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Juana de la Cruz

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Capítulo XVII
===Capítulo XVII===
'''Cómo estando elevada esta bienabenturada, contó al sancto ángel su guardador que havía reprehendido y angustiado a sus hermanas, las religiosas, por la porfía que tenían de quererla por abbadesa'''
Teniendo esta virgen compasión de sus hermanas, suplicava [fol. 85v] al sancto ángel rogase a Dios las consolase de otra manera, el qual la respondió diziendo: “¿Por qué te turbas tanto con tus hermanas, reprehendiéndolas? ¿No saves tú que no es en su mano aquel desearte por la perlada? Yo te digo que ellas mereçieron en tener el tal desseo y no goçar del premio, como ellas quieren. Y bien mirado, dévense consolar porque tú estés consolada, pues te quieren bien. E tú haçes mal en dezirles que te aborrezcan, y ellas bien en amarte, pues lo haçen por Dios y por conoçimiento y crédito que Dios te ama a ti”. La sancta virgen le dixo: “Ay, Señor, ¿cómo creheré yo que el Señor me ama, pues me da muchos dolores y pasiones cada momento, que no lo puedo sufrir, ni mi paçiençia lo puede llevar, siendo pribada de todos los miembros? Y no soy ábil para ninguna cosa, sino para resçivir la muerte, la qual estoy desseando contino. Si al Señor plugiese llevarme de esta vida, pues estoy tan apasionada de dolores que me espanto cómo vivo, suplico a la misericordia de Dios me ayude, y a vos, sancto ángel mío, que me guardéys, para que viva yo vida en serviçio de Dios, y muerte con salvaçión de mi alma”. Respondió el sancto ángel: “Estar pribada de los miembros, tullida y con dolores, no es defeto del alma, pues la crió Dios entera y sana, si ella está guardada de peccados y se save guardar dellos. Y conviene se guarde con toda diligençia la caxa, que es el cuerpo en que está puesta el alma, aunque esté quebrada o lisiada o maltratada por enfermedades que Dios da. Neçessario es que assí esté mientras es la voluntad de Dios. Si tú deseas morirte, no te podrás morir hasta que el Señor lo quiera o lo permita. Mientras vivieres, no pienses que te an de faltar penas. Yo siempre soy tu guardador e amparador, mas no tengo más poder de aquel que Dios me quiere dar para valerte ni para sanarte, ni tanpoco a dezirte todo lo que me preguntas: que solo lo que Dios quisiere que te [fol. 85bis r85r bis] diga, eso te diré, e lo que no quiere que te diga ni sepas, no te lo diré; antes te reprehenderé si me heres ymportuna enojosa, y dexarte he en tu naturaleza, usando yo de lo que Dios quiere y no de lo que tú quieres”.
Preguntó esta sancta virgen al ángel, diziendo: “Señor, ¿qué es la causa porque me entristesco yo tanto en los dolores y enfermedades que el Señor me da como quier? Yo conozco ser digna de mal, travajos e dolores e penas por mis peccados”. Respondió el sancto ángel: “Esa causa te pregunto yo a ti, que diçes entristeçerte por las tales cosas en las quales te havías de consolar, porque esas son las mediçinas que Dios suele dar a sus más amigos. Y los que son fieles y devotos, resçívenlo con conocimiento de graçias, mas los que son ynpaçientes y soberbios, pierden el mérito de la virtuosa paçiençia, y el alegría y gozo que tenían los sanctos quando padeçían por el Señor sus martirios”. Dixo la bienabenturada al sancto ángel: “Si yo fuera sancta, tuviera la virtud que tenían los sanctos, mas como soy peccadora, no siente el fruto de los benefiçios de mi Señor como haçían los sanctos, que con sus sanctas