María de Santo Domingo

De Catálogo de Santas Vivas
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María de Santo Domingo
Nombre María de Santo Domingo
Orden Dominicas
Títulos Priora y fundadora del Convento de Aldeanueva de la Cruz
Fecha de nacimiento Hacia 1486
Fecha de fallecimiento Hacia 1524
Lugar de nacimiento Aldeanueva, Ávila, España
Lugar de fallecimiento Aldeanueva, Ávila, España

Vida manuscrita (1)

Ed. de Rebeca Sanmartín Bastida; fecha de edición: enero de 2020; fecha de modificación: marzo de 2020.

Fuente

  • “Relaçión de la fundaçión de esta casa y de las cosas memorables que en él á havido”. Ms. perteneciente al Archivo conventual de Mosén Rubí, Ávila, fols. 1r-4v, 11v.

Criterios de edición

Se trata de un manuscrito de la primera mitad del siglo XVII, con copia en el Archivo General de la Orden de Predicadores de Roma (AGOP), fechada en 1688. Se editan solo los folios que se refieren a la vida de María de Santo Domingo y a la fundación del convento (la relación incluye referencias breves a vidas de otras monjas dominicas).

Los criterios de edición que se han seguido son conservadores ya que se trata de un testimonio que quizás bebe de fuentes más primitivas; además hablamos de la primera versión de la relación de la fundación de Aldeanueva, que luego será ampliada sucesivamente en manuscritos posteriores (que se editarán en este Catálogo). Así, se respetan todas las grafías, incluidas la variación de v/b, i/y y las sibilantes; y se conserva el uso o ausencia de la –h, sea o no etimológico (acentuamos la vocal a con función verbal). Se regulariza, en cambio la variación u/v con función vocálica y consonántica de acuerdo a los usos actuales. Se han desarrollado las abreviaturas. Acentuamos las palabras y empleamos las mayúsculas de acuerdo a la norma ortográfica actual. Finalmente, la puntuación procede de la editora pero la separación de los párrafos es del manuscrito.

Vida de María de Santo Domingo

[Fol. 1r] Relaçión de la fundaçión de esta casa y de las cosas memorables que en él á havido

La primera fundadora de este convento de Santa Cruz de la Magdalena de Aldeanueba fue natural de la çiudad de Ávila [1], de los Paniaguas de la dicha çiudad de parte de padre, el qual se casó con una muger natural de este lugar de Aldeanueba, de gente honrrada, aunque pobre y humilde. Eran tres hermanas donçellas güérfanas de padre y madre, a las quales les dio Dios su espíritu de fundar este monasterio en su propia casa, y la madre soror María de Santo Domingo, que fue la mayor de las tres hermanas [2], en cuyo naçimiento se tiene por negoçio auténtico que ubo un pronóstico de unos astrólogos que digeron a su padre [3], aviendo echado juiçio a la hija que le avía naçido, avía de poder mucho con los potentados del mundo, lo qual pareçe ser çierto por el discurso de su vida [4], y ella fue la que tomó la mano para edificar el convento. Y antes que llegase al prinçipio del edifiçio se refiere que en los años de su niñez le aconteçían cosas maravillosas, entre las quales se refieren dos: una, que qualquiera cosa que tomaba en las manos se le acreçentaba en ellas; otra, que cayendo un día sobre una gran lumbre salió de ella sin lesión ninguna; para cuyo edifiçio no solamente la ayudó el favor del Çielo, pero los veçinos de su propio lugar le daban las propias casas. Y toda la tierra la ayudó con sus limosnas. Los señores del reyno la ayudaron y anpararon, y los que con más larga mano acudieron cierto fueron los [fol. 1v] Reyes Cathólicos, y tras ellos los Duques de Alva, Don Garçía Álvarez de Toledo [5] y su muger, que se hallaron presentes en la fundaçión de la casa; y con ellos el gran prior de san Juan Don Diego de Toledo, el Conde de Osorno, el de Oropessa, el Conde de Nieba, y Don Garçía de Toledo, Señor de La Horcajada [6], y otros muchos señores.

En el prinçipio del edifiçio, quando se enpeçó acabar para haçer los çimientos, la primera piedra que se sacó hallaron que estaba en cruz, y tantas quantes veçes la partieron los çircunstantes haçiendo misterio del caso salía siempre cruz, y tomando esto por raçón, acordaron que se llamase el Convento de Santa Cruz, y de los que estaban presentes fue el primero que echó una joya de oro en la çanja del edifiçio el Conde de Nieba, el qual edifiçio se empeçó a haçer el año de mil y quinientos y quatro a treçe de septiembre, víspera de la Exaltaçión de la Cruz, y pónese la fundaçión año de mil y quinientos y siete, víspera de Nuestra Señora de la Asunçión, por ser el primer día que en el nuebo edifiçio se hiço el ofiçio divino, y este día tomaron de mano de la dicha María de Santo Domingo, fundadora, el hábito en la dicha casa sus dos hermanas, la madre María de la Asunçión, y la madre María de los Santos.

Fue tanta la fama y la grandeça del convento, así en virtud como en número y cantidad de religiosas, que muchas personas yllustres y de calidad traýan aquí sus hijas y deudas, no solamente de estos reynos, pero de los estrangeros, porque ubo ocasión en que se hallaron juntas treçientas religiosas [7], como consta por un testimonio de escribano público que está con depósito, entre las quales ubo algunas naturales [fol. 2r] de Jerusalén; otra, de Belén, que tenía por nombre Soror María del Pesebre; otras, de Roma, de Sevilla, de Murçia, de Lora, de Calatayud, de Logroño, de Vitoria, y finalmente de todas las partes destos reynos, y se refiere de testigos fidedignos que se hallaron juntas de una vez a tomar el hábito sesenta mugeres de a quatro, de a çinco, y de a seis años, y, de aý arriba hijas de personas yllustres, y algunas señoras que eran parientas de los Reyes de Portugal.

Fue creçiendo tanto la fama en materia de virtud que se diçe por cosa çierta que la dicha fundadora fue llamada del Sumo Pontífiçe, y es çierto que fue donde él estaba y habló con él, como consta de un previlegio que está en el depósito del dicho convento [8], su data en Zaragoça, a veinte y çinco de octubre de mil y quinientos y veinte y dos [9], en que conçede de su Santidad a las dichas religiosas pudiesen traer velo negro con todas las graçias e yndulgençias que a las demás monjas, siendo así verdad que el dicho convento fundado por la dicha fundadora es de beatas de la Terçera Regla de nuestro Padre Santo Domingo, y no solamente conçedió esta graçia sino otras muchas.

En sus primeros prinçipios de la fundaçión de este convento puso la orden por Vicario de él al Padre Fray Juan de Azcona [10], de buena memoria, que fue un gran religioso, y aun atendiendo a su modo de vivir, un santo, y en esta opinión y veneraçión le tenían las religiosas. Era de grande oraçión y recogimiento, si[n] que esto le estorbase el acudir al consuelo de las religiosas a predicarlas y confesarlas, y el año de mil y quinientos y veinte fue el sobredicho padre a Jerusalén y a Roma, y trajo a este convento [fol. 2v] muchas reliquias, entre las quales trajo la insignia y reliquia que tiene ese convento de la costilla de nuestra madre Santa Cathalina de Sena, que se la dio el Papa León Déçimo a dos de abril de mil y quinientos y veinte años, como pareçe por una bula suya que está en el despósito [11]. Es tan milagrosa la dicha reliquia, que en llegando el sobre padre con ella al convento, hiço Dios nuestro Señor un milagro, por inerçesión de nuestra madre Santa Cathalina, que fue sanar a una religiosa tullida, que solo con llegar a tocarla quedó del todo sana, y para más prueba del milagro acudió luego al refitorio a servir a las religiosas.

En el año mil y seisçientos y doçe, hizo otro milagro esta santa reliquia, y fue que una religiosa del dicho convento, que tenía aproplegía y estaba perlática y sin poder hablar, y por señas como pudo pidió la trageren la costilla de nuestra madre, y en puniéndosela en la boca al punto habló y quedó sana.

Otra religiosa propuso de no confessarse con un religioso de la orden por çierto enfado que con él tubo, y echándole muchas maldiçiones, y entre otras, que la lengua se le pegase al paladar si con él se confesare, súbitamente vieron las demás religiosas que la dio un gran mal, y que pareçía tener la lengua pegada, sin poder casi hablar claro, pero como podía se quejaba y daba a entender que se ahogaba; pusiéronla la costilla y sanó, y al punto se confesó con el dicho padre.

Puso la dicha fundadora tan grandes y buenos fundamentos no solamente en lo material de la casa, sino en lo espiritual de las almas, pues en este monasterio se guardaba la regla [fol. 3r] y constituçiones de la orden como en ella está escrita, y a durado y dura asta nuestros tiempos y mucho más, porque aora se guarda de la misma suerte que en los demás monasterios de monjas, sin haberles quedado de beatas más que solo poder entrar mugeres en el dicho convento. En lo demás ay mucha observançia y religión, y muchos ayunos y abstinençia, que la mayor parte del convento ayuna a pan y agua toda la Quaresma, y ayunan tres días a la semana, ay mucha oraçión y mucho coro, que casi la mayor parte del día gastan en él. Lo que toca a disçiplinarse, es tan estraordinario que es menester ponerlas obediençia para que no lo hagan. El ofiçio divino se haçe con mucha puntualidad, gravedad y solemnidad, cantando las horas y muchos maytines, en particular los días de santos como en los más graves conventos de la orden se acostumbra, y con más puntualidad. Ay en el dicho lugar de Aldeanueva más de çien veçinos, y entre ellos más de treçientas personas pobres, y todas las sustenta el convento y religiosas, dejando la mayor parte de su comida por acudir y socorrer a sus neçesidades.

Échasele de ver la mucha religión que á avido y hay en este monasterio, pues para fundar otros en la Provinçia an sacado d’él las fundadoras y prioras [12], y en particular fueron por fundadoras y prioras a la Penitençia de Valladolid y al monasterio de Corpus Christi de la dicha çiudad la madre María de los Ángeles y María de San Françisco, su hermana, que fueron de los Manríquez y Toledos. Y a las Arrepentidas de Salamanca y a las Beatas de Medina del Campo y a la Madre de Dios de Truxillo, Toro y Olmedo an ydo por prioras muchas señoras de este convento: la madre Doña Bernardina de Carabajal, Doña Isabel de Mendoça [fol. 3v] y la madre Doña Gabriela de Guevara, y la madre María de la O, del Barco.

Tiene este convento una bula de la fundaçión del dicho monasterio, su data en Roma apud Sanctum Petrum, el año de mil y quinientos y diez y siete, a diez y seis de henero, de León Déçimo en el año quarto de su Pontificado, enbiado a la fundadora nombrándola por priora del dicho monasterio y mandado al Arzobispo de Toledo, Plasençia y Ávila la ayuden, favorezcan y autoriçen en orden al edifiçio y nueba fundaçión de casa [13], y que puedan tener y tengan vicario y religiosos de la dicha orden, para que las ayuden y administren los santos sacramentos, y así es tradiçión auténtica que el Reverendísimo General fray Viçençio Bandelo de Castronovo visitó por su persona el dicho monasterio en tienpo del rey Don Fernando y Doña Ysavel [14], y reçivió este convento a la orden la vigilia de Pentecostés el año de mil y quinientos y diez y nueve.

Fue tanta la virtud y religión de la fundadora que se echó de ver el gran favor y merçed que la hacían todos los grandes del Reyno, y en particular los santos Reyes Cathólicos Don Fernando y Doña Ysabel, que la ayudaron con sus rentas, y la dieran muchas más para la fundaçión si ella quisiera, pero fue su intento que fuesen pobres, y así no quiso admitirlas. Entre las merçedes que los Reyes Cathólicos hiçieron a esta venerable muger la más prinçipal fue darla el Santo Christo, que este convento tiene en tan grande veneraçión y estima por los muchos milagros que á obrado y obra. Uno de los maiores es que, llebándole los Reyes Cathólicos en su compañía a las guerras, en una dellas, invocando como suelen los españoles al Apóstol Santiago, respondió el Santo Christo que no era [fol. 4r] neçesario estando él allí, y en señal de esto le quedó la voca abierta y se le ben dientes, lengua y el çielo de la voca.

Diçen las madres ançianas deste convento [15] que en tienpo de Filipo Segundo, quando las heregías de Caçalla, por algunos días le vieron sudar, y saben que uno de los religiosos le linpió el sudor del rostro con un purificador [16]. Y en el año de mil y seisçientos y çinco hiço otro milagro en soror María de la Natividad, religiosa del dicho convento. Y fue que tenía en un pecho un çirrio del tamaño de una naranja, y aviéndola dicho los médicos que no tenía remedio acudió a Dios y a esta santa ymagen [17] de quien ella era mui debota, y andubo una nobena, y al cabo della tocó con un pañito al Santo Christo, y se le puso donde tenía la enfermedad, y al punto sanó, de manera que pudo acudir al serviçio de las demás como lo tenía de ofiçio.

Otra religiosa llamada María de Santa Ynés, teniendo cánçer en un pecho, y la començó a curar el médico, y en lugar de sanarla quedó peor [18], y pareçiéndola era inposible sanar acudió a tener nobena Santo Christo por no berse en manos de médicos ya que la tenía sentençiada a muerte, y antes de acabar su nobena se puso un pañito tocado al Santo Christo y luego sanó.

Otros muchos milagros á echo, que por no ser largos no se escriven aquí; si fuere neçesario se podrán escrivir y aberiguar [19]. Lo que en este convento se á visto y estas señoras tienen por milagro es que ningún mal contagioso ni pestilençia jamás á dado en el convento: aunque la á havido en el pueblo y an entrado en el convento muchas personas heridas no se á pegado a ninguna religiosa.

[Fol. 4v] La figura que el Santo Christo tiene es de la çintura arriba coronado de espinas, y la cruz a cuestas, y aun quieren deçir que es de los que pintó San Lucas, y pareçe se echa de ber en que tiene dos dedos quebrados que no se save cómo ni quándo, y con haber traído maestros que se an buscado de fama, ninguno se á atrevido a ponérselos, y ubo uno que dixo que le pareçía ser imposible el varniz que tenía fuese obra de la Tierra, sino que era negoçio más que humano.

Con tan buena compañía la fundadora y sus compañeras fueron muy adelante en la virtud y santidad. Todo el tienpo que vivió la madre María de Santo Domingo fue priora del dicho monasterio; era muy dada a oraçión, ayunos, y disçiplinas, y echávese [20] mui bien de ber en ella que tenía espíritu y graçia del Çielo, pues sin aber estudiado tenía sus pláticas a las religiosas con tanto espíritu y deboçión que las más veçes las movía a lágrimas [21].

El demonio, inbidioso del fruto que hacía en las almas y en toda esta tierra, la lebantó de debajo de los pies muchas persecuçiones, y en todas ellas mostró mucha paçiençia, dejándolo todo a Dios, y así murió como una santa, y otro día después de su muerte predicando el santo Fray Juan de Azcona, en medio del sermón dijo: “Mi hixa María de Santo Domingo se subió al Çielo” [22].

Por muerte de la dicha fundadora suçedió en el ofiçio de priora su hermana María de la Asunçión, la qual fue tan santa como su hermana; fue priora más de treinta años. Era muy observante en el silençio toda la noche o la mayor parte se le yba en oraçión, no comía al día más de una vez, no çenaba ni hacía colaçión, nunca comió carne en todo tienpo que tubo el hábito, echábase de ver [fol. 5r] su santidad en las pesadas burlas que el demonio la haçía, echándola algunas veçes por las escaleras abajo; tuvo muchas persecuçiones, en particular algunas emulaçiones y enbidias entre sus conpañeras. La muerte fue como la vida y así está en opinión de santa [23].

La otra terçera hermana llamada María de los Santos vivió y murió muy santamente, y están todas tres hermanas enterradas a la puerta del refitorio. Tiene una grande piedra labrada ençima de la sepultura; el darles este entierro fue su mucha humildad, y así lo pidió a las demás religiosas. […]

[Fol. 11v] […] Olvidose de deçir al prinçipio que fue tanto el espíritu y valor de la madre fundadora, María de Santo Domingo que ella en persona con otras tres religiosas fue a Roma a tratar con su Santidad muchas cosas tocantes al bien espiritual y temporal de este convento, a quien hiço mui grandes favores el Papa León Déçimo, que era el que presidía en la Iglesia entonçes.

