Juana de la Cruz

De Catálogo de Santas Vivas
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Juana de la Cruz
Nombre Juana de la Cruz Vázquez Gutiérrez
Orden Franciscanas
Títulos Monja y abadesa
Fecha de nacimiento 3 de mayo de 1481
Fecha de fallecimiento 3 de mayo de 1534
Lugar de nacimiento Azaña, Toledo
Lugar de fallecimiento Cubas de la Sagra, antiguo Toledo, Madrid
Canonización 3 de mayo
Beatificación Es proclamada como venerable el 4 de mayo de 1630
Canonización En proceso

Contenido

Vida manuscrita

Ed. de María Victoria Curto; fecha de edición: marzo de 2018; última actualización: marzo de 2019.

Fuente

  • BNE MSS-9661

Criterios de edición

El Libro de la Casa y Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz contiene fragmentos de la vida de Juana de la Cruz, motivo por el que es incluido en el catálogo de santas vivas. Esta es la primera vez que se edita. El Libro de la Casa y Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz (mss. 9661 de la Biblioteca Nacional de España) es un manuscrito posterior a la muerte de Juana de la Cruz (1534) y que refleja las características fonéticas y gráficas propias de la segunda mitad del siglo XVI, por lo cual los criterios que se han adoptado para realizar su transcripción son conservadores. La lengua que refleja el manuscrito no parece presentar rasgos dialectales, ya que vocalismos en formas como sepoltura o monesterio eran muy habituales.

Se ha decidido mantener los grupos consonánticos cultos, como el grupo -mpt- en redemptor, el grupo -th- en thesoro o el grupo -nct- en sancto, ya que son una muestra de la importante presencia e influencia del lenguaje eclesiástico y de la fuerte carga semántica de ciertos términos religiosos. Asimismo, se conserva el uso que se hace de la b y la v (juebes), el empleo o la ausencia de la h- inicial (omenaje) –así como su oscilación (había/avía)– y se preserva la utilización de las distintas sibilantes que presenta el texto original, es decir se respeta en todo momento la oscilación entre ss/s (dixessen/dixesen, santíssima/santísima) y entre z/ç (vezes/veçes), incluso en los casos donde esta oscilación está mal empleada etimológicamente.

Es importante apuntar que la autora del manuscrito fue una monja del convento de Nuestra Señora de la Cruz de Cubas de la Sagra, quizá compañera de Juana mientras esta vivía, que tal vez escribía al dictado de otras monjas y cuya alfabetización debía de ser muy básica. Por último, también se han mantenido las consonantes geminadas (officio, abbadesa), la oscilación entre b/v (tubo/tuvo), entre h/g (huerta/guerta), entre c/qu (cuentas/quentas), entre j/x (dejan/dexan), entre y/i (yglesia/iglesia) y entre h/f a inicio de palabra (hijo/fijo), y las elisiones en las formas del tipo d’esto, d’ella, señaladas con apóstrofo.

Para que la lectura del texto resulte más clara y sencilla al lector, se han juntado o separado palabras de acuerdo al criterio actual, se han desarrollado las abreviaturas, las palabras se han tildado siguiendo las normas ortográficas actuales, se ha corregido la capitalización de determinados términos, reservando la mayúscula para vocablos abstractos referidos a la divinidad, y se ha puntuado modernamente el texto, intentando en todo momento respectar lo máximo posible su particular ritmo interno, muy cercano al lenguaje oral. Para facilitar la lectura, también se ha acentuado la á verbal, para distinguirla de la preposicional, se ha añadido la virgulilla a la grafía ñ y se ha unificado la oscilación entre u/v, otorgando a la -u- función exclusivamente vocal y a la -v- consonántica. Con la intención de orientar al lector, se han introducido breves epígrafes que dividen el cuerpo del texto en función de la temática que se aborda en cada momento, así como notas a pie de página que se han circunscrito a aclaraciones sobre la presentación del manuscrito. Por último, se ha empleado el paréntesis para las acotaciones teatrales y las explicaciones del texto, se ha hecho uso de la letra cursiva para indicar frases latinas, y se han utilizado las comillas para señalar las nomenclaturas y los diálogos que aparecen en el cuerpo del texto.

Vida de Juana de la Cruz: Libro de la Casa y Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz

[1] [fol. 1r] Este libro es de la casa y monasterio de Nuestra Señora de la Cruz. Tiene los autos que se hacen el día de la asumpción y el de la sepoltura, y gracias que Nuestro Señor concedió a esta sancta casa, y mercedes que en ella hizo por yntercessión de nuestra madre sancta Juana a las monjas y bien hechores d’ella, y esto para siempre.

[PRIMER AUTO DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN]

[fol. 2r] Este auto es el que hazen en la casa de la labor el día de la sepoltura de Nuestra Señora.

(Entra el ángel y anuncia a Nuestra Señora su muerte gloriosa.)

Ángel – Thesoro rica del Cielo,

a cuya real persona

quiere Dios dar la corona,

honrando con vos su Cielo,

la suprema Trinidad

para anunciaros me embía,

que se os ha llegado el día

de gozar la eternidad.

Y para señal y muestra

que triunfáys en cuerpo y alma,

aquesta preciosa palma

os presento, Reina nuestra.


Nuestra Señora – Señor de la Magestad,

mi Dios y amado hijo,

que de un destierro prolijo

me llamas a tu ciudad,

gracias te den inmortales,

los ángeles en la altura,

honras con favores tales.

Y pues ya, Señor, previenes

a la muerte los despojos

para que gozen mis ojos

el sumo bien de los bienes,

solo me falta que sea

de tu amor favorecida

en que antes de mi partida

a tus apóstoles vea.


Ángel – Vuestros ruegos son oýdos,

Reina, y por que os consoléys

los apóstoles veréys,

por virtud de Dios traýdos.

[fol. 2v] Todos aquí se han juntado

de varias partes del mundo,

y Juan, vuestro hijo segundo,

ya por las puertas ha entrado.


San Juan – Sálvete Dios, Virgen pura,

madre de Dios y hombre,

a cuyo bendito nombre

se humilla la criatura.

En Éfeso predicaba

y súbitamente vine,

tu Magestad determine

de dezir lo que mandaba.


Nuestra Señora – Hijo y apóstol amado,

cuya dulce compañía

divide el último día,

por averme Dios llamado,

yo os encargo que miréis,

después de muerta, por mí

y luego en Getsemani

sepulcro a mi cuerpo deis.

Esta palma, Juan, se llebe

quando mi cuerpo enterréys,

y es justo vos la llevéys

porque de todo se os debe.


San Juan – ¡O, si todos mis hermanos,

los apóstoles ausentes,

fuessen agora presentes,

quánto seríamos ufanos!

Tus obsequias gloriosas

todos juntos con gran gloria

las haríamos sumptuosas

y dignas de gran memoria.


(Entra san Pedro.)


San Pedro – ¿Por qué causa tan de presto

nos ha el Señor aiuntado?

Que cierto estoy espantado

pensar que pueda ser esto...

Por esso todos lleguemos

juntamente en este día,

y de la Virgen María

todos bien nos informemos.

[fol. 3r] San Juan – O, compañía preciosa,

a todos hago saber

que ya quiere fallecer

nuestra Madre gloriosa.

Y pues que resurreción

todos juntos predicáys,

no parezca que mostráis

por la muerte compasión.


(Dizen los apóstoles de rodillas...)


Señora de lo criado,

donde todo el bien se encierra,

de los fines de la tierra

el Señor nos ha juntado,

y viéndonos aiuntados

estando en tierras estrañas

estamos maravillados.

Dinos, Señora, qué mandas.


Nuestra Señora – Para mi consolación

ha sido vuestra venida

y para que en mi partida

recibáis mi bendición.

Ayudadme a bendecir

la suprema Trinidad,

cuya sancta voluntad

me manda al Cielo subir.


Los apóstoles – Guérfanos solos y tristes

nos dexáis, muy gran Señora.

Por aquel Dios que paristes,

nos tengas en tu memoria.


Nuestra Señora – Siempre en el Cielo seré

madre y abogada vuestra,

quando de su mano diestra

mi hijo su lado me dé.

¡A Dios, colegio sagrado!

Y tú, eterno y sumo Padre,

que me escogiste por madre

del hijo de ti engendrado,

recibe en tus santas manos

mi espíritu en la partida,

para vivir nueva vida

en los gozos soberanos.

[fol. 3v] Los apóstoles – ¿Dónde vas, Madre de Dios?

¿Dónde vas que ansí nos dexas?

¿Dónde, Señora, te alejas?

¿Qué será sin ti de nos?


(San Juan da la palma a san Pedro.)


San Juan – Pues eres guarda y pastor

de la Yglesia militante,

esta palma triunfante

llevarás como mayor,

que es símbolo del madero

con que fuimos remediados

y havemos de ser juzgados

en el día postrimero.


(San Pedro buelve la palma a san Juan.)


San Pedro – La palma te pertenece

por tu santa puridad,

tu ferbiente charidad

acatamiento merece.

Quando Christo padecía

la Virgen al virgen dio,

y pues él la mereció

lleve delante la guía.

(Va la processión al coro bajo y llevan los apóstoles a Nuestra Señora en hombros, y delante de las andas va san Juan con la palma y san Pedro y el ángel.)

[SEGUNDO AUTO DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN]

[fol. 4r] Este auto es el que se haze el día de la asumpción de Nuestra Señora en la tarde. Gánase mucho haziéndola.


El Padre – Ángeles que sois criados

a la imagen de Dios,

conoced vuestro Señor,

adoralde, que os ha criado.

Adorad su gran poder,

adorad su gran bondad,

adorad su gran saber

con que os quiso criar.

Mirad vuestra hermosura

y de quién la recibistes,

conoced que sois criaturas

y criaros no podistes.

Adorad al que os crió

con tan grande poder,

adoralde porque os dio

libre y franco alvedrío,

adoralde porque es digno

ser de todos adorado.

Adoralde, hijos míos,

y seréis santificados.


Lucifer – ¿Quién eres tú que nos hablas

con tan grande magestad?

¿Quién eres tú que nos mandas

que te vamos adorar?

Muéstranos la tu figura,

pues oýmos la tu voz,

tú, que estás en las alturas

y dizes que eres Dios.


El Padre – Hijos, yo soy el que soy,

sin principio y sin fin,

yo soy vuestro Criador,

yo soy el que siempre fui.

[fol. 4v] Yo soy el que os crié

con charidad infinita,

para que de mí gozéis

y d’esta Gloria bendita.

Conoced que es toda mía,

que de vos no tenéis nada.

A la Magestad sagrada

adoralda, que es muy digna.


Lucifer – Di, ¿qué cosa es adorar,

pues mandas que te adoremos?

Aunque primero veremos

quién se merece adorar...


El Padre – Adorar es humillaros

so la mano poderosa

de vuestro Dios soberano,

que hizo todas las cosas.

A Él solo pertenece

adoralle de hinojos

con la boca y con los ojos,

porque solo Él lo merece.

También es mi voluntad

de ensalzar a un varón,

al qual havéis de adorar

y tenerle por Señor.

Ha de subir de la tierra

a ser conmigo una cosa,

y quiero que desde agora

le prometáis obediencia.


Lucifer – Vosotros no consintáys

en esto que avéis oýdo,

si alguno se ha de adorar

yo solo soy el más digno.

No ay aquí otro poderoso

que pueda ser adorado,

en este reyno precioso

yo devo ser ensalzado.


El Padre – Mirad bien lo que hazéis,

catad que os amonesto,

contra Dios no os levantéis,

que caerá vuestro cimiento.

[fol. 5r] Humillaos y someteos,

no queráis ansí ensalzaros,

por que no seáis derribados

donde no halléis remedio.


Lucifer – ¡Baja, baja de lo alto

tú, que ansí nos amenazas,

y veremos en lo bajo

quién tiene maiores alas!

Yo tengo alas tan lindas

que si empieço de bolar

tengo de poner mi silla

delante la Magestad.


(Aquí toma Lucifer la silla y la arroja en alto y dize...)


A mí tenéis de adorar

todos quantos sois criados,

y si otra cosa pensáis

¡ayámoslo a las manos!


(Aquí se levanta san Miguel y dize...)


San Miguel – ¿Quién es el que se levanta

contra la gran Magestad?

¿Quién es el que siendo nada

con Dios se quiere igualar?

Güelgue tu divinidad,

nuestro Dios, y ten descanso,

que para por ti tornar

yo quiero tomar la mano.

Tú solo seas adorado,

poderoso, uno y trino,

Tú solo seas ensalzado,

pues que Tú solo eres digno.

Salga luego a pelear

el que se toma con Dios,

que lo quiero yo vengar.

¡Muramos aquí los dos!

Los que deseáis su honra

salid luego aquí conmigo,

tomemos por nuestro Dios

contra este enemigo.

[fol. 5v] Con ayuda del Divino

y sin temor ni flaqueza,

mas con esfuerço de amigos,

¡empiécese la pelea!


(Ahora se matan las luzes y queda escuro, y comiençan a hazer ruydo como de pelea. Y habla el Padre y dize tres vezes que cese la pelea, y a cada vez cesa, y la postrera vez habla el Padre maldiziendo a los malos y, en cayendo los ángeles malos, encienden las luzes.)


El Padre – Yd, malditos, al Ynfierno,

donde está la mala andança,

que yo os juro por mí mesmo

que no entréis en mi holgança.

En esa perseverancia

de sobervia que tenéis,

en esa malicia tanta,

endurecidos seréis.

Para siempre quedaréis

sin tener conocimiento,

y sin fin os estaréis

en vuestro endurecimiento.


(Este dicho ha de ser a escuras.)


Los ángeles – Adorámoste, Señor,

porque criarnos quisiste,

adoramos el favor

con que vencernos hiziste,

adoramos la vengança

que hiziste con justicia

a los que con gran malicia

despreciaron tu alabança.


(Agora sacan las luzes.)


El Padre – Gozad ya de mi presencia

los que me avéis conocido,

yo os prometo, como amigo,

que nunca tengáis mi ausencia.

En mi vista y gran poder

oy seréis santificados,

[fol. 6r] para nunca poder ser

de vuestro Dios apartados.


Los ángeles – Hazedor de maravillas,

Señor Dios que nos criaste,

mira las sillas vazías

de aquellos que derribaste.


El Padre – Entre vosotros está

por quien han de ser pobladas:

es la Virgen singular,

digna de ser ensalzada.

Traédmela, mis amigos,

ella es la merecedora

de ser junta aquí conmigo,

como de todos Señora.

Venid, mi hija amada,

venid, paloma querida,

venid, esposa escogida,

ven para ser ensalzada.

Ven de Líbano, mi amada,

ven de Líbano, hermosa,

rubicunda plusquam rosa,

ven y serás coronada.


(Agora van los ángeles por Nuestra Señora, y se hincan de rodillas delante d’ella y dizen lo que se sigue...)


Los ángeles – Ven, Señora la más digna,

que te llama el alto Padre

para ponerte en su silla,

como de su hijo madre.

Ven, nuestra Reyna admirable,

por quien el Cielo se abrió,

que el Señor que te crió

te espera con gozo grande.


(Estando los ángeles de rodillas delante de Nuestra Señora, habla esto sentada...)


Nuestra Señora – Sicut cipres levantada

soy en el monte Sión,

sicut cedrus ensalzada

in Líbano sola soy.

[fol. 6v] In plateis di olor

de bálsamo y de canela

y quasi mirra, electa

di muy suave olor.


(Agora llevan los ángeles a Nuestra Señora hasta donde esté el Padre, cantando ‘O gloriosa Domina’. Híncase Nuestra Señora de rodillas y habla con el Padre lo siguiente...)


Nuestra Señora – La mi ánima engrandece

y alaba con gran firmeza

a ti, Dios, y a tu grandeza,

que toda gloria merece.

Alabo tu grandeza

y la tu suma bondad,

porque quisiste acatar

la humildad de la tu sierba.


(Aquí toma de la mano el Padre a Nuestra Señora y la asienta a su lado.)


El Padre – Esta es vuestra Señora,

vuestra Emperatriz y Madre.

Mis amigos, desde agora

le ofreced el omenaje

como a mi propia persona.

Quiero sea obedecida,

pues de todos es Señora

y no hay otra tan digna.


(Los ángeles de rodillas.)


Los ángeles – Como siervos y vassallos

te damos el omenaje,

cada uno suplicando

nos recibas por tu paje.


Nuestra Señora – Por hijos y por amigos

os recibo, y por hermanos.

Ayudadme, hijos míos,

a rogar por los humanos,

sientan ya los pecadores

que, pues ya soy ensalzada,

[fol. 7r] que para los sus dolores

en mí tienen abogada.


(Aquí se hinca de rodillas Nuestra Señora y habla con el Padre lo siguiente...)


Nuestra Señora – Padre mío perdurable,

pues que yo estoy en el Cielo,

sientan que en mí tienen madre

los que quedan en el suelo.

También pido, Padre eterno,

por este gozo inefable,

que nunca vea el Infierno

el que mi nombre llamare.


El Padre – Hija mía muy amada,

razón es seáis oýda

y que sea socorrida

por vos la natura humana.


(Agora asienta el Padre a Nuestra Señora y habla con San Michael.)


El Padre – Michael, mi grande amigo,

ven acá, pues lo has ganado,

con los más juntos conmigo

quiero que seas asentado.

Mi poder pongo en tus manos

para que todas las almas,

desde aquí lo ordeno y mando,

por ti sean juzgadas.

La vara de mi justicia

desde oy te la encomiendo,

pues venciste la malicia

del que mereció el Infierno.


San Michael – Señor, ¿quándo merecí

por tan pequeño servicio

que te acordases de mí

con tan grande beneficio?

Yo te ofrezco en sacrificio

mi espíritu y todo yo,

para todo tu servicio,

como siervo a su señor.

(Acábase cantando ‘Laudate Dominum omnes gentes’.)

[ORACIÓN DE JUANA]

[fol. 7v] Dixo el Señor, hablando por la voca de nuestra madre sancta Juana, que dixessen estas palabras a la hora de la muerte, que les serían grande ayuda, las quales son las que se siguen:

El Señor, que suelta los presos,

suelte a esta. Jesús, María.

El Señor, que alumbra a los ciegos,

alumbre a esta. Jesús, María.

El Señor, que sana a los contritos,

sane a esta. Jesús, María.

El Señor, que socorre a los necessitados,

socorra a esta. Jesús, María.

El Señor, que alegra a los tristes,

alegre a esta. Jesús, María.

El Señor, que perdona a los pecadores,

perdone a esta. Jesús, María.

El Señor, que salva a los indignos,

salve a esta. Jesús, María.

O, tú, Rey de los sanctos, confórtala.

Jesuchristo la defienda. Amén.

[COLOQUIO DE JUANA CON EL SEÑOR]

[fol. 8r] Estas palabras son un coloquio de nuestra madre santa Juana que tuvo con Nuestro Señor, y respuesta suya. Cántanse el día de la Cruz de mayo, que fue quando murió.


[Esposa] – Esposo, ¿si avéis oýdo

quién me robó mi sentido?


[Esposo] – Esposa mía, en verdad

no vos devéis maravillar,

que mi dulçura es tal

d’esto se havía recrecido [2].

Esposa, yo os lo diré:

vos tenedes muy gran fe

y a bueltas queréisme bien,

y a esta causa abrá sido.

Y no ayades d’esto pena,

que antes es dicha muy buena

que tengáis gracia tan llena,

pues que d’ello es Dios servido.

No seáis desagradecida,

ni estéis entristezida,

porque gracia tan crecida

publico vos ha venido.

Otras personas abría

que d’esto abrían alegría,

y de verse cada día

donde vos os avéis vido.

¡Y tenéis poca constancia,

y casi desesperança,

de posseer la folgança

que vos ha aparecido!

En Dios devéis esperar

y no vos debéis turbar,

que Él os puede salvar

porque es de bondad cumplido.

Y si ansí lo hazéis

cierto muy bien libraréis,

[fol. 8v] y si en virtudes crecéys

Dios oyrá vuestro gemido.

En las cosas celestiales

debe ser vuestro deleyte,

porque todas las terrenales

muy presto han fenecido.

Amiga mía muy serena,

vos sois ansí como abeja

que haze la miel muy nueva

y la labra de contino.

Y digo que en toda la tierra,

ni el val de la Çirolera,

no ay quien ventaja os lleva

en amar a Dios divino.

Y por aquesta razón

y porque os duele mi Pasión

y de pura compasión

se vos ha quitado el sentido,

y ansí perseveráis,

y si siempre ansí boláis

y atrás nunca tornáis,

hallaréis muy buen camino.

Essas vuestras compañeras,

mis amigas entrañables,

deben ser muy singulares,

no me echen en olvido.

Y pues yo las amé [2]

a ellas y las llamé

y del mundo las libré,

por d’ellas ser bien servido.

Ellas y tú de consuno,

sin ninguna dilación,

debéis servir a Dios uno

con amor mucho crecido.

Pues que sois ya dedicadas

en honor a Dios del Cielo,

trabajad por ser sagradas

a Dios bueno, uno y trino,

al qual siempre con amor

tened en el coraçón,

[fol. 9r] dándole vuestra afición

al que es poderoso Dios vivo.

Esposa, catad que miréis

que ni por eso no penséis

que algunas virtudes tenéis,

pues de Dios han recrecido.

Y si os he dicho algún loor

no es por vuestro valor,

sino por el del Señor,

de quien el bien ha salido,

porque en toda criatura

no ay sino malaventura

y es peor que basura

y contino está en peligro.

No penséis que he de dejar

de dezir y amonestar

lo que os he de enseñar,

pues soy maestro sabido;

y pues que sois vos mi esposa

avéis os de hallar dichosa,

pues que no es cosa penosa

mi aviso y mi castigo,

pues si vos a mí me amáis

más os he yo amado a vos,

y si por mí trabajáis

más he yo por vos sufrido.

Esposa, saber os hago

que yo os amo en tanto grado

que no ay tal enamorado

en este mundo nacido;

y antes que el mundo criase

yo de vos me acordé,

y aun antes que le ordenase

yo vos ube escogido,

que en mi voluntad crié

las cosas antes que fuesen,

y lo que yo más amé

ánimas buenas an sido.

[fol. 9v] Los ángeles, con primores

criados en mayor grado,

a Dios an mucho alabado

en el Cielo muy subido;

son más claros que candelas

y rayos del sol que salen,

son más mucho que estrellas

y de gesto muy luzido.

Esposa mía, ya es tarde

y hora de recogimiento,

todo esto se bien guarde

en el coraçón metido,

y holgad en hora buena.

Y algún día por estrena

bolveré después de cena,

o antes del gallo primo,

y entonces me contaréis

las congojas que tenéis

y también las que después

de mi vista habéis tenido.


[Esposa] – Esposo, ¿si havéis oýdo

quién me robó mi sentido?

[SEGUNDO COLOQUIO DE JUANA CON EL SEÑOR]

Estas palabras dixo el Señor por su sanctíssima voca estando en el dormitorio de esta santa casa de la Cruz. Dichas el día de la comunión, ganan lo que ganó el buen ladrón en la Cruz, y la Madalena. Cántanse en el refitorio la octaba del santísimo sacramento.

Almas esposas amadas,

acordaos de aqueste día,

porque con mucha alegría

de Dios seáis consoladas.

Ya sabéis que Jesuchristo

en forma de pan es visto,

Dios y hombre Jesucristo

en la ostia consagrada.

[fol. 10r] Almas que vivís en regla

en la sancta Madre Iglesia,

pues tenéis tan rica impresa

no estéis desconfiadas.

Quando tomastes baptismo

esposo fue Dios mismo,

Él quitó vuestro abismo

infernal de almas perdidas.

Y después de encarnado,

Dios vivo se ha presentado

por todos crucificado;

las almas son redimidas.

Muéstrase con afición

a quien tiene devoción,

y a las vezes da perdón

de palabras bien sentidas.

Y por eso, esposas mías,

las que me adoráis agora

por estas estrechas vías

por buenas seréis avidas

en el Juiçio Final,

estando en mi tribunal,

en el qual me he de sentar

a juzgar gentes nacidas.

Pensando en este Juiçio

debéis, hijas, contemplar;

hallarse á muy repissa

la que siguió malas vías.

Dios mostrará su deidad

en potente magestad,

allí no hay negar verdad,

¡guay de las almas perdidas!

Justos no se hallarán,

los santos ý temblarán

quando a Dios vivo verán

con llagas aparecidas.

¿Qué harán los pecadores

que están tan llenos de errores?

En el fuego abrán dolores

de llagas muy desmedidas.

Esposas, sed inocentes

sin pecado entre las gentes,

lavad vuestra cara y frente

con lágrimas bien crecidas;

mejor es este deleyte

de pensar en mi Pasión

que otro ningún afeite,

solimán y aguas coçidas.

[fol. 10v] Ansí os hermosead

las almas todas, mirad

que mi alta Magestad

digna es de desposar luzidas.

Con vosotras hago pacto

en este día y rato

que nunca os seré ingrato,

pues estáis arrepentidas.

Lloraréis vuestros pecados,

dignos de ser despreciados

y del todo desechados,

a Dios siendo prometidas.

Acordaos cómo os dixe

en el vuestro consistorio

que os daría mi desposorio

como a esposas queridas.

Yo mismo quise rogaros,

por mayor cargo echaros

y por mucho más amaros

quando fuéssedes bendecidas.

Acordaos que os amé

y os di mi coraçón

quando en la Cruz pené,

sintiendo las mis heridas.

Acordaos que consentistes

Esposo tan soberano,

y acordaos que luego distes

la mano con alegrías.

Yo ansí mesmo os la di

por que fuéssedes benditas,

y de grado os di mi “sí”.

Sed preciosas margaritas,

las quales ando a buscar,

como buen negociador,

por la tierra y por la mar.

Almas son hijas queridas.

Acordaos que os compré

padeciendo cruel Pasión;

vosotras tenéis la fe

y yo sufrí las heridas.

Acordaos de mi gemido

y de todos mis tormentos,

mirad que os ube servido

prometiéndoos cien mil vidas.

Muy dignos servicios fueron

la vida que yo pasé

y la Passión que me dieron

con penas muy doloridas.

[fol. 11r] Y los mis prometimientos

debieron ser estimados,

guardando mis mandamientos

y las mis leyes luzidas,

las quales cosas guardadas

con gozo y con diligencia,

si por vos no quebrantadas,

prudentes sois y sabidas.

Algunos os dan esfuerço

diziendo de mí buenas nuevas,

cómo perdono yo presto

las ofensas cometidas.

Hijas, no confiéis tanto

en lo que oýs hablar,

rogad al Spíritu Sancto

que de sí os haga dignas,

para mientes, hijas mías,

que el mundo no vos engañe

con sus vanas alegrías,

ante mí aborrecidas.

No consiento ni me place

que de otro seáis amigas,

¡guay de quien pecados haze,

siendo vosotras tan mías!

Ansí que dizen verdad

que yo soy perdonador,

mas quitad toda maldad

ante vuestro Criador.

Si no os hallastes allí

quando mi desposamiento,

agora vedesme aquí

a vuestro contentamiento.

No estéis entristezidas

siendo en cantidad muchas

(alma, si bien me scuchas,

muchas más son redimidas),

porque las almas esposas

en el sancto baptismo

se me aiuntaron todas;

yo recebí a quien me quiso.

Entonces, como sabéis,

doy las joyas y anillos,

(como quenta santa Ynés,

que supo muy bien sentillos),

porque entonces las almas

renuncian a Satanás

y se le dexan atrás,

por ser a mí allegadas.

[fol. 11v] Esto digo a quanto faze

a lo de mi desposorio,

al qual digo que me plaze

cumplir lo que es notorio.

Dios mi Padre es contento

de vuestro convertimiento,

y aunque seáis más de ciento

todas sois establecidas.

Quando aquella palabra,

hijas mías, yo vos di,

el Cielo conmigo estaba

allí en rededor de mí.

Ángeles muy soberanos

estaban allí conmigo,

y todos mis cortesanos

de la Gloria por testigos.

Y sí, los angeles que os guardan

estubieron allí presentes

y me dieron los anillos

por vosotras las ausentes.

Pues tales testigos ay

de vuestro querer y el mío,

ý no queráis más pecar,

pues tenéis libre alvedrío.

Oígame quien me oyere,

entiéndame aora alguien,

esto digo para quien

ama a Dios y le sirviere.

Quien ansí esto no haze

no está en gracia de Dios

y no merece salvarse.

Hijas mías, salvaos vos.

Esposas mías, si os plaze

las mis palabras oír,

harto provecho vos hazen

si lo queréis bien sentir.

Devéis llorar y gemir

las que en algo avéis errado,

Dios quiso redimir

y quitar vuestro pecado.

Arrepentirse del mal

es bueno a toda persona

y a Dios gracia demandar,

porque Él con esto perdona.

Con deseo de enmendar

la su vida venidera,

su alma pueda descansar

en la Gloria verdadera.

[fol. 12r] Y yo no tengo olvidado

vuestro servicio y fervor,

mas mayor es mi amor

con que yo os ube amado.

En mí, hijas, esperad

como en padre, señor y esposo,

y en mí os consolad,

pues que soi Dios poderoso.

En la Cruz me desposé

tiniendo grandes amores,

y mi sangre derramé

por todos los pecadores.

Debéis os satisfazer,

pues mi sangre nos juntó

para una cosa ser

almas vosotras y yo.

Y esto, hijas, creeréis

por que no os halléis en vano,

y si aun aora queréis

luego os daré la mi mano.

Allí está una imagen mía,

que tiene la virgen madre

delante sancta María.

Podréis vuestra mano darme

y allí podréis jurarme

que vos queréis enmendar

de vuestros yerros pasados;

con propósito ý rogarme,

que aunque al parecer

es muy pequeño mi bulto,

soy maior que el Cielo junto,

como lo devéis saber.

Sentildo con esperiencia

de mis grandes obras tantas,

como son muchas y altas

por mi imperial potencia,

y por haverme encerrado,

no cabiendo en mil mundos,

en aquel vientre sagrado

en el qual hize estos nudos,

que cierto allí estuvo Dios

en aquel bulto del Cielo,

que vino a sanar a vos

y daros dulce consuelo.

Dios, mi padre celestial,

es el que da vida y gracia

para le amar y honrar,

Él es digno de alabança.

[fol. 12v] Nuestra noble Deidad,

el Hijo y el Spírito Santo

todo es una Magestad,

Trinidad y un Dios muy alto.

Y si el cuerpo se tomó

de la Virgen de prudencia,

aquel se organizó

para poner Dios su esencia,

y la esencia de Dios vivo

es la alta Trinidad.

No la puede hombre nacido

comprehender ni palpar,

y para esto remediar

ordenó el alto Poder

Dios vivo hazerse hombre,

para la comprehender.

Y por eso, hijas mías,

devéis os mucho esforçar,

no seáis flojas ni tibias,

por que de Él podáis gozar.

Y aunque a vosotras, hijas,

aora esto he hablado,

a otras no he desemparado,

doiles joyas y sortijas.

Aora quiero fablar

con ellas y con vosotras;

no queráis d’ello penar,

pues que sois hermanas todas.

Ya sabéis que soi Esposo

de la Iglesia universal,

obligueme a dar reposo

al linaje humanal.

Los que salvarse desean

con fermoso fervor

es razón mi gloria vean,

y yo les muestre mi amor.

En toda la christiandad

hago que suene mi voz,

santa Iglesia de bondad.

Almas, entendeldo vos.

Ansí hombres como mugeres

deseo gozéis la Gloria.

Alma, tú mira si quieres

tener a Dios en memoria.

En el Paraíso ay bienes.

Alma, tú no seas floja,

aunque grandes penas tienes

en la tierra de congoja.

[fol. 13r] Mas para alcançar la corona

en la Gloria por venir,

hija mía, tu persona

lo debe todo sufrir,

y debes muy bien vivir

a Dios amando y sirviendo,

y lo malo despedir,

tu fe en solo Dios poniendo.

Almas, hijas paramientes,

a todas he yo hablado,

y entre devotas gentes

esto será bien empleado,

y las ánimas cristianas

que tubieren la mi fe

hallarse an muy hufanas,

porque yo las salvaré.

Yo soy el que vivo siempre.

Almas, convertíos a mí,

pues que sois todas vivientes;

la paciençia yo os la di,

yo, el Dios muy honesto,

Jesucristo combidando.

Trabaja por subir presto,

pues Dios os anda llamando.

Corred, hijas, sin tardar,

no queráis venir despacio,

porque en mi alto palaçio

vos deseo aposentar.

Ámoos como esposas,

heredaisme como hijas,

seréis blancas y hermosas,

¡con razón te regozijas!

En el Cielo, generosas

muchas son las almas buenas.

Hijas mías religiosas,

sufrid en paciencia las penas;

ángeles os servirán

porque a mí mucho me amastes,

y ellos vos ensalçarán

en la Gloria que ganastes.

Ganad, hijas, tan gran gloria,

ganalda y no la perdáis,

porque si la desecháys

vana fue vuestra victoria.

Tener buenos pensamientos,

hazed fuerça a vuestras almas,

sufrí en paçiençia tormentos,

por que ansí las hagáis salvas.

[fol. 13v] No os espantéis de las penas

que en el mundo padecéis,

que sigún vuestras ofensas

maiores las merecéis.

Hijas mías, gozaos contino

en la esperança de mí,

y en papel de pergamino

mis palabras escribid,

por que si alguien las pidiere

para las trasladar,

y si deboción tubieren,

se las podades prestar,

que para entre los hermanos

buena es la charidad.

Amaos unos a otros,

que esta es la ley de verdad,

amaos con afición,

onesta y prudentemente,

y no con alteración

desonesta y neciamente.

Amad vuestra salvación

y unos por otros rogad,

por que ayáis consolación

en el reyno celestial.

Aveos siempre piedad,

socorredvos cada día,

por que en el reyno celestial

Dios vos dé toda alegría.

Hijas mías, paramientes

fe y amor es lo que os pido,

porque está el mundo perdido

siendo muy malas las gentes,

que no les basta su mal

que contino ellos hazen,

mas quieren os engañar

diziéndoos lo que les plaze.

Esto digo, hijas mías,

porque ay algunas personas

que en pecados y blasones

despenden todas sus vidas,

que infinito es malmirado

tan grande abominación.

No ay temor ni devoción

con que sea remediado,

Dios casi está ya olvidado.

Mira, almas, qué gran mal,

cómo ha de ser amansado

Dios eterno divinal.

[fol. 14r] Siempre busca coraçones

y con muchas obras buenas,

¿cómo ha de dar perdones

pues tú buscas siempre penas?

La clemencia de Dios vivo

es muy grande en cantidad,

Él te da a gustar su cibo

y cuerpo de magestad.

De grado es perdonador

quando halla humildad

y contrición del error,

con deseo de bondad.

Mirad quán largo que os ablo,

hijas, si bien lo sentís,

mi gracia tuvo san Pablo

y bueno es esto que oís.

Trabajad por vivir bien

en este mundo de guerras,

que al Cielo podéis subir

aunque el demonio os dé guerra;

porque su officio es

de aquel mal guerreador,

siempre le renunciaréis

con virtud de gran vigor.

Su crueldad no vos enoje,

pues no os podrá empecer

a alma que se recoge

a Dios por se guarecer.

Él es lleno de tinieblas

y en su lengua ay gran dolor,

y con amargas tristezas

os quieren quitar mi amor,

y con vanas alegrías

desean recrear vuestras almas.

Dejalde, hijas, en calma,

que mejores son las mías;

desechalde, hijas mías,

y armaos con la mi luz,

que no son nada sus vidas

quando parece mi Cruz.

Hazed mucha penitencia

por servir a Dios muy alto,

porque la mucha pereza

no vos cause algún gran llanto.

Pues que havéis pecado harto

devéis ya de os enmendar,

por que en la otra eternal

no lo ayades de pagar.

[fol. 14v] Ya sabéis, esposas mías,

que vienen buenos y malos:

los buenos con alegrías

y condenados los malos.

Y pues otra vida ay

y también resureción,

quien oy haze algún mal

Dios haze la vengación.

Bien es andar sobreaviso

los que en la tierra moráis,

porque ganáis Paraíso

todos los que a Dios amáis.

El Cielo, reyno precioso,

con él tened afición,

desealde más que tesoro,

y a mí por su gualardón.

Tened, hijas, devoción

y daos a Dios contino,

no ayáis participación

en ese mundo mezquino,

y pues ya le avéis dexado

con desdén y con denuedo,

y que es malo avéis hallado,

no sigáis mal pensamiento.

Y si en él ay algún bien

que parece deleitoso,

más deleites tiene el rey

Jesú en su reyno precioso.

Y siendo Él muy dulce Esposo

y de preciar y estimar,

el alma, su dulce esposa,

consigo desea aiuntar.

Él la ama como esposa

y con ella se deleita,

llámala ‘amiga’ y ‘ermosa’

y le dize que le abra la puerta.

Contino está Él esperando

que ella le codicie abrir,

no debe de estar tardado

la que le ha de recibir.

Aquestas cosas he dicho

a las mis hijas de luz,

a las amigas de la Cruz,

no las pongan entredicho.

No se ha puesto entredicho

para no las dibulgar,

porque son buenas razones

y podrán aprovechar,

[fol. 15r] y aun para suspirar

qualquiera alma devota,

si no es tan simple y mortal

que a Dios esté remota.

Y en esto acabo, amigas,

suplicad por bendición.

Padre mío, tú las bendigas,

pues me tienen deboçión.

Recibí aora perdón

de los pecados passados,

si d’ellos ay contrición

y estuvieren confessados.

Aved, hijas, alegría

y encomendaos a mi Madre;

llamad a santa María,

ella os ofrecerá a mi Padre,

ella es buena abogada

y quita la confusión,

si el alma está turbada

y no alcança confesión.

Pedilde la bendición,

ella bien la puede dar

y por vosotras rogar

que hagáis satisfación.

El ángel de vuestra guarda,

cada uno a cada una,

llamalde, que nunca tarda,

por vosotras siempre pugna

y es buen negociador,

ante Dios procura bienes.

Alma, pues aquí me tienes,

goza de todo mi amor,

¡a mi secreto dulçor!,

pues soi Dios tu Criador,

contino perdonador

de qualquier culpa y error.

Deo gracias. Fin.

[RELATOS DE SUCESOS EXTRAORDINARIOS OCURRIDOS EN VIDA DE JUANA]

[fol. 16r] En el tiempo de nuestra madre santa Juana, resplandecía en esta santa casa de la Cruz tanto la santidad de las religiosas d’ella, que todas sus pláticas eran celestiales, enamoradas de Dios y de su santa Madre y de los ángeles y santos, de suerte que dixo el santo ángel san Laruel a nuestra madre santa Juana: “Tanto pueden tus hermanas ablar de nosotros, los ángeles, que se tornen en condición angelinas”. Juntábanse las religiosas en quadrillas para hazer penitencias y pedir a Dios mercedes y a su santa madre santa Juana, diziéndole las religiosas: “Señora, pida Vuestra Reverencia al Señor nos otorgue mercedes, ordenando cofradías”, pidiendo fuesse su santa Madre la patrona d’ellas. Y el Señor, como tan poderoso y amigo de que le pidamos, repondía a nuestra madre que le placía. Y ansí dezían las religiosas en las mercedes que pedían en las cofradías: “Suplicamos a la Señora Patrona que nos sea concedido esto que pedimos, para ayuda agradar a Dios, y a la hora de la muerte, amparo y socorro”. Respondía Nuestra Señora que le placía de alcançar lo que le pedían y de ser su patrona. Otorgoles el Señor en las cofradías grandísimas gracias, y llamaban las monjas a Nuestra Señora [fol. 16v] la Señora Patrona, y otorgolas el Señor allá en el Cielo cosas tan grandes que se quedan para las que las gozaren, y no para entendimientos humanos. Las cofradías están escritas en este libro y concedidas al Señor para ellas y las por venir. Tenían tanta comunicación las religiosas con los celestiales por yntercessión de nuestra madre santa Juana, que una monja, estando en contemplación de la Passión del Señor, escrivió una carta a Nuestra Señora, y el santo ángel san Laruel se la cogió y la llevó al Cielo. Y nuestra madre santa Juana, estando arrobada, la vio en manos de Nuestra Señora, que con grande demostración de amor la leyó, y se le cayeron encima de la carta unas preciosas perlas de sus ojos y dixo: “Juana, dile a Fulana que estas bastan por respuesta”. Y, bolviendo de la arrobación, dixo a la monja lo que avía visto en el Cielo, y el ángel la tornó al lugar de donde la tomó. Y las religiosas la tubieron y tienen en mucha veneración, porque oy día ay en esta santa casa pedaços d’ella.

Estando una religiosa d’esta casa fuera d’ella por la [fol. 17r] obediencia, estando en oración, hizo una copla a Nuestro Señor, y al cabo de algún tiempo bolvió a este convento. Y estando el Señor hablando con nuestra madre santa Juana le dixo: “Dile a Fulana que se acuerde de tal copla que me hizo, estando puesta en la cruz del claustro del monasterio de donde vino”. Y entonces el Señor la respondió a ella en metro. Nuestra madre santa Juana las hizo escribir, que ansí se lo dixo el santo ángel lo hiziese. Y en este modo de responder el Señor en metro a las monjas ubo mucho.

Deçía la santa Juana: “Por que veáis, hijas mías, lo que el Señor quiere esta santa casa de su Madre y con la reverencia que avíades de andar en ella, os quiero deçir que muchas veçes veo al Señor Esposo pasearse por el claustro en trage de galán, cantando muy dulcemente, tañendo una vigüela de oro; y dezía el Señor:


Esta casa, Padre,

es de mi santa Madre.

Esta casa y este lugar

no le entiendo olvidar.”


[fol. 17v] Una monja era sacristana y acabava nuestra madre santa Juana, que era abbadesa entonces, de darle cantidad de ynçienso para el officio, y arrobose nuestra madre. Y en este tiempo fue la sacristana a calentar el horno, y enfaldose los braços para quemárselos por penitencia, y con actos de amor echaba los puñados de la paja, offreciéndolo al Señor por incienso. Recibió Dios su yntención y vio nuestra madre el Cielo lleno de humo de yncienso; preguntó a su santo ángel qué humo era aquel, respondiola diziendo: “Allá es de tu casa, tu sacristana”. Y bolviendo de la arrobación llamó a la sacristana y díxole: “Amiga, ¿cómo avéis gastado todo el yncienso que os di, que he visto el Cielo lleno de humo?”; y ella entonces la dixo: “Ay, señora, que no he llegado a ello, sino que calenté el horno con esta yntención. ¡Bendito sea el Señor, que lo ha recebido!”.

Hablando Nuestra Señora con nuestra madre santa Juana la dixo: “Di a tus hermanas que se traten con crianza, porque es parte de paz”. [fol. 18r] Hazían tantas penitencias aquellas bienaventuradas religiosas, rebolcándose desnudas en los cardos, entrándose en el agua elada, quebrantando los yelos y entrando debajo d’ellos. Y nueve días antes de la natividad del Señor se aparejaban tiniendo cada noche una hora el yelo desnudas, y algunas vezes tres horas, tanto que se quitaban cantidad de escarcha de las cabezas; y esto en reverencia de Él y en lo que padeció el Niño recién nacido.

Otras se metían en el horno abrasando, otras se echaban calderos de agua por ençima de los hombros en memoria de la desnudez que tubo el Señor en la Cruz y en el Jordán; y con esto muchas disciplinas de sangre y ásperos silicios y continua oración y los maytines a media noche.

Preveníanse para las fiestas de Dios y de su santa Madre en echar suertes para vestirlos. Y estos vestidos los hazían de penitencias, ayunos y oración, fabricándolos en su imaginación, y el santo ángel san Laruel, por medio de nuestra madre santa Juana, les daba la industria [fol. 18v] y significación de las colores, y dezía: “Diles a tus hermanas que lo que hizieren de color blanca apliquen ‘Avemarías’ y el himno de ‘O Gloriosa’ y la ‘Magnífica’; y para lo carmesí, el ‘Anima Christi’ y el rezo de la Passión; para lo verde la ‘Salve’; y lo morado el ‘Miserere’; y para oro ‘Paternostres’; y el ‘Salterio’ todas colores”. Y dixo más el santo ángel: que para la pedrería el ‘Credo’, que es piedra preciosa, y que el ‘quiqunque vult es carbunco y Jacinto’, “y que d’esta manera harán y guarnecerán los vestidos. Y diles que el ámbar significa el officio de nosotros, los ángeles, para hazer lo que quisieren”. Y con estas cosas andaban absortas en Dios.

Una monja, estando rezando en una imagen de la oración del güerto, llegó a besar el pie al señor san Juan Evangelista, y habló el santo en su imagen y dixo: “Igual havías de hazerme unos çapatos...”. Y la santa Juana oyolo y sonriose, y la monja importunola le dixese de qué se havía reýdo, y al fin se lo dixo; y la monja, llena de espíritu, ordenolos en su imaginación de oración [fol. 19r] y penitencias, que no durmió en toda aquella noche. Y al amanecer entró el santo por la cámara donde estaba la santa y sonaban mucho los çapatos, y díxole la santa: “¿Cómo viene Vuestra Hermosura con esos çapatos?”. Dixo el santo: “Ansí me los hizieron“. Y d’esta suerte supo la religiosa cómo su oración avía sido oýda, y como andaban en espíritu eran sus entretenimientos estas pláticas. Y vínolo a saber una religiosa y hízole otros çapatos para su fiesta, procurando grande pureza en su alma. Apareciósele el santo a la santa Juana con ellos muy pulidos, y ansí tornó con ellos a visitar a la santa. Y esta imagen está oy día en la capilla de la güerta, que era su oratorio de la santa Juana. Está vestido el santo de blanco y la capa colorada, y los pies descalços en una tabla.

Veýa la santa Juana, quando yban las monjas a fregar, cómo yban con tanta presencia de Dios que los santos ángeles les ponían sortijas en las manos, y lo mismo hazían quando hazían otras cosas de humildad y charidad. Y quando acudían puntualmente a la obediencia les ponían guirnaldas [fol. 19v] en las cabeças, y a las que eran rebeldes a la obediencia veýa la santa que les davan un bofetón el ángel de su guarda.

Criábase una niña en esta casa que se llamaba Bernarda, y asomose a un poço o noria, y estaba entretenida mirando su sombra abajo, y el santo ángel Laruel dixo: “Juana, imbía por aquella niña a la noria, que está el demonio abajo del agua llamándola con modo de niña, diziéndole “Anda acá conmigo”, con intención de ahogarla por que no llegue a grande, que tiene barruntos que ha de ser sierva de Dios”. Y fueron las monjas que tenían quenta con la santa y hallaron que se quería echar, y llebáronsela a la cama donde estaba tullida.

Entró un día el ángel que se llama san Potens por la cámara donde estaba la santa, diziendo: “Juana, por el camino viene una donzellita que traen a concertar para monja, yo la quiero para mí, que me he enamorado d’ella por señas que es morenita; y yo la he venido escudereando y haziéndole sombreritos con las nubes, por que no la queme el sol”. Y desde a poco llegaron con ella, la qual fue después [fol. 20r] devota d’este santo ángel, el qual dixo a la santa Juana que el Señor le avía dado cargo de regir las nubes. Y las monjas, como sabían esto, quando venían tiempos secos cogían a la devota y echávanla una soga a la garganta, y llevávanla en processión del agua, diziendo al santo ángel que no soltarían a su devota hasta que lloviesse; y con tal fe lo hazían que llovía. Y ansí havía y ay particular devoción con este santo ángel, y es de costumbre en las processiones del agua nombrar en la letanía a san Potens.

Una religiosa que se llamava María de la Madre de Dios tenía gracia de arrobarse. Vio una vez entrar por la puerta de la iglesia a María Evangelista, que era ya difunta, con el libro que escrivió, que se llama Santo Conorte de los sermones que el Señor predicó por la voca de nuestra madre santa Juana, la qual dixo que era de oro; y en la otra mano, una cruz verde. Y esta señora María Evangelista no sabía escrivir, y el Señor le dio gracia para que escriviesse el santo libro, y dixo a esta religiosa que la vio cómo el Señor le avía dado mucha gloria porque le havía escrito. Treze años predicó el Señor y de solos los dos postreros se escribió este santo libro. [fol. 20v] A persuasión del sancto ángel Laruel, púsole el Señor este título de Conorte y concediole el Señor muchas bendiciones y virtudes contra los demonios y tempestades, que mandó el santo ángel que quando alguna estubiesse en pasamiento le pusiessen algo de la lectura d’este libro para defensa del demonio. Y en las tempestades manda la prelada saquen el santo libro o sus traslados, y se ha visto cesar la tempestad muchas vezes. Y las quentas que llaman del santo Conorte, que son unas pardas gordas, dixo el santo ángel, quando las truxo del Cielo: “Estas traen las gracias del santo Conorte”.