vidas e obras buenas tenían verdadera esperanza de verse en la gloria; mas yo, peccadora, temo perderme, [¿y ansí?] y sano de tantos dolores yrme al Infierno, del qual desseo ser librada, y sanctiguarme”. Dixo el sancto ángel: “Dios te sanctigue y guarde, alma de Dios, que si berdaderamente y con devoto coraçón y pensamientos le sirves y amas, no te perderás, ni te dexará Dios ver las puertas del Infierno, donde moran y están y son atormentados los malos; mas con los ángeles y sanctos de Dios estarás en Paraýso. Y da muchas graçias a ese mesmo Dios y Señor, porque ha mandado gozar y a permitido beas los bienes de Jerusalem la alta, como yo soy testigo que los vees, y me es mandado que te siga y guarde”. Dixo la bienabenturada: “Señor, pues vuestra señoría me reze y guarde, porque soy tan mala [fol. 85bis v85v bis] que me espanto de mis maldades y peccados”. Respondió el sancto ángel: “¿Qué peccados son los que tienes?”. Ella dixo: “Señor, no los podría contar, mas acuérdemelos y acusarme he dellos”. Dixo el ángel: “Los que yo te acordare no es el mereçimiento tuyo tanto como si tú te acordases, e humilmente, con dolor y contrición, los confesases, sin ser apremiada ni mucho amonestada por los dezir”. Dixo la virgen: “Señor, ¿las tentaçiones son peccado?”. El ángel: “Sí, quando son consentidas, mas quando no se consienten y pelea el alma con ellas y queda vençedora, el alma es digna de premio y galardón grande, con corona preçiosa, digna de acatamiento reverençial en todos los sanctos de Dios”. Dixo esta bienabenturada: “Señor, yo tengo muchas tentaciones, y en espeçial una, que la tengo por mucho defeto, y es que peno mucho quando me es levantado algún testimonio falso. Y aunque conozco por los peccados verdaderos merezco mucha pena, no puedo sufrir los levantados o sospechados de mí, en espeçial si soy reprehendida de lo que no hize. Y si veo que se da crédito a los que lo diçen, aunque sean mis próximos y hermanas de mi convento, me enojo con ellas, y siento mucho mi infamia y deshonra. Y esto es lo que juzgo de mí a á mucho defeto, y pienso si, por mis peccados, es vanagloria, o si yo soy apetitosa de banagloria”. Respondió el sancto ángel: “No es banagloria mientras tú no estimas tu persona, y mientras no te plaçe que te tengan por sancta, pues heres peccadora. Mas en quanto sentir la infamia, dicho es que arto es de cruel quien su fama no guarda; e siquiera por la honra de Dios, el buen religioso o religiosa deve estimar su fama primero, adornándola de buenos exemplos y virtuosa vida. Y esta tal no se deve dexar infamar si escusarlo puede, mas si le viniere sin poderlo escusar, mereçerá con la tribulaçión, y no se deve perder el fruto de paçiençia”. Dixo la bienabenturada: “Ay, señor, ¿qué haré yo que he sentido mucho la infamia, y el pensar que me an aborreçido mis perlados [fol. 86r] viendo yo que en algo me maltratan y reprehenden? Y sé que no es sin tener yo alguna culpa, en epeçial aquella provisión que procuré por vía de Roma y pontifiçe, como artas vezes le he dicho, que me a dado y da pena y congoxa, y me pesa porque lo hize. Y me arrepiento, y no puedo ya remediar mi infamia, porque está tendida por casi toda la orden y mundo. Y sobre todo me da pena pensar que me an cobrado mala querençia los padres perlados y frayles de nuestra sancta orden de mi padre Sant sant Francisco, al qual digo mi culpa de todas las offensas que he hecho a Dios e a él, e a la mesma sancta orden y religión, y de los malos exemplos que he dado”.