Todo lo cual susodicho en esta relaçión se á sacado de los papeles y brebes que están en depósito, y conforme lo que viene por tradiçión de las madres antiguas.

Notas

[1] María nació en Aldeanueva, pero en esta relación y en su copia de AGOP de Roma solo se señala Ávila como lugar de nacimiento. En otra versión de la fundación de Aldeanueva del Archivo de la Orden de Predicadores de Salamanca que editaremos en el Catálogo sí se señala Aldeanueva como lugar de nacimiento de María.

[2] En el proceso se apunta que fue la más pequeña de las tres hermanas, y el trato con ellas no fue bueno (R. Sanmartín Bastida & M. V. Curto Hernández, El Libro de la oración de María de Santo Domingo: Estudio y edición, Madrid, Iberoamericana, 2019, p. 37).

[3] En la “Relación” de AGOP de Roma, “sus padres”. Es más fiable la lectura de esta Relación A porque se repite en la relación segunda y ampliada (de 1709) de la fundación de Aldeanueva.

[4] Entendemos que está basándose en un texto escrito anteriormente, aunque también hay referencias en este texto a fuentes orales.

[5] Hay aquí una equivocación de nombre con su padre: Fadrique Álvarez de Toledo fue quien financió la fundación.

[6] Se refiere a García Álvarez de Toledo y Enríquez, I Señor de La Horcajada, hermano de Don Fadrique e hijo de García Álvarez de Toledo, I Conde-Duque de Alba.

[7] En el discurso del Padre Peña en el cuarto proceso al que se somete a la beata se habla de más de cien religiosas (R. Sanmartín Bastida, La representación de las místicas: Sor María de Santo Domingo en su contexto europeo, Santander: Real Sociedad Menéndez Pelayo, 2012, p. 429; reed. Londres, SPLASH, 2017). En el Libro de la oración (fol. b2r) se habla de doscientas en el prólogo (Sanmartín Bastida & Curto Hernández, p. 38, 61, 145): vemos entonces cómo el discurso aumenta interesadamente el número de religiosas.

[8] El cronista claramente no pertenece al convento.

[9] Esta bula se encuentra en el archivo de Mosén Rubín, junto con otras de 1514, 1519, 1520, 1522, en una carpeta donde se guardan los pergaminos, pero no se dice en ella que María fuera a Roma, asunto que no está nada claro.

[10] Dicho fraile testifica en el cuarto proceso de María de Santo Domingo, pero no fue vicario de la orden.

[11] Efectivamente, la bula está en el archivo susodicho y la costilla se puede ver en el convento de Mosén Rubí de Ávila.

[12] Esta costumbre de enviar prioras desde conventos con fama de santidad también la encontramos en la vida de las hermanas Silva.

[13] En 1517, año de la muerte de Cisneros, se ve que María de Santo Domingo era bastante estimada y no se limitaron sus movimientos pese a las órdenes del Capítulo dominico celebrado durante el cuarto proceso. En 1512 parece que se estableció “la paz” entre los dominicos reformistas de Piedrahita y la cúpula.

[14] Obviamente este dato no es veraz ya que ambos estaban muertos en 1519 (Fernando muere en 1516 e Isabel en 1504). Tampoco lo es la visita del Maestro General Vicente Bandelli de Castronovo, ya que falleció en 1506.

[15] Como se ha señalado, el autor, que es probablemente dominico, no pertenece al convento. Siente aprecio por María de Santo Domingo pero tiene nociones muy vagas de su vida. Por otro lado, este Cristo de las Batallas se conserva en el convento de Mosén Rubí de Toledo.

[16] Si estas madres ancianas vieron con sus ojos sudar al Cristo entonces debemos situar este texto en el primer tercio del XVII. Ahora bien, pueden referir cosas que les han contado. De todos modos, creo que no se puede llevar más allá de la primera mitad del XVII.

[17] Es interesante que para pedir milagros no acudan a la fundadora, que por tanto no es considerada santa en torno a 1600.

[18] Como en la vida de María de Ajofrín, es interesante que aparezcan ejemplos de médicos que se equivocan. Indudablemente es una muestra del poder de la fe frente a la ciencia.

[19] Este aserto de no querer o poder contar todo por no ser prolijos es un tópico de los relatos hagiográficos y milagrosos.

[20] Por “echábase”.

[21] Aquí se resalta la condición de iletrada de María de Santo Domingo, que aumenta el valor de sus palabras inspiradas.

[22] Al lado de este párrafo hay una anotación al margen que dice: “muerte de la primera fundadora”, lo cual indica que se enfatiza más su función conventual que su nombre propio.

[23] Al margen escriben: “muere von opinión de santa”.

Vida manuscrita (2)

Ed. de Rebeca Sanmartín Bastida; fecha de edición: marzo de 2020.

Fuente

  • “Fundación de este convento”, en Libro de becerro adonde están asentados todos los propios, y rentas, de beneficios…, el qual se hizo en el mes de junio, año de 1721, fols. 1r-9v, 16v-17r. Ms. del Archivo Histórico Nacional, secc. Clero, libro Becerro, sig. 445, Aldeanueva de las Monjas.

Criterios de edición

El Libro de becerro de donde se extrae esta vida es un manuscrito datado en 1721 que incluye una copia del original de la segunda relación de la fundación de Aldeanueva, de 1709 (el original podría ser un manuscrito que se conserva en el monasterio de Mosén Rubí, de Ávila, un poco deteriorado, con la misma relación de la fundación); es pues, posterior a la vida manuscrita 1, que considero la primera relación que se conserva de la fundación del convento. Por esta razón, esta copia de la segunda relación se moderniza en puntuación y ortografía de acuerdo a los criterios actuales y siguiendo en general las normas de edición de vidas impresas. Es decir, se ha intentado que la modernización gráfica de este texto no suponga una pérdida de los valores fonéticos, léxicos y sintácticos de la época en cuestión. Por ello, aunque se modernizan sibilantes, la alternancia b/v, i/y, qu/cu, empleo de la h, simplificación de consonantes geminadas, etc.), se respeta la morfología de las palabras con interés histórico morfológico o fonológico (inviando, mesma, proplejía, etc.) y se respetan cultismos (Patriarcha, Escriptura, Redemptor, subcedió). El grupo mp se actualiza a np (en el caso de “Assumpción” o “prompto” se elimina la p) y se contraen a el, de el (excepto cuando el artículo es parte del nombre de una comarca), que aparecen indistintamente juntos o separados. No se desarrollan las abreviaturas de los títulos si solo aparecen con las iniciales.

Esta relación de la fundación del convento de Aldeanueva fue editada entera por J. Jiménez Ballesta y E. Sierra Santos (Historia de Aldeanueva de Santa Cruz y vida de la Beata Sor María de Santo Domingo, Ávila, Ed. Blanca Nieto Gutiérrez, 1999, pp. 171-187), pero se trató más bien de una adaptación (contiene lagunas y se modernizan algunas expresiones), por lo cual aquí se presenta la primera edición de esta versión de la vida de María de Santo Domingo, omitiéndose las partes de la relación que se refieren a la vida de otras monjas del convento.

Esta segunda relación de la fundación de Aldeanueva se contiene también en un manuscrito del monasterio de Mosén Rubí, como se ha señalado (seguramente la original, en todo caso también del siglo XVIII), y en otra copia moderna de hacia 1923 o 1928 conservada en el convento susodicho.

Vida de María de Santo Domingo

[Fol. 1r] Nisi Dominus ædificaverit domum in vanum laboraverunt, qui ædificant eam [1].

Habiendo de tratar de la fundación, reedificación, permanencia y estabilidad del Convento de Santa Cruz de la Magdalena de religiosas de la Orden del mejor Guzmán, Patriarcha Santo Domingo, sito en el lugar de Aldeanueva, en la jurisdicción de la villa de El Barco, es preciso atribuirla más a la Divina Providencia, y por arquitectura de las manos del Altísimo, que a obra humana, por haber sido su fundadora una flaca mujer, sin más principios que se dirán adelante. Pues fuera vano su intento a no haberla asistido la poderosa mano del Divino Esposo que eligió para sí, y para tantas siervas suyas, para fabricarle habitación, no solo en lo material del edificio, sino es en los corazones de todas y cada una.

Y haviendo por la penuria de los tiempos venido las rentas de dicho convento en no poca disminución por la incuria y poca práctica de papeles que debe considerarse en mujeres, más dedicadas a Dios y al ejercicio de las virtudes y divinos oficios que al de papeles y negocios seculares, reconociendo que acaso esta penuria resulta del involucro de papeles y no tener fácil expedición su hallazgo en sus archivos, la señora Sor María de la Visitación de los Reyes, priora de dicho convento, con consulta de las señoras depositarias y discretas de él, ha determinado hacer un libro becerro, en que se ponga por índice los papeles de todas las rentas, títulos y privilegios que dicho convento tiene, para que por él con mayor facilidad las presentes y religiosas venideras se puedan instruir en la busca de ellos, para la mayor estabilidad y permanencia de dicho convento, dejando a la posteridad ejemplo de su mejor gobierno. Y habiendo de ejecutarse como se intenta así, lo primero que se manda inserir en dicho libro es las cortas noticias que han quedado de la fundación de dicho convento, y cosas memorables de él, fundadas en los papeles que se reservaron del incendio de dicho convento [2], y en la constante tradición, que ha dura- [fol. 1v] do de unas religiosas en otras, y para hacerlo así con más acierto, se da principio a esta obra deseada con la invocación divina. [Invocación].

En el año del Nacimiento de Christo Nuestro Redemptor de mil setecientos y nueve, gobernando la nave de la Iglesia N. M. S. Padre Clemente de Undécimo, reinando en España el Señor Don Felipe Quinto de este nombre, siendo Príncipe de Asturias el Señor Don Luis Primero, General de la orden de predicadores el M. Reverendísimo P. F. Antonio Cloche, y provincial de esta santa Provincia de Castilla el Reverendísimo P. fray Francisco García de Olivares, y patrono de este convento el excelentísimo señor Don Antonio Martín Álvarez de Toledo, Duque de Alba, y priora de él la dicha señora Sor María de la Visitación de los Reyes, depositarias las señoras María Teresa de los Serafines y Sor María de San Fernando, vicario de este convento el R. P. presentado fray Juan de El Pozo, procurador de él el Padre fray Pedro de la Peña, se va ejecutando el dicho libro becerro en la forma siguiente: que para que conste esta introducción [fol. 2r] y prólogo, lo firmaron dichas señoras priora y depositarias en este religioso convento, a veinte y seis del mes de enero de mil setecientos y diez años, aunque se dio principio a esta obra en el dicho año de 1709. [Rúbricas].

Parece que para decir de la fundación de este convento se ha de y debe tratar de su fundadora en primer lugar, por ser el primero instrumento que tomó el Altísimo para dicha obra. Y así se dice fue natural nuestra fundadora de la ciudad de Ávila, hija de un caballero de la ilustre y esclarecida familia de los Paniaguas de dicha ciudad, y aunque se ignora su nombre, se tiene por constante casó en el lugar de Aldeanueva, aldea de la jurisdicción de la villa del Barco, con labradora de una de las familias honradas de bueno y limpio linaje de dicho lugar, aunque pobre, y por su virtud humilde; haciéndose más feliz y dichoso este casamiento con la buena descendencia que en él tuvieron de tres hijas, siendo la primogénita nuestra venerable fundadora, que se llamó María, llevándose el renombre de Santo Domingo; la segunda, María de la Asunción; y la tercera, María de los Santos, a las cuales infundió Dios su especialísimo espíritu de fundar este monasterio en su propia casa. Del nacimiento dichoso de nuestra primer [fol. 2v] fundadora, semejante a la mujer fuerte que nos describe la Sagrada Escriptura, se tiene por segura tradición que hubo quien predijese, comunicándoselo a su padre, que la hija que le había nacido sería mujer de grandes prendas, y tal, que por ellas alcanzaría grandes favores y valimientos con los señores reyes y potentados de la Tierra, como después se experimentó, pero ¿qué mucho tuviese tanta gracia por hombres quien supo conseguirla del Rey de los Reyes y Señor de los Señores? Pues de dicha madre se cuentan dos prodigios bien especiales: el uno, que cuanto tomaba en sus manos se aumentaba y acrescía a medida de las necesidades que pedían pronto socorro, no causando admiración sucediese tal aumento en manos que las había destinado el Altísimo para atesorar espirituales riquezas para el Cielo, y no tesoros caducos de la Tierra; el otro fue que, cayendo en un gran incendio, salió de él libre y sin alguna lesión, como aquellos tres mancebos del horno de Babilonia [3] bendiciendo y alabando al Señor maravilloso en sus obras. Muertos los padres de nuestra fundadora, ella y sus dos hermanas se aplicaron a enseñar y adoctrinar niñas de la comarca, instruyéndolas en toda buena doctrina cristiana, santo temor de Dios y buena aplicación a las virtudes, con tanto provecho de las discípulas y buen ejemplo de los más distantes que no se tenía por dichoso el que no ponía sus hijas debajo de la educación y buena enseñanza de la madre Sor [fol. 3r] María y sus dos hermanas, trascendiendo tanto el buen olor de su vida virtuosa que no solo las traían discípulas de los lugares circunvencinos, sino es de muy distantes, y de familias muy ilustres [4].

Pasando, pues, a relacionar sobre la fundación, se dice que dicha primogénita y dichosa hija María de Santo Domingo, llevada del ardentísimo espíritu que el Altísimo fue servido comunicarla, se tomó la mano a edificar esta casa y convento para el mayor servicio de Dios, y aprovechamiento de las almas, honra y honor de este lugar de Aldeanueva. Y para obra tan del Cielo, los vecinos, influidos de su Divina Majestad, con ardiente celo la franquearon a nuestra Venerable, y dieron graciosamente sus propias casas para la situación, y a su imitación todos los de la tierra circunvecina contribuyeron con crecidas limosnas; los señores del Reino la ayudaron, correspondiendo en lo liberal a sus grandezas, y los que con mayor prodigalidad acudieron fueron los señores Reyes Católicos, siguiéndose los Duques de Alba, Don García Álvarez de Toledo, y señora su mujer, el gran prior de San Juan Don Diego de Toledo, el Conde Osorno, el de Oropesa, el Conde de Nieva, y Don García de Toledo, Señor de La Horcajada, y otros muchos señores, quienes con dichos Don García y señora su mujer se hallaron en este lugar. Asis- [fol. 3v] tida, pues, nuestra venerable señora de tan pías voluntades, conducidas de la de Nuestro Criador, dio principio a la gran fundación de dicho convento de Aldeanueva, Orden del glorioso Patriarcha Sancto Domingo, día trece de septiembre de mil quinientos y cuatro, víspera de la Exaltación de la Cruz, sin duda influido por el Divino Artífice por misteriosa elección de semejante día para semejante principio. Pues en él subcedió, hallándose presentes dichos señores duques y condes, el mayor prodigio y portentoso milagro, como es que la primera piedra que se sacó para hacer los cimientos se halló y vieron estar en forma de cruz, y tantas cuantas veces se partía, tantas se encontraba la mesma gloriosa señal de nuestra Redempción, por lo cual fue preciso, y como consiguiente a tal maravilla de tan gran misterio, intitular, como hoy se intitula a este convento, con el precioso renombre de Santa Cruz de la Magdalena. Y aunque su fundación se pone “Víspera de Nuestra Señora de la Asunción del año del Nacimiento del Señor” es porque en este día fue la primera celebración que en este convento se hizo de los divinos oficios. Refiérese también que de los señores que se hallaron presentes a ver principiar dicha obra, y a vista de tan milagroso caso como va expresado fue el primero, que echó una joya de oro en la zanja del edificio el Conde de Nieva.

[Fol. 4r] En el referido día de la víspera de Nuestra Señora de la Asunción que va citado se celebraron los divinos oficios primera vez en este convento, año de mil y quinientos y siete, porque se cuenta desde él su fundación; tomaron de mano de la dicha nuestra venerable fundadora, María de Santo Domingo, el santo hábito en esta santa casa sus dos hermanas, la madre María de la Asunción y la madre María de los Santos, llevándose estas tres hermanas siempre la primacía de fundar y vivir, tomando el santo hábito, en este misterioso convento.