Una religiosa havía alcançado don de lágrimas y con grande humildad conocía que no eran dignas que el Señor las recibiese, y viendo el Señor su humildad embiola a consolar con nuestra madre santa Juana, que diziéndole ella “Señor, supplico a Vuestra Magestad se acuerde d’esta religiosa”, le respondió: “Dila de mi parte que se vaya para otra Magdalena”. Esta misma religiosa lloró quando se fue su padre spiritual, que era muy religioso, y fue reprehendida del sancto ángel por nuestra madre santa Juana, y dixo: “Di a Fulana que no se ha de llorar sino por compassión de la Passión del Señor o por havelle ofendido”. Y ella, viendo aquello, propuso de no [fol. 21r] llorar más en semejante causa. Y llegando el tiempo de yrse otro no lloró, y díxole el Señor a la santa Juana: “Dile a María de los Ángeles que las lágrimas lloradas se perdonan por las no lloradas”.

Esta misma fue enfermera y, hallándose algo cansada, queríalo dejar, y perseverando en este pensamiento dixo el santo ángel a nuestra madre santa Juana: “Dile a María de los Ángeles que no dexe el officio, que si le dexa la traeré arrastrando por la enfermería de los cabellos”. Y tomando la religiosa esta reprehensión por grande favor, perseveró en el officio casi veynte años.

Esta bienaventurada tenía otra hermana en esta casa religiosa, y el padre d’ellas se llamaba el Licenciado de la Cámara, al qual vio nuestra madre santa Juana en el Cielo, y la habló y dixo: “¿Cómo están mis frutos de bendición? Encomiéndamelas, y yo ando suplicando me traiga la chica a estos santos reynos”. Buelta la santa de la arrobación, díxoselo a María de los Ángeles, que era la mayor, y ella no se conformó con que su hermana se muriesse; suplicó al Señor se la dexasse, y viendo el Señor la flaqueza de su ánima [fol. 21v] le embió a dezir que escogiesse una de dos: o que se la diesse luego o que si se la dexava avía de ser con pensión de vivir con grandes enfermedades. Y ansí fue que las tuvo las mayores que se an oído. Y ansí dixo el santo ángel a María de los Ángeles: “Pues has suplicado por la vida de tu hermana, el poderoso Dios te embía a dezir que padecerá tanto tu hermana que passará de esta vida con méritos de mártir, y que la pondrá entre los mártires”. Duró algunos años cortando de su cuerpo cada día carne y jamás se quejaba, y ansí acabó santamente. Llamávase Isabel de Jesús. Y María de los Ángeles era muy temerosa de la muerte, y embiola a dezir el Señor con el santo ángel Laruel, con el qual tenía grandes colloquios, que Él le prometía quitarla el temor de la muerte y que no la sentiría. Y la madre de Dios la embió otro recaudo con el mismo ángel, prometiéndola que se hallaría a su muerte y recibiría su alma en sus manos, en una toalla de los méritos de su hijo, y la presentaría al Padre eterno; y que tres horas avía de estar en Purgatorio y estas serían en el valle de Josafad, con tal que perseverase en lo començado. Y desde entonces fue más adelante en la perfeción, y acabó en ella. [fol. 22r] Y después de muerta, quedaron con su cuerpo tres frayles y se durmieron junto a él, y sobrevino tan gran fragancia de olor que los despertó a todos. Y esto es una tilde de lo que d’esta religiosa se podía dezir, y de otras muchas de las compañeras de la santa.

Veýa santa Juana a sus monjas en el Cielo en diferentes figuras, conforme el espíritu de cada una, y admiraba de ver a una en la de tigre (preguntolo a su santo ángel qué quería ser aquello, y díxole que porque era aquella religiosa tigre para el demonio, y le vencía) y otra de paloma y ansí en differencias.

Una religiosa estava haziendo un bolsillo y su pensamiento, en el Cielo, ofreciéndoselo a Nuestra Señora. Y este tiempo estaba nuestra madre santa Juana arrobada y vido a Nuestra Señora con el bolsillo al lado, como lo consideraba la monja, y preguntó al santo ángel qué bolsillo era aquel, y díxola: “Allá es de tu casa, que Fulana se le ha imbiado”. Y la santa, de licencia de Dios, se lo dixo a la religiosa, la qual dio gracias a Dios, que avía recebido tan pequeña obra.

Una religiosa andaba en su coraçón con actos de amor a san Juan Baptista, diziendo: “Señor, tanto como yo bien abrá [fol. 22v] quien os quiera, pero más es imposible”. Y el glorioso santo la imbió un recaudo con la santa Juana, diziendo: “Dile a Beatriz del Espíritu Santo que yo recibo sus servicios, y que sepa que ay quien más me quiera que ella, que es una romera que pide de puerta en puerta, que con las blanquillas que le dan me haze la fiesta”.

Hablando la santa Juana con el glorioso san Juan Baptista sobre su niñez, al fin de muchos coloquios que pasaron entre los dos, le preguntó la santa cómo le avía ido en el desierto. Como era tan chico y tierno, díxola cómo a la hora de tomar un poquito de sueño venía una sierpe “y se hazía rosca para que yo me echase y con su calor passaba, y alrededor de mí se cercaban el león y la onça y el lobo y el tigre y los demás animales feroçes, y con su bao me calentaban. Y quando mi corpeçito estaba traspassado de necessidad, venía el santo Cordero a mis braços y con su tacto quedaba harto y confortado. Y d’esta manera pasé hasta que el Señor me mandó salir a predicar [4]. Y yo te digo, Juana, que salí de los grandes trabajos del yelo y sol con tal figura que no parecía persona humana”.

Era de costumbre en esta casa dar al pueblo de Cubas, [fol. 23r] la mañana de san Juan Baptista, una imagen de bulto del mismo santo que está en una caxa en el coro alto, que es de penitencia antiguo hombre barbado, por que no se entienda que es la del niño. Y viniendo por él, estándole adereçando en sus andas la santa y las monjas, hablolas el santo en su imagen y dixo: “Juana, di a las monjas que se den prissa, y acaba ya de adereçarme y ponerme la albahaca, que soy muy amigo d’ella, que vienen ya los moços con su dança de espadas por mí”. Y asomáronse las monjas y viéronlos que ya venían. Y esta es la imagen que vio la santa que el cordero que tiene en la mano le lamía el rostro, y que era contra las tempestades.

Hablando san Santiago el Mayor con nuestra madre santa Juana, entre otras pláticas y coloquios que tubieron, le dixo: “Tan chico se está este pueblecito, Cassarrubuelos, como quando yo estaba en España y prediqué en él”.

Hablando nuestro padre Adán con la santa Juana le dixo, en modo de queja, que no se acordaban d’él los humanos, si no era para murmuralle, y que estaba siempre rogando a Dios que se salvassen todos sus hijos. Y nuestra madre Eva habló a la santa muchas veçes, y dixo nuestra madre [fol. 23v] que era hermosísima y que la veýa como de edad de treynta y tres años, y que parecía mucho en las faciones a Nuestra Señora, y en el habla.

Quando estaba tullida nuestra madre santa Juana tenía muchas visitas de los santos y santas, entre las quales la visitava nuestro padre san Francisco, y dezía la santa que quando hablava de las monjas las llamava ‘mis filias’; y san Antonio de Padua le traýa al Niño Jesús; y san Acacio con sus diez mill compañeros. Y díxole el santo ángel a nuestra madre que, passado el Juiçio Final, abía de aver una escala desde Jerusalem al Cielo, para que los celestiales bajassen a adorar los lugares sanctos donde andubo nuestro Redemptor, y que ni más ni menos avía de aver otra escala desde la cámara donde estaba nuestra madre santa Juana al Cielo, y más le dixo: “y esta escala ha de ser desde este lugar donde tú estás, porque a esta cámara la llaman en el Cielo la cámara de los ángeles, por los muchos que bajan y suben a este santo lugar, que habló el Señor en él”.

Veýa la santa Juana que entraban los ángeles por entre la tierra y edificios a adorar las arenitas donde Nuestra Señora puso sus pies, quando apareció tantas vezes en esta santa casa y lugar.

[fol. 24r] Dixo Nuestra Señora a nuestra madre cómo escogía desde el vientre de su madre a las religiosas que traýa a su santa casa; más dixo Nuestra Señora a nuestra madre: que tenía alcançado de su precioso hijo muchas misericordias a todos los que mirassen por su santa casa, hasta quien cogiesse oja para la lumbre.

Siendo nuestra madre santa Juana tornera, llamó al torno señor san Andrés Apóstol y ella fue a responder, y como le conoció díxole nuestra madre: “¿A qué buena Vuestra Hermosura por acá?”. Respondió el apóstol: “Vamos yo y mi compañero san Nathanael en hábito de pelegrinos a Cubas”. Y en esto tañeron a vísperas en la iglesia del mismo lugar, que es vocación de san Andrés, y díxole el santo: “Quédate con Dios, que tañen a vísperas en mi yglesia y voy a hallarme en ellas”. Y las monjas supiéronlo y fueron al zaquizami a verlos. Otra vez llamó el santo ángel san Laruel al torno, la santa respondió y el ángel bolvió el torno y dixo: “Juana, toma allá essas quentas, que se le cayeron a un pelegrino camino de Santiago, y te las traigo”. La santa las recibió, dándole muchas gracias por las [fol. 24v] mercedes que siempre la hazía. Y estas quentas son dos açules grandes, y la una está en el coro alto oi día, en la ventana de las quentas. Y no solamente el ángel y santos llegaban al torno, mas la misma Reyna del Cielo y su hijo precioso, como más largo está escrito en la vida de esta santa, puniéndole la Reyna del Cielo el Niño Jesús en el torno, llegando la santa con pensamiento que el torno era cuna para mecerle.

Estando la santa Juana arrobada en el Cielo llegó a ella un niño y díxole: “Yo soy de tal reyno, donde se me haze fiesta, que subí a este reyno de los Cielos por corona de martirio, siendo de edad de cinco años, y llámome san Andrés. Diles a tus monjas que se acuerden de mí, que yo me acordaré d’ellas, y en particular a Fulana, que la quiero para mi amiga. Mi día es a diez y siete de junio”. Y esta devoción dura en esta santa casa con este santo oy día, y dixo este santo que quería tanto a sus devotas que, si fuera menester tornar a este mundo a padecer por ellas, lo hiziera de muy buena gana.

Entre los muchos ángeles que en particular hablavan a la santa Juana en el Cielo y la pedían los ayudase a rogar por las provincias que tenían a cargo, son ochenta y quatro, y [fol. 25r] supiéronlo las monjas de esta manera, que en bolviendo de los raptos, la importunaban les dixiesse algo para su consolación, y la santa les dezía: “encomendá a Dios, hijas mías, a tal provincia o tal reyno, que yo os digo que el ángel su custodio, a quien Dios se la dio a cargo, me ha dicho que está dada sentencia del poderoso Dios de destruilla, y me ha pedido le ayude a rogar por ella; hazeldo vosotras también para que se enmienden y alce Dios su yra”. Y estando con ella hablando, llegaban otros y nombrávanse unos a otros, y algunos le pedían lo mismo, y ansí sabía sus nombres y los hizo escrivir; y estos ángeles dezía que eran de los muy altos. Y dixo la santa que el ángel que se llamava san Zupiel es el del güerto, quando el Señor estaba orando en él; y que señor san Laruel fue ángel de guarda del rey David y de san Gregorio y de san Jorge, “el mismo ángel san Laruel, mi guardador, me lo ha dicho, y díxome más: “Yo he pedido al poderoso Dios que tú seas la postrera alma que guarde, y he suplicado al poderoso Dios me haga general del Purgatorio y hámelo concedido”. Y muchas vezes me lleva consigo al Purgatorio y le veo entrar por las llamas, [fol. 25v] y saca muchas y me las da a mí que las guarde mientras entra por otras ánimas, y llevamos muchíssimas. Y los demonios dan muchos ahullidos y dizen: “Este rapa almas... que no basta lo que haze con la que trae consigo, sino que viene a despojar el Purgatorio”. Y véole esgrimir con ellos con una espada, otras vezes le veo echar anzuelos y pescar almas, y dízeme más mi santo ángel: que de todas las personas que os tocan tiene cuydado”.

[JUANA DESCRIBE A SU ÁNGEL]

Hablando la santa con sus monjas del lugar donde el ángel la ponía quando se arrobava, y fiestas de la ciudad de Dios y la ermosura de los edificios y moradores d’ella, dize: “¿Decísme, amigas, que os diga de mi santo ángel? Paréceme que no ay cosa en la tierra, por hermosa y preciada que sea, a que se pueda comparar. Es muy hermoso donzel y muy más resplandeciente que el sol, blanco y colorado, rubio y muy claríssimo, y de muy suavíssimos olores, e de bulto muy precioso, e de gesto muy sereno, e grabe persona de muy gran reverencia e dignidad. Tiene alas de colores e pinturas, las quales no le nacen de las vestiduras, mas de su mesma persona, y assí como los otros santos ángeles les nacen alas de sí mesmos. La vestidura del santo ángel [fol. 26r] mi guardador es de ynestimable valor e de incomparables colores. Yo le veo vestido de muchas maneras, mas direos los motes que trae bordados en ellas, con los quales yo mucho me consuelo: trae en su cabeça corona e diadema preciosa más que el oro, cercada de piedras preciosas, y en la frente una cruz esmaltada, hecha a manera de joyel, con letras a la redonda que dize confiteantur omnes lingue quoniam Christus est Rex Angelorum; e trae otras letras bordadas en la vestidura encima del pecho, que dize Spiritus Sancti gratia iluminet sensus et corda vestra; y en la manga del braço derecho trae bordada de pedrería la señal de la Cruz, con pie y con ramos muy hermosos que adornan toda la manga y la cubren, y el pie de la cruz hazia la boca de la manga y lo alto d’ella hazia el hombro, con letras en la misma cruz que dizen ecce erucem Domini fugite partes aduerse; y en la manga del braço siniestro trae bordada la misma divisa de la santa Cruz, con los clavos y todas las insignias de la Passión, y letras que dizen dulce lignum dulces clavos dulce pondus sustinct que sola fuisti digna portare pretium suius seculi; y en el calçado de los pies [fol. 26v] trae labradas de pedrería letras que dizen quam pulcri sunt gressus tui filia Principis; y en el calçado de encima de las rodillas, letras muy ermosas que dizen flectamus genua levata, encima de las muchas otras letras que dizen celestium torrestium et Ingernorum. E las mismas insignias de la santa Cruz y los clavos y todas las armas de la sagrada Pasión trae pintadas e dibujadas, por muy rica manera, en un lindo pendón. E junto con ello trae figurada e dibujada la imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús en los braços, e de otras maneras e misterios, ansí como quando Él y ella estaban acá en la tierra, e como después entrambos subieron a los Cielos; en especial la trae pintada como ella está en su trono real, sentada e cercada de vírgines e santos ángeles, que la están sirviendo. Y estos motes y armas tan preciosas son ansí para defensión de las ánimas que él tiene en guarda, como para provecho de las del Purgatorio. E también los santos ángeles se arrean e precian de adornar sus personas e vestiduras de las insignias e armas con que su Dios y Señor hizo la obra de la redempción. Las ánimas del Purgatorio se gozan mucho con su visitación, que se recuerdan [fol. 27r] de su Dios en los tormentos que padecen. Este mi santo ángel siempre anda en buelo, e otras vezes de hinojos, e también en buelo véole venir algunas vezes e descender de lo alto hazia el lugar que yo estoy; deciende y viene asentado en un trono e silla, y en buelo por el ayre. Y es todo muy rico e resplandeciente e adornado de muchas pedrerías, e trae en su mano algunas vezes a manera de cetro muy precioso, e otras vezes trae un instrumento con que tañe de tan admirable especie que, en solo tocarle, haze qualquier son e armonía que quiere hazer quien lo tañe; dize las palabras como las puede dezir e cantar qualquiera persona humana, pero muy más suaves e deleytosas de oír. Múdase este laúd en otros instrumentos, los quales todos hazen muy acordado y deleytoso son, según cada uno en su especie. Este mismo santo ángel no es de los ángeles que da Dios guardadores de almas, porque es de más alto coro; las alas que yo le veo quando me lleva entre ellas algunas vezes son seis e ocho e diez. No se le encomiendan todas las almas, sino algunas señaladas, porque yo sé tubo en cargo al señor san Jorge y al rey David, y al señor san Gregorio y a otros santos singulares. A las ánimas de dignidad [fol. 27v] e santidad dáseles ángel principal, y él tiene muchos privilegios, e ansí le he oýdo yo llamar en el Cielo a los santos ángeles e santos ‘el ángel privilegiado’. Tiene licencia de Dios de responder algunas preguntas que le fueron fechas de las personas de la tierra, por intercessión de mí, su indigna sierva, o por las otras almas que ha tenido a cargo, y esta respuesta se entiende en quanto fuere la voluntad de Dios. De todos los nueve coros de los ángeles tiene gracia singular e don: el abrasamiento de Serafines, la çiençia e conocimiento de los Cherubines, y el servicio y adoración de las Dominaciones, e la holgança de los Tronos, y el mando de los Principados, y la pelea de las Potestades, e la adoración e charidad de las Virtudes, e la revelación de los Arcángeles, y el oficio de los Ángeles. Tiene otros e muy grandes e singulares dones, los quales dados de la mano de la muy poderosa Trinidad, la qual le dotó como puede e quiso y le inflamó en su divino amor. Tiene officio de ayudar a las ánimas de Purgatorio, yéndolas a visitar e consolar por los méritos de la muerte e Passión de Nuestro Señor Jesucristo, e merecimientos [fol. 28r] de su santa Madre; sácalas a fiestas e líbralas de las penas e defiéndelas de los demonios, e por eso anda vestido e adornado de tan ricas libreas e guarnecido de tan preciosas armas. Ansí como los demonios le sienten venir e le ven alçar el braço derecho con la señal de la santa Cruz, van todos huyendo e ahullando e dando muy espantosos gritos e gemidos, a manera de canes mordiéndose unos a otros. E muchas vezes va al socorro e ayuda de las ánimas e personas que están en pasamiento, llevando consigo a otros muchos ángeles que le ayuden a defender aquella persona que en tan gran batalla está de tentaciones de los demonios. E algunas veçes le digo yo, quando son difuntos mis devotos e personas que se me an encomendado, que tienen conocimiento de mí por oýdas o parientes de vosotras, señoras, o personas que os conocen, de las quales si son difuntas algunas d’ellas o están en tribulación, que le digo yo que se acuerde de tal persona que es difunta o de tal, si es viva, que está angustiada. Respondiome: “Ya yo he hecho lo que he podido y, si es difunta, yo fui a su muerte e passamiento, e llevé conmigo otros santos ángeles, e la acompañamos e libramos [fol. 28v] de peligros hasta que fue juzgada, e tengo cuydado d’ella hasta que está en descanso”. E yo le digo: “Pues nunca, Señor, se la havía encomendado a vuestra ermosura”. Respondiome: “No es menester que tú me la encomiendes, que para esto basta la charidad que mora en los ángeles e saber yo que tiene memoria de ti aquella persona, o conocen a tus hermanas o tienen deudo con ellas, para hazer yo toda mi posibilidad”. Dezía esta Bienaventurada: “Yo sé, y aun por vista, que las personas que por mi intercessión tienen devoción en este mi santo ángel, de que son passadas d’esta vida y están en Purgatorio y las va él a visitar, aunque va entre otros muchos santos ángeles, le conocen e le dizen: “Paréceme, Señor, me da el espíritu, aunque yo no os conozco ni he visto ni nadie me lo ha dicho, que sois el ángel guardador de una persona que vive en la tierra, que se llama Juana de la Cruz”. E las respondió: “Verdad es, ánima, que yo soy, y de la mano del poderoso Dios tienes ese conocimiento”. Ellas entonces híncanse de hinojos e danle gracias por los bienes que les ha hecho, e le suplican no las olvide. Quando me lleva mi santo ángel [fol. 29r] veo algunas vezes muchos demonios, y házenme algunos d’ellos enojos y miedos; entonces mi santo ángel esgrime una espada muy rica que trae y ellos, viéndole esgrimir la espada, huyen todos y han muy gran miedo e tiemblan, porque él pelea con ellos e los hiere, e tiene él solo más poder para pelear e vencer que muchos demonios juntos. Trayéndome mi santo ángel una vez de la mano, vi a deshora muchedumbre de demonios muy espantables e figuras en diversas maneras, e venían hablando entre sí unos con otros: “Estos garçones boladores e resplandecientes, ¿en qué se andan aquí, quitándonos nuestras almas, los açemileros? Que contino andan cargados de insignias del Crucificado, acarreando ánimas christianas a Dios e buscándoselas de todas maneras que pueden, en especial este que va aquí delante, que es un rapa almas que no le basta lo que haze con la suya que Dios le dio en cargo, mas otras muchas nos quita, ansí de personas vivas como difuntas, d’entre las uñas, y las perdemos por los ruegos que él haze a Dios e por los consejos que Él le imbía con aquella que allí va con él. Mas nosotros procuraremos de echar nuestro estiércol en sus oýdos quando estén más limpios y ansí [fol. 29v] les ensuciaremos sus almas, que son nidos de Dios. Mas este Jesucristo a todos sus christianos dexó redimidos, y aun hasta los niños chiquitos; dexó remedios que no se los pudiessen quitar, y ansí nos arrebatan todos quantos ellos pueden”. E diziendo los demonios estas y otras muchas palabras contra Dios y los santos ángeles y contra los buenos christianos, bolvió contra ellos mi santo ángel esgrimiendo su muy luzida espada e, hiriéndolos muy reziamente, dezía: “¡Andad agora, demonios malignos e traidores, que vosotros soys açemileros!, que nosotros los ángeles tenemos las ánimas en guarda; no somos sino ayos de los hijos e hijas del Rey del Cielo, e como fieles siervos e leales amigos procuramos de le acarrear todas las ánimas que son suyas, e quitarlas a cuyas no son”. Y ansí fueron los demonios huyendo y dando muchos ahullidos.

[TABLA DE CORRESPONDENCIAS ENTRE MONJAS Y ÁNGELES]

[fol. 30r] [fol. 30r] Son tantos los favores y mercedes que Nuestra Señora hizo a esta su santa casa que, después de haver aparecido en ella nueve vezes y ser su fundadora, dezía a nuestra madre santa Juana que era abbadesa d’ella. Y viendo los ángeles y santos que la Reyna del Cielo nos hazía tantas mercedes de querer ser nuestra abbadesa, pedíanle liçençia algunos para ser officiales, nombrándose cada uno official del officio que tenía la monja que le tenía devoción; y otros tomando parentesco con nosotras, otros pidiendo les rezassen en sus fiestas las devociones que ellos dezían, y que a quien lo rezare les alcançarán muchos favores de Dios.

Comiença la Tabla:

  • La Madre de Dios, abbadesa.
  • Vicaria, señora santa Ana.
  • Tornera, señora santa María Magdalena (y dixo que quería ser nuestra tía).
  • Sacristán del coro bajo, señor san Alexo (y dixo que, quando fuessen las religiosas a confessar, le rezassen un ‘Pater Noster’ y una ‘Ave María’, y que les acordaría los pecados).
  • Sacristán del coro alto, señor san Jorge.
  • Refitolero, señor san Juan Baptista.
  • [fol. 30v] Guarda del ganado, señor san Juan Evangelista y la monja que guardava este ganado (se llamava la Loçana, que este nombre le pusieron los ángeles por la pureça de su alma).
  • Provisora, señora santa Marcela.
  • Enfermera, señora santa Marta.
  • Laborera, señora santa Ynés (y dixo a nuestra madre santa Juana que, si ella fuera monja, que guardara mucho silençio).
  • Señor san Acaçio y sus compañeros, guarda de la casa con un santo ángel de los muy altos, a quien Dios tiene dado para guarda d’ella, lo qual se vio por experiencia quando los comuneros venían a robar la casa y vieron, antes que llegassen, muchos cavalleros armados alrededor d’ella, hasta encima de los tejados, y como esto vieron se fueron huyendo, diziendo: “¡Qué poderosa debe de ser esta casa, que tanta guarda tiene!”. Y nuestra madre santa Juana dixo cómo aquella cavallería era celestial, que Nuestra Señora avía imbiado para la defensa de su santa casa.
  • El ángel san Laruel es provincial, y nuestra madre santa Juana le llamava, hablando d’él, algunas vezes [fol. 31r] ‘Su Hermosura’ y otras ‘el Señor Duque’. Y quando venía del Cielo a traer las quentas, lo echaban de ver las religiosas en la fragancia de olor que avía en la casa, y dezía: “El Señor Duque ha venido”. Y entonces iban a la cámara adonde estaba nuestra madre santa Juana y miraban el cofrecito, y hallaban cómo las avía ya traýdo. Y también echavan de ver quándo venía el Señor Duque por ellas, y iban las religiosas a ver el cofrecito y no las hallaban allí. El bendeçir el Señor las quentas a nuestra madre santa Juana duró muchos años por orden de su santo ángel. La santa estaba tullida y sobre un altar que ella tenía en su celda estaba un cofrecido, y deçíales a las monjas que truxessen quantas quentas quisiessen y las metiessen en él y le cerrasen con llave. Hazíanlo assí y llevábansela, y passado algún tiempo, quando era la voluntad de Dios, olían los olores ya dichos, aunque estubiessen en differentes officinas las religiosas, y venían corriendo adonde estava la santa tullida y dezíanle: “O, señora, ya ha venido el Señor Duque, no es posible menos porque hemos olido sus olores”. Y la santa sonrreýase y dezía: “Sí, mis amigas, [fol. 31v] abrí el cofrecito y veréis las grandezas de Dios”. Y las monjas entonces abrían el cofrecito y no hallaban las quentas, y dando muchas gracias a Dios, tornávanle a cerrar vaçío y llevávanse la llave, porque lo quería ansí la santa. Y quando el Señor era servido, passados algunos días o horas, tornaban las religiosas a oler los olores celestiales, y todas venían con mucha devoción y abrían el cofrecido, y hallaban las quentas y, alabando a Dios, poníansele a la santa sobre la cama, y ella iba repartiendo las artas de quentas a cada una, y traýan muy grande fragancia de olor. Junto con las quentas ponían ‘Agnus Deies’ y crucifixos y otras imágenes, y junto con las quentas lo llevava el ángel. También ponía la santa, por mandado del ángel, unos torçales de hilo, y bolvían anudados, hechos nudos a modo de cordón de nuestro padre san Francisco; unos venían más gordos y otros más delgados y algunos más flojos, y dezía el ángel: “Juana, toma allá estos nudos, y estos más floxillos te digo cierto son hechos por mano de los más altos serafines, y los demás han anudado los ángeles y an estado en manos del mismo Dios, y los ha bendecido con las quentas y te los imbía para bien de las almas. Y yo te digo que todas [fol. 32r] las personas que con fe viva las truxeren serán favorecidos de Dios en esta vida, y en el Purgatorio experimentarán sus virtudes, y en el Cielo serán señalados con particulares resplandores, y sus cuerpos, en el día del Juicio, ternán gozos accidentales, por haver estado estas preciosas quentas en el Cielo y en manos de Dios y de los ángeles y de la misma Madre de Dios”. Las primeras quentas que llevó el ángel al Cielo fue el rosario de la santa, y luego las monjas que lo supieron pidieron a la santa Juana intercediesse ubiesse aquella misericordia para sus rosarios. La santa, llena de charidad, pidió a su querido Esposo para todas. Y ansí mercaban rosarios de muchos colores, unos blancos, otros negros y pardos, y de açabache y palo e de differencias de colores. Y d’esta suerte ay quentas de muchas differencias, todas bendecidas del poderoso Dios, el qual dixo a la santa Juana y al ángel san Laruel que las que tocaren a ellas tendrán las mismas bendiciones que las originales (que echarán demonios de los cuerpos de los hombres y librarán de sus açechanças, darán salud corporal y espiritual), y que las truxessen con devoción, y que [fol. 32v] rezando en ellas por los que están en peccado mortal su Magestad yrá disponiendo aquellas almas, para que salgan d’él por la virtud que ha puesto en estas quentas.

[SUCESO OCURRIDO A LA RELIGIOSA GERMANA DE LA ASCENSIÓN CON UNA IMAGEN]

[fol. 33r] Y tiénese en tanta veneración esta santa ymagen quanto es notorio. Es la que sale el día de su aparecimiento. Y como esta santa immagen sea de bulto, una religiosa [5] fue con mucha devoción a quitarle una raxita. Y hechas muchas reverencias, pidiéndole licencia y perdón, llegó con un cuchillito a quitarla, y a desora se halló arrojada en mitad del coro y, como quien dispierta de un sueño, dixo: “¡Váleme Dios! ¿Yo no estaba subida en el altar? ¿Cómo estoy aquí, tan lejos d’él?”. Y toda turbada y temblando, y la cabeça encajada en una ventanita del mismo facistor, qu’está en mitad del coro alto. Y esto contó a algunas religiosas con grande humildad y temor de Dios y de su Madre, la qual religiosa era gran devota de esta santa imagen, la qual es difunta y fue de vida muy exemplar y de mucho crédito y perfeción de vida.

[GRACIAS QUE EL SEÑOR HIZO A LA CASA]

Las gracias que Nuestro Señor concedió en esta santa casa en imágenes y fiestas y cofradías, por intercesión de nuestra madre santa Juana de la Cruz, son las siguientes:

  • Pidió Nuestra Señora, en esta santa casa, que para el día del nascimiento de su precioso hijo rezasen al benditíssimo [fol. 33v] Niño nueve aguinaldos, cada uno de a trecientos versos de lo que quisieren[6].
  • El día de la circuncisión del Señor, rezando al Niño Jesús que tiene la imagen grande de Nuestra Señora, la que consagró el Señor, cinco ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ concedió el Señor una ánima de Purgatorio. Y a este niño oyó hablar nuestra madre santa Juana de la Cruz con el niño de Nuestra Señora la de Torrejón, quando vino en processión.
  • Desde el día de los santos reyes, rezando cinco ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ se gana lo que se sabe que concedió Nuestro Señor. En esta santa casa hase de rezar hasta el día del Baptismo y offrecerse al del Señor. Y lo mismo se gana diziendo el psalmo de ‘Miserere mei Deus’ y, llegando al verso de ‘Aspergesme’, echarse con el isopo un poco de agua bendita en el hombro.
  • Desde el día de los santos reyes hasta el día de san Valentín, que es quando el Señor ayunó, rezando cada día quarenta ‘Credos’ y quarenta vezes la oración de ‘Ave Jesús’, que es la que se sigue, concedió el Señor a quien [fol. 34r] lo rezare como si lo ayunare.

Ave Jesús, santo salvador.

Ave Jesús, dulce redemptor.

Ave Jesús, deleyte y alegría de los desiertos.

Ave Jesús, flor de los campos y lirio de los valles.

Ave Jesús, santificador de las aguas y de los baptismos.

Ave Jesús, consolación y alegría de los baptizados,

resureción de los muertos, vida de los vivos, gloria y bienaventurança de los que en ti esperan. Miserere mei. Amén. Amén. Domine, miserere mei.

  • Para la dominica del perdimiento se han de rezar tres ‘A te levavis’ y tres ‘Magnificas’ y tres ‘Salves’, començando desde el juebes hasta el domingo.
  • El día de la santa purificación vio nuestra madre santa Juana en una revelación cómo se da sentencia en el Cielo a todos los que avían de morir aquel año, y los santos ángeles guardadores de aquellas personas yban a pedir a los demás ángeles, diziéndoles: “Señores, ayudadnos a rogar por nuestros súbditos que tenemos a cargo, que les es dada sentencia de muerte”. Y también se da sentencia aquel día a todos los que han [fol. 34v] de tener trabajos y enfermedades. Y este día es día de yncienso; hase de tomar un grano en la boca y rezar cinco ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ en cruz, con una candela en la mano, y en acabando de rezarlo, echar el incienso con la boca en la lumbre. Otorgó el Señor, por intercessión de nuestra madre santa Juana, perdón de las faltas de los votos.

[RELATO DE LOS APARECIMIENTOS DE LA VIRGEN]

Revelación del aparecimiento de la Madre de Dios de la Cruz.

Dixo nuestra madre santa Juana: “Muchas vezes he visto en el año a Nuestra Señora venir a visitar a esta su santa casa, de la qual muestra tener especial cuydado y deseo que su santo aparecimiento sea estimado, porque no fue una vez sola la que su Magestad se apareció en este lugar, mas nueve días arreo me dixo mi santo ángel fueron los que se apareció. Y el primero fue el primer día del mes de março, hasta el noveno, que es el postrero aparecimiento y más público, porque en este día puso la cruz por señal, diziendo que quería le hiziessen allí su iglesia. E cada año, en este día en el qual se celebra su santo aparecimiento, la he visto [fol. 35r] venir a hora de la media noche en una processión muy admirablemente ordenada, soleníssima e apostada de muchas riquezas y resplandores de gloria, acompañada de muchedumbre de ángeles y santos y santas, e también vienen con su Magestad las religiosas difuntas hijas del monasterio y, ansimismo, vienen todas las ánimas que en vida fueron devotas del santo aparecimiento de Nuestra Señora, y las ánimas de los bienhechores del monasterio. Y estas ánimas de los bienhechores, algunas d’ellas, son libradas de penas, e a otras las trae Nuestra Señora con licencia de su precioso hijo para darles descanso en esta su fiesta. Y esta preciosa processión viene al monasterio con muy grandes cánticos e músicas celestiales e instrumentos de diversas maneras de melodía, y antes que entre en la iglesia y casa, da una buelta e bendize Nuestra Señora los campos e tierras e frutos en ella aparecidos media legua a la redonda del monasterio; y después entra dentro y va al dormitorio y bendize las religiosas con grande amor, y dize: “Esta casa es mía y no [fol. 35v] la tengo de olvidar. Mío es este lugar, yo no lo entiendo a olvidar, y pues no lo entiendo olvidar no quiero dejarle de visitar. Estad constantes en los trabajos e penas presentes e por venir, que ansí se ganan las coronas, las quales yo tengo en depósito, si os contentáis, siervas mías, con mi depósito; si no, daldas a quien os las guarde y guardaldas vosotras, por que deis buena quenta a Dios, mi hijo, el día del Juicio e merezcáis reynar con Él para siempre”. E manda algunas vezes a los santos ángeles guardadores de las mesmas religiosas les pongan guirnaldas en las cabeças de rosas blancas y coloradas, y d’estas cosas ellas no ven ni sienten ninguna cosa. Y desde el dormitorio va la santa processión al coro y allí está hasta que se dizen los maytines [7] y ansimismo está Nuestra Señora con toda la compañía en la missa e sermón, e bendize los pueblos que vienen a celebrar su santo aparecimiento y ruega a su precioso hijo, estando en el sacro sacramento del altar, por las religiosas que habitan e moran en su casa e por todos sus devotos, e muy en especial por los que allí presentes están, les otorga los perdones [fol. 36r] de su santa Iglesia. Y dize Nuestra Señora: “Norabuena venga Dios trino y uno, verdadero hombre celestial, a estar en el santo sacramento del altar, y con Él la corte celestial. Bendiga Dios a la compañía humanal. Soy la bienaventurada Madre de Dios e vosotras, bienaventuradas”. Y quando se quiere yr la processión, despidiéndose del altar alça Nuestra Señora su preciosa mano e, santiguando los pueblos dándoles su santa bendición, luego desapareció y toda la compañía celestial, y a mí tornome mi santo ángel en mis sentidos corporales. Y quando estas cosas veo e oygo, que es este día de Nuestra Señora, dize e haze algo en la processión que viene su Magestad. Y quando no estoy elevada quando viene a visitar su iglesia e casa, plaçe a Dios lo vea estando en mis sentidos y que, a la despedida, me lleve consigo, aunque no lo merezco. Son tantos los perdones e gracias que Nuestra Señora tiene alcançados del poderoso Dios, hijo suyo, para esta santa iglesia donde ella se apareció, que si las gentes lo supiessen vendrían de muchas partes de rodillas por ganar tanto bien para sus ánimas; que como Nuestra Señora, con tan gran deseo y caridad que tiene que las ánimas se aprovechen, [fol. 36v] pidió una sublimada merced a su precioso hijo, y es que le otorgasse tantos perdones en esta su santa casa y yglesia como ebras de yervas e de cosas de flores e ojas estuvieren nacidas en la tierra, media legua a la redonda del lugar donde ella puso la cruz con sus preciosas manos. Y Nuestro Señor Jesuchristo, hijo suyo, se lo otorgó, y esto desde que se edificó esta santa iglesia y casa. Y más me dixo mi santo ángel: que están concedidas en esta iglesia, sin ninguna condición, los perdones de santa María de los Ángeles. Y ansí se entiende que, aunque no vengan confessados ni rezen cosa señalada, sino viniendo contritos a visitarla, y ansimesmo quien rezare nueve ‘Avemarías’ o otras qualesquiera oraciones (en tal que no sean menos de nueve y sean de Nuestra Señora, offrecidas a los nueve aparecimientos que se apareció a Inés), ganarán muchas gracias y les será otorgada la petición que justamente pidieren a Dios. Esto en qualquier día del año que lo rezaren, y muy más lo ganarán rezándolo los propios días, que es el primero día del mes de março hasta el noveno del mesmo mes, todos nueve arreo. Y quien hiziere dezir [fol. 37r] nueve missas a Nuestra Señora, en reverencia d’estos nueve aparecimientos, será socorrido en su tribulación y aprovechará mucho a los difuntos.

La manera en que se mostrava su Magestad cada un día de los aparecimientos: fue primero de poquito bulto; el segundo como quando era niña recién nacida; el tercero como de tres años, que la offrecieron al templo; el quarto como de la edad que fue desposada con el santíssimo Joseph y el hijo de Dios encarnó en ella; el quinto de la edad que fue a visitar a santa Isabel; el sexto como quando parió al hijo de Dios (y en este día quien rezare es bien tenga memoria de la fiesta de la santa O); el séptimo como quando le presentó en el templo; el octavo como quando fue huyendo a Egipto (y en este día quien rezare tenga memoria de la fiesta de las nieves); y el noveno como quando estava al pie de la Cruz. Y quien rezare tenga memoria de su muy gloriosa asumpción, porque otros santos aparecimientos hizo Nuestra Señora con memoria de sus nueve fiestas.

[CELEBRACIONES DE LOS SANTOS Y ÁNGELES]

[fol. 37v] El día de señor san Gabriel es nueve días antes de la santa encarnación, y pidió que le rezasen estos nueve días cada día nueve ‘Maristellas’, porque se quería enjoyar para la fiesta de Nuestra Señora. Y ansí es costumbre rezárselas desde el tiempo de nuestra madre santa Juana, y dezirle unas vísperas y missa su día.

El juebes santo, desde que se encierra el santíssimo sacramento hasta la mañana de la resureción, se rezan las vidas, que es cada una de treynta y tres versos de lo que quisieren, con la oración que dize: “Respice qui transis quia tu es mihi causa doloris et vivas moriar sed non desunam te amavi si de sieris ainpeccari”. Y quince ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ en cada vida se gana doblado. Perdona el Señor por ello las faltas de nuestras obligaciones.

El viernes santo se ha de rezar en un crucifixo pequeño del Cielo treynta y tres ‘Animas Cristis’ y treynta y tres adoraciones de la santa Cruz, que es la que se sigue [8]“Adórote, Cruz bienaventurada, que de los delicados y venerables miembros de mi Señor Jesucristo fuiste guarnecida, y de su preciosa sangre toda cubierta y toda [fol. 38r] teñida”. Concedió Nuestro Señor treynta y tres ánimas de Purgatorio.

Más: en este proprio día han de rezar quarenta ‘Credos’ en la quenta cristalina.

Más: en el crucifixo de bulto que está en el coro alto, junto a la custodia, han de rezar dos ‘Credos’. Este mismo día concedió el Señor muchas indulgencias.

El sábado santo, antes que amanezca, han de rezar ducientas ‘Avemarías’ a la fe que tuvo la Madre de Dios de que había de resuscitar su santíssimo hijo. Concedió Nuestro Señor de darles fe a la hora de la muerte.

Más: el domingo de la resureción, antes que amanezca, an de rezar docientas ‘Reginas celi’, pidiendo albricias a Nuestra Señora. El día en que cae la fiesta de san Laruel, ángel de nuestra madre santa Juana, es a veynte y nueve de abril. Súpose d’esta manera: deseando las religiosas hazelle algún serviçio a este santo ángel, suplicaron a nuestra madre santa Juana supiesse d’él en qué día quería que se le hiziesse fiesta; preguntóselo [fol. 38v] y respondiola: “Dile a tus hermanas que en veynte y nueve de ábril, este día me hazen fiesta en el Cielo”. Y ansí, desde entonces, es costumbre dezirle unas vísperas y missa solemne.

Día de la Cruz de mayo nació nuestra madre santa Juana de la Cruz y tomó el hábito y murió; y en este día es costumbre en esta santa casa, en acabando de comer, yr a dar gracias adonde está su santo cuerpo, y allí dizen una corona de himnos y antífonas de las letras de su nombre. Y a la tarde cantan las coplas que dizen “Esposo, ¿si avéis oýdo quién me robó mi sentido?”, las quales están escritas al principio d’este libro, y leen allí su tránsito, y antes le solían dezir vísperas de virgen delante del arco donde está. Para el día de señor Santiago el Mayor an de tener rezados mil ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ con requiem. Otorgó el Señor, por intercessión de nuestra madre santa Juana, de sacar una ánima de Purgatorio para siempre aquel día.

Para la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves [fol. 39r] han de rezar cinquenta psalmos del psalterio, con requiem, y el ‘Canticum grado’.

Y para la santa transfiguración ha de rezar cinquenta vezes el psalmo de ‘Miserere mei Deis secundum’ con ‘Gloria Patri’ y cinquenta ‘Credos’ y cinquenta ‘Salves’, y an de rezar este día el officio de las vírgines y, en una missa, han de rezar el evangelio de los mártires, que dize: “Dejen padre y madre y parientes y amigos por Dios”. Y para las que esto hizieren y rezaren, vio nuestra madre santa Juana cómo en el Cielo havía un monasterio como esta santa casa y que allí havía un cofre en que el Señor depositava estas oraciones, para enjoyar a las que fuesen allá.

El ayuno de la santa asumpción de Nuestra Señora comiença desde la santa visitación hasta la víspera de la misma fiesta de la santa asumpción; han de rezar las que le ayunan quinientos ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’. Prometió Nuestra Señora a las que esto hizieren de que sacaría de Purgatorio (y yría su Magestad misma por ellas) tantas ánimas como días vivió la [fol. 39v] misma Reyna del Cielo. Y viendo que por la flaqueça de las gentes vendría tiempo que no se ayunasse, dixo su Magestad concedería lo mismo a quien rezase mill y quinientos ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ con requiem.

La oración de ‘Ave sanctissima Maria’, quantas vezes la rezaren en el tiempo que dura dezir una missa tantas ánimas de Purgatorio saca Nuestra Señora este mismo día de la asumpción; y la oración es esta: “Ave sanctissima Maria, mater dei Regina Celi Porta paradisi Domina Mundi, pura singularis tu es virgo tu concepta es sine macula, tu peperisti Creatorem et Salvatorem mundi inquo no dubito, liberame ab omini malo, et ora pro peccato meo. Amen”.

Las quentas que se ponen el día de la sepoltura de la fiesta de la asumpción en las andas, adonde llevan a Nuestra Señora, las llevan los ángeles al valle de Josafad, al sepulcro de Nuestra Señora, y concédeles Nuestro Señor muchas indulgencias. Todo esto veýa la santa. Las vidas se comiençan desde este día hasta las laudes de la víspera de la fiesta, que sacan a Nuestra Señora [fol. 40r] de las andas en el auto que se haze este mismo día en la casa de la labor; concedió el Señor muchas gracias. Y en el que hazen el día de la sancta asumpción, en el refitorio, concedió el Señor grandes gracias, y dixo el mismo Señor, en un sermón que hizo en el santo Conorte de la sancta asumpción, que gustaba se hiziesse, y dio la industria para ello. Y no tan solamente concedió el Señor gracias en el auto, sino también a quien dixere que se haga y ayudare a poner el tablado.

El desposorio de Nuestra Señora con el santíssimo Joseph es a seis días de setiembre, y pidió la Reyna del Cielo que holgassen aquel día, que recibiría servicio en ello, y dixo a la santa Juana: “Díselo a las monjas de mi parte, y que se ocupen si quieren en colgar ubas”. Pidió nuestro padre san Francisco que, desde el día de sus llagas hasta la fiesta suya de octubre, le rezassen cada día los salmos penitenciales, y prometió de bajar al Purgatorio a hazer mercedes y sacar de penas de Purgatorio las ánimas por quien se rezan.

[COFRADÍAS]

[fol. 40v] Comiençan las cofradías del Cielo que el Señor otorgó.[9][10]

  • En la sancta cofradía de la Concepción son obligadas, para ganar las gracias que Nuestro Señor otorgó en esta santa casa, de yr con la bendición y, después del ‘Conceptio’, guardar silencio hasta la mañana. Y la víspera d’esta fiesta han de yr con la processión que se haze aquella noche; con Nuestra Señora puesta en la luna cantan las coplas que dizen “Mírala cómo sale”, y otras que dizen “Qué linda sois, Virgen”. Y el mismo día de la fiesta pidió la Madre de Dios le offreciessen tres roscas, cada una de a tres libras, y hanlas de poner delante de la imagen de Nuestra Señora que consagró el Señor, y an de estar allí entre tanto que dizen la missa, y dixo Nuestra Señora que les echaría su bendición. Y a la tarde van con esta santa imagen en processión al dormitorio, y allí, de rodillas, rezan la corona de las letras de su nombre. Y acabada la corona se han de confessar delante d’esta santa imagen los pecados que estubieren confesados, y por penitencia rezar nueve ‘Salves’. Y quando buelve la processión al coro rezan allí nueve ‘Conceptios’. Y esto se tiene por costumbre de hazer desde el tiempo de nuestra madre santa Juana, [fol. 41 r] porque, representando un coloquio las religiosas delante de Nuestra Señora, la habló la Madre de Dios en esta santa imagen, diziéndole cómo se havía holgado de ver representar a una religiosa que hazía la figura de su padre, señor san Joachin. Las roscas las reparte la sacristana a todo el convento. Quiso ser Nuestra Señora la patrona d’esta santa cofradía y concedió en ella Nuestro Señor muchas gracias por nuestra madre santa Juana.
  • En la cofradía de la santa encarnaçión an de entrar en ella el mismo día de la fiesta las cofradas d’ella. Pueden entrar en la cofradía nueve personas vivas y nueve difuntas; an de nombrar nueve santos por abogados. Están obligadas las cofradas a rezar el officio de Nuestra Señora en el día que cae, y quien no tubiere disposición de rezarlo reze la corona del sábado, y si no supiere leer diga la corona real. Y an de ayunar el día en que cae la encarnaçión, y si no pudiere, ayunar con carne. Concedió Nuestra Señora a nuestra madre santa Juana de ser su Magestad la patrona d’ella, y venirlas a visitar a la hora de la muerte con los nueve [fol. 41v] santos, sus abogados, y lo mismo quando estubieren en Purgatorio; y dixo su Magestad que entonces sería fiesta de nueve copas.
  • La cofradía del juebes santo están obligadas, como es costumbre, deçir después de tinieblas, en processión al dormitorio, açotándose en las espaldas (y si no pueden llevar la disciplina, en el hombro). Súpose de nuestra madre santa Juana que aquella hora se hazía otra processión en el Cielo, llevando delante un estandarte, y que los santos llevavan candelas coloradas y verdes por las monjas d’esta santa casa. Es Nuestra Señora la señora patrona d’ella.
  • La cofradía que el Señor concedió en esta santa casa para quince religiosas. Las que quisieren entrar en esta están obligadas de rezar la corona real un año desde el día que entran, y quando muere una cofrada an de tener diciplina por ella quince días arreo, diziendo el ‘Canticum grado’. Concedió el Señor [fol. 42r] en ella grandes indulgencias por intercessión de nuestra madre santa Juana, y sale el ánima de Purgatorio a los quince días.
  • Esta cofradía ordenó nuestra madre santa Juana y se la otorgó el Señor por orden de su santo ángel san Laruel.
  • En la cofradía que concedió el Señor para siete religiosas, de las que le cabe la suerte dichosa, a lo que son obligadas es a rezar el día de la Cruz de mayo, la de setiembre y el viernes santo cinquenta ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’. Son tan grandes las gracias que se ganan e indulgencias que nuestro santo concedió, que causa admiración oýrlas, y esto a petición de nuestra madre santa Juana de la Cruz.
  • Y el día de la santísima Trinidad y del santísimo sacramento, cada día d’estos que rezan los cinquenta ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ sacan treynta y dos ánimas.
  • Ay otra cofradía en el crucifixo del coro bajo, el de bulto, que se estendió en la Cruz, y esta cofradía concedió el Señor a sola una religiosa, y muerta aquella la hereda otra, nombrándola la que muere; [fol. 42v] y si no puede nombrarla la ha de nombrar la abbadesa, pidiéndoselo la que quisiere estar obligada a rezar cada día quince ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’. Y rezando esto concedió el Señor quince ánimas de Purgatorio. Y este santo crucifixo es del tiempo de nuestra madre santa Juana, y la habló y veýa ella cómo tenía quince ángeles de reguarda, y tiene muchas indulgencias.
  • En la imagen de la Cruz a cuestas, que está encima de la primera reja del coro bajo, an de rezar siete ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’.
  • Una tabla que está encima de la segunda reja del coro bajo, que está pintado un santo crucifixo en ella y unos caballos, habló el santo crucifixo.
  • Una imagen de Nuestra Señora que está en el coro bajo, sobre la ventanita de comulgar, que está en una caxa mirándola, concedió el Señor indulgencia.
  • En el crucifixo más alto del coro alto, que tiene a Nuestra Señora y a san Juan Evangelista, rezando cinco ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ sacan siete ánimas.
  • [fol. 43r] En la imagen de la coluna que está en el mismo coro an de rezar cinco ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’.
  • En la imagen de la venida del Spíritu Santo an de rezar siete ‘Credos’ a los siete dones del Spíritu Santo, y todas las figuras que en esta santa imagen están pintadas hablaron, que son Nuestra Señora y san Juan Evangelista y los demás.
  • Más: en un quadrito pequeño del Niño dormido, que está en el mismo retablo, desde el juebes hasta el domingo se ha de rezar cada día tres ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ y tres ‘Magnificas’; y el domingo, en lugar de las ‘Magnificas’, tres ‘Regina celos’. Concedió el Señor muchas gracias. Y por amor de Dios no lo dexen de ganar, que perderán mucho en ello si no lo rezan.
  • En una imagen pequeña del Padre eterno, que está en el mismo retablo, quantas vezes rezaren tres ‘Paternostres’ y tres ‘Avemarías’ y tres vezes ‘Sancta trinitas unus Deus miserere nobis’ y un ‘Credo’ el día de la santísima Trinidad, tantos jubileos ganan por vivos y difuntos, y más ganan todos los domingos jubileo.

