosas en otros días, que la veýan muchas vezes estar elevada e puesta en cruz. Pero no estava en pie, sino hechada donde las religiosas la ponían. Y en este mesmo ora del Viernes Sancto, estando todas las religiosas en el choro, que hera por la mañana, quando se diçe el sancto offiçio, ella estava en una çelda ençerrada, porque assí hera la voluntad de Dios y de los prelados, que quando estuviese en rapto, estuviese desta manera. Estando diziendo la sancta passión, tornó en sí, e fuese al choro, e yba llorando y descalça. Y no pudiendo andar, ponía los pies de lado, que de otra manera no los podía poner, y aun esto con mucha pena. E viéndola las religiosas entrar en el choro, assí fueron a ella, e preguntáronla por señas por qué yba de aquella manera. Respondió que le dolían mucho los pies e no podía andar con ellos. E mirándoselos las religiosas, viéronselos señalados, y ansímesmo las manos, de las señales del Señor; no llagas abiertas ni manantes sangre, sino unas señales redondas, del tamaño de un real, e muy coloradas, de manera que pareçían por las palmas de las manos que estavan ympresas por la parte de ençima, e por semejante pareçía en las plantas de los pies. Tenía también estas preçiosas señales, e muy maravilloso olor, e no de ninguna manera de las flores de la tierra. E quexávase muy reçiamente, e llorava de los dolores que en las partes de las señales tenía. E viéndola las religiosas de aquella manera, llorando e con mucha devoçión, davan muchas graçias a Dios. E tomáronla en sus brazos, e lleváronla a su çelda y hecháronla. Hera tan grande el ardor e fuego que en las manos e pies tenía en el lugar do tenía las señales, que le ponían las religiosas unos pañeçitos de agua fría, y en muy breve espaçio se enjugavan del gran fuego que de allí salía. E muy a menudo le ponían los pañeçitos mojados y ella mesma se soplava las palmas de las [fol. 39r] manos, por mitigarse el gran fuego e dolor que sentía. E las religiosas le preguntavan qué hera aquello o quién le havía dado aquellas señales. Ella, entendiendo, les respondió con muchas lágrimas y dolores que sentía, diziendo: “Vi a Nuestro Señor Jesuchristo cruçificado en aquel lugar donde mi sancto ángel me suele poner, y assí, llagado y cruçificado como venía, se juntó conmigo, e puso sus manos junto con las mías, e sus pies con los míos; y así como esto hiço, sentí en mi spíritu gran dolor e sentimiento en mis manos e pies y, a deshora, me vi tornada acá en mis sentidos, con estas señales que véys, y con muchos dolores en ellas, y tan reçios que casi no los pudo sufrir”. Tuvo estas señales tan maravillosas y creçidos dolores dende el día del Viernes Sancto, hasta el día de la sancta Asçençión. Y esto no contino, sino los viernes, y sábados y domingos, tres días [¿arreo?], hasta la hora que fue la sancta Resurreçión, y dende aquella ora hasta otro viernes no tenía más dolor ni señal. Viendo esta bienaventurada cómo no podía encubrir estas preçiosas señales que no fuesen vistas de personas devotas del monasterio −pues ya se publicava, y su confesor y el compañero se las havían visto junto con las religiosas−, suplicó a Nuestro Señor muy afetuosamente que en ninguna manera permitiese su Divina Magestad que en ella, su yndigna sierva, pareçiesen ni tuviese tal thesoro ni tan ricas joyas, que no hera digna dellas, ni quería tal don, pues no le podía encubrir. E nunca çesó de haçer esta suplicación, derramando muchas lágrimas, hasta que lo alcançó del poderoso Dios. E hablando un día su Divina Magestad por la lengua y boca della, dixo: “Mucho me ruegas e ymportunas que te quite ese don que te he dado. Yo lo haré, y pues no as querido tener mis rosas, yo te daré cosa que más te duela que ellas”. Y assí le fue otorgado del Señor no tener ya más aquellas señales.
 
Por entonçes, muchas personas heran consoladas spiritualmente e libradas de sus tentaçiones por consejo e lumbre de esta bienaventurada. Y aunque fuesen más de çiento las que juntamente se le encomendasen para que rogase a Dios por ellas y que huviese respuesta de su sancto ángel, dotola Dios de tanta graçia que ninguna se le olvidava; que por todas rogava a Dios a su sancto Ángel le dixese qué respondería a cada una de aquellas [fol. 39v] personas.Y el sancto Ángel la respondía en cada cosa, según el poderoso Dios le dava liçençia para ello. E havidas ella las respuestas, las dava a las personas que se le havían encomendado, sin trocar ninguna cosa de lo que el sancto ángel le deçía, e savía lo que havía de dezir a cada persona. Y esto de una vez que se elevase, traýa todo esto en su memoria.
 
Vino a ella un religioso muy tentado de no querer reçar las horas e offiçio divino ni ninguna cosa que hera obligado, diziendo que Dios no tenía neçessidad de sus oraçiones. Encomendándole esta bienaventurada al Señor, díxole a su sancto ángel la tentaçión y neçessidad de aquel religioso, e suplicole que le dixese alguna cosa que ella le pudiese dezir para el remedio de aquella neçessidad. El sancto ángel le respondió, diziendo: “Dile tú a esa persona que verdad es que Dios no tiene neçessidad de las oraçiones de las criaturas que Él crió, empero todas las criaturas raçionales tienen neçesidad de la ayuda de Dios e de le servir para le aplacar; así como de neçessidad e fuerça es obligado qualquier labrador pechero de pagar a su rey y a su señor el pecho que es obligado e le debe, y si esto de su grado no haçe qualquier basallo, mandarle á dar gran pena su señor y mandarle á prender a sus alguaziles y justiçia, y si mucho fuere revelde, haçerle matar, e assí perderá la persona e los bienes, lo mesmo hará Nuestro Señor Jesuchristo a los christianos religiosos, assí hombres como a mujeres, si no le sirven y le pagan lo que le juraron en el sancto baptismo y en su profesión. A los religiosos, demandárselo á muy reçiamente, por peccado mortal, e si mucho perseverare en su reveldía de no querer amar ni servir a Dios, ni reçar sus oras y lo que es obligado para le aplacar, si quiera con algunos serviçios e buenas obras, mandará a los sus alguaçiles, que son los demonios, le prendan y enfermen, e saquen el alma del cuerpo a muchos tormentos. Y después, en su juyzio, condenarle á el alma a penas eternas, de manera que perderá la persona y el alma, e bienes spirituales que pudiera tener. Por tanto, di tú a aquella persona que desheche la tal tentación, que es de Satanás, y se esfuerçe e reçe, y sirva a Dios, e pague el tributo y pecho que le debe por su [fol. 40r] juramento y vasallaje. Si no, que le será demandado como he dicho”.
 
Vino otra persona a esta bienaventurada a pedirle consejo y doctrina, diziendo qué haría para aplaçer a Dios. Ella preguntolo a su sancto Ángel, e suplicole respondiese sobre ello, e díxole: “Dile a esa persona que paz, e oraçión, e silençio son cosas que aplaçen mucho a Dios. Y que trayga belo negro en su coraçón, e ánima de dolor de la sancta passión de Nuestro Señor Dios, y alguna carga que ponga ençima de su persona. Dé frutos de penitençia, y esto tome por vestido, y el llanto por tocado, y assí estará bestida y adornada su ánima para ser perteneçiente a su Dios”.
 
Otra preguntó a esta bienaventurada qué haría para estar siempre en graçia e aplaçimento de Dios. Ella díxolo a su sancto Ángel, e pidiole respuesta para aquella persona. Y él dixo: “Dile que llore con los que lloran, y ría con los que ríen, y calle con los que hablan”. Otro consejo: estava una religiosa enferma de una muy grande enfermedad e fatigada de muchos dolores, y dixo a esta bienabenturada Juana de la Cruz le suplicava dixese a su sancto Ángel le embiase alguna palabra de consolaçión. Y él le respondió que qualquier persona enferma que está en la cama, pues no puede reçar ni offreçer otro sacrifiçio sino sus dolores a Dios, ponga en su memoria por çielo de su cama a Nuestro Señor Jesuchristo cruçificado e llagado por los peccadores, e por paramentos e çercadura todas las ynsinias de la passión e tormentos que el Hijo de Dios padeçió por redimir y salvar sus criaturas. E piense qualquier persona enferma siempre en esto, e offrezca sus dolores a los de Christo, y rescivillos á el mesmo Dios, e serle an meritorios sus dolores y enfermedades. Y aún hasta las mediçinas e cosas neçesarias que tomase en su enfermedad, ofreçiéndolo todo en reverençia de la passión del Señor y de la hiel y vinagre que le dieron a beber; y aún la flaqueza, y desmayos e sed que padeçiere, le será contado en mereçimiento, si lo ofreçiere en reverençia de la hambre y sed, y ayunos y cansancios, e flaqueças e desmayos que padeçió el Hijo de Dios. E lo mesmo le será contado el frío, y la calentura e sudores, offreçiendo cada cosa de estas a su misterio. Y assí terná cada criatura sus penas y dolores, acordándose [fol. 40v] quánto fueron mayores las que padesçió su Dios, e todas por sanar las llagas y enfermedades de los peccadores. Y aún si perfeçión e conoçimiento de Dios tiene la tal ánima que estas cosas pensare, será bien que diga: ‘En el nuestro Jesuchristo duélanme los dolores, en tal que no me aparten de la caridad de vuestro amor’. Y a Nuestra Señora puede dezir, si la enfermedad le diere lugar: ‘O Virgen singular, entre todos piadosa, haz a mi ánima ser suelta de sus culpas, y en el cuerpo ser mansa y casta’”.
 
Consejo a otro: una persona suplicava la respondiese el sancto ángel, por ynterçessión de esta bienabenturada, y asý fue, que digo: “Dile a esa persona que se enmiende, e guarde de ofender a Dios, que le hago saver que se demanda por hurto en el juizio de Dios qualquier tiempo e palabras mal dispendidas e habladas, e se pagan con las setenas como hurto, e se an de restituyr como fama qualquier mal exemplo o enseñamiento u ocasión que dé para que otra peque. Por eso, que se avisen hechos e horas e palabras”.
 