Extendiose tanto la loable fama y grandeza de este monasterio, así en virtud como en el dilatado número de religiosas, que muchas personas ilustres y de calidad traían a él sus hijas y deudas, no solamente de estos reinos, sino es también de los extraños y extranjeros, por haber habido tiempo en que se hallaron hasta en número de trescientas religiosas, como consta por testimonio de escribano público que está en depósito; entre las cuales hubo algunas naturales de Jerusalén, una de Belén que se llamó Sor María del Pesebre, otras de Roma, de Sevilla, de Murcia, de Lorca, de Calatayud, Logroño y Victoria, y finalmente de todas las partes de estos reinos. Y testigos fidedignos refieren que en una ocasión se hallaron juntas a tomar el hábito sesenta mujeres y niñas desde cuatro, cinco y seis años arriba, hijas de perso- [fol. 4v] nas ilustres y algunas señoras parientas de los Reyes de Portugal, no causando admiración a vista de la virtud de nuestra fundadora, cuya loable fama se extendió generalmente por todas las partes, no solo de su religión, sino de todas demás, como lo refiere la nota del capítulo siguiente.

Siendo General el Reverendísimo P. fray Tomás de Vio Cayetano, por los años de mil quinientos y ocho, escribiendo en la ciudad de Barcelona en el convento de la religión dedicado a Santa Catalina Mártir, en uno de los tomos de sus escritos, al folio setenta y tres, da la noticia siguiente, diciendo así: “Que en España florecía en aquellos tiempos una virgen cuyo nombre era Sor María de Santo Domingo, admirable y maravillosa criatura en virtud y santidad; corría tanto crédito y estimación, no solo en su religión y en las demás, sino es que tanto se extendió y dilató por sus prendas en virtud y santidad, que ninguno se tenía por noble que no la entregase sus hijas para que con su gran ejemplo y enseñanza saliesen muy aprovechadas en todo. Por cuya causa, viéndose con tantas niñas, deseando sirviesen a Dios y por cumplimiento de su grande obligación, fundó un convento en un desierto, cerca de una villa llamada Piedrahita, en el cual llegó a juntar y tener en su compañía más de trescientas vírge- [fol. 5r] nes, que faltaban muy pocas para cuatrocientas, y todas nobles y de esclarecida prosapia, sangre y linaje, las cuales vivían con grande y singular observancia, y con tan gran fervor y espíritu que, siendo todas, como llevo dicho, tiernas en edad y en sangre nobles, menospreciando las comidas delicadas y regaladas de sus casas tenían por su mayor regalo pan, agua y ceniza, y por su honesta, dichosa y gustosa vestidura lana y lino, todo lo cual para vestirse por dentro y fuera lo fabricaban en todo y por todo dichas niñas vírgenes por sus delicadas manos, como es hilar el lino, tejerlo, etc., peinar la lana, hilarla, y tejer los paños para vestirse, añadiendo a esto gran austeridad, no menos penitencia y singular dolor con no pocas lágrimas, etc”.

Y así se dice ser cierto que la dicha fundadora fue llamada del Sumo Pontífice, y obediente pasó adonde estaba, y habló con su Beatitud, como consta de un privilegio que está en el depósito de este convento, su data en Zaragoza a veinte y cinco de octubre de mil y quinientos y veinte y dos, en que concedió Su Santidad a las dichas religiosas pudiesen traer velo negro con todas las demás gracias e indulgencias que a las demás monjas, siendo así verdad que el dicho convento, fundado por dicha nuestra fundadora, es de beatas de la Tercera Regla de N. P. S. Domingo. Y no solo [fol. 5v] concedió esta gracia Su Santidad, sino es otras muchas a este convento y religiosas por medio de nuestra fundadora, cuyo valor y espíritu fue tan grande que ella en persona con otras tres religiosas fue a Roma a tratar con Su Santidad muchas cosas tocantes al bien espiritual y temporal de este convento. Y siendo el Papa León Décimo el que en aquel tiempo presidía en la Iglesia, hizo a nuestra fundadora y este convento grandes favores.

En los primeros principios de la fundación de dicho convento puso la orden por vicario de él al P. fray Juan de Azcona, de buena memoria. Fue un gran religioso, y aun atendiendo a su modo de vivir un santo; y en esta opinión y veneración le tenían las religiosas: era de grande oración y recogimiento sin que esto le estorbase el acudir al consuelo de las religiosas a predicarlas y confesarlas. Y el año de mil y quinientos y veinte fue dicho padre a Jerusalén y a Roma y trajo a este convento muchas reliquias, entre las cuales trajo la insignia y reliquia que tiene de la costilla de nuestra madre Santa Catalina de Sena, que le dio el Papa León Décimo en dos de abril de mil y quinientos veinte años, como parece por una bula [fol. 6r] suya que está en el depósito. Es tan milagrosa dicha reliquia que, llegando dicho padre con ella al convento, hizo Dios Nuestro Señor un milagro por intercesión de nuestra madre Santa Catalina, como fue el sanar a una religiosa tullida, que solo con llegar a tocarla quedó del todo sana, y para más prueba del milagro acudió luego al receptorio a servir a las religiosas.

En el año de mil seiscientos y doce hizo otro milagro esta preciosa reliquia, y fue que una religiosa del dicho convento, que padecía proplejía y estaba perlática y sin poder hablar, por señas en la forma que pudo pidió la trajesen la costilla de nuestra madre y, poniéndosela en la boca, al punto habló y quedó sana. Otra religiosa, habiendo propuesto de no confesarse con un religioso de la orden por cierto enfado que con él tuvo, y echádose muchas maldiciones, y entre ellas que la lengua se le pegase al paladar si con él se confesase, súbitamente vieron las demás religiosas que la dio un gran mal y que parecía tener la lengua pegada sin poder casi hablar claro, pero como podía se quejaba y daba a entender que se ahogaba; pusiéronla la costilla y sanó y al punto se confesó con el dicho padre.

Volviendo a nuestra fundadora, es cierto puso tan grandes y buenos fundamentos no solamente en lo [fol. 6v] material de la casa sino en lo espiritual de las almas, pues en este monasterio se guardaba la Regla y Constitución y Constituciones de la Orden, como en ella está escrita y ha durado y durará hasta nuestros tiempos y mucho más, porque ahora se guarda de la misma suerte que en los demás monasterios de monjas, sin haberles quedado de beatas más que solo poder entrar mujeres en el dicho convento; ayunan a pan y agua toda la Cuaresma, y tres días en la semana, y en todo lo demás hay mucha religión y observancia, y después de dichos ayunos de Cuaresma que observan la mayor parte de religiosas y demás del convento, y otras abstinencias con mucha oración y continuado coro, divirtiendo en él casi todo el día con singular admiración: y correspondientemente en la disciplina es tan ordinario que ha sido necesario ponerlas obediencia repetidas veces para mitigarlas tan singular fervor de penitencia. Al oficio divino asisten con gran puntualidad, gravedad y solemnidad, cantando las horas y muchos maitines, y en particular los días de santos, como en los más graves conventos de la orden se acostumbra, y aun con más puntualidad. La caridad que hay en este convento, así en lo común como en lo particular, es tan grande que, siendo este lugar de más de cien vecinos, y entre ellos más de trescientos pobres de las personas de sus familias, a todas [fol. 7r] las asisten y mantiene el convento y religiosas, dejando estas la mayor parte de sus raciones y sustento por acudir no solo al socorro de las necesidades de los referidos pobres de este lugar sino es también de los de fuera de él, que es una admiración.

Reconócese la mucha y singular religión que ha habido, hay, y se espera que habrá en este admirable convento, pues para fundar otros en la Provincia han sacado de él fundadoras y prioras, y en particular fueron para la Penitencia de Valladolid, y Monasterio de Corpus Christi de dicha ciudad, la madre María de los Ángeles y María de San Francisco, su hermana, que fueron de los Manriques y Toledos. Y a las Arrepentidas de la ciudad de Salamanca, a las beatas de Medina del Campo, a la Madre de Dios de Trujillo, Toro y Olmedo han ido por prioras muchas señoras de este convento: la madre Doña Bernadina de Carvajal, la madre Doña Isabel de Mendoza, las madres Doña Gabriela de Guevara y María de la O del Barco.

Tiene este convento una bula de la fundación del dicho monasterio, su data en Roma, apud Sanctum Petrum, el año de mil quinientos y diez y siete, a diez y seis de enero, de León Décimo, en el año cuarto de su Pontificado, inviada a la fundadora, nombrándola por [fol. 7v] priora de dicho monasterio y mandando al arzobispo de Toledo, Plasencia y Ávila la ayuden, favorezcan y autoricen el orden al edificio y nueva fundación de casa, y que puedan tener y tengan las religiosas vicario y religiosos de la dicha orden para que las ayuden y administren los santos sacramentos. Y así es tradición auténtica que el Reverendísimo P. General fray Vicencio Bandelo de Castronovo visitó por su persona el dicho monasterio en tiempo del R. Don Fernando y Doña Isabel [5], y recibió este convento a la orden la vigilia de Pentecostés el año de mil y quinientos y diez y nueve.

Manifiéstase bien la admirable virtud y religión de nuestra fundadora por los grandes favores y mercedes que todos la hacían, con especialidad los grandes del Reino, y en particular los santos Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, que la ayudaron con sus rentas y la dieran muchas más para la fundación si ella quisiera; pero fue su intento fuesen pobres, y así no quiso admitirlas. Entre las mercedes que los Reyes Católicos hicieron a esta mujer venerable, la más principal fue darla el Santo Christo que este convento tiene con tanta veneración y estima por los muchos milagros que [fol. 8r] ha obrado y obra [6]: uno de los mayores es que, llevándole los Reyes Católicos en su compañía a las guerras, en una de ellas, invocando como suelen los españoles al apóstol Santiago, respondió el Santísimo Christo que no era necesario estando Él allí, y en señal de esto le quedó la boca abierta, y así se le están viendo hoy los dientes, como también se le ve la lengua, y el cielo de boca.

También es prodigioso y milagroso caso el que han referido y publicado las madres ancianas de este convento, pues han dicho que en tiempo de Phelipe Segundo, cuando las herejías de Cazalla, por algunos días vieron sudar al Santísimo Christo y saben que uno de los religiosos le limpió el sudor del rostro con un purificador.

En el año de mil seiscientos y cinco hizo otro milagro en Soror María de la Natividad, religiosa del dicho convento, y fue que tenía en un pecho un cirrio del tamaño de una naranja, y habiéndola dicho los médicos que no tenía remedio, acudió a Dios y a esta santa imagen, de quien ella era muy devota, y haciéndola una novena, al cabo de ella tocó un pañito al Santísimo Christo, y habiéndole puesto donde tenía la enfermedad, al punto sanó de forma que pudo asistir al oficio de las demás como lo tenía de costumbre.

A otra religiosa llamada María de Santa Inés, que padecía cáncer en un pecho, asistiendo a su curativa un médico quedó peor, y habiendo pronosticado de muerte y sin remedio en esta [fol. 8v] enfermedad, pareciéndola a la paciente no tener otro remedio y como por imposible el sanar, acudió a tener novena al Santísimo Christo, por no verse más en manos de médicos. Y antes de acabar la dicha novena se puso un pañito tocado a dicha imagen, y inmediatamente sanó. Otros muchos y repetidos milagros ha hecho y obrado dicha imagen, que por ser tantos y no dilatar esta relación no se escriben aquí. Y siendo necesario se podrán averiguar y escribir.

Lo que en el convento se ha visto y experimentado, y estas señoras tienen por milagro, es que ningún mal contagioso ni pestilencia jamás ha dado en este convento: aunque le ha habido en el pueblo y han entrado en el dicho convento personas heridas, no se ha comunicado a ninguna religiosa.

La figura que el Santísimo Christo tiene es de la cintura arriba coronado de espinas, y la cruz a cuestas, y aun quieren decir que es de los que pintó San Lucas, y parece se echa de ver en que tiene dos dedos quebrados, que no se sabe cómo ni cuándo. Y con haber traído maestros que se han buscado de fama, ninguno se ha atrevido a ponérselos, y hubo uno que dijo que le parecía ser imposible el barniz que tenía fuese obra de la Tierra, sino que era negocio más que humano.

Con tan buena y amabilísima compañía la fundadora y sus compañeras fueron muy adelante en la virtud y santidad. Todo el [fol. 9r] tiempo que vivió la madre María de Santo Domingo fue priora del dicho monasterio; era muy dada a oración, ayunos y disciplinas, echábase muy bien de ver en ella que tenía espíritu y gracia del Cielo, pues sin haber estudiado tenía sus pláticas a las religiosas con tanto espíritu y devoción que las más de las veces las movía a lágrimas.

El demonio, invidioso del fruto que hacía en las almas y en toda esta tierra, la levantó debajo de los pies muchas persecuciones, y en todas ellas mostró mucha paciencia dejándolo todo a Dios, y así murió como una santa, y otro día después de su muerte, predicando el santo fray Juan de Azcona, en medio del sermón dijo: “Mi hija María de Santo Domingo se subió al Cielo”. Por muerte de la dicha fundadora sucedió en el oficio su hermana María de la Asunción, que fue tan santa como la dicha su hermana, y obtuvo el dicho oficio de priora más de treinta años, siendo muy observante en el silencio. Toda la noche o la mayor parte se le iba en oración, no comía al día más de una vez, no cenaba ni hacía colación, nunca comió carne en todo el tiempo que tuvo el hábito: echábase de ver su santidad en las pesadas burlas que el demonio la hacía, echándola algunas veces por las escaleras abajo; tuvo muchas persecuciones, en particular algunas emulaciones y envidias entre sus compañeras. La muerte fue como [fol. 9v] la vida, y así está en opinión de santa.

La otra tercera hermana de nuestra fundadora, llamada María de los Santos, vivió y murió muy santamente, y están todas tres hermanas enterradas a la puerta del refiptorio, tiene una grande piedra labrada encima de la sepultura. El darles este entierro fue su mucha humildad y así lo pidió a las demás religiosas.

[…]

[Fol. 16v] Conclúyese la relación por ahora con el manifiesto de una costumbre o devoción antigua y loable que ha observado y observa este convento, efecto de la gran virtud y santidad que en él se ha profesado y profesa, digna de que se ponga en historia; y es que, dando la primera campanada del Ave María, una de las religiosas que están en oración en el coro [fol. 17r] en voz alta y dolorida dice tres veces: “Señor, misericordia”. Pidiendo perdón de lo pasado, auxilio y favor para lo porvenir, Su Divina Majestad se sirva de comunicarnos su divina gracia, con que conseguiremos la gloria. Amén.

Notas

[1] Salmos, 127: “Si Jehová no edifica la casa,/ en vano trabajan los que la edifican”.

[2] Parece por este aserto que esta relación no se basa en la Vida Manuscrita (1) de este Catálogo porque esa vida es también posterior al incendio.

[3] Este milagro, inspirado en Daniel 3:23-27, no aparece en los papeles del juicio recopilados por Lunas Almeida en 1930 y editados parcialmente por Sastre Varas en 1990 y 1991.

[4] Si este dato es cierto, se aprecia que, antes de la fundación, María de Santo Domingo se dedicaba ya a la educación de niñas.

[5] Evidentemente, este dato, como el del nombre del Duque de Alba que apoyó a María de Santo Domingo o la visita de Vicente Bandelli de Castronovo [véase Vida Manuscrita (1)], es erróneo pues en esa fecha los reyes habían ya muerto. Como se puede apreciar, las vidas manuscritas de María de Santo Domingo en este Catálogo beben de la misma fuente.

[6] Como se puede observar, la fama del convento no solo se debe a la virtud de la fundadora, sino también a las reliquias, el número de fundadoras que van a otros conventos, las bulas del Papa y las vidas y la penitencia de las monjas.

Vida manuscrita (3)

Ed. de Borja Gama de Cossío; fecha de edición: marzo de 2020.