[GRACIAS QUE OTORGA LA IMAGEN DE LA VIRGEN]

[fol. 43v] Las gracias que se ganan en la imagen grande de Nuestra Señora, la que consagró Nuestro Señor Jesucristo, son las siguientes. Primeramente, los días de sus fiestas con sus octabas, y todos los sábados del año con cada hora de su officio o con cada oración suya o con ‘Avemaría’, se gana indulgencia o ánima de Purgatorio, y tantas quantas vezes lo rezaren tantas indulgencias ganan por vivos y difuntos. Más que confessándose delante d’esta misma imagen los pecados confessados, rezando en penitencia tres ‘Sub tuum presidium’ y tres ‘Magnificas’ y una ‘Ave Maristella’ y la oración que dize:


Dios te salve, Virgen muy gloriosa,

estrella más clara que la luz,

Madre de Dios muy graciosa,

más dulce que el panal de miel,

colorada más que la rosa,

blanca más que el lirio,

toda virtud te hermosea,

todo santo te honra,

Dios Padre todopoderoso te corona

en lo más alto del Cielo. Amén.


[fol. 44r] Y diziendo esta oración a la propia imagen con un ‘Paternostrer’ y una ‘Ave María’ ganan indulgencia plena; más, rezando cada sábado siete ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ en esta santa imagen, otorgó el Señor el jubileo de la Porciúncula; más, que, tocando las quentas a las faldas d’esta santa imagen, todas sus fiestas quedan con las mismas gracias que las que fueron al Cielo, y esto durava para siempre. Y esta santa imagen habló a nuestra madre santa Juana, y el Niño Jesús que tiene en los braços, que tiene un poquito del pie quebrado, también la habló.

Y esta gracia de las quentas para siempre alcançó la Madre de Dios para esta santa imagen, por intercesión de nuestra madre santa Juana.

[REVELACIÓN QUE ESTA IMAGEN DE LA VIRGEN HIZO A JUANA]

Capítulo de una revelación que vio nuestra madre santa Juana tocante a esta imagen de Nuestra Señora, la que consagró el Señor, y fue d’esta manera.

Tiniendo el monasterio de santa María de la Cruz una imagen de Nuestra Señora, la qual era de bulto muy antigua, y las monjas, sabiendo que la avía bendecido [fol. 44v] un obispo, tiniéndola mucha devoción porque algunas veçes la avían visto hazer milagros, y sacándola en processión los días del santo Aparecimiento y por ser tan antigua, renováronle el gesto por un entallador, cortándola de la garganta arriba y pusiéronle otro gesto. Y trayéndola al monasterio fueron las monjas a la ver e saludar, e a algunas les pareció mejor el gesto y a otras que no, y desconsoláronse mucho de manera que vinieron en alguna diferencia de palabras, e sabiéndolo esta bienaventurada mandolas llamar y díxolas: “Muy maravillada estoy, hermanas mías, de la desconsolación que tenéis del renovamiento de la santa imagen. Dado caso que aya razón, por la falta de la imperfeción de la pintura no ser tan aplaciente a vuestros ojos, pero aunque sean feas las imágenes, es cargo de conciencia no tenerlas en mucha reverencia y estima, en especial si las tales imágenes son de Dios y de Nuestra Señora, que estas tales, feas o hermosas, son dignas de muy grande acatamiento. Y ruégoos, señoras, que hagáis aquí un [fol. 45r] altar en esta nuestra celda y traed aquí la santa imagen, aunque yo sea indigna d’ella, que si pudiesse ya abría ido al coro de rodillas a adorar y saludar a su alta Magestad”. Y traýda la imagen a la celda de la santa virgen y puesta en el altar, rogolas que la dexassen allí dos días. Y estando ella aquella noche en contemplación, vido a Nuestra Señora en visión muy hermosíssima, y poníasele encima de la imagen suya y deçía: “Yo me contento d’esta imagen y la escojo y acepto para mi morada y aposento, e como en trono mío resplandezca en ella; mi spíritu se goça porque los pecadores conmigo abrán refrigerio y consolación e yo les ganaré de mi hijo perpetuo gozo en la gloria perdurable”. Y esta bienaventurada, que lo veýa, suplicaba a Nuestra Señora entrase dentro en la imagen su espíritu, y pues era tan hermosa dejole allí escuchasse las oraciones que le hazían, en especial las suyas, por que ella viese no caýa en vacío hechas delante de su preciosa imagen, como algunas veçes tienen las gentes crédito no está allí donde la llaman; a los quales pensamientos y suplicaciones [fol. 45v] respondió Nuestra Señora e dixo: “Por estar nuevamente puesto este madero en esta santa imagen mía, no quiere Dios ni a mí place entrar dentro en ella hasta que se consagre o bendiga, en manera que se haga digna y perteneciente de mí por virtud de la consagración justa, que debidamente pueden tener las imágenes e iglesias e altares aparejados e limpios al culto divino”. E la noche siguiente vido la bienaventurada a hora de los maytines una visión muy gloriosa, y es que vido venir a Nuestro Señor Dios en un trono muy rico con vestiduras pontificales, cercado e acompañado de muchedumbre de ángeles e santos e santas, y estaban junto a la imagen de Nuestra Señora, a la qual bendecía con palabras muy devotas e reverenciales, e cantares e dulces sones que hazían los ángeles con diversos instrumentos, de las quales palabras e canciones no pudo colegir esta bienaventurada sino pocas palabras. Y el día que vido esta revelación era octavo de la dedicación de la Iglesia, e las ceremonias que Nuestro Señor hizo [fol. 46r] en la consagración d’esta santa imagen fueron muchas. Estaba vestido como obispo y la imagen, que estaba vestida sigún es costumbre adereçar las imágenes, a desora pareció toda desnuda e alçada en alto, tiniéndose con el poder de Dios. Esto era antes que el Señor la bendixesse, el qual hizo llamamiento a los santos ángeles para que viessen lo que hazía en aquella imagen y ansimesmo a los demonios, para que hubiessen miedo y viessen la virtud que Dios ponía en su santa Iglesia e imagen y altares, e por fuerça se lo hazían mirar e reberenciar, y que daba poderío a la santa Madre Iglesia que venciesse al demonio e le desechasse con baldón e recibiesse a Dios Jesucristo y a su santa Madre con reverencia e honor, e para esto bendecía e dezía en altas vozes el mesmo Señor desde su alto trono: “Sum qui sum et ecce nova facio omnia”, que quiere dezir “Yo soy el que soy, que todas las cosas hago nuevas. En lo alto del Cielo moro, soy rey eterno que rijo los coraçones católicos e devotos, que mi adversario los perturba, empero [fol. 46v] yo soy el que los sosiego; él los derrama, yo los allego; él los discipa, yo los recreo; él los destruye, yo los edifico; él los ensucia, yo los limpio; él los enturbia y rebuelve y haze oler mal, yo los purifico e hago oler suavíssimo. Si de lo malo <malo> hazen bueno, e de lo no limpio hazen limpio, e de lo imperfecto hazen perfecto e loable e agradable...”, e bolvía sus preciosos ojos a la imagen de Nuestra Señora e dezíale “¿Quién te desprecia, Madre mía?”. Y poníale muchas cruces hechas joyeles; estando ella ansí desnuda la cercaba toda, especialmente la cabeça, frente y gesto y los pechos y espaldas e ombros e braços e manos, todo el cuerpo hasta los pies, que significaban los cimientos de la santa Madre Yglesia. E después de muchas bendiciones que el Señor dezía, dixo cantando la antífona que dize: “Fons hortum, redundans gratia mundum, replens superni edibus florens hortus mox [fol. 47r] ab infantia, admirandis fulsi virtutibus e anadian eandes flos multiplicant virgule decorent, conceptus glorificat Maria pudorem. Amen”.

Tras estas santificaciones e cançiones que se deçían, pareció a desora la imagen de Nuestra Señora vestida de las mesmas vestiduras de antes y puesta en el altar como primero estaba, e los demonios quedáronse mesando e arañando e dando gritos e ahullidos, e la visión de Nuestro Señor desapareció roziando la casa con agua bendita, e la bienaventurada quedó muy consolada. Y passados dos días que la santa imagen estaba en su celda, ayuntáronse allí la abbadesa y las monjas, diziendo a la santa virgen que iban por la imagen e, importunándola la abbadesa, pues estaban allí todas, les dixesse alguna cosa de las que Dios le mostrava; respondió diziendo: “Lo que ay que deçir es que Nuestro Señor Dios tiene en tanto las imágenes que se sirve que las aya en su santa Madre Iglesia, y que sean honradas y veneradas por nosotros pecadores, pues el mismo Dios de los Cielos vino a la bendeçir [fol. 47v] e a enseñarnos cómo son cosa por donde se alcança virtud e devoción quando se tiene en el coraçón. E bien se parece, según yo vi en una revelación que Nuestro Señor fue servido de mostrar, quánto Él ama e honra la santa Madre Iglesia y a sus santas imágenes por amor d’ella”, e dixo la revelación susodicha, ”y díxome mi santo ángel después que desapareció el Señor: ‘Mira qué son las maravillas de Dios que si en un madero halla Dios voscosidad y no quiere que su santa Madre le tenga por su imagen, hasta le haver limpiado e puesto en él dignidad de bendición suya, como la tiene la santa Madre Iglesia, ¿qué tales estarán las ánimas que llenas de pecados están ensuciadas e asquerosas, cómo serán dignas aquellas tales que venga Dios en ellas ni su santa Madre con gracia e piadosa charidad, si primero no son alimpiadas las tales ánimas por especial gracia del Spíritu Santo? Las cosas que son despreciadas e bajas Dios las ensalça e tiene en ellas thesoros muy grandes, aunque escondidos a los ojos de las personas [fol. 48r] de la tierra. Bendito sea Dios en sus dones, e los santos en sus obras, e las imágenes en sus altares, e los altares en sus iglesias con sus sacramentos, e los sacramentos en la Cruz y Passión de Nuestro Señor Jesuscrito y en el santo baptismo y remissión de los pecados’”.

E acabado esto, dixo la bienaventurada madre nuestra: “Bien se pueden llevar la santa imagen”, la qual llevaron la abbadesa y monjas con mucha reverencia e devoción e con candelas encendidas, cantando el “Te deum laudamus” al coro, e la pusieron en el altar acostumbrado y de aquí adelante se consolaron las monjas con esta santa imagen; y dixo el Señor a la santa Juana, al tiempo de consagrar la imagen: “Diles a las monjas que traigan cuentas y se las pongan a mi Madre”. Y ansí se hizo y estas son las quentas que llamamos de la Consagración. Tenía esta santa imagen la boca abierta y el Señor con su mano se la cerró, y dexó señal en la barbilla y labio alto; y los ojos que tenía muy en alto le puso el Señor sus dedos y se los abajó como aora los tiene. Y esto todo lo veýa la santa Juana y lo dixo.

[MÁS RELACIONES DE SUCESOS EXTRAORDINARIOS CON LAS IMÁGENES]

[fol. 48v] En una imagen de señor san Gerónimo, que está vestido entre colorado y blanco, con una ‘Ave María’ y un ‘Paternoster’ concedió el Señor perdón de los pecados y gracia para manifestarlos; y con una ‘Ave María’ sacan una ánima de Purgatorio.

La imagen de Nuestra Señora de yesso que tiene el reboço, que está sobre el retablo de señor san Juan Evangelista, habló a nuestra madre santa Juana.

La imagen que está en el coro alto, sobre la puerta dentro del coro, del decendimiento de la Cruz, abló a la misma santa.

Las fazes de Dios y de su santa Madre la hablaron, las que están en el coro alto encima de la cabeça de Nuestra Señora la Grande.

La imagen de nuestro padre san Francisco, la que está en el retablo del coro alto, que está vestido con un hábito descolorido, habló a la santa.

Una imagen de señor san Juan Baptista, la de la caxa que tiene puertas, habló, y el corderito que tiene. Vio cómo Nuestra Señora estaba en él nuestra madre santa Juana.

[fol. 49r] Una imagen de los reyes, que está en el mismo retablo, habló a la santa.

El día de señora santa Ana, en una imagen suya rezando quince ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ (los cinco al Niño Jesús y los cinco a Nuestra Señora y los cinco a señora santa Ana), concedió el Señor jubileo. Esta santa imagen está en una tabla en el coro alto.

El día de señor Santiago el Maior, en una imagen suya con cinco ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’, concedió el Señor jubileo, y lo mismo se gana todos los domingos del año. Esta santa imagen está en una tabla en el coro alto.

Una imagen pequeña de la santa encarnación, que tiene el ángel una capa, habló a la santa.

Un santo crucifixo que está pintado en una tabla, que tiene la llaga hecha fuentes, habló a la santa.

Dixo señor san Gabriel a nuestra madre santa Juana que quería ser nuestro agüelo, y en una imagen de la santa encarnación, donde está pintado, habló y dixo que le pusiessen su imagen camino del coro, para quando pasasen las religiosas le hiziessen reverencia [fol. 49v] y dixessen: “Agüelo mío, valedme”, y que él las oyría en la propia imagen. Y ansí está siempre camino del coro, y su día hazen allí un altar y le llamamos agüelo.

Una imagen del güerto de bulto, que está en un altar de la enfermería, habló.

Otra imagen de la santa encarnación de bulto, que está en la propria enfermería en el altar, habló la Madre de Dios y el ángel. En una imagen del santo crucifixo, que está en el dormitorio, con cinco ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ sacan cinco ánimas, digo siete. Y en otra del Padre eterno, que está en el mismo dormito[rio], rezando tres ‘Padrenuestros’ y ‘Avemarías’ ganan jubileo, y habló. La imagen de Nuestra Señora de la asumpción, que está en una caxa en el mismo dormitorio, habló y dixo que cada vez que pasassen delante d’ella le dixesen: “Exaltata es sancta Dei genitrix”.

Y este dormitorio hizo el Gran Capitán, y habló en él [fol. 50r] el Señor a nuestra madre santa Juana las coplas de almas esposas amadas, y le bendixo.

Una imagen de Nuestra Señora antigua, que está dando de mamar al Niño, habló.

En la capilla de la huerta, todas las vezes que entraron en ella de día y de noche, rezando un ‘De profundis’ o la oración que dize ‘Ave Virgo gloriosa’, ganan muchas gracias, y esto se gana también un passo desviado d’ella.

Ay jubileo en esta capilla el día del glorioso san Pedro y el día de la natividad del señor san Juan Baptista, y este día ay remissión de los peccados. Y el día del glorioso san Juan Evangelista, y el día de la tina y el día de la degollación, an de rezar el salmo del ‘Miserere mei Deus’ andando alrededor de la capilla, y en acabándole an de rezar cinco ‘Padresnuestros’ y ‘Avemarías’ en cruz.

En esta capilla ay siete jubileos cada año, que son las tres fiestas de san Pedro y las quatro fiestas de los señores san Juanes. [fol. 50v] En el crucifixo de acofar, que es el que traýa consigo nuestra madre santa Juana, con siete ‘Padresnuestros’ y ‘Avemarías’ y un ‘Credo’ se ganan siete estaciones por vivos y difuntos del santíssimo sacramento.

Con este santo crucifixo resuscitó nuestra madre santa Juana una niña.

La estación de la santa Cruz es cinco ‘Padresnuestros’ y cinco ‘Avemarías’ y cinco vezes el verso que dice ‘Dulce signum dulces clavos’, con cinco estaciones. Y dixo el santo ángel san Laruel que son grandíssimas las gracias que se ganan con cada una d’ellas, y que ansí no se dexasen de dar una a sí mismas y las otras las repartiessen, por que todos goçasen de tanto bien, y dixo a nuestra madre santa Juana que eran para librar de peligros espirituales y corporales.

Más: otra estación an de rezar cinco ‘Padresnuestros’ y ‘Avemarías’ y cinco vezes el verso de çibanitillos; son muy grandes las gracias que se ganan.

Dixo el Señor a nuestra madre santa Juana que quien adorare la santa Cruz con la adoración que se sigue [fol. 51r] no se apartará d’ella sin que le dé una gracia en su alma; la qual es esta: “Adórote, Cruz bienaventurada, que de los delicados y venerables miembros de mi Señor Jesucristo fuiste guarnecida, y de su preciosa sangre toda cubierta y toda teñida”. Hase de rezar considerando que el Señor murió en ella.

Una imagen de señor san Juan Evangelista que está en una tabla del güerto, que está vestido de blanco y el manto colorado, habló. Está en la capilla de la güerta.

En una imagen de Nuestra Señora, de plata, pequeña, que llevan a las religiosas quando mueren, prometió Nuestra Señora por intercesión de nuestra madre santa Juana de venir en la misma imagen a favorecer a las que mueren. Y esta santa imagen es la que se apareció en la mar a un hombre que libró de un peligro, y vino él aca y le hizo una capilla.

Viniendo este hombre a hazer la capilla que Nuestra Señora le mandó, quiso ver la imagen que le avía aparecido, [fol. 51v] y truxéronle muchas y a todas dezía: “No es esta”, hasta que le sacaron la que está dicho y dixo: “Esta es la Señora que yo vi en el mar y me imbió acá”.

El día de la sanctíssima Natividad del Señor y de Nuestra Señora, y de san Juan Baptista y su degollación, an de rezar quatro ‘Padresnuestros’ y ‘Avemarías’; anse de offrecer los tres al Cordero y el uno a señor san Juan. Concedió el Señor, por intercessión de nuestra madre santa Juana, jubileo todas las vezes que lo rezaren por vivos y difuntos. Esto se gana en un quadrito donde está pintada la cabeça del señor san Juan Baptista.

Ablando el Espíritu Santo por la boca de nuestra madre santa Juana, dixo que qualquiera persona que se deseaba salvar y alcançar de sus pecados perdón ha de ser como paloma que no tiene hiel, conviene a saber que no tenga maliçia, ni odio, ni mala querencia, aunque le hagan mal, sino haga como la paloma, que, aunque le hazen mal, no se sabe tornar a quien se le haze, sino gime entre sí e pasa su pena e va a hazer [fol. 52r] su llanto cerca de las aguas, porque si vinieren los caçadores o otras aves sus contrarias a quererlas empecer, se asconden debajo de las aguas e allí se guarecen. Lo mismo deve hazer la persona que yrá hazer el llanto de sus pecados cerca de las aguas de la Passión e llagas de Cristo, porque si le vinieren tribulaciones o persecuciones de los próximos o del demonio (el qual como caçador quiere caçar las ánimas y llevarlas al Infierno), entonces es muy buen remedio el ánima pensar en la Passión del Señor e ponerse con el deseo en las aguas e guaridas, que son las llagas. “Ansimismo”, dixo su divina Magestad, “tiene la paloma otra propiedad: que todo su canto es gemido e casi como triste llanto. E lo mesmo debe hazer qualquiera persona, pues ha offendido a Dios, que ninguna es tan justa que no tenga pecados, e toda su vida de justa razón ha de ser llanto; que bien puede decir la misma persona que ha ofendido a Dios, si la mandaren reír o cantar o alegrarse llanamente: “Ya se quebró mi órgano [fol. 52v] y no puedo cantar, que el día que yo ofendí a mi Señor yo mesmo me quebré el órgano de la alegría de mi alma, y no sé si tengo enojado o aplaçido a mi Señor Dios; e hasta que vaya a la tierra de la Gloria, que lo sepa e lo vea, no me quiero alegrar ni tomar plaçer que sea fuera de Dios, sino vivir en llanto pidiendo al Señor perdón de mis pecados”.

Una persona suplicava la reprehendiesse el santo ángel por intercessión de nuestra madre santa Juana, y ansí fue y dixo: “Dile a esa persona que se enmiende e guarde de offender a Dios, que la hago saber que demanda por hurto en el Juiçio de Dios. Qualquier tiempo e palabras mal dispendidas e abladas se pagan con las setenas como hurto, e se han de restituir como fama qualquier mal exemplo o enseñamiento o ocasión que dé para que otra peque, por eso que se avise en hechos e palabras”.

Estaba una persona religiosa enferma de una muy grande enfermedad e fatigada de muchos [fol. 53r] dolores, e dixeron a nuestra madre santa Juana la suplicaba dixesse a su santo ángel le imbiasse alguna palabra de consolación, y él la respondió que qualquiera persona enferma que está en la cama, pues no puede rezar ni offrecer otro sacrificio a Dios sino sus dolores, ponga en su memoria a Dios Nuestro Señor, crucificado e llagado, por Cielo de su cama, por paramentos y colgaduras, todas las insignias de la Passión e tormentos que el hijo de Dios padeció por redemir e salvar sus criaturas. E piense qualquiera persona enferma siempre en Este e ofrezca sus dolores a los de Cristo, e recibillos ha el mismo Dios e serle an meritorios sus dolores y enfermedades, y aun hasta las medicinas y cosas necessarias para su enfermedad, offreciéndolo todo en reverencia de la Passión del Señor e de la hiel y vinagre que le dieron a beber. Y en la flaqueça e desmayos e sed que padeciere le será contado en merecimiento, si lo offreciere en [fol. 53v] reverencia de la sed, hambre, ayunos, cansancios, flaquezas e desmayos que padeció el hijo de Dios; e lo mesmo le será contado el frío, calentura e sudores, offreciendo cada cosa d’estas a su misterio. Y ansí tendrá cada criatura sus penas e dolores, acordándose quánto fueron mayores las que padeció su Dios, e todas por sanar llagas y enfermedades de los pecados. Y aun la tal ánima que estas cosas pensare será bien que diga: “Señor mío Jesuchristo, duélanme los dolores en tal que no me aparte de la caridad de vuestro amor”. Y a Nuestra Señora pueden dezir, si la enfermedad les diere lugar: “O, Virgen singular, entre todas piadosa, haz a mi alma ser suelta de sus culpas y en el cuerpo ser mansa e casta”.

[REVELACIONES DE LOS ÁNGELES Y SANTOS A JUANA DE LA CRUZ]

Capítulo ciento y noventa y dos de una revelación que esta bienaventurada Juana de la Cruz vido, en que se mostrava la gran misericordia de Dios y de su sanctíssima Madre la Virgen [fol. 54r] María, la qual es esta acerca de los nudos benditos.

Estando elevada esta bienaventurada Juana de la Cruz, aparecíale Nuestro Señor Dios trayendo consigo a su santíssima Madre la Virgen María, Nuestra Señora, y al glorioso padre nuestro san Francisco, delante de los quales la dicha sierva de Dios estaba postrada, la qual oýa palabras que passaban entre los tres, en que Nuestra Señora la Virgen María dezía a su hijo precioso: “Hijo mío, encomiéndoos a aquella casa mía, donde esta sierva que está aquí delante de vos, que lo oie, mora, en la qual faltan los alimentos temporales y edificios para la conservación y perseverancia de la dicha casa”. Y díxole Nuestro Señor: “Pues ¿qué queréis vos, Madre mía?”. La Señora le respondió: “Hijo mío, ruégoos me deis una impresa en la qual confirméis los perdones que están otorgados por vuestros vicarios apostólicos de la romana Iglesia, assí a la dicha casa como a la orden de este bienaventurado que con nosotros viene, y todas [fol. 54v] las más indulgencias que de aquí adelante se alcançaren para la dicha casa, que los que fueren devotos d’ella lo ganen copiosamente”. Dixo el Señor: “A mí me plaçe de buena voluntad, con la mesma condición que sean devotos de la dicha casa, y he placer que se otorguen y se ganen otros quales que perdones e indulgencias para qualesquier personas que algún bien hizieren a la dicha casa o monjas que en ella vivieren, para aora y para siempre jamás”. Díxole Nuestra Señora: “Pues ¿qué impresa, hijo mío, me dais que sea dada en señal a los que an de ganar las dichas gracias e indulgencias?”. El Señor dixo: “Una vuestra imagen de las que suelen apropriaros, por que se junten y gozen con la devoción y codicia de ganar las dichas indulgencias”. Y respondió la Señora: “Hijo mío, hartas imágenes mías andan por la cristiandad, mas si os plubiesse que fuesse la señal de vuestra santa Cruz, ansí por lo mucho que más vale como porque la casa tiene tal apellido”. [fol. 55r] Respondió Nuestro Señor: “También ay muchas cruzes mías por el mundo, las quales se dan por señal de las indulgencias y bullas apostólicas”. Díxole Nuestra Señora: “Pues ¿qué ordenáis, hijo mío, que sea?”. Nuestro Señor miró a san Francisco y dixo: “Sea la señal de este mi siervo, el qual l’es dicho ‘menor’ por la humildad y es grande en los merecimientos, que a sí y a otros codició salvar; y siguiome en la penitencia tomando el hábito por la Cruz en que yo padecí muerte y Pasión, y la cuerda nudosa, que significa los crueles açotes con que yo fui herido y açotado. Y por esto es mi voluntad que estas dos señales sean la impresa: la una la dicha cuerda, la qual tenga nudos, y la otra unos nudos por sí hechos, a manera de manojo de açotes. Y porque las dichas religiosas por quien, madre, me rogáis son de su orden d’este mi siervo, es bien que ellas tengan esta impresa en su casa y que las puedan presentar en pago de la limosna que reciban. Los quales nudos y figura [fol. 55v] de cuerda serán llamados ‘nudos bendecidos’, y que en la virtud d’ellos se bendecirán las personas que con fe los truxeron consigo, en espacio de un año cumplido si están cerca, y si están lexos por cinco años; y cumplidos estos años, que los renueven tomando en sí otros, hechos en la mesma casa por mano de las religiosas d’ella”. Y en estas pláticas pareciole a la bienaventurada santa Juana de la Cruz que Nuestra Señora se conformava con la voluntad de Dios Nuestro Señor, y nuestro padre san Francisco dava gracias al Señor. Y ansí desapareció esta visión.

La qual dicha sierva de Dios quería callar y no se curaba de lo dezir, y fuere mandado por ciertas vezes que escribiesse la dicha revelación por el santo ángel, y las palabras que en ella avía oýdo, y que mandase hazer las dichas figuras. Y diole la forma y manera como se havían de hazer y de qué, y díxole que aprovecharían mucho a los que consigo las truxessen y que an de ser de lana, algodón o lino, y si fuessen de seda [fol. 56r] o oro o plata, en tal que no sea en cantidad, porque es por devoción y no por vanidad. Y la dicha sierva de Dios, que esto escrivió, dixo que ella se ponía en manos de sus prelados y de Dios, primeramente, y de las personas doctas que deven conocer las cosas espirituales, porque ella no se sentía digna de saber examinar la tal revelación. Después d’esto díxole el santo ángel que no dudase en aquella revelación, que sin duda era hecha por voluntad de Dios, y que los dichos nudos ternían mucha virtud y no solamente serán bendecidos ellos, en los quales se dará la gracia y perdones, mas aun serán bendecidos los materiales: si fuesse lana, por la vestidura del Señor que truxo en la tierra, y si fuesse lino, por la sábana en que fue embuelto el precioso cuerpo de Nuestro Señor Jesuchristo quando fue descendido de la Cruz y puesto en el santo Sepulcro (porque todo esto aprovecha por la penitencia de los pecados y perdón d’ellos), y si [fol. 56v]fueren de seda, por razón de la su puridad y luzimiento y olor. Las personas que los truxeren con devoción y reverencia alcançarán firmeza y perfeción por razón de la sacratíssima Passión de Nuestro Señor Jesucristo, que fue teñida la su sacratíssima carne en muy finíssima sangre, y su muy lindo y delicado cuerpo fue hecho todo matizado de colores, conviene a saber: blanco por razón de la humanidad, azul por los açotes, verde por los cardenales y heridas tan crueles que le daban, negro por los muchos tormentos, colorado por las llagas; de manera que el cuerpo precioso de Nuestro Señor Jesucristo estaba en el tiempo de su Passión todo matizado de colores. Y si fuere oro, serán las ánimas luzidas por razón de la divinidad y excelencia de Nuestro Señor Dios todopoderoso, que es figurado por el oro, que es preciado y generoso, <o> y significa las cosas celestiales y el Paraíso adonde no ay ninguna fealdad ni defecto, mas toda gloria y bienaventurança. [fol. 57r] Y dixo más el santo ángel: que estas eran cosas muy excelentes, aunque encubiertas. Y no quiso dezir más por entonces el santo ángel, sino que si fuessen tenidas en reverencia y acatamiento y devoción serán provechosas para la salvación de las ánimas y provecho de los cuerpos, porque cierto el Señor puso en los dichos nudos mucha virtud, porque ansí como imbía del Cielo su virtud para consagrar el santo sacramento en las manos y ánima y entendimiento del sacerdote, por pecador que sea, ansí en su manera imbiará su bendición sobre los dichos nudos hechos por qualquiera religiosa de la dicha casa, por pecadora que sea, como desuso es ya dicho. Y qualquier que truxere sobre sí las dichas señales o las tubieren en su casa con devoción, ganará tanto como si se açotasse cada día todo un año (esto por la figura de los açotes tenidos en deboción) y, por la figura de la cuerda, gana tanto como si ayunasse todos los advientos y quaresmas y como si truxesse el hábito de san Francisco todo un año por penitencia [fol. 57v] de sus pecados. Y esto todo allende de las gracias susodichas de la orden y d’esta santa casa. Y dixo más el santo ángel: que acá los hombres de la tierra y personas entendidas entendiessen en tassar la limosna por cada una de las señales, para los que ansí quisiesen ser cofrades y tomar la dicha hermandad, pagando todo un año la limosna impuesta o todo junto los que lo tomaren por cinco años. Y dixo más el santo ángel: que si la dicha cofradía no procurassen, que a su culpa fuesse, pues que la voluntad de Dios está tan largamente aparejada, ansí para la salvación de las almas como para el provecho de la dicha casa, en la qual era su santa voluntad de Nuestra Señora la Virgen María, que se á aumentado el culto divino antes que menguado. Y dixo más el santo ángel: que permaneciendo la dicha casa, siempre pondrá en ella Nuestro Señor algunos espíritus aprovechados para su santo servicio y de su santa Madre.

Otra vez ablando a la dicha sierva de Dios Juana de la Cruz, el santo ángel la dixo la [fol. 58r] manera del bendezir los cordones con sus nudos, y dixo que en la dicha casa, como ya está dicho arriba, se haga la bendición de los nudos de la manera siguiente: después de hechas las insignias, hanlas de poner en una caxa o en cosa limpia sobre un altar, mientras se dize la missa encima, la qual dicha en la tierra, dixo el santo ángel que Nuestro Señor les daría la bendición en el Cielo, que ansí se lo prometió Nuestro Señor a su bendita Madre y a nuestro padre san Francisco en presencia de los santos ángeles. Y dixo más el santo ángel: que los dichos nudos aprovecharían para muchas cosas allende de las gracias de la ánima, que aprovecharán para mujeres de parto como para morir bien los que están en pasamiento, y también aprovecharán para otras algunas enfermedades espirituales y corporales en las personas que tubieren fe con los dichos nudos, hechos por manos de las religiosas de la casa.

[fol. 58v] Y más dixo el santo ángel a la santa Juana de la Cruz otra vez hablándola: “No pienses que estas cosas son sin misterio divinal, porque te hago saber que, después que se acabó la era del año de mill y quinientos, acá el Señor, por ruegos de Nuestra Señora la Virgen María y de muchos santos, determinó de alargar algún tiempo más el curso del mundo; lo uno por que se acabassen de inchir las sillas del Cielo y lo otro por esperar las gentes a penitencia y conversión. Y quando esto otorgó a la Virgen María, como dicho es, díxole: “Madre mía muy amada, yo quiero mucho a mis cristianos, que son hijos de mi sangre, y por eso este pueblo christiano, que es amado de mí y de mi Padre, son herederos de mi reyno; mas no les han de faltar tribulaciones aun a los perfectos y buenos, quánto y más a los que fueren malos, y aun más tribulaciones passarán los buenos que no los malos en tiempos y en vezes, mas yo ruego contino a mi Padre por ellos, [fol. 59r] mostrándole mis cinco llagas en medio de mis pies y manos y costado. Y el Padre me dixo: “Hijo mío muy amado, querría que me dexases levantar en mi fortaleza y dexame oír a la tierra, que clama y anda quexándose que no puede sufrir tan largos tiempos servir a los hombres y a sus generaciones, porque ya sienten cansancio los cielos y estrellas, sol y luna de andar, y aguas y vientos y tierra de dar sus frutos, y las raýces de los árboles y yervas y semillas no tienen fuerças para producir, si de nuevo yo no se las doy. Pues ¿con qué justicia se lo tengo de dar, siendo las gentes tan malas en el mundo? Porque no solamente no sirven bien a la nuestra Magestad, mas aun trabájanse de despreciar y amenguar nuestro serviçio persiguiendo la Iglesia, la qual era razón de aumentar ya los nuestros siervos y siervas cathólicas, mormurándolos y tratándolos mal, tomándoles sus mantenimientos, los quales les avían de dar por que no defalleciessen en nuestro serviçio ni fuesen [fol. 59v] las órdenes y religiones santas disipadas. Que por cierto si esto no se guarda, que me levantaré”, dixo el Padre, “y disiparé la gente y la destruiré y mandaré a los vientos y planetas, agua y tierra y sequedad y truenos y tempestades que los persigan y hieran de llagas y tormentos y temores y temblores, hambres y guerras y pestilencias. Serán açotados porque no guardan mi ley y mi fe y mandamientos. Y cada una de las personas pagarán por sí solo sus pecados, aunque las dichas tempestades y tormentos vengan en general.”.” Y la dicha revelación traýa el santo ángel escrita en un libro, y mandó a esta bienaventurada Juana de la Cruz que la escribiesse o hiziesse escrivir.

Otra vez le hizo otra habla el santo ángel, diziendo: “Ya te dixe que, después que anda el mundo fuera de era, vienen tiempos muy rezios, y ansí lo es aora en este tiempo que se dan estos nudos bendeçidos por el provecho espiritual de las almas y peligros de [fol. 60r] los cuerpos, y también tendrán virtud para las animalias. Y por esso es bien que algunas se hagan en lana o lino o algodón o estopa, para las bestias, por que las demás lleven las personas, pues Dios no hizo en la tierra criatura más noble como es el ánima racional, que ha entendimiento de ángel. Y por eso toda persona es criatura noble, y muy más noble si es cristiana y devota y en virtudes acabada”. Y assí feneció el habla del santo ángel por esta vez, bendiçiendo él mismo las figuras y insignias ya dichas. Añadió diziendo: “La confirmación de todo esto da el Príncipe de la Paz, que es dicho santo Padre, Christo nuestro Redemptor, a quien tubiere fe y devoción en lo ya dicho”. Y todo esto suso escrito fue dicho y demostrado a la bienaventurada santa Juana de la Cruz en el año de mill y quinientos y veynte.

Nuestra madre santa Juana tenía muy grandes coloquios con señor san Gabriel, y hablando de la santa encarnación le dixo que, en tocando la campana del Ave María, en aquel instante visita él todas las [fol. 60v] imágenes d’este misterio que ay en todo el mundo, y que Dios otorgaba a ella y a todas sus hijas, presentes y por venir, todas las estaciones que ay desde esta casa de la Cruz hasta el postrer lugar donde comiença el linage de cada una, de suerte que si la monja fuesse del cabo del mundo todas estas estaciones gana él por ellas. Y díxole: “Diles que no sean perezosas en ofrecerlas, que con esta condición se las da el Señor, y que las offrezcan por sí y por sus próximos vivos y difuntos, y que por la flaqueça de las memorias las ofrezcan de tiempos a tiempos”.

Una imagen de Nuestra Señora de bulto, que está en una caxa encima de la portería de partes de fuera, habló con nuestra madre santa Juana.

Dixo Nuestra Señora a nuestra madre santa Juana: “Hija, di a tus hermanas que se traten con criança, que es parte de paz, y que lo que no piensan que es pecado, es pecado, que en el otro mundo se demanda hasta la torcida gorda del candil”.

También le dixo Nuestra Señora que estaban obligadas a rezar el officio divino las enfermas, en pudiendo [fol. 61r] alçar la cabeça de la almohada.

Díxole a nuestra madre santa Juana su santo ángel que se contaba en el Cielo por ayuno de pan y agua no comer cosa de sangre, como es pescado y güebos, que todo lo demás lo era.

Hablando con nuestra madre santa Juana señor san Vicente y Anastasio, le dixeron: “Di a tus hermanas que se acuerden de nosotros y que en nuestra fiesta nos pongan luz, que aunque sea un candil lo recibiremos”. Y estos gloriosos santos cayen a veynte y dos de enero. El ayuno de la santa visitación se comiença desde el día de san Bernabé hasta el mismo día, y las que no pudieren ayunar han de rezar cada día veynte y quatro ‘Magnificas’, y ganan lo mismo que si le ayunassen. Gánase en el adviento lo que Dios concedió a petición de nuestra madre santa Juana en lo demás que concedió en esta santa casa.

Estando mala una monja mandola el médico tomar una purga, y apareciole señor san Lucas a nuestra madre santa Juana [fol. 61v] y díxole: “No le den esa purga a la enferma, que le hará mucho mal, sino escriban al boticario que le imbíe unas píldoras agregas, y estará buena”. Y fue ansí que con las dichas píldoras sanó.

Díxole su santo ángel a nuestra madre santa Juana que paz, oración y silencio agradaba mucho a Nuestro Señor.

[SERMÓN DE SAN JUAN BAUTISTA]

Principio del sermón de san Juan Baptista de su natividad, sacado de su original.

Fablando el Señor día de la natividad de san Juan Baptista, dixo su divina Magestad quería deçir a los humanos algo de las fiestas e solenidades que se hazían en el Cielo, e las grandes alegrías e grandes cosas e gozos acidentales que esta santa natividad causa en este día a los bienaventurados, por quanto Él dixo se alegraría toda criatura en su nacimiento. “E pues que se cumplen las palabras de los profetas”, dixo el Señor, “haviéndome algunas vezes ofendido aunque son santos, más razones que se cumplan las de los ángeles, los quales nunca me offendieron e siempre hizieron mi voluntad, e esta fue anunciar al mundo por san Gabriel las grandeças del día de mi alférez, al qual dio mi Padre título de ángel. E por quanto este día [fol. 62r] es célebre en el universo por haver sido albriçiador de mi santa encarnación, tan deseada e pedida de tantas generaciones, ansí es goço en el mi santo reyno. En este día fue fecha una solene processión de todos los bienaventurados, con muchas danças e pendones ricamente adereçados más que de oro, en la qual iba el glorioso niño con un pendón más rico e resplandeciente que todos, guiando la procesión; el qual pendón llevava en la cimera un muy rico joyel muy resplandeciente, fecho a manera de bolsa, todo cercado de borlas e botones de oro muy claro e fermoso, en el qual joyel están escritas con letras de oro unas palabras, las quales decían: “En mi natividad la Madre de Dios fue mi ama”. Y estas palabras iba el glorioso san Juan cantando e tañendo muy dulcemente, e llegó hasta el trono real de Nuestra Señora”. Y dixo más el Señor que decía el dulce niño Juan: “Gózome con la Madre de mi Señor e mi amo”. E dixo el Señor que como el niño san Juan fuesse tañendo e cantando a ofrecer su pendón al Padre celestial, el qual dixo que son estas palabras que vienen escritas, e mostrávaselas al Señor e, fincado de hinojos con mucha reverencia, decía: “Suplico a tu divina Magestad vea lo que aquí viene”. El Señor le dixo: “¿Qué es esto, Juan? ¿Que mi Madre, [fol. 62v] tu ama?”. E bolviendo el Señor a su gloriosa Madre díxole: “¿Cómo, Señora Madre? ¿Es verdad esto que se dice aquí?”. Ella respondió con mucha humildad e goço: “Sí, fijo mío muy amado, verdad es, y que era muy bonito por quanto vos le visitastes, siendo en su vientre le santificastes antes que naciesse”. E luego le miró Nuestro Señor muy dulcemente, e buelto a los bienaventurados les decía que fiziessen grandes fiestas por todo su reyno. E llevándole la Madre de Dios en sus muy preciosos braços, hecho ansí niño chiquito, llegó la gloriosa santa Isabel y se le pidió, y ella se le daba, pero el chiquito, con grande amor e reverencia, no quería sino estar en los braços de la Reyna, e decía la santa vieja: “Ay, mi Señora, que ese niño yo le parí”. Yendo assí Nuestra Señora y Nuestro Señor por su santo reyno con el niño, decía: “¡Alégrese mi Iglesia con el amigo! De la esposa yo soy el Esposo, y él el que como amigo me truxo la esposa fasta la cama, quando por el sacramento del baptismo ayuntó e desposó todas las almas cristianas con el que es verdadero Esposo”. E después que el poderoso Dios obo dicho todos estos loores del glorioso san Juan, vistiole y adornole de dos muy ricas e preciosas vestiduras: la una era muy blanca e con las mangas muy [fol. 63r] anchas, que llegaban fasta el suelo, e ciñole una cinta de oro muy resplandeciente con muchas piedras preciosas, e púsole encima una muy rica capa toda llena de muchas joyas e la falda muy larga, e esta capa era muy pintada e de muchas colores e olores. E púsole en un muy rico trono e coronole con tres coronas muy preciosas: la una por su grande humildad, y esta era de clavellinas muy finas (a significación de su sagrada virginidad), e la segunda corona era de rosas muy coloradas más que rubíes e corales (e esta significaba el martirio que él padeciera), e la tercera corona era de joyeles e piedras preciosas (que significaba la penitencia e méritos que el gran baptista tuvo). E después que el Señor le ubo adornado e coronado, tomole por la mano e decendiose con él por su santo reyno e alcáceres, faciendo todos los ángeles e santos muchos goços e alegrías, loando e magnificando su santo nombre, porque tan alta e perfecta criatura avía tenido por bien de criar. E dixo más el Señor: que como ansí viniesse san Juan con Él, que [fol. 63v] se fincó de finojos e le fabló diziendo: “Suplico a tu gran poder e clemencia tenga por bien de recibir los clamores que me facen en la tierra los mis devotos e amigos, e me demandan favor para sus almas e me hazen fiesta e comemoraçión”. E estando assí fecho niño chiquito gozábanse con él sus padres e parientes e todos los santos, e el Redemptor le tomó en sus preciosos braços y le tornó a su trono real, ofreciéndole al Padre celestial por todos sus devotos, diziendo: “Esta es la saeta con que yo tiré a muchos e herí a muchos malos. Ofrézcotele, Padre mío, e ruégote que otorgues por ambos las peticiones justas que oy me an demandado”. Y el Padre celestial le respondió a su fijo y salvador nuestro diziendo: “Fijo mío muy amado, yo recibo este niño e las peticiones que me pides que otorgue por él, porque ese niño es el que yo llamé ‘ángel’, e por eso quise e fue mi santa voluntad que naciesse más limpio y puro que otro ninguno, e más bermejo, porque havía de ser más santo e limpio que otro ningún santo”. E dixo el Señor que fue tanto el amor que cobró a Nuestra Señora la Virgen [fol. 64r] María este bendito niño Juan, que en tres días nunca quiso mamar ni tomar ninguna teta sino estarse contino en sus braços, e si ella le dexaba alguna vez de los braços para yr a alguna parte de la casa, e aunque el niño era chiquito e casi recién nacido, se salía de la cuna o cama donde le tenía echado y se iba a gatas donde quiera que la Señora iba; e ella, viendo el conocimiento y amor que el niño Juan le tenía, recogíale en sus braços e, reverenciando a Dios, en su vientre ponía sus manecitas y adoraba a su Redentor. Y otras veces íbase a los pechos de la Madre de Dios e quería mamar, e decía la Madre de Dios: “Dexad las tetas, hijo mío Juan, que están guardadas para otro mayor e mejor que vos”. E quando avía el glorioso san Juan de tomar la teta de su madre, Nuestra Señora la Virgen María le tomava en sus preciosos braços e metíase con él en una cámara obscura e apuesta, e por semejante la gloriosa santa Isabel, fablando e alagando al precioso niño, e siendo llegada la hora e voluntad de Dios que él mamase, tomó la teta de su madre pensando que era la de la Madre de Dios. E dende allí [fol. 64v] adelante, cada vez que avía de mamar, el Señor le quitava el entendimiento que tenía de hombre de perfeta edad e quedávase en ynocencia de niño, como lo era, para mantenerse e poder vivir e criarse. Y en tanto que Nuestra Señora estuvo en casa de Zacarías, cada vez que el niño Juan avía de mamar le tomaba ella en sus braços, para que callasse e pensasse que era su madre. Esto facía por el grande amor y sin medida que con ella avía concebido, porque viendo la gran fermosura más se fartaba e deleytaba de la mirar e acatar y estar en sus braços que de mamar las tetas de su madre. E después que la gloriosa Virgen María fue tornada a Nazared, por algún espacio de tiempo no le podían acallar ni façer mamar, acordándose de su dulcedumbre e acatamiento e del fruto tan maravilloso de su sagrado vientre, el qual el santo niño Juan muchas veces adorava quando la Madre de Dios le tenía a él en sus braços. E no solamente truxo Nuestra Señora en sus braços muchas veçes al niño Juan en el tiempo que él nació en este mundo, mas aun en esta misma [fol. 65r] otaba no quiere andar sino en sus braços por el reyno celestial, hecho niño chiquito y de la mano de Nuestra Señora, e yendo ella sentada y metida en un trono muy rico y adornado. E quando Nuestra Señora le llevava assí consigo iba fablando con unas bienaventuradas muy dulçes, diziendo a todos los bienaventurados de la corte del Cielo: “Amigos e amigas, mirad al niño Juan quán bonito e precioso e fermoso es”. E como todos los ángeles e los santos le miraban e acataban, gozábanse e alegrábanse todos de ver su fermosura. E a desora le vestía e adornava Nuestra Señora de tanta diversidad de maneras e colores e pinturas e joyas, que los que una vez le miravan e después le tornavan a ver no le conocían quando la Madre de Dios se le mostrava, e dezíanle muy maravillados: “O, Señora y Reyna de los Cielos, no es este el niño que tú nos enseñabas, que este es más lindo e más precioso”. E la gloriosa Virgen María respondía: “Por cierto, mis amigos, el mismo es”. E acatándole todos conocíanle en solo los pies, porque quanto traýa las plantas d’ellos llenas de flores [fol. 65v] e rosas e verduras, ansí como matas de albahacas muy olorosas e finas, las quales verduras e flores traýa él en los pies en remenbrança e figura de las yervas e verduras por gloria y honra suya echan en el suelo acá en el mundo el día de su santa natividad. E allende de las vestiduras que el glorioso niño Juan tenía vestidas este día, también traía sobre su cabeça una diadema de oro muy resplandeciente e iba todo escrita con letras de oro muy lindas, que dezían las mismas alabanças que primero llevaba en el pendón, que decían: “La Madre de Dios es mi ama”. E por semejante llevava en la mano derecha un jarrito de oro muy resplandeciente y escritas letras de oro en él que dezían lo mismo: “La Madre de Dios es mi ama”. E fablava el niño Juan con voz muy dulce e decía: “Yo soy el dichoso y el consolado, que la Madre de Dios me tiene en sus braços”. Y como Nuestra Señora iba ansí por todo el reyno de los Cielos e por todos los alcáçeres muy acompañada de ángeles y en su trono muy poderosamente, llevando [fol. 66r] en sus braços al niño Juan, mostrávasele a todos e gozábanse mucho con él. E deseávale su santa madre Isabel y Zacarías, su padre, e todos sus parientes. Aunque santa Isabel se gozava e se tenía por dichosa que Nuestra Señora llevase a su fijo, ella le deseava e deçía dentro de su coraçón: “O, si la Señora me diesse mi fijo para que me goçe un poco con él, antes que pase la octava en la qual está fecho niño, que después estará fecho hombre como de primero e no podré jugar e goçarme con él”. E Nuestra Señora, conociendo sus pensamientos e deseos, mostrávale de su trono alto al precioso niño Juan e deçíale: “Por cierto que no os le dé... Si le queredes ver, ele aquí”. E santa Isabel le tomava e le besava e se goçava con él, e la Señora decía al niño: “Fijo, ¿quieres yr con tu madre?”. Y el niño se asía a la garganta de la Madre de Dios e decía: “No, Señora, que con vos me quiero estar”. Y esto facía la Madre de Dios por dar [fol. 66v] al niño Juan más honra e gloria e quererle ella traer por todo el reyno del Cielo ansí. E dixo más el Señor: que allende d’estos favores e previlegios y dones que el glorioso san Juan Baptista recibió d’Él, fue muy grande aquel don tan especial de la santificación, que Él le santificó estando él encerrado en el vientre de su madre y yendo también encerrado Él en el sacratíssimo vientre virginal de Nuestra Señora; porque desde que la Virgen entró por la casa de santa Isabel, su prima, santificó el mismo Salvador a san Juan, e le dio luego entendimiento de hombre de perfecta edad de treynta y tres años e de hombre angélico e celestial. E tan grandes fueron sus dones e merecimientos e previlegios e gracias, que de toda la santíssima Trinidad es muy amado e loado e querido y ensalçado e honrado, por lo qual alcança mucha gracia para todos los que le aman e sirven delante el acatamiento divinal.