Estando aparejadas las monjas para comulgar, e juntas en un lugar que para ello tenían diputado, hallose con ellas esta sancta virgen, la qual no yba a comulgar, sino a ver y adorar este Sanctíssimo Sacramento. Y como estuviese allí, llegáronse las religiosas a ella, y ocupávanse en la hablar, encomendándole algunas cosas de sus ánimas. A deshora fue tomada y arrevatada dentre las religiosas, e de los ojos dellas, e alçada en alto. Todas, muy maravilladas, allegaron a comulgar, cada una como mejor pudo. E de que huvieron comulgado, pasado algún yntervalo, a deshora la vieron entre ellas. Todas, muy espantadas, se hallegaron çerca della, y la rogaron muy afincadamente les dixese dónde havía estado mientras ellas comulgaron, que a deshora se havía desapareçido. Y enportunándola mucho, les respondió, diziendo: “Los ángeles me llevaron porque no os ocupásedes conmigo, sino con solo Dios, e dixéronme: ‘Anda acá, súbete aquí, a la cumbre de la casa con nosotros, porque no se ocupen en ti las religiosas el tiempo del comulgar’. Y allí me tuvieron en el ayre entre ellos, e me cubrieron con sus hermosas alas porque vosotras no me viésedes. E dende allí goçávamos todos del Sanctíssimo Sacramento. E quando me bajaron, dixéronme: ‘Anda acá, que aora no estorvarás nada’. E las monjas dieron [fol. 41r] graçias a Dios por tan gran milagro, e rogaronle mucho les dixese lo que Nuestro Señor le havía mostrado en la comunión de ellas. Ella les dixo: “Las que comulgavan muy devotamente, llegava el sancto ángel su guardador e tomavale del braço e abraçávala, e besávala e goçávase mucho con ella; e la que no comulgava devotamente, desviávase algo de ella su sancto ángel, e orava al Señor muy devotamente por ella, que la cumpliese de su graçia”.
 
E no solo esta vez fue esta bienabenturada alçada en cuerpo y en alma dentre las religiosas, mas otras vezes lo vieron y supieron las mismas monjas que los sanctos ángeles le alçavan en contemplaçión, y assí tenía condiçión angelical e sanctas hablas e consejos. Desde a çiertos días que este milagro vieron las religiosas de alçarla en alto los ángeles quando comulgavan, pidiola la provisora una cosa que tenía neçessidad, e deçía no la havía en la casa, y ansí lo creýa de çierto. E oyéndolo esta sancta virgen, dixo a la provisora: “Sí tenéys, hermana, aunque no se os acuerda. Que yo le vi el otro día, quando las religiosas comulgaron en tal zaquizamí, quando los sanctos ángeles me subieron en alto”. E fue la provisora, e halló lo que buscaba.
 
E aconsejava muchas veçes esta bienaventurada scriviesen e agradeçiesen mucho a los sanctos ángeles custodios las buenas e caridosas obras que contino hazen a nosotros peccadores. Dezía: “No solamente son nuestros guardadores, más los podríamos llamar nuestros compañeros. Y esto por el mucho amor que nos tienen, e por ser compañeros de nuestras almas, que allende de ser nuestros ayos y guardadores, son berdaderos e fieles compañeros y amigos para nos defender, así de los demonios e peligros del mundo como para nos ayudar e favoreçer en el amor e serviçio de Nuestro Señor Jesuchristo e provechosa salvaçión de nuestras almas. E por esto −deçía esta bienabenturada− clamo yo a los sanctos ángeles guardadores de ánimas ‘compañeros’, porque nos acompañan día y noche, y en vida y en muerte. Y quando algunos de los fieles christianos están en artículo de muerte, el sancto ángel guardador, como a compañero muy leal e amigo verdadero, haviendo compasión de aquel ánima, va al Çielo, y ruega e convida a algunos sanctos e santas que él save que aquella persona tiene devoçión y a hecho algunos servicios, e dízeles: ‘señores, tal persona, que es ánima que yo tengo a [fol. 41v] cargo por mandamiento divinal, está en gran neçessidad, que está en artículo de muerte. Por eso, ayúdame a rogar a Dios por ella, e sedle favorables’. E los bienabenturados responden que les plaze, y ansí lo ponen en obra”. Dezía que, aún después difuntas, las personas christianas e salvas por la misericordia de Dios, los sanctos ángeles sus guardadores no las desamparan en purgatorio, porque las socorren e visitan, llevándoles las sufragios e oraçiones en que van los mereçimientos de la passión de Nuestro Señor Jesuchristo, e limosnas çelestiales con que las visitan, y consuelan e sanan limpiándoles sus llagas e tormentos muy crueles que padezen las ánimas en purgatorio; y tales, que ninguna criatura humana las podría creer. Dezía esta sancta virgen que, así como la offensa que la criatura haçe, por chiquita que sea a nuestro pareçer, es infinita porque offende con ella al infinito Dios, así las penas que en el otro mundo dan a las ánimas, por pequeñas que sean, son muy indeseables [4], e gravíssimas e amargas, e no tienen otra consolaçión sino la que le da y lleva el sancto ángel su guardador.
 
Hablando el Spíritu Sancto por la boca de esta bienabenturada, dixo que qualquier persona que se desea salvar y alcançar perdón de sus peccados á de ser como paloma que no tiene hyel. Conviene a saver, que no tenga maliçia, ni odio, ni malquerencia, aunque le hagan mal, sino haga como la paloma, que aunque le haçen mal, no se save tornar a quien se le haze, sino gime entre sí y pasa su pena, e va a fazer su llanto çerca de las aguas, porque, si viniesen los caçadores o otras aves contrarias suyas a quererla empeçer, se esconde devajo de las aguas, y allí se guareçe. Lo mesmo debe de façer la persona fiel: yr a hazer el llanto de sus peccados çerca de las aguas de la passión e llagas de Christo; porque si le vinieren tribulaçiones o persecuçiones de los próximos o del Demonio, el qual como caçador quiere caçar las ánimas e llevarlas al Infierno, entonçes es muy buen remedio a la ánima pensar en la passión de Dios e meterse con el desseo en las fuentes e guaridas que con sus sanctas llagas. Ansímesmo, dixo su Divina Magestad, tiene la paloma otra propiedad, que todo su canto es gemido, e casi como triste llanto. E lo mesmo debe façer qualquier persona, pues a offendido a Dios, que ninguna es tan justa que no tenga peccados, e toda su vida justa raçón á de ser llanto; o que bien puede dezir la mesma persona que a offendido a Dios si la mandaren reýr o cantar, o alegrarse vanamente: “Ya se quebró mi hórgano e no puedo cantar, [fol. 42r] que el día que offendí yo a mi Dios y Señor, yo mesma que bi el órgano del alegría de mi alma, y no sé si tengo enfado o aplacado a mi Dios, e hasta que vaya a la tierra del alegría, que lo sepa e le vea, no me quiero alegrar ni tornar plazer que sea fuera de Dios, sino vivir en llanto, pidiendo a Dios perdone mis peccados”.
 
Otro consejo del Spíritu Sancto muy provechoso: dixo el Señor, que para defenderse el ánima del demonio, á de resçivir las buenas espiraçiones del Spíritu Sancto en el coraçón, y haçer lugar para ello, y calçar los pies del ánima de muy buenos pensamientos, y bestirse el arnés de la charidad, e ponerse el capaçete de la fee; y para resçivir los golpes de los adversarios, ponerse á el escudo de la esperança, y esgrimir muy reçiamente con la espada del buen desseo, premiándolo en obras perfetas. E armada qualquier ánima fiel con estas armas, podría muy bien pelear con Satanás, el qual viene desnudo y despojado, que no tiene ninguna de estas virtudes con que se pueda armar. Por ende, si Satanás nos vençe a nosotros, los christianos, es porque nos desarmamos e quitamos de [¿sobre más?] almas, algunas o alguna destas virtudes, e quando el Demonio ve que havemos dexado caer alguna dellas, esfuérçase muy reçiamente a nos convatir, e herir e llagar, y matar con ella, trayéndonos tentaçiones de las cosas en que más flacos nos ve, e de las virtudes de que más nos ve careçer.
 
A la saçón que el Señor estava hablando por la boca de esta bienaventurada, estava una religiosa de poca hedad en pasamiento. Y quitada ya la habla, e así como estava, la llevaron las monjas allí, e pusiéronla delante en una cama. E la enferma empeçó a gemir muy reçiamente, e muy apriesa y congoxada. Dixo entonçes el Señor: “Bien haçes, hija, de reconoçer a tu criador y redemptor. Sométete devajo de su poderío, pidiéndole misericordia. Esfuérçate, esfuérçate, que piedad y misericordia hallarás ante Dios”. E buena cosa es que quando alguna persona estuviere en pensamiento diga estas palabras con devoçión, y si la tal persona no las pudiere dezir, dígalas otra por ella, en su presençia. E las palabras son estas: “El Señor que suelta los presos, suelte a esta. El Señor que alumbra los çiegos, alumbre a esta. El Señor que sana los contritos, sane a esta. El Señor que socorre a los neçessitados, socorra a esta. El Señor que alegra los tristes, alegre a esta. El Señor que perdona los peccadores, perdone a esta. [fol. 42v] El Señor que salva los yndignos, salve a esta”.
Muchas vezes, hablando el Señor, mudava el lenguaje, según havía la neçessidad. Algunas veçes en latín, quando havía letrados, para dezirles algunas cosas secretas a ellos, para aviso de sus sçiencias; otras vezes hablava en vizcaýno, e muy çerrado, haviendo personas que entendiesen aquel lenguaje. Estava una vez un perlado mayor, de la orden del glorioso Sant Francisco, el qual tenía en el secreto de su coraçón yntençión de haçer perlada e abbadesa a esta bienabenturada Juana de la Cruz. Lo uno porque vía en ella gran marco, e lo otros porque havía muchos días que se lo pedían las religiosas con muchas lágrimas. E no lo havía hecho porque no tenía tanta hedad como hera menester para semejante cargo. E teniendo esto en su coraçón, hablole el Señor en bascuenço, estando él oyendo esta bendita habla, e díxole que la pusiese sin temor por perlada, que marco tenía para ello e para más. El qual perlado, quando la eligió por abadesa, dixo: “No la hago yo solo abbadesa, que Dios la tiene elegida, e me la mandó poner”. Y contó lo que le havía dicho en bascuenço.
 
