Luisa de la Cruz

De Catálogo de Santas Vivas
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Luisa de la Cruz
Nombre Luisa de la Cruz
Orden Franciscanas
Títulos Fundadora y abadesa del convento de Santa Isabel la Real
Fecha de nacimiento Segunda mitad del siglo XV
Fecha de fallecimiento 1521
Lugar de nacimiento Jaén
Lugar de fallecimiento Granada

Vida impresa

Ed. de Borja Gama de Cossío; fecha de edición: octubre de 2020.

Fuente

  • Torres de, Alonso, 1683. Chrónica de la Santa Provincia de Granada, de la regular observancia de N. Seráfico Padre San Francisco, Madrid: Juan García Infanzón, 488-490.

Criterios de edición

Esta crónica, dedicada, según se dice en su título, “al señor D. Iván Antonio de Contreras Remírez de Arellano, Alcayde perpetuo de las fortalezas de Cambil y Alhabar del Consejo de su Majestad, su Alcalde de Hijosdalgo en la Real Cancillería de Granada”, se trata de un impreso de 1683 que, dividido en diferentes tratados, ahonda en el origen de la Santa Provincia de Granada desde sus inicios en el siglo XV hasta finales del siglo XVII, cuando esta obra se publica. El texto habla de la fundación, división de la provincia y los reinos, así como de los patronos de la provincia y religiosas que han vivido en esta comunidad desde sus inicios hasta 1683. Se transcriben vidas de monjas y religiosas de diferentes conventos situados en distintas ciudades de Andalucía.

En este trabajo se edita el Tratado V, que se encarga de documentar la vida y milagros de mujeres de la comunidad de Santa Clara desde finales del siglo XV hasta finales del siglo XVII. Dada la naturaleza del Catálogo, nos ocupamos de las mujeres que mueren antes de 1560-1563, aunque se transcriben tres que mueren en 1565 (Sor María de San Juan), 1567 (Sor Catalina de Ribera) y 1568 (Sor Florentina de los Ángeles), ya que su foco de actuación es anterior a estas fechas (por lo tanto, también al de Santa Teresa) y la longitud de las hagiografías da cuenta de su importancia. Las vidas de estas mujeres con fama de santas se incluyen en capítulos dentro de este Tratado V, donde se informa de cada mujer en referencia al convento en el que vive. Tras una pequeña introducción que ocupa todo el ancho de la página, cada hoja está dividida en dos columnas, las cuales tienen anotaciones en sus respectivos márgenes izquierdo o derecho, que aclaran información comentada en el cuerpo del texto, ya sea el lugar de nacimiento o la fecha de fallecimiento, además de otros tipos de información biográfica, bíblica e histórica.

Se adoptan los criterios de edición de vidas impresas estipulados en el Catálogo, es decir, se moderniza la ortografía (b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y se eliminan las consonantes geminadas. Además, se expanden las abreviaturas, primordialmente la expansión de las nasales con la virgulilla encima de la vocal y la abreviación de “que” o “qual”, también con el uso de la virgulilla o la diéresis. De todos modos, algunas abreviaturas como N. S. (Nuestro Señor) o N. P. S. (Nuestro Padre Santo) se respetan en el texto. Asimismo, las abreviaturas presentadas en las notas serán respetadas. El uso de mayúsculas y minúsculas se moderniza, así como se adaptan las normas de acentuación a sus usos actuales. Además, se moderniza también la puntuación, teniendo en cuenta el orden de la oración y el uso de la puntuación a día de hoy. Del mismo modo, se moderniza el uso de aglomerados, se separan las palabras que a día de hoy ya no aparecen juntas (“della”) y se unen las que ya se representan como una sola palabra (“del”, “al”).

La vida de Luisa de la Cruz es la primera del Tratado V, del que copiamos su inicio: “Religiosas ilustres de la segunda orden, debajo de la Regla de Santa Clara”.