Fin del santo sermón, el qual acabó el Señor [fol. 67r] dando su bendición, diziendo: “La bendición del Padre e de mí, su fijo, y del Spíritu Santo, que me voy, y no del coraçón que me ama”.

[VERSOS LAUDATORIOS A LA VIRGEN]

Mírala cómo sale

la rosa fresca y florida,

mírala cómo sale

de entre las espinas.


Sale qual aurora

esparciendo flores

y con sus primores

al Çielo enamora,

y en fe que la adora

la da clavellinas.

Mírala &ª [11]


Su rica corona

texida de estrellas,

la ermosura en ellas

más se perfeciona.

Con voces pregona

sus gracias divinas.

Mírala &ª


El cedro hermoso

del Líbano santo

es quien pone espanto

al lobo rabioso,

es rosal hermoso

que da rosas finas.


Palma de victoria

plantada en Cades,

compuesto ciprés

del Sion de gloria,

ciudad de memoria

que al Cielo encaminas.


Espejo agraciado

en quien Dios se mira,

cuya luz retira

la culpa y pecado,

[fol. 67v] plátano plantado

entre aguas divinas.


Flor de los jardines

del rey Salomón,

güerto y recreación

de los seraphines,

oy de entre jazmines

dulce olor aspiras.


La blança açuçena

de los frescos valles

sale por las calles

de virtudes llena,

destierra la pena

y esparce alegrías.


En la tierra y Cielo

se lleva la gala,

porque ella es la escala

de nuestro consuelo.

Jacob con desvelo

a subir se anima.


Es fuente sellada

con sello del Rey,

que en qualquiera ley

es privilegiada.

¡O, fuente sagrada

de aguas cristalinas!


Oliva especiosa

en campo florido,

tus ramas son nido

do el Verbo reposa.

¡O, viña dichosa

de ubas peregrinas!


Su Esposo la viste

con rayos del sol,

su claro arrébol

tinieblas resiste,

a la tierra enviste

la luz de alegrías.


La luna a los pies

la sirve de estrado

y el Cielo estrellado

oy su trono es.

Cielo y tierra, pues,

miren a porfía.


Mira sus cabellos

su Esposo querido

[fol. 68r] y baja herido

por cada uno d’ellos

para darnos vida.


Sus hermosos ojos

y esparcida frente

quando está presente

quita mil enojos,

ríndenla despojos

quien la ve y la mira.


Arcos son de amor

sus cejas graciosas,

largas y espaciosas,

llenas de primor

dan a su Açedor

alabanças dignas.


Mira que es la puerta

que vio Acequiel

por do entraba un Rey

sin dejarla abierta,

mira que es la güerta

do se á de plantar la vida.


Mira cómo sale

la rosa temprana,

sin ser maculada

de culpa culpable,

mira qu’es la llave

con que el Cielo se abriría.


Mírala cómo sale

la rosa fresca y florida,

mírala cómo sale

de entre las espinas.

Fin.


[fol. 68v] A la puríssima concepción de Nuestra Señora.

Qué linda sois, Virgen,

qué linda que sois,

Cielo y tierra lo dicen así,

y en verdad que lo sois.


De vos se decía,

allá en los cantares,

que sois escogida

entre los millares.

Todos los mortales

predican de vos

que sois virgen y madre,

y en verdad que lo sois.


Sois toda hermosa

sin mancha ninguna,

entre estrellas, luna,

y entre espinas, rosa.

Por ser tan graciosa

os preservó Dios.

Cielo y tierra lo dicen ansí,

y en verdad que lo sois.


Sois de Dios echura

echa en su crisol,

clara más que el sol,

toda limpia y pura,

tan noble criatura

que sola sois vos

la exempta de culpa,

y en verdad que lo sois.


¿Qué mayor nobleça

que ser por gracia vos

lo mesmo que Dios

por naturaleça?

Por vuestra limpieça

Gabriel os llamó

‘Ave gracia plena’,

y en verdad que lo sois.


Virgen singular,

escala del Cielo,

por quien Dios al suelo

propuso bajar.

Estrella del mar,

[fol. 69r ] ¿quién ay como vos,

toda bella y pura?

Y en verdad que lo sois.


El Dios que os crió

sola y sin exemplo,

nuestro casto templo

hecho hombre abitó.

Tal sois que se honró

con tal madre Dios,

por ser sin mançilla,

y en verdad que lo sois.


Si Dios con su aviso

y sumo poder

limpia os pudo hacer,

sin duda que quiso.

Sois el Paraíso

do se recreó

el nuevo Adán Cristo,

y en verdad que lo sois.


Oy por libre os dan,

que si de las leyes

se exemptan los reyes

las reynas lo están

de la ley de Adán.

Os eximió Dios

por ser limpia y pura,

y en verdad que lo sois.


En el Cielo os vio

Juan profeta santo

con el sol por manto,

según lo escrivió,

porque os concibió

Ana en luz de Dios,

sin noche de culpa,

y en verdad que lo sois.


Del mundo el consuelo

sois, Virgen María,

norte que nos guía

al puerto del Cielo,

milagro del suelo

en quien puso Dios

grandeça infinita,

y en verdad que lo sois.


Casa que fundó

el sol de justicia,

hecha sin malicia

donde Él habitó.

[fol. 69v] Solo os reservó

del tributo a vos

que Adán nos impuso,

y en verdad que lo sois.


Con divina gracia

se llamó dichoso

vuestro vientre hermoso,

que al Inmenso abraça,

que es paño sin raça

el que vistió Dios.

Cielo y tierra lo dicen ansí,

y en verdad que lo sois.


Paloma sin hiel,

virgen sin mancilla,

sacro trono y silla

del Dios de Isrrael,

¿qué rosa o clavel

brotó como vos,

más qu’el cielo pura?

Y en verdad que lo sois.


Esta vuestra casa,

de quien sois defensa,

os dé gloria inmensa

y loores sin tassa,

pues de nuestra masa

sola fuistes vos

la limpia de culpa,

y en verdad que lo sois.

Fin.

[VERSOS A LA CIRCUNCISIÓN DEL NIÑO]

Coplas a la circuncisión del Niño.


Ved aora los pecadores

lo que mi hijo ha pasado,

que desde oy está llagado.


¿A quién le encomendaré

demandándole favores?

¿Qué pensaré o qué haré,

que ya crece mi dolor?

Entre el goço y el temor

mi espíritu está turbado,

que desde oy está llagado.


[fol. 70r] Quien le llagó fue el amor,

y es tanto el que tiene al hombre

que es justo el Cielo se asombre,

pues parece pecador,

en sí con tanto rigor

cumple la ley del culpado,

que desde oy está llagado.


Sin dever ningún tributo,

siendo poderoso rey,

oy se sujetó a la ley

y da su sangre por fruto.

Destierre ya el mundo el luto,

pues Dios tan presto ha pagado,

que desde oy está llagado.


Esposo de sangre es

y en Él su amor tanto crece

que oy por primicias ofrece

lo que ha de verter después.

Tan grande es el interés

que por las almas ha dado

que desde oy está llagado.


Amor que le hace la guerra

y le obligó en un instante

al qu’es del Cielo gigante

hazerse niño en la tierra.

Tal fuego en su pecho encierra

de pagar por el pecado

que desde oy está llagado.


¡O, exceso raro de amor!

Pues Él solo cubrir pudo

al que es de culpa desnudo

con capa de pecador.

Alma, a pagar tu valor

viene tan apresurado,

que desde oy está llagado.


Con amor no ay que espantar

del precio que nos ofrece,

que a dar su sangre empieçe

quien carne y sangre ha de dar.

Hombre, comiença a goçar

del remedio deseado,

que desde oy está llagado.


Con esta muestra declara

el contento que recibe

en que ya tu alma vive

y su sangre la repara.

Al fin le cuesta tan cara

y tan grande precio á dado,

que desde oy está llagado.


[fol. 70v] O, supremo Criador,

hijo mío y niño Dios,

¿quién pudiera sino vos

dar tales muestras de amor,

anticipando el dolor

vuestro cuerpo delicado,

que desde oy está llagado?


Mucho, Niño, el alma amáys,

pues que por abrirla el Cielo

apenas bajáis al suelo

quando culpado os mostráis,

y tan presto el cuerpo dais

por fiador del pecado,

que desde oy está llagado.


Mas si por librar al hombre

su sangre tierna derrama,

Jesús el Cielo le llama,

nombre sobre todo nombre,

cuyas letras por que asombre con tanta sangre an entrado,

que desde oy está llagado.


Oy al alma, que en su trato

captiva y esclava ha sido,

compra en precio tan subido

por darla el Cielo barato.

Mira, pecador ingrato,

lo que tu culpa ha costado,

que desde oy está llagado.


Si Dios tanto al alma estima

que se ha hecho tierno infante,

y el apresurado amante

oy por ella se lastima,

¿cómo a servir no se anima

un Dios tan enamorado,

que desde oy está llagado?


Ea, Niño, empeçad ya

a esforçar vuestra flaqueça,

que quien dando sangre empieça

dando sangre acabará,

y tanta que quedará

vuestro cuerpo desangrado,

que desde oy está llagado.


Curar quiere nuestros daños,

pues que la sangre que cría

nos la da al octavo día

para darnos buenos años.

Efectos de amor estraños

en Él se an manifestado,

que desde oy está llagado.


[fol. 71r] Vayan tristeças afuera,

¡alegría, pecadores!,

que ya comiençan las flores

de la fértil primavera.

Copioso fruto se espera,

pues Jesús tal muestra ha dado,

que desde oy está llagado.


Para que no desconfíes

por lo que culpas merecen,

por los sus ojos te ofrecen

su tierna sangre rubíes,

y para que más confíes

pagan tan anticipado,

que desde oy está llagado.


Mi Dios de amor verdadero,

¿qué coraçón de diamante

no se ablandara al instante

con sangre de tal cordero?

Redempción copiosa espero

de un Dios tan enamorado,

que desde oy está llagado.


Oy viene en sangre cubierto

el que en éxtasis profundo,

desde el principio del mundo,

llamó Juan ‘cordero muerto’.

Con sangre firma el concierto

que tiene tan deseado,

que desde oy está llagado.


Como al alma tanto amáys

y es pasión de amor, aquestas

lágrimas de sangre os cuesta

que oy por ella derramáys.

Caro es el precio que days

de vuestro cuerpo sagrado,

que desde oy está llagado.


Sangre en la circuncisión

dais de valor infinito,

que sin ella mi delito

no alcançará remissión.

Salid, hijas de Sion,

a ver el Rey coronado,

que desde oy está llagado.


Agua y sangre de Dios vierte

su caridad encendida,

[fol. 71v] una al entrar en la vida,

otra después de la muerte;

una y otra, alma, te advierte

quánto su amor te ha obligado,

que desde oy está llagado.


Ved aora, los pecadores,

lo que mi hijo ha pasado,

que desde oy está llagado.

Fin.


[1] El folio 1 está precedido por otro folio no numerado y que muestra una caligrafía diferente, lo que sugiere que fue añadido al manuscrito posteriormente. En este folio se puede leer lo siguiente: “Para mayor honra y gloria, fíen mando y pago a los señores de la casa. Y mando y nombre: Diego Lucas ¿Gómez?”.

[2] En esta cuarteta y las dos siguientes, a pesar de la indicación en el manuscrito original, no parece intervenir Juana, la Esposa.

[3] En el manuscrito aparece “llame”.

[4] Este pasaje está subrayado en el manuscrito, en cuyo margen se aprecia una pequeña nota que parece decir “Ojo, alabanza”, aunque no se entiende del todo bien.

[5] Nota al margen: “Llamávase Germana de la Asçensión”.

[6] Nota al margen medio cortada, en la que parece indicarse lo siguiente: “También se reça para este mismo con nueve mil ‘Avemarías’”.

[7] Nota al margen: “Los maytines eran entonces a media noche”.

[8] Nota al margen no legible.

[9] Subrayado en el manuscrito.

[10] Nota al margen: “Estas cofradías otorgó el Señor por intercesión de nuestra madre santa Juana de esta santa casa de la Cruz”.

[11] Este símbolo posiblemente indique que entre las estrofas debe repetirse el estribillo: “Mírala cómo sale / la rosa fresca y florida, / mírala cómo sale / de entre las espinas”.

Vida impresa (1)

Ed. de Pedro García Suárez; fecha de edición: diciembre de 2016.

Fuente

  • Salazar, Pedro de. 1612. Crónica y historia de la fundación y progreso de la provincia de Castilla de la Orden del bienaventurado Padre San Francisco. Madrid: Imprenta Real, 511-546.

Vida de Juana de la Cruz

[511] SÍGUESE LA VIDA DE LA sierva de Dios Juana de la Cruz, que tantas personas tiene aficionadas, religiosas y seglares, que gustan mucho de verla y tenerla consigo y no es según la impresión de 1610. sino compuesto de nuevo

Capítulo I

Del nacimiento de la madre Juana de la Cruz

En el Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz está el cuerpo de la madre Juana de la Cruz, abadesa que fue del dicho convento y muy gran sierva de Nuestro Señor, la cual fue natural de un pueblo que se llama Azana, tierra del arzobispado de Toledo, cerca de la dicha ciudad, en la tierra que llaman la Sagra de Toledo. Nació en el año de la encarnación de 1481 años y en el bautismo le pusieron por nombre Juana. Sus padres fueron muy buenos cristianos y virtuosos y de gente muy honrada; su padre se llamaba Juan Vázquez y su madre Catalina Gutiérrez y tuvieron otros hijos muy virtuosos y algunos dellos fueron religiosos de muy aprobada vida. La bendita madre Juana de la Cruz fue dotada de mucha gracia y hermosura corporal; criola su madre a sus pechos, porque en naciendo tomó con ella mucho amor; era muy graciosa y mansa y decía su madre que no tan solamente no padecía pena ni trabajo en criarla, mas sentía consolación y notable alegría en sí todas las veces que la tomaba en sus brazos, aunque estuviese muy triste y angustiada. Tenía muy claro entendimiento y tan grande conocimiento de Dios que, aunque de poca edad, siempre tenía su pensamiento y ocupaciones en cosas celestiales y en hacer nuevos servicios a su esposo Jesucristo, a quien se consagró desde niña. Nunca la vían jugar ni ocupada en cosas de vanidad ni desaprovechada ni hablar palabras vanas, de manera que sus padres y parientes y personas que la conocían [512] se maravillaban mucho de las grandes virtudes que veían en ella resplandecer. Estando un día asentada a la puerta de la casa de su padre pasaba el santísimo Sacramento por allí, que le llevaban a un enfermo, y como sus padres la tenían tan bien impuesta en las cosas de Dios y de su santa fe católica, se levantó con mucho fervor a mirar y adorar al Señor, que llevaba el clérigo en sus manos, y vido que iba sobre la custodia Nuestro Señor Jesucristo en forma de niño vivo y muy resplandeciente y por entonces no dijo nada, pensando que todos veían lo que ella veía; pero Nuestro Señor, que es dador de las gracias y descubridor de los secretos que Él se sirve de manifestar, tuvo por bien de traer tiempo en que estas y otras maravillas y grandes misterios que en su sierva había obrado desde su niñez fuesen vistos y conocidos, sin ser en su mano podellos encubrir.

Capítulo II

Cómo siendo esta sierva de Dios de siete años quedó huérfana de su madre

Llegado el tiempo en que había pasar desta vida la madre de la bendita niña Juana de la Cruz, acordándose de una promesa que tenía hecha en una enfermedad suya, de llevar a su hija con su pelo de cera a velar al Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz, rogó a su marido que lo cumpliese por ella y él le prometió de cumplirlo lo más presto que pudiese; y cuando esto se trataba entre los dos estaba presente la sierva de Dios Juana de la Cruz, la cual deseaba mucho que se cumpliese aquella promesa; y como quedase en casa de su padre, con la edad crecían en ella muy grandes fervores y ansias de ser religiosa por más servir a Dios, y creciendo en edad empezaba a poner por obra sus fervorosos deseos del servicio del Señor. Tenía una tía, hermana de su madre, doncella y de muy santa vida, en quien Nuestro Señor mostró muy claros y manifiestos milagros y maravillas, con la cual se consolaba y comunicaba mucho. En este tiempo su tía se metió a monja en Toledo en el Monasterio de Santo Domingo el Real, en el cual vivió y acabó su vida muy santamente. La bendita Juana de la Cruz sintió mucha soledad en faltarle tal compañía y quisiera [513] mucho irse con ella a ser religiosa, pero su padre y abuela no se lo quisieron conceder, diciéndole que tenía poca edad y no podía llevar las asperezas de la religión. Viendo ella que aprovechaba poco el rogarlo, calló por entonces y pensaba entre sí: “Ir yo a ser religiosa a aquel monasterio porque estaba allí mi tía no es perfección, más quiero ir a cualquiera otro monasterio por solo Dios y su amor, y servirle y aplacerle”. Y este deseo crecía en ella cada día y la tía desta bienaventurada era muy santa y muy regalada de Dios y tenía muchas revelaciones, y en una le dijo Dios que su sobrina había de ser muy gran persona y de muy singulares gracias y dones espirituales; y contó esta revelación a la priora de su monasterio, la cual con mucho cuidado y diligencia procuraba y deseaba que viniese a ser monja a su casa y pedía con muchos ruegos a sus padres y parientes se la diesen para monja, en lo cual jamás quisieron los padres consentir. Lo cual visto por la priora y monjas del dicho monasterio, procuraron por otras vías haberla y en todo este tiempo no cesaban las monjas de suplicar a Nuestro Señor trujese a su casa aquel precioso tesoro, lo cual no se hizo porque Dios tenía determinado otra cosa. En este tiempo esta bendita doncella fue llevada a casa de unos tíos suyos, que la amaban y querían como hija natural, y le dieron el gobierno de toda su casa y bienes y ella les era muy obediente. Era muy honesta y prudente en todas sus obras y muy caritativa para los criados de la casa y personas que en ella trabajaban, y cuidadosa y diligente en los trabajos corporales y administradora en las cosas de Dios. Daba muy buenos consejos: era muy humilde y tenía la voluntad muy aparejada para hacer penitencia y la tomaba sobre sí con mucha alegría y la ponía por obra; y en sus ayunos fue muy abstinente, que su comer era pan y agua y no comía más de una vez al día y esta no todo lo que había menester; y no solamente ayunaba con solo pan y agua, más se estaba dos y tres días sin comer ni beber alguna cosa, y esto hacía ella muy de ordinario y con muy gran secreto. Todas las veces que ella se podía desocupar para rezar y contemplar, hacía oración muy fervorosa, bañada en lágrimas salidas de su corazón y lloradas con compasión a la Pasión [514] de Jesucristo Nuestro Señor, y, hecha de otra manera, la tenía no por tan acepta para ser recebida delante del acatamiento divino. Era rigorosa para su cuerpo porque traía junto a sus carnes un cilicio, hecho de unas cardas que buscó ella muy secretamente y las deshizo, y todas las púas y puntas cosió en una cosa muy áspera y aquello traía junto a sus carnes. Andaba de continuo dolorosa y toda llagada y muy alegre y consolada, porque tenía de continuo dolores que ofrecer al Señor en reverencia de los que padeció por nos redemir y salvar. Cuando trabajaba dábase mucha prisa porque los dolores y heridas fuesen mayores. Siempre esta sierva de Dios ofrecía tres cosas a Dios: trabajo corporal, hecho muy alegremente con la caridad del prójimo; la segunda, sacrificio de sangre y dolores, que le causaban las cosas ásperas y crueles que traía junto a sus carnes; la tercera, los pensamientos siempre puestos en Dios y en las cosas celestiales. Hacía también siempre muy ásperas disciplinas, dándose con muy gruesos cordeles; dados en ellos muy grandes nudos, dábase con estos tan cruel y despiadadamente hasta que salía sangre y se hacía muy lastimosos cardenales y heridas. Tenía tan gran silencio que nunca hablaba palabra que no fuese de Dios o que no la pudiese excusar. Andando por casa o haciendo labor de manos, dábase secretamente en los merecillos de los brazos, y en cualquier parte de su cuerpo que ella podía, muy recios pellizcos. Y cuando había de hacer algún trabajo al fuego o al horno, se destocaba y arremangaba mucho los brazos por hacer penitencia y quemar sus carnes y ofrecerlas a Dios en sacrificio; y el día que no hacía alguna cosa destas, no se tenía por digna de comer el pan ni de hollar la tierra que Dios había criado. Era tan amiga de oración, silencio y recogimiento, que buscaba siempre como estar en larga y fervorosa oración y para esto parecíale que el silencio y reposo de la noche era tiempo muy convenible, y cuando la gente estaba recorrida y dormiendo, quedábase ella en la cámara donde dormía, rezando. De que veía muerta la candela en el tiempo de las noches frías y largas del invierno, para hacer mayor penitencia se desnudaba delante de unas imágenes, quedándose en el silicio muy áspero [515] que continuo traía, y ansí estaba de rodillas en oración hasta que sentía que la gente de unas dos o tres criadas de casa con quien ella dormía era ora que se levantasen: entonces por no ser sentida íbase a acostar. Y una vez aconteció, queriéndolo Dios ansí porque fuese conocida, que sus compañeras lo sintieron que se iba a acostar cuando quería amanecer, y sentían cómo iba muy fría, que solo el frío que llevaba en sus carnes las despertaba; y ellas le dijeron muchas veces que por qué no se acostaba cuando ellas, que qué hacía o dónde venía a tales horas. La bienaventurada respondió que alguna necesidad tenía de venir donde venía. Como ella continuase este ejercicio, díjolo una de ellas a su ama, la cual se angustió mucho y mandó a aquella criada que con cuidado y secreto viese dónde iba su sobrina a aquellas horas y qué hacía. Luego la noche siguiente, la criada, viendo que la sierva de Dios no estaba en la cama, acordó de ponerse a la puerta de la cámara donde dormían con intención de cerrarla, pensando que la bendita Juana de la Cruz había salido fuera. Y con este pensamiento llegó a la puerta y hallola cerrada, y como estaban a escuras no la vía y estaba en oración delante de las imágenes y pusose junto a la puerta por verla cuando fuese a salir; y estando allí por algún rato, oyola llorar y gemir, y la moza, por certificarse, quitose de la puerta y fuese adonde ella estaba en oración, descuidada que nadie la oía ni aguardaba, y fue a asir della y sintió cómo estaba de rodillas desnuda y envuelta en un áspero silicio. De lo cual la bienaventurada sintió gran tribulación por ser vista; y la criada, maravillada, disimuló por entonces y dijo a su señora cuán bienaventurada criatura era su sobrina y en cuán santos y provechosos actos la había hallado.

Desta manera su buena vida fue divulgada y se conoció por todas las personas de la casa y aun por otras muchas, de lo cual ella recebía muy gran pesar y buscaba en su pensamiento dónde se podría apartar a poder hacer sus ejercicios sin ser vista; y acordose que en aquella casa de su tía en unos corrales había un palomar tapiado y sin tejado y tomó una Verónica en que ella tenía muy grande devoción y pusola en un pedazo de terciopelo, y doblada [516] traíala consigo, y todas las veces que podía se iba a aquel palomar y ponía la Verónica en una parte y con unas cadenas que ella tenía allá escondidas hacía muy ásperas disciplinas y andaba de rodillas, desnudas las rodillas sobre las guijas y cantos hasta que se le desollaban; y con muchas lágrimas y gemidos andaba desta manera con la más prisa que podía, considerando que iba por los lugares santos y por donde habían llevado a crucificar a Nuestro Señor Jesucristo. Y andando ella con esta contemplación, se le apareció Jesucristo Nuestro Señor apasionado como cuando llevaba la cruz a cuestas y la miraba sus ojos de misericordia. Un viernes santo quisiera ir a la iglesia y ver el monumento, y su tía no le dio licencia porque en aquellos tiempos no se acostumbraba salir las doncellas de casa, sino en los días de fiesta a oír misa. Y ida la tía y la demás gente a la iglesia, quedose ella en casa acompañada del dolor y compasión que aquel santo día representa y hincose de rodillas delante de un crucifijo con muchas lágrimas, compadeciéndose de lo que en tal día su Dios y Señor había padecido; y fue tanta el agua que de sus ojos manó, que mojó la tierra, y del dolor que sintía en su corazón cayó en el suelo como muerta; y estando con esta compasión vido la imagen del santo crucificado muy apasionado y llagado y aparecieron allí todas las insignias y misterios de la Pasión y las tres Marías muy llorosas, cubiertas de luto; y tantos fueron los misterios que allí vido y sintió y lo mucho que lloró y se traspasó su corazón, que quedó tal que parecía muerta, y su gesto tan difunto y desmejado que, cuando sus tíos y la gente de casa vinieron, se maravillaron mucho de verla tan demudada y le preguntaron qué le había acontecido y apremiaronla que comiese y no ayunase aquel día a pan y agua, y ella les suplicó no le quitasen su devoción, que muy bien podía ayunar y muy bien dispuesta se hallaba. Y viendo la humilde doncella cómo no se podía encubrir su virtud, dábanle pena tres cosas: la una, no tener tiempo y libertad para servir a Dios, como ella deseaba; la segunda, que era conocida de todos la gracia y mercedes que Dios le hacía; la tercera, el gran deseo que tenía de ser religiosa, no verle cumplido. De manera [517] que ya públicamente con muchas lágrimas y fervor lo pedía a su padre y tíos, los cuales nunca condencendían con su petición, y su tío que la había criado, como haciendo burla, le dijo: “Mi sobrina quiere ser monja por ser santa”. Y ella respondió con mucha humildad: “Pues si lo fuere por la gracia de Dios, rogare a Dios por v. merced”. Y por entonces no les importunó más, no perdiendo la esperanza que Nuestro Señor se lo había de otorgar, pues ella se lo suplicaba sin cesar; y con esta esperanza un viernes santo fuese al palomar y, entrando en él, puso la santa Verónica y sacó la cadena que tenía escondida y hizo una áspera disciplina, porque todas las veces que ella iba allí, primero se disciplinaba que hiciese oración; y hecha esta disciplina, hincose de rodillas y derramando muchas lágrimas empezó a decir mirando la santa Verónica: “O muy dulce Señor mío, suplico a Vuestra Majestad por reverencia de los misterios que hoy día viernes santo vos, mi Señor, hicistes y por los dolores y tormentos muy crudos que por me redemir y salvar padecistes, que me concedáis esta merced que muchas veces con importunidad he pedido: que merezca yo ser vuestra sierva en la religión y que esta merced no se me niegue en este santo día”. Y estando en esta oración la sierva de Dios, le fue revelado que había Dios oído su petición y recibido su buen deseo, y lo tomaba por obra muy aceptada y le placía de la recibir por esposa y concederle la religión, con condición que ella pusiese la diligencia que para alcanzarlo viese que había menester; y desde aquella hora buscaba y procuraba en su corazón cómo y de qué manera saldría secretamente, que ninguna persona la viese ir al Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz, que allí la alumbraba el Espíritu Santo fuese.

Capítulo III

Cómo esta bendita madre buscó manera para ir a ser religiosa

Después de pasada la Pascua de Resurrección, como ya fuese cumplida en ella la voluntad del Señor para que fuese religiosa, acordó con su ayuda de tomar una mañana de madrugada unos vestidos de un primo [518] suyo, que ella tenía a guardar, y vistiose de hombre para salir sin ser conocida y irse al Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz, que es dos leguas de donde ella vivía, y de que estuvo bien aderezada de hábito de hombre, pusose encima los acostumbrados vestidos de mujer que ella solía traer y tocado que acostumbraba, y llamó a las mozas diciendo que era tarde y con ellas hizo los haciendas que otros días solían hacer. Y de que todos los de la casa le hubieron visto que su intento era este, porque descuidasen della por algún rato y ella pudiese irse sin que la siguiesen entrose aprisa en cierta parte y quitose los vestidos de mujer, y pusose un tocador de hombre en la cabeza y echose una capa en el hombro y una espada en la mano, y un lío que tenía hecho de sus aderezos de mujer tomole debajo del brazo y santiguándose comenzó su camino, el cual ella no sabía sino por oídas y caminando con mucho fervor. El demonio, que tenía mucho pesar desta obra, trabajó de la poner tentaciones y peligros por estorbarla, combatiéndola de muy recios temores de su padre y parientes y que no saldría con lo comenzado. La bienaventurada, como arrepintiéndose de lo que había comenzado, creciole el temor con tanto grado que le faltaron las fuerzas humanas y le temblaba todo el cuerpo, que no podía andar paso, de suerte que se hubo de asentar en el mismo camino muy desmayada, y estando ansí encomendándose con muchas veras a Nuestro Señor, suplicándole la quisiese ayudar y esforzar en tan grande necesidad para que ella pudiese acabar la obra comenzada, oyó una voz que le dijo tres veces: “Esfuérzate, no desmayes y acaba la buena obra que has empezado”; y no vido por entonces quién le hablaba, mas después supo por revelación que era su ángel custodio, con la cual voz se alegró y regocijó mucho y anduvo su camino. Ya que había andado buena parte d’él, sintió venir tras sí, aunque algo lejos, a una persona en un caballo, la cual era un hombre muy honrado, que tenía mucha gana de casar con ella y la había procurado y rogado; y como ella alzó los ojos y conoció que era el sobredicho mancebo, y viéndose sola en un campo y que por entonces no aparecía nadie, turbose su espíritu más de lo que se puede pensar, teniéndose por deshonrada y perdida; y alumbrada en aquella [519] sazón del Espíritu Santo, disimuladamente se apartó del camino antes que llegase cerca, y a él le cegó Dios de manera que no solamente no la conoció, ni aun el color de los vestidos de hombre que llevaba le parecieron a él de otra color, y cuando pasó por enfrente donde ella estaba, dijo en su corazón: “Mirad que cobardía de hombre, qué le había yo de hacer, que en viéndome se apartó del camino”. Y tornando a mirarla, vido el lío que traía debajo del brazo y dijo: “Algún sastre debe de ser, que viene de cortar o de coser de algunos destos lugares”. Y con este pensamiento se pasó el mancebo sin la conocer. La bendita virgen, viéndose libre de aquel tan gran peligro, hincose de rodillas y dio gracias a Nuestro Señor, y suplicó a Nuestra Señora la favoreciese en aquella su obra, y en esta oración fue muy consolada de Nuestro Señor y pasó adelante con su camino. Y aportó a un lugar que se llama Casarrubuelos, y por la mucha fatiga y cansancio del camino pidió en una casa un jarro de agua, y diéronsele y asentose a descansar, y puso la espada sobre un poyo y olvidosele allí; ya que era salida de la casa, tornó por ella y dijo: “O pecadora de mí, que se me olvidaba la espada”. Y estas palabras oyó la moza que salió a darle de beber y las dijo a las personas de aquella casa, diciendo: “Mujer es aquel que pidió el agua”; y no creyendo a la moza, no la siguieron. Y llegando al Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz, entró luego en la iglesia a hacer oración y ofreció su ánima y su cuerpo a Jesucristo, suplicándole la quisiese recebir en aquella santa compañía y congregación. Y de que hubo orado, como no había nadie en la iglesia apartose a un rincón della y quitose los vestidos de hombre y vistiose sus propios vestidos de mujer que había traído consigo, y de que fue aderezada de mujer fuese a la portería y recibimiento de la casa, en la cual estaba una imagen de Nuestra Señora de bulto, de mucha devoción y milagros, y hincándose de rodillas le dio gracias porque la había traído a su casa sin peligro de su persona y decía con mucha humildad a la santa imagen: “¿Qué servicio podré yo hacer por tan gran merced como esta? Suplicote, mi Señora, me des gracia que yo persevere en esta casa y viva en ella todos mis días”; de lo cual le certificó la imagen, y de allí fue a llamar a la puerta, rogando que la abriesen. Y [520] preguntole la casera de las monjas quién era o qué quería. Respondió que era una doncella que quería ser religiosa. La casera le respondió: “Las que vienen a ser religiosas no vienen solas, que sus padres o parientes las traen”. La sierva de Dios le dijo: “Vine en hábito de hombre escondidamente, que de otra manera no viniera ansí, mas por amor de Dios me abrid para que me caliente, que como esta mañana llovió, tomome el agua en el camino y vengo cansada y muerta de frío; y por caridad me dé un poco de pan, que vengo muy necesitada, que si no queréis, no diré yo que me metáis allá para religiosa, que como vine ascondida, presto me hallarán menos mis parientes y me vendrán a buscar”. Y la casera la metió dentro en los aposentos y le dio de comer, siempre preguntándole y examinándole. Yendo la criada del monasterio a la iglesia y viendo los vestidos de hombre que había traído, pensó en su corazón no fuese varón que venía con alguna burla o engaño; pero ansí en los cabellos largos como en los pechos y gesto y en otras señales se certificó cómo era mujer; y luego la criada llegó al torno del monasterio y dijo que quería hablar a la abadesa, la cual le dijo: “Señora, aquí ha venido una doncella de hasta quince años y dice que es de Azana, y vino sola en hábito de hombre y parece que trae muy gran fervor de ser religiosa”. Y luego la mandó llamar y informose muy bien della y de su deseo, y después, aunque fingidamente, la reprendió porque había venido en tal hábito y de tal manera. Y la madre Juana de la Cruz le respondió con mucha humildad: “Señora, mi venida no ha sido sino con sola intención de servir a Dios y vivir y morir en esta santa casa y hacer todo lo que me mandaren y ser toda mi vida su criada”. Y la religiosa se despidió della y entró a las monjas y les dijo: “Hermanas, una doncella está aquí, que quiere ser nuestra hermana, creo que la trae Dios por milagro porque no sabía este camino ni vístole”; y les dijo y relató la manera de su venida y cómo decía palabras de mucha prudencia. Las monjas, oído lo que les dijo, dieron gracias a Dios y pidiéronle licencia para ir a verla y hablarla y ordenándolo la divina Majestad a todas les pareció tan bien cuando la hablaron, que se determinaron [521] de recebirla en su compañía, y antes que le diesen el hábito vinieron algunos de sus parientes muy sentidos y enojados de lo que había hecho, y ella les satisfizo diciendo que muchas veces les había dicho y pedido que había de ser religiosa y que Dios la había traído a aquella casa y que lo había de ser. Concertadas todas las cosas, dieron el hábito a la virgen con mucha solenidad y espiritual alegría en presencia de sus parientes. Comenzó a hacer vida maravillosa y muy provechosa para los que la veían y oían; su vestido era muy pobre y humilde, mucho más que el de las demás religiosas. Traía túnica de sayal y una saya muy vieja y remendada y el hábito lo mismo. Calzaba unos alpargates, y lo más del tiempo andaba descalza y ceñida con la más gruesa cuerda que podía haber, y en la cabeza una albanega de estopa y encima lo más despreciado que ella podía haber, y debajo de todo esto traía de secreto un muy áspero silicio, el cual nunca se quitaba día ni noche y otras muy ásperas penitencias que hacía. Deseaba tormentos y dolores, llagas y heridas, frío y cansancio y todas maneras de penas por amor de Dios. Y no solamente en el año del noviciado tuvo esta manera de vida, mas todo el tiempo que vivió guardó el silencio, que en todo el año del noviciado no le oyeron hablar palabra, sino era con la prelada o maestra, y esto siendo preguntada. Hacía penitencia con la boca, trayendo en ella ajenjos amargos por el amargor de la hiel y vinagre que dieron a Nuestro Señor; traía siempre en su memoria su Pasión de muchas maneras y también hacía otras penitencias con la boca, trayendo una piedra algo grande que le daba dolor. Otras veces tomaba en la boca agua y teníala tanto espacio dentro hasta que del dolor no la podía sufrir. Tomaba con los labios un candelero mediano, y teníale tanto rato por la parte donde se pone la candela hasta que le dolían las quijadas; pensaba ella que guardar silencio sin dolor no era grande servicio ante Dios. Eran sus ayunos muy perfetos y muchos, porque no solo acostumbraba desde su niñez a ayunar ordinariamente, comiendo una vez al día, más aun estar tres días con sus noches sin comer algún mantenimiento corporal, y no solamente ayunaba de comer, más ayunaba de sueño y tenía puesta [522] entre sí tal traza, y decía: “Pues las personas cuando ayunan no comen hasta medio día, y después de haber comido, una vez pueden tomar alguna refección de beber entre día y alguna colación a la noche, desta manera será bien ayunar del sueño hasta la medianoche y después la comida de medianoche serán los Maitines, y en la mañana en lugar de la bebida o colación tomar un poco de sueño corporal para sustentar la naturaleza”. Y para hacer esto bien tenía este orden. Como todas las religiosas acostumbraban dormir juntas en un dormitorio y en medio d’él tienen una lámpara encendida y cada una está por sí en su cama, llevaba también la bienaventurada una rueca a prima noche a su cama, y cuando veía que todas las religiosas estaban dormiendo, tomaba su rueca y hilaba cabe su cama a veces en pie y a veces de rodillas en tierra, hasta que tañían a Maitines. Como esta virgen era tan cuidadosa de aprovechar en el espíritu, cuando trabajaba corporalmente enderezaba todos aquellos servicios o trabajos que hacía por la santa obediencia a Dios, y, contemplando decía entre sí que era su moza y esclava, que los platos que fregaba y todas las otras cosas pensaba que eran de oro y de piedras preciosas en que comía su Majestad. Cuando barría contemplaba que la escoba era un manojo de rosas y flores muy olorosas con que alimpiaba y adornaba sus estrados; y cuando guisaba de comer, contemplaba eran muy delicados y preciosos manjares para que comiese su divina Majestad y sus santos; y ansí lo ofrecía ella y desta manera y de otras muchas ofrecía sus trabajos corporales ante la Majestad Divina. Oyendo esta sierva de Dios leer en un libro llamado Floreto de santo Francisco, y oyendo cómo había mandado una vez a un fraile que fuese a predicar, sin capilla y desnudo, pensó entre sí: “Si el Padre San Francisco mandaba ir al fraile a predicar desnudo, no teniendo pecados, ¿cómo no iré yo a confesarme de los míos y desnudarme dellos, desnuda en carnes y hiriéndolas con piedra o palo a cada pecado que dijere? Encomiéndome a Dios y, a vos Padre S. Francisco, y sola la cuerda ceñida a mi cuerpo y cuello quiero ir a confesar como malhechora, y por tal me pregonaré ante Dios y mi confesor”. Y con mucha contrición [523] de sus pecados, entró en el confesionario y comenzose a confesar, hincada de rodilla con muchas lágrimas, y era tiempo de mucho frío y comenzó a dar grandes temblores del gran frío que sentía, de manera que no lo podía encubrir, y fue tanto que el confesor le preguntó que si estaba enferma, que de qué temblaba; respondió la bienaventurada que no estaba enferma, que temblaba de frío. Y acabada la confesión, salió del confesionario, y ella, que se empezaba a vestir y otra religiosa que iba a confesar, y vídola, y entró en el confesionario y dijo al confesor que riñese a Juana de la Cruz por tan ásperas penitencias como hacía, que había entrado a confesar desnuda con solo un silicio. Y el confesor le respondió: “Verdaderamente yo le sentí temblar y pensé estaba enferma y preguntéselo y díjome que no”. Y de allí adelante no solamente en invierno, más aun en verano le preguntaba cuando iba a confesar si iba cubierta, porque, si no, no la confesaría. Todas las veces que esta bienaventurada iba a confesar recibía el confesor singular consuelo en su ánima y dotrina maravillosa para enmienda de su vida, y no solamente él, mas todos los otros padres que la confesaron mientras vivió decían que de sus confesiones no solo salían ellos muy confusos, mas sacaban mucho aprovechamiento para sus almas. Decía, cuando era muy importunada de sus confesores les dijese lo que sentía en su espíritu, que más vergüenza tenía de contar las cosas de virtud y gracia que Dios le había dado que no de decir sus pecados, porque esto era de sí propria y lo otro era de Dios y de su misericordia. Era esta virgen muy prudente y de mucha discreción y capacidad y de mucha gravedad, tenía presencia de mucha autoridad, tenía piedad y admirable consejo y provechoso en las ánimas y a los cuerpos, de muy graciosa habla, de mucha mansedumbre; era mesurada en su risa y provocaba, a quien la oía y veía, a devoción: lloraba muy sereno y sin mucho clamor, salvo cuando se elevaba, que salía de sus sentidos, de algunos pasos de la Pasión, que entonces no era en su mano porque el Espíritu Santo, como dice San Pablo, pide por nosotros con gemidos, que no se pueden contar, siendo esto efecto del Espíritu Santo en nosotros. Ansí obraba [524] grandes maravillas en esta religiosa y le hacía dar algunos devotos suspiros o decir algunas palabras del paso y misterio que estaba contemplando. Era de mucha cortesía y muy grande crianza y muy humilde en todo, y holgaba más de hacer a cualquier persona demasiada reverencia y honra que no de menos: era igual a todos, tratando a cada uno según su estado y manera; era de mucha verdad, y lo contrario ni aun en burla no lo decía; era muy secreta y callada en todas y cualesquier cosas que le eran dichas y descubiertas en secreto: de tribulaciones, tentaciones y angustias y cosas de cualquiera otra calidad. Fue remediadora de muchos grandes males y daños, y libradora de grandes peligros presentes y por venir; era de tan gran santidad que jamás perjudicaba sus prójimos ni los agraviaba, aunque fuese de burla. Llegándose a ella las monjas de su convento, rogáronle que les dijese cómo harían oración que fuese agradable a Dios. La cual dijo: “Doy os por consejo, señoras, que no ofrezcáis solo a Dios un sacrificio, más tres, o cuatro, o más, si pudiéredes, porque cada hora podría cualquier persona ofrecer a Dios tres sacrificios principales, que son estos: el primero, la afección y contemplación muy viva, hecha dentro en el corazón y alma; el segundo, oración vocal y gracias y loores a la Divina Majestad; el tercero, alguna penitencia, golpes y heridas dadas secretamente; y aún para desechar la acidia se puede añadir la labor de manos, y habiendo soledad y tiempo suficiente es bueno haber lavatorio y fuente de lágrimas lloradas de contrición de los pecados o por compasión de la muerte de Nuestro Señor, y entonces podrá cualquier persona dar cinco sacrificios ofrecidos en reverencia de las cinco llagas, y cuando esto no se pudiese hacer tan secreto, podrá ofrecer tres en reverencia de la Santísima Trinidad sin ser visto ni sentido de ninguna persona”.

Capítulo IIII

De cómo esta bendita virgen comulgaba espiritualmente

Procuraba esta madre de, en amaneciendo, ahora estuviese en el coro, en los oficios divinos o en otra cualquier parte o en ocupación [525] o trabajo corporal, de aparejarse para comulgar espiritualmente, pues no podía recebir el Santísimo Sacramento cada día y hora como ella deseaba; porque era tan devota del Santísimo Sacramento del altar y de le gustar continuo que nunca otra cosa quisiera hacer día y noche, sino hartar su alma deste manjar del Cielo. Y por el mesmo Señor fue revelado a todas las monjas del convento por palabras que la oyeron estando elevada, enajenada de sus sentidos: que tanto era el gozo y gusto que esta bendita sentía en el Sacramento que comulgaba y recebía a Dios espiritualmente y sentía gran favor del Señor y consolación de su alma, y daba las gracias a Nuestro Señor por tan copioso beneficio.