Quando los christianos ganaron a Orán, dio el obispo de Ávila a esta bienabenturada, o al monasterio por su ynterçesión, dos esclavas que traxeron de aquella ciudad. La una hera ançiana, la otra moçuela, de treçe o catorçe años, las quales aún no heran christianas. Las monjas, deseando lo fuesen, empeçaronlas a hablar e dezir que se tornasen christianas. Ellas, oyendo esto, hazían tantas bramuras como si las quisieran matar, en espeçial la más ançiana: se arañaba toda, hasta que le corría sangre. Viendo esto, no la apremiavan ni enportunavan mucho. E hablando el Señor un día por la boca desta bienaventurada, las monjas lleváronlas, para que oyesen a el Señor. Aunque yban de mala gana, estuvieron allí presentes, e su Divina Magestad del poderoso Dios las habló en algaravía, y ellas, muy atentas, escuchavan lo que el Señor les deçía, e respondían ellas en su mesma lengua. Y así estuvieron un buen rato en presençia de todos, e convirtiolas el poderoso Dios, y ellas pidieron el sancto baptismo con mucho fervor. E de aý adelante, todas las vezes que el Señor hablava por esta voz, estando estas esclavas oyéndole, aunque algo apartadas, Él mesmo las llamava por sus nombres en algaravía, a cada una por sí, e luego ellas se levantavan e pasavan entre toda la gente, e se ponían çerca hincadas de hinojos, e allí las hablava e consolava en su lenguaje, y ellas le respondían e quedavan muy alegres. E así bivieron y [fol. 43r] murieron christianas, en el serviçio de Dios y del monasterio.
 
Siendo esta bienaventurada abadesa, vido estando elevada una figura en el Çielo de unas sus monjas, a las quales mandó la bicaria hiçiesen çierta cosa de la obediençia, y ellas, escudándose, dixeron no lo podían hazer. La bicaria, viendo que no obedeçían, mandó a otras lo fuesen a hazer, las quales obedeçieron de buena voluntad, he hizieron lo que havía mandado a las primeras. Y pasando esto, tornó esta sancta perlada en sus sentidos, e sin darle ninguna persona cuenta de lo que havía pasado, mandó le llamasen a la bicaria, e díxole: “Penada havéys estado, madre, que yo lo he savido, e havéys tenido raçón por la desobediençia de aquellas religiosas, pero llámenmelas, que yo las reprehenderé, e daré penitençia, e les diré lo que an perdido por la desobendiençia”. E viniendo las religiosas ante ella, reprehendiolas, e amonestándolas, dixo: “Mirad, hermanas mías, en la negligençia que oy havéys caýdo. No os acontezca más, porque yo he visto en spíritu vuestra figura, que ansí como desobedeçísteis, a deshora pareçieron los sanctos ángeles vuestros guardadores como henojados contra vosotras, e tomaron los pendones e cubriéronlos de negro, e arrastrávanlos por el suelo diziendo palabras como de dolor. E luego, a deshora, pareçieron allí junto con ellos los sanctos ángeles guardadores de las que hiçieron la obediençia que la vicaria les mandó, muy alegres y goçosos, y traýan los pendones alçados y en cada uno una corona, e llegaron a vuestros sanctos ángeles, e pidiéronles vuestras coronas, que ellos traýan en sus pendones, e por permisión divina diéronlas ellos e tomaronlas los ángeles que las pidieron, e pusiéronlas en sus pendones. He llevava cada uno dellos dos coronas, e los vuestros no ninguna. E fueron con voz de cántico, e dulçes sones, a offreçerlas e presentarlas al poderoso Dios. Y esto fue figura de lo que vosotros perdistes e las otras ganaron, e cómo llevaron sus mereçimientos e los de vosotras. Por eso, nunca otra tal cosa acontezca, que mucho se henoja Dios con el revelde de desobediente, e los sanctos ángeles sus guadadores de los tales se yntresteçen de ver que no andan sus súbditos en la carrera de la obediençia. E quieroos también dezir a vosotras, e a todas lo que vi desde nuestra çelda, que tañó la vicaria la campanilla de la comunidad para que se juntase todo el convento, e como no vinieron tan presto, tornó a tañer otra vez, e los ángeles guardadores de todas las religiosas fueron en breve juntos todos a par de la campanilla, la qual es llamada voz de Dios e del ángel. E dezían [fol. 43v] ellos: ‘Vengamos todos a cumplir e obedezer el llamamiento divinal por nuestras súbditas, que no vienen’. Y esto no se entiende que vienen a haçer la hazienda, sino a confusión de vosotras. Mirad que enojays a Dios, e days travajo a los sanctos ángeles, vuestros guardadores. Ya béys quán gran peccador es enmendado, e obedeçed por amor de Jesuchristo, que con tanta mansedumbre lo enseñó, obedeçiendo él hasta la muerte de cruz”.
 
Quando esta bienaventurada tenía capítulo, havía estado en rapto, y savía por la graçia de Dios todas las neçessidades que en el monasterio havía, públicas y secretas, en las ánimas y cuerpos de sus súbditas. E muchas veçes tenía al sancto ángel a par de su hombro, hablándola al oýdo, lo que havía de haçer e de ordenar.
 
===Capítulo VIII===
'''De una revelaçión que esta sancta virgen contó dando consejos a sus monjas'''
 
Algunas vezes deçía esta bienabenturada algunas cosas de las muchas que el poderoso Dios le mostraba. E decía hera mucho mérito dezir sus culpas claramente, como las hazía al confesor, e también en el capitulorio disculparse, porque más valía publicarse en este mundo por peccadoras que no el otro, como ella havía visto por la voluntad de Dios en un lugar de purgatorio. La primera pena que davan a las ánimas que allí yban es qu’ellas mesmas se pregonan, el qual lugar hera muy grande, e havía muchedumbre de ánimas e demonios. Y estava hecha a manera de ciudad con calles, e adarbes y plaças, e por todas aquellas partes y calles á de yr el ánima pregonando todos quantos peccados a hecho en toda su vida, así públicamente delante de todos, para que lo vean e sepan quantos allí están, e los moradores de aquella çiudad lo sepan e oygan. Y esto es a las ánimas muy gran bergüenza y aun pena.
 
“Y mirando yo en este lugar de Purgatorio, vi entre otras muchas ánimas una ánima de una muger, la qual me habló y dixo: ‘Di a fula[na], religiosa de tu casa, que digo yo que me pague ella agora lo que su hermana fulana me deve, de tal buena obra que le hiçe en todo lo que yo pude. E que yo soy fulana’. Y dixe yo a aquella ánima: ‘Si le hiçistes buena obra, páguesla ella’. Y el ánima me respondió: ‘No quiero que me lo pague ella, porque es mala pagadora, sino esotra, su hermana’”. Y esto dixo en público [fol. 44r] esta bienaventurada, he llamó en secreto a la religiosa que la ánima se havía señalado, e dixo: “Quiere una muger, que se llama fulana y hera veçina de Toledo, y es ya difunta, la qual es esta que yo he dicho que vi e oý; pide a vos que le paguéys çierto beneffiçio que hiço a vuestra hermana fulana”. E la religiosa, muy maravillada de oýr tal secreto, el qual ninguna persona savía sino ellas tres, y díxole: “Verdad es, señora, que mi hermana y yo fuymos tantos años a casa de la persona con tal y tal neçessidad, y ella nos socorrió, e nos lo guardó en secreto, y nunca más en toda mi vida vi ni hablé aquella muger, y aora pareçe ser que es difunta, e quiere que ruegue a Dios por ella, e hazerlo é yo de buena voluntad”.
 
Dixo esta bienabenturada, vido en el susodicho lugar de purgatorio, donde las ánimas se pregonaban, a una ánima de un perlado, el qual padeçía muchas penas, y dezía: “De lo que más me maravilla es que vi estava aquel ánima hecha como a manera de un gran palomar, con muchos hornillos y nidos y edificios. He de rato en ratto, así como estava, caýa, dando muy grande golpe consigo, e luego, a deshora, se tornava a levantar, e pareçía en su propio ser como ánima. E dende a poco espaçio tornava a pareçer en figura de palomar. E yo, muy espantada de ver aquel ánima en tal manera, pregunté al sancto ángel mi guardador qué hera aquello, e respondiome: ‘No te maravilles, que figura es’. E tornole a preguntar de qué o cómo, e díxome: ‘Esta ánima que ansí ves es de uno que fue perlado en el mundo, e por eso pareçe como palomar, porque tenía devajo de su mano muchas ánimas. E porque las rijió mal tiene ahora la figura de todas ellas dentro sí, ansí como el palomar tiene las palomas. Y a esta ánima dale mucha pena estar assí por sus peccados, e por los que sus súbditos e basallos hiçieron por su negligencia, y aún por su mal exemplo hiço a otros peccar. Aora lo paga e sirve todo junto su ánima con muy grandes penas, e aunque él paga su culpa e la ajena, no dexarán de pagar cada uno de sus súbditos por sí propio todo lo que a Dios offendió’. Dixo mi sancto ángel: “Con justa raçón padeçe este perlado las penas que ves, porque ansí como el palomar çerrado y çercado [fol. 44v] defiende y guarda las palomas e palominos, así qualquier perlado o persona que tiene cargo de ánimas a de poner la vida y persona, si fuere menester, por guareçer y librar de peligro de peccados a qualquier de sus súbditos e feligreses, desde el pequeño hasta el mayor, que no se los lleve el bilano, que es el demonio. E dentro, en sus entrañas, los deve tener metidos, para rogar a Dios se los libre de peccado y de toda ocasión que trae las ánimas en donaçión. E las caýdas que viste que dava aquel ánima −dixo el sancto ángel−, son figura de las faltas y negligençias que hiço en su vida en el serviçio de Dios y en los officios divinales, e las que las otras ánimas hiçieron por su causa. Ansí es la justiçia de Dios, que quiere y permite su Magestad que de diversas maneras, y aún algunas veçes de muchas figuras, paguen las ánimas mudándolas de su natural, según la calidad y condiçión de los peccados con que offendieron a su Dios en el tiempo que le pudieron agradar y servir’”.
 
Deçía esta bienabenturada: “Llevándome mi sancto ángel dende la Dominica yn passione a visitar los sanctos lugares e misterios de Jerusalem, vi allí dos cosas de que mucho me maravillé: la una, que vi a los sanctos ángeles meterse todos dentro de la tierra, e dentro de las paredes e de los edifiçios de aquellos sagrados lugares. E deçían los mesmos ángeles que entravan e se metían por allí, adorar la verdadera tierra sancta, porque estava ya tocada, y rebuelta e mezclada, porque las gentes lo havían ya todo mudado, labrando de otras maneras los tales lugares que estavan quando Nuestro Señor Jesuchristo padeçió y anduvo por ellos. Porque depués que el poderoso Dios subió a los Çielos, muchas mudanças a havido en los lugares desta tierra sancta. E deçían: ‘Como nosotros con ángeles savemos adónde está la tierra más sancta y más perfeta reliquia, metémonos por estas cosas espesas como spíritus sotiles e gloriosos a adorar y reverençiar las reliquias de nuestro Señor y criador’.
 