El sancto ángel respondió: “Bien sé yo que tú no heres codiçiosa de ser mucho amada ni querida de las criaturas, salvo que por la honra de Dios y por el mesmo amor de Dios deseas ser favoreçida y amada de los benerables padres de la orden y de qualesquier otras personas siervas de Dios y christinas. Mas quita de ti ese pensamiento que te aborreçen, que los que son sierbos de Dios verdadera y piadosamente nunca aborreçen a nadie, ni es justa cosa aborrezcan. Tú no deves dar crédito en eso a tu pensamiento, mas piensa que si te reprehenden, tus obras lo mereçen, y si no lo mereçen, en la reprehensión mereçerás y ganarás buena soldada ante Dios”. Dixo la bienabenturada: “Señor, y mis hermanas las religiosas, que an sido reprehendidas con migo conmigo y por mí, y siendo tenidas por defetuosas, no lo siendo tan enteramente como les an puesto la fama, ¿ganarán soldada ante Dios, como dize vuestra señoría, y ansimesmo en las reprehensiones y travajos que les an sucçedido açerca de mi peccado o culpa, que a ellas también alcançó parte la pena sin tener ellas la culpa?”. Dixo el sancto ángel: “Otras vezes te he respondido que ellas y tú podéys mereçer dinos méritos ante Dios con esas tales cosas, mayormente no siendo culpadas. Mas dígote de verdad que me pesa, y tengo lástima, porque no sea honrado y benerado más esa casa de la sancta Virgen María María ''[811]'' de Dios, y porque es [86v] desfavoreçida, y tanto olvidada y despreçiada tan maravilloso apercivimiento de la mesma señora en esa casa que se diçe de la cruz. Y pues que es de la Cruz” −dixo , dixo el sancto ángel− ángel, “amad, hijas amadas, la cruz, y si algunas de vosotras no soys perfetas, travajad de serlo, y las que soys flacas, no os plega el peccado ni el daño de vuestras personas y costumbres; no viendo tú nobles, porque Dios se honra en las buenas personas, y las buenas personas se honran en Dios. Y por eso es peccado deshonrar las personas sanctas y las religiosas sanctas, e si no son sanctas no son dinas de llamarse sanctas. Y porque Dios sea en ellas, y ser reverençia, mereçen ellas toda beneraçión. E los yndebotos, que no honran las órdenes en la religión christiana, Dios los castiga; e aunque sean religiosos e religiosas, son obligados a ser afiçionados a las mesmas órdenes, y no para las maltratar ni tener en poco, mas para las apiadar y remediar en sus neçessidades e tribulaçiones”.
Dixo la sancta virgen: “Señor, nuestros perlados hizieron bien en angustiar tanto a mis hermanas las religiosas en aquel caso que savéys de ser heridas con palos”. Respondió el sancto ángel, diziendo: “No podían ellos, según Dios, con buena y loable y perfeta conçiençia, hazer el agravio que se hizo en las siervas de Dios y de la Yglesia cathólica, aunque vieran culpa; ni tú devieras procurar, sin su liçençia por vía de Roma, cosa alguna, ni aquella bula, la qual, pues que simplemente fue hecho y sin perjuyzio a la orden, dellos simple y sabiamente y con alguna piedad se deviera castigar”. Dixo la bienabenturada: “Señor, peccaron ellos en deshazer lo que el Sancto Padre havía hecho”. Respondió el ángel: “Ese secreto quiero yo dexar a Dios, que save los poderes que dio a su Summo Pontífiçe, los quales poderes deven ser tenidos en todo acatamiento, y estimados sobre las mayores cosas de la tierraTierra. Mas, ay dolor, ay dolor. Dos vezes digo, y tres: ay dolor. Que oy día los christianos en poco tienen el Summo Pontífiçe, y sus poderes y antiguas y sanctas ordenaçiones perfetamente ordenadas por graçia de Spíritu Sancto. En la Yglesia cathólica romana [fol. 87r] esta es una llaga hecha a la persona de Dios, que ansí como no se le puede olvidar la del costado con la lanza en el corazón, ansí no se olvidará Dios los menospreçios que an tenido a su Yglesia. El día del juyzio lo verán las ánimas, quando aquel peccado y los otros les será demandado por el justo e verdadero juez, que es Jesuchristo, al qual te encomiendo sirvas y ames con todo coraçón, y temas, y honres y adores”. Dixo la bienaventurada: “No plegue a Dios, señor, que yo piense que mis perlados offendieron al Señor en cosa alguna que hiçiesen. Porque ellos son alumbrados de Dios, y no creo yo que hizieron ni an hecho contra la Yglesia apostólica cosa que no devían”. Respondió el sancto ángel, e dixo: “Tú, de persona simple y poco entendida, entiendes que digo yo por tus perlados eso tocante a la Yglesia apostólica offendida. No lo digo sino por todo el mundo, doquier que ay christianos, y aunque sean religiosos, de todo se haze mençión. Tú me preguntas de una cosa çerca de tu peccado, yo respondo açerca de los peccados de todos”. Dixo la sancta virgen: “Yo, señor, no querría saber sino açerca de aquello que preguntava, mas pues vuestra señoría dize lo que es servido e mandado servir, todo ansí lo haré”. Y dixo el ángel: “¿Tus peccados quieres scrivir?”