Estando esta bendita en la casa de la labor, víspera de los apóstoles S. Pedro y S. Pablo, vido una visión de todos los doce apóstoles, como cuando uno acaba de espirar, y luego vido doce sepulcros abiertos y muy hermosos y que salían dellos los doce apóstoles vestidos de blanco y ellos más albos que la nieve, y levantábanse puestas las manos como que adoraban al Señor y le daban gracias; y ella muy maravillada desta visión deseaba saber por qué parecía que salían los santos apóstoles de los sepulcros como difuntos, estando ya todos en el Cielo glorificados y no habiendo muerto ninguno dellos de su muerte natural, mas de muy crueles martirios por amor de Dios. Estando en este pensamiento y deseo, vido todos los apóstoles vestidos muy ricamente, coronados y cubiertos todos de pedrería y muy alegres y gloriosos, y Nuestro Señor en medio de ellos, dándoles muy grandes premios y gozos y galardones por los trabajos y buenas obras que por su amor estando en el mundo habían hecho. Ansimismo le fue mostrado cómo levantarse los santos apóstoles de los sepulcros era significación que todos habemos de ser muertos y resucitados cuando Dios nos llamare a juicio; y cómo Nuestro Señor Jesucristo hace fiesta y llamamiento en el Cielo de todos los santos apóstoles juntos el día que es fiesta de cualquiera de ellos; y cómo la Iglesia militante, ansí como la triunfante, los días de las tales fiestas siempre hacen memoria de los martirios y muerte de los santos que padecieron por amor de Dios y de la vida eterna y bienaventuranza [526] que por ello les da el Señor, y a todos y cualesquier Órdenes de santos y santas, cuando es fiesta de uno o de una en especial, junto con él a todos los de aquella Orden les hace fiesta en general. Decía muchas veces que, cuando comía o bebía, tomaba gusto en aquel manjar corporal porque sabía ella Dios era todas las cosas y en todas ellas le podía hallar, y con este pensamiento en contemplación que siempre tenía puesta en Dios, en cada bocado que comía y trago que bebía hallaba dulzura y gustos divinales. Muchas veces, estando comiendo se arrobaba en espíritu; y esto de arrobarse creció en ella tanto la gracia que adonde quiera que aquella gracia le tomaba se quedaba como muerta, aunque muy hermosa, ora fuese en el coro o en el refitorio o en otro lugar de la casa, a cualquier hora del día o de la noche que era la voluntad de Dios, y muy a menudo; y no estaba elevada poco tiempo, mas tres horas, cinco y siete y doce, y esto al principio de sus elevaciones. Y andado el tiempo diole Dios muy copiosa esta gracia, porque estaba elevada un día y una noche y algunas veces cuarenta horas. La primera vez que el convento vido elevada a esta religiosa, había siete años que estaba en el monasterio y todas las religiosas vieron en ella muy nuevas mudanzas porque la vieron propiamente como difunta, ansí en el gesto, ojos y labios, como en el descoyuntamiento de todos sus miembros, lo cual nunca más tuvo en semejantes raptos, antes en ellos estaba muy hermosa y colorada. Después que volvió en sus sentidos, importunáronla mucho las religiosas les dijese qué había sentido o visto en aquel rapto y ella por entonces no les dijo nada hasta saber la voluntad de Dios; pero pasados algunos días, de voluntad de Dios les dijo: “Señoras, quiero satisfacer a vuestro deseo, pues deseáis saber qué es lo que vi y sentí aquella vez que decís que estaba en el cuerpo muy demudada, a manera de muerta. Yo me vi en un lugar oscuro, donde hube mucho temor, y apareció allí un ángel que alumbró aquellas tinieblas y me dijo: ‘No temas’. Y me fueron reveladas muchas cosas, especial el favor que los ángeles hacían a los que están en el purgatorio hasta que, saliendo de allí, gozan de Dios. Este ángel tiene oficio de ayudar a las ánimas de purgatorio, yéndolas a visitar y consolar [527] por los merecimientos y Pasión de Jesucristo y méritos de su Santa Madre. Y muchas veces va a la ayuda y socorro de las ánimas y personas que están en pasamiento, llevando consigo otros muchos ángeles que le ayuden a defender aquella persona que en tan gran batalla está de tentaciones de los demonios, y las acompaña hasta que son juzgadas y tiene cuidado dellas hasta que estén en descanso y este mesmo oficio tienen otros muchos ángeles”. Estas y otras muchas cosas decía esta bendita a las monjas, importunada de ellas y con licencia de Dios notificadas por su ángel.

Capítulo V

De cómo esta bendita estando elevada hablaba

Esta bendita virgen tuvo gracia de elevación, como queda dicho; el Señor la dotó de otra muy grande gracia y es que, estando ella ansí elevada en aquel rapto, enajenada de sus sentidos, hablaba divinas cosas, altísimas y de notable admiración, sobre lo cual se hicieron grandes experiencias para ver si cuando hablaba estaba en éxtasis o fuera de sus sentidos o de otra manera. La cual experiencia hicieron inquisidores que fueron de intento a esto al monasterio y los prelados de la Orden, monjas de su casa, y otras personas graves; las cuales todas conocieron y vieron que estaba alienada de sus sentidos cuando hablaba, también por las cosas que decía tan maravillosas y provechosas para las almas, ansí para las religiosas de su casa como para las personas de todos estados y condiciones y oficios mayores y menores que la venían a oír y gozar y aprovecharse de lo que decía. Oíanla frailes de todas órdenes, predicadores y letrados, canónigos, obispos y arzobispos, el cardenal de España don fray Francisco Ximénez y condes, duques, marqueses, y caballeros muy generosos y señoras, y de todos estados, ansí de hombres como mujeres que este misterio vieron y oyeron, y estuvieron presentes, y veían cómo esta bendita estaba vestida y tocada de religiosa, echada sobre una cama y sus brazos puestos a manera de persona recogida y el cuerpo como muerto (porque estuvo mucho tiempo tullida) y los ojos cerrados y el gesto [528] muy bien puesto, y muy hermoso y resplandeciente. Su habla era tan poderosa y de tan gran dotrina para la salvación de las almas, y reprehensible a los pecadores, que cuantos la veían y oían, por grandes letrados que fuesen, se maravillaban y quisieran estar tan vecinos y cercanos al monasterio que todas las veces que había estas pláticas la pudieran oír. La cual algunas veces duraba cinco, seis y siete horas. Era tan dulce a todos los que la oían que, aunque fuesen muy pecadores e incrédulos desta santa gracia antes que la viesen y oyesen, les parecía estuvieran tres días con sus noches oyéndola con mucho gusto. Los que eran incrédulos, ellos mesmos se manifestaban diciendo: “Incrédulo era de lo que decían desta bendita”; y cuando vino a ver si podía verla hablar tan bien y cuando acababa de hablar decía a cada uno la intención con que había venido. Y cuando parecía que hablaba con Dios, hacía grandes suplicaciones públicas y otras secretas, que nadie las podía ir; y hacía oración por sí misma y por todas las personas de la tierra y por todo el estado de la Santa Madre Iglesia, por los que están en pecado mortal y por los que están en penas de purgatorio. En estos raptos, que le duraron espacio de trece años, fueron tantos y tan altos los misterios que dijo y declaró que las monjas escribieron un libro que llaman el Luznorte.

Capítulo VI

De cómo esta bendita tenía cuidado de las enfermas y de algunos casos maravillosos que le acontecieron

Había en el monasterio una monja enferma, que estaba ética y algo penosa y asquerosa, a la cual servía esta bendita venciendo con mucha alegría todas las cosas que se le ofrecían en el tal ejercicio de caridad, con el espíritu de su mortificación, por muy graves y repugnantes que fuesen. Vino a ella una religiosa, con mucho frío y dolor de estómago, y díjole: “Señora, por caridad que pidáis para vos un trago de vino, diciendo que lo habéis menester para algún dolor que tenéis y dármele heis a mí, que traigo un gran dolor de estómago y no lo oso pedir” (en aquel tiempo no sabían las mujeres qué cosa era vino) y ella dijo que lo [529] haría y, considerando que decir tenía dolor de estómago por entonces que no diría verdad, y dejarlo de pedir era falta de caridad, suplicó a Nuestro Señor por qué ella pudiese decir verdad y la religiosa recibiese refrigerio en su necesidad: Nuestro Señor lo proveyó de manera que esta bendita no mintiese. En la vida del Padre fray Pascual Bailón, cuyo cuerpo está en San Francisco de Villareal de Valencia, se cuenta d’él las grandes diligencias y trabajos que pasó por no decir una mentira ligera, que no pasaba de pecado venial, lo cual es contra tanto como en estos tiempos se miente porque no se sabe decir verdad. Y ansí sucede a los mentirosos lo que dice Aristóteles, que cuando digan verdad no los crean, aunque hay quien nunca la diga. Muchas veces aparecieron ánimas de difuntos a esta bienaventurada, pidiéndole hiciese diligencias con deudos suyos para que hiciesen obras satisfatorias y cumpliesen obligaciones que tenían para por estos medios ser libres del purgatorio, lo cual ella siempre hacía. Las cuales ánimas le tornaban a aparecer y le decían cómo eran libres de las penas de purgatorio y le daban gracias por haberlas ayudado.

Vino a esta bendita un religioso muy tentado de que no rezaba las horas canónicas ni ninguna cosa de las que tenía obligación, diciendo que Dios no tenía necesidad de sus rogaciones; la cual hizo oración por él y le respondió: “Padre, verdad es que Dios no tiene necesidad de las oraciones de las criaturas que Él crió; empero, que todas las criaturas racionales que Él crió tienen necesidad de la ayuda de Dios y de le servir para agradarle: ansí como de necesidad y fuerza es obligado cualquier labrador pechero de pagar a su rey y señor el pecho que es obligado y le debe y si esto de su grado no lo hiciere, será castigado, ansí el religioso, si no pagare a Dios lo que le debe rezando las horas canónicas y lo que es obligado, será castigado de la mano de Dios”. Deseaba padecer muchos trabajos por Dios y suplicábalo a Nuestro Señor y ansí permitió que los demonios la azotasen muy crudamente y las señales le duraron mucho tiempo y la de uno le duró toda su vida. Y lo mesmo se cuenta haber sucedido al glorioso S. Gerónimo. También le dio Dios de ordinario un dolor [530] de cabeza que la atormentaba en gran manera y todo lo llevaba con gran paciencia. Era devotísima de la santa cruz y enseñó a las monjas una adoración en esta manera: “Adórote, cruz preciosa; adórote, santa cruz de Dios; adórote, santo madero; adórote, trono de Dios; adórote, escaño de sus pies con el cual justiciará y pisará los pecadores y les hará ver y conocer cómo solo Él es el Señor y Criador del Cielo y de la tierra y juez de los vivos y de los muertos; adórote, galardón de los justos por el cual se salvan y justifican; adórote, deleite de los ángeles; adórote, penitencia de los pecadores; adórote, tálamo de Dios, en el cual está puesta su corona real; adoro los clavos, tenazas, martillo, escalera y lanza; adoro al Redentor en ti puesto; adoro a mi Salvador; adoro su santo rostro; bendigo, glorifico y adoro sus santos miembros todos, desde las uñas de los pies y plantas hasta encima de la cabeza, que son los cabellos: adórote, árbol santo de la vera cruz”.

Capítulo VII

De la enfermedad que tuvo esta bendita madre

Siendo súbdita y abadesa en el dicho Monasterio de la Cruz, habiendo adquirido al monasterio muchos bienes y posesiones de personas que tenían devoción a esta bendita madre, por cuyo respeto las daban, y habiendo tenido la sierva de Dios muchos trabajos, contrariedades y aflicciones, ordenándolo Dios ansí para que fuese probada su paciencia y virtud, últimamente tuvo grandes enfermedades, sin poderse levantar en mucho tiempo de la cama, donde siempre trabajó, exhortando con palabras a las que la veían al temor y amor de Dios; y para los ausentes tenía una monja que escribía muchas cosas, concernientes y ordenadas todas al bien de los prójimos. Y estando en la cama enferma tuvo grandes consuelos espirituales y revelaciones misteriosas, secretos grandes del estado de la Iglesia, de los que están en purgatorio y otros muchos secretos, los cuales Dios le revelaba. Apareciole muchas veces Nuestra Señora y consolola. Su santo ángel custodio le hablaba muy de ordinario y fue cosa maravillosa la gran familiaridad que con él y otros ángeles, de quien era muy devota, [531] tenía, y las admirables revelaciones que tenía del Señor. Siendo esta virgen ya muy labrada como piedra para ser puesta en el edificio de la ciudad santa de Jerusalén, llegose el tiempo de su glorioso tránsito.

Capítulo VIII

De un caso prodigioso que sucedió a esta sierva de Dios

Un viernes santo, habiendo estado toda la mañana en un rapto, volvió en sí estando diciendo la Pasión, y fuese al coro e iba llorando y descalza; y porque no podía andar ponía los pies de lado, que de otra manera no los podía poner, y aun esto con mucha pena y dolor. Y viéndola las religiosas entrar en el coro, fuéronse para ella, preguntáronle cómo iba de aquella suerte. Respondió que le dolían mucho y los pies y no podía andar con ellos; y mirándoselos las religiosas, viéronselos señalados, y ansimesmo las manos, no con llagas abiertas, sino unas señales redondas del tamaño de un real y muy coloradas, de manera que parecían por las palmas de las manos que estaban impresas. Tenían estas señales muy suave olor y la bendita lloraba de los dolores que tenía en aquellas señales. Y también las religiosas lloraban y tomáronla en sus brazos y lleváronla a su celda; y era tan grande el fuego que tenía aquellas señales que las religiosas le ponían paños mojados en agua fría y en muy breve espacio se enjugaban del gran fuego que de allí salía, y muy a menudo se los tornaban a poner mojados. Ella mesma se soplaba las palmas de las manos por mitigar el gran fuego y dolor que padecía. Y preguntándole las religiosas qué era aquello, respondió con muchas lágrimas y dolores que sentía que había visto a Jesucristo Nuestro Señor crucificado, que llegándose a ella había juntado sus manos con las suyas y puesto sus pies con los suyos; y que luego había sentido gran dolor en su espíritu y gran sentimiento en sus manos y pies, que eran tan recios que no los podía sufrir. Tuvo estas señales tan maravillosas y crecidos dolores desde el día del Viernes Santo hasta el día de la Santa Ascensión. Y esto no continuo, sino los viernes, sábados y [532] domingos, tres días arreo, hasta la hora que Cristo Nuestro Señor resucitó; y desde aquella hora hasta otro viernes no tenía más dolor ni señal. Viendo esta santa cómo no podía encubrir estas preciosas señales que no fuesen vistas de personas devotas del monasterio, pues ya se publicaba, y el confesor del monasterio y las religiosas d’él las habían visto, suplicó a Nuestro Señor muy afectuosamente que en ninguna manera su Divina Majestad permitiese que en ella su indigna sierva pareciese ni tuviese tal tesoro ni tan ricas joyas, que no era digna de ellas ni quería tal don, pues no le podía encubrir, y nunca cesó de hacer esta súplica, derramando muchas lágrimas, hasta que lo alcanzó del Señor. Y en la oración oyó una voz del Señor que le dijo: “Mucho me ruegas e importunas que te quite ese don que te he dado, yo lo haré; y pues no has querido tener mis rosas, yo te daré cosa que más te duela que ellas”. Y ansí le fue otorgado del Señor no tener más aquellas señales, pero en su lugar le dio Dios muchas enfermedades y trabajos.

Capítulo IX

De cómo esta bendita pasó de esta vida

Siendo esta bendita de edad de cincuenta y tres años, los cuales había vivido muy bien y muy ejemplarmente a honra y gloria de Dios y salvación y mérito de su alma y aprovechamiento de sus prójimos, vivos y difuntos, como su historia da testimonio dello, quiso el poderoso Dios que después de la Dominica del Pastor, año de 1534, se le agravasen a esta sierva de Dios sus enfermedades, sobreviniéndole otra de nuevo, la cual fue que no pudo orinar en catorce días, y publicándose su enfermedad entre algunas personas muy generosas, devotas suyas, fue luego proveída con mucho deseo de su salud de médicos y de las cosas necesarias para su cura. Y los médicos juntos y concentrados le hicieron muchas y grandes experiencias, y ella, tomando por la consolación de las monjas que se lo rogaban todo lo que los médicos le mandaban, aunque era contra su voluntad, y algunas veces con rostro como de ángel y semblante muy gracioso [533] que reía con las monjas y les decía palabras de muy grande amor y también a los médicos, se mostraba muy agradecida a su trabajo. Y viendo ellos que su mal iba empeorando y que era mortal, dijéronlo a las religiosas, las cuales con muchas ansias comenzaron a invocar la misericordia de Dios haciendo oraciones y derramando muchas lágrimas y sangre, haciendo procesiones con gemidos y sollozos, que parece querían expirar, suplicando a Nuestro Señor no quisiese su Majestad quitarles tan grande amparo, consolación y ayuda para su salvación como tenían en la madre Juana de la Cruz. La cual con muy grande fervor pidió le trujesen su confesor, que se quería confesar y aparejarse para morir, y ansí lo hizo, que confesó y comulgó con admirable devoción y se despojó como muy pobre y perfecta religiosa, y pidió la extremaunción; y todos los días que estuvo enferma de la enfermedad que murió, no pasó noche que no se arrobase, pero no le fue descubierto el secreto de su muerte hasta tres días antes de su bienaventurado fin. Y aunque con mucha flaqueza, no faltándole caridad y compasión de sus hermanas, contoles algunas cosas de consolación que en sus raptos había visto. Y acercándose el día de su glorioso fin tuvo una revelación jueves en la noche, vigilia de los apóstoles San Felipe y Santiago, en la cual conoció que era la voluntad de Dios llevarla desta vida; y súpolo en espíritu, por cuanto aquella mesma noche estuvo elevada desde las once hasta la una, y en esta elevación vido a los gloriosos apóstoles San Felipe y Santiago. Y hablando con su santo ángel le dijo viese cuál estaba y le suplicaba rogase al Señor por ella y por las religiosas de su casa y por sus hermanos y parientes y amigos y por todas las personas que a ella se encomendaban; y la respuesta fue: “Bienaventurados son los que viven y mueren en Dios y malaventurados se pueden llamar los que viven fuera de Dios; esfuérzate y ten paciencia, y encomiéndate a Dios y confórmate con su santa voluntad, y arrepiéntete de tus pecados y de las cosas que pudieras haber hecho en su servicio y no las has hecho”; la cual dijo: “Tan tarde me lo decís”. Y respondió: “No es tarde, que tiempo tienes para lo poder hacer; tú, amiga de Dios, confórtate [534] con todo lo que Nuestro Señor quisiere hacer de ti y suplica a su Divina Majestad se cumpla en bien y salvación tuya la sentencia que está dada, y tiempo es ya, amiga de Dios, de gozar de las cosas prometidas y a Dios pedidas y por Él otorgadas”. Y suplicó esta madre a los gloriosos apóstoles San Felipe y Santiago rogasen a Dios por ella, que no deseaba la muerte por impaciencia, sino muerte con penitencia, contrición y arrepentimiento de sus pecados, y que fuese en ella cumplida la voluntad de Dios. Los santos apóstoles le dijeron: “Ansí tiene de ser para ser la muerte buena y inocente y sin pecado, y ahora es tiempo de padecer los penitentes y amigos de Dios para que después gocen de los gozos del Cielo”. Todo esto pasó estando esta sierva de Dios elevada, y tornando en sus sentidos llamó a una religiosa parienta suya, que desde niña se había criado en el monasterio y ella le tenía mucho amor, y díjole: “Hágoos saber, hermana, que según me ha sido revelado he visto que es la voluntad de mi Señor Jesucristo que muera desta enfemerdad, de lo cual yo mucho me he consolado”. Y contole la sobredicha revelación y díjole muchas cosas de gran dotrina, aconsejándola tuviese paciencia y se conformase con la voluntad de Dios. Y luego, viernes por la mañana, día de los apóstoles San Felipe y Santiago, entrando el médico a visitarla, dijo que le quería hablar en secreto y, llegándose cerca de su cama, le dijo: “Señor, ruégoos por amor de Nuestro Señor que no me curéis ya más ni hagáis algún beneficio, porque yo sé que tengo de morir desta enfermedad y todo aprovechará poco, sino es darme más tormento; y paréceme que todo mi cuerpo le meten en un grano de mostaza y allí le aprietan según que yo siento”. Y ansí estuvo todo aquel día con alguna fatiga causada por la enfermedad. Y como se divulgase mucho que estaba tan al cabo de su fin, muchas señoras generosas deseaban estar presentes a su glorioso tránsito y ansí lo pusieron por obra; y no todas llegaron a tiempo, a causa que algunas venían de lejos, sino fue una muy ilustre señora muy devota suya que se llamaba doña Isabel de Mendoza, hija del conde de Monteagudo, mujer de don Gonzalo Chacón, señor de Casarrubios, que llegó a tiempo [535] y estuvo presente a todas las cosas y maravillas que pasaron en su bienaventurado tránsito y tuvo muchas lágrimas de devoción. Y esta señora, después de viuda, fue monja en el Monasterio de la Concepción de la Puebla de Montalván.

El mesmo día de los apóstoles, antes de vísperas, estando en sus sentidos, vido algunas cosas, las cuales ella no dijo claramente, aunque mucho se lo importunaron y rogaron. Este mesmo día, ya que quería anochecer, le dieron la santa unción, la cual recibió con muy gran devoción, y desde a un rato dijo con gran gemido y contrición: “Ay, ay de mí, cómo me he descuidado”. Pasada una hora, después de recebida la santa unción, le sucedió una indisposición, que pensaron era desmayo, y viéndolo el médico dijo que no tenía pulsos, que verdaderamente se moría, y estuvo ansí un rato; y tornando sobre sí, comenzó a hablar con buen semblante, en lo cual conocieron había sido arrobamiento. Y destos tuvo muchos aquella noche y empezó a hablar, diciendo lo que había visto, como quien responde a lo que le decían, y parecía a todos los que la veían que lo que hablaba eran respuestas que daba a quien hablaba, e dijo como persona muy admirada: “O, qué cruel espada, tenédmele, tenédmele, no me mate con ella”. Y ansí estuvo sosegada un gran rato en silencio, como persona que veía grandes cosas. Y después dijo con gran sosiego y manera pacífica: “Tened ese cuchillo, tenedle”; y alzando un poquito la voz, decía: “Llamádmela, llamádmela que se va”. Y preguntándole a quién habían de llamar, respondió: “A la santa Madalena”; y diciéndole qué Madalena, dijo: “La que estuvo al pie de la cruz, que viene del sepulcro”; y decía: “Ay, ay, amiga de mi alma”. Preguntándole si estaba allí la Madalena, respondió que sí; y de rato en rato decía, a manera de mucho deseo: “Pues vamos, Madre de Dios, vamos”, y esto decía muchas veces; y algunas veces añadió: “Vamos a casa, vamos, Madre de Dios, que es tarde”. Y con manera de ahínco y esfuerzo fervoroso decía: “Echalde de ahí, echalde de ahí, ¿por qué me dejáis?”; y parecía que estaba angustiada y que peleaba con el demonio y para esta pelea la dejaron sola; la cual venció poderosamente, según pareció la plática que ella tenía con el demonio, [536] que ansí como Dios le dio gracia de fortaleza que en su vida le venciese, ni más ni menos en la hora de la muerte no la desamparó, que maravillosamente quedó vencedora. Y volviendo la plática a las religiosas, dijo: “Señoras y hermanas mías, levantadme de aquí, daré mi alma a Dios en sacrificio”. Dende a poco comenzó a decir apriesa, como quien habla con otras personas: “Buscádmele, buscádmele a mi Señor, ¿por qué me le llevastes?, dejádmele ir a buscar, aunque estoy descoyuntada”; y con gran fervor decía: “Mi Señor, la misericordia sobre la justicia: Jesús, y qué angustia”. Y muy fatigada, volvió el rostro a las religiosas, e díjoles: “Amigas, ayudadme a rogar”; y dijeron: “Señora, ¿qué quiere que roguemos y pidamos?”. Respondió que misericordia y piedad, que la misericordia era sobre la justicia. El médico que la curaba, viendo todas estas cosas, dijo con gran devoción y lágrimas: “Bienaventurado colegio que tal alma como esta envía el Cielo; por cierto, señoras, creo yo que serán mayores los favores que desta bendita recebirán desde el Cielo que los que han recebido en la tierra, aunque han sido muchos”; y respondió la bienaventurada: “Podrá ser”. Y todo esto pasaba estando sin pulsos en ninguna parte de su cuerpo, y estándola todos mirando empezó a mascar, como persona que comía con mucho favor, y cesando le dijo el médico: “Señora, parece que come”. “Es verdad”, dijo ella, “sí”. Tornándole a preguntar que quién se lo había dado y qué era, respondió que cierto manjar, y dijeronle: “con tal manjar muy esforzada estará”, y dijo: “Sí, estoy”. Y tomándole el médico el pulso dijo que se le había tornado muy esforzado y grande, que parecía de nuevo le habían dado vida porque había más de cuatro horas que estaba sin él y desde el día de los santos apóstoles no había pasado ninguna sustancia. Y después de todo esto comenzó a decir con muy alegre gesto: “Amigas mías y señoras mías, llevadme, llevadme”; y entendieron que hablaba con santas vírgines; y de a poco rato dijo con gran reverencia: “O, Padre mío”, y las religiosas pensaron que lo decía por el glorioso Padre San Francisco. Y cuando esto pasaba, ya venía el día y era sábado, y todos los que allí habían estado aquella noche, ansí a las religiosas como a las personas de otra manera, no se les hizo o pareció ser aquella [537] noche una hora. Estando ansí esta sierva de Dios, dijo: “Ea, pues, Jesús, vamos de aquí”; “vamos presto, Señora mía”; “vamos, vamos mi Redentor”. Entonces las religiosas se levantaron con muchas lágrimas y grandes sollozos y le besaron las manos con mucha devoción y ella las bendijo presentes y ausentes. Y tornó a decir: “Vamos, vamos, Redentor mío, vamos de aquí”. Y llegándose el médico a esta bienaventurada y hablándola, recibió el aliento que de la boca le salía y dijo a los que allí estaban no podía conocer ni alcanzar qué olor fuese, salvo que olía muy bien, de lo cual estaba admirado porque hasta aquella hora había tenido mal olor en el aliento, que le procedía de la corrupción de los humores, y entonces le tenía bueno. Y todos los que estaban allí que oyeron esto al médico se allegaron con mucha devoción y, recibiendo el huelgo, conocieron no ser de los olores deste mundo, y toda su persona estaba con grande olor y hermosura. Y desde el sábado a la tarde hasta el día siguiente domingo después de vísperas, día de la Invención de la Santa Cruz, no habló; y antes que entrasen por la puerta de su celda se olía los maravillosos olores que de ella salían.

Capítulo X

Del tránsito

Siendo la hora de las seis, después de mediodía, domingo día de la Santa Cruz, año de 1534, día en que la sierva de Dios nació y entró en la religión, acompañada su ánima de muy buenas y perfetas obras, y ansimismo su cuerpo acompañado de religiosos de su Orden y de todas las monjas de su casa, las cuales con candelas encendidas en las manos, y los padres leyendo la Pasión, dio esta sierva de Dios el alma en manos del poderoso Dios que la crió y redimió, quedando su gesto con hermosura y compostura admirable, quedándole la boca muy buen puesta, a manera de quien se ríe. Y admirados los padres que allí estaban, con gran reverencia llegaron a mirarle los ojos, y alzando los párpados vieron que no los tenía quebrados, sino con aquella hermosura que los tenía cuando era viva, y ansí como agradó con ellos mucho a Dios, permitió en la hora de su muerte que no se le quebrasen, en testimonio de las buenas obras que con [538] ellos había hecho; de lo cual todos se maravillaron mucho y dieron gracias a Nuestro Señor por las grandes maravillas y mercedes que con sus fieles amadores hace. Como acabó de expirar, allegáronse con grande ansia todas las religiosas, llorando lágrimas muy dolorosas a ver y besar el cuerpo, y como se cercaron a él, eran tan grandes los olores que d’él salían y tan subidos que no se podían comparar con cosa desta vida, y las religiosas que tocaron el cuerpo les quedó por muchos días muy admirable olor en sus personas y manos y en cualquier cosa que se le ponía encima, y le tuvo en su persona y hábito todo el tiempo que estuvo por sepultar, que fueron cinco días. Y aderezado el cuerpo, la abadesa y monjas del convento, con candelas encendidas y rezando, le llevaron al coro y allí le fue dicho el oficio muy solenemente, y estuvieron aquella noche con él acompañándole con mucho dolor de lágrimas, y con ellas la dicha señora doña Isabel de Mendoza, que con mucha devoción se halló a su tránsito. Y divulgándose cómo ya era pasada desta vida esta sierva de Dios Juana de la Cruz, concurría mucha gente de toda la comarca con gran deseo de ver su cuerpo. Ansimismo vinieron muchos padres de la Orden a hacer sus exequias y enterramiento, y como la gente era tanta, daban licencia a algunos que entrasen en el monasterio; los cuales, cuando veía el cuerpo y olían los olores que d’él salían, daban muchas gracias a Nuestro Señor, derramando lágrimas de devoción.

Capítulo XI

Cómo sacaron el cuerpo desta sierva de Dios para que la gente le viese

El día siguiente lunes, como fuese casi hora de vísperas y todos los campos estuviesen llenos de gente, clamando que les mostrasen el cuerpo que se le dejasen tocar, los padres que allí se hallaron, por satisfacer a su devoción, tomaron el cuerpo y sacáronle fuera con mucha reverencia, donde todos le pudiesen ver; y viendo la gente cómo le sacaban, eran tan grande los clamores y gemidos que todos daban con muchas lágrimas que se oían muy lejos de allí; y llegando todos a prisa, los religiosos que guardaban el cuerpo no consentían [539] tocasen sino en el hábito; y sintiendo el muy suave olor que del cuerpo salía, con mucha admiración daban gracias a Dios y ponían encima rosarios y otras cosas que traían, en las cuales se pegaba el mesmo olor. Y consolada la gente, tornaron el cuerpo al monasterio a hora de Completas; a la cual hora llegaron correos de grandes señoras rogando que detuviesen el cuerpo hasta que ellas le viesen y ansí se hizo. Y hecho el oficio, los religiosos se fueron a sus monasterios y dejaron el cuerpo por enterrar y ansí estuvo por cinco días, no perdiendo el buen olor que d’él salía. Y venidas las señoras, a cuya instancia el cuerpo estaba detenido, viéronle y tocáronle y se consolaron mucho de ver las maravillosas que Dios mostraba en él. Pareció era bien porque la gente gozase desta reliquia, se enterrase en la Iglesia y capilla del Santísimo Sacramento, pero las religiosas no consintieron sacar el cuerpo del monasterio y hubieron de entender en ello los prelados, y húbose de hacer lo que las monjas querían porque era más justo, y pusiéronle en una parte donde las religiosas comulgaban, en un hoyo pequeño, cuanto cupo el ataúd, encima cubierto con yeso; en el cual lugar el tiempo que allí estuvo manifestó Nuestro Señor la santidad desta su sierva, sintiendo muy suaves olores.

En la ciudad de Almería había una grande religiosa, que tenía revelaciones muy verdaderas y el Señor le comunicaba muchos secretos: llamábase María de San Juan, natural de la villa de Casarrubios del Monte, la cual con otras había ido al Monasterio de Torrijos a fundar al Monasterio de la Concepción de Almería, en tiempo de doña Teresa Enríquez, señora de Torrijos. Y esta religiosa María de San Juan tenía gracia de arrobarse, y las dos se habían hecho hermanas espirituales y se comunicaban mucho. Y yendo dos padres de la Orden de S. Francisco, que el uno de ellos había sido provincial de la provincia de Castilla, persona de mucha autoridad y letras, a tratar y negociar con la madre María de San Juan, a un mes que había pasado desta vida la madre Juana de la Cruz, y preguntándole el dicho prelado, que le dijese del estado del ánima de la madre Juana de la Cruz, respondiole con mucha alegría: “Tiene tanta y tan grande gloria como el poderoso Dios les da a sus escogidos y los méritos [540] de la madre Juana de la Cruz merecían”. Y contó cómo el día de San Juan Evangelista, a seis de mayo, tres días después de la Invención de la Cruz, día en que la madre Juana de la Cruz pasó desta vida, se la mostró Dios muy diferente de cómo la solía ver y que, admirada de aquello, le fue respondido que ya estaba desatada de las cadenas de la carne y en gloria para siempre, y que Dios dio lugar que la hablase y le dijo que había tres días que había pasado desta vida y en ella había tenido su purgatorio, y que no le dieron lugar para que le dijese más y quedó ella muy consolada.

Algunos años después, se hizo un arco muy bien labrado en una pared que divide la capilla mayor del claustro del monasterio por la parte del evangelio, y se puso una reja muy bien labrada, toda dorada muy fuerte y recia, que cae a la parte de la capilla, y por la parte del monasterio se pusieron unas puertas muy fuertes y allí trasladaron el cuerpo de esta sierva de Dios, el cual pusieron en una caja muy bien guarnecida por de dentro y por de fuera; y esta caja pusieron en una área muy grande, muy cerrada con diversas llaves y barreteada muy fuertemente; y ansí por la parte de la iglesia gozan della todos los que entran en la dicha iglesia y por parte de dentro la gozan las religiosas. Setenta años después que la pusieron en este lugar, dos reverendísimos generales de la Orden de San Francisco en diversos tiempos quisieron ver el cuerpo porque habían de ir a Roma y tratar con Su Santidad de su canonización, para lo cual se hacen diligencias; y, aunque con trabajo, la abrieron el arca, por estar muy barreteada por todas partes. Abrieron la dicha arca y el cuerpo fue hallado como si acabara de morir, sin tener ninguna parte resuelta; y estaba vestida de damasco pardo porque ciertas señoras que se hallaron a esta traslación la pusieron en aquella forma. Y por secreto que esto se trató, fue tanta la gente que acudió que, por condescender con la devoción de todos, mostraron el cuerpo por la reja de donde está tan entero como cuando murió. Repartidas algunas reliquias suyas, como de sus tocados y sobretocas, para repartir a señoras en la Corte y en otras partes, se tornó a poner con la mesma decencia y seguridad que antes; y siempre Nuestro Señor hace muchos [541] milagros y maravillas en aquella santa casa de Nuestra Señora de la Cruz.

Hase de advertir, que se dice en esta historia, que muchas personas seglares entraban en la clausura del monasterio a negociar con esta sierva de Dios, como es cuando estaba enferma, que no podía salir a los locutorios cuando se arrobaba; y también cuando, estando elevada y fuera de sus sentidos, entraban a oírla por las cosas grandes y maravillosas que de su boca salían y en la última enfermedad de que murió y después de muerta y en su entierro y en semejantes ocasiones. Digo que se ha de advertir que antes del Concilio de Trento los prelados podían dar licencia con causa que para ello ocurriese para entrar en los monasterios de monjas; y en especial las que por su estado no hacían voto de clausura, como son las monjas terceras, que, aunque guardaban clausura, era por vía de precepto, como se dice en el tratado de los terciarios; y ansí los prelados daban las sobredichas licencias.

Capítulo XII

De otras monjas que ha habido en este convento

Desta sierva de Dios Juana de la Cruz se hace memoria en el catálogo general que la Orden tiene de frailes religiosísimos y monjas a quien tiene gran reverencia y veneración, esta parte de su historia impresa en la tercera parte de la Crónica general de la Orden que compuso el reverendísimo Gonzaga siendo general della, remitiendo muchos milagros y otras cosas a que se vean en un libro, en el cual está todo autenticado. Y en la historia del Convento de Nuestra Señora de la Cruz se dice las personas insignes que con ella trataban y comunicaban sus negocios, las personas reales de grande autoridad que se encomendaban en sus oraciones, las gruesas limosnas que por su respeto hicieron al dicho monasterio; y desde entonces hasta ahora ha proveído Dios que en aquel monasterio haya habido monjas de grande espíritu y celo de la virtud, siguiendo los ejemplos y dotrina desta sierva del Señor. Ansí, todo el convento haciendo procesiones de ledanías que ella ordenó, y en particular la imitan monjas, guardando ayunos de pan y agua, no durmiendo en cama ni trayendo lienzo en el cuerpo y teniendo mucha [542] oración, entre las cuales hubo una muy noble, que se llamaba sor Ana de la Cruz, de la cual se cuenta que en más de cuarenta años no faltó de Maitines a medianoche, y después dellos se quedaba en oración hasta que venía el día y era hora de irse a su oficio, que era tornera, en el cual dio grande ejemplo. Otra, sor María de Sonseca hubo, que tiene mucho nombre de grande penitente y recogimiento. Y con esto es Nuestro Señor servido que esta casa sea de mucha devoción y acudan a ella tantas doncellas a querer ser monjas que, guardando el número que, conforme sus rentas, y haciendas pueden conservar, como lo manda el Concilio de Trento, muchas no se pueden recebir; y es mucho considerar que personas que pueden ser monjas en monasterios de grandes villas y ciudades, y de Corte, escogen más este para ser monjas estando en un desierto, trayéndolas Dios por la devoción que a esta bendita madre tiene. Y por la mesma razón, habiendo la Provincia muchas veces tratado y querido trasladar esta santa casa a algún gran pueblo, después que esto se ordenó en el Concilio de Trento, ha sido tan grande la instancia y tantas las súplicas y ruegos e intercesiones que las religiosas han hecho para que no las saquen de la casa donde vivió y murió la madre Juana de la Cruz, y adonde tienen su cuerpo, que no ha sido posible hacerse. Y esta devoción del lugar y monasterio es tan grande en toda la tierra que jamás faltan velas, enfermos y tullidos y de otras muchas enfermedades que velan y asisten donde está su bendito cuerpo; y muchos reciben grandes mercedes y beneficios de Dios Nuestro Señor, como parece por los ataúdes, mortajas, muletas, hierros de cristianos esclavos, los cuales han dicho que por la devoción que han tenido a esta casa milagrosamente han sido libres de cautiverio. Muchos cirios de cera y bultos de personas y otras cosas que allí llevan en señal y reconocimiento de los beneficios recebidos, de lo cual todo se toma fe y testimonio verdadero, y las paredes de la capilla mayor y iglesia deste monasterio están llenas de estas insignias y testimonios.

Capítulo XIII

En que se concluye esta historia

En materia de milagros se debe advertir cómo se hacen, porque unas veces los [543] hace Dios súbita e instantáneamente y otras más de espacio y en tiempo, como consta de lo que San Marcos cuenta en el cap. 8., que, trayendo a Cristo un ciego, suplicándole que le diese vista, poniéndole las manos le preguntó que qué vía, y dijo que vía unos hombres como árboles que andaban, dando a entender que no vía perfetamente. Donde Erasmo sobre el mesmo lugar dice que aquella palabra, ambulantes, tiene de ir con los hombres y no con los árboles, porque el árbol en el griego es neutro y no puede convenir con el ambulantes, que es como si dijera: “Veo andar los hombres como árboles”. Y segunda vez le tocó Cristo y vido perfetamente y con más perfección que si viera por naturaleza. Pues las obras de milagro, según todos, más perfetas son que no las naturales. Y ansí en este milagro se ve cómo Cristo no le hizo en un punto, como cuando Cristo entró en casa de San Pedro y su suegra estaba enferma de grandes calenturas y los discípulos le rogaron que la sanase, y mandó a la calentura que la dejase y en un punto fue sana: que son milagros que los teólogos llaman por otros términos, milagro en el modo, porque muchos sanan de calenturas, pero no en un punto. La razón desta diversidad de sanar Dios en un punto, o en tiempo, dicen algunos que es conforme la disposición que cada uno tiene para recebir aquel beneficio; y ansí unos le reciben en poco tiempo, otros en mucho. Y aunque esta razón es buena para que todos se dispongan para que Dios los sane en el alma, pues es dotrina cierta que a quien Dios sana en el cuerpo también sana en el alma, lo cual de ley común no se hace sin disposición, la razón de la diversidad de milagros es porque Dios es autor de la naturaleza, y el modo con que obra ese le dio Dios, la cual obra por movimiento, que no puede ser sino es en tiempo, sucediendo uno a otro, como se ve en la producción y obras de la naturaleza, como un hombre que nace niño y poco a poco con el tiempo se hace hombre, lo mesmo es en un árbol y en cualquiera otra cosa. Y para darnos a entender en los milagros, que es autor de la naturaleza, hace algunos poco a poco, procediendo como la naturaleza. Y también para dar a entender que es sobre naturaleza y no está atado a las leyes della, hace milagros en un punto, como es la resurrección de Lázaro y otros semejantes, la cual la naturaleza [546] no puede hacer. Lo mesmo pasa en las cosas espirituales porque, como dice el maestro de las sentencias, no ató Dios su virtud a los sacramentos de tal manera que no pueda justificar sin ellos, pues es sobre los sacramentos, aunque autor dellos.

De lo dicho se entenderá la razón de estar algunas personas en los santuarios teniendo novenas, y otros treintanarios y otros más y menos, como acontece en este santuario de Nuestra Señora de la Cruz, que unos sanan de sus enfermedades a tres días, otros a cuatro, otros a nueve, y otros a más, y otros a menos y otros en llegando; lo cual todo resulta en honra y gloria de Dios, de quien son las maravillas y milagros. Si es según la diversidad de disposición de cada uno, de Dios es la disposición; y ansí a Él se debe la gloria; si es porque se quiere mostrar hacedor de la naturaleza y sobre ella todas las criaturas, cada uno en su modo le alabe y glorifique. Y también acontece que algunos no alcanzan el beneficio que desean y esto porque les conviene mejor la indisposición que tienen, que no su pretensión, como se cuenta del glorioso apóstol S. Pedro: que santa Petronilla su hija estaba tullida en una cama, yendo S. Pedro con unos discípulos suyos a comer le dijo que se levantase y les aderezase la comida, y acabado de comer dijo que se volviese a la cama tullida, y los circunstantes dijeron a S. Pedro que quien daba salud a tantos y libraba de tantas enfermedades por qué consentía que su hija estuviese de aquella manera, y respondió S. Pedro: “Todo lo que decís es verdad, pero a Petronilla le conviene más la enfermedad, que la salud”. Y ansí porque a muchos necesitados y enfermos no les conviene tener salud, no se la da Dios; y, pues lo hace por más bien suyo, deben de estar muy contentos y consolados, tanto como aquellos a quien Dios se la concede, pues lo uno y lo otro es lo que les conviene; y los que van sanos procuren no ofender a Dios porque no les acontezca lo que Cristo dijo al paralítico, que pues iba sano, no pecase, no le aconteciese otra cosa peor que la enfermedad que había pasado. Todos procuren ser devotos de la madre Juana de la Cruz, pues, a los que lo son, hace Dios muchas mercedes en esta vida y en el siglo que esperamos.

Otros muchos milagros y grandezas hay desta sierva de Dios, referirse han en libros que desto se harán en particular.

Vida Impresa (2)

Ed. María Luengo Balbás, en colaboración con Fructuoso Atencia Requena; fecha de edición: abril de 2019.

Fuente

  • Escorial, K-III-13. fols. 1r-137r.

Vida de Juana de la Cruz

Capítulo I

[fol. 1r] Comiença la vida y fin de la bienaventurada virgen sancta Juana de la Cruz, monja que fue professa de quatro botos en la orden del señor sant Francisco, en la qual vivió perfeta y sanctamente.

Mostró Nuestro Señor Dios en esta bienabenturada muy grandes maravillas y gloriosos milagros, dotándola de su divina graçia y dones de su sancto spíritu muy copiosamente. Primero que digamos las gracias y sanctidad desta bienaventurada, diremos cómo fue edificado el monasterio en que ella vivió y hizo su fin glorioso.

Fue mostrada por la voluntad de Dios a una muy santa muger una revelaçión de cómo apareçió Nuestra Señora la Virgen Santa María çerca de un pueblo llamado Cubas a una pastorçica, y cómo rogó a su precioso hijo, Nuestro Señor Jesucristo, con muy gran fervor y humildad y charidad de las ánimas, su Divina clemençia les diese liçençia con su graçia y poderes para edificar en la tierra una casa de religiosas donde Él y Élla fuesen servidos y estuviese su culto divino reverençiado y servido y huviese memoria para siempre della y de su bocaçión, Nuestro Señor le respondió: “Madre mía muy amada, ¿cómo lo havéys vos eso de hazer? Que ya yo no quiero ni es mi voluntad que os vean ya los ojos humanos y de carne después, que ya soys glorificada y ensalçada conmigo porque, como a mí no me puede ver nadie después que fuy subido a estos altíssimos çielos y asentado a la diestra del Padre, assí por semejante a vos, señora, que soys mi amada madre, no es raçón que os vean clara y abiertamente. Que si alguno os á visto hasta agora no vos á de ver de aquí adelante, no á sido ni será tan clara ni abiertamente que véala misma manera [fol. 1v] y hermosura y claridad que vos tenéys, preçiosa señora madre mía, en eso que vos queréys edificar conviene que aya medianera”.

Y la Reyna de Misericordia, Señora Nuestra, le respondió con muy profunda humildad y charidad: “Hijo mío muy amado, deme vuestra Altíssima Magestad liçencia para haçer y edificar la casa que yo con el ayuda de vuestra divina graçia buscaré la medianera para ello”. Y entonces, le otorgó la liçençia el poderoso Dios, y vajó la Emperadora de los Çielos a la Tierra por su profunda humildad y soberada charidad, y apareçió a una niña del pueblo de Cubas cuyo nombre era Ynés, la qual guardava puercos y hera de simple y recta yntençión y de limpio y paçífico coraçón. Y después de havella apareçido por tres vezes o más, cada una de su manera, y la habló enseñándola algunas cosas provechosas para su ánima, y mandole que dixese en el dicho lugar cómo la havía visto a ella, o bulto o claridad suya, y cómo hera voluntad de su preçioso hijo y suya le hiciese un monesterio de religiosas, el qual se llamase Sancta María de la Cruz, y porque desto la creyesen dio Nuestra Señora tal señal: y fue pegalle los dos dedos de la mano derecha a manera de cruz. Y después de haver tomado la misma Señora la Cruz que está en la mesma casa con sus sagradas manos y fincádola en el lugar donde havía de ser edificado el altar principal.

Y después de ser fecha la casa y entradas en ella algunas religiosas y con ellas la dicha Ynés, a quien Nuestra Señora apareçió, la qual fue puesta y elegida por madre y perlada della, y las quales hazían vida muy virtuosa y aprovecharían mucho en el serviçio de Dios. Y algunas vezes tenía esta santa Ynés rebelaçiones y consolaçiones espirituales, y apareçiole el Demonio con un azote en la mano, y amenazávala muy cruda y ásperamente y le dezía a vueltas de otras cosas: “No çesaré de travajar basta que te destruyga”, y hazíale muchos despechos y aun tormentos corporales. Y esta Ynés esforçávase como podía. Y la antigua [fol. 2r] serpiente, con toda su maliçia y astuçia, le causó muy grandes y rezias tentaçiones por algún tiempo. Y faltándole a ella virtud spiritual y fuerça para vençer a su adversario, cayó en algunos peccados y falta de virtud, de manera que ella propia hizo oyo en que ella cayó y algunas ovejas de la casa que Nuestra Señora le havía dado para que las administrase y ayudase a salvar. Y viendo la muy piadosa Señora la caýda de sus sierbas y perdiçión de su casa donde Ella se havía apareçido −y en especial le dolían las que se salían del santo monasterio− tornó a suplicar a su preçioso hijo Nuestro Señor Jesucristo con muy gran charidad e humildad que quisiese su Divina Magestad haçer de manera que fuese restaurada la honra de su sancto apariçimiento y la virtud de su casa, la qual estaba muy caýda, y hera menester que su poderosa mano criase alguna criatura más perfeta que la primera a quien ella se apareçió, y que fuese esta que criase para restaurar la caýda de las otras y levantar la devoçión de su apareçimiento y virtud en las monjas abitadoras de su casa, y que fuese llamada Juana, que es nombre de graçia, y ella llena de gratitud.

Y el poderoso Dios le respondió con mucho amor: “Madre mía, un varón tengo empeçado a hazer en esta ora en el qual querría poner mucha parte de mi graçia para que fuese esto; y por amor de vos, señora, yo le tornase muger para esa obra que vos pedís. Yo vos juro, por mi passión y por mis llagas, os prometo dar y otorgar por algún tiempo tal graçia y un tal don y misterio que nunca en la tierra se aya dado ni otorgado a ninguna persona de quantas en ella viven. Y la graçia será de mí mesmo, y de mi parte y virtud yo le participaré y daré graçia en el bientre de su ma [fol. 2v] dre, y entendimiento dentro en él de perfeta hedad. Y comunicaré con ella y con todas las religiosas, si ellas lo fueren, para lo conservar y guardar y tener en lo que es raçón, y conoçerme cómo soy misericordioso”.

Y Nuestra Señora la Virgen María, oyendo la charidad tan sin medida y la promessa tan poderosa y larga del altíssimo Dios, fincados sus sagrados ojos, le dio muchas graçias, diziendo: “Yo os adoro y bendigo, Dios mío, hijo mío muy amado, y os doy loores y graçias [palabras ilegibles] por tan grande virtud como vuestra divininal clemençia me a otorgado en querer offreçer tal graçia e don a aquella mi casa que yo edifiqué, o mandé edificar, en aquel campo despoblado. Aunque yo, Señor, no pedía a vuestra Divina Magestad tan singular don, sino algún poquito de graçia en alguna delas mismas religiosas para que las otras conoçiesen cómo yo havía edificado la casa e tuviesen por bien de estar en ella”.

Y el Poderoso Dios le tornó a dezir con ynmensa charidad: “Por solo edificar vos, señora, la casa, y ser fundadora, quiero yo de mi propio grado y voluntad haçer mostrar grande graçia y maravilla, y más le otorgaré y enfundaré tal graçia que no solamente se eleve y vea visiones angélicas y cosas çelestiales y maravillosas; mas aunque os vea a vos, madre mía, no una ni dos vezes, mas muchas, y aun a mí mesmo en la manera y forma que yo quisiere y fuere mi voluntad”.