Fuente

  • “Breve y Sumaria relación de la fundación de este convento de Santa Cruz de la Magdalena de Aldeanueva de Nuestro Padre Sando Domingo, vida de su Fundadora y otras religiosas que han florecido con opinión de virtud y santidad”, en Libro de Bezerro, de Capítulos Provinciales y la tradición inmemorial de sus individuos, hasta el año 1735. Ms. Del Archivo Dominicano de la Provincia de España, sign. A.H.D.P.E.S., D/A/ALD/1, 61 fols., fols. 1r-17r.

Criterios de edición

Se trata de un manuscrito de la primera mitad del siglo XVIII compuesto entre 1736 y 1737 y que aborda la fundación del convento y su orden e individuos hasta 1735. El manuscrito está conservado en el Archivo Dominicano de Salamanca. Se editan las partes que se refieren a la vida de María de Santo Domingo y sus dos hermanas, María de la Asunción y María de los Santos, así como datos sobre la fundación del convento, el patronazgo de los Duques de Alba y las reliquias que en él se encuentran. Existe también una copia manuscrita, probablemente del siglo XX, en el archivo de Mosén Rubí de Ávila, que se usará en caso de duda y para el cotejo de palabras cuando el original aparezca dañado o ilegible.

Al ser una copia bastante tardía, del siglo XVIII, se moderniza la ortografía según los usos actuales (b/v, i/yj, qu/cu, c/z, etc.). Se mantiene el uso doble “ss” “cc”, pero se regulariza el uso de la doble “r” y “l” según las normas actuales y se estandariza el uso de “mm” en su uso moderno “nm”. Se normaliza la variación u/v con función vocálica y consonántica de acuerdo a los usos actuales. Se respeta el grupo “mp” como en “prompto” y se respetan las grafías “ph”, “th” y “ch” en palabras como “triumpho”, “Cathalina” o “Christo”, que pueden aparecer como cultismos.

Se han desarrollado las abreviaturas de las palabras, pero se respetan las de los títulos eclesiásticos como “N.P.S”, aunque se expande el uso de “Me” en madre y “Sto.” y “Sta.” en santo y santa. Acentuamos las palabras, empleamos las mayúsculas de acuerdo a la norma ortográfica actual y la puntuación procede del editor, quien la moderniza siguiendo los usos contemporáneos. Se regularizan los aglomerados según el uso actual, es decir, se separan “dela”, “conella”, “deste”, “atodos”, o “enlos”, entre otros, que aparecen en el texto. Del mismo modo, se unen “a el” y “de el” según el uso actual.

Vida de María de Santo Domingo

[Fol. 1r] Breve y sumaria relación de la fundación de este convento [1] de Santa Cruz de la Magdalena de Aldeanueva de N.P.S. [2] Domingo, vida de su fundadora y otras religiosas que han florecido con opinión de virtud, de santidad sacada del Libro Becerro, actas de capítulo, provinciales y la tradición inmemorial de sus individuos.

Hasta el año de 1737

Entre las admirables obras de Dios es singularissíma y digníssima de toda atención y veneración la paternal providencia que ha tenido siempre de su Iglesia. En todos tiempos y edades la dio fuertes y singulares varones, llenos del celo y honra de Dios la protegiessen y defendiesen de los terribles asaltos del común adversario, con sus palabras, obras, escritos y admirables ejemplos de haber podido jamás prevalecer contra ella ni de tan fuerte y bien armado escuadrón. Mas aunque es tan maravillosa la Divina Providencia, en los varones mucho más lo es y más gloriosa en las mujeres, en sentido [3] de San Pedro Damiano: (A) [4]: porque cuanto más débil y frágil es el soldado, tanto más singular y glorioso es el triumpho, dice el mismo santo.

Muchas han sido las mujeres que, desmintiendo la flaqueza de su sexo en una y otra ley, han peleado como fuertes y valerosos campeones en defensa de la Iglesia. Unas con su sangre, otras con su doctrina y escritos, y otras finalmente con sus oraciones, ayunos, vigilias y penitencias, sin que nuestros tiempos (aunque están calamitosos) hayan carecido de tan insignes y heroicas mujeres, pues vasta para crédito de todas la ínclita y seráphica virgen Santa Theresa de Jesús, gloria del Carmelo ilustre y honra de España. Ninguno ignora el espíritu agigantando de esta insigne y prodigiosa mujer, ni el celo con que se opuso contra tan fuerte enemigo en defensa de la Iglesia: no solo con sus celestiales escritos, sino con sus oraciones, ayunos y penitencias, y las de tantas y tan ilustres hijas como dejó en los monasterios.

[Fol. 1v] [5] Cuando [6] venciendo dificultades, las que miraba con un santo desprecio, por conseguir los altos fines que había premeditado serían en los succesivo de honra y gloria a Majestad de Dios.

Con semejante espíritu salió a la campaña la esclarecida virgen y venerable madre Soror María de Santo Domingo, fundadora única del observantísimo y religiosísimo convento de religiosas de Santa Cruz de la Magdalena de Aldeanueva del orden de N.P.S. Domingo. Previó, sin duda, esta singular mujer (que así la podemos llamar), la terrible batería que el demonio tenía dispuesta contra la Iglesia por medio de Martín Luthero y sus secuaces y, llena de celo y honra de la gloria de Dios, sin más riquezas que un corto matrimonio y sin más poder que el de una mujer nacida y criada en una pobre y corta aldea, se resolvió a fundar un monasterio, que en edificios, nobleza y virtud, puede competir con los más ilustres, no solo de España sino de todo el mundo.

Pero lo que más le ha ennoblecido ha sido la mucha religión, virtud y santidad con que siempre han vivido las religiosas que de todas partes del mundo han venido a este convento, las cuales con sus continuas y fervorosas oraciones, con sus largos y prolijos ayunos, con sus muchas y repetidas limosnas y con sus asperíssimas penitencias han sido presidio fuerte de la Iglesia o torre ínclita de David edificada con tantos propugnáculos cuantas han sido las vírgenes [7] sagradas y demás insignes mujeres de este observantíssimo convento, cuyas admirables virtudes y prodigiosas vidas debían estar escritas en láminas de bronce para eterna memoria a la posteridad. Mas es digno de todo llanto el olvido en que yace su memoria, pues, o fuese que pereciessen los papeles en la lastimosa quema que padeció este convento por los años de 1565 o, lo que más cierto es, por el poco cuidado que las antiguas atentas solo al ejercicio de las virtudes y a tratar con Dios, ponían en esto, tenemos muy cortas noticias assí de la venerable fundadora, como de tantas y tan ilustres señoras que en todo siguieron su espíritu.

Por lo que atendiendo yo a esto y lo mucho que debo a este convento, por pagar en algo [fol. 2r] lo mucho que me hallo beneficiado de todas las religiosas en esta casa, me he determinado a hacer esta sumaria y relación de las que en este convento han vivido y muerto con opinión de virtud y santidad, para que del todo no perezca la buena memoria de tan insignes mujeres, pidiendo a los que me sudeciessen, vayan continuando con las que en sus tiempos muriessen, pues assí a menos costa podrán hacer este beneficio al convento y a toda la orden de N.P.S. Domingo.

El modo y méthodo que llevaré, será poner la fundación de este convento y la vida de su venerable fundadora y de las demás que hayan podido llegar a mi noticia, con todas aquellas circunstancias, que puedan ceder en crédito y lustre de este convento. Valiéndome de las noticias que se hallan escritas en el libro de Becerro, sacadas de un libro antiguo, que se reservó del incendio y hoy para en poder del MRP [8] Presentado Fr. Manuel Medrano, chronista general de la orden y de las actas de los capítulos provinciales, y de la constante e inmemorable tradición que siempre se ha conservado entre las religiosas, dividiendo en capítulos y SS. según los años para mayor claridad y distinción, protestando que en todo cuanto aquí va escrito y escribiere, no es mi ánimo contravenir en nada a los decretos y sagradas determinaciones de la Iglesia. Y que las voces de santas con que muchas veces llamaré a muchas de las que aquí fuessen nombradas, no tengan más fuerza, ni den más santidad, que la que está determinada por la santidad de Urbano Octavo [9] de feliz recordación. Vale.

Capítulo 1

Fundase el convento de Santa Cruz de Aldeanueva y dasse noticia de su venerable fundadora

S.1.

Patria y nacimiento de la venerable madre Soror María de Santo Domingo fundadora del convento de Santa Cruz de Aldeanueva. En la diócesis de Ávila a dos leguas de la antigua villa de Piedrahita y casi a otras dos de la del Barco, era fundado el lugar de Aldeanueva, pueblo antiguo, pero corto [fol. 2v] de pocos habitadores y aldea pobre de la jurisdicción del Barco, aunque nuestros tiempos bien conocida y nombrada por el Insigne Monasterio de Religiosas, que edificó en ella la venerable madre Soror María de Santo Domingo. A este lugar, que por su situación puede ser remedio [10] de los mas retirados y ásperos desiertos, quiso honrar Dios con el nacimiento dichoso de esa esclarecida Virgen, que [11] fue por los años de mil cuatrocientos y ochenta poco más o menos siendo Pontífice Sixto Cuarto y reinando en España los Cathólicos Reyes Don Fernando y Doña Isabel. Su padre fue un caballero natural de la nobilíssima ciudad de Ávila de la ilustre y antigua familia de los Pan y Agua [12], el cual por varios accidentes que le sobrevinieron se retiró al lugar de Aldeanueva, en donde casó con una labradora pobre y humilde, pero de honrada y limpia familia. No sabemos como se llamaron (descuido lastimoso de la memoria, que haya el tiempo podido borrar de ella los nombres de tan buenos padres), pero aunque no sabemos sus nombres, sabemos que fueron buenos cristianos y muy temerosos de Dios, como claramente lo manifiestan las muchas y grandes virtudes de tres hijas que les nacieron de su feliz y dichoso matrimonio, todas tres religiosas en este convento y todas tres santas como después veremos.

Pero la primogénita y en todo primera fue nuestra venerable fundadora, a quien llamaron María en el bautismo, a que ella añadió después el renombre de Santo Domingo. Es constante y segura tradición que luego que nació quiso el cielo dar testimonio de lo que en la adelante había de ser, pues aseguran, que algunas personas (virtuosas serían) predijeron a su padre que la recién nacida sería mujer insigne de grandes y singulares prendas, por las cuales lograría la gracia y favor de los reyes y señores de la tierra, vaticinio que entonces no se apreciaría y después lo verificó la experiencia. De la crianza de nuestra niña, no tenemos noticia alguna, pero no puede haber duda en que la criarían sus padres muy christianamente y con mucho temor de Dios y que desde muy tierna edad se aplicó a los ejercicios de virtudes y mortificación, por los cuales mereció que Dios hiciese con ella un singular prodigio, porque cayendo en un grande incendio, salió de él libre y sin lesión alguna, como los tres niños del horno de Babilonia [13]. Y aunque no nos dicen que edad tenía cuando hizo Nuestro Señor con ella este milagro, parece más verosímil sería en su niñez, por ser aquella edad mas propia para semejantes acasos y por no haber memoria en el convento [14] sucediesse en él después de fundado.

[Fol. 3r] Mas la señal más cierta de la buena educación de nuestra niña es la mucha virtud en que empezó luego a resplandecer y especialmente la grande caridad, que en su tierno pecho ardía para con Dios y con los prójimos, porque muertos sus piadosos padres, se aplicó no solo al cuidado y educación de sus dos hermanas criándolas en santo temor de Dios, como después lo manifestó su mucha santidad y virtud, sino que también cuidó de enseñar y doctrinar las niñas assí del lugar de Aldeanueva, como de los de toda la comarca, enseñándolas [15] a tejer, coser, hilar y los demás ministerios pertenecientes a mujeres, cuidando de quien supiesen leer y escribir [16] y principalmente en que fuesen bien instruidas en la doctrina christiana y santas costumbres, en lo cual consumía el patrimonio y hacienda que de sus padres había heredado y el de sus dos buenas hermanas, que llevadas del buen ejemplo de su santa hermana, la ofrecieron gustosas su hacienda y personas para tan piadosa obra.

Extendiose luego por todos los lugares circunvecinos la santidad y caridad de la Virgen María y de sus dos hermanas, y concurrieron innumerables personas a poner sus hijas en tan santa escuela y bajo la disciplina y buena educación de estas santas mujeres. Y no solo venían los padres a traer sus hijas a nuestra Virgen María para que las enseñasse y doctrinassse de los lugares y villas cercanos, sino de las más remotas y distantes de todo el reino, porque fue tal el cuidado y aplicación de las maestras y tan grande el aprovechamiento de las discípulas, que volando por todas partes la fama de tan santa escuela, no se tenía por dichoso el que no traía sus hijas a Aldeanueva, para que fuessen educadas y enseñadas por la madre María y sus dos hermanas. Y esto no solo los pobres y gente ordinaria lo practicaban solícitas del bien de sus hijas, sino los hombres más ricos y principales de España. Tan grande como esto era la virtud de la madre María y tal era su caridad, la cual no solo se extendía a educar niñas, sino que también cuidaba de los niños, procurando que saliessen tan bien doctrinados como después lo dieron a entender muchos entrando en varias religiones, en donde sirvieron a Dios y a sus prójimos sobre lo cual hay testimonio authéntico en el depósito de este convento, por el cual consta como Fr. Gerónimo de San Bartholomé, religioso de N.P.S. Domingo, hijo del convento de Piedrahita, hizo donación de toda su hacienda a la madre Soror María de Santo Domingo en atención a haberle criado y doctrinado y por sus consejos haber sido motivo para entrar en la religión, lo que cede en grande elogio de la venerable fundadora.

[Fol. 3v] S. II

Dase principio a la fundación del convento de Aldeanueva y motivos porque se intituló de Santa Cruz.

Sobre estos principios se zanjaron los primeros fundamentos del convento de Santa Cruz de Aldeanueva y este fue el medio por donde levantó Dios el espíritu varonil de la venerable madre María de Santo Domingo para fundarse, porque viendo esta esclarecida Virgen la grande multitud de niñas y mujeres, que vivían bajo de su educación y doctrina y lo muy bien aplicadas que se hallaban, considerando con su grande capacidad cuan del agrado sería de Dios Nuestro Señor y aprovechamiento de aquellas almas, si viviessen en clausura bajo de alguna regla y modo de vivir en comunidad, llena de confianza en Dios y movida de tan superior celo y espíritu de caridad, se determinó a fundar un convento en donde viviessen todas recogidas y pudiessen mejor dedicarse a los ejercicios de oración y penitencia.

Comunicó primero su intento con los vecinos de Aldeanueva, después de haberlo tratado con Dios en la oración, resignada en su santíssima voluntad y confiada en su divino paternal amor, los vecinos movidos del mismo espíritu que su paisana, luego la franquearon gustosos y alegres sus propias casas para el sitio del monasterio, sin más precio, ni interés que el que esperaban de la mano liberal de Dios por la intercesión de su sierva. Y no solo la hicieron donación de sus casas, sino que también concurrieron con sus personas y limosnas para la fábrica, dando con su celo y devoción ejemplo a los moradores del Barco, Piedrahita y demás lugares circunvecinos que ejecutassen lo mismo, como en efecto lo ejecutaron dando a nuestra venerable María largas y crecidas limosnas para la edificación del convento.

Lo mismo hicieron los serenísimos Reyes Don Fernando y Doña Isabel y otros señores grandes y títulos de estos reinos, a quienes también dio parte la madre María de Santo Domingo de sus intentos, los cuales informa de la santidad de su vida e inspirados de Dios la acudieron con sus copiosas limosnas, correspondiendo en lo liberal a sus grandes y piadosos corazones. Siendo los primeros y más señalados los señores Reyes Cathólicos y a su imitación los excelentísimos Duques de Alba, Don Fadrique de Toledo [17] y su excelentísima mujer; el gran prior de San Juan, Don Diego de Toledo, los Condes de Osorno, de Oropesa, de Nieva [fol. 4r] y Don García de Toledo, señor de la Horcajada y otros muchos señores, los que no solo contribuyeron a la obra con sus limosnas sino que también quisieron hallarse presentes a principiarla, concurriendo de los excelentísimos Duques de Alba, asistidos de toda esta grandeza al lugar de Aldeanueva para dar principio a la fundación de esta gran casa, lo que se ejecutó el día trece de septiembre del año de mil quinientos y cuatro, víspera de la exaltación de la Cruz [18] casual, pero misteriosa elección, pues asentándose la primera piedra de este convento a vista de la Cruz de Christo, fue manifiesta señal del gusto y conformidad con que las religiosas de esta santa casa debían abrazar y gravar en sus corazones en todo tiempo a imitación de su celestial esposo, la Cruz y que esta y la mortificación habían de ser el timbre [19] mayor de esta gravíssima comunidad, como aun más claramente lo manifestó Nuestro Señor aquel mismo día con un evidente y prodigioso milagro.