. Respondió ella: “Señor, no tengo otra cosa que dezir ante el acatamiento de Dios y Vuestra Señora, sino mis peccados y defetos, y pedir perdón dellos, y rogar por mis próximos e amigos, y encomendados e bienhechores”. Dixo el sancto ángel: “Y aún los agenos dizes también, aunque te he yo amonestado confieses tus culpas y dexes las agenas, e mires la viga de tus ojos y no estimes la paja del ojo ageno de otro qualquier próximo”. Dixo la bienabenturada: “Señor, y si por scrivir esto que [fol. 87v] me manda vuestra señoría a mí biene mal y a las hermanas que lo scrivieran, ¿qué remedio?”. El ángel: “¿Por qué piensas te á de venir mal?”. Ella respondió: “Señor, no sé, mas lo que yo digo a vuestra señoría, y él me dize, es en secreto, y ansí querría se quedase en secreto, pues si se scrive, ¿cómo quedará en secreto?”. Él dixo: “No quiere Dios que estas cosas sean en secreto, pues públicas apareçieron sobre la Tierra”. Ella dixo: ¿Cómo, señor, apareçieron? ¿Por ventura son ángeles que pueden aparecer?”. Él respondió: “Todas las cosas que ligeramente passan por la criatura son apariciones, y el pensamiento bueno es llamado ángel, y el pensamiento malo es llamado adversario, o enemigo de la virtud o del bien. Por eso, guárdate del mal pensamiento y busca el bueno, y quando le hallares, estímale en más que el oro ni plata ni piedras preçiosas. Y con tanta diligençia busca el buen pensamiento y acava de dentro de ti trabajando, buscando a Dios, y en sí, y en que parezcas a los que buscan el oro y las perlas, que con la grande codiçia e afinco no sienten el trabajo; mas no les parezcas ni seas cruel contra tus súbditas y hermanas, y compañeras y próximos, como lo son aquellos que maltratan en las Yndias a sus esclavos con crueldad, y sin misericordia y piedad, que pagarlo an ante Dios. Y encomendad a tus hermanas.”
Dixo la bienaventurada: “No plegue a Dios, señor, que yo piense que mis perlados offendieron al Señor en cosa alguna que hiçiesen. Porque ellos son alumbrados de Dios, y no creo yo que hizieron ni an hecho contra la Yglesia apostólica cosa que no devían”. Respondió el sancto ángel, e dixo: “Tú, de persona simple y poco entendida, entiendes que digo yo por tus perlados eso tocante a la Yglesia apostólica offendida. No lo digo sino por todo el mundo, doquier que ay christianos, y aunque sean religiosos, de todo se haze mençión. Tú me preguntas de una cosa çerca de tu peccado, yo respondo açerca de los peccados de todos”. Dixo la sancta virgen: “Yo, señor, no querría saber sino açerca de aquello que preguntava, mas pues vuestra señoría dize lo que es servido e mandado servir, todo ansí lo haré”. Y dixo el ángel: “¿Tus peccados quieres scrivir?”. Respondió ella: “Señor, no tengo otra cosa que dezir ante el acatamiento de Dios y Vuestra Señora sino mis peccados y defetos, y pedir perdón dellos, y rogar por mis próximos e amigos, y encomendados e bienhechores”. Dixo el sancto ángel: “Y aun los agenos dizes también, aunque te he yo amonestado confieses tus culpas y dexes las agenas, e mires la viga de tus ojos y no estimes la paja del ojo ageno de otro qualquier próximo”. Dixo la bienabenturada: “Señor, y si por scrivir esto que [fol. 87v] me manda vuestra señoría a mí biene mal y a las hermanas que lo scrivieran, ¿qué remedio?”. El ángel: “¿Por qué piensas te á de venir mal?”. Ella respondió: “Señor, no sé, mas lo que yo digo a vuestra señoría, y él me dize, es en secreto, y ansí querría se quedase en secreto, pues si se scrive, ¿cómo quedará en secreto?”. Él dixo: “No quiere Dios que estas cosas sean en secreto, pues públicas apareçieron sobre la Tierra”. Ella dixo: ¿Cómo, señor, apareçieron? ¿Por ventura son ángeles que pueden aparecer?”. Él respondió: “Todas las cosas que ligeramente passan por la criatura son apariciones, y el pensamiento bueno es llamado ángel, y el pensamiento malo es llamado adversario, o enemigo de la virtud o del bien. Por eso, guárdate del mal pensamiento y busca el bueno, y quando le hallares, estímale en más que el oro ni plata ni piedras preçiosas. Y con tanta diligençia busca el buen pensamiento y acava de dentro de ti trabajando buscando a Dios, y en sí, y en que parezcas a los que buscan el oro y las perlas, que con la grande codiçia e afinco no sienten el trabajo; mas no les parezcas ni seas cruel contra tus súbditas y hermanas, y compañeras y próximos, como lo son aquellos que maltratan en las Yndias a sus esclavos con crueldad, y sin misericordia y piedad, que pagarlo an ante Dios. Y encomendad a tus hermanas.”