Y como su Divina Magestad otorgó a su sancta madre la virtud que le mandava, y la bienabenturada Juana de la Cruz estava entonçes en el vientre de su madre enpezada a façer varón, tornola muger, como pudo y puede haçer como todopoderoso. Y no quiso su Divina Magestad deshazerle una nuez que tenía en la garganta, porque fuese testigo del milagro. Y quando la tornó muger aún [3r] no tenía spíritu de vida, y guardándola el poderoso Dios de los peligros que a otras criaturas les suelen acaezer en el vientre de sus madres, nasçió a luz en un lugar llamado Azaña de Sierra y Arçobispado de Toledo, de padres buenos y christianos, y virtuosos y limpios en las costumbres, y de gente de mediana manera. Tuvieron hijos muy nobles y bien acostumbrados, y algunos dellos fueron religiosos, de muy buena y aprovechada vida, entre los quales nasçió esta bienabenturada candela lumbrosa en el año de la Sancta Encarnación de mil y quatrozientos y ochenta y vn año, y pusiéronle nombre de Juana. Fue dotada de mucha graçia y hermosura corporal. Criola su madre a sus pechos, porque en nasçiendo tomó con ella mucho amor. Hera muy graçiosa y mansa, y deçía su madre que no tan solamente no padeçía pena ni travajo en crialla, mas consolaçión y alegría espiritual sentía en sí mesma todas las veçes la tomava en sus brazos, aunque ella estuviese muy triste e angustiada. Y esta bienabenturada, desde las tetas de su madre, tuvo arrobamientos, que muchas vezes la hallava su madre elevada en la cama y en cuna, de lo qual se angustiava mucho su madre pensando que hera dolençia, pues perdía el comer y tomar su refeçión corporal de niñez. En una vez estuvo tres días que no volvió en sí, salvo que tenía pursos y estava caliente. Y su madre, muy angustiada, supplicó muy afincadamente a Nuestra Señora la Virgen María le resucitase a su hija, y que ella le prometía de llevalla con su peso de [fol. 3v] çera a velar una noche a Santa María de la Cruz, que está cave Cubas. Y tornando esta bienaventurada en sus sentidos, consolose mucho su madre, pensando que cobrava salud corporal. Y assí creçía en grandes graçias espirituales y dones de Dios, aunque por entonçes no hera conoçido de sus padres.

Siendo esta bienaventurada de dos años, poco menos, hizo Nuestro Señor con ella un milagro por ynterçesión del señor sant Bartolomé, que estava muy enferma de manera que no podía mamar ni pasar ninguna cosa, y con mucha angustia y devoçión lleváronla a una yglesia del señor sant Bartolomé, que está en otro lugar que se dize Añover, en la qual haze muchos milagros. Y estava esta bienabenturada tan doliente y desbilitada que pareçía que se quería finar Cumplida la vela, la qual hiço su madre. Y su madre enseñava a la niña que pusiese las manos y que mirase a sant Bartolomé, que estava en el altar, porque le diese salud. Y la niña, súpitamente, se rió, mirando la ymagen. Y preguntada de qué se havía reýdo o qué havía visto, no respondió ninguna cosa, salvo que luego pidió de comer por señas, y mamó. Y dende adelante tuvo perfeta salud con su niñez y juventud. Y andando algún tiempo, ya que hera más creçida, dezía esta bienabenturada que havía visto al señor sant Bartholomé, y la havía abrazado y besado, y le havía dicho: “Niña, acuérdate de mí, que yo me acordaré de ti”, y la havía sanado y vuelto la color, la qual tenía quitada de la dolençia.

Y aquesta sancta bendicta hera de hedad de quatro años, como tuviese tan claro entendimiento y perfecto conoçimiento de Dios. Aunque niña de tan poca hedad, siempre andava su pensamiento con ocupaçiones çelestiales y en hazer nuevos serviçios con su desseo y pensamiento a su muy dulçe esposo y amado [fol. 4r] Jesuchristo, Nuestro Señor. Nunca la vían jamás jugar en cosa de banidades, ni desaprovechada, ni hablar palabras banas como otros niños hazen; de manera que sus padres y parientes, y personas que la conoçían, se maravillavan mucho de las grandes virtudes que en ella vían resplandezer, y pensavan haver nasçido sanctificada, pues siendo tan niña vían en ella graçias tan singulares.

Siendo en tiempo de agosto, quando cogen el pan, y esta bienabenturada siendo de tan tierna edad, embiola su madre a las heras, porque se holgase ençima de una bestia, y un mochacho con ella que la llevase. Y el mochacho fuese por otra parte, dexola sola. Yba por una calle por la qual havían llevado el Sanctíssimo Sacramento a un enfermo, y ella acordose de esto. Pensó: “por aquí llevan a mi señor Jesuchristo”. Y pensando en esto, arrovose, y cayó de la bestia en que yba. Y el cura de aquel lugar açertó apasar por allí, y vidola caýda en el suelo como muerta, y sola. Y él, pensando de la caýda se havía amorteçido, tomola en brazos, y llevola a casa de su agüela. Y ansí como ella fue privada de sus sentidos, fue arrovada, e se vio yncontinente en un hermoso prado lleno de diversidad de berduras e flores muy hermosas, y frescas y olorosas, y fue puesta a par de un claríssimo e grande río que en aquel deleytoso prado estava. Y estando ella allí mirando, vido muchedumbre de árboles muy floridos e con frutos, e llenos de diversidad de muy hermosas aves, las quales cantavan muy dulçemente. Y también vido otra muchedumbre de niños muy hermosos, los quales cantavan aconsonante, y respondíanles las aves. Y este tan dulçe canto dixo hera en otra lengua, que ella no la podía entender, salvo que la armonía hera muy dulçe y deleytosa de oýr. E allende de esto, vido allí, en aquel prado, otra muy hermosa suerte de mugeres muy apuestas [fol. 4v] e adornadas. E unas le pareçían como dueñas e otras como donzellas, e unas muy más lindas y hermosas que otras, que pareçían muy grandes señoras, e otras no tanto, como quier que toda hera gente muy benerable y luzida. Y también vido allí una grande señora, como emperatriz y señora de toda aquella suerte, y el resplandor y hermosura della hera sin comparaçión. E los niños que allí estavan cantando, hablavan a esta bienaventurada Juana de la Cruz, que todas estas cosas estava mirando, e le dezían: “Anda acá, niña, qué hazes aý, por qué no vas a hazer reverençia e humiliaçión a aquella gran señora, que es la Madre de Dios e señora de todos, e a quien todas las personas deven servir e reverençiar”.

Y esta bienaventurada le respondió: “Yo no sé cómo tengo de haçer, mas rezarle he el Ave María”. E luego yncó las rodillas, e puso sus manos, y saludó a la Reyna de los Çielos con la salutaçión angelical. Y estando ansí, a desora vido aparçer y un muy hermoso manzebo (que entonçes, como hera niña, no supo dezir que hera ángel), sino un muy lindo donzel, el qual según ella, después adelante, vido e conoçió en sus revelaçiones. Hera el sancto ángel su guardador, el qual entonçes le habló e dixo: “¿Quien te trujo acá, de dónde heres?”. Ella, como niña, le respondió: “De mi casa soy”. Y él le dixo: “¿Adónde es tu casa?”. Él [sic] le respondió: “En casa de mi padre”. Y el sancto ángel le dixo: “¿Pues cómo veniste aquí?”. Ella le respondió: “Embiome mi madre a las heras con un muchacho, y no hallo las heras ni la borrica. Llévame voos, señor, en casa de mi madre”. Y el sancto ángel le respondió: “No estás en casa de tu madre, si no encasa de tu agüela”. Y ella le dixo: “Pues llévame en casade mi agüela”. Y él le dixo: “Plázeme”. Y la causa porque el sancto ángel le dezía que no estava encasa de su madre hera porque la havía llevado el clérigo, quando se arrovó, en casa de su agüela, madre de su madre. Y acabó de dezir çiertas oraciones.

Tornando [fol. 5r] en sus sentidos, hallándose hechada en una cama, maravillose de verse en casa de su agüela, y empezó como niña a contar las cosas que havía visto a su agüela. Y oyéndola ella, riñola y reprendiola, y amenazándola mucho, porque dezía tales cosas, que no hera sino como havía caýdo de la borrica. Y la bienaventurada tornava a dezir, con juramento de ynoçençia, que hera todo verdad lo que havía dicho, y relatava cada una de las cosas en la manera que lo havía visto. E tornando la prudente agüela a dezille que callase, calló por entonzes.

Y en el mismo año, estando esta [¿planta sentuosa?] asentada a la puerta de la casa de su padre, según acostumbran los niños, pasavan con el Sanctíssimo Sacramento por allí, que le llevavan a un enfermo. Y como la bienaventurada hera dotada de tanta graçia e ympuesta en las cosas de Dios y de su sancta fee chatólica, salió con mucho fervor a mirar y adorar al Señor, que llevava el clérigo en sus manos. Vido que yba sobre el cáliz o custodia a nuestro Jesuchristo hecho niño vivo, muy resplandeçiente y hermoso, y los pies del mesmo niño Jesuchristo puestos sobre un manojo de albaca que salía del mesmo cáliz, y en su preçiosa caveza llevava una corona o guirnalda de rosas e flores, e un manojo de clavellinas en sus sacratíssimas manos. E quando vido esta revelaçión hera en tiempo de hymbierno, quando la tierra ninguna flor produze. Y por entonzes no dixo esta revelaçión, pensando que todos veýan lo mesmo que ella veýa por Nuestro Señor, que es dador de las graçias y descubridor de los secretos. Tuvo por bien de traer tiempo en que estos e otros muy grandes misterios fuesen en ella vistos e conoçidos, sin ser en su mano podellos encubrir.

Capítulo II

Cómo siendo esta bienaventurada de hedad de siete años quedó huérfana de su madre

Plugo a Nuestro Señor de llevar de esta presente vida a su madre desta [fol. 5v] bienaventurada, la qual llamavan Catalina Gutiérrez, y a su padre, Juan Vázquez. Como esta honrada dueña huviese vivido muy cathólicamente, y assí fue su fin, mirando ella los cargos de su consçiençia, acordose de la promessa que havía hecho a Nuestra Señora de llevar a esta bienaventurada su hija, con su peso de çera, a velar una noche a la casa de la Reyna de los Çielos llamada Sancta María de la Cruz. Rogó a su marido lo cumpliese por ella, y esto se lo prometió de lo complir lo más presto que pudiese. Y quando El pasava entre los dos, estava delante la bienaventurada su hija Juana de la Cruz, y ella, con cuydado, miró la promessa de su madre. Y como su padre quedó obligado de la cumplir y ella tenía muy gran desseo que se cumpliese, e decía entre sí “mi padre se descuyda en cumplir esta promessa, bueno será que me vaya yo a aquella sancta casa y me quede en ella para perpetuamente y así se descargará la conçiençia de mi madre”, y esto dezía con conosçimiento que tenía que se an de cumplir las cosas que prometen a Dios y su bendita madre. Y como esta bienaventurada quedó en casa de su padre, creçían en ella muy grandes fervores e ansias de ser religiosa y hazer mucha penitençia por servir y agradar a Dios, a quien ella tan dulçe y perfetamente amava.

Y creçiendo en hedad, empezava a poner en obra sus fervorosos desseos. Y tenía una tía, hermana de su madre, donzel[la] y de muy sancta vida, en quien Nuestro Señor mostró muy claro y manifiestó milagros e maravillas, con la qual ella se consolava y comunicava mucho. Y en este tiempo metiose religiosa esta su tía en la orden de Santo Domingo, en un monasterio que se llama Sancto Domingo el Real de la çiudad de Toledo, en el qual vivió y acavó su vida muy sanctamente. Y la bienaventurada Juana de la Cruz sintió mucha soledad en faltarle tal [fol. 6r] compañía e conversión, y que fuera mucho yrse con ella a ser religiosa. Y rogolo y pidiolo con muchas lágrimas a su padre y agüela, y ellos no se lo quisieron conçeder, diziendo que tenía poca edad y no podría llevar las asperezas de la religión, que serían muy grandes. Y esto dezían ellos porque la amavan mucho y no la querían quitar de su compañía. Hera en gran manera bien acondiçionada y obediente a su padre, y muy hermosa. Y viendo ella que aprovechava poco rogallo, calló por entonçes con prudençia, y pensava entre sí: “Yr yo a ser religiosa a aquel monasterio, por estar allí mi tía, no es perfeçción; más quiero yr a otro qualquier monasterio por solo Dios y su amor, y serville e aplaçerle”. Y este desseo creçía en ella de cada día.

Y la tía desta bienaventurada hera muy sancta y muy amada de Dios, el qual le mostrava muchas revelaçiones. Y le mostró y reveló que su sobrina havía de ser muy gran criatura y de muy singulares graçias y dones spirituales. Y contando esta revelaçión a la priora de su monasterio, fue por ella con grande aýnco, procurada y deseada para su orden y monasterio, y con mucha diligençia y ruego la pedía a su padre y parientes se la diesen para monja. Y como todos la amavan mucho no conçedieron el ruego de la priora. Y viendo la priora y monjas que no la podían alcançar por aquella manera, travajavan de hazella hurtar, y tanpoco pudieron. Y en todo este tiempo no cesavan de suplicar a Nuestro Señor, su Divina Magestad, permitiese de traer a su orden aquel tan preçioso thesoro y criatura tan sancta. Y nunca la pudieron alcançar, por quanto no la havía criado Dios para ellas, sino para el reparo de la casa de la Reyna de los Çielos, por cuyos ruegos fue criada.

Y estando esta bienaventurada en la yglesia oyendo missa con muy gran devoçión y atençión un día de la purificaçión de Nuestra Señora, con una candela ençendida en la mano, al tiempo quel preste quería alzar el Sanctíssimo [fol. 6v] Sacramento, alcatándole a ella con mucho fervor para le adorar, vido la hostia en su mismo tamaño y redondez muy clara, buelta como a manera de una redoma de bidro muy hermosa e clara, e dentro della, fecho el bulto del cuerpo de nuestro señor Jesuchristo en carne viva. Y parezíale a ella que en la mesma redondez de la hostia estavan unas como asas muy delicadas y resplandeçientes, de las quales asas o figuras dellas le pareçían los sanctos ángeles tenían asida la sancta Hostia por tres partes, de arriva y de los lados. Y esto vido ella espaçio de quando el saçerdote alçó el Sanctíssimo Sacramento, y de la qual visión tan gloriosa fue muy alegre y conso[la]da; la qual revelaçión no tenía ella por entonçes por cosa muy grande, pensando que todas las personas veýan e goçavan lo mesmo. Y este pensamiento, que todos veýan esta mutaçión del Sanctíssimo Sacramento después de ser consagrado, le duró hasta vino a la sancta religión. Pero Nuestro Señor Dios truxo tiempo en que esta bendita criatura conosçió cómo no hera visto de todos el Sanctíssimo Sacramento como ella le vía y goçava.

Fue llevada esta bienaventurada a casa de un tío suyo, muy prinçipal persona e muy abastado de bienes de este mundo, el qual lo alcanzó con muchos ruegos de su padre. E la amava en tanta manera, y su muger, que también hera su tía, como si verdaderamente fuera su hija, y así le dieron el mando en su casa y bienes. Y ella les hera muy obediente y a sus personas muy piadosa. Hera muy honesta en todas sus obras, y muy caritativa para los servidores de casa y personas que en ella travajavan; cuydadosa y diligente en los travajos corporales y muy administradora en las casa de Dios, e dadora de buenos consejos. Hera muy humilde, e tenía la voluntad muy aparejada para hazer penitençia, y lo tomava sobre sí con mucha alegría, por amor de Dios. Y assí lo ponía por obra, que en sus ayunos fue muy abstinente, que su comer hera pan e agua y no comía más de una [fol. 7r] vez al día, y desto no todo lo que havía menester; y no solamente ayunava con solo pan y agua, mas se estava dos o tres días sin comer ni beber ninguna cosa, y esto hazía ella muy ordinario y muy secreto. Todas las vezes que ella se podía desocupar para reçar y contemplar, lo hazía: oraçión muy fervorosa bañada en lágrimas, salidas de su coraçón y lloradas con compasión de la passión de Nuestro Señor Jesuchristo, que hecha de otra manera la oracçión la tenía por yndigna de ser resçivida delante del acatamiento divino.

Hera cruel para su cuerpo, que traýa junto con sus carnes un siliçio hecho de unas cardas que buscó ella muy secretamente, y las deshizo, e todas las púas e puntas cosió en una cosa muy áspera. Y aquello traýa junto a sus carnes. Andava de contino dolorosa y toda llagada, y muy alegre y consolada, porque tenía contino dolores que offreçía al Señor en reverençia de los que Él padesçió por nos redimir y salvar. Quando travajava, dávase mucha priesa porque los dolores y heridas fuesen mayores siempre. Esta bienaventurada offreçía tres cosas a Dios: travajo corporal, hecho muy alegremente por amor de Dios e la charidad del Próximo; la segunda, sacrifiçio de sangre y dolores, que le causavan las cosas ásperas y crueles que traýa junto a sus carnes; la terzera, los pensamientos siempre puestos en Dios y en las cosas çelestiales.

Hazía siempre muy ásperas disçiplinas, dándose con muy gruesos cordeles dados en ellos muy grandes [¿nudos?]. Dávase con estos tan cruel y despiadadamente hasta que le salía sangre y se hazía muy lastimossos cardenales y heridas. Tenía tan gran silençio que nunca hablava palabra oçiosa que fuese fuera de Dios o la neçessidad no la pudiese escusar. Andando por casa, o haziendo labor de manos, se dava secretamente en los mureçillos de los brazos y en qualquier parte de su cuerpo que ella podía muy reçios pellizcos, y quando havía de hazer algún travajo al fuego o orno, se destocava y se arremangava mucho los brazos para hazer penitençia e quemar sus carnes e offreçerlas a Dios en sacrifiçio. Y el día que alguna de estas cosas no hazía, no se tenía por [fol. 7v] digna de comer el pan ni de ollar la tierra que Dios havía criado.

Y como ella le tenía siempre en su memoria y coraçón, su Divina Magestad le mostrava las revelaçiones que Él hera servido, ansí de mostrársele a ssí mismo como a sus sanctos ángeles, que los veýa esta bienaventurada muchas vezes. Y en espeçial cada vez que estava en un palaçio veýa en un margen que estava puesta de un paramento delante della dos serafines muy hermosos y resplandesçientes, y entre medias de los dos seraphines estava una fuente muy hermosa y muy clara, con caños muy luçidos y corrientes de agua. Y los seraphines tenía cada uno una xarra de oro en la mano, y enchíanlas de agua de la agua de la fuente, y a deshora las baçiavan. Y no veýa ella dónde, porque no se derramava ni pareçía en ningún lugar visible. Y esto hazían los seraphines muchas vezes de llenar las xarras en la fuente y tornarlas a baçiar; la qual fuente, le dixo della su sancto Ángel andando el tiempo, hera divina y, el agua, la graçia muy abundosa del Spíritu Sancto, la qual aquellos dos seraphines en figura y persona de Dios derramavan sobre ella y la infundían en su ánima. Aunque oculto por entonçes a sus ojos corporales, dezía esta bienaventurada que hera tan grande la consolaçión que sentía quando lo veýa, que en ninguna manera quisiera de allí ser apartada. Y assí hera, que ella entrava allí muy a menudo y se estava por largos ratos, en tanta manera que hera por ello muchas vezes reprehendida ásperamente. Pero sufríalo con humildad, y no ser por eso dexava de entrar todas las vezes que ella podía, y quando entrava la miravan los sanctos seraphines y se reýan y gozavan con ella, aunque no la hablavan.

Y como ella hera tan amiga de la oraçión, y del silençio y recogimiento, buscava tiempos en que ella pudiese, sin estorvo, estar en prolongada oraçión. Y para esto pareçíale que el silençio y reposo de la noche hera tiempo muy convenible. Y quando hera la gente de la casa de su tía recogida y que todos dormían, quedávase ella [fol. 8r] rezando en la cámara donde durmía. Y de que veýa muerta la candela, en el tiempo de las noches frías y largas del himbierno, para hazer mayor penitençia −junto con la ferviente oraçión− desnudávase en carnes delante de unas ymágenes, quedándosele el siliçio muy áspero, que contino traýa. Y assí estava de ynojos en oraçión hasta que veýa que la gente, e unas o dos o tres criadas de casa con quien ella dormía, era ora que se levantasen. Entonçes, por no ser sentida, ýbase acostar. Y como ella hiçiese esto muchas vezes, aconteçió, quiriéndolo Dios, porque fuese conoçida, sus compañeras lo sintieron y vieron cómo se yba acostar quando quería amaneçer; y sentían cómo yba muy fría, que solo el fríor de sus carnes las depertava. Y reprehendida muchas vezes dellas, porque no se acostava quando ellas se acostavan, que qué hazía, adónde estava o venía a tales horas, la bienaventurada les respondía con mucha prudençia que alguna neçessidad tenía de venir donde venía. Y como ella no çesase de proseguir en su buena obra y perfeta oraçión, acordó una de aquellas sus compañeras de dezillo a su señora, cómo su sobrina venía tan tarde a la cama, y muy fría, y que ellas no la havían sentido levantar ni visto antes acostar; la qual se angustió mucho quando esto le dixeron. Y mandó a aquella su criada que, con cuydado y en secreto, viese dónde se yba su sobrina aquellas oras, e qué haçía. Luego, la noche siguiente, la moza, viendo que no estava en la cama la bienaventurada, acordó de ponerse a la puerta de la cámara donde dormían con yntençión de çerrarla, pensando la bienaventurada havía salido fuera. Y con este pensamiento llegó a la puerta, y hallola çerrada, y maravillose mucho. Y como estavan ascuras no la veýa, que estava en oraçión delante de las ymágines, y púsose junto a la puerta por verla quando fuese a salir. Y estando allí por algún rato, oyola llorar y gemir. Y la moça, por çertificarse, quitose de la puerta, y fue donde ella estava en oraçión descuydada, que nadie la oýa ni aguardava. Y fue a asir della y sintió cómo estava de rodillas, y desnuda en carnes, y envuelta en áspero siliçio, de lo qual la bienaventurada resçivió gran tribulaçión por ser vista. Y la moza, más maravillada que se podía dezir, disimuló con ella [fol. 8v] por entonçes, y dixo a su señora quán bienaventurada persona hera su sobrina y en quán sanctos y provechosos actos la havía hallado, de manera que su buena vida y obra se divulgó y conoçió por todas las personas de la casa y aun por otras muchas personas, de lo qual ella resçivía muy gran pesar. [dos o tres palabras con tinta desvaída y manchón] pensamiento dónde se podía apartar a haçer sus acostumbradas obras [¿qué no?] fuese vista, y acordose de un palomar que estava tapiado y sin texado en un [¿corralejo?] y corrales en aquella casa de su tía. Y tomó una Berónica en que ella tenía gran devoçión, y púsola en un gran pedaço de terçiopelo y, doblándola, traýala consigo. Y todas las vezes que ella podía yba a aquel palomar y ponía la Berónica que traýa en una parte; y con unas cadenas que ella tenía allá escondidas, dávase muy crueles azotes, hasta que le salía sangre de sus carnes, y andava de ynojos, desnudas las rodillas sobre las [¿grugeras?] y cantos, hasta que se le ollavan. Y con muchas lágrimas y gemidos andava desta manera con la más priesa que podía, considerando que yba por los lugares [¿?] y por donde havían llevado a cruçificar a Nuestro Señor Jesuchristo apasionado, como quando llevava la Cuz a cuestas, y que la mirava con sus ojos de misericordia.

Un día de Viernes Sancto tenía esta bienaventurada gran desseo que la llevasen a la yglesia para ver el sancto monumento y adorar y reverençiar a nuestro Señor Jesuchristo, que estava en él, y pidiolo a su tía. Y no conçediéndoselo, fuéronse todos a la yglesia, y quedó solo ella en casa, acompañada del dolor y compasión que aquel sancto día representava. Y con esta contemplaçión tan piadosa yncose de ynojos delante un cruçifixo con muchas lágrimas, compadeçiéndose de lo qu’en tal día su Dios y Señor havía padeçido. Y fue tanta el agua que de sus ojos manó que mojó la tierra, y del dolor que sentía en su coraçón cayó en el suelo como muerta. Y estando [fol. 9r] con esta compasión, a deshora vido a Nuestro Señor Jesuchristo, o la ymagen de sancto crucifixo muy apasionado y llagado, y pareçieron allí todas las ynsignias e misterios de la passión, y las tres Marías, todas muy llorosas y cubiertas de luto. Y tantos fueron los misterios e autos de la sancta passión que allí vido y sintió, y lo mucho que lloró e se traspasó su coraçón, que quando ya çesó de ver esta revelaçión, la qual vido e oyó corporalmente estando ella en sus propios sentidos e no estando arrovada, quedó tal que pareçía muerta, e su gesto tan difunto e disgustado que quando sus tías y la gente de casa vinieron se maravillaron mucho de la ver tan demudada, y le preguntavan qué le havía acontesçido o qué sentía, que tan desmayada estava, y apremiáronla que comiese y no ayunase aquel día a pan y agua. Y la bienaventurada suplicoles no la quitasen su devoçión, que muy bien podía ayunar, que bien dispuesta se hallava.

Teniendo el tío de esta bienaventurada unos cavalleros por huéspedes en su casa, acaesçió que, haviendo ya çenado toda la gente, haçía luna e noche serena. Salió la bendita a un corral a buscar soledad para haçer sus acostumbradas oraçiones, la qual se puso de ynojos en tierra y empeçó a reçar y orar mirando el çielo con mucha devoçión y atençión. Y estando assí mirando, a deshora vido cómo el çielo se abría, y vido desçender a Nuestra Señora, la virgen Sancta María, trayendo en sus brazos al Niño Jesús, y pareçíale que venía haçia ella, y la mirava y acatava. Y muy admirada de esto, la bienaventurada, casi enagenada de sus sentidos, no siendo en su mano ni saviendo de sí, dava muy grandes gemidos y gritos, toda muy temerosa, sintiéndose por muy yndigna que viniese a ella; y encomendávase a Nuestra Señora, diziéndole muy grandes loores y haziéndole muy grandes [fol. 9v] ruegos y suplicaçión, cuya voz tan clamorosa de todos los huéspedes y criados suyos y de sus tíos fue oýda. Y no saviendo lo que hera, ocurrieron todos, y como la vieron yncada de ynojos conoçieron estava en oraçión. Y callaron todos, y estuvieron por algún rato mirando por entre las puertas, y oyeron cómo hablava con Nuestra Señora e le haçía muy grandes ruegos. E después de ser haver çertificado bien y visto la maravilla que por entonçes mostrava Nuestro Señor en ella, entraron todos, y habláronla disimuladamente diziéndole que qué haçía. La bienaventurada tornó en sí, turbose en alguna manera en su spíritu porque la havían visto, e respondió disimuladamente diziendo que entonçes se havía puesto allí a reçar. Ycomo se fue a levantar, cayósele un manojo de nudos en que rezava, y como la vieron los huéspedes, dieron graçias a Dios. Y el uno de aquellos cavalleros diole entonzes un rosario de cuentas en que rezase, diziéndola que rogase a Dios por él.

La bienaventurada, sitiendo que no se podía encumbrir, dávale pena y congoja tres cosas: la una, no tener tiempo y livertad para servir a Dios como ella deseava; la segunda, que hera conoçida de todos la graçia que Dios ynfundía en su sancta ánima; la terçera, el gran desseo que tenía de la sancta religión, de manera que muy públicamente y con mucho fervor y lágrimas pedía de ser religiosa a sus padres y a sus tíos, los quales con mucho desabrimiento la deshechavan, y la menospreçiavan con palabras. Y en espeçial su tío, que la havía criado, le dixo como haziendo burla della: “Mi sobrina quiere ser monja por ser sancta”. La bienaventurada le respondió con mucha humildad: “Pues si lo fuere por la graçia de Dios, rogase por vuestra merçed”.

Y por entonzes no los ymportunó más, no perdiendo la esperanza que Nuestro Señor se lo havía de otorgar, pues ella se lo suplicava sin çesar. Y con esta esperanza fuese a aquel lugar do estava el palomar, y entrando en él puso la sancta [fol. 10r] Berónica y sacó la cadena que tenía escondida y empeçose a dar con ella muy crudamente, porque todas las vezes que ella yba a aquel lugar primero [¿secustava?] que se pusiese en oraçión. Y hecha su desçiplina, yncó sus ojos en tierra, y derramando muchas lágrimas empeçó a decir mirando a la sancta Berónica: “O, muy dulçe señor mío Jesuchristo, suplico a la vuestra Divina Magestad por reverençia de los misterios, que tal día como oy, día de Viernes Sancto, vos mi señor sufristes, y por los dolores y tomentos muy crudos que por me redimir y salvar padeçistes, que me conçedáys esta miel que muchas vezes con ynportunidad he pedido: que merezca yo ser vuestra esposa y entrar en la sacnta religión para que mejor os pueda servir y amar, porque ninguna cosa ni ocupaçión mundana desto me pueda apartar. Y esta merçed, mi Señor, supplico a vuestra Divina Magestad no me sea negada en este sancto día”. Y estando la bienaventurada en tan prolongada oraçión, a deshora vido la sancta Berónica mudada y transformada en el rostro y figura de Nuestro Señor Jesuchristo, como si estuviera allí vivo, en carne apasionado, y llagado y corriente sangre; y hablola y consolola con muy dulçes e amorosas palabras, diziendo que havía oýdo su petiçión y resçivía su buen desseo, y los tomava por obra muy açeptable a Él, y le plazía de la tomar por esposa. Y conçediole la religión con tal condiçión que pusiese ella diligençia en ello, que para alcançarlo havía menester alguna interçesión y soliçitud. Y de que Nuestro Señor la hubo hablado y consolado, tornose la sancta Berónica a deshora en su mesmo ser. Y dende aquella hora, buscava y procurava en su coraçón cómo y de qué manera saldría secretamente, que ninguna persona la viese [fol. 10v] yr al monasterio de Nuestra Señora Sancta María de la Cruz, que allí la alumbrava el Spíritu Sancto fuese.

Capítulo III

Cómo esta bienaventurada virgen buscó manera para ser religiosa

Después de pasada la Pasqua de la Sancta Resurrecçión, como ya fuese cumplida en ella la voluntad del poderoso Dios para que fuese religiosa, acordó con ayuda suya de tomar una mañana de madrugada unos bestidos de un primo suyo que ella tenía en guarda, e calzas, y borçeguíes y çinto, y vistiese de hombre para salir sin ser vista e yrse al monasterio llamado Sancta María de la Cruz. Estava dos leguas del lugar donde ella vivía, y de que estuvo bien adereçeda de ávito de barón, púsose ençima los acostumbrados bestidos de muger que ella sólía traer y toda de la mesma manera que acostumbrava, y llamó a las mozas diziendo que hera tarde, y junto con ellas hizo las haziendas de la casa como acostumbrava otras vezes. Y de que todos los de la casa la huvieron visto que esta hera su yntençión, que la virgen, por que se descuydasen della por algún rato y ella pudiese yrse sin que la siguiesen, entrose aprisa en un aparte y quitose los bestidos de muger y púsose un tocador de hombre en la caveza, y arrevoçose una toca de camino, y hechose una capa en el hombro y una espada en la mano; y un lío que tenía hecho de sus aderezos de muger, tomole debajo del brazo y, santiguándose, empeçó su camino, el qual ella no savía sino por oýdas.

Y yendo ella con mucho fervor, el Demonio, que tenía mucho pesar de la tal obra, travajó de le poner tentaçiones y peligros por [fol. 11r] estorvalle tan glorioso viaje, convatiéndola de muy reçios temores y espanto de su padre y parientes, y que no saldría con lo començado. La bienaventurada, como arrepintiéndose de lo que havía puesto en obra, creçiole el temor en tanto grado que le falleçieron las fuerças corporales y le temblava todo el cuerpo, que no podía andar paso, en tanta manera que se huvo de assentar en el mismo camino muy desmayada; y, estando assí, enconmendávase con muchas ansias a Nuestra Señora, suplicándole su Magestad la quisiese esforçar y ayudar en tan grande neçessidad para que ella pudiese acavar la obra començada.

Y estando en esta esclamaçión, oyó una voz que le dixo: “Esfuérçate, esfuérçate, esfuérçate, no desmayes, acava la buena obra que as empezado”. Y no vido por entonzes quién la hablava, mas después supo en revelaçión que hera su sancto ángel, en la qual voz se esforzó mucho y se levantó muy alegre, y anduvo su camino. Y, ya que havía andado buena parte d’él, sintió venir tras sí, aunque algo lejos, una persona cavalgando en un cavallo, la qual hera un hombre muy honrado que tenía muy gran desseo de casar con esta bienaventurada virgen y lo havía procurado y rogado. Como ella alçó los ojos y conoçió que hera el susodicho manzebo, y se vido sola en un campo y que por entonzes no pareçía nadie ni aun siquiera un pastor, turbose su spíritu más de lo que se puede pensar, temiéndose por deshonrada e perdida. E alumbrada y esperida en aquella sazón del Spíritu Sancto, pensó en su coraçón de se apartar disimuladamente antes [fol. 11v] que él llegase çerca, y assí lo hizo, que se apartó del camino, y a él le çegó tanto Dios los ojos del conoçimiento que no solamente no la conoçió mal: aun la color de los bestidos de hombre que llevava la bienaventurada le paresçieron a él de otro, y quando pasó por enfrente donde ella estava, dixo en su corazón: “Mira qué cobardía de hombre; qué le havía yo de hazer que en viéndome se apartó del camino”. Y tornando él a miralla vido el lío que la bienaventurada traýa debaxo del brazo, y dixo: “Algún sastre debe de ser que viene de cortar y coser de alguno de estos lugares”. Y con este pensamiento pasó aquel manzebo su camino sin la conozer. Y de que la sancta virgen se vido librada de aquel tan gran peligro, yncose de hijonos con muy gran fervor y devoçión y empezó con muchas lágrimas a orar y dar graçias al poderoso Dios, que la havía librado. Y suplicando a Nuestra Señora con muy amorosas e dulçes palabras quisiese su Magestad rogar por ella a su preçioso hijo, y alçando los ojos al çielo, vido a Nuestra Señora la Virgen María yncada de ynojos y puestas las manos a manera que rogava por ella, y díxole: “Esfuérçate, hija mía, que yo rogaré por ti, y te pedía a mi preçioso hijo para mi casa de la Cruz, y él te me crió para eso. E yo te doy las llaves de mi casa para que en ella estés y mandes, y disipes y cortes lo malo, y aumentes el serviçio de mi preçiado hijo y el mío”. Y estas palabras y otras de mucho amor le dixo la Reyna del Çielo, y la bienaventurada, con mucha humildad, dio muchas graçias a Nuestra Señora, y con muy gran consolaçión en su spíritu se levantó a andar su camino.

Y anduvo gran parte d’él, y apartó a un lugar qu’es dicho Casarrubielos. Y por la mucha fatyga y cansançio del camino, que todo havía andado a pie, y llegó a una casa en aquel lugar a pedir un jarro de agua y, como se le dieron, asentose a descansar y puso la espada sobre un poyo y olvidosele allí. Y ya que hera salida de la casa, tornó por ella y dixo: “O peccadora de mí, la [fol.12r] espada se me olvida”. Y estas palabras oyó la moza, que salió a dalle de beber, y las dixo a las personas de aquella casa, diziendo: “Muger es aquel paje que pidió el agua”. Y no creyendo a la moza, no la siguieron.

Y la bienaventurada, llegando al monasterio, entró luego en la yglesia a hazer oraçión, y offreçió su ánima y su cuerpo a su esposo Jesuchristo. Supplicóle la quisiese resçivir en aquella sancta compañía y congregaçión y, de que huvo orado, como no havía nadie en la iglesia, apartose a un rincón della y quitose los bestidos de hombre, y bestiose sus propios bestidos de muger, que havía traýdo consigo. Y de que fue adereçada de muger, fuese al resçivimiento o portería de la cassa, en el qual estava una ymagen de Nuestra Señora, de bulto, de mucha devoçión e milagros. E yncándose de hinojos y puestas las manos con mucho fervor, le dio gracias, porque la havía traýdo a su sancta casa sin peligro de su persona, y dezía con mucha humildad a la sancta ymagen: “¿Qué serviçio podría yo, Señora, hazer a Vuestra Real Magestad por tan gran virtud como esta? Suplícole a Vuestra [¿Señora?] me dé graçia, que yo perseveraré en serviçio de vuestro preçiosíssimo hijo Nuestro Señor Jesuchristo toda mi vida en esta vuestra sancta casa, y en ella acave mis días”. Entonzes la sancta ymagen la habló, diziéndole: “En nora buena seáys venida, hija, a esta mi casa. Entra en ella alegremente, pues para ella fuysteis criada, y yo te torno a dar la mayoría como te tengo dicho”. Entonçes esta bienaventurada le respondió: “Ay, Señora, que no sé si me querrán abrir la puerta e resçivir estas vuestras siervas”. La sancta ymagen la dixo: “No tengas temor de eso, pues mi preçioso hijo te truxo con su graçia. Él hará de manera que seas resçivida”.

Y levantándose esta bienaventurada delante la sancta ymagen, fue a llamar a la puerta, rogando que la abriesen, y preguntándole la casera de las monjas quién hera o qué [fol.12v] quería, respondió que hera una donzella que quería ser religiosa. La casera le dixo: “Las que bienen a ser religiosas no vienen solas, que sus padres o parientes las traýan”. La bienaventurada le respondió: “Vine en ábito de hombre ascondidamente, que de otra manera no viniera así, mas por amor de Dios me abrid siquiera para que me caliente, que como esta mañana llovió, tomome el agua en el camino, y vengo cansada y muerta de frío; siquiera para que me caliente y me dé por caridad un poco de pan, que vengo muy neçessitada, que si no queréys no digo yo que me metáys allá para religiosa, que como vine ascondida, presto me hecharán menos mis parientes y me vernán a buscar, y sino me quisieredes, yr me he con ellos”.

Y la casera la metió dentro, en la casería, y la dio de comer y la hizo caridad, siempre preguntándola y examinándola, y la bienaventurada le dava muy çierta entera quenta de su desdeo y venida. Y quando la serbienta de la casa fue a la yglesia, vido los bestidos de hombre que havía traído. Pensó en su coraçón no fuese varón que venía con alguna burla o engaño, pero ansí en los cavellos largos, como en los pechos y gestos y en otras señales, se çertificó cómo hera muger, y aun virgen y donzella, y de tierna hedad. Entonzes la dicha serbienta llegó al torno del monasterio y dixo a la portera que quería hablar a la abadesa. Y quando la fue a hablar el abbadesa, la sirvienta le dixo: “Señora, aquí es venida una donzella de hasta quinze años, que dize que es de Hazaña, y vino sola, en ábito de hombre, y pareçe que trae muy gran fervor de ser religiosa”. El abbadesa, oýdas las palabras que la sirbienta la dixo, mandó llamar a la bienaventurada donzella, e informose muy bien della y de su desseo. Y después que la huvo muy bien esaminado, aunque fingindamente, reprehendiola, porque havía venido de tal manera. Y la bienaventurada la respondió con mucha humildad, [fol.13r] diziendo que su venida no havía sido por otra yntençión ni ocasión sino solo de servir a Dios, y vivir y morir en el dicho monasterio y sancta casa en su servicio, y hazer todo lo que la mandasen, y ser toda su vida su sirbienta.

Entonçes el abbadessa, dando graçias a Dios, entrose [palabra ilegible por borrón] monjas con gozos, diziendoles: “Hermanas mías, una donzella está aquí que dize que quiere ser nuestra hermana. Creo la trae Dios por milagro, porque nunca havía savido este camino ni vístole”. Y ansí les dixo y relató la manera de su venida, y cómo dezía palabras de mucha prudençia. Las religiosas, oýdas las nuevas que el habadessa les dixo, dieron graçias a Dios, y demandaron liçençia para la yr a hablar y ver. Y ordenándolo la Divina Magestad, a todas les pareçió tam bien quando la hablaron que con yntençión de la resçivir en su compañía, y tuvieron por mucho milagro que no havía sino solos ocho días qu’el perlado mayor dellas havia ydo dela casa, sin el qual perlado no la podían resçivir, o sin su liçençia y mandamiento, y vino en aquella saçón. Y habló aquella bienaventurada, y supo su yntençión y sancto deseo, y con mucha voluntad dio la liçençia y merçed al confesor de las monjas le diese el ávito. Y antes que la metiesen dentro d’el monasterio, vinieron algunos de sus parientes a la buscar y, hallándola en la casería, reprehendáronla mucho porque se havía venido sin liçençia, y les havía dado tanta pena y enoxo. La bienaventurada, pidiéndoles perdón con mucha humildad y vergüenza, les respondió que ya savían ellos su deseo y quánto lo havía demandado, y que pues hera venida a tan preçioso y sancto lugar, çierto havía de ser religiosa en él, y no en otro ninguno. Y viendo el abbadesa y monjas su constançia e lágrimas, que derramava con fervor entrar en su compañía, defendíanla a sus parientes, y conçertáronse con ellos en lo que le havían de dar.

Y dieron el ávito a la sancta virgen con mucha solenidad e alegría spiritual, en presençia dellas, e dieronle maestra que la administra- [fol.13v] se como es costumbre de dar a los que nuevamente son religiosos. Y administrándola su maestra de las cosas que havía de guardar, según Dios y la regla de su orden, que en la profesión prometen de guardar, díjole que havía de tener silençio todo un año, que no havía de hablar sino con las perladas y con ella, y quando confesase; del qual silençio ella holgó mucho, porque de natural hera muy amiga d’el. Y ansí empezó a hazer vida marabillosa y muy provechosa para los que la savían e oýan.

Su bestido hera muy pobre e humilde, muy más qu’el de las otras religiosas. Traýa túnica de sayal, e una saya muy vieja y remendada, e el ávito lo mesmo, e unos alpargatas en los pies, e lo más del tiempo andava descalza, e la más gruesa cuerda que ella podía haver se çeñía. Y en la caveça una albanega de estopa, y ençima lo más despreçiado que ella tenía y, devajo de esto, que no se lo vía nadie, un muy áspero siliçio, el qual nunca se quitava de noche ni de día. Estas muy graves e ásperas penitençias hazía. Era [¿su?] paçiençia cosa maravillosa de mirar e oýr, que no solamente holgava de ser menospreçiada y reprehendida sin culpa, e levantados testimonios e ynjuriada de qualquier manera que quisiesen fatigalla: deseava tormentos e llagas, heridas, dolores, frío e cansancio, e todas maneras de penas por amor de Dios. E no solamente en el año del noviçiado tuvo esta manera de vivir e tan perfetas obras, mas todo el tiempo de su vida guardó el silençio tan perfetamente que ninguna palabra la oýan hablar en todo el año, si no hera con su maestra abbadesa e vicaria, y esto siendo preguntada.

Hazía penitençia con la boca trayendo en ella ajenjos amargos por la guarda del silençio, con mérito de penitençia, por el amargor de la yel e vinagre que dieron a Nuestro Señor Jesuchristo. Traýa siempre en su memoria la su muy cruda e amarga passión. De muchas maneras hazía esta bienabenturada penitençia con la boca, algunas vezes trayendo una piedra algo grande que le dava dolor, [fol.14r] e otras vezes tomava en la voca aguas, y teníalo tanto espaçio dentro hasta que del dolor no la podía sufrir. Tomava con los lavios un candelero mediano, y teníale tan largo rato por la parte donde se pone la candela hasta que le dolían las quijadas. Pensava hella que guardar silençio sin penitençia de dolor no sería ante Dios serviçio açeto ni sabroso.

Heran sus ayunos muy perfetos, e mucho assí espiritual como corporalmente, que no solo usava dende su niñez ayunar ordinariamente comiendo una vez al día; más aun, estar tres días con sus noches sin tomar ningún mantenimiento corporal. Y no solamente ayunava de comer, mas aun de dormir. Hazía penitençia e ayunava, e tenía puesta entre sí tal tasa que dezía e considerava en su corazón. Pues las personas, quando ayunaban, no comen hasta mediodía, e después de haver comido una vez, pueden tomar alguna refeçión de vever entre día, e alguna colaçión a la noche. De esta manera será bien ayunar del sueño hasta medianoche, y después, la comida de la medianoche, serán los maytines e offiçio divino; e a la mañana, en lugar de vevida o colaçión, tomar un poco de sueño corporal para sustentar la naturaleza. Y para bien cumplir e poder hazer perfeto su ayuno del sueño, sin quebrantarle en ninguna cosa, acordó de tener esta manera. Como todas las religiosas acostumbran dormir juntas en un dormitorio y en medio d’él tienen una lámpara ençendida, como quiera que cada una esté en su cama por sí, llevava esta bienaventurada una rueca a prima noche a su cama, y quando veýa que todas las religiosas heran recogidas e dormidas, tomava su rueca e ylava cave su cama, a vezes en pie e otras de ynojos en tierra, rezando con gran fervor, e otras vezes contemplando en la passión de su amado Christo hasta que tañían a maytines.

Como hera esta sancta virgen tan cuydadosa de aprovechar en el [fol.14v] spíritu, quando travajava corporalmente endereçava con su pensamiento e limpia intençión todos aquellos serviçios e travajos que hazía por la sancta obediençia a la persona realíssima e divina del poderoso Dios. E contemplando, dezía entre sí mesma que hera su moza y esclava, y los platos que fregava e todas las otras cosas, pensava que heran de oro e de piedras preçiosas para en que comiese su Alta Magestad. Y quando barría, contemplava la escoba: hera un manojo de rosas y flores muy olorosas con que alimpiava e adornavala sus estrados. Y quando guisava de comer, contemplava: heran muy preçiosos y delicados majares para que comiese su Divina Magestad y la Virgen Sancta María, su madre, y todos sus sanctos. E ansí lo offreçía ella, y de esta manera y de otras muchas offreçía esta bienaventurada sus travajos corporales ante la Magestad Divina. Queriendo Dios darle a conoçer que los misterios que ella veýa en el Sanctíssimo Sacramento le heran mostrados por singular graçia e don que él le dava e hazía, acaeçió que fue a comulgar siendo noviçia y, comulgando, no vido ni sintió por aquella vez ningún gusto ni mutaçión en el Sanctíssimo Sacramento; de lo qual se angustió mucho en su spíritu, y resçivió tan gran tristeza e afliçión que no se pudo contener sin yr luego a su confesor a dezirle su gran pena. Y con muchas lágrimas se lo contó, diziendo pensava haver comulgado en peccado mortal e muy yndinamente, pues no havía sido dina ni mereçedora de ver ni gustar a Nuestro Señor Jesuchristo, sino assí como se estava la hostia antes que se consagrase. Al qual llanto y loable desconsuelo el confesor la respondió, diziendo: “Consolad vos, hija hermana mía, que no por eso comulgastes vos en peccado ni yndinamente, que eso que vos dezís que no fuysteis dina de ver ni sentir, ninguna persona lo ve, ni es digna dello, como quier que las [fol.15r] mutaçiones del pan en la carne de Jesuchristo sean muy çiertas y verdaderas e artículo de fee; enpero presençialmente no se ve tal cosa, que con la fee sola se á de creer, y por eso es más meritoria”. Entonzes la bienabenturada se consoló, e dio graçias a Dios con nuevo don del Spíritu Sancto de conoçimiento de los señalados dones y merçedes que hasta entonzes su Divina Magestad le havía hecho, y con muy profunda humildad se hallava yndina dello.