“Lo que más vi fue muchas ánimas que heran ya salidas de esta vida y andavan con los sanctos ángeles, por aquellos sanctos lugares, entre los quales vi e hablé a una [fol. 45r] ánima de una muger que yo conoçí en este mundo, estando viva. E maravilleme mucho de verla, porque la vi muy encoxida y pobre, y neçessitada al pareçer, según ella se mostró bestida de una como camisa, toda hecha pedaços; e por muchas partes estava descubierta, y ençima de una como sayuela vieja, muy corta e uno como sayuelo, al pareçer prieto y muy viejo, y en la caveça una como toca muy corta y vieja, y metidos en los pies unos como çapatos muy rotos. E yo le dixe: ‘Soys fulana, que bien os conozco’. Y ella respondió: ‘Sí, soy’. E yo le dixe: ‘¿Dónde estáys, e cómo os fue en vuestro pasamiento? ¿Por qué estays tan encogida y pobre?’. Respondiome: ‘Bien me fue, gloria sea a Dios, pues me salva’. Díxele: ‘¿Havéys visto a Nuestro Señor Jesuchristo?’. Y el ánima me respondió: ‘Sí, gloria sea a Él. Quando me finé, vi y le adoré a Él y a su preçiosa madre, Nuestra Señora, y me goçé mucho. Lo que me preguntáys, adónde estoy por la voluntad e mandamiento del poderoso Dios, estoy agora en la yglesia de mi lugar, y a vezes en mi casa, y otras vezes en casa de mis veçinos, pagando algunos peccados que en aquellos lugares hiçe’. Preguntele: ‘¿Estáys alegre o triste?’. Respondiome: ‘No estoy muy alegre, porque ya no me hago de estar en mi casa, ni en ninguna parte del mundo, después que dexé el cuerpo; empero, agora, a placer, tengo con liçençia de Dios de andar por estos sanctos lugares, e más goço deste sancto tiempo e sanctos misterios que si allá estuviera en el mundo, porque los puedo ver e andar con el ánima. Y aquí me dan agora, en estos sanctos lugares, goços por todas las misas que en mi vida oý’. E díxele: ‘¿Por qué traes esa camisa tan rota, que pareçe que os la an sacado toda a pedazos?’. ‘Traýgola’ −dixo− ‘que en penitençia de mis peccados e de los bocados que di a mis próximos’. Preguntele: ‘¿Pues cómo les dávades bocados?’. Respondiome el ánima: ‘Todas las palabras malas e con yra que les hablava me fueron demandadas en el juyçio de Dios por bocados, como si los mordiera, que assí me pareçe que se quentan e demandan, e pagan acá en este mundo’. E díxele: ‘¿Qué esa saya, tan corta y vieja que traes?’. Respondiome: ‘Aún esta que traygo [fol. 45v] me fue dada por gran misericordia, que desnuda del todo havía de andar. Con esta camisa aboqueada, e toda de fuera e abergonçada, sino de charidad me vistieron estos señores ángeles, y esto por las oraçiones que yo con charidad hiçe por mis próximos. Y este sayuelo tan viejo y de tan poco valor me fue dado de virtud, que desnudos havía de traer mis braços, mas pusiéronmele para cubrírmelos, e por el tiempo que estuve desnuda, padeçiendo frío y dolores en ellos, en mi larga enfermedad. Y esta tan corta toca que me pusieron por algunas tocas que di de limosnas en ese mundo, que destocada y descubierta havía de andar mi caveça en penitençia de mis peccados. Y estos çapatos, aunque son rotos y viejos, no merezco otro calçado que bueno sea, que quando me los dieron dixéronme que los tuviese en virtud de Dios, que descalça havía de andar, sino por algunos çapatos que havía dado de limosna; por amor de Dios me dieron este pobre calçado con que cubriese mis pies’”.
 
Dixo esta bienaventurada, contando todas estas cosas: “Mucho me maravillo de la providençia divina, que aún en las penas, y antes que el ánima sea sanctificada, en la gloria depara, y sola, empieça Nuestro Señor a remunerar las buenas obras que en este mundo obró. Que aquellas pobres bestiduras que aquel ánima traýa figurada hera de las muy ricas y nobles que Dios le havía de dar a ella, e otra qualquiera persona, que por amor de suyo padeçiere penas y enfermedades con paçiençia, e hiçiere limosnas e buenas obras. Pregunté a aquella ánima, diziendo: ‘Dezidme, ¿havéys visto a vuestros hijos los difuntos?’. Respondiome: ‘A los que están en el Çielo no los he visto. Mas he visto otros de mis parientes, e otras personas que yo conoçía que son también difuntos, e pensava yo que avía muchos tiempos que estavan ya en el Çielo, e todavía me pareçe están en penas de purgatorio, de lo qual estoy muy maravillada’”. Y así cesó esta habla y desapareçió a deshora esta ánim,a estando esta sancta virgen elevada.
 
Una religiosa que della e de su çelda tenía cargo, buscando çierta cosa, fue a abrir un cofreçito que estava [fol. 46r] en la çelda, e halló dentro unas ojas berdes y muy frescas, a manera de ojas de parra muy preçiosas, una hostia enbuelta en ellas. E la religiosa, muy maravillada y no saviendo lo que hera, estávalo mirando. Y estando ella en esto, a deshora tornó esta bienabenturada Juana de la Cruz de la elevación, y aún no hera casi bien tornada en sus sentidos quando vido que la religiosa andava en el cofre. Y dixole con grande apresuramiento: “Estad hermana, no lleguéys ni toquéys a esa reliquia que aý está, que es el Sanctíssimo Sacramento, mas traedme acá ese cofre yncada de hinojos”. Y con muchas lágrimas, e admirable reverençia y fervor, dixo: “Quiero haçer lo que los ángeles me mandaron, y resçivir a Nuestro Señor, aunque dello no soy digna”. Y tomó la sanctíssima hostia, e consumida, y comiose las ojas en que estava envuelto el Sanctíssimo Sacramento, sin dexar ninguna cosa. Aunque fue muy rogada de la religiosa que la dexase alguna parteçita de aquellas sanctas ojas para las tener en reliquias o para las comer, respondió: “No me a sido dada liçençia para que diese parte dello a ninguna persona, sino que yo sola la tomase e comiese todo”. E la religiosa le suplicó mucho le dixese este secreto, y esta sancta virgen le dixo: “Los santos ángeles pusieron aý el Sanctíssimo Sacramento envuelto en unas ojas del paraýso terrenal, según los mesmos sanctos ángeles me dixeron, que un hombre que hera hereje o mal christiano, e tanto que fue al infierno, e murió agora, e diéronle el Sanctíssimo Sacramento; y así, quando acavó de comulgar, espiró, y no tragó la hostia consagrada, sino quedósela en la boca. E los señores ángeles sacaron al Señor de la boca de aquel hombre malo después de muerto, e truxéronle aquí, y mandaronme, pues yo lo havía visto y savido, lo [fol. 46v] tomase e resçiviese por una de las ánimas de Purgatorio. E traxéronme aprisa de allá, y dixéronme que ellos le havían puesto en cobro, y que ya estava amalo, porque çierta persona, que no savía lo que hera, llegada a ello, e por eso me traxeron tan apriesa. E la religiosa le dixo: “Poquito haçía, señora, que havía llegado a ello; e verdad dizen los sanctos ángeles, que mirándolo estava. Digo mi culpa dello”.Y ansí se supo esta maravilla del Señor.
 
Ymportudana de las religiosas, esta sancta y bienabenturada les dixese por caridad qué hera lo que sentía espiritualmente quando la graçia de la elevaçión le venía, respondioles, como madre a hijas que en el Señor mucho amava, diziendo: “Acaésçeme algunas veçes, quando aquella graçia me viene, que me lleno dentro de mí de una dulçedumbre de licor y blancura como de leche. Y quando deste liquor soy casi llena, aún no salgo de mis sentidos, ni se me despide del todo el spíritu para subir e ver y gozar las cosas çelestiales, empero queda mi ánima alegre. E otras vezes, quando esta graçia me da el Señor, no solamente está mi ánima arta, e llena e abastada a todo mi contento, mas aún me sobra este liquor y blancura, e se vierte hasta mis vestidos; e otras vezes, los bestidos y cama a do estoy hechada; e otras vezes sobrepuja tanto, que cama e çelda está llena, e me pareze que más de una bara en alto está toda nuestra çelda llena. Y estando en esto pierdo el sentido, y me hallo donde Dios tiene por bien. E pero sé os deçir que es lugar muy glorioso, y el ánima que allí se halla no tiene más que desear por entonçes, e por las vezes que Dios por allí la quiere consolar, mostrándole su realíssima preferençia por su ynfinita [fol. 47r] misericordia.
 
“E quando yo torno en mis sentidos corporales, hallo en todas aquellas partes que primero vi redamada la graçia en nuestra çelda, nasçidos muchos árboles de muchas maneras, y frutales con hermosas ojas y mucha diversidad de flores, y yervas odoríferas e de muy gran fermosura, las quales me pareçe están nasçidas en la rama y en mi persona e bestidos. Y el suelo todo de la çelda, y las paredes hasta una bara en alto, y en estos árboles y flores ay muchedumbre de aves muy hermosas, cantando de diversas maneras. Y así diera por alguna graçia. E como vosotras, hermanas, sentís que yo soy tornada, y empeçáys a entrar en la çelda, a mí me pesa y tengo compasión en mi secreto, aunque no os lo digo, de ver pisar cosa tan preçiosa e hermosa. E assí, poco a poco, se va desapareciendo, que no lo veo. E yo, maravillándome qué podría ser esto, preguntelo a mi sancto ángel, e respondiome, diziendo: ‘Ay, verás tú cómo se cumple muy bien la palabra del Señor que diçe ‘¿quándo mi spíritu vano bolverá a mí bazío?’. Pues mira tú, que si en las tierra o ropa, que son cosas ynsensibles, donde cae la graçia del Señor, que es llamada de Spíritu Sancto, como tú ves nasçido e frutificado es que no vuelve a Dios sin dar su fruto, pues quánto más es raçón haga fruto en el alma, que es viviente e ymagen de Dios, la graçia del Spíritu Sancto, y ese mismo Dios que la hiço y crió’. Y muchas vezes la embía esta graçia, y si el alma se ayudase, haría en ella muy dinos frutos, e le daría muy grandes dones de gloria. Y también dize que la medida dará a quien más le amase, llena y colmada, e revertida como tú la ves. E muy gran raçón es, y así lo quiere ese mismo Dios, que en el coraçón que esta graçia es ymbiada no cayga en baçío sin haçer fruto, e frutos como tuviese en la tierra’”.
 