Dixo la bienabenturada: “Señor, ya no son ellas mis súbditas”. Respondió el sancto ángel: “La religión les otorga liçençia ser humildosas a perladas y no perladas. Y pues en sus coraçones te consideran y tienen en tal grado, no dexando de obedeçer a quien les manda la obediençia y dinidad de sus superiores, bien puede gozar en sus pensamientos de ser tus súbditas, pues no lo hazen fingiendo ni por fuerza. Por tales, las offreçe a Dios, pues las resçiviste en la sancta religión, y recáudales bendiçión de Jesuchristo y de su madre”. Ella dixo: “Recáudasela vos dellas, y a mí”. Entonzes el sancto ángel, alçando la mano, bendixo diziendo: “''In unitate sancti spiritus, benedicat vos pater et filius''”.
Y la sancta virgen [fol. 88r] tornó a dezirle: “Señor, mire que no me mande scrivir lo que me dize, y ¡ay lo que está scripto! Todavía tengo temor me á de venir mal por ello”. El ángel dixo: “No scrivas ya más si no quieres, y di a tu hermana que çese la péndola”. Ella dixo: “Señor, lo que está scripto querría romper, si quisiesen las hermanas romperlo”. Respondió el sancto ángel, diziendo: “Haz penitençia de ese recado, que es más gave que por el que padezes. Ya saves tú que te lo mandé con premio, y te amenazé que te daría Dios muchos dolores acreçentados de Passión y permitiría sobre ti tribulaçiones más que puedes pensar si no lo scrives”. Dixo la virgen: “Señor, yo por eso temo y he temido, mas ya se a hecho vuestro mandato, conténtese vuestra señoría. Y dígame de las hermanas algo más, no me lo mande scrivir”. Dixo el sancto ángel: “Si lo as de scrivir ''[911]'' no te quiero dezir nada que digas público, porque te truecan las palabras y las ponen otro estado al como las dizes, y las dan otro entendimiento contrario a la verdad, y a tu yntençión simple y fiel, y que no deseas offender a Dios ni al próximo, ni condenar tu alma, ni dezir cosa que no sea verdad espiritual y temporalmente a lo que yo he conoçido. Si otra cosa te juzgan, respondo que Dios save la verdad”. Tornó la bienabenturada a preguntar, diziendo: “Señor, ¿qué será de mis hermanas, que nunca me lo havéys dicho, aunque os lo he suplicado?”. Respondió el sancto ángel: “El señor dize por Sant Juan, assí quiero que quede. Yo digo por ellas que s’estén agora ansí, obedeçiendo y honrando a Dios, y a sus perladas presentes y pasadas y por venir, [fol. 88v] y cumpliendo las cosas de su profesión y regla con la ley de Dios y obediençia de la Yglesia cathólica christiana. Y ansí serán salvas si hazen penitençia digna y mueren en el Señor”.
Dixo la sancta virgen que se despidió el sancto Ángel esta vez diziendo el responso de ''requiem eternam''. Y ella quedó muy angustiada, llorando por sus hermanas. Y quando tornó en sus sentidos esta bienabenturada, no podía tener las lágrimas, diziendo a ymportunaçión que las monjas le hiçieron viéndola llorar: “Suplicando yo a mi sancto ángel me dixese algo de vosotras, hermanas, respondiome unas palabras, las quales yo no bien entendí; y por entonzes él no me las declaró, y an me dado mucha pena, que pienso que el sancto ángel os juzga por muertas o savía algunas reçias cosas venideras sobre vosotras, y por esto tengo tan grande pena”.
===Capítulo XVIII===