Oyendo esta sancta virgen leer una liçión en el libro llamado Floreto del glorioso padre sant Françisco, cómo havía mandado yr a un frayle desnudo en carnes a predicar, pensó entre sí: “Si el padre sant Françisco mandava yr al frayle a predicar desnudo no teniendo peccados, cómo yo no yré a confesarme de los míos e desnudarme dellos, desnuda en carnes e yriéndolas con piedra y palo a cada peccado que dixere. Encomiéndome a Dios y a vos, padre Sant Francisco, y sola la cuerda ceñida a mi cuerpo y cuello quiero yr a confesar como malhechora, y por tal me pregonaré ante Dios y mi confesor frayle de vuestra sancta orden”. Y con este pensamiento, llevando a Jesuchristo y a su passión en su coraçón, y arta contriçión de sus peccados, entró en el confisionario, el qual es de manera que no se puede ver ninguna cosa de una parte a otra, que ay pared en medio e una regeçita de yerro a manera de rallo espeso, y ençima un belo grueso. Y empezó a confesar yncada de ynojos, con muchas lágrimas. Y hera tiempo de mucho frío, y como ella lo sintiese tanto, empezó a dar muy grandes temblores del gran frío que sentía, de manera que no lo podía encubrir; y fue tanto que la habló el confesor, pensando que hera enfermedad, y díxole: “¿Estáys enferma, hermana, tenéys [¿çiçiones?] que templáys tanto?”. Respondió la bienaventurada que no, que de frío lo hazía. Y acavada de confesar, [fol.15v] salió del confisionario. Y ella, que se empezava a vestir, y otra religiosa que yba a confesar, vidola, y entró en el confisionario, y dixo al confesor que riñese a Juana de la Cruz por tan áspera y estremadas penitençias como hazía, que entró a confesar desnuda como naçió. Y el confesor le respondió: “Verdaderamente yo la sentí temblar muy reçiamente, y pensé estava enferma y preguntele si lo estava, e dixo que no”. Y de allí adelante no solamente en hymbierno, mas aun en verano le preguntava quando yba a confesar si yba cubierta y, si no, no la confesaría.

Todas las vezes que esta bienabenturada yba a confesar, resçivió el confesor singular consolaçión en su ánima y dotrina maravillosa para la enmienda de su vida. Y no solamente este, mas todos los otros padres que la confesaron mientras ella vivió en este mundo, dezían que sus peccados se podrían llamar alumbramiento y aviso de conçiençia. Dezía, quando hera muy ymportuna de sus confesores les dixese lo que sentía en su spíritu, que más vergüenza tenía de contar las cosas de virtud y graçia que Dios le havía dado que no de dezir sus peccados, porque esto hera de sí propia y lo otro hera de Dios y de su misericordia.

Siendo coçinera esta bienaventurada, algunas vezes hera reprehendida de su compañera y de la provisora, no contentándose de lo que hazía, y se le mostravan enojadas. Ella, no respondiendo ninguna palabra, con mucha humildad, yncados los inojos, les dezía la culpa. Ellos, diziéndole con enojo que se fuese de allí, muy angustiada ýbase al coro, y suplicava al Señor le perdonase la pena que havía dado a su hermana y le quitase la turbaçión que tenía con ella. Estando en esto, tornávala a llamar su compañera y dezíale qué haçía en el coro. La bienaventurada la respondía con mucho amor humildad: “Suplicava a Nuestro Señor, Su Magestad, le perdonase la turbaçión que fue causa, hermana mía, de os dar, e os diese su graçia, me perdonásedes e os quitase [fol.16r] la turbaçión que conmigo teníades”. Oyendo la compañera e la Provisora la respuesta, edificávanse en tanto grado que por algunos días les durava muy gran compunción e lágrimas en lo secreto de su coraçón. Y esta oraçión hazía todos los que la reprehendían e angustiavan.

Yendo un día al pozo llevava un barreño con carne para lo lavar, y topó con él en una piedra, y quebrose y cayó en el suelo hecho dos o tres partes, y vertiose todo lo que en él llevaba. Y a la sazón encontró con ella una religiosa, y díxole: “Pues eso, hermana, ¿cómo se a quebrado el barreño?”. Ella respondió: “Ay, no sé”. Y diziendo esto, yncó los ynojos en tierra, y tomó en sus manos los pedazos del barreño, e juntolos e alçó los ojos al çielo, e hiço su oraçión. E luego, a deshora, fue el barreño sano y tan perfeto como de primero estava, y levantose muy alegre y hechó dentro la vianda, y fue a hazer su offiçio. La religiosa, que esto veýa muy maravillada, le dixo: “¿Qué es esto, hermana? ¿No estava este barreño en el suelo hecho pedazos, cómo está ya sano?”. Y la bienaventurada le respondió con mucha humildad, diziendo: “Ansí es, señora, mas el Señor a tenido por bien de rremediar por su bondad lo que yo havía hechado a perder por mis peccados”. Y la religiosa tomó el barreño en ausençia della y llevolo a mostrar a las monjas del convento, y contoles el milago que havía visto. Y tornando el barreño en serviçio de la cozina, duró sano por dos o tres años en testimonio.

Hera esta sancta virgen muy prudente, y muy reverenda en sus pensamientos, e de mucha discrepçión y capacidad, y de gesto muy hermoso y de gran gravedad, adornada de mucha humildad y actos honestos y perfectos. Tenía presençia de muy grande autoridad. Hera de amigable conversaçión y de mucha piedad, y admirable consejo e provechoso a las [fol.16v] ánimas y a los cuerpos, y de muy graçiosa habla y de mucha mansedumbre. Hera mesurada en su risa, y provocava a quien la oýa y veýa a más devoçión que a risa bana. Llorava muy sereno y sin mucho clamor, salvo quando se elevava, que salía de sus sentidos en algunos pasos de la pasión, que entonzes no hera su mano, porque el Spíritu Sancto gemía y llorava en ella e la hazía dar algunos devotos sospiros con algunas palabras del paso o misterio que estava contemplando. Hera de mucha cortesía y muy grande crianza, y humilde en todo, y holgava más de hazer a qualquier persona demasiada reverençia y honra que no de menos. Hera ygual a todos, tratando a cada uno según su estado y manera. Hera de mucha verdad, y no a lo contrario ni aun en burla, e muy secreta y callada en todas y qualesquier cosa que le heran dichas e descubiertas de tribulaçiones e angustias o cosas de otra qualquiera calidad que en secreto le fuesen dichas o descubiertas. Fue remediadora de muchos y graves daños, e libradora de grandes peligros presentes e por venir. Hera de tan gran sanctidad que jamás prejudicava a sus próximos ni los agraviava, aunque fuese en burla. Llegándose a ella las monjas de su convento, como dellas e de todos hera conosçida, rogávanle en secreto les dixese cómo harían la oraçión que agradasen a Dios con ella y aprovechasen en su spírictu. Respondía: “Yo no tengo qué deziros, señoras, mas como peccadora, direos lo que hago quando yo no offrezco al Señor la oraçión bañada en lágrimas muy fervorosas salidas del coraçón, e lloradas por amor divinal y compasión de Nuestro Señor Jesuchristo, o por sus gozos y misterios: la tal oraçión hecha de otra manera no la tengo por digna de ser resçivida ante el acatamiento divino, ni tanpoco me pareçe ser muy fructuosa ni a mi ánima se abasta ni consuela, [fol.17r] ni tengo por entera oraçión la que es algo tibia y relaxada. Mas doos por consejo, señoras mías, que no offrezcáys a Dios solo un sacrifiçio, mas tres e quatro, e más si pudiérades, porque cada hora podría qualquiera persona offreçer a Dios tres sacrifiçios prinçipales, los quales son estos: el primero, el afiçión y contemplaçión muy viva hecha dentro del coraçón e ánima; el segundo, oraçión vocal e graçias e loores a la Magestad Divina sin çesar; el tercero, alguna penitençia, e golpes e heridas dadas secretamente. Y aun para deshechar la azidia, se puede añadir lavar de manos. Y haviendo soledad e tiempo sufiçiente, es bueno haver lavatorio, e fuentes de lágrimas lloradas de contriçción de los peccados o por compasión de la passión de Nuestro Señor Jesuchristo. Y entonçes podrá qualquier persona dar çinco sacrifiçios offreçidos en reverençia de las çinco llagas de Nuestro Señor, y quando esto no se pudiese hazer tan secreta y ascondidamente, podrán offreçer tres en reverençia de la Sanctíssima Trinidad, estos sin ser vistos ni sentidos de ninguna persona.”

Capítulo IV

De cómo esta bienabenturada comulgava spiritualmente

Procurava esta sancta virgen de en amanesçiedo asta estuviese en el coro, en los offiçios divinales o en otra qualquier parte, o en ocupaçión y trabajo corporal, de apartarse para comulgar spiritualmente, pues no podía corporal e sacramentalmente cada día e hora como ella deseava, porque hera tan devota del Sacramento del Altar e de le gustar contino que nunca otra cosa quisiera hazer noche y día sino artar y abastar su ánima deste manjar del çielo, y por el mesmo [17v] Dios y Señor. Fue mostrado y revelado a todas las monjas del convento, por palabras formadas, que por la boca della, estando enajenada de sus sentidos, hablaba e pronunçiava el Spíritu Sancto, que tanto hera el gozo e gusto que esta sancta virgen sentía en el Sancto Sacramento que no solamente comulgava cada hora y momento, mas cada vez que resollava e tornava el resuello, adentro comulgava en spíritu, e reçevía a Dios, e sentía el dulçor y savor del Sanctíssimo Sacramento, e la consolaçión e abastamiento de ánima que sentía las vezes que sacramentalmente comulgava. E dava muchas vozes a Nuestro Señor por tan copioso benefiçio, y dezía: “O, Señor mío y Dios mío, qué buen comulgar es este, sin ser de nadie visto ni sentida, ni dar pesadumbre a los padres de penitençia, y sin resçivir fastidio ni ocupaçión el cuerpo, y sin ser ý reverençia, frequentaros tantas vezes, ni dar cuenta de mi desseo a ninguna criatura humana sino a vos, mi Criador e mi Señor, que por hazerme a mí tan grandes merçedes, después de me haver criado a vuestra ymagen y semejanza e redimídome por vuestra preçiosa muerte e pasión, me recreáys e artáys a mí, peccadora yndina, de los muy dulçes e sabios majares de vuestro Sanctíssimo Cuerpo y Sangre”.

Estando esta sancta virgen en la casa de la lavor, víspera de los sanctos apóstoles San Pedro y San Pablo, vido una figura de todos los doze apóstoles como quando cada uno acava de espirar, e luego, a deshora, vido doze sepulcros muy hermosamente labrados e abiertos, e que salían dellos los doze apóstoles bestidos todos de blanco, e sus personas dellos más alvas que la nieve, e levantávanse, puestas las manos juntas, como que adoravan al Señor, e le davan graçias. Y ella, muy maravillada de ver esta visión, deseava saber por qué pareçían los sanctos apóstoles que salían de los sepulcros [fol. 18r] como difuntos, estando ya en el Çielo todos glorificados, e no haviendo muerto ninguno dellos de su muerte natural, mas de muy crueles martyrios por amor de Dios. Estando con este desseo e pensamiento, a deshora vido todos los sanctos Apóstoles a deshora vestidos, ordenados muy ricamente, y coronados e cubiertos de pedrería e muy alegres y gloriosos, e Nuestro Señor Jesuchristo en medio dellos, dándoles muy grandes premios, e gozos e galardones, por los travajos e buenas obras que por su amor, estando en el mundo, havían hecho. Ansímesmo le fue mostrado que levantarse los sanctos apóstoles de los sepulcros hera significaçión cómo todos havemos de ser muertos y resuçitados quando Dios nos llame el día del juyzio, e cómo Nuestro Señor Jesuchristo haze fiesta e llamamiento en el Çielo a todos los sanctos apóstoles juntos el día que es fiesta de qualquiera dellos, e como la Yglesia militante, los días de las tales fiestas, siempre haze triunphante memoria de los martirios y muerte de los sanctos que pasaron por amor de Dios e de la vida eterna, e bienaventuranzas que por ello les da el Señor. E a todas qualesquier órdenes de sanctos y sanctas, quando es fiesta de uno o de una, en espeçial [as]iento con Él, a todos los de aquella orden les hazen fiesta en general. Estando en la casa de la lavor esta bienaventurada, trabajando en lavor como todas, pensava en su coraçón qué cosa tan alegre sería, y hermosa de ver y acatar, a Nuestra Señora la Virgen Sancta María con el niño Jesús en los brazos. Y creçiendo en ella estos desseos y fervoroso amor, a deshora vido a la Reyna de los Çielos y Madre de Dios, y con el niño Jesús en brazos. Y la hermosura y dulzura, assí de la madre como [fol. 18v] del hijo, hera cosa ynefable y enposible, dezía ella, esplicar y dezir con lengua humana. Y quando assí vido a Nuestra Señora, hera grandíssimo gozo. E postrada su ánima delante della, con muchas suplicaçiones le pedía le tuviese por bien de rogar a su preçioso hijo e Señor suyo por ella, e se le dar para ella se consolase. Nuestra Señora la respondió con palabras de reprehensión, diziendo: “Tú no ves que heres peccadora, e que no hazes bien todas las cosas en que mi hijo se aplaze. Por eso no heres digna que yo te le dé; antes te quiero reprehender, porque no heres aún perfeta esposa, ni tal qual mi hijo mereze”. E viendo la reprehensión de la Reyna de los Çielos, muy humillada conoçió sus culpas. No perdiendo la esperança de alcanzar su petiçión, proçedía en sus ruegos, prometiendo con el ayuda suya y de su preçioso hijo la enmienda. Entonzes, la Madre de Misericordia volvió sus hojos al piadoso hijo que en sus brazos tenía, y suplicole que tuviese por bien de se consentir dar aquella persona, que con tanto ahínco le pedía. Y el dulçe Redemptor hizo de señas que le plazía, y luego la Reyna de los Çielos estendió sus brazos y diole el Niño Jesuchristo. E la bienaventurada estendió el escapulario, porque sus manos le pareçían no heran dignas para tomar en ellas el thesoro del Çielo, e resçiviole en sus brazos. E por aquella vez le gozó muy copiosamente a Él y a su bendita madre, la qual le habló muy dulçemente, e le dixo: “Toma, hija, el preçioso fruto de mis entrañas, e gózale, que estos son mis deleytes, darle de muy buena gana a los christianos, y más a los que más me sirven e aman. Y assí te le encomiendo yo agora a ti y a todos sus amigos y míos que me le améys [fol. 19r] y sirváis, e tratéys muy bien, y no me le hiráys y lastiméys por vuestros peccados, porque Él es todo mi consuelo, y gloria y Señor del Çielo, y de la tierra; de todas las cosas. E por los humanos quiso ser niño chiquito e pobre, e padeçió mucha ambre, sed, frío, cansancio, y quiso ser flaco, e llagado e doloroso, e sobre todo muerto. Aved compasión d’Él todos los humanos, pues por Él soys redimidos e hechos salvos”. E mostrava mucho sentimiento de los peccados e yngratitud hecha contra ella e su preçioso hijo, e ansí çesó por entonçes esta revelaçión.

Estando esta bienaventurada en el confesionario a hora de missa, e diziéndola en la yglesia, tañeron las campanillas que querían alçar, y el confesor díxole que saliese a ver e adorar al Señor, y que él también yría a haçer lo mismo. Y como el coro y red estava lejos del confesionario, por presto que ella salió, quando llegó al medio de un portal que está junto a la iglesia, ya alçaban. Y hincose allí de rodillas, con gran desseo y fervor de spíritu, e adorando allí al Señor, pues no podía verle con los ojos corporales. Estando assí de hinojos, vio abrir la pared casi toda, a la larga, de manera que vido el Sanctíssimo Sacramento, y le adoró. Y vido al sacerdote, que le tenía en las manos, e toda la yglesia e las personas que en la misa estavan, e las conoció. E assí como huvieron alçado, se juntó la pared. E estando todavía de hinojos, medio enagenada de sus sentidos, quando se tornó a alçar la segunda hostia, se tornó a abrir la pared como la primera vez, la qual tenía en ancho una bara, y el çimiento de piedra e cal hasta una tapia en alto. E quando la pared se abrió, fue por el çimiento. Y quiso el poderoso Dios que este milagro no fuese encubierto, antes quedase muy señalado para mientras el monasterio durase, e fue la señal que, quando se juntó la pared la postrera vez, por donde se acabó de çerrar quedó una piedra muy diferente de las otras, por quanto quedó blanca e partida en tres partes, como a manera de cruz, y las otras piedras del cimiento están todas [fol. 19v] muy morenas. E las monjas del monasterio tenían siempre puesto un belo negro delante esta piedra en señal y reverençia del milagro.

Siendo esta bienaventurada compañera de la portera, tenía muy consolados assí a los de fuera como a los de dentro, así por obras de caridad como por palabras, e consejos consolables y alumbradores de las ánimas, con el qual offiçio no se apartava de la contemplaçión ni cesava de tener en su spíritu mucho gozo y consolaçiones spirituales. Y quando respondía a los que llegavan al torno, pensava que heran ángeles del Çielo o sanctos o sanctas, según se endereçava su contemplaçión. Y el torno considerava que hera cuna o brezo de oro muy resplandeçiente en que meçía al Niño Jesuchristo. Quando volvía el torno para dar o tomar alguna cosa, en muchas vezes le aconteçía, volviendo el dicho torno, con este pensamiento: ver al Niño Jesuchristo, con bulto muy claro y gesto muy alegre, y dulçe y amoroso; la hablava y consolava, y abastava de graçia y dones divinales. E otras veçes veýa grandes revelaçiones en la mesma portería hasta perder los sentidos corporales.

Hera tan humilde y paçiente en todas las cosas que le heran mandadas que le acaeçía algunas vezes dezirle la compañera de la portería: “Trae recado para dezir misa”, y como ella hera sacristana, aunque ayudava a la portera, llevava lo mejor que podía. E la compañera, no agradándose del hornamento, se le arrojava con enojo, y sin responder ninguna palabra le tomava, y lleva[va] otro, y tanpoco se contentava, de manera que la haçía yr y venir tres o quatro vezes. Y tan paçiente yba la postrera vez como la primera. Oyendo palabras reprehensibles, e barriendo y adereçando la parte con mucha diligençia y limpieza, e proveyendo todo lo que hera menester, venía la compañera a la sazón y reprehendíala con mucho [fol. 20r] desabrimiento, diziendo: “¿Pensáys ahora vos que todo esto está muy bien hecho? Pues a mí no me pareze assí”. Y con enojo e palabras injuriosas, quitando y puniendo de una parte en otra, deshaçía lo que estava hecho, y pisava con los pies lo que havía regado, y hechávale paja ençima, e haçíalo como lodo, diziendo: “Assí mereçe ello estar, pues vos lo havéys hecho”. Entonzes la bienaventurada, yncada de ynojos, dezíale: “Digo mi culpa, hermana mía. Ruegoos, por amor de Dios, me perdonéys e perdáys el enojo, que yo me enmendaré”. Y en su secreto rogava mucho al Señor por ella, que la consolase su ánima. Estando esta sancta virgen un día negoçiando al torno, a deshora vido en él al Niño Jesuchristo. Y queriéndole ella tomar para se gozar con Él, tomole Nuestra Señora la Virgen Sancta María en sus braços. Y assímismo pareçió allí a deshora, y voló en alto con Él, y yba acompañada de muchedumbre de Ángeles, e todos yban tañendo y cantando, e haçiéndole muchos géneros de serviçios. E angustiándose mucho esta bienabenturada porque tan en breve se yban la madre y el hijo, hablola la clementíssima Reyna de los Çielos, diziéndola: “Hija mía, vente a la diestra parte de la casa, hazia adonde están las higueras, que allí me hallarás”. Ella, oyendo esto, desocupose lo más presto que pudo, y fuese para allá muy aquejadamente, mirando por todas las partes del corral, [¿apurada?] por ver si vería lo que su ánima desseava. En no viéndola, con mucha congoja se açercó hazia una parte do estava la caja del horno, porque allí le pareçía que oýa sonidos divinales. E habriendo la puerta, vido muy gran claridad, y entró dentro, y halló lo que con mucho fervor buscava, que hera a Nuestro Señor Jesuchristo y a su bendita madre con muche- [fol. 20v] dumbre de ángeles y huestes celestial. E prostándose en tierra, gozó de ynefables gozos e de hablas muy secretas. Y estava tan enagenada de sus sentidos de las cosas terrenales, e tan ocupada en los çelestiales, que la llamavan con la campanilla del convento acostumbrada pa llamar a las officialas, e nunca lo oyó. E la humildíssima Madre de Dios la dixo ansí: “Hija, ve a la obediencia, que te an llamado tres vezes con la campanilla, e nunca la as oýdo”. Y esta bienaventurada, obedeçiendo el mandamiento de Nuestra Señora, fue luego adonde hera llamada. E haziéndolo lo más apresuradamente que pudo lo que le mandavan, tornose a yr a la dicha casa del horno, adonde se havía estado con Nuestra Señora. E quando vino al llamamiento de la campanilla, acatándola las religiosas el rostro, viéronsele muy resplandeçiente, e olieron muy suaves olores que traýa consigo. Y como tan apresurosamente se tornó a volver a la dicha casa, siguiéronla, e vieron cómo entrava allí y, escuchando, oyeron cómo hablava con Nuestra Señora, y dezía con muy grande humildad: “O, Señora mía, Madre de Dios, ¿cómo esta vuestra alta Magestad en [sic] tan humilde para conmigo, peccadora, que yéndome yo e dexándoos, mi Señora, qual volví os torné hallar aquí?”. E la Reyna de los Çielos la respondió, diziendo: “Hija mía, hallásteme porque fuiste a cumplir la obediencia, de la qual mi hijo y yo somos tan amigos, que Él por ella desçendió del Çielo, e passó muerte y passión; e yo también, por la mesma obediencia, mereçí ser Madre de Dios, porque es de gran mereçimiento el fruto de la obediencia, e resçívela Dios por açertable beneffiçio, y son bienabenturados los que a Dios y a sus mandamientos obedeçen”. E assí se supo esta revelaçión, que de ella no pudo ser encubierta.

Estando esta bienaventurada [fol. 21r] en el offiçio de la portería, vino a ella una religiosa, la qual tenía mucha neçessidad de alguna refeçión corporal, con yntençión de pedille alguna cosa de comer para su neçessidad, y hallola hablando con otra religiosa. Y viendo que no havía dispusiçión para la poder hablar, volviose disimuladamente y, pasando un poquito de yntervalo, desocupándose, supo por graçia de Dios la neçessidad que aquella religiosa tenía, y lo que le yba a pedir. Y tomando en su manga lo que que le pareçió havía menester, fue a buscarla al convento, e llegándose a ella diole lo que llevava, e díxole: “Tomad, hermana, lo que me ýbades a pedir denantes”. Y la religiosa, muy maravillada, diole graçias por la caridad que le haçía, e díxole: “Gloria sea Dios, que os lo reveló, que yo no lo he dijo a ninguna persona”.

Estava una religiosa enferma de tercianas, e tenía devoçión e pensamiento que si comía alguna cosa de lo que esta sancta virgen mordiese, se le quitarían las çeçiones. Y estando con el açidente de la çeçión, entró donde estava, e Dios, que lo quiso, havía resçivido alguna refecçión corporal. E tomando la enferma secretamente un poquito de pan de lo que ella havía tomado en su mano e mordido, comiolo con mucha devoçión, e luego a la hora se le quitó esta çeçión y calentura, que no le vino más. A esta misma religiosa le vino una enfermedad muy reçia y peligrosa, y fue que le nasçieron dos caratanes en los pechos. Y encomendose con mucha devoçión a esta bienaventurada que rogase a Dios por ella, y ella le respondió lo haría con mucho cuydado, aunque yndigna, e mandole reçar çierta devoçión e poner ençima unos pañitos de agua bendita. Y assí, fue sana y guareçida desta enfermedad, por la misericordia de Dios e ruegos desta bendita sancta. Viniendo una muger en romería a la sancta yglesia de Nuestra Señora de la Cruz [fol. 21v] traýa vna hijita suya muy enferma de muy gran mal de coraçón, y habló con esta sancta virgen, rogándole que metiese luego en el monasterio a aquella niña e la santiguase, e le pusiese la mano sobre el coraçón. Y ella lo hizo ansí, por la caridad como la muger lo pedía, y santiguándola rogó a Dios por ella. Y plugo a su Divina Magestad que la niña fue sana y guareçida de aquella enfermedad.

Dezía muchas veçes esta bienabenturada que, quando comía o vevía, tomava gusto en aquel manjar corporal, pues savía ella Dios hera todas las cosas, y en todas las cosas le podía hallar. Y con este pensamiento y contemplación que siempre tenía puesto en Dios, en cada bocado que comía o trago que vevía hallava dulçedumbre y gustos divinales; tanto que, estando muchas vezes comiendo corporalmente, se arrovaba en spíritu, hasta ver los secretos çelestiales y la visión de Dios e los spíritus angélicos.

E creçió tanto en esta graçia de elevarse y perder los sentidos corporales con el gusto spiritual que donde fuera que aquella graçia le tomava, se quedava como muerta, aunque muy hermosa; aora fuese en el coro o refitorio, o en otro qualquiera lugar de la casa, a qualquier hora del día o de la noche que hera la voluntad de Dios, e muy a menudo, y no a una hora, ni breve el spaçio de tiempo que estava elevada, mas tres horas, y cinco, y siete y doze −esto al prinçipio de sus elevaçiones−. E andando el tiempo, diole Nuestro Señor muy copiosamente esta graçia, que estava un día y una noche, e algunas vezes quarenta oras. Y la primera vez que esta bienabenturada se elevó delante el convento fue a siete años de su bien empleada religión. E todas las religiosas vieron en ella muy grandes mutaçiones, las quales en ninguna de sus elevaciones, que adelante muy continuas tuvo, nunca más en ella fueron vistas. Viéronla propiamente como difunta, assí en el gesto y ojos e labios como en el descoyuntamiento [fol. 22r] de todos sus miembros, lo qual adelante nunca más tuvo cosa de aquella manera; antes en aquellos tiempos e ratos estava muy más hermosa y colorada que quando estava en sus sentidos.

Después que fue tornada, ymportunáronla mucho las religosas les dixese qué hera lo que havía sentido. Y ella, por entonçes, no les dixo ninguna cosa, hasta passados algunos días que, hablando con el sancto ángel su guardador, le dixo quán ymportunada hera de sus hermanas las religiosas, les respondiese a tal pregunta que le havían hecho. E dada por el sancto ángel la liçençia de voluntad de Dios, les dixo esta sancta virgen: “Señoras, quiero satisfazer vuestro desseo, pues desseáys saver qué es lo que vi y sentía aquella vez que dezís que acá en el cuerpo estava muy demudada, a manera de muerta. Yo me vi en un lugar escuro, donde huve mucho temor, y apareçió allí un ángel lleno de resplandores, que alumbró aquellas tinieblas, al qual después acá he conoçido que hera el sancto ángel mi guardador. Empero no le osé hablar ni preguntar, mas mirávale, que se gozava e deleytava mi ánima de verle tan hermoso. E conoçiendo él el demasiado temor que yo tenía, hablome, diziendo: ‘No ayáis miedo ni temor’. E dicho esto, acatome, y mirándome, como que lloró. E por entonçes no vi más, sino tornome acá. Pero como otras vezes le he visto y hablado, y perdido el temor, e cobrale entrañable amor, porque es de muy dulçe conversación. E suplicándole, le pregunté me dixese por qué havía llorado aquella primera vez que le vi en la escuridad, que entonçes de temor e reverençia suya no se lo osé preguntar, e respondiome, diziendo: ‘Por compasión que huve de ti, lloré de verte cercada de muchas persecuçiones que has de tener. E te as de ver en ellas así de enemigos spirituales, que son los demonios, como temporales, que son las criaturas de la tierra, e de muchas enfermedades y maneras de tribulaçiones que as de pasar; e de ver que tu spíritu estava [fol. 22v] fuera de tu cuerpo, y hera voluntad de Dios que tornases a él’. E yo preguntele: ‘¿Pues cómo, señor, dize, si allá en la tierra que los sanctos ángeles no pueden llorar, y vos señor, dezís que llorasteis? Y a mí así me pareçió que lo vi’. Respondió: ‘No te maravilles, que assí como el Señor nos da poder e liçençia que tenemos estos cuerpos con que pareçemos los mesmos ángeles como en bulto humano, assí Él nos da liçençia e poder que mostremos algunas veçes sentimientos como de dolor, con vestigios de lágrimas, en tiempos y cosas convenientes, a compasaçión y charidad como es aver compasaçión de la pasión de Nuestro Señor Jesuchristo; o quando vemos que se van las ánimas de los christianos al infierno, en espeçial aquellas que el poderoso Dios nos da en guarda, e las tenemos en nuestro cargo; o quando vemos la sancta Yglesia e sancta fe cathólica seca, e quando vemos que ay muchos pecados, e las personas christianas del mundo están en ellas olvidando a su Dios de estas tales cosas, havemos muy gran compasión los ángeles, e lloramos por ello quando Dios quiere. E verdaderamente te digo que si el Señor Dios fuera servido, no quisiera yo que más desde aquel día te mandara su Magestad tornar al cuerpo. Supliquelo a su muy alta grandeza, e respondiome: ‘Déxala, que ansí la quiero yo que vaya y venga. Y quiero ver qué muger será, y como peleará hasta que venga su ora’. Yo, vista la voluntad divinal, callé en aquel caso. Y supliquele, pues hera servido tuvieses toda tu vida esta graçia de elevarte, no fuese con tanto trabajo, como fue la primera vez. Su Divina Magestad me lo otorgó, y que antes sería con demasiado gozo, e otras veçes con amor e compasión suya. E dende aquella hora tuve, e tengo, e terné mucho cuydado de ti, e procuraré de te consolar con mucho cuydado e todas mis posibilidades, e quanto fuere la voluntad de Dios de me dar liçençia’.

Tuvo esta bienabenturada, al prinçipio de sus elevaçiones e graçia, mucha angustia y tribulaciones. Como heran tan copiosas, algunas personas se escandaliçavan de verla, e la angustiavan e molestavan con palabras. [fol. 23r] E quexándose ella a su sancto ángel, le rogava la ganase de Dios la desatase presto de la carne, que no podía sufrir tantas adversidades e presecuçiones porque, según hera de flaca, tenía temor de perder la paçiençia. Y él la consolava en muchas maneras, dándole muy sanctos consejos e avisos, y diziéndole que por eso la mandava el Señor tornar en sus sentidos a ratos e tiempos, para que pelease e padeçiese penas en el mundo mientras venía su hora. Ella le dixo: “Señor, ¿qué hora es esta que algunas veçes me diçe vuestra hermosura?”. El sancto ángel la respondió: “La hora de que te hablo es la hora de la muerte, que es salir el alma del cuerpo para nunca más tornar a él, hasta el final juyzio”. La sancta virgen le tornó a preguntar, diziendo: “Señor, ¿quando será esta mi hora?”. El sancto ángel, oýda la pregunta, le respondió: “No tengas cuydado de preguntar tales cosas, sino déxate en las manos de Dios, tu criador, e consuélate con su amor, e con sufrir e padeçer por amor d’Él todos los tormentos e angustias que te tuviere por bien de darte”.

Ymportunándola las religiosas les dixese de qué manera o dónde estava quando se elevava, ella les dixo, por las consolar, la lleva su sancto ángel por la voluntad de Dios e la ponía en un asentamiento a manera de sepulchro. Y aquel lugar donde la ponía estava como entre términos, e deçía: “Para que mejor lo entendáis, está, señoras, como arrabal o çiudad, salvo que el valor y preçio de los edifiçios que allí son hechos e sin número e sin comparaçión, e la hermosura de toda aquella sancta gente es muy maravillosa, e yncomprehensinble, y en cada una dellas havía mucho que contemplar. E los muros, y paredes y edificios, no embaraçan para no poder ver lo que dentro está y se haçe, porque todo, o mucha parte de lo que en aquella gran çiudad se haze, se puede ver y gozar en aquel lugar donde yo estoy. Quando Dios me lo quiere mostrar por su grande misericordia e bondad, paréçeme que todos los miembros de mi cuerpo, dende la caveça hasta los pies, estoy llena de ylos como de alambre, muy delgados [fol. 23v] y muy resplandeçientes, y no palpables, y no puedo yo comprehender de qué espeçie sean, salvo que veo que desçienden todos haçia bajo, e se asen o nazen de los miembros de mi cuerpo. Y con estos y con los [o?] rrayos estoy toda pressa, que no me dexan yr adonde quiero, sino adonde me ponen o mandan estar. Y desta manera de asimiento no veo yo a ninguna persona de aquellos sanctos reynos; antes están todos libres e desatados, e pueden muy bien andar e gozar donde quiera que quieren. Y estos rayos que me tienen asida desde el spíritu hasta el cuerpo, es figura que aunque yo estoy donde Dios quiere poner mi spíritu, no estoy del todo difunta, ni arrancada mi ánima del cuerpo, y por esto no gozo de la livertad que los bienabenturados tienen, que ya son salidos de esta vida. Y esta manera de asimientos y rayos que en mí veo no me dan ninguna pena ni dolor, ni estorvan a menearme holgadamente mis miembros quando quiero y como quiero, ni son para más −aquella señal de aquellos rayos− de estar yo por mandamiento y voluntad de Dios señalada, que vean cómo aún no soy difunta, ni mi ánima arrencada del todo de mi cuerpo.

“El lugar donde el sancto ángel me acostumbra poner es muy hermoso, y luçido e resplandeçiente, e claro, e todo muy bien pintado y entallado, e más valorado y estimable que de oro ni de piedras preçiosas; y este sepulchro tan resplandeçiente, no penoso, sino como asentamiento de gradas, muy apuesto y glorioso y alegre. E cada cosa que veo en aquellos sanctos reynos, todas son labradas y entalladas por maravillosa manera y admirables hornamentos, según su speçie de cada cosa apuestos, de claridad sin comparaçión; tanto, que mejor que en espejos muy claros, se puede cada persona ver a sí mesma en el suelo o en cada uno de los edifiçios que mirase se vería, e todas las cosas çelestiales que deseasen ver. Y desta mesma claridad y resplador son todas las bestiduras de qualesquier colores o matizes que son. E más claros que el sol, en muchos grados, son todos los bultos de las personas que en aquel sancto reyno moran.

“De las façciones y gesto que me preguntáys os diga de mi sancto ángel, paréçeme que no ay cosa en la tierra, por hermosa y preçiada que sea, a que se pueda comparar. Es muy hermoso doncel, e muy más resplandeçiente que el sol blanco, e colorado e rubio, [fol. 24r] e muy claríssimo e de muy suaves olores, e de bulto muy preçioso, e de gesto muy sereno, e grave persona de muy gran reverençia y dignidad. Tiene alas de muy gran resplandor e ligereza, e de muchas colores y pinturas, las quales no le nasçen de las vestiduras, mas de su mesma persona, y assí como a todos los otros sanctos ángeles les nasçen las alas de sí mesmos. La bestidura del sancto ángel mi guardador es de ynestimable valor, e de yncomparables colores e labores. Yo le veo bestido de muchas maneras. Mas direos los motes que trae vordados en ellas, con los quales yo mucho me consuelo: tiene en su caveça corona e diadema más preçiosa que de oro, çercada de piedras preçiosas, y en la frente una cruz esmaltada, hecha a manera de joyel con letras a la redonda, que dizen: ‘consiteantur omnes lingua quoniam [Christus?] et rex angetor’. E trae otras letras borradas en la vestidura, ençima del pecho, que dizen: ‘spiritus sancti illuminet gratia sensus de corda vestra’. Y en la manga del brazo derecho trae bordada de pedrería la señal de la cruz, con pie e con ramos muy hermosos, que adornan toda la manga y la cubren; y el pie de la cruz haçia la boca de la manga, y la altura della haçia el hombro con letras y en lo alto, en la mesma cruz, que dizen: ‘ecce cruçem Domini fugite partes adverso’. Y en la manga del braço siniestro trae bordada la mesma divisa de la sancta cruz, con los clavos y todas las ynsinias de la passión, con letras que diçen: ‘dulce lignum, dulces clavos, dulce [¿ponduos?] substinet, quo sola fuiste digna portare talentum animas’. Y en el calçado de los pies trae labradas de pedrería letras que dizen: ‘quam pulchri sunt gressus tui filia prinçipis’. Y en el calçado de ençima de las rodillas, letras muy hermosas, que diçen: ‘flectamus genua levare’. Y ençima de los muslos, otras letras, que diçen: ‘çelestium terrestium [¿de?] infernorum’. Y las mesmas ynsignias de la sancta cruz, y los clavos, e todas las armas de la sagrada passión, trae pintadas e dibujadas por muy rica manera en un lindo pendón. E junto con ello, trae figurada e dibujada la ymagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús en los braços, e de otras maneras e misterios, ansí como quando Él y Élla estavan acá en la tierra, e como después que [fol. 24v] entrambos subieron a los Çielos; en espeçial la trae pintada como ella está en su trono real, sentada y çercada de vírgines, y sanctos e ángeles, que la están sirviendo. Y estos motes y armas tan preçiosas son assí para defensión de las ánimas que él tiene en guarda, como para el provecho de las de purgatorio.

“E también los sanctos ángeles apreçian de adornar sus personas e bestiduras de las ynsignias e armas con que su Dios y Criador hizo la obra de la redempçión. Las ánimas que están en purgatorio se goçan mucho con su visitación, y se recuerdan de su Dios en los tormentos que padeçe. Este mi sancto ángel siempre anda envuelto, e otras vezes de hinojos, y también en buelo véole venir algunas vezes, e desçender de alto haçia el lugar que yo estoy. E quando desçiende, viene assentado en un trono, y en silla, y en buelo por el ayre, y es todo muy rico y resplandeciente, e adornado e de muchas pedrerías, e trae en su mano algunas vezes a manera de çetro muy preçioso, e otras vezes trae un ynstrumento con que tañe de tan admirable espeçie que en solo tocalle haçe qualquier son e armonía que quiere haçer quien le tañe. Dize las palabras como las puede dezir y cantar qualquiera persona humana, pero muy más suaves y deleytosas de oýr. Múdase este laúd en otros instrumentos, los quales todos haçen muy acordado e deleytoso son, según cada uno en su speçie. Este mi sancto ángel no es de los ángeles de dos alas guardador, es de las almas, porque él es de más alto choro: las alas que yo le veo quando él me lleva entre ellas, algunas vezes son seys, e ocho, e diez. No se le encomiendan todas ánimas, sino algunas señaladas, porque yo sé tuvo a cargo a señor Sant Jorge, y al rey David, y al señor don Gregorio, e a otros sanctos singulares.

“A las ánimas de dignidad e sanctidad, dáseles ángel prinçipal, y él tiene muchos privilegios, y assí les he oýdo yo llamar en el Çielo a los sanctos ángeles e sanctos. E si ángel privilegiado, tiene liçençia de Dios de responder a algunas preguntas que le fueren fechas de las personas de la tierra por interçessión de mí, su yndigna sierva, o por las otras ánimas que a tenido a cargo, y estas respuestas se entienden en quanto fuere la voluntad de Dios. De todos los nueve choros [fol. 25r] de los ángeles, tiene graçia y don singular: el amor e abrasamiento de los seraphines, la sçiençia y conoçimiento de los cherubines y el serviçio y adoraçión de las dominaçiones, e la holgança de los tronos y el mando de los prinçipados, e la pelea de las potestades, e la oraçión e caridad de las Virtudes, e la revelaçión de los archángeles, y el offiçio de los ángeles.

“Tiene otros muy grandes e singulares dones −los quales no digo− dados de la mano de la muy poderosa Trinidad, la qual le dotó como pudo y quiso, y le inflamó en su divino amor. Tiene offiçio de ayudar a las ánimas de purgatorio, yéndolas a visitar y consolar. Por los méritos de la muerte y passión de Nuestro Señor Jesuchristo, e mereçimientos de su sancta Madre, sácalas a fiestas e líbralas de las penas, e defiéndelas de los demonios, e por eso anda bestido e adornado de tan ricas libreas, e guarneçido de tan preçiosas armas. Así como los demonios le sienten venir e le ven alçar el brazo derecho con la señal de la sancta cruz, van todos huyendo e aullando, y dando muy espantosos gritos e gemidos, a manera de canes mordiendo de unos a otros.

“E muchas vezes sé que va al socorro e ayuda de las ánimas e personas que están en pasamiento, llevando consigo otros muchos ángeles que le ayuden a defender aquella persona que en tan gran batalla está de tentaçiones de los demonios. E algunas veçes le digo yo, quando son difuntos mis devotos y personas que se me an encomendado, que tienen conocimiento de mí por oýdas o parentesco de vosotras, señoras, o personas que os conoçen, de las quales si son difuntas algunas dellas, o están en tribulación; e le digo yo que se acuerde de tal persona, que es difunta, o de tal, si es viva, que está angustiada, respóndeme: ‘Ya yo he hecho lo que he podido’. Y si es difunta, dize: ‘Yo fuy a su muerte e pasamiento, e llevé conmigo otros sanctos ángeles, e la acompañamos e libramos de peligros hasta que fue juzgada, y tengo cuydado della hasta que esté en descanso’. E yo le digo: ‘Pues nunca, señor, se la havía yo encomendado a vuestra hermosura’. Respondiome: ‘No es menester que tú me la encomendases, que para esto basta la charidad que mora en los ángeles, e saber yo tiene memoria de ti aquella persona, o conoçían a tus hermanas, o tienen deudo con ellas para haçer yo toda imposivilidad’”.

Dezía esta bienabenturada: “Yo sé, y aún por vista, que las personas que por mí tienen interçessión, tienen devoçión a este mi sancto ángel, de que son passadas de esta vida y están en purgatorio, y las va él a visitar. Aunque va entre otros muchos sanctos [fol. 25v] ángeles, le conoçen y le dizen: ‘Paréçeme, señor, me da en el spíritu, aunque yo no os he visto ni nadie me lo a dicho, que soys el ángel guardador de una persona que vive en la tierra, que se llama Juana de la Cruz’. Él le responde: ‘Verdad diçes, ánima, que yo soy, y de la mano del poderoso Dios te viene ese conoçimiento’. Ellas, entonçes, yncosen de hinojos dándole graçias por los bienes que les ha hecho, y les suplican no las olvide.

“Quando me lleva mi sancto Ángel, veo algunas vezes muchos demonios, e házenme algunos dellos muchos enojos y miedos. Entonçes, mi sancto ángel esgrime con una espada muy rica que traýa, y ellos, viéndole esgrimir la espada, [u]yen todos, y en un muy gran miedo, e tiemblan, porque él pelea con ellos e los yere, e tiene él solo más poder para pelear e vençer que muchos demonios juntos. Trayéndome una vez mi sancto ángel de la mano, vi a deshora muchedumbre de demonios de muy espantables figuras, de diversas maneras, e venían hablando entre sí unos con otros, diziendo: ‘Mirad estos garzones bolanderos e resplandeçientes, en qué se andan aquí, quitándonos nuestras almas, que contino andan cargados como alquilados, acarreando ánimas christianas a Dios e buscándoselas de todas las maneras que pueden, en especial este que va aquí delante, que es un rapa almas, que no le basta lo que haçe con la suya que Dios le dio en cargo, mas otras muchas nos quita, assí de personas vivas como difuntas dentre las unas, y las perdemos por los ruegos que él haze a Dios, e por los consejos que él les embía con aquella que allí va con él. Mas nosotros procuraremos de hechar nuestro estiércol en sus ojos quando estén más limpios, y assí les ensuçiaremos sus almas, que son nidos de Dios. Mas este su Jesuchristo a todos sus christianos dexó redimidos, y aún hasta los niños chiquitos dexó redimidos, que no se los pudiésemos quitar, y assí nos los arrebatan todos quantos ellos quieren e pueden’. E diziendo los demonios estas e otras muchas palabras contra Dios e los sanctos ángeles, e contra los buenos christianos, volvió contra ellos mi sancto ángel, esgrimiendo su muy luçida espada, e yriéndolos muy reçiamente, dezía: ‘Anda ahora, Demonios malinos, traydores, que vosotros os ys a reñir lexos, que nosotros los ángeles que tenemos las ánimas en guarda no somos sino ayos de los hijos e hijas del Rey del Çielo, e como fieles siervos y leales amigos procuramos de le acarrear todas las ánimas que son suyas e quitarlas a cuyas no son’. E assí fueron [fol. 26r] los demonios uyendo y dando muchos aullidos”.

Capítulo V

Cómo esta bienabenturada tenía graçia de ver y oýr las cosas ynvisibles e que muy lejos acahazían

Dezía esta sancta virgen algunas vezes las cosas que savía por graçia de Dios, antes que acaeçiesen, para escusar daños de los próximos e offensa de Dios. E oýa muchas veçes las cosas que hablavan las personas que estavan muy ausentes della, y aun lo que havían hecho, y esto no tan solamente lo savía estando elevada, mas en sus propios sentidos lo savía e sentía. Veýa las cosas que pasavan e se haçían lejos, y para verlo no la estorbavan muchas partes ni edifiçios. Acaesçíale, estando ocupada en cosas de la obediençia, oýr el officio divino que se reçava en él. E hera oýr la missa de la yglesia víspera de la sancta rresureçión, estando en su çelda, la qual estava apartada de la yglesia, quando tocaron las campanas que dezía la Gloria in exelçis Deo, hincándose ella de hinojos para dar graçias a Nuestro Señor e adorarle desde allí, oyó los cánticos e çeremonias que se haçían en la sancta iglesia, e vido a Nuestro Señor Jesuchristo como quando salía del sepulchro, muy hermoso e alegre, e florido e resplandeçiente, e muchedumbre de ángeles çercados de su Real Magestad, que le adoravan e serbían de muchas maneras de servicios, e tañían y cantavan muy dulçemente. Y entre otras muy altas cançiones que deçían en nuestro lenguaje y en otros, los quales deçía ella no entendía, oyó por aquella vez unas palabras a los sanctos ángeles, que deçían en voz de cántico:

“Ya sale el Rey y los ángeles con Él,

ya sale el Rey del sancto sepulchro,

con alegre gesto y hermoso bulto,

ya sale el Rey de sepulchro sancto,

con alegre gesto y bulto muy claro,

con alegre gesto y muy claro bulto

el mundo tiene ençerrado en su puño,

con alegre gesto y bulto muy claro

el mundo tiene en su puño ençerrado”.

Estando elevada esta bienabenturada, vido a Nuestra Señora la Virgen Sancta María que venía hazia donde ella estava, y traýa en los sagrados braços el Niño Jesús, hijo de Dios e suyo. Venía acompañada de muchedumbre de ángeles e vírgines. Viéndola tan çercana, assí suplicole con grande humildad [fol. 26v] y soberano desseo rogase a su preçioso hijo la quisiese tomar por esposa, aunque ella no fuese digna de tan gran niño. E la Reyna de los Çielos e Señora Nuestra le dixo le plaçía de rogarlo a su preçioso hijo, y no solamente suplicó a la madre para con el hijo, mas a los sanctos ángeles e vírgines que la ayudasen a suplicar a su Divina Magestad le otorgase el don que le pedía de tomarla por su esposa, e para ello darle su palabra e mano, e todos respondieron les plaçía. Yncontinenti, yncaron los hinojos, y suplicaron a su divina clemençia del poderoso Dios otrorgase aquella persona la tan loable y desseada petiçión que demandava. Y estando todos en esta esclamaçión, el dulce Niño Jesús volvió sus ojos de misericordia hazia esta bienabenturada, con gesto muy alegre e amoroso, e mirándola, e díxole palabras muy entrañables, hablando a manera de niño muy graçioso, diziendo: “Pláçeme de ser tu esposo, e de tomarte por amiga y esposa”. Y estendió su mano poderosa, e diósela a ella en señal de desposorio, e mostrole señales de amor. E la bienabenturada tornó a su torno a suplicar a la Reyna de los Çielos que, pues su dulçe hijo havía tenido por bien de la tomar por esposa, su clemençia se la quisiese dar para lo tener en sus braços como a señor y a esposo suyo, e se goçar e consolar con él. Nuestra Señora le dixo le plaçía, e se le dio luego a ella en sus braços. E dándosele, habló a su preçioso hijo, diziendo: “Muy dulçe y amado hijo mío, pues havéys tenido por bien de tomar a esta persona por esposa, e os humillastis a haçer tan copiosa virtud, bien será, hijo mío, le déys alguna empresa, en señal del fiel desposorio e amor que le tenéys”. Y el dulçe Jesús hiço de señal a la sagrada madre que le plaçía, e que le diese ella de su mano alguna cosa para aquella su esposa. Nuestra Señora la Virgen María sacó de su preçioso dedo una sortija, e diola al sagrado hijo para que él de su mano la diese a su esposa. Y ansí fue hecho, que el mesmo Niño Jesús se la dio e puso en su mano.