Siendo esta bienaventurada abbadesa, [fol. 47v] hazían en el monasterio un cuarto. E yendo ella a ver la obra que se haçía, acompañada de çiertas religiosas, e mirándolo por un rato, apartose de los que allí estavan, e púsose entre muchas piedras que estavan al pie de la obra. Y estando ella en pie, he se la vino la graçia del Señor, y elevose. Y guardándola Dios por su misericordia, nunca se cayó ni meneó más que si fuera de mármol, porque, si perdiendo los sentidos cayera, se hiçiera pedazos entre las muchas piedras que allí estavan.
Y allegando a ella un padre, compañero del confesor de las monjas que allí estava, hablar con ella, pensando estava en sus sentidos, e hablola. E como no le respondió, el frayle llegose a ella, e vido cómo estava elavada. E maravillose, e dando graçias a Dios, díxolo a las religiosas que allí estavan. E viéronla los maestros, e todas las personas que allí estavan trabajando en la obra. E corriendo todos a mirar esta maravilla, davan graçias a Dios de verla así, sin sentidos, e tenerse en pie como si por mano la tuvieran, sin caerse ni menearse de allí. La tomaron y llevaron a su çelda e recogimiento acostumbrado, e saliendo en [¿?] ya dicho, fuera del monasterio, venían unas personas a la casa a hablar a esta bienaventurada. E llegaron al torno, diziendo que por amor de Dios se lo dixesen, ella los quisiese consolar.
 
El frayle, viendo su ymportunaçión, les dixo: “En verdad ella no tiene agora dispusiçión para hablar, que yo salgo agora del monasterio, e os diré el misterio que vi, que es esta maravilla: que la hallamos elevada, e puesta en pie sin se caer“. E diziendo el padre estas palabras, a deshora vido [fol. 48r] él y otros con quien hablaba, un niño de hedad de çinco años a par de sí, que les respondió, diziendo: “Teníanla los sanctos ángeles, ¿cómo se havía ella de caer?”. El frayle, espantado de oýr tales cosas y palabras a niño tan pequeño, volviendo la caveça a preguntarle qué hera lo que deçía, quando miró, ya hera desapareçido. E todos los que allí heran presentes se maravillaron mucho, e dieron graçias a Dios. Conoçieron no ser criatura terrena, sino celestial, que pareçió allí por permisión de Dios para dar testimonio desta bienabenturada.
 
===Capítulo IX===
'''De una revelaçión que le fue mostrada a esta sancta virgen de un hermano'''
 
Dixo esta bienaventurada: “Yo sé que estava un hermano en un desierto haziendo penitençia, el qual hera hombre de muy sancta vida. E Satanás travajava mucho por destruyr su ánima si pudiese. Quando este hermitaño se ponía en oraçión, apareçíale el demonio en figura de Nuestro Señor Jesuchristo cruçificado, y deçíale que le adorase, que hera su Dios a quien él mucho servía y agradava. Y el hermitaño adorávale con mucha devoçión. E permitió la Divina Magestad que este su siervo no fuese más engañado, pues él pensava adorava a Dios, y así le hera contado.
 
“E acontesçió que un día del señor Sant Miguel, fueron todos los ángeles a Nuestro Señor Jesuchristo, y suplicáronle les diese a Nuestra Señora la virgen María para que le querían ellos haçer muy grandes fiestas como a Reyna y Señora suya. Y el poderoso Dios le respindió, diziendo: “Mis amigos, vuestra es agora la fiesta, por tanto no os quiero dar a mi sancta madre, que conmigo [fol. 48v] me la quiero tener en mi trono. Y a nosotros hagan nos todos mis sanctas fiestas, e muy grandes obras, pues soys mis siervos, y a mis primos juntos, y todo lo merecéys. Los sanctos ángeles respondieron, diziendo: “Nuestro Dios y criador, pues vuestra Divina Magestad no nos quiere dar nuestra Reyna y Señora, nosotros no queremos otra ninguna fiesta; antes nos yremos a pelear con los demonios”.
 
“He hazíendolo assí, fuéronse a purgatorio a pelear con los demonios y sacar muchas ánimas. En viendo los demonios cómo los sanctos ángeles hazían tan grande espojo, fueron algunos dellos ahullando, e dando muy grandes vozes al yermo a llamar aquel prínçipe malaventurado, que se estava entonçes haziendo adorar del hermitaño, en figura del cruçificado Nuestro Señor Jesuchristo. E llegaron los demonios con mucho ruydo, diziendo: ‘Andad acá, prínçipe nuestro malýmissimo, maldito seas tú, que te estás agora adorando e haziéndote Dios, y están los ángeles de Jesuchristo cruçificado destruyendo nuestros purgatorios e rovándonos las ánimas que tenemos presas y cautivas. Anda acá, que no te aprovecha nada todas esas adoraçiones que te hazen aý, que su Jesuchristo assí se lo cuenta por meritorio como si él mesmo lo hiziese. Ya saves tú que no quiere él otra cosa sino la yntençión’. E oyendo aquel demonio estas cosas que los otros sus compañeros le dezían, e que el hermitaño le havía conoçido a él y a los que havía oýdo todo lo que le havían dicho, dio un grande estalido, que pareçía que todo aquel yermo se quería destruyr, y desapareçió él y todos los otros spíritus malinos que le llamavan. Y quedó el hermitaño muy espantado y enagenado de sus sentidos de ver el yerro tan grande en que estava caýdo. [fol. 49r] Empero dava muchas graçias a Dios, por la lumbre e aviso que le havía dado.
 
“Mira, hijas y hermanas mías, qué engaño tan grande, y cómo no son dignas de creer todas las cosas, sino fuere las que dieren testimonio de ese mismo Dios. Y estas cosas y otras muchas me muestra el sancto ángel por la voluntad de Dios para mi lumbre y covijo, e por él mismo creo resçiviréys. E os he dicho, señoras, esto que agora me fue mostrado. Ansimismo, llevándome mi sancto ángel en spíritu algunas vezes por la voluntad de Dios, veo muchos demonios tentadores de las ánimas, los quales traen unos libros muy grandes, e cada uno de aquellos demonios scrivía y ponía por memoria todos los peccados e malas obras que haçen las gentes. E los sanctos ángeles, nuestros guardadores, quando ven que sus ánimas que tienen en cargo an confesado y comulgado, y an satisfecho en todo lo que heran en cargo y están con alguna devoçión, van a los demonios, e toman los libros, diziendo: ‘Dad acá, que queremos ver qué peccados son los que nuestras almas tienen aý scriptos’. Y aunque les pesa a los demonios, e reúsan que no los quieren dar, lo sanctos ángeles llegan e les toman por fuerça los libros, e miran los peccados, que ellos saven que su ánima a confessado y están absueltos y perdonados de Dios, he tráenlos de los libros. E de que los an quitado, llaman a los demonios, diziéndoles: ‘Toma vuestros libros, que no los queremos, que ya havemos mirado y visto en ellos lo que queríamos’. He los demonios, no osando llegar, se van huyendo, temiendo, aullando. Entonzes los sanctos ángeles se los arrojan, e los demonios toman los libros, e míranlos, e hallando raýdos los peccados que tenían scriptos, con gran rabia los arrojan muy lejos. Pero cuando los peccadores [fol. 49v] tornan a peccar, luego se tornan a enllenar los libros, que los demonios los scriven.
 
“Dízeme mi sancto ángel que es muy buen consejo e cosa muy segura apartarse de las personas de las ocasiones de peccar, e vivir siempre en charidad y amor de Dios. E oý dezir a los sanctos ángeles, en voz de cántico, que hera a Dios muy açeto el bien obrar e vivir en puridad de conçiençia, e qu’el ayuno e las lágrimas, e la penitençia, da alegría a Dios e a los ángeles. Y ansímesmo dezýan que heran obligados los christianos, según buena conciençia, de ayunar la víspera de la sancta Navidad de Nuestro Señor Jesuchristo como el Viernes Sancto, y esto se entiende a pan y agua, o muy pobre comida; e quien con amor y reverençia de Nuestro Señor lo hiciere, ganará muy gran galardón de Dios”.
 
Hablando el Señor por la bocca e lengua de esta bienaventurada, enseñó cómo y de qué manera havíamos de obrar, e de lo que nos havíamos de guardar e de haçer declaró el verso del psalmista que dize: ‘dies dies exultat verbum. De nox nortem indicat scientiam’. Y es que el día de la presente prosperidad, que contra Dios nos gozamos, dará vozes contra nosotros, para que el día de la gloria eterna no nos resçiva en sí, e que la noche de la tribulaçión por Dios sufrida en este mundo, dará voçes por nosotros, para que la noche de la pena infernal no nos traye, manifestando la sçiençia que tuvimos en sufrir de buena gana la pena corporal por escapar de la eterna.
Todas las más vezes que esta bienabenturada hablava al Señor en spíritu, e quando le da la graçia del soplo e le suplicava con grandes suplicaçiones e ruegos le diese su Divina Magestad penas e dolores, e persecuçiones muy rezias [fol. 50r] que padesçiese por su amor, assí de enfermedades como de ser atormentada de las criaturas de la tierra, que esto sería su alegría e consolaçión: padesçer siempre pena y tormentos por su amor. Y ansí padesçió esta bienabenturada mientras bibió penas e persecuciones, e tentaçiones espirituales, que algunas vezes fue azotada de los demonios, e tanto, que las señales vieron en su cuerpo las religiosas muy grandes e crueles. E una vez le duraron por más de un año, que no se le quitaron las señales de los azotes que los demonios le dieron, e le quedó una que no se le quitó en un lado de su cuerpo mientras vivió. Diole Nuestro Señor un dolor muy grande de caveça, y tanto, que la tenía como muerta; que no comía ni dormía por tres e quatro días, sino contino en un gemido, que no podía hablar sino por señas. Veníale este mal de caveza [¿ordinariamente?] de quinçe en quinze días, e otras vezes a tres semanas, según Dios quería.
 