“Nuevos [1] ardides de guerra dispuso Dios N. S. para librar su escogido pueblo israelítico del soberbio Sifara, Capitán General del Rey de Canaán, que con numeroso ejército los afligía, siendo la novedad vencerle por manos de una mujer, capitaneando un ejército de estrellas del Cielo que, divididas en tropas, sin salir de la celestial clausura, guardando solo su orden, se vieron pelear valerosamente aquel día. Venció la gloriosa Madre Santa Clara en el mundo al infernal Sifara, capitaneando un ejército de estrellas, que son sus hijas, las cuales, solo con guardar su orden desde el Cielo de su clausura, aclamaron entonces y hasta hoy aclaman la victoria. Y siendo el Tercio de la Provincia de Granada las que se mostraron no menos valerosas en su conquista, las consideramos hoy, piadosamente, a muchas de ellas estrellas refulgentes de ese Cielo. Y así, para ejemplo de las demás, las que más se aventajaron en la pelea pasaron hoy muestra en esta Crónica, guardando cada cual su orden en el escuadrón de su monasterio, que es el lugar que les determinó Dios N. S. para la batalla. En breve relación irán las más de sus vidas, y recapituladas todas, por ser corto el volumen para tantas y tan esclarecidas matronas” [488].

Vida de Luisa de la Cruz

Capítulo I

[488]

De algunas religiosas ejemplares del convento de Santa Isabel la Real de la ciudad de Granada

Un [2] águila grande de extendidas alas voló hasta la altura de el Líbano a gozar de la médula del cedro, y muchas águilas remontadas por esclarecida sangre se encumbraron en este monasterio de Santa Isabel la Real (primero de los de la Provincia, no por más antiguo, sino por ser Granada su cabeza) a tocar la penitencia, contemplación y demás virtudes en la médula. Empieza la prueba de esta verdad por su fundadora primera.