Acaeçió que, yendo camino un padre compañero del confesor de las monjas del monasterio en que esta bienaventurada morava, por olvido llevose en la cuerda la [fol. 27r] llave de la capilla donde Nuestra Señora se havía apareçido, porque allí está el altar mayor y deçía contino la missa. Las monjas, no pudiendo oýr missa por la falta de la llave, fueron con mucha pena a la sancta virgen que rogase a Dios apareçiese la llave, que no savían si el padre se la avía llevado o si hera perdida, que estavan desconsoladas por la falta de la missa. Ella dixo le plaçía de rogar a Dios la deparase, y estando aquella noche recogida adonde acostumbrava estar, e con ella dos religiosas, a la hora de las nueve o diez, a deshora sonó un golpe de cómo la llave cayó de alto en el suelo, en presençia de aquellas religiosas que con ella estavan, que lo vieron y oyeron. La bienaventurada riose de ver caer la llabe en el suelo, porque veýa muy bien el que la traýa, que hera su sancto ángel, que por los ruegos della e consolaçión de las religiosas la tomó al padre de la cuerda e la traxo, porque no perdiesen de oýr misa. Dixo la bendita sancta a una de aquellas religiosas: “Levantaos, hermana, e toma aquella llave”. Y assí fue visto e savido este milagro. Estando el dicho padre en el camino, vido cómo llevava en la cuerda la llave, e huvo pena de la falta que en el monasterio había. Pero quando vido que la llevaba, hera ya noche, que se fue acostar, y quando a la mañana se levantó mirose a caso la cuerda e vido cómo le faltava la llave. Maravillose dello, y dende a días, quando tornó al monasterio, contó a las monjas lo que havía aconteçido con la llave, y por semejante ellas le contaron cómo a deshora, tal día en la noche, la vieron caer en la çelda de la madre Juana de la Cruz. Y assí dieron graçias a Dios por el milagro.

Perdiose un asno con que traýan las cosas de provisión al monasterio, y havía dos días que hera perdido, e le andavan a buscar e no le podían hallar. E fueron a esta bienabenturada que rogase a Dios que pareçiese, que havía mucha neçessidad de çiertas cosas, y no havía en qué las traer. Y ella respondió lo haría. Y estando en esto, elevose como acostumbrava, e quando tornó en sus sentidos, preguntó si hera pareçido el asno. Respondieron las religiosas que no. Entonçes dixo ella: “Pareçido es, e presto vernán con él”. Y dende a poco espaçio, vinieron los que le havían ydo a buscar e le traxeron bueno [fol. 27v] e sano. Y de esta calidad de saber cosas occultas y depararlas el Señor por sus ruegos acaesçió muchas vezes, no solamente en el monasterio, mas a otras personas que se venían a encommendar a ella. Pasados dos años que en esta bienabenturada se vido públicamente la graçia de elebarse, la qual tuvo muy continuamente toda su vida, plugo al muy poderoso Dios dotalla de otra muy copiosa graçia e don maravilloso: que, estando ella así elevada en aquel rato, enagenada de sus sentidos, hablava por su propia lengua el Spíritu Sancto cosas muy maravillosas, e altas e provechosas a las ánimas, assí para las religiosas de la casa como para las personas de todos estados, e condiçiones e offiçios mayores y menores que la venían a oýr, e goçar e aprovecharse dello. Oýanla frayles de algunas órdenes, predicadores e letrados, e abades e canónigos, e obispos e arçobispos, y el cardenal de España don fray Francisco Ximénez, de gloriosa memoria, e los ynquisidores de la Sagrada Ynquisiçión, jueçes della, e condes, e duques e marqueses, e cavalleros muy graçiosos, e señores e todos otros estados, assí de hombres como de mujeres, que este misterio vieron e oyeron, y estuvieron en él presentes. Veýan cómo estava esta bienabenturada bestida e tocada de religiosa como lo hera, y hechada sobre una cama de la manera que las religiosas la ponían, e sus braços puestos a manera de persona recogida, y el cuerpo como muerto y los ojos çerrados, y el gesto muy bien puesto e muy hermoso, resplandeçiente a manera de lleno e redondo. Esto tenía quando la graçia del Spíritu Sancto hablava con ella, que de su natural le tenía aguileño.

E quando esta graçia le dava el Señor, primero se elevava en el lugar que aquella graçia le tomava, e las monjas la tomavan en los brazos e la ponían sobre una cama. E de aý un poco de interbalo, veýan en ella señales que veýa al Señor. Algunas veçes le veýa como en la humanidad, quando andava por la tierra, e como después de resuçitado e subido a los Çielos glorificado, e de todas las maneras que Dios hera servido de se le [fol. 28r] mostrar. E oýase cómo le llamava estando elevada, como haçe la persona que la ve otra de lejos quiriendo que se le llegue çerca, e oýrse la voz de esta bienabenturada quando estava elevada, e veýa al Señor e le llamava. E ver los movimientos que haçía con los braços, causava no estar desatada el ánima del cuerpo, que por las cuerdas que bajavan del spíritu al cuerpo, veýan los movimientos, e se oýa la voz quando ella llamava al Señor Dios todopoderoso. O quando su Divina Magestad le dava el resuello de su Spíritu, se oýa la voz por la persona della como se oye por una zerbatana quando vna persona habla a otra, la qual hera tan poderosa e de tan gran doctrina para la salvaçión de las ánimas e reprehensible a los pecados, que todos quantos lo veýan e oýan, por grandes letrados que fuesen, se maravillavan e quisieran estar tan veçinos y çercanos del monasterio que todas las veçes que el poderoso Dios hablava en ella la pudieran oýr.

Durava el habla del Spíritu Sancto çinco o seys oras, e [¿?] hera tan dulçe que a todos los que la oýan, que aunque fuesen muy peccadores e yncrédulos desta sancta graçia antes que lo oyesen e viesen, les pareçía estuvieran tres días con sus noches oyéndola sin sentir ningún fastidio. Los que eran incrédulos, ellos mesmos se manifestaban, diziendo: “Yncrédulo hera de esta graçia, y quando vine a ver si podía oýr hablar a esta bienabenturada, muy yncrédulo vine, y aún con yntençión de ponerla en la Ynquisiçión”. Estos eran algunos ynquisidores de la Sancta Ynquisiçión, e otros que allí luego quisieran poner las manos en ella. En espeçial huvo uno, en un sermón, que hera incrédulo, y traýa aparejado un azote para le haçer mal. Y hablando el Spíritu Sancto sin descubrir ni señalar quién hera, dezía: “Az lo que pudieres si tienes poder para ello; si me quieres conjurar, conjúrame, que yo te esperaré como espero al saçerdote en el altar”. Quando çesava el Spíritu Sancto de hablar, dezía cada uno la yntençión con que havía venido.

Quando ella llamava al Señor, dava muy clamorosas he reçias vozes, haziendo muy devotas e humildes suplicaçiones [fol. 28v] e ruegos, para que llegase çerca donde ella estava. E de rato en ratos llamava muy apriesa, con el brazo derecho; e quando çesavan las vozes e llamamientos con el braço, quedava muy sosegada, e no solamente suplicava a Nuestro Señor Jesuchristo tuviese por bien de açercarse a ella, mas aún a los sagrados ángeles haçía muy grandes ruegos y plegarias, diziéndoles: “O, señores, vosotros que traéys el trono muy luçido e aseado de Mi Señor; y vosotros, señores, los que traéys los ençensarios de oro e taças de perfumes delante el Rey del Çielo, e los que traéys las hachas ynçendidas y floridas; vosotros, señores, los que traéys los paramientos e las cortinas del pavellón de mi Señor y mi Dios; e vosotros, señores, los que tendéys los doseles muy ricos e paramentos de oro por el suelo, por donde pasa su Real Magestad; e vosotros, señores, los que venís en el ayre volando con los candeleros de oro e velas ençendidas sobre las caveças: suplico a mi Señor que venga por aquí su Divina Magestad. E vosotros, señores, que lleváys los pendones e guiáys las danças, guiad haçia acá, por donde yo estoy; no guiéys por esotras calles, que aquellos señores y señoras contino le ven, e muchas veçes le goçan, mas yo, peccadora, aún no soy digna d’Él ver y goçar sino muy poquito, y contino estoy ambrienta y deseosa d’Él”. Y después volvía su habla con los sanctos apóstoles e mártires, e confesores y vírgenes, e otros muchos sanctos e sanctas.

Señalava algunas veçes por sus propios nombres, diziéndoles y suplicándoles rogasen al Rey del Çielo, su esposo y su [¿señor?], viniese por donde ella estava a la bendeçir y santiguar, como haçía a los otros señores e señoras. E después tornava su habla con Él, Nuestro Señor, suplicándole por muchas maneras de suplicaciones, e dulçes e amorosas palabras, diziendo la quisiese venir a bendeçir y consolar, aunque ella no hera dina de tan gran benefiçio, viniese su Alta Magestad, porque tenía muchas cosas que le offreçer e dezir y suplicar, ansí de oraçiones que a ella le havían dado le offreçiese e suplicaciones que le havían encomendado le hiçiese; e que tenía muchos padres, y madres y hermanos, y se los quería offreçer y dar. Y esto dezía ella por los frayles y monjas, hijas [fol. 29r] y hermanas suyas spirituales, e perlados mayores e menores, e señoras e amigas, e devotas que assí se lo havían mandado y encomendado, e por todas las personas que se encomendavan en sus oraçiones.

E durávale hazer estas exclamaciones. Primero que la graçia del Spíritu Sancto hablava en ella espaçio de hora y media, y pasado este yntervalo vía señales en su cuerpo cómo el Señor, por su clemençia, se açercava adonde ella estava, e tanto, que según acá se mostraba, le podía adorar e besar el estrado de sus sagrados pies, e ver goçar muy çerca. Y entonçes le haçía muchas suplicaçiones públicas, e otras secretas que nadie no las podía oýr, e grandes adoraçiones por sí mesma e por todas las personas de la tierra, y se las encomendava en general, y algunos en especial, e todo el estado de la sancta madre Yglesia e religión christiana, e a los que están en peccado mortal, e a las ánimas de Purgatorio. E algunas vezes permitía el poderoso Dios que en la propia bestidura de su Divina Magestad y en su estrado e trono real, viese ella todos los estados del mundo: primeramente el estado del Sancto Padre, e cardenales e obispos, con toda la clereçía e todas las órdenes, e las perfeçiones e ymperfeçiones dellas; e los emperadores e reyes, e todas las maneras de estados, de grandes e cavalleros que havía en los reynos e ymperios e toda la república, e los mereçimientos e desmereçimientos de cada unos. E vía cómo los ángeles se llegavan a las personas mansas e humildes, e castas e pobres, e despreçiadas e de perfetas obras, mas que no a los malos, e ynchados de riquezas e avariçia, e sobervia e simonía.

E vía también a la sancta madre Yglesia a manera de muger casi como viuda, e llorando e dando gritos, quexándose al Señor, que estava muy mal casada con los maridos que le havía dado, conviene a saber: los pastores y perlados de la sancta Yglesia, obispos e arçobispos, e toda manera de regidores de ánimas; los quales, dezía la sancta madre Yglesia, heran sus maridos, e lo haçían muy mal con ella, e le davan mala vida con sus peccados de yproqueesía e vanagloria, e codiçias e viçios. Dezía más en su llanto e quejas: “Vos solo, Señor Dios, de [¿los?] justiçia e marido [29v] mío, resplandeçéys en mí, que las otras estrellas algo se escureçen, e sale dellas a las veçes poca claridad con que yo me esclarezca, e poco me favorecen. Si no fuese por vos, Dios mío y marido mío, que vives y permaneçes para siempre en mí, ya del todo sería viuda, según los pocos favores e [¿ánimos?] que de vuestros pastores tengo, que más se acuerdan de las cosas bajas y viles, e del mundo e sus deleytes, e de querer honras y dignidades, que de favoreçerme y ayudarme; e más huelgan de morir por las cosas transitorias que matan el alma que no por vos, Rey del Çielo, que soys salud perdurable e podéys dar vida eterna”. Y estas cosas le heran mostradas a esta bienabenturada en figura, porque aunque ella tenía cuydado de rogar por el estado de la sancta madre Yglesia, rogase con mayor afínco e diese graçias a Dios por las merçedes que haçe a sus criaturas, e le suplicase por ellas. E hecho esto, ponía las manos, e haçía suplicaçión secreta, que no se la podía nadie oýr, salvo que la veýan haçer humillaçiones con la caveza y que meneava los labios, a manera de persona que habla en secreto. Y estas maneras heran muy humildosas, e algunas veçes le oýan muy devotas palabras en voz de cántico. Ansí mesmo, veýan en ella señales de encogimiento e temor, e soberana reverençia e acatamiento, e goços e consolaçiones.

Y estando en este estado, el mesmo Dios la soplava con el soplo de su sagrada boca, e con el ayre de su poderosa mano, e le dava e ynspirava el Spíritu Sancto, como haçía a sus sagrados apóstoles quando los embiava a predicar su sancta palabra. Quedava entonçes en silençio, e postrava sobre su faz las manos puestas. Quando las religiosas veýan estas señales en ella, levantávanla, e poníanla vien en su cama donde ella estava, e nada desto no vía ni sentía, ni oýa ninguna cosa, ni savía las personas que allí estavan. Luego, a deshora, se oýan voçes muy altas que salían por la boca della aprisa e conçertadas. Hablava el Spíritu Sancto, en persona de Nuestro Redemtor Jesuchristo. Oýanlo todos los que estavan presentes. Tomava la plática con ella mesma, diziéndole: [fol. 30r] “¿Qué hazes, Juanica? Dios te salve. Dios te salve. ¿Quién eres tú que me llamas? ¿No saves que no es ninguna criatura dina de Dios, en especial los peccadores que viven en la tierra?”. E luego proseguía por otras muy dulçes palabras, hablando muchos e grandes e divinos secretos, e misterios çelestiales, e declarando los sagrados evangelios y scripturas, según heran las fiestas, e días e solemnidades, e según hera su voluntad de querer hablar. Deçía de rato en rato: “Tú, Juanica, ¿no viste esto y esto, e tal y tal cosa que pasó y se hiço en mi sancto reyno çelestial?”.

Heran todas las palabras muy notables e provechosas, e saludables e consolativas a todos los oidores. Y si entre aquella gente que la estava oyendo havía tentados de qualquiera tentaçión que fuese, o encrédulos o desesperadicos, o de otra qualquier manera que tuviesen neçessidad sus almas, a todos satisfaçía y consolava, e aconsejava y reprehendía, e administrava de qué manera se havían de salvar. Y esto haçía hablando a todos en general, y a cada uno de los oydores le pareçía hablava a su propósito, según lo que tenía en su conçiençia e ánima. Yban muy edificados y consolados. Quando el Señor acavava el habla, dava su sancta bendición, diziendo: “La bendiçión del Padre, y de mí, su Hijo Jesuchristo, y del Spíritu Sancto consolador; que me voy, quedad en paz, mas no del coraçón, que bien me quisiere y me amare, y de mí no se apartare”. A esta sancta bendición toda la gente que allí estava hincava los hinojos, e los hombres, quitados los bonetes y abaxadas las caveças, la resçivían con mucha devoçión. E luego salían todos del monasterio. Y para la entrar a oýr, los prelados davan liçençia.

Duró esta graçia de hablar el Spíritu Sancto en esta bienabenturada treze años, la qual le venía algunas veçes, entre día y noche, dos vezes, y esto no haviendo tornado en sus sentidos entre la una vez e la otra; e otras vezes a terçer día, e otras vezes a quatro días, e a ocho e quinçe, como hera la voluntad de Dios. Mas las elevaçiones e arrobamientos tenía siempre día y noche, e desde su niñez hasta que Dios la llevó desta presente vida. E aunque havía çesado la graçia del habla, no careçía de sus muy altas elevaciones, e gozosas e [fol. 30v] alumbradas revelaçiones, e de ver a Dios, e gozarse con Él y con su sanctíssima madre, e con los ángeles, según en esta Vida se puede ver, y con todos los sanctos e sanctas de la corte celestial. Porque más hera su conversaçión en el Çielo que con la tierra, que muchas veçes le acaeçía aver acavado de entrar en sus sentidos de muy larga elebaçión, e de oýr nombrar el dulçe nombre de Jesuchristo, tornarse a elevar. E otras vezes de oýr nombrar la sancta passión, o ver alguna ymagen de Nuestro Señor apasionada, e otras vezes de goço. E quien la quería hablar cosas secretas de su ánima y conçiençia, se guardava de no nombralle cosas de devoçión, en espeçial de la passión del Señor, porque no se elevase. Acaeçíale muchas veçes estar sin tomar ninguna refeçción corporal hasta terçer día, por estar elevada y no tener dispusiçión de tomar el cuerpo mantenimiento.

Viendo los prelados cómo la graçia del Spíritu Sancto creçía tanto en esta bienabenturada, y hera tan pública a grandes y menores, quisieron probarla bien en sus prinçipios por muchas maneras, que para ello hicieron públicas e secretas, con que se conoçió e afirmó muy bien, e dio testimonio de ser obra de Spíritu Sancto. Mandó el prelado, por sancta obediencia, que no la oyese nadie quando aquella habla le viniese, ni diesen lugar a ningún seglar para que la oyesen. Y assí fue obedeçido por el abbadesa y monjas, que quando le vino la graçia del habla del Señor la dexaron sola en la çelda que el abbadesa e monjas le havían dado para que allí estuviese apartada en sus elevaçiones e contemplaçiones. E le dieron una monja que tuviese cuydados della en aquellos tiempos e la acompañase e sirviese. E dexándola sola, çerraron la çelda, que ninguna ossó entrar dentro ni escucharla por defuera. E desde a un buen plazo, mandó el abbadesa a una religiosa fuese a ver si havía acavado de fablar, o si hera tornada, [fol. 31r] o qué haçía. E yendo, vido cómo aún el Señor todavía hablaba, y el suelo de la çelda estava lleno de muchas maneras de aves volantías, e todas muy atentas y quietas, escuchando la palabra de Dios, e las más e todas estavan muy çercanas a ella y alrededor de su cama, y assí estuvieron hasta que el Señor huvo acavado de hablar e dado la bendiçión, según otras veçes ascostumbrava haçer. E quando la religiosa entró e vido aquel tan gran milagro de hablar el Señor e la çelda llena [repetido en escritura al margen] de aves tan quietas oyéndole, maravillose mucho, e con muchas lágrimas fue aprisa al abadesa e le dixo el misterio. Y el abadesa fue a verlo con otras tres o quatro religiosas, las más ançianas de la casa, e todas las vieron el milagro, e se maravillaron mucho, e dieron quenta a los perlados de la gran maravilla que havían visto, e cómo pasado un poco de yntervalo, después que la habla çesó, tornó la bienaventurada en sus sentidos e se halló un paxarico dentro en la manga que se le havía quedado en testimonyo del milagro; en lo qual se vía claramente hera voluntad de Dios la tan grande obra no fuese yncubierta, pues faltando las criaturas raçionales que tienen ánimas vivientes para lo oýr y goçar, permitía Dios viniesen las aves a lo oýr y escuchar. E oyéndo esto los perlados, resçivieron con humildad la reprehensión que Nuestro Señor les dava por vía de las aves, e de aý adelante tuvieron por bien que todos la oyesen, assí religiosos como seglares, e dexaron liçençia a la abbadesa para que no estorvase la entrada a todos los que viniesen con devoçión a oýrla. Y assí lo hiçieron todos los perlados que subçedieron todo el tiempo que esta graçia duró, que fue treçe años.

Todos, o los más que venían a oýr esta sancta habla, venían con grande devoçión, e algunos con querer probar esta graçia. Acaeçía que, de que havía yncrédulos, quando [fol. 31v] el Spíritu Sancto reprehendía muy piadosamente en general, e hablava a sus propios pensamientos, diziendo: “Estás tú aora pensando: ‘¿Cómo puede ser esta habla de parte de Dios?’ ¿Por qué pones tú límite a su poder? ¿No saves que lo que quisiere, puede, y que todo lo que haçe es bueno, e por charidad y amor de las ánimas que redimió tiene aora menos poder y charidad que quando vino al mundo a las redimir? ¿Su graçia no la puede dar e poner donde él quisiere, hallando vaso donde la pueda poner e marco para guardarla e conservarla?”. Y estas y otras muchas cosas muy maravillosas dezía.

Acaeçió que vino un ynquisidor muy arrojado [1], letrado y juez de la Sancta Ynquisiçión, con yntençión d’especular esta graçia, lo qual no havía dicho a nadie su yntençión. Y entrando a oýr con los otros [2], fueron tales las cosas que en su ánima sintió que, a la mitad de la habla, se yncó de rodillas, e con muchas lágrimas la acavó de oýr. Y de que esta sancta virgen fue tornada en sus sentidos, rogó a la abbadesa se la diese a hablar por el locutorio. Y assí fue, que la habló y le dixo la yntençión con que havía venido, la qual ninguna persona la havía savido de su boca, sino hera ella en aquella hora, y que heran tales las cosas que le havía oýdo que no podýan ser dichas sino de Dios. E dávase en los pechos con lágrimas, e dezía: “Yo, como malo y peccador, venía a arguyr a Dios, y tal hera mi yntençión. Ruégoos, señora, por la charidad, roguéys a Dios por mí que me perdone”. La bienabenturada le respondió que lo haría, pero de lo que él dezía muy poca quenta le daría, que ella no savía si hablava ni si no, ni dello tenía qué dezir, sino que estava adonde Dios hera servido, y Él podía hazer della e de sus miembros su sancta voluntad. Desta manera acaeçieron muchas cosas estando elevada, e hablando la graçia del Señor, e oyéndolo [fol. 32r] muchos.

Estava una gran señora a su cavezera, e yncole un alfiler gordo, muy cruelmente, por la caveça, y assí la pudiera matar por entonçes, que ella no lo sintiera. Tornada en sus sentidos, quexávase mucho de aquel dolor, e mirándole la caveça, hallaronle el alfiler yncado. Estando otra vez hablando el Spíritu Sancto, en gran fervor, levantose una persona de gran dignidad, eclesiástico, e tomó el braço desta sancta virgen , y arrojosele reçio para ver si la [¿habla?] haçía algún movimiento con aquel golpe el dolor. E no sintió ninguna cosa, sino proçedió en lo que estava hablando, teníndose el braço caýdo adonde se le havían avajado, hasta que fue tomado por una religiosa, e puesto como havía de estar.

Dixo el Señor, hablando en esta bienabenturada, reprehendiendo a los incrédulos, que no se aprovechavan de este tan gran bien y doctrina; que por espaçio de una legua a la redonda del monasterio estavan llenos y çercados todos los campos e ayres de ángeles e ánimas que venían a oýr y goçar la palabra de Dios, e dar testimonyo della el día de su juyzio, a confusión de los que, viviendo en la tierra, la oyeron e menospreçiaron por maliçia o ynvidia. Scrivieron las religiosas de las palabras e misterios e secretos que el poderoso Dios habló por la boca desta sancta virgen, un libro, llamado Conforte o Luz norte.

Capítulo VI

De cómo esta bienabenturada estuvo un tiempo muda antes que le fuese dada la graçia de hablar el spíritu por su lengua

Como esta sancta virgen tuviese por dos años la graçia de elevarse −esto se entiende público, antes que tuviese la habla del Señor por su lengua− en este tiempo hera muy importunada de personas spirituales, que le dixese y contase algo de sus revelaçiones y cosas que Dios le mostrava, así de gozos çelestiales como de penas de purgatorio; de lo qual esta resçivía muy gran pena y fatiga por quanto hera muy severa [fol. 32v] en las cosas que Dios le mostraba, e porque resçivía mucha pesadumbre de ser tan ymportunada y molestada, así de las personas de fuera como de las religiosas de la casa, a causa de la graçia que Dios le dava.

Quiriendo Él mesmo haçer esta misericordia, primero que hablase el Spíritu Sancto en ella en persona del Hijo de Dios, y esto que ella no lo sintiese ni supiese, sino estando en rapto de sus sentidos arrevatado su spíritu, adonde Dios le quería poner, tuvo por bien el mesmo Señor de quitarle súpitamente su habla, e tornarla a deshora muda, que ninguna cosa podía hablar si no hera por señas. E quando el Señor la enmudeçió, primero la habló en spíritu, y le dixo: “Guarda mi secreto, e no hables, que yo hablaré”. En lo qual dio a entender su Divina Magestad que Él mesmo, por su humildad, con el amor que tiene a las ánimas, las quería hablar e revelar algunos secretos e muy grandes maravillas de los que a ella preguntavan, y aún muchos más, como su Divina Magestad lo hiço. Quando las religiosas la vieron tornar de la elevaçión así muda, que ninguna cosa les podía hablar, maravilláronse mucho. E por entonzes no pudo alcançar a saver por qué havía permitido Nuestro Señor aquella penitençia sobre ella. Y en tanto que stuvo muda, la puso Nuestro Señor en estado de tanta ynocençia, que no pareçía sino niña; esto en quanto las cosas de esta vida. E desde algunos días y meses, estando elevada en contemplaçión, como solía, vido al Niño Jesús, Señor Dios nuestro, e gozándose ella mucho con él, suplicole la sanase. Y ella habló a manera de niño, según se le havía mostrado, y metiéndole sus sacratíssimos dedos en la boca della, díxole: “Por eso te havía enmudeçido, porque quería yo hablar primero. E aunque te sano, guárdame mi secreto. E algo di, e algo calla de lo que yo te mostrare”. E quando tornó de la elevaçión e rapto, a deshora vino sana con su habla, como de primo. Y dende a pocos días, hablava por la boca della el Spíritu Sancto, y deçía secretos y eselençias [fol. 33r] maravillosas.

Hera esta sancta virgen muy ynclinada a servir e haçer piedad a los enfermos. E havía en el monasterio una enferma que estava en la enfermería, [¿hetría?] e algo penosa, y asquerosa, e serbíala esta bienabenturada quando sus elevaçiones le davan lugar. E llevándole una vez el servidor, olía muy mal. Y ella huvo asco, y empeçó a dar arcadas, y enojándose contra sí mesma e reprehendiéndose con el pensamiento he palabras, metió la caveza dentro en él, e resçivió por la boca e nariz el mal olor. Y andando más adelante con el bazín, llevándole al lugar donde le havía de alimpiar, tornó a haver muy grande asco, e moviéndosele el estómago, dio muchas arcadas como primo las havía dado. Y quiriendo vençer esta tentaçión, esforçose e tomó con la caveza a resçivir del hedor de lo que estava dentro del servidor. Y assí vençió muy poderosamente aquella tentaçión.

Vino a esta bienaventurada una religiosa con mucho frío y dolor de estómago, y díxole: “Señora, por la caridad, que pidáys para vos un trago de vino, diziendo que lo havéys menester por algún dolor que tenéys, y dármelo heys a mí, que traygo gran dolor del estómago, e no lo oso pedir”. Ella dixo que sí haría, e considerando en su coraçón que dezir tenía dolor de estómago por entonçes que no dizía verdad, e dexarlo de pedir hera falta de charidad, supplicó a Nuestro Señor, porque ella pudiese dezir verdad y la religiosa resçiviese refrigerio en su neçessidad, le diese a ella dolor de estómago por algún rato. Y el poderoso Dios le conçedió su petiçión, que le dio dolor en el estómago, y ansí pidió el vino con verdad, e diolo a la religiosa que se lo havía pedido.

El abbadesa y monjas del monasterio en que esta bienaventurada morava tenían desseo le dixese cómo llamavan a su sancto Ángel, e preguntádoselo, respondió, diziendo: “Yo tengo el mesmo desseo, e muchas veçes se lo he suplicado, y a me respondió que no hay neçessidad de saber su nombre señalado, mas de quanto se llama ángel de Dios y spíritu çelestial”. Y el abbadesa y monjas la tornaron a ymportunar, que no çesase de suplicar le dixese su nombre, porque le tuviesen en memoria e hiçiesen muy señalados serviçios [fol. 33v] e conmemoraçión. E desque le tornó a ver, suplicole le dixese su nombre, que el abbadesa y monjas se lo suplicavan porque le querían hazer señalado serviçio. Y el sancto ángel se escusó como primo, diziendo se llamava ángel de Dios, y spíritu çelestial y bienaventurado. E de que vido esto esta sancta virgen, supplicó a la Emperadora de los Çielos le alcançase esta virtud que ella supiese el nombre señalado de su sancto ángel. E la Soberana Emperadora se lo otorgó luego. E para esto llamó luego al alto seraphín Sant Gabriel, y díxole: “Ven acá, Gabriel, llámame a Laurel [¿aureum?]. E obedesçiendo sant Gabriel al mandamiento de la Madre de Dios y Señora Nuestra, fue luego, e llamó a este sancto ángel, que estava junto con esta bienaventurada su ánima, y díxole: “Señor Sant Laurel aureum, andad acá, que os llama la Reyna Nuestra Señora”. Y él obedeçió de hinojos, e a deshora voló en alto, e fue a ver lo que le mandava. Y assí conoçió esta bienabenturada que hera su sancto ángel aquel que llamavan aquel nombre. Y quando el sancto ángel bolvió donde ella estava, díxole con mucho gozo: “Señor, ya he savido vuestro nombre. Aunque vuestra hermosura nunca me lo a querido dezir, mi Señora, la Reyna de los Çielos, me a hecho esta virtud, que me encomendé yo a su clemençia y otorgó mi petiçión”. E de que tornó en sus sentidos, dixo con mucho lo que le havía aconteçido, e de qué manera havía savido el nombre de su sancto ángel. E díxosele a las religiosas, y ellas se goçaron mucho e dieron graçias a Dios, e tenían muy gran devoción a este sancto ángel, y encomendávanse a él en todas sus tribulaçiones spirituales, y él las socorría e ayudava e favoreçía e suplicava a la Divina Magestad por sus ánimas e petiçiones.

E de que tornó a ver a su sancto ángel, díxole: “Señor, allá he dicho a mis hermanas vuestro nombre, y anse goçado mucho con él”. Y él respondió: “Ya lo sé, mas no me saven nombrar, que algunas me llaman Laurel y me haçen árbol, mas no yerran mucho en ello, que la sustançia de mi nombre casi eso quiere dezir, que ansí soy yo por la voluntad del muy alto reverdeçedor de ánimas e amperador de los que devajo de sus alas e de las mías se pusieren, e de los que mi nombre con devoçión e amor ynvocasen”.

Estando esta bien- [fol. 34r] abenturada arrobada en contemplaçión un día de la bienaventurada Sancta Bárbara, entre otras muchas cosas çelestiales que el Señor tuvo por bien de le mostrar, vido que pasavan por donde ella estava a sancta Bárbara. Y viéndola ella, llamola, e suplicole que se llegase a ella. E la sancta Bárbara se llegó, e la habló muy dulçemente. E la sancta Juana de la Cruz la pregunta: “Señora, ¿por qué tray vuestra hermosura tan rico, preçioso e resplandeçiente collar a su garganta?”. Sancta Bárbara le respondió que su esposo Jesuchristo se le havía dado porque la havían degollado por su amor. Ansímesmo le dixo: “O, señora mía, qué hermosa palma es esa que traéys en la mano, e cómo resplandeçen esas letras de oro que están scriptas en las hojas, en las qualas viene scripto vuestro nombre preçioso e vuestra sancta vida y martirio. Y bien savéys vos, mi señora, quánto soys mi señora, e quánto os quiero”. E la señora Sancta Bárbara le respondió: “Ya lo sé, y así te tengo yo por devota e amiga, e rogué a Dios que os diese esa graçia que ahora tienes”. Y çesando de hablar con la Sancta Bárbara, a deshora llegó a ella un niño, de los chiquitos de teta que se va al çielo después de su muerte por sola la passión de Nuestro Señor Jesuchristo e virtud del sancto baptismo, el qual niño la dixo: “Otra vez te he hablado, y te dixe que dixeses a mi madre que castigue a sus hijos dende chicos, y también quando grandes; si no, que lo pagará delante de Dios, e le será demandada estrecha cuenta. E yo doy graçias a Dios, que me truxo a este reyno en mi niñez, que si llegara a ser grande, por mis peccados e mal recogimiento, de mi madre no me salvara. E por eso te ruego que tú se lo digas”. Entonçes, esta bienaventurada respondió a este niño: “Ni sé quién es tu madre, ni la conozco, ni adónde mora ni tampoco. Aunque lo supiese e lo quisiese deçir, no me crehería”. El niño le respondió: “Díselo tú, que yo te diré çierta cosa señalada, secreta de su ánima, que no lo save sino Dios y ella, que lo hiço. Y dile tú que se enmiende dello, e con esto te creherá. Y di que su hijo chiquito que se le finó te lo dixo, el amonesto y consejo. E mi madre se llama fulana, y es muger de fulano, e bibe en tal lugar”. E así le señaló y le dixo quién hera su madre y dónde morava. E quando esta sancta virgen tuvo lugar e dipusiçión, mandó llamar a esta muger, y hablóla en secreto, y díxole lo que su hijo chiquito, que estava en el Çielo, le avía encomendado. E la muger lo creyó muy bien, por las señas que esta sancta bendita le dio e por las verdaderas palabras que le dixo. E dende adelante fue [fol. 34v] aquella muger muy su amiga, y la visitava muchas vezes, y estava a todo lo que le aconsejava e corregía.

Dezía esta bienabenturada que anda muy enjoyados, e adornados e señalados, los bienabenturados de la corte çelestial, assí los sanctos del testamento nuevo como del viejo, de las armas e ynsignias del Redentor e de su sagrada passión, e de su sancta madre, Nuestra Señora; que traýan sanctos apóstoles y mártires, junto con estas armas, cada uno su martirio por divisa, bordado en sus bestiduras e pendones y estandartes. E los sanctos de la ley vieja, dezía, andan señalados e bordados en sus bestiduras çiertas figuras que en tiempos les dio el poderoso Dios en figura del Redemptor, y de [¿cómo?] havía de venir a los redimir. Dezía que traýan, unos el altar nuevo que Dios les mandó edificar, e otros el carnero que Abraham sacrificó en lugar de Ysac, su hijo; e otros el poço de Jacob; e otros, la çarça de Moysem; e otros, la verga de Harón; e otros, la serpiente que el Señor mandó alçar en el desierto; e otros el arca de la sancta sanctorum; e otros, los tres ángeles que vido Abraham quando dixo que havía visto tres, e adornado uno; e otros la Virgen con el niño en braços, según les fue profetiçado que la Virgen havía de conçebir e parir hijo; e la escalera de Jacob; e otros, otras muchas figuras del tiempo antiguo, según el tribu e generaçión que es cada uno.

Deçía esta bienabenturada que todas aquellas figuras hermosean e adornan a todos los que sobre sí las traen, en memoria de las sagradas maravillas e beneffiçios que el poderoso Dios les hiço. E otras de las ánimas christianas que están en el Çielo muy gloriosas, dezía traen en sus vestidos, por divisa, algunas el cáliz con el Sanctíssimo Sacramento, muy ricamente bordado; e otros las llaves del señor Sant Pedro, que significa la perfeta confesión e sancta absolución, e ricos thesoros de la sancta madre Yglesia; e otros la pila del sancto baptismo; e otros, las crismeras del sancto olio de la crisma e unçión. E assí dezía que vía a todos los cortesanos çelestiales con diversos motes y figuras del poderoso Dios e de la dulçíssima Virgen María, su madre, y que su sancto ángel le declarava e deçía por qué, para qué traýan los bienabenturados cada una de estas figuras o empresas, las quales ella no declarava ni dezía. Hablando el Señor por la boca de esta bienaventurada, la llamava [fol. 35r] algunas vezes por su nombre, diziéndole “Juanica”, e luego declarava que la llamava este nombre diminutivo porque aún no hera del todo nasçida su ánima de su cuerpo, ni naçida perfetamente a luz, que entonzes es digna la persona de nombre entero. Quando después de passada de esta vida el alma, se salva e ba al Çielo, queda que, quando muere, si se va al infierno, no se puede a tal dezir naçida, sino abortada, e no es dina tampoco entonzes de nombre. Algunas vezes la llamava el Señor mesmo por la mesma habla el nombre entero de “Juana”. Dezía su Divina Magestad que la llamava e dezía este nombre entero de “Juana” porque quería dezir nombre de graçia, e de conoçer e amar a Dios; e otra alguna vez la llamava “Juana”, que deçía el mesmo Señor que quiere deçir graçia, graçiosa, dada de ánima.

Dezía el Señor, quando hablava por la boca de esta sancta virgen, que quando se diçen e tratan los misterios de la sancta misa, son tan ynumerables las yndulgençias e perdones que ganan los que con devoçión y limpieza de conçiençia los oyen, que no ay en la tierra sentido humano que los pueda numerar ni decir, por estar allí presençialmente la Magestad de Dios. Deçía el mesmo Dios e Señor que, aunque al parezer de los ojos humanos está puesto el Sancto Sacramento en altar de barro o de madera, y en los paños, y lienços e sedas, e plata e oro que acá le ponen, que también le traen los sanctos ángeles del Çielo yglesia nueva e altar nuevo, y entoldaduras nuevas e frontales, e sábanas e corporales, cáliçes e patenas, e todos los aparejos del altar he hornamentos nuevos para el preste; e aún guantes o sandalias para las manos, porque las manos de los sacerdotes, por limpias e sanas que sean, por ser humanas, no son dinas de tomar a Dios en ellas, e todas las cosas que acá se ponen en los altares, por valerosas e ricas que sean, no son para otra cosa perteneçientes sino [¿paraforos?] de los celestiales, que traen los ángeles para serviçio de Nuestro Señor. Y aun quando sean dinas las cosas e serviçios que los humanos ponen por hornamento en las yglesias y altares de Dios, an de ser muy limpias e valerosas, reverençiales; y si tales no son, pudiéndolas poner, el mesmo Dios lo demandara a cada un ánima que tiene cargo dello, así de lo mandar como de lo haçer alimpiar. Dezía el Nuestro Señor, quexándose e reprehendiendo a los que diçen que no es bien que se ponga oro ni plata, ni brocados ni cosas valedoras en los altares para honra de culto divino, que el mesmo Spíritu Sancto responde a esto, el qual tiene cuydado de tornar por la [fol. 35v] honra de Dios, e dize a quien le perteneçen todas las cosas valerosas limpias e preçiosas, e dulçes ministriles e famosos cantores, e todas cosas que buenas sean, sino a solo Dios, Criador e Haçedor del çielo y de la tierra.

Dezía el Señor, a manera de quexa e reprehensión: “Dizen en la tierra los humanos que Dios y su madre quisieron andar pobres e menospreçiados. Es verdad, empero hiziéronlo por dar exemplo, y si nos quisimos humillar, tanto más son los humanos obligados a nos ensalçar y servir con las cosas mejores y más preçiadas que tuvieren, honrar y solemnizar sus sanctos templos e altares”. Pues todos los bienes que tenemos los humanos, así spirituales como temporales son suyos, e no nuestros, e los alcançamos por ruego e ynterassión de su preçiosa madre Nuestra Señora. E por tanto, quiere su Divina Magestad e le plaçe que con todos sirvamos a su preçiosa madre junto con Él, pues se lo debemos; e que si no se quisiereon tratar quando estavan en la tierra, entre sus criaturas, según su estado e dignidad lo mereçía, que nosotros, que somos sus basallos, so pena de la pena, somos obligados a los servir como siervos a señores, e como basallos a reyes, e como criaturas al Criador y madre suya e, si no lo hiçiéremos, o a lo menos todas nuestras fuerças o posibilidad −dezía el Señor− pagaremos en su juyzio divino.

Dezía hablando por la boca desta bienaventurada, que quando se dize la missa y el sancto evangelio toda persona que presente estava hera obligada a estar muy atenta y en silençio, e de hinojos y en pie, e que así como quiere el preste empezar el sancto evangelio, los ángeles que allí están presentes en la missa, que son muchos, tocan todos juntos las trompetas, hablando con los humanos, diziendo: “Levantaos todos en pie y escuchad atentos con mucha devoçión, y abrid vuestros coraçones, e orejas y sentidos, para oýr al Señor, que quiere hablar; y entended sus maravillas y secretos, que os quiere deçir e descubrir como amigos; e obrad sus exemplos, que os dexó, e tomadlos y enseñadlos vosotros, christianos, e guardadlos en vuestros coraçones. Escuchad, dichoso pueblo christiano, que os habla vuestro Dios, e os declara sus misterios, e os releva sus maravillas, e os descubre su coraçón, e os manifiesta el desseo que tiene de hazeros merçedes, e os convida al Reyno de los Çielos, que os llama [fol. 36r] para que os vengáys a Él, que se desea açercar a vosotros, christianos, que os convida a bodas divinas, e os avisa de lo que os havéys de apartar. Por eso escuchad a vuestro Dios, tan venino que vino a la tierra por vos redimir, e os dexó en memoria lo que es su sancta voluntad que hagáys para le aplaçer, y lo que es dañoso para vuestras ánimas y conçiençias, porque no lo obréys y os apartéys de lo malo. Por tanto, pueblo christiano, adora y serví, y escucha al Señor Dios tuyo, que tanto le devéys”.

Declaró más el Señor, que havía Él dicho, estando en la tierra, quando consagró su sancto cuerpo, tornando del pan en carne, y el vino en sangre, “esto haréys en mi commemoraçión”, que quería tanto deçir como si dixera: “cada vez que este Sancto Sacramento de mi cuerpo consagráredes, anunçiaréys y declamaréys mi muerte e passión, e lo offreceréys al Padre mío celestial en memoria mía, y assí renovares mi sagrada muerte e passión para remedio e salvaçión de vuestras almas, como si yo estuviese en aquella hora puesto y colgado en la cruz, haziendo nuevamente la obra de vuestra redempçión”. Y esto deçía el Señor havía Él hecho con sobra de amor que tiene al linage humano de querer venir en el Sancto Sacramento del Altar, cada vez que es llamado con las palabras de la sancta consagraçión.

Como el Señor descubría e mostrava a esta bienaventurada algunos de sus secretos, así de los gozos çelestiales como de las penas que las ánimas padeçen por sus pecados, y aún de las ánimas que andavan por los ayres, yendo ella una noche a tañer a maytines, que hera sacristana, oyó gritos muy espantosos como de persona que se quexava muy triste y dolorosamente. Y ella, muy maravillada dello, preguntó a su sancto ángel qué voçes heran aquellas tan espantosas que havía oýdo, si se le havía antojado. El sancto ángel le respondió: “No te se antojó, que gritos heran de ánima neçessitada, que con liçençia de Dios se le venía a encomendar que la hiçieses haçer çiertos bienes. Y no te maravilles que lo oyeses tú, que María de Sant Gabriel, religiosa de tu convento, lo oyó también, aý en tu casa, quando tú la oýste”. Y dende a pocos días, apareçió aquel ánima a esta sancta virgen, la qual ánima hera una gran señora del mesmo reyno de Castilla que havía pocos días hera difunta, e padeçía muy grandes penas, la qual le dixo: “Ruégote, por amor de Dios, que ayas compasión de mí, y scrivas a tal çiudad de este reyno, a tal señora que es mi madre. E yo soy fulana, hija suya. E dile cómo te apareçí y estoy en [fol. 36v] grandes penas, e tengo neçessidad que me hagas tales y tales bienes, y abré muy gran remedio con ellos”.

Y con esta ánima desta señora venía otra ánima de un su hermano, con liçençia y voluntad, que en este mundo havía sido muy gran cavallero e havía tenido algunos cargos e viçios por lo qu’él padeçía en el otro mundo. E ansímesmo, aquel ánima habló a esta bienaventurada, e le dixo que embiase a deçir que rogasen a Dios por él, que tenía mucha neçessidad. Ella, movida de compasión y caridad [3] de aquellas ánimas, scrivió aquella señora, diziéndole que hiçiese hazer por fulana su hija, que estava en mucha neçessidad e penas de purgatorio, tales bienes; la qual señora no lo quiso creher, ni mandar hazer ningunos bienes por el ánima de su hija. E quando esta sancta virgen vido tal respuesta, congoxose mucho, y dixo: “Pésame por haver scripto aquella señora e descubierto el secreto de aquel alma, pues a sido sin fruto e provecho. Empero, yo sé çierto que esta señora a quien yo agora scrivo no vivirá mucho en este mundo, porque allende de ser sus días cumplidos, su mesma hija demanda justiçia de Dios della, y ruega que vaya muy presto a sentir las penas que ella siente, pues ni las creyó ni para salir dellas la quiso ayudar”. E así, cumplido por la voluntad de Dios, que luego en muy breve tiempo finó aquella señora tras su hija, e le fue revelado a esta bienaventurada cómo estava en muchas penas.

Y el ánima del cavallero, viendo que no la havían creýdo lo que havía dicho de su hermana, y que por eso no embió a dezir a su muger hiziese hazer por él los bienes que él mandava, tornó otra vez a pareçerle e mostrársele muy bravo y enojado contra ella, diziéndole: “Por çierto, tú me as sido muy cruel e sin piedad para mí, porque si mi madre no creyó lo que le embiaste a deçir de mi hermana, mi muger bien creyría lo que le embiaras a dezir. Y si no lo hazes, por çierto yo te tornaré apareçer otra vez, e te espantaré de tal manera que se te acuerde”. Y diziendo estas palabras, asió della, elevóla desde el dormitorio donde estava una çelda, y díxole: “porque veas qué son las penas que padezco, quiero demostrar algo dellas”. E sacó la mano, e tocole tan mala vez e quemole los cavellos [fol. 37r] en señal de sus muy sobradas penas e tormentos; la qual señal de quemarle los cavellos e de llevarla de una parte a otra, supieron todas las religiosas, e la causa e secreto dello. E contreñida de charidad, scrivió a su muger deste cavallero, y ella lo creyó muy bien, e hiço lo que esta bienabenturada le dixo; la qual, por la graçia que le hera dada del poderoso Dios, conoçió las cosas secretas de algunas personas, e le hera revelado lo que le querían hablar antes que se lo dixesen.

E le heran manifiestas algunas neçessidades spirituales de algunas personas e sus [¿defectos] antes que ninguna persona de la tierra se los manifestase. Y savía por revelaçión si heran çiertas las palabras que le deçían, o cautelosas, e respondía a estas tales personas más al propósito del coraçón que no a las palabras. Tenía graçia que si delante della havía alguna persona endemoniada que no se supiese, ella veýa besiblemente a los demonios que venían dentro en ella. Y si algunas personas estavan tentadas de algunas tentaçiones, veýa a los demonios que las tentavan como se les ponía, si a las vezes en los hombros, y en las caveças o en el çelebro, y a las veçes en los ojos, y otras vezes las asía del coraçón. Y esto es según la manera de las tentaçiones que el demonio trae. Vido a una persona esta bienabenturada que la entrava a hablar en su çelda, la qual traýa pensamientos de haçerle mal en una çierta cosa. Y ella, en mirándola, le conoçió el pensamiento, que era ya contra ella, e vídole un demonio hechado en el cuello, que le abraçava e le hablava a los oýdos, el qual hera muy grande. E vido al ángel de esta persona estar muy lejos della, e muy chiquito. E maravillose mucho. E contando a su sancto ángel la revelaçión que havía visto, preguntole por qué causa estará el ángel guardador de aquella persona tan apartado della y tan chiquito, al pareçer, e con semblante triste. Respondiole el sancto ángel: “Eso es porque esa persona a dado lugar a las tentaçiones del demonio, y entonçes le dava entero consentimiento. E por eso se apartava el ángel della, e se mostrava chiquito e de semblante triste, porque nunca havía querido en el aquel caso tomar las espiraçiones suyas”.

Fue una religiosa muy desconsolada en el alma, y en su spíritu muy afligida, a se consolar con esta sancta virgen. Y assí como ella la vido entrar por su çelda, mirola e vido alrededor della tres [fol. 37v] demonios muy espantables, e las façes como negros, e por los ojos e boca les salían llamas de fuego, e traýan en las manos unos como garrotes de fierrro, con los quales dava muy grandes golpes de los hombros arriva a aquella persona. Y el sancto ángel su guardador estava muy çercano a ella, y andando a la redonda della dezía a los demonios: “Dad y herid a esta persona, porque es la voluntad de Dios, que lo quiere, y dello se sirve. Aunque vosotros le dáys tan crueles golpes, no sentirá más de lo que Dios quiere”. Y esta bienaventuada, maravillándose mucho de ver la tal visión, preguntó a su sancto ángel por qué hera atormentada la tal religiosa tan cruelmente viviendo en la carne, y más que deçía su sancto ángel que lo quería Dios, y ella dello servido. Respondiole: “No te maravilles de las cosas que son secretos de Dios; y esa tal persona mereçe mucho en ello, y a se lo Dios dado por gran misericordia”.