Estando una religiosa en pasamiento en la enfermería a ora de misa, esta sancta virgen, yendo oýr la del choro, quiso primero visitar la enferma, que estava en estrema neçessidad. E consolándola, hablava con gran charidad e amor. E la religiosa se le encomendó mucho, diziendo fuese amigga e rogase mucho al Señor por ella, e supiese d’Él si hera su voluntad, y si le haría serviçio en resçivilla otra vez, antes que muriese. Y ella le respondió le plazía de voluntad. E fuese a misa, e rogó muy afincadamente al Señor por la enferma. E alçando el Sanctíssimo Sacramento, oyó esta bienabenturada una voz del Señor que la hablava desde el Sancto Sacramento, diziéndole: “Di a essa persona que se me encomienda que yo la resçiviré e ayudaré, e seré con ella, pues me quiere a mí resçivir para su partida, [fol. 50v] en la qual no la desampararé”. En las quales palabras, mostró el Señor a esta sancta virgen que savía mentalmente no le resçiviría en esta vida aquella enferma. E con esta respuesta la fue visitar cuando salió de missa, e le dixo se consolase, que del Señor sería ayudada e resçivida, e le sería piadoso consolador. E ansimismo le fue mostrado a esta bienabenturada, después del pasamiento de esta religiosa, cómo el Señor le pareció, quando quiere espirar, y la esperó hasta que le salió el ánima, la qual tomó el Señor con su poderosa mano, e la llevó e pasó por los fuegos, e aguas e vientos de Purgatorio, e ninguna cosa le empeció, porque la llevava el Señor, e la libró.
 
E passados algunos días que esta religiosa era difunta, estando esta bienabenturada en su çelda en oraçión un día de la sancta cruz, encomendando a Dios çierto secreto que tenía en su pensamiento, que tocava al monasterio e provecho d’él, e ansímesmo a esta religiosa difunta, a deshora le apareçió la mesma religiosa, a la qual vido venir muy blanca e resplandeciente, e traýa en sus manos una muy hermosa cruz verde. Y le dixo: “De eso que deseáys saber si es conçiençia o no, yo vos çertifico no lo es, que mi padre no hera heredero de mí, porque antes que él muriese, yo tuve hijo, el qual [¿es el?] monasterio, donde yo hize professión, por la qual é alcançado mucha parte en el Çielo”. E replicando muchas vezes esta palabra en el Çielo, desapareçió como bolando e subiendo en alto.
 
[fol. 51r] Viniendo en romería mucha gente al monasterio en que la sancta virgen Juana de la Cruz estava, que hera sancta María de la Cruz, entre la dicha gente venían dos personas, marido y muger, e traýan una su hija, niña de teta. E diole, a deshora, súpitamente un mal, e murió la niña. E sus padres, muy angustiados, derramavan muchas lágrimas. Y ellos y otras personas que allí se juntaron hizieron en la niña muchas espiriençias, e ninguna cosa aprovecharon, que así se estava difunta. E sus padres, con otras personas, llegaron al locutorio, que a la saçón estava allí esta bienabenturada, e rogáronle, muy afetuosamente, quisiese mandar meter por el torno aquella niña. E contáronle lo que havía acaesçido, e que estava difunta. E tenían fee, según las maravillas savían Dios hazía por ella, si la santiguava, viviría la niña. Y esta bienabenturada escusávase con palabras humildes, diziendo que no hera digna que Dios hiçiese tales milagros por ella, ni la querría oýr. Pero siendo muy importunada de sus padres, con muchas lágrimas e clamores, mandó a las torneras tornasen la niña por el torno, e se la trajesen allí al locutorio. E tomándola ella en sus braços, hiço su oraçión, e santiguándole, púsola ençima una ymagen del sancto cruçifixo, que traýa ella siempre en sus brazos en memoria de la cruz e Passión de Nuestro Señor Jesuchristo. Y en poniéndosele, empeçó la niña a [¿chillar?], tornó en sí e vivió. E diéronsela a sus padres biva y sana, los quales la tomaron con muy gran gozo y alegría. E fue manifiesto este milagro de más de ochenta personas, que primo la bieron [fol. 51v] difunta y meterla por el torno del monasterio, e después la vieron salir viva y sana.
 
Vino a esta bienabenturada un frayle, el qual estava tentado de muy reçias tentaçiones, y en especial le traýa Satanás al pensamiento que él havía de ser el yncubierto, e havía de remediar todo el mundo. Y en llegando esta sancta virgen a la red del locutorio, le vido cómo traýa al demonio en figura de un grande gato muy fiero, y negro y espantable, sobre su persona. E lo mesmo veýa a todos los que traýan tentaciones, que la hablavan tener los demonios sobre sus personas, e la figura dellos de muchas diferençias, según hera la calidad de las tentaçiones. E muchas vezes le dava gran pena el hedor de los peccados que algunas personas traýan consigo. Vido esta bienaventurada cómo el demonio tenía aquel frayle tomado el cuello e la caveza e sentidos, conviene a saver, los oýdos e ojos e lengua, e con una mano le tenía prendido e travado el corazón, de manera que este religioso estava atónito e como loco. Empero tenía una devoçión que dondequiera que llegava, antes que ninguna cosa hazía, se saludava a Nuestra Señora con el avemaría. E assí como llegó a hablar al locutorio, comenzó la acostumbrada oraçión. Y en empezando el avemaría, se le quitó el demonio de ençima, y fue uyendo. Y en acavando de dezir la salutaçión, luego se tornó el demonio a poner ençima d’él. E todo lo veýa esta bienaventurada, aunque a él no le dixo ninguna cosa desta visión. Pero amonestole e avisole, e díxole no se curase de tales tentaciones, e banos e malos pensamientos, que son peccado e gran ofensa de Dios, e tentaçión de Sathanás, e podía perder el alma. E amonestándole mucho, e dándole sanctos consejos, fue librado este religioso de las uñas de Sathanás por su ruego y consejo.
 
Acaesçiole muchas vezes esta bienaventurada, estando [fol. 52r] orando en su çelda por las personas que se le encomendavan, e por las que ella conoçía, ver sus figuras representadas delante de sí, e las neçessidades que cada una de ellas tenía, y en lo que más estava. Y ella, muy maravillada de la tal visión, preguntolo al sancto ángel su guardador, diçiendo: “Señor, estoy muy espantada de una cosa que he visto estando yo sola, ençerrada en la çelda en oraçión. Que me pareze algunas vezes gozo en spíritu de oýr algunas misas muy solenes, de lo qual mi ánima resçive muy gran consolaçión, e junto con esto me pareçe veo todas las personas que yo conozco que son vivas, y aún artas dellas están muy lejos de casa, e me pareçe las veo en estas, y en estas tribulaçiones e neçessidades, assí de las ánimas como de los cuerpos”. Y el sancto ángel le respondió: “No te maravilles, que la figura de todas esas personas es que permite el Señor veas algunas vezes, y sepas las neçessidades en que están, pues se an encomendado en tus oraçiones para que las ayudes con ellas. Que esa es la verdadera charidad, rogar unos por otros, e socorrer siempre en sus neçessidades”.
 
===Capítulo X===
'''De una revelaçión que a esta bienaventurada le fue mostrada'''
 
Dixo esta sancta virgen: “Bien supe, por la voluntad de Dios, una cosa ayer: que vino mí una persona, y me dixo rogase a Dios por el ánima de su padre y supiese en qué estado estava. Y yo rogué a mi sancto ángel me lo dixese, y él supplicó a la Divina Magestad le diese liçençia me dixese el estado de esta ánima por quien yo rogava y desseava saver. Respondiome que hera salva por la misericordia y Passión del poderoso Dios, e yo díxelo a una su hija, que el ánima de su padre havía savido que hera salva, pero tenía neçessidad hiçiese bien por él. Y ella se consoló mucho de saberlo, y hiço todo lo que pudo por el ánima de su padre; y entre todos los bienes que por él hizo [fol. 52v] ganó un gran jubileo, e todo lo offreçió a Dios por él. E vino a mí, y díxome lo que havía hecho por aquella ánima de su padre, que rogase yo a Dios le aprovechasen los bienes que por él havía hecho. E yo, en viendo a mi sancto ángel, le encomendé y supliqué tuviese cuydado de aquella ánima, e díxele todo lo que su hijo me havía dicho. E respondiome: ‘Bien hazes de rogar a Dios, que la buena obra nunca se pierde, mas a esa persona difunta no le aprovecha lo que por ella se haze; por agora que la justiçia divina le quita todo lo que por ella haçen agora, e lo da a otra ánima de purgatorio’. E maravillándome yo, le dixe: ‘¿A qué ánima, señor, le dan los tales bienes?’. ‘Al ánima de su padre de ese por quien ruegas, y es la causa porque él heredó los bienes de su padre, y no tuvo cuydado de haçer bien por él; y si él hiço algo, que poco y no tanto quanto hera obligado a haçer, y su padre tiene neçessidad que pudiera ser mediante la misericordia de Dios ser salido de purgatorio, si le huviera ayudado este su hijo con algunos bienes. Y pues fue descuidado, a mandado la justiçia divina le despojasen de todos los bienes que por él se an hecho, e los den a su padre, hasta tanto que basten sacalle de penas de purgatorio. E más te hago saber: que ese jubileo que esa su hija ganó agora en la tierra, fuera bastante con el ayuda de Dios para salir él de purgatorio, mas quitáronsele’. Y el ángel del ánima de su padre, de ese por quien se hazían los bienes, le fue a llevar las nuevas de este jubileo, y le dixo: ‘Alégrate, ánima, que el poderoso Dios manda salgas de penas, por quanto todos los bienes que se an hecho por el ánima de tu hijo se te an [fol. 53r] dado a ti, porque él fue descuydado en su vida en haçer bien por ti quanto hera obligado, y agora ganó una tu nieta un jubileo para tu hijo, con el qual saliera de penas de purgatorio, y este se la quita e se da a ti, con el qual sales de purgatorio’; con las quales nuevas se mucho consoló aquella ánima, e dio graçias al poderoso Dios. Y dixo a su ángel: ‘Señor, mucho querría ver a mi hijo, y hablalle si me diesen liçençia’. Vido a su hijo, y díxole cómo él se yba a tal gloria mediante la misericordia de Dios, ‘y por un jubileo que ganó para ti una hija tuya y nieta mía, con el qual tú salieras de penas y quítasele la justiçia de Dios y dámele a mí, con el qual voy a la gloria, porque tú te descuydaste en tu vida de haçer bien por mí. Por eso ave paçiençia, y el Señor haga contigo la gran misericordia que conmigo a hecho’. Y su hijo, conoçiendo su culpa y descuydo, respondió: ‘Justo es Dios, e justos son sus juyzios’. Y dixo el sancto ángel, mostrando muy grande compassión: ‘¡Ay de los hijos que heredan los bienes de sus padres, e los gastan y distribuyen sin haçer bien por ellos! Pagarlo an, porque se les será bien demandado. E que no les queden bienes son obligados a rogar por sus padres, e haçer bien por ellos. E lo mesmo digo por los albazeas que façen lo mesmo, que ellos darán estrecha quenta a Dios’”.
 