Sucedió pues que estando nuestra venerable fundadora para dar principio a la obra y hallándose en su compañía todos los caballeros y señores que dijimos antes, al abrir los cimientos vieron todos, que la primera piedra que se sacó para hacerlos estaba en forma y figura de Cruz. Y admirados del suceso la partieron en diversos pedazos, sucediendo el mismo prodigio en todas cuantas partes se dividía, pues en todas se mostraba la misma señal de la Cruz. Algunas piedras de estas se ven en hoy en el claustro principal, según la tradición de unas a otras, con lo cual entendieron todos claramente ser voluntad de Dios, que el convento tuviesse por divisa la gloriosa señal de la Cruz. Y assí pareciéndoles que no podían tener arbitrio contra lo que Dios tan milagrosamente mostraba [20], le intitularon: el convento de Santa Cruz, a que añadieron el renombre de la Magdalena, sobre lo que no tenemos noticia alguna. Y solo podemos discurrir o que lo nombraron assí por ser esta gloriossima santa titular de la Iglesia y patrona del lugar de Aldeanueva o lo que más cierto es, por la mucha devoción que tenía la venerable fundadora a este singularíssimo ejemplo de penitencia, el que quería proponer a todas sus hijas para que le imitasen, y para que con el amparo y patrocinio de esta amantísima [21] patrona de la orden de N. P. S. Domingo creciesse en virtud, amor y penitencia el nuevo convento que fundaba debajo de la tercera orden de penitencia que fundo este santísimo patriarcha. De esta manera quiso Dios honrar los primeros principios de este convento y manifestar al mundo lo mucho que era de su agrado esta fundación dando al mismo tiempo nuevos créditos a la [fol. 4v] santidad y opinión de su venerable fundadora y haciendo más recomendable con todos aquestos señores su persona, porque si antes la veneraban como a mujer santa, desde entonces empezaron a celebrar por todas partes su virtud, concurriendo mas gustosos y devotos a la obra con sus limosnas a vista de este prodigio. Y dando la admiración lugar a la competencia sobre quien había de explicar más su devoción en poner la primera piedra, aunque se adelantó a todos el señor Conde de Nieva arrojando a la zanja una medalla de oro en testimonio de su mucha piedad y grandeza.

Todo esto sucedió el referido [22] día trece de septiembre del año de mil quinientos cuatro, aunque no se pone fundación en este día, sino en el día catorce de agosto del año de mil quinientos siete, víspera de la asumpción de Nuestra Señora, porque en este día se acabó de edificar el monasterio y se empezaron a celebrar en él los [23] divinos oficios, acabado el convento dio luego el hábito la venerable María de Santo Domingo a sus hermanas que se llamaron Soror María de la Asumpción y la madre Soror María de los Santos, las que quissieron ser las primeras en imitar a su santa hermana vistiendo el sagrado hábito, como lo habían sido en ayudarla con su patrimonio para la fábrica, mereciendo por esto el título de confundadoras de este insigne convento y el nombre de María de todas, lo que aún existe en nuestros días en memoria y crédito de otras hermanas, gozando el nombre de principal en todo la que fue María de todas María de Santo Domingo, la cual acabado el monasterio víspera de la Asumpción de Nuestra Señora, como queda dicho procuró luego se recogiessen en él sus dos hermanas y otras muchas de las que tenía bajo de su dirección, assí grandes como niñas y todas alegres y gustosas empezaron a celebrar los divinos oficios. Y sobre esto hoy en día se hace venerable memoria todos los años, dicho día víspera de la Asumpción, rezando en el coro con la devoción que aquí acostumbran las religiosas en oficio parvo de Nuestra Señora. Aunque no consta del modo que entonces tuvieron de rezo, parece ser más cierto que empezaron luego en sus principios a rezar el oficio canónico de la Iglesia, como se acostumbra entre las religiosas de velo negro y hoy día se observa, porque el Señor Obispo de Ávila, Don Alonso Carrillo de Albornoz, les concedió licencia en ocho de julio del año siguiente de mil quinientos y ocho para que pudiessen tener en su Iglesia Sacramento con su lámpara y aunque no dice nada, de rezo, parece muy conforme que las concediesse esta licencia en atención o, con la condición, a lo menos implícita de que rezassen el oficio divino.

[Fol. 5r] Con el ejemplo pues de las dos santas hermanas de la venerable fundadora, tomaron luego el hábito otras muchísimas mujeres, de las que estaban en su escuela, a las cuales dio la tercera regla que llaman de penitencia de N.P.S. Domingo, debajo de la cual quiso que viniessen todas, lo que ellas ejecutaron con tanto gusto y con tanto aprovechamiento de sus almas, cuanto lo manifestó en breve el crecido número de religiosas, que de varias partes vinieron a vivir a él, porque fue tan observante y riguroso el modo que tomaron de vivir, tal su penitencia y aspereza y tal y tanta su virtud que volando por todas partes la buena fama del nuevo monasterio concurrieron a porfía a tomar el hábito y a vivir en él innumerables personas no solo de estos reinos de España, sino también [24] de los más extraños y remotos, porque apenas había ciudad y provincia en España de donde no haya habido aquí religiosas. Pues la ha habido de Aragón, Valencia, Navarra, Sevilla, Murcia, Lorca, Calatayud, Victoria y Logroño y de otras muchas partes de este reino y también fuera de él, porque han vivido aquí algunas naturales de Jerusalén, una de Belén, que se llamó Soror María del Pesebre y otras de Roma. Creció tanto el número que llegó aun a más de trescientas religiosas, entre la cuales hubo señoras muy nobles y de la primera magnitud de España, de que se dio auto público ante escribano, que se guardó en depósito muchos años, pero hoy en día no lo hay por haberse perdido y es también cierto que una ocasión se hallaron juntas a tomar el hábito sesenta mujeres grandes y pequeñas de cuatro a cinco años, hijas de personas ilustres y algunas señoras parientas de los Reyes de Portugal, lo que no admirará quien atentamente considerare la grande virtud y santidad de nuestra venerable fundadora y la mucha religión y observancia que plantó en su convento, cuya buena opinión se extendió largamente por todas partes, no solo de su religión sino de todas las demás, como claramente lo da a entender la noticia siguiente, que dejó escrita en uno de sus tomos el eminentísimo cardenal Cayetano [25] el año de mil quinientos y cinco, visitando como general que entonces era de la Orden de Predicadores, el convento de Santa Cathalina Virgen y Mártir, que esta orden tiene en Barcelona, que después se insertó en el chronicon de nuestras constituciones, folio 84 en la nueva impresión, capítulo 15 y dice assí:

“En España florece en estos tiempos una escla- [fol. 5v] recida Virgen llamada Soror María de Santo Domingo de admirable y prodigiosa santidad, la cual empezó a correr con tanto crédito y estimación entre los suyos que ninguno se tenía por noble que no la entregase sus hijas y parientas para que con su doctrina y ejemplo fuessen en toda buena disciplina educadas, por cuya causa viéndose con tantas niñas si deseando sirviessen a Dios con quietud y aprovechamiento de sus almas; fundó un monasterio en un lugar desierto cerca de una villa llamada Piedrahita, en el cual llegó a juntar y tener en su compañía muy cerca de cuatrocientas vírgenes, todas nobles y de ilustre sangre y esclarecido linaje, las cuales empezaron a vivir con tan grande vigor y observancia y con tan singular fervor y espíritu y con tal pureza de vida que parecía renacer en ellas el antiguo fervor de la primitiva Iglesia, porque a la verdad era cosa maravillosa ver allí a tantas nobles y tiernas doncellas criadas con tanto regalo, menospreciar las comidas delicadas y regaladas de sus casas y tener por sus mayores delicias pan y agua rociado con ceniza. Su bebida iba mezclada con las lágrimas de compunción que continuamente derramaban. Su vestido era honestísimo, no de seda, ni de telas preciosas, sino paño burdo fabricado por sus tiernas manos, pues ellas mismas hilaban la lana, tejían el lino y hacían todas las cosas necesarias para vestirse, añadiendo a todo esto tan gran retiro, austeridad y penitencia que admiraba a todos”. Por aquí pues se conoce el grande, sino excesivo vigor con que se fundó este convento y los buenos y sólidos fundamentos que puso en él su venerable fundadora y lo muy grande que era su virtud y santidad, pues ella era la primera que con su ejemplo y doctrina animaba a las demás a preservar en lo comenzado, mirándose todas en ella como en un clarísimo espejo de santidad y pureza. Era cosa digna de toda admiración ver el cuidado que todas ponían en imitarla, sin que se conociesse alguna que se quisiesse quedar atrás, todas corrían con tanta velocidad en seguimiento de su divino esposo, que no era posible discernir cual iba delante o cual se quedaba atrás. Su oración era continua y fervorosa, empleando en ella mucha parte del día y casi toda la noche, la asistencia al choro era puntualísima y muy grande la devoción con que rezaban y cantaban el oficio divino, sus disciplinas y otras mortificaciones y penitencias rigurosísimas, el silencio, ayuno y todas las demás constituciones de la tercera orden de penitencia de N.S.P. Domingo, observaban con tanta puntualidad y vigor que no faltaban en un ápice a lo que estaba escrito. Vivían de comunidad y, aunque no hacían profesión, como en estos tiempos, de guardar clausura era grande el retiro que guardaban sin salir jamás de casa, sino por alguna grave necesidad y, entonces era tal su modestia y buen ejemplo, que edificaban a todos los que las miraban. [Fol. 6r] Su caridad era extrema, su humildad profundísima, su paciencia admirable y, para decirlo de una vez, era tal su vida, que parece había puesto Dios su mano en este convento, para que fuesse en todo como admirable y servido.

Este fue el modo de vivir que tuvieron las primeras religiosas de este convento y esta fue la observancia regular que plantó en él la venerable madre Soror María de Santo Domingo, la cual duró por muchos años y dura por la misericordia [26] hasta nuestros tiempos, porque aunque es verdad, que en algo ha faltado aquel primitivo fervor, también es cierto, que al presente [27] es mucha la observancia y virtud, con que viven en este convento las religiosas, guardando la regla y constituciones de N.P.S. Domingo con tanto vigor como en los conventos más observantes de la orden. Al oficio divino asisten con grandísima puntualidad, cantando y rezando con tanta gravedad, solemnidad y devoción, que solo el oírlas puede causarla y la causa a los más indevotos y distraídos; su oración es de largas horas, pues son muy más pocas en las que no haya religiosas en el choro, assí de día como de noche. A esto juntan una cordial y tierna devoción al Santísimo Sacramento del altar y a la soberana emperatriz de los Ángeles, María Santísima Señora Nuestra, cantando todos los jueves los himnos del Sacramento y todos los días de fiesta el Santísimo Rosario, por el orden de sus misterios, sin otros muchos modos que las dicta su devoción para venerar al hijo y a su Madre Santísima. Son observantísimas del silencio, en los ayunos y abstinencias son extremas, porque además de los que prescriben las constituciones, que son casi la mayor parte del año, ayunan muchas a pan y agua, la mayor parte de la Cuaresma y otros días del año, las disciplinas y otras penitencias son tan rigurosas que muchas veces es necesario irles a la mano para reprimir su fervor y espíritu. Del mismo modo procuran esmerarse en la obediencia y demás virtudes, especialmente en la caridad, la que ejercitan con grandísimo cuidado y desvelo dentro y fuera del convento en común y en particular, porque dentro, es admirable la asistencia que se tienen unas a otras en sus necesidades y más particular estando enfermas y fuera apenas hay necesidad que llegue a su noticia que no provechan luego de remediarla, de lo que pueden ser y son buenos testigos los muchos pobres que llegan a la portería, a todos los cuales siempre se les da limosna. Y todos los vecinos de Aldeanueva, que siendo todos o los mas pobres, los sustenta el convento, dejando las religiosas la mayor parte de sus raciones para su mantenimiento, como claramente lo hemos visto este año de mil setecientos treinta y seis [28], en que hubieran perecido los más de su vecindad por causa de una epidemia que [fol. 6v] han padecido, si no hubiera sido por la mucha caridad que han encontrado en las religiosas de este convento. Así pues, se practica en estos días y se ha ejecutado en todos tiempos, émulas unas de otras así en la caridad, como en mantener en mucha parte el antiguo vigor. Y esperamos que por los méritos de la venerable fundadora ha de durar muchos años.

S. III

Gracias, favores y privilegios, que alcanzó la venerable fundadora María de Santo Domingo de los sumos pontífices, reyes y de otros señores.

Uno de los privilegios de la virtud es ser amada y favorecida de todos los que la conocen, pues aunque muchas veces la vemos abatida y perseguida, esto solo es en cuanto no es conocida, porque en llegándose a conocer, todos la estiman, favorecen y aman. Este privilegio tuvo en grado muy superior la venerable madre Soror María de Santo Domingo, siendo amada y querida no solo de Dios, sino también de los hombres, como dice la escritura de Moisés. Assí se lo profetizaron a su padre luego que nació, según dejamos ya dicho y assí lo verificó después el tiempo y la experiencia, porque esta [29] venerable señora fue tan amada y querida de los sumos pontífices, reyes y señores de la tierra, que todos a porfía se empeñaban en favorecerla en atención a su mucha virtud y santidad, la que por todas partes era notoria y bien conocida.

Corría el año de mil quinientos y catorce, en el cual florecía este convento de Santa Cruz en la mayor observancia y virtud, llevándose las atenciones de todos y divulgándose por todas partes la fama de la santidad de su venerable fundadora. Llegó hasta Roma en dónde se hallaba el Papa León Décimo, que a la sazón gobernaba y regía la nave de la Iglesia. Alegrose este Santísimo Padre al oír la notifica de la santidad de la venerable María y la mucha virtud, que se profesaba en el monasterio que había fundado y, mucho más, cuando la vio en Roma [30], a donde fue ella misma en persona acompañada de otras tres de las que vivían en el convento a tratar con su santidad muchas cosas tocantes a lo espiritual y temporal de dicho convento y, lleno de gozo el Sumo Pontífice al ver que en tiempos tan calamitosos hubiesse quien atendiesse a las necesidades de la Iglesia, se determinó a favorecer a nuestra santa con paternal amor y afecto, concediéndola muchos y grandes privilegios para sí y para su convento. Uno de ellos se conserva hoy en el depósito de este convento su data en Roma apud Sactum Petrum en treinta de octubre del mismo año de mil quinientos y catorce, por el cual perpetúa a nues- [fol. 7r] tra fundadora en el oficio de priora de este su convento en atención a que se conserve con su buena dirección la grande virtud, santidad y observancia regular, que había puesto en este convento que ella misma había fundado con las limosnas que para ello había buscado, mandando al Arzobispo de Toledo y a los Obispos de Plasencia, Ávila y Palencia, que la favorezcan y ayuden en todo cuanto se le ofreciere. También concede a las religiosas que puedan tener y tengan vicario y religiosos de la [31] Orden de Predicadores, a cuyo cuidado estaba el convento para que las asistan y administren los sacramentos sin dependencia de los ordinarios, y últimamente las concede que puedan hacer los tres votos substanciales de pobreza, obediencia y castidad. Igual otra bula hay también en depósito del mismo pontífice, su data en Roma en diez y nueve de octubre de mil quinientos y veinte, para que las religiosas puedan ser veladas con las ceremonias y bendiciones que usa la Iglesia bendecir y velar a las religiosas, por la cual consta también que las religiosas hacían ya los tres votos substanciales, vivían en clausura y bajo la regla de San Agustín y las constituciones de la tercera orden de penitencia de N.P.S. Domingo.