Sor Luisa de la Cruz [3]. No pisa estrellas del firmamento quien se deja en el mundo llevar de vanidades. Nació Sor Luisa de la Cruz al siglo, heredera de muchas grandezas, y el ponerles el pie fue escalón que le colocó en la mayor altura. Florecía en la ciudad de Jaén la antigua y nobilísima casa de los Torres, familia de ricos hombres en Castilla, de pendón y caldera, dignidad originada desde el Rey Don Silo y Reina Doña Adosinda [4], su esposa, que duró setecientos y treinta y seis años, hasta los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, que mudaron el nombre en Grandes de Castilla. De dicha grandeza gozaba la casa de los Torres en la Provincia de Álava. Ganó la ciudad de Jaén el señor rey Don Fernando [5], año de mil ducientos [sic] [6] cuarenta y seis, donde quedaron con la mesma grandeza, como se vio en Pedro Ruiz de Torres, ricohombre, adelantado mayor de Cazorla, alcalde de los Reales Alcázares de las ciudades de Jaén y Úbeda, alguacil mayor perpetuo de Jaén y caudillo mayor de su reino, cuya bisnieta fue Doña Teresa de Torres, heredera del estado del Villardonpardo, por hija única de Carlos de Torres y Doña Gui[o]mar Carrillo, hija de Gonzalo Mejía, señor de la Villa de la Guardia. Hallábase la dicha Doña Teresa emparentada con todas las más casas grandes y títulos de España; casó con Don Miguel Lucas de Iranzo, quinto Condestable de Castilla, de cuyo feliz matrimonio tuvieron cuatro hijos: los dos murieron en edad muy tierna y los otros dos fueron Don Luis y Doña Luisa, que con la des- [489] graciada muerte del padre, la niña murió en breve tiempo, y Don Luis, renunciando el estado, tomó el hábito en el convento de N. S. P. [7] Francisco del Monte, como ya está dicho en su vida [8]. Doña Teresa, la madre, hurtándose a los suyos y mudando el nombre en Luisa de la Cruz, por no ser conocida, se salió ocultamente de su casa y, con algunas joyas que llevaba, se fue a la ciudad de Écija, donde, fingiéndose ser una labradora, tomó el hábito de Santa Clara [9], con aquel dote en el monasterio de aquella ciudad. Pocas horas se pudo ocultar su falta en Jaén, buscáronla por su casa y solo hallaron una carta que decía: “Como desengañada del mundo se iba a buscar a Dios N. S. y que rogaba que nadie hiciese inquisición de su viaje, ni vida, la cual, aunque la hicieron con cuidado, no fue posible descubrirla”. Corría el año del noviciado con tanto ejemplo que admiraba a toda aquella comunidad, discurriendo todas que había allí más persona oculta de lo que parecía. Fue Dios N. S. servido se manifestase este secreto cuando, después de profesa, llegaron los Reyes Católicos, Don Fernando y Doña Isabel, a aquella ciudad. Entraron en el monasterio por la fama de su santidad y, saliendo Sor Luisa de la Cruz, por mandado de la abadesa, a dar un poco de agua a sus majestades, repararon en el airoso talle, disposición gallarda de su persona. Preguntaron a las religiosas quién era y ninguna supo dar razón, hasta que Don Luis, su hijo, que venía en la asistencia de la Reina por su menino, con natural impulso del amor de su sangre, habiéndola conocido, la aclamó a voces por su madre, y quisiera antes Sor Luisa morir que ver manifiesta la grandeza de su persona [10], si bien fue permisión del Cielo, para que, con este segundo desengaño, diese también Don Luis de mano al mundo. Hicieron notable aprecio los Reyes de haber hallado aquella preciosa margarita escondida y, admirando su virtud, trataban de ponerla en candelero más alto, para que otros aprovechasen con tan crecido resplandor. Ganaron la insigne ciudad de Granada y, fundado en ella el monasterio de Santa Isabel la Real [11], la eligieron por principal fundadora y su primer[a] abadesa, la cual se trajo consigo hasta unas veinte religiosas de la orden de los monasterios de Écija, Córdoba y otras partes. Empezó a regir la virtuosa madre las plantas de aquel jardín, con tanto espíritu y discreción que en breves días era el mayor santuario de Granada. En el coro era tan puntual que todo el tiempo que de las horas sobraba, reservando solo lo preciso para su oficio, gastaba lo demás en fervorosa oración, en que recibió singulares favores del Altísimo. En las ocupaciones serviles de cocina, enfermería y demás actos de humildad, olvidando la grandeza de sus progenitores, solo atendía a la de su oficio, siendo la primera que como sirvienta de sus súbditas las enseñaba en las obras más humildes. Divulgose tanto por la populosa ciudad su crecida virtud, que era el asilo y refugio en todas las necesidades de los granadinos. Hallábanse los Marqueses de Mondéjar afligidos por el malogro de su sucesión, por nacer lisiados todos los hijos; acudieron fervorosos a Sor Luisa de la Cruz, la cual respondió: “Encomendaría el caso a Dios Nuestro Señor, con una condición, de que a los hijos que tuviesen les habían de poner nombres de los santos de nuestra religión”. Prometiéronlo los marqueses, adquirieron una toca suya [12], sin que lo supiese, de la cual hicieron una camisita, pusiéronla al primer niño que nació: criose sin lesión alguna y no murió, como hasta entones había sucedido con los demás; hacían lo mesmo con los que se siguieron y todos se lograron, teniendo los nombres de la orden, pues al primer Conde de Tendilla llamaron Luis, a quien sucedieron Don Antonio, Don Diego, Don Bernardino y Don Francisco, los cuales ocuparon la Presidencia de Castilla, Virreinatos de Nápoles y el Perú, Embajadas [490] de Roma y conductores generales de mar y tierra, logrando tanta grandeza por las oraciones de Sor Luisa de la Cruz [13]. Llegose el tiempo de trasladarla Dios N. S. a mejor vida y, haciendo púlpito de su humilde lecho, exhortaba a las religiosas a la guarda de su regla, de que no perdió punto, ni dejó pasar ápice, mientras vivió. Alentábalas a la santa pobreza, de quien había sido tan amante, como quien la buscó voluntaria. Decíales que la enfermería era el retrete cierto de la asistencia de Dios N. Señor, donde se iba a divertir, explicándoles que, por esta causa, había ella sido siempre tan puntual en esta virtud. Deshacíanse en lágrimas todas las religiosas al ver la ternura de la devota madre, y más, cuando al recibir los santos sacramentos de la Iglesia la notaron (después de una disposición muy penitente) con un excesivo gozo, que parecía estar fuera de sí. Poco antes de su muerte dijo a las religiosas y al Doctor Mejía, médico insigne de Granada que la curaba y estaba presente, cómo el glorioso San Juan Evangelista [14], de quien era muy devota, había venido a asistirla, y acompañado de N.P.S. Francisco, que la consolaba. También dijo que se alegrasen todos por estar ya su muerte muy cercana, pues había visto sus dos ángeles, que venían por ella, que eran sus dos hijos, que se le habían muerto pequeñitos. Despidiose de la comunidad y dio su alma al Criador, su cuerpo quedó tratable y mucho más hermoso que cuando vivía. Alborotose [15] la ciudad con su muerte, siendo su entierro día de universal llanto, fue sepultada junto a la reja del coro y, pasados muchos años, le trasladaron a sepulcro más decente, colocándole en una curiosa caja a mano derecha de la reja del coro, debajo del comulgatorio. Salió en esta ocasión gran fragancia del cuerpo, la cual hasta hoy persevera en aquel sitio. Fue su dichoso tránsito el año de mil quinientos y veinte y uno, con grande opinión de santidad, como afirman el reverendísimo Gonzaga y Fray Arturo, poniéndola por piedra fundamental de este monasterio y de sus observantes religiosas.