Y traxeron una niña de teta, chiquita, para que la sanctiguase esta bienabenturada, que traýa una gran enfermedad. Y ansí como se la pusieron delante, la vieron toda cubierta de un belo negro de siliçio, de lo qual se maravilló mucho, e dixo a las religiosas: “Mirad, hermanas mías, las cosas que Nuestro Señor permite en la tierra por nuestros peccados: que esta niña ynoçente, que no á sino siete meses que nasçió, tiene ya Satanás poder para la atormentar en el cuerpo, que en el alma no [fol. 53v] puede empezer. La que os digo, en verdad, la he visto toda cubierta de un siliçio muy áspero y negro, de lo qual estoy muy maravillada. Ruegoos, amigas, roguéys por ella, que lo mesmo haré yo”. E santiguándola e rogando a Dios por ella, fue guareçida de aquel peligro.
 
E otras muchas cosas secretas le mostrava Dios. Algunas vezes vía las personas que conoçía que havían de enfermar muy presto, e si havían de morir de la enfermedad o no, e otras muchas cosas que Dios hera precido de mostrale espiritual y corporalmente. Dezía esta bienabenturada: “Quán temoroso es el juyzio e cuenta que a cada ánima se toma. Esto digo, hermanas mías, porque vosotras y yo nos guardemos de offender a Dios, que algo dello a sido su Divina Magestad servido de mostrarme, porque el lugar donde mi sancto ángel me pone, quando Dios es servido que yo me eleve, es muy çercano al lugar diputado donde el señor Sant Michael, con muchedumbre de ángeles, se pone a juzgar las ánimas buenas e malas, en el qual juyzio veo cosas muy espantosas e maravillosas. Está assentado el príncipe sant Michael, quando á de juzgar, en un trono muy real, con toda la auctoridad e poderío del Señor Dios Todopoderoso. Tiene corona de oro en la caveza, a manera de Rey, e pareçen ante él qualesquiera ánimas que de este mundo an salido, e junto con las ánimas, los sanctos ángeles que las guardaron mientras vivieron, e también los demonios, sus tentadores e acusadores. E a todos habla y oye, y escucha y demanda señalada cuenta de lo que cada uno hizo en esta vida, e dixo e obró, en la manera siguiente, hablando a cada un ángel guardador de cada un ánima, [fol. 54r] diziéndole: ‘Venid acá, señor fulano, dadme cuenta de esta ánima que por espaçio de tantos años tuvistes cargo, e fuystes su ayo y guardador; porque de todo manda mi Señor Jesuchristo tome la cuenta e sentençia para la pena o gloria, según sus obras mereçiesen, como quier que su Divina Magestad, en sus secretos, la tiene juzgada en sola una palabra, en la qual la bendize o maldize. Empero quiere pase por juyzio de ángeles, para que todos vean y sepan con quán justa justiçia salva o condena, o le da pena o gloria’.
 
“Y el sancto ángel guardador de aquella ánima responde, diziendo: ‘Señor juez, ya véys que estos demonios vienen aquí a acusarla, e quántos libros traen scriptos della, e los aullidos y gritos que dan diziendo que es suya. E pues tantos peccados a hecho, hablen ellos primero, e digan lo que quisieren, e después yo hablaré, y daré cuenta çierta y verdadera della, pues estamos juramentados en la memoria de Dios y en la su sabiduría todos los ángeles que tenemos ánimas a cargo que, en el último día de su vida o quando nos lo demandasen, la daremos’. E quieren los sanctos ángeles que los demonios hablen primero. Es por mejor, porque los demonios, como son tan maliçiosos e llenos de maldad, quando las personas finan, aora sean buenas o malas, no solamente tienen guardados todos los peccados que fiçieron mortales, mas aún los beniales tienen por mortales, que se los acusan en el juyzio, y acen hasta el más liviano pensamiento que no sea bueno; le acusan por cosa muy creminosa, e ban muy cargados de libros muy grandes, todos scriptos, y el papel de ellos es de yerro. E dan muy grandes vozes, diziendo que les den aquel ánima, que es suya [fol. 54v] y que a ellos perteneçe, por tales y tales obras que fiço. E Sant Michael, oyendo la respuesta del sancto ángel que diçe hablen primero los demonios, llámalos y escúchalos, y escucha lo que diçen de aquel ánima, porque ansí lo quiere Dios. Porque los demonios, quexándose d’Él, no digan que oye de justiçia a los otros, e no a ellos. E de que los demonios an dado sus razones e quexas, llama al sancto ángel que dé él su razón, y diga todas las obras buenas y malas de aquel ánima, el qual responde: ‘Señor, tales y tales cosas que esos demonios dizen, hizo esa ánima; verdad es que hera peccado mortal, empero ya lo confesó, y hizo penitençia dello, aunque no tanto que bastase para que del todo se le perdonase sin ninguna pena que por ellos padezca; e tales e tales cosas que le acusaron por peccado mortal, no fue sino venial; e tales e tales obras e pensamientos no fueron de esa manera, sino de esta y desta, e ya lo confesó’. Y assí da el sancto ángel públicamente cuenta y raçón de todas las cosas que aquella ánima hiço en su vida, aora sea bueno, aora sea malo.
 
“Y en todo esto calla el ánima, que ninguna cosa responden. Se escusa, mas está muy encogida y temerosa, temblando si la an de condenar o no. E oýdas el señor Sant Miguel ambas partes, juzga e sentencia, según la voluntad de Dios e la justiçia del ánima, y embía cada una dellas al lugar diputado, donde por entonçes á de estar: a la gloria de Parayso, si tan perfetas obras tiene, o penas de Purgatorio, si desta vida no va perfetamente acavada de purgar, o a penas infernales, si tan mala y peccadora fue que no quiso amar ni servir a Dios o si le tomó la muerte en peccado. Mas [fol. 55r] que en el estado que le tomó la muerte la juzga Dios. Después que Sant Miguel a dado la sentençia a cada ánima según la volutad de Dios, todavía tiene el sancto ángel el ánima a par de sí, la qual tuvo a su cargo, mientras en este mundo vivió. E si la tal ánima por sus peccados es condenada, aunque sea christiana, el sancto ángel, con semblante triste e de mucha compasión, llama a los demonios con çierta señal que ellos tienen. E oýda dellos, van con mucha priesa, como bestias fieras, recogiendo los dientes he hiriendo las colas, e abriendo las bocas para las tragar.
 
“Los sanctos ángeles héchanles las ánimas condenadas a manera de quien convida a canes, diziéndole: ‘[¿çito?], tú, toma, mata tu ambre de lo que as desseado’. Luego los demonios las recogen en las bocas, e con las uñas las van despedazando, e tragándolas, haziéndoles muchos tormentos, las llevan adonde la justizia de Dios quiere que padezcan. E las ánimas que van a pagar a purgatorio, llévanlas los sanctos ángeles en los braços e manos, e vanlas hablando e consolando, y esforçando quanto pueden. Y ellos, por sus propias manos, las arrojan de presto em purgatorio, en el lugar de penas que Dios quiere que paguen. Y el sancto ángel vuela en alto, e sube al Çielo, e quedan las ánimas dando muy grandes gritos y alaridos, e padesçiendo muy grandes penas. E nadie por entonçes las bale ni consuela, hasta que nuestro Señor Dios otra cosa manda. Porque así es justa su justiçia, aunque las sufragias y oraçiones hechas por las ánimas de purgatorio quiere su Divina Magestad les aprovechen.
 
“En aquel lugar que juzga Sant Miguel, ay çierto número de sanctos ángeles que tienen un offiçio, por mandamiento del poderoso Dios, que con azotes en las manos açotan las ánimas, e las hechan de allí del Çielo, donde son juzgadas, afrentándolas públicamente, diziéndoles: ‘Anda, sal fuera, e ve para las aguas de purgatorio, que así lo mereçes por tus peccados yr al lugar de penas, y no de [fol. 55v] gloria. Toma este azote por tal y tal peccado que hiziste contra la Divina Magestad, e toma este por la offensa que hiziste hazer a tu próximo, y este por el mal exemplo que diste’. E desta manera de vituperio e injurias, hechan los sanctos ángeles las tales ánimas del Çielo, e las embían a purgatorio, y ellas resçiven muy grande afrenta en ser heridas e ynjuriadas de los sanctos ángeles. Y estas tribulaçiones e otras muchas padesçen las ánimas que an offendido a Dios, aunque son christianas y se salvan.
 
“Ay otra muchedumbre de ángeles, en aquel lugar diputado de juyzio, que todos juntos, en una voz acordada, tañen con trompetas, y en voz de cántico loan la justa justiçia de Dios quando condena a algunas ánimas o las salva, y embía a las penas e fuegos de Purgatorio. Y dizen aquellos sanctos ángeles con aquel gran poderío: ‘O Señor, qué templada justiçia hazes a quien mandas dar un infierno: mil quentos infiernos mereçe, y a quien mandas dar pena de Purgatorio, mereçe ser eternamente condenado. O Magestad Divina, quán bien hazes e obras tu justiçia, e por ello te loamos e adoramos, e vendeçimos e damos graçias’. E desta manera tienen unos ángeles offiçio de exerçitar la justiçia de Dios con castigo, e otros de loalla con cánticos e alabanzas.
 
“Ay otros sanctos ángeles, en aquel lugar de juyzio, diputados para maldezir las ánimas que se condenan, aora sean moros, o judíos o christianos. Assí como Sant Miguel acava de dar la sentençia que sean algunas ánimas condenadas para el Infierno, luego aquellos sanctos ángeles alzan todos la voz en uno de parte de Dios, maldiziendo aquellas tristes ánimas d’espantosa maldición, que de solo oýrlo es ynumerable el amargura e temor, e batimiento de dientes; tanto que los mesmos ángeles, que tal officio tienen de maldecir, an muy gran compassión y sentimiento de la eterna pena de aquellas ánimas que maldicen. E cada vez que lo an de haçer, se cubren los mesmos ángeles todos sus preçiosos bultos e fermosas fazes de bestiduras negras, a manera de luto, que traen señal del sentimiento que tienen del perdimento dellas. Porque diçen, con maldición, ‘que justamente son malditas e dignas de ser maldeçidas las ánimas que offenden a su Dios y criador. No solamente [fol. 56r] son maldeçidas con justa causa del poderoso Dios que las crió: mas de nosotros, sus ángeles spíritus çelestiales fidelíssimos, deven ser maldeçidas, e por tanto las maldeçimos de aquella maldiçión que Dios hechó a Luçifer, con toda su grey e hueste de enemigos malaventurados, desterrados e despojados de la gloria del Parayso’.
 