Todos estos favores y algunos más hizo el Papa León Décimo a nuestra santa fundadora. Mas no fueron menores los que la hizo su sucesor Adriano Sexto. Hallábase Adriano en Victoria gobernando estos reinos por el emperador Carlos Quinto, cuando fue electo Sumo Pontífice en nueve de enero del año de mil quinientos veinte y dos y, deseoso de ver y conocer a una mujer que tanto predicaba la fama, la mandó venir a Zaragoza, en donde se hallaba de camino para Roma, lo que ejecutó nuestra venerable María con prompta obediencia, partiendo luego a Zaragoza, en donde habló a su santidad, quien la favoreció mucho y animó en sus santos propósitos, concediéndola un breve su data en Zaragoza en seis de mayo del año de mil quinientos veinte y dos, por el cual consta el gran concepto que tenía famado de nuestra fundadora y del convento de Santa Cruz, el cual pongo aquí sea en grandísimo crédito de ella y de todas las demás religiosas. Dice pues assí:

“Adriano Papa VI Amada en Cristo, hija salud y apostólica bendición, la ferviente y sincera devoción que a ellos y a la Iglesia Romana tienes y juntamente el celo de la religión, la vida ejemplar y otros dones de virtudes, con los cuales según por relación de muchos hemos entendido, estás adornada; con razón nos mueven para que (cuanto podemos en el Señor) atendamos fervorosamente a tus súplicas, especialmente aquellas por las cuales se pueda mirar a tu consuelo espiritual. Nos hiciste manifiesto o nos diste a enten- [fol. 7v] der que, como la casa de Santa Cruz de la Magdalena del lugar de Aldeanueva, llamadas de la tercera regla de Santo Domingo de la penitencia de la orden de los frailes predicadores de la diócesis de Ávila, de la cual tú eres la presente priora y en la cual las sórores de la sobredicha regla [32] viven en grande y copioso número, hayan acostumbrado a hacer los tres votos substanciales, portándose en todas las cosas como [33] verdaderas monjas de la orden de San Agustín bajo del cuidado de los dichosos frailes predicadores, vivan en el servicio de Dios, y con todo esso hasta ahora no hayan tenido el velo negro según costumbre de dichas monjas y por su consuelo espiritual desean traer en adelante según costumbre de las mismas monjas el velo negro, por lo cual nos fue por tu parte humildemente suplicado, que nos dignásemos con benignidad apostólica de atender favorablemente en esta parte a los deseos de las mismas sórores: nos atendiendo favorablemente en esta parte a estos mismos deseos, por la autoridad apostólica, por el temor de las presentes, lo concedemos a ti y que en adelante la priora que por tiempo fuesse en dicha y las sórores de la misma casa presentes y futuras puedan recibir y traer el velo negro de mano del vicario de dicha casa, que en dicho lugar por tiempo residiesse o de otro cualquiera superior de dicha orden. No obstante, las constituciones y ordenaciones apostólicas, ni los estatutos y costumbres de dicha regla, roborados con juramentos o con firma apostólica o con cualquiera otra firmeza ni cualquiera otras cosas en contrario. Dado en Zaragoza, sub annulo Piscatories die VI maji de mil quinientos veinte y dos, primero después que tomamos el oficio apostólico”.

Por este breve del Papa Adriano, se conoce claramente la grande opinión y fama de santidad que tenía nuestra venerable fundadora y la mucha observancia y religión que había en el convento que había fundado y el grande concepto en que estaban todas las religiosas con su santidad, sin que sean necesarios más testigos de la mucha virtud assí de la fundadora como del convento que la dicha bula leída con atención.

Por estos privilegios y bulas consta caramente como este convento se fundó como beaterio solamente y, del mismo modo, que casi por aquellos tiempos, se fundó el beaterio de Piedrahita y hoy en día se conserva, y que las religiosas que en aquel tiempo tomaban el hábito, no eran, ni se podían llamar verdaderas monjas, ni eran propiamente religiosas sino beatas o sórores de la tercera orden de la penitencia de N.P.S. Domingo, porque ni hacían los tres votos substanciales, que son los que constituyen religión, ni traían velo [fol. 8r] negro, ni estaban [34] exemptas de la jurisdicción del ordinario. Pues todo esto lo tuvieron después por privilegio y concesión de León Décimo, como parece por las bulas, que ya van citadas, pero también [35], es cierto que hoy día no son beatas ni se pueden llamar tales, sí monjas y religiosas verdaderas, porque hacen los tres votos solemnes y no simples, como puede ser que digan algunos, pues esto es contra la mente del pontífice, traer velo negro y estar exemptas de los ordinarios y gozar de todos los favores, privilegios y gracias que gozan todas las que son verdaderas religiosas, sin que obste contra esto, el que no profesan clausura y el que en la profesión se llaman sórores beatas de Santa Cathalina de Sena, porque a esto se dice que la clausura no es substancia de la religión, sino un accidente muy conducente al estado religioso mandado observar por los sumos pontífices. Pues antes de San Pío Quinto [36] y del Concilio de Trento, había verdaderas monjas y religiosas y no había clausura y hoy las hay en muchas partes. Y a lo de la profesión se responde con decir que es para mayor claridad, pues con decir que se obligan a guardar la tercera regla de penitencia de Santo Domingo, basta para saber, que deben de guardar solo la tercera regla y no la primera ni segunda y parece solo para dar a entender, no que son beatas en la substancia, sino que solo deban observar las constituciones que observan las beatas, pero en lo demás son y deben llamarse verdaderas monjas y religiosas como más abajo veremos por el breve de Adriano Sexto, que ya antecede.

Últimamente consta de sus bulas cómo este convento fue recibido a la orden muy a los principios de su fundación y, que las religiosas o beatas se sujetaron muy presto a la religión de predicadores, la que les puso luego religiosos que las asistiessen y cuidassen de ellas. Porque en la primera bula que dio León Décimo el año de mil quinientos y catorce dice: que el convento estaba ya bajo el cuidado de los frailes predicadores, lo mismo dice en la que dio el año de mil quinientos y veinte. Y habiéndose finalizado el convento el año de mil quinientos y siete, parece que muy a los principios se sujetó a la religión, pero no consta de cierto que año fue, ni en tiempo de qué general, porque aunque dice el libro antiguo de la fundación de este convento, de que la tradición auténtica que el Rmo. P. General Fr. Vicencio Bandelo de Castronovo visitó por su persona el dicho monasterio en tiempos del Rey Don Fernando y Doña Isabel y le recibió a la orden la vigilia de Pentecostés, el año de mil quinientos diez y nueve, esto ni es cierto ni viene probabilidad de verdad: lo uno porque el Rey Cathólico Don Fernando murió el enero de mil quinientos diez y seis y la Reina Doña Isabel había muerto algunos años antes, con que no pudo ser el año de diez y nueve y lo otro, porque el Rmo. Bandelo murió en el convento de monte alto del Reino de Calabria el día vein- [fol. 8v] te [37] y siete de agosto del año de mil quinientos y siete (consta en el chronicon de la orden, folio 49, cap. 15, s. Hic igitur) en el cual tiempo apenas se había acabado de fundar este convento, según dejamos dicho, con que es cierto, que el Rmo. Bandelo ni visitó este convento, ni pudo recibirlo a la orden. Y también parece cierto que no pudo ser el año de diez y nueve, con que atendiendo a lo que dice el Papa en su bula, parece más cierto que este convento fue admitido por la religión el año de doce o trece, en el cual tiempo era general el Rmo. P. Fr. Thomas de Vio Cayetano.

Otros muchos privilegios concedió este pontífice sobre curatos y beneficios a este convento, los que se guardan en depósito, por todos los cuales consta la grande estimación que hizo León Décimo de nuestra venerable fundadora y lo mucho que favoreció a este su convento. Mas entre tantos favores como le hizo, es singularísimo haberle enviado en dos de abril del año de mil quinientos y veinte una costilla de la seráfica madre Santa Cathalina de Sena, cuya auténtica se conserva en el depósito. Esta grande y preciosa reliquia mandó su santidad extraer del convento de la Minerva de Roma, en donde está el cuerpo de la seráphica madre y se la entregó al P. Fr. Juan de Azcona [38] para que la trajese al convento de religiosas de Santa Cruz de la Magdalena de Aldeanueva, a quien hizo donación de dicha reliquia como consta de su bula que se guarda en depósito.

Fue el P. Fr. Juan de Azcona el primer vicario que puso en este convento la religión. Fue varón de mucha virtud y en todo muy religioso, de mucha oración y retiro, sin que esto le impidiesse el atender al convento de las religiosas, predicándolas y confesándolas y tan observante en todo que fue tenido siempre por todas las religiosas en opinión de santo. Tuvo este santo religioso devoción de visitar los santos lugares de Jerusalén y Roma y fue a cumplir con su devoción el año de mil quinientos y veinte. De vuelta trajo a este convento muchas reliquias y entre ellas la costilla de Santa Cathalina, como va dicho. Por ella ha sido Dios servido de hacer muchos milagros, porque lo primero llegando dicho padre con ella a este convento y aplicada a una religiosa tullida, quedó luego enteramente sana y en prueba de ello fue al instante al refectorio a servir a las demás. En el año de mil seiscientos y doce padecía otra religiosa mal de proplegía, estaba perlática y no pudiendo hablar, pidió por señas y, en la mejor forma que pudo, que la llevassen la costilla de su madre Santa Cathalina, hiciéronlo assí las enfermeras y aplicándosela a la boca luego al punto habló y quedó del todo sana.

[Fol. 9r] Otra religiosa por cierto enfado que tuvo con un religioso de la orden propuso de no confesarse con él jamás, sobre lo que llevada del enojo se echó algunas maldiciones y entre ellas dijo que la lengua se la pegase al paladar si con él se confesase. ¡Caso raro por cierto! Lo mismo fue pronunciar las dichas palabras, que experimentar sobre si la justicia divina, estando buena y sana, en un instante, la acometió un mal tan grande, que parecía tener la lengua pegada al paladar sin poder casi hablar, pero como podía daba a entender que se ahogaba, lo cual visto por las religiosas, la encomendaron a Santa Cathalina de Sena y, tocando la boca con su sagrada costilla, quedó del todo sana y al punto se confesó con el religioso. Igual otros muchos milagros ha hecho Dios por esta preciosa reliquia, por los cuales y por ser cosa tan preciosa, la tienen las religiosas con mucha veneración y devoción, exponiéndola el día de su fiesta a la adoración del pueblo, que devoto, concurre a encomendarse a la santa.

S. IIII

Mercedes que hicieron los reyes y señores del reino a nuestra venerable fundadora.

No solo fue estimada y favorecida la venerable madre Soror María de Santo Domingo de los sumos pontífices, sino que también fue muy querida y venerada de los reyes, grandes y señores de España. Éranlo a la sazón que ella fundó su convento los cathólicos y piadosos Reyes Don Fernando y Doña Isabel de buena memoria, los que como tan amantes y aficionados a las personas virtuosas y a todo género de obras piadosas, conociendo la mucha virtud de la venerable María y su piadoso ánimo en fundar un convento que había de ser de tanto agrado a Dios, la empezaron a favorecer con larga mano, dándola muy crecidas limosnas para la fábrica y ayudándola con su patrocinio en cuanto hubiesse de menester, lo que continuaron después de fundado el convento con tan grande liberalidad, que si ella hubiera acceptado las limosnas y ventas que la daban, fuera este convento de los más opulentos y ricos de todo el reino. Mas como no eran sus intentos dejar a sus hijas ricas de bienes del mundo, sino pobres y desnudas por Christo para lograr solo las riquezas del cielo, renunció con modestia y humildad todas las ventas que la ofrecían, aunque por atención a tan piadosos príncipes, acceptó una limosna anual de cien ducados que la daban sus altezas, sin más carga que los encomendassen a [fol. 9v] Dios las religiosas, lo que continuaron por todos los días de su vida y después sus hijos y nietos Don Phelipe primero, el emperador Don Carlos, Don Phelipe segundo, tercero y cuarto.

Mas adonde se conoció el alto concepto que tenían estos serenísimos reyes de la virtud y santidad de nuestra venerable fundadora, fue en darla una riquísima joya muy de su estimación y que luego ella acceptó de buena gana y con más gusto que todas riquezas y ventas que la daban, como fue la imagen del Santísimo Cristo de las Batallas, que hoy se venera en este convento, alhaja tan preciosa y de tan grande estimación para las religiosas, que no la trocaran por todas las joyas y riquezas del mundo. Esta hermossísima y prodigiosa imagen la traían los Reyes Cathólicos en sus reales en todas las fuerzas y batallas, que contra los moros hubieron, que por esso la intitularon el Santísimo Cristo de las Batallas, con cuyo título hoy día se venera. A su continuo, cuanto milagroso patrocinio debieron estos Cathólicos príncipes sus mayores conquistas, como claramente lo manifestó su majestad con un evidente y singular milagro [39], porque estando para dar una batalla y llamando e invocando los españoles en su ayuda, según tienen de costumbre el Apóstol Santiago patrón de España, habló el Santísimo Christo diciendo en voz clara y que percibieron todos: que no era necesario otro socorro estando el allí [40], lo cual publicado por todo el ejército, fue causa para que en adelante fuese [41] tenida en mayor veneración la sagrada imagen y, en señal de este muy maravilloso succeso, se quedó con la boca abierta, como hoy en día se advierte registrándosele los dientes, la lengua y todo el cielo de la boca.

Otro prodigio se vio también en esta sagrada imagen en tiempo del señor Phelipe segundo, cuando cazalla andaba diseminando sus perversos dogmas y herejías por Castilla, porque por algunos días sudó el Santísimo Christo, como fue visto y notado por todas las religiosas y religiosos, de los cuales uno limpió el sudor del divino rostro con un purificador y de esto hay pública e inconcusa tradición entre las religiosas y de madres a hijas.

Por los años de mil seiscientos y cinco obró otro milagro con una religiosa de este convento llamada Sor María de la Natividad. Padecía esta en un pecho un cancro del tamaño [42] de una naranja. Curáronla los médicos y cirujanos con todo cuidado, pero viendo lo poco que aprovecharon los remedios que la aplicaban, conocieron no tener cura la herida y así se la dijeron a la religiosa, la cual llena de fe, acudió a buscar el remedio de su necesidad en esta sagrada imagen, de quien era devotíssima y no se halla frustrada su esperanza, [fol. 10r] porque acabada una novena que hizo al Santísimo Cristo, tocó en el último día un pañito a la sagrada imagen y se lo puso sobre el pecho herido y luego al punto se halló la sana y libre de su enfermedad, acudiendo al choro a dar gracias a Dios y a los demás oficios como lo tenía de costumbre. Igual también sanó, acudiendo a la misma imagen otra religiosa llamada Soror María de Santa Inés, de un cáncer que padecía en el pecho. No pudo el médico, ni cirujano, atajar este tan penoso mal por más remedios que la hicieron; antes con ellos se ponía peor y tanto que llegaron a desahuciarla, mas no por esso perdió la religiosa la esperanza de remedio, acudiendo al médico divino por esta su sagrada imagen. Y fue [43] tal su fe, que antes de acabar una novena que hacía para impetrar su misericordia, se halló del todo sana y restituida a su antigua salud, con solo haber puesto sobre la llaga un pañito tocado a la sagrada imagen.

Otros muchos milagros está haciendo continuamente esta prodigiosa imagen dentro y fuera del convento, que por ser tan notorios, los podrá averiguar fácilmente el que quisiere saberlos y no se ponen aquí por no hacer mas profusa esta relación. Pero no puedo omitir un prodigio visto y experimentado y por tal tenido por todas las señoras de este convento y es que desde que en él está esta sacratísima imagen, no ha entrado dentro de las puertas del convento peste, ni otro algún mal contagioso [44]. Y esto aunque lo haya habido en los lugares circunvecinos y en el mismo Aldeanueva, ni se ha conocido jamás pegarse a alguna religiosa o seglar del convento, aunque hayan entrado en él personas heridas del contagio. ¡Prodigio grande por cierto! el cual hemos experimentado este año de mil setecientos treinta y seis. Pues habiendo padecido los lugares circunvecinos una prolija y contagiosa enfermedad y habiendo entrado en el mismo lugar de Aldeanueva, de la cual han muerto muchas personas y casi todas la han padecido, no solo no ha entrado en el convento, sino que parece que jamás han estado las religiosas y seglares más sanas como en este tiempo con ser assí, que cada instante están los convalecientes tratando con las religiosas el remedio de sus necesidades, lavándolas la ropa y haber durado desde enero hasta hoy, veinte y nueve de octubre, en que esto se escribe, en el cual día son muchos los que hay en las casas bien malos y lo que más es, que esto mismo se experimenta con los criados del convento, los cuales también han reservado la enfermedad, todo lo cual se atribuye a milagro [fol. 10v] del Santísimo Christo, como lo dice el mismo médico. Bendito sea su majestad por siempre jamás, porque assí atiende y mira por sus siervas. Por esto pues es venerado con singular devoción no solo de las religiosas y vecinos de Aldeanueva sino de todos los lugares alrededor: Barco, Piedrahita y de muchas leguas más allá, de donde acuden a venerar esta milagrosa imagen un numeroso concurso el día segundo de Pentecostés, día en que esta religiosa comunidad le hace la fiesta sin que en lo restante del año dejen también de venir a implorar el auxilio divino y a buscar el remedio a todas sus necesidades.