Notas

[1] Al margen izquierdo: “Iud.e.s/ Stela/ manetes/ in ordine/ suo, ad.-/versus si/ serán pug/ naverina”.

[2] Al margen izquierdo: “Ezeq./ cap. 17./ Aquila/ grandis/ magnarum/ alarum:/ venir ad/Libanum,/ tulit/ medullam/ Cedri”.

[3] Al margen izquierdo: “Natural/ de Jaén”.

[4] Don Silo y Doña Adosinda fueron reyes de Asturias a finales del siglo VIII. Silo mudó la capital del reino de Cangas de Onís a Pravia, que se situaba más central en el reino.

[5] Aquí, aunque no hay transición, se infiere que este no es Fernando el Católico, ya que el asedio de Jaén tuvo lugar en 1246, como bien dice el texto. Se trata de Don Fernando III de Castilla y León.

[6] Por “ducientos”.

[7] Nuestro Señor Padre.

[8] Al margen izquierdo: “Tract. 3/ cap. 41”.

[9] Al margen izquierdo: “Toma el/ hábito/ en Éci-/ ja”.

[10] Al margen izquierdo: “Cónoce-/ la su hi-/ jo Don/ Luis”.

[11] Al margen derecho: “Van por/ fundado-/ ra a Santa/ Isabel de/ Grana-/ da”.

[12] Al margen derecho: “Por una toca suya obra Dios muchos favores”.

[13] Al margen izquierdo: “Enferme-/ dad últi-/ ma”.

[14] Al margen izquierdo: “Favore-/ cela San/ Juan y/ N.P.S./ Francis-/ co”.

[15] Al margen izquierdo: “Muere/ año de/ 1521./ Gonçag./ in Prou./ Granat./ Monast./ 11../ Fr. Art./ al día/ 1 de oc-/ tubre./ Pedraz./ histor. de/ Gran. 3/ p.c. 57”.