“Y entonçes, matan las hachas negras que están ençendidas, e cubre la cruz de luto, la qual llora como si Nuestro Señor Dios estuviese en ella, mostrando la mesma tristeza y dolor que los sanctos ángeles muestran por el perdimiento de aquella ánima, diziendo: ‘¿Cómo no aprovechó en ti mi grande y amarga Passión, que por comprarte y librarte y descautibarte del Infierno me puse a padesçer, e no forçado sino de mi grado? O ánima, mi querida, ¿por qué heres agora perdida tú mesma? Te as dañado. Tú te as perseguido con tus malas obras. No te quexes de nadie, sino de ti mesma, que tú te as condenado, de lo qual a mí me pesa. Vesme aquí: mi justiçia no puede haver piedad de ti. Ángeles, cantad e alavad a Dios por el bien e por el mal’.
 
“Luego, los sanctos ángeles alavan a Dios por la condenaçión de aquel ánima, e quitan el luto, diziendo: “Justo heres, Señor, e justos son tus juyzios. Laudamus te, benediçimus te, gratias agimus tibi”; tornando todos e alavando a Dios como de primero, e como lo hazen quando alguna ánima se salva, que ençienden candelas blancas, doradas e plateadas, dando gloria a Dios con alegría, demandando muchos perfumes odoríferos en señal que las maldades, damnaçiones, hidiondezes, todas van al Infierno con las ánimas dañadas y spíritus malinos, que son los demonios de quien proçedió la maldad, como se muestra en Eva y en Adam, y en los travajos que por su peccado se recreçieron.
“Algunas vezes he visto juzgar y condenar ánimas de algunas personas que en esta vida havían sido hipróquitas. Y es tan reçio y espantable su juyzio, que es cosa maravillosa de ver. Después de haverlas juzgado y esaminado, traen allí los sanctos ángeles bestiduras, e coronas e adornamientos muy preçiosos, e adórnanlas con ellos, e pónenles cada cosa por sí, diziéndoles: ‘Por tal y tal obra que hiziste, que al pareçer de las gentes era muy buena, y si verdaderamente lo hiçieras por solo Dios, huvieras mereçido esto y esto, que nosotros agora te ponemos; e por tal e tal penitençia, si la hizieras por amor de Dios, tuvieras galardón de esto, y de esto con que agora [fol. 56v] te adornamos’. E desta manera adornan e coronan los sanctos ángeles aquellas tristes ánimas de todas las maneras de mereçimientos e galardones que tuvieran y poseyeran, si reta e verdaderamente lo hiziera por solo amor de Dios, e de su sagrada Passión e penitençia de sus peccados. Después tornan los sanctos ángeles a descomponer estas desdichadas ánimas, quitándoles cada cosa por sí, a manera de quando desgradúan en este mundo algún saçerdote. Y a cada cosa que les quitan, los sanctos ángeles los maldiçen de muchedumbre de maldiciones, diziendo: ‘Yd, malditas, al fuego eterno e perdurable, que desto soys vosotras dignas e mereçedoras, que no de esta gloria e bienaventuranzas que aquí os havemos mostrado. E para mayor pena vuestra, e para que siempre lo lloréys, os vestimos e adornamos, pues por la banidad del mundo lo hiçistes. Allá resçivistes vuestro galardón, que así es la justicia de Dios, que quien por su amor algo haçe, Él se lo bien galardona y paga, e quien por la banidad del siglo, e por su propia honra y banagloria, también se la bien demanda. Por tanto, yd, malditas, de entre la compañía de los ángeles buenos, e sed para siempre en la de los malos, que con una pena y trabajos ganastis otros. Yd adonde ay siempre dolor, e llanto, e batimiento de dientes, donde nunca alegres, ni consolados ni descansados os veréys. Mirad quán derecha es la justiçia de Dios, que por sola aquella buena haz, qual fuera mostrávades, os quiso aún dar este breve espacio, e proveheros de nobles bestidos e adornamentos, como quier que por agora, ni en ningún tiempo para vosotras, esto ni ninguna otra cosa os aprovechara’. E desta manera, desnudas e maldeçidas e menospreçiadas, son hechadas estas ánimas del lugar del juyzio, e dadas a los demonios, los quales las arrebatan e llevan en sus dientes e uñas, dándoles muchas maneras de penas. E muy más estrecho es el juyzio de los hypróquitas, e más largo que no de ningunas otras ánimas, e más penado, e más maldeçido cada vno de los miembros de los tales que otros ningunos peccadores, por ser tan engañoso e falso el tal viçio e peccado. Que es cosa de que mucho se offende y enoja Dios: atormentarse a ssí mesmos por banagloria, lo que por él mesmo se les haría muy grave de hazer e se quexaría, diziendo que hera Dios cruel, pues tales cosas les mandava hazer, las [fol. 57r] quales heran insufribles.
 
“Haviendo sentençiado vnas ánimas de unos hipróquitas, díxome mi sancto ángel: ‘¿Qué te pareçe de estas cosas, o qué tomas dellas para tu aviso?’. Yo le respondí: ‘Dígame, vuestra hermosura, su alumbrado consejo’. Respondióme: ‘No se te entiende que este fuerte juyzio se da de sentençia sobre los hypróquitas. Son obligados, los juezes de la tierra o otras personas, a sentençiar y juzgar a sus próximos quando los vean haçer alguna obra justa y sancta, en serviçio de Dios e salvaçión de sus ánimas e buena edificaçión del próximo. Porque no son todos hipróquitas ni falsos christianos. Y pues la cosa es secreta y está solo en la yntençión e condiçión del que la obra, e Dios solo lo save e juzga al tal, según su yntençión e obras buenas o malas, a solo Él se deve dar el juyzio dello, pues es verdadero juez, executor poderoso e galardonador de qualquiera buena obra hecha puramente por su serviçio. E las personas malévolas, que se meten en juzgar e mormurar, peor lo librarán con Dios que los hypróquitas el día del juyzio, e con los ángeles; que no avrá quien abogue ni ruegue por las tales personas, y ternán sobre sí muy cruel sentençia de Dios, porque se atrevieron a robar e tomar el juyzio para sí en cosas. Que a solo Dios pertenece el saber lo çierto de aquello que los hombres o gentes juzgan sobre sospecha, no saviendo la verdad, e como Dios. Y el buen christiano, que obra las obras de virtud, aunque sean exemplares públicamente, según el evangelio que dize ‘luzga vuestra lumbre delante de los hombres, porque vean vuestras buenas obras e glorifiquen a vuestro Padre, que es en los Çielos’, e en otra parte dize ‘no arranquéys la çizaña o ballico, mas dexaldo creçer juntamente’, porque a bueltas de la çiçaña no se arranque el trigo bueno y perfeto que perteneçe para mi granero, que el día del juyzio los ángeles harán manojos de lo uno, de lo otro, e la çizaña será hechada en el Infierno, porque allí se queme, y el trigo apartado y escogido será puesto en el [¿alholi?] de Dios’, conviene a saver que los ángeles apartarán los malos de los buenos [fol. 57v] por mandado de Dios, e será puesta cada ánima en el lugar que mereçieren, Parayso o en el Infierno, del qual Dios nos libre a bien’.
 
“Aquel lugar del juyzio, con el señor San Michael, otro çierto número de ángeles, que heran scrivanos, y otros notarios, e otros vehedores, e otros examinadores, y estos scriven, y notan y examinan todo lo que los sanctos ángeles e los demonios dizen de las ánimas que al presente están en juyzio, en las cosas que les acusan o abogan para ellas, e la sentencia, e causas et raçones, que sant Miguel dize o da para salvar o condenar las ánimas. Y assí lo toman por testimonio y lo llevan a presentar delante el trono real de la Sanctíssima Trinidad, porque assí lo quiere su Magestad Divina se haga. E otros sanctos ángeles están en el lugar de juyzio a manera de gente armada de pelea: y estos para defender las ánimas que allí están presentes, assí buenas como malas, de los demonios, que allí van gran multitud dellos deseándolas tragar. Que como las ánimas, por buenas que ayan sido en este mundo, ninguna se halla assí justa, atrévense algunas vezes los demonios a arremeter a ellas, y los sanctos ángeles no consienten que las toquen, ni enpezcan ni lleguen a ellas hasta que el juyzio dellas sea difinido. Y assí están allí los sanctos ángeles, en honor y serviçio del soberano Dios, y en ayuda y favor de san Michael, e reguarda de las ánimas. E quanto mejores obras been en el juyzio los demonios que tienen las ánimas, tanto más gritos e aullidos dan, diziendo se las den, que suyas son; e viendo que no lo pueden alcanzar, travajasen allí donde están en juyzio, de moderlas e asombrarlas. Todos los sanctos ángeles que en el lugar del juyzio están son de los nueve choros del Çielo.
 
“Tienen los demonios muy grande enemistad y miedo a Sant Michael dende que peleó con Luçifer y le hechó del Çielo. Tienen gran pesar y enojo de ber que sant Miguel tiene la sancta madre Yglesia de los christianos a cargo, y le tiene Dios dado por prínçipe e defensor dellos, e por juez de todas las ánimas, e aún por su abogado e favoreçidor. Pero antes que el ánima vaya a ser juzgada [fol. 58r] de los ángeles, la tiene ya Dios juzgada y sentençiada para condenaçión o salvación. Entre Él y el ánima, por quanto en el tiempo que cada una persona muere, antes que del todo sea acavada de arrancar el ánima del cuerpo, le apareze Nuestro Señor Jesuchristo en la manera que estava en la cruz, padesçiendo la Passión, porque esta es su sancta voluntad: que todos sus redemidos sepan, y vean y conozcan, que tuvieron redemptor que los redimiese, si ellos dello se quisiesen aprovechar. Y este aperçivimiento que Nuestro Señor Jesuchristo haze a qualquiera de sus criaturas raçionales que él crió, haze tan general, que moros e judíos e christianos le veen en aquella ora de su pasamiento de esta vida a la eterna, buena o mala, y en solo una palabra que le diçe quando ella le ve, que es: ‘bendita eres por tus obras, o heres por tus obras maldita’. La sentençia y juzga, e luego vuelve las espaldas e desapareçe, que no le ven más”.