La figura que el Santísimo tiene es de Nazareno de la cintura arriba, corona de espinas y cruz a cuestas, el rostro es hermossísimo y devotísimo y es común voz entre las religiosas que muda colores. Dicen que le pintó San Lucas y confírmanlo, porque habiendo traído los maestros más afamados para ver si le podían poner dos dedos que le faltan, sin saber como y de cuando, ninguno se ha atrevido a ponérselos y aun uno dijo, que le parecía que la encarnación y barniz que tenía le parecía imposible fuesse obra de la tierra, sino negocio más que humano. Igual esta hoja tan preciosa dieron los santos Reyes Cathólicos a este convento, en lo cual se conoce la grande estimación que tenían a su venerable fundadora. Por esto vive y vivirá entre las religiosas su memoria encomendándolos a Dios continuamente en todas sus oraciones. Con el ejemplo de tan piadosos príncipes hicieron lo mismo los grandes y señores del reino favoreciendo con nobles y christianos ánimos a la venerable María, assí en la fábrica del convento, como en el sustento de las religiosas, aunque la venerable madre tomaba, como dijimos arriba, solo lo necesario y preciso, porque quería más pobres que ricas a las religiosas.

S. V.

Fundadoras que han salido de este convento para otros y muerte de la venerable fundadora.

Entre los elogios de este insigne convento no es el menor el haber sido madre de otros muchos y el haber salido de él muchas religiosas a fundar otros monasterios en diversas partes, porque era tal el crédito que tenía la venerable María de Santo Domingo por toda España y tal la fama del convento que había fundado, que otros señores y señoras, deseosos del bien de las almas, se determinaron con su ejemplo a fundar otros beaterios y conventos con sus rentas, para lo cual sacaron de este convento de Santa Cruz de Aldeanueva, con licencia de los prelados de la orden, muchas religiosas por prioras y fundadoras de los nuevos monaste- [fol. 11r] rios, pareciéndoles, y bien, que para plantar en cualquiera parte la observancia regular y la vida religiosa eran las más propias las madres de esta casa. De estas fueron a los conventos de San Phelipe de la Penitencia y Corpus Christi de Valladolid, la madre Soror María de los Ángeles y su hermana la madre Soror María de San Francisco, señoras en el siglo nobilísimas de la casa de los Manriques y Toledos, en la religión religiosas de especialíssima virtud, como después diremos. También fueron por prioras a los conventos de la Penitencia de Salamanca, de las Fajardas de Medina del Campo, Trujillo, Toro y de Mendoza, Soror Gabriela de Guevara y Soror María de la Orden del Barco, todas religiosas de gran virtud y propíssimas para el intento de fundar y reformar conventos, como se vio por la experiencia, porque en muchos conventos, restituyeron a su antiguo vigor la observancia regular y en otros la plantaron de nuevo con grande alegría de los prelados de la religión, que miraban en cada señora de estas el espíritu y fervor de la venerable María de Santo Domingo. Y en cada uno de estos conventos, que les cupo esta fortuna, el mismo vigor, virtud y observancia que en el convento de Santa Cruz de Aldeanueva había impuesto su fundadora, esse plantaron y recibieron gustosas las que lograron ser súbditas de tales preladas.

Todo esto se debió a la grande virtud y santidad de la venerable María de Santo Domingo y a aquel grande espíritu con que Dios la dotó, el cual procuró introducir en todas sus hijas a costa de mucha oración, ajunos, disciplinas y otras muchas mortificaciones y penitencias, que ejecutaba con tan grande fervor, que obligaba a las más tibias a ser fervorosas. Toda su vida fue un continuo movimiento para el cielo: era la primera en todos los ejercicios y oficios de la comunidad, sin que jamás quisiesse admitir dispensación alguna por más débil y cansada que se hallase. Su oración fue continua y fervorosa, sus ayunos, disciplinas y asperezas fueron rigurosísimas. Su espíritu y fervor era tan conocido entre las religiosas, que jamás la oyeron plática alguna de las muchas, que las hacía, que no se moviesen a ternura, devoción y lágrimas.

Era humildíssima, pues siendo madre de todas, se tenía por la más inferior y vil criatura. Fue extremada su pobreza y conociose en no querer admitir las rentas y riquezas que la daban los reyes y señores de España. Su castidad fue tan grande, que la movió y estimuló a fundar este convento, para el bien de los prójimos. Finalmente en todas las virtudes fue singular, pero especialmente la dotó Dios de una muy rara paciencia, con la cual sufrió y toleró con ánimo firme y constante muchas [fol. 11v] y grandes contradicciones y persecuciones que tuvo. Porque dejando aparte las muchas que padecería en la fundación de este convento, pareciéndoles a muchos locura y desatino su celo y espíritu, fueron grandes y terribles las que el demonio envidioso del mucho fruto, que hacía en las almas, levantó contra ella en los últimos años de su vida. No nos dice la historia como fueron estas persecuciones, pero puede creerse que serían a medida de la rabia, que tenía este infernal enemigo contra ella, procurando por todos los modos, que le dictaba su astucia derribar su constancia y mover su espíritu a impaciencia, porque alentada su alma de la gracia divina, se dejaba toda en las manos de Dios sin dar el más leve indicio de indignación, impaciencia ni turbación. Pues como el señor la quería acrisolar, permitió al demonio la tentasse por varios modos, pero nunca por más que hizo, la halló inconstante y sí, siempre muy conforme.

Assí pues, purificada y acrisolada como oro finísimo, nuestra santa en el fuego del amor y aguas de la tribulación, salió su purísima alma del cuerpo para entrar en las moradas eternas, como piadosamente podemos creer, en donde goza y gozará para siempre el premio de sus muchas y heroicas virtudes. Fue su muerte muy sentida y llorada de todas sus hijas, aunque templaba el dolor el saber [que] la tenían en el cielo por abogada. Su cuerpo le enterraron a la puerta del refectorio, como ella lo había pedido por su mucha humildad, en donde espera la universal resurrección en compañía de sus dos hermanas. Fue mujer singularísima y en todo rara, amada de Dios y de los hombres, celossísima del bien de las almas y de admirable e inculpable vida, por lo cual no parece [que] puede haber duda en que está gozando de inmensa gloria, como se lo reveló Dios al venerable P. Fr. Juan de Azcona, su confesor [45], el cual predicando al siguiente día de su muerte dijo, en medio del sermón: “mi hija María de Santo Domingo se subió al cielo”, palabras que templaron en todo las lágrimas de sus hijas. No tenemos noticia si después de muerta obró Dios algunos prodigios por su intercesión, pues es creíble no dejaría el cielo de dar algún testimonio de su santidad, cuando viviendo en este mundo se dijo bien claro: porque todo cuanto tomaba en las manos se aumentaba y crecía a medida de las necesidades que pedían prompto socorro, pero el mayor testimonio que tenemos de su santidad es la mucha religión y virtud que siempre ha habido y al presente hay en este convento, lo que podemos atribuir piadosamente a los singulares méritos y poderosa intercesión para con el todo poderoso de su santa fundadora.

Capítulo 2

[Fol. 12r] S. I

Elección de priora que se hizo de la venerable madre Soror María de la Asumpción y sus admirables virtudes y trabajos.

Muy [46] sentidas y lastimadas quedaron las venerables religiosas de este ilustre convento de Santa Cruz de Aldeanueva con la muerte de su santa fundadora, la madre Soror María de Santo Domingo. Era esta gran sierva de Dios, madre amantísima de todas y alma y corazón de todo aquel gran cuerpo religioso y, como al ausentarse el alma del cuerpo es natural el sentimiento en todos los miembros, assí fue muy justo y muy debido el llanto en todas aquellas queridas hijas por la muerte de su amantíssima madre y por la falta de su corazón y de toda su alma. Trataron luego que depositaron su venerable cadáver en el sepulchro de darla succesora y de elegir priora de toda aquella observantíssima comunidad, en lo que hubo poco que discurrir, atendida la prudencia humana. Pues aunque había muchas merecedoras de esta honra por su nobleza, virtud y méritos, a todas les pareció y bien fundadas, que ninguna mejor podía ocupar mejor la silla y llenar el vacío de tan gran madre como su hermana la venerable María de la Asumpción, por lo cual de común consentimiento fue elegida (aunque con repugnancia suya) por priora, madre y maestra de toda aquella religiossísima comunidad con tan grande aplauso y regocijo de todas aquellas siervas de Dios, que sola esta elección fue bastante para mitigar su dolor y enjugar las lágrimas por la pérdida antecedente. Igual no obstante, lo que va referido, no parece ser lo más cierto el que sucediese en el oficio de priora a la venerable fundadora, su hermana María de la Asumpción, pues consta por algunas escrituras que existen en depósito, haberla seguido la madre María de San Christóbal, ni se halla en dichas escrituras, siendo muy antiguas, la madre Asumpción, priora hasta el año de mil quinientos cuarenta y uno [47].

Lo cierto e indubitable es que la venerable madre María de la Asumpción fue hermana por naturaleza de nuestra santa fundadora y fuelo también por la gracia, pues fue tan gran sierva de Dios como ella. Debió lo principal de su virtud a la buena y santa educación de su venerable hermana, porque habiendo muerto sus padres en lo más tierno de su niñez, quedó bajo la tutoría y disciplina de su hermana mayor, la madre María de Santo Domingo, como ya queda dicho arriba. Procuró esta santa mujer luego que se encargó de su crianza apartar de su corazón el amor al mundo y a sus vanidades [fol. 12v] y falacias, criándola con grande temor de Dios y tan grande amor a la virtud, retiro y soledad como después lo declaró lo prodigioso de su vida y lo heroico de sus admirables virtudes. Luego que la edad lo permitió, se dedicó al bien y a la utilidad de las almas, ayudando a su santa hermana en aquel laborioso y caritativo ministerio de educar y enseñar niñas y niños con tan singular espíritu y fervor que en nada se echaba menos el de su santa hermana. Ella era la que cuidaba de darlas lección, de enseñarles la doctrina christiana, del asseo y limpieza de todas y, sobre todo, de que fuessen buenas christianas, sirviessen a Dios, lo que hacía más con su ejemplo que con sus palabras.

Así empleó esta santa mujer los primeros años de su vida, hasta que fundado el convento de Santa Cruz de la Magdalena de Aldeanueva, fue la primera que se encerró en él y tomó el hábito de beata de N.P.S. Domingo en el año de mil quinientos y siete de manos de su santa hermana nuestra venerable fundadora, la víspera de la Asumpción de Nuestra Señora, circunstancia que pudo ser ocasión de llamarse Soror María de la Asumpción y que la hizo su cofundadora de este ilustre convento, no solo por haber empleado su patrimonio en su fundación, sino por haber sido la primera, que siguió en todo las pisadas de su venerable fundadora. Luego que se vio con el santo hábito, reconoció que tenía mayor obligación de servir a Dios que antes y ayudado su espíritu de la gracia divina empezó una vida tan penitente, tan austera y tan mortificada que fue un vivo retrato y ejemplar de su santa hermana. Era observantíssima de sus leyes y constituciones, jamás comió carne desde que tomó el hábito, sus ayunos eran como los de la primitiva Iglesia, porque solo comía una vez al día y esso con singular templanza. Nunca cenaba, ni hacía colación, su cama era el duro suelo, cuando mucho, usaba de una tabla. Sus disciplinas, silicios y penitencias eran tales, que horrorizaban a todas las religiosas. En el silencio y retiro era extremada, no hablaba, sino cuando la necesidad lo pedía y en fin era tal su vida, que parecía haber renacido en ella el espíritu penitente de la seráfica Virgen Santa Cathalina de Sena. Con tan extremada penitencia y aspereza de vida conservó su alma limpia de toda culpa, adornándola de muchas y singulares virtudes, porque era humildíssima y tanto, que siendo su vida angelical, le parecía ser la mayor pecadora del mundo y por tal quería ser tratada de todas. Su paciencia fue admirable, como después veremos, su obediencia ciega, su mansedumbre rara y sobre todo su caridad y conmiseración para con los próximos fue tal, que por todos los medios procuraba el remedio de sus necesidades, assí espirituales como temporales. A todas estas virtudes juntaba una prudencia grande, [fol. 13r] con la cual trataba con singular destreza los negocios assí de casa, como fuera de ella, de que tuvieron las religiosas larga experiencia en las diligencias que practicaba su hermana y para las que hacía dilatadas ausencias. No siendo menos la afabilidad que tenía para con todos, por lo cual dominaba de tal manera los corazones de todas aquellas venerables mujeres, que muerta su santa hermana, fue al punto elegida sin oposición, ni contradicción alguna por priora de esta casa y fue la segunda que hubo en ella, según la más cierta tradición y es muy creíble fuesse assí, no obstante lo que refieren las escrituras antiguas, pues atendiendo a los méritos de la difunta fundadora, su hermana, y a que por su conocida virtud no lo desmerecía y que a las religiosas no les tiraría la carne y sangre, se debe creer assí lo hiciessen.

No resplandeció menos su virtud siendo priora que siendo súbdita. Antes si como luz colocada sobre el candelero, empezó a arrojar tales resplandores que obscurecían las muchas luces, que había en esta gran casa, porque assí como la luz del sol al medio día no deja brillar a las estrellas, assí la mística luz de esta gran sierva de Dios ocultaba con sus rayos los resplandores de tantas estrellas como había en este gran firmamento dominicano, no porque dejassen de ser luces, sino porque era mayor y más tersa la luz de su venerable prelada. Era la primera en todo, sin jamás admitir dispensación alguna por enfermedad y ni por otra cualquiera causa, en los oficios más humildes y bajos del convento estaba como la más humilde novicia. A todas animaba, a todas consolaba con sus pláticas y dulcísimas palabras y mucho más con su grande ejemplo, con el cual se animaban tanto aquellas venerables religiosas, que en más de treinta años, que obtuvo el oficio de priora, en nada decayó el grande rigor y observancia con que este convento se fundó.

No pudo el demonio sufrir tanta virtud como había en la venerable madre y lleno de infernal rabia, intentó por todos los medios que le fueron permitidos, derribarla y afearla. Aparecíasele en horribles figuras provocando con palabras y acciones turbar su espíritu e inquietar su alma, mas viendo el poco caso que hacia la sierva de Dios de todas sus amenazas, pasó de las palabras a las obras dándola recios y crueles golpes, arrojándola de las escaleras abajo y hiriendo lastimosamente su delicado cuerpo, la dejaba tan quebrantada, que parecía estar en las agonías de la muerte [48]. Pero la venerable priora se armaba para tan fuerte batalla de una larga y prolija oración y de un continuo ayuno, que son las armas fuertes y más firmes para vencer a este terrible adversario, velaba y oraba gastando casi toda la noche en este devoto ejercicio. Por esso no caía en la tentación, porque salía de la oración tan valiente, robusta y fervorosa, que ella misma desafiaba y provocaba a la batalla a esta bestia infernal. Rabiaba de furor el demonio viéndose vencido de una mujer flaca y débil y, dándole Dios licencia procuró rendirla por otros medios más terribles [fol. 13v] y horribles e igualmente sensibles, como fue levantarla una furiosa tempestad de persecuciones y contradicciones nacidas de muchas emulaciones y envidias entre sus hijas y hermanas [49], que movidas del espíritu de satanás la persiguieron terriblemente y contradijeron terriblemente poniéndola mal con los prelados de la orden. Assí consta de libro antiguo de profesiones, Fol. 2 y siguientes. […] [Fol. 15r]

S. III

Favores que hicieron a este convento los excelentíssimos señores Duques de Alba.

Entre los muchos favores, gracias y mercedes, que ha logrado este convento de Santa Cruz de Aldeanueva de los reyes y grandes y señores de estos reinos, siempre fueron y han sido singularíssimos los que ha recibido de la excelentísima casa de Alba. Ya vimos arriba los muchos que hicieron a la venerable María de Santo Domingo los sereníssimos Reyes Cathólicos Don Fernando y Doña Isabel. sus hijos, nietos y otros muchos señores de España, y si bien parecía muy a propósito el referir allí los grandes favores, que han hecho los excelentíssimos Duques de Alba, assí a la dicha venerable fundadora, como a todo el convento, los dejamos con reflexión para esta ocasión por referirlos todos juntos y huir los inconvenientes de la repetición.

En la primera fundación de este convento eran Duques de Alba los excelentíssimos señores Don Fadrique Primero y Doña Isabel de Zúñiga. Eran estos príncipes muy piadosos y devotos, muy amadores de la virtud y muy afectos a todo lo bueno, y como tales estimaban y veneraban a la venerable madre María de Santo Domingo por su mucha virtud y santidad, siendo los primeros que promovieron sus santos intentos de fundar este convento con sus muchas limosnas, con las cuales se animó a dar principio a una obra tan del agrado de Dios. Quisie- [fol. 15v] ron sus excelencias hallarse presentes al comenzar la fábrica, por complacer en esto a la venerable fundadora y porque su ejemplo y devoción animasse a otros a concurrir con sus limosnas, premiando Dios su buena voluntad con el milagro de dividirse la piedra en forma de Cruz, de que ya hemos hecho mención. Prosig[u]iose la obra con las limosnas que dieron personas pías; pero lo principal fue a costa de su excelencia, la cual acabada perfectamente con iglesia, claustro, dormitorios y demás oficinas necesarias, el día catorce de agosto del año de mil quinientos y siete, tomó a su cargo el excelentíssimo Duque Don Fadrique de ornamentar la iglesia con todos sus ajuares poniendo en la sachristía muchos ornamentos, alhajas y otras muchas cosas preciosas para la mayor veneración y decencia de culto divino, de las cuales hoy no ha quedado ninguna por haber perecido todas lastimosamente en el voraz incendio que va referido haber padecido este convento en el año de mil quinientos sesenta y cinco.

No [50] paró en esto la liberalidad y magnificencia del excelentíssimo duque, porque padeciendo el monasterio penuria de agua para regar la huerta y para las cosas necesarias de la casa, dio privilegio su fecha en Alba en once de febrero de mil quinientos veinte y siete para que del agua y fuentes que goza el concejo de Aldeanueva, se le diesse al convento un día cada semana, el cual privilegio subsiste hoy por haberlo comprado sus excelencias. Finalmente después de haber dado este excelentíssimo duque muchas limosnas extraordinarias para el sustento de las religiosas, dotó al monasterio [51] en quinientas fanegas de trigo y cuarenta cántaros de aceite para las lámparas que arden delante del Santísimo Sacramento y delante del Santísimo Christo de las Batallas, situados en su lugar de la abadía, cuya limosna han continuado todos los excelentíssimos duques sus succesores hasta hoy, aunque minorada por la escasez de los tiempos, pues al presente solo dan trescientas fanegas de trigo, siete cántaros y veinte y seis cuartillos de aceite.

Hallándose las religiosas de esta casa tan beneficiadas y favorecidas del excelentissímo señor Duque Don Fadrique y de la señora Doña Isabel de Zúñiga, su mujer, les ofrecieron en remuneración a tantos beneficios, el patronato de este convento con todas las prerrogativas y privilegios que se deben [52], según derecho a los patronos y fundadores de conventos, lo que su excelencia accepta gustoso y agregó a su casa y estados perpetuamente como hoy en día se observa. También se obligaron entonces las religiosas a recibir para siempre en dicho convento sin dote, tres plazas enteras, o seis medias [fol. 16r] plazas para que su excelencia y los demás señores succesores puedan nombrarlas, como actualmente se practica. Por aquí consta que el único patrono de este convento ha sido el excelentíssimo señor Duque de Alba y no otro alguno. Y obtuvo esta nobilísima casa este patronato muy a los principios de su fundación, por haber sido el primero a quien le ofreció esta comunidad el señor Don Fadrique primero que era [53] duque cuando se fundó.

Estos mismos favores y limosnas han continuado siempre los señores Duques de Alba y todos los descendientes de esta nobilíssima casa a este su convento. El señor gran prior de Castilla, Don Fernando de Toledo, fue afectíssimo a este monasterio y mientras vivió le hizo considerables limosnas a imitación de su padre Don Fadrique. Lo mismo hicieron los señores Don Antonio de Toledo y Don Rodrigo de Toledo, ambos también gran priores de San Juan, los cuales daban cada año mil fanegas de trigo a esta casa y además todo el gasto necesario para las enfermas. Los excelentíssimos señores Don Fernando Álvarez de Toledo, el grande y la señora Doña María Henríquez Toledo, su mujer y prima hermana, ya hemos dicho arriba lo mucho que favorecieron a este convento en su lastimosa ruina, cuidando el sustento y regalo de las religiosas todo el tiempo que duró la reedificación del convento, que se hizo a costa de su hacienda y después dándoles otras muchas limosnas. Pues el señor Don Fernando les señaló una limosna anual de cinco mil más y la señora Doña María daba todas las gallinas necesarias para las enfermas. Lo mismo hicieron otros muchos señores y señoras de esta casa, de las cuales muchas ennoblecieron este convento con sus personas tomando el hábito de N.P.S Domingo. Y lo mismo han continuado los excelentíssimos duques, sin haberse conocido jamás quiebra, ni menoscaba en el afecto y devoción a este su convento, por lo cual siempre han sido tenidos en aquella veneración y respeto que se debe a tan grandes bienhechores de esta casa, cuidando las religiosas de encomendarlos a Dios en todas sus oraciones assí de comunidad, como en particular.

S. IV

Muerte de la venerable María de la Asumpción y de su hermana María de los Santos.

Volviendo a la venerable María de la Asumpción, más se puede considerar que escribir el gozo que tuvo su espíritu viendo acabado el monasterio con todas las oficinas necesarias, iglesia, claustro, refectorio, dormitorios y todo lo demás que en un convento es preciso, y todo muy sumptuoso en el mismo sitio en donde al principio se había fundado. Procuró [fol. 16v] luego venirse a él con sus religiosas, lo que ejecutó habiendo dado primero las gracias assí a la señora Duquesa Doña María Henríquez Toledo, como a la villa del Barco por la mucha caridad con que habían asistido en su aflicción a las monjas y más en particular a la excelentísima duquesa por haberlas reedificado con tanta magnificencia el convento con todas aquellas expresiones de afecto y agradecimiento que su mucha discreción la dictaban todo el tiempo que se detuvieron las monjas en el Barco, puso gran cuidado en que no decayesse en nada la mucha religión y observancia que en este convento siempre se había profesado y que no fuesse miserable despojo de la relajación el espiritual edificio de este monasterio como lo había sido de la voracidad del fuego lo material de su fábrica. Y consiguiolo a muy poca diligencia, porque todas aquellas religiosas eran observantes de sus sagradas leyes, tan atentas a sus obligaciones y tan deseosas de servir a su esposo Jesús, que muy poco o nada, tuvo que hacer la venerable priora para mantener estos corazones en el amor de Dios y desprecio del mundo.

Aumentó este cuidado luego que se vio en su deseado retiro, pareciéndola que ya se hallaban las monjas nuevamente obligadas a servir con mayor fervor a su esposo. Traílas a la memoria en sus continuas y fervorosas pláticas los muchos beneficios que habían recibido de la poderosa mano de Dios en todos aquellos tiempos tan calamitosos. Animábalas a permanecer en sus santos propósitos, exortábalas a la más rígida observancia y cumplimiento de su profesión y, finalmente movíalas tanto con su afabilidad y ejemplo a todo lo bueno que en nada se echaba menos el primitivo fervor de su venerable fundadora [54]. Hallábase a esta sazón esta sierva de Dios en los últimos años de su vida y muy cercana a la muerte por su mucha ancianidad, mas con todo esso era la primera a todas las funciones de la comunidad y, aunque débil en el cuerpo, se hallaba muy fuerte su espíritu, aumentando ahora más sus vigores y asperezas para lograr los últimos abrazos de su amantísimo esposo. Murió la venerable María llena de años y de méritos y con grandíssima opinión de santa, a muy pocos años después que se reedificó el convento [55]. Fue mujer ejemplarísima y, en todo, un retrato de su santa hermana y verdadera hija de N.P.S Domingo, por lo cual podemos piadosamente creer que su alma voló luego al cielo a recibir el premio de sus muchas y heroicas virtudes. Su cuerpo fue enterrado en el sepulchro de su misma hermana a la puerta del refectorio por haberlo ella pedido por su humildad y por parecerlas a las religiosas que debía estar en muerte unida a la que tanto debió y se pareció en vida. [Fol. 17r] Casi por este mismo tiempo vino también a morir otra tercera hermana de la venerable fundadora, llámase esta Soror María de los Santos. Criola también desde muy niña su santa hermana cuidando mucho que saliesse en todo buena cristiana y muy temerosa de Dios. Como tenía a la vista dos tan grandes ejemplares de virtud en sus dos hermanas mayores, procuró desde luego imitarlas siendo la segunda que tomó el hábito de beata de N.P.S Domingo de mano de su hermana la madre María de Santo Domingo en este convento, en el cual vivió todo lo restante de su vida con opinión de muy virtuosa. No tenemos noticia particular de sus virtudes, ni de su vida, pero habiendo sido educada en la escuela de sus santas hermanas y de las primeras que tomaron el hábito en este observantíssimo convento, no hay duda sería su vida muy parecida a la de sus dos venerables hermanas. Y en esta opinión la trae el libro antiguo [56] de la fundación de este convento, diciendo que vivió y murió santamente y que fue enterrada en la sepultura de sus dos venerables hermanas, a la puerta del refectorio, en donde hoy se ve con una piedra labrada encima. Y el haberla dado esta sepultura es señal de su mucha virtud, pues si no fuera assí, no se hubieran atrevido las monjas a enterrarla en donde estaban enterradas dos grandes siervas de Dios, como eran sus dos hermanas. Y assí dándola sepultura tan honrosa dieron a entender aquellas venerables madres, que Soror María de los Santos no desmerecía en la muerte el desunirse de aquellas con quienes en vida había tenido tanta unión assí por la naturaleza como por gracia.

Notas

[1] El margen derecho del fol. 1r está bastante dañado y se cotejarán algunas palabras con una versión modernizada del texto. En el manuscrito aparece “conven”, cotejamos con la versión modernizada: “convento”.

[2] Nuestro Padre Santo.

[3] El final de esta palabra está cortado, cotejamos con la versión modernizada y efectivamente es “sentido”.

[4] Al margen: “A Serm. 2. in Natali. Virg.”.

[5] Del mismo modo, la parte izquierda del fol. 1v está bastante dañada y hay palabras que no aparecen y se cotejarán con la versión modernizada.

[6] Solo se lee “do”: cotejamos con la versión modernizada, “cuando”.

[7] Por “virgines”.

[8] Muy Reverendo Padre.

[9] Urbano VIII fue Papa desde 1623 a 1644, un siglo antes que esta relación empieza a escribirse. No está muy claro por qué se hace referencia a Urbano VIII en este prólogo.

[10] Por “remedo”.

[11] Al margen: “Año de 1480” aclarando lo que presenta en letra en el cuerpo del texto.

[12] Existe cierta discrepancia sobre el ancestro paterno de Sor María, ya que en el Libro de la oración y en la defensa del Padre Peña, se hace referencia a unos padres de origen humilde y campesino, considerados cristianos viejos. Sí es cierto que aquí y en las vidas anteriores se enfatiza que la madre sí es de origen humilde y campesino.

[13] La historia de estos tres niños está incluida en el Libro de Daniel del Antiguo Testamento. Tres niños se niegan a adorar a una estatua babilónica mandada construir por Nabucodonosor II. Por falta de obediencia, los condena a muerte y los arroja a un horno, en el cual sobreviven a las llamas ayudados por un ángel.

[14] Se ha expandido una abreviatura no frecuente de convento, en la que aparece conv. y en la parte superior de la v, se añade to.

[15] Como en las vidas anteriores editadas en este catálogo, se hace referencia a la faceta de María como educadora de niñas incluso antes de unirse a las dominicas. En el párrafo siguiente se resalta la popularidad de las tres hermanas como educadoras de la doctrina cristiana.

[16] Contrasta este dato con el de María de Santo Domingo como mujer analfabeta.

[17] El Duque de Alba fue gran defensor de Sor María de Santo Domingo y el gran impulsor de la fundación de Aldeanueva. Como han discutido Rebeca Sanmartín, Jodi Bilinkoff y Borja de Cossío, la relación entre Sor María y Fadrique de Toledo se asemejaba a la que Lucia de Narni tuvo con el Duque de Ferrara. Sor María supo de esta relación por una carta que llegó a Aldeanueva difundiendo la santidad de Lucia Narni y le sirvió como ejemplo a imitar y mecanismo de defensa (Rebeca Sanmartín Bastida, La representación de las místicas: Sor María de Santo Domingo en su contexto europeo, Santander: Real Sociedad Menéndez Pelayo, 2012, p. 322; Jodi Bilinkoff, ““A Spanish Prophetess and Her Patrons: The Case of María de Santo Domingo,” The Sixteenth Century Journal 23, no. 1 (Spring 1992), p. 26.; Borja Gama de Cossío, “Women, Communities of Letters and Transnational Connections,” Magistra: a Journal of Women’s Spirituality in History, Winter 2018, p. 40)

[18] Al margen se indica: “Día 13 de septiembre año de 1504. Fue la fundación?” quizá poniendo en duda esta fecha. Más abajo, también al margen “Y el año de 1507 se concluyó la víspera de la Asunción el 14 de agosto”. Estos datos, de todos modos, coinciden con las otras dos vidas, editadas en este catálogo.

[19] Por “tiembre”.

[20] Por “monstraba”.

[21] Por “amantasima”.

[22] Referido aparece acentuado en esta ocasión en la segunda e: “reférido”, por lo que se ha adaptado a las formas de acentuación modernas.

[23] En el manuscrito el artículo “los” aparece repetido, se ha decidido eliminar uno de ellos al haber sido un error del escriba.

[24] Por “tamien”.

[25] Cayetano fue, en un principio, uno de los grandes seguidores de Sor María. Después de unas supuestas amenazas de Sor María a Cayetano en trance, este cambió su parecer y se convirtió en uno de sus mayores detractores, ya que temía que sus trances y bailes trajeran vergüenza a la orden (Sanmartín, La representación de las místicas, 308)

[26] Por “misericardia”.

[27] Por “alprente”.

[28] En el prólogo, de todos modos, se especifica que este manuscrito es de 1737.

[29] Por “este”.

[30] En el manuscrito del siglo XVII también se hace referencia a este viaje a Roma. Tanto en El libro de la oración como en las Revelaciones no se hace referencia a ninguna visita de Sor María a Roma, ya que estas obras se compilan para probar la veracidad de sus milagros entre 1509 y 1511. Aquí se ofrece más información de la vida posterior de Sor María como priora de su convento y reformista. Se puede observar el poder dentro de la orden, la popularidad y la estima entre sus seguidores, que Sor María alcanzó después de su polémica. Tanto este manuscrito como en el del siglo XVII y el de 1709 dan la misma información sobre su visita a Roma, aunque Rebeca Sanmartín afirma, en su próximo artículo en Archivio Italiano per la Storia della Pietà, que ese asunto no está nada claro, ya que no se incluye ninguna información sobre su visita a Roma en ninguna de las bulas conservadas en el convento de Mosén Rubí.

[31] Por “del”.

[32] Al margen: “súplica”.

[33] Al margen: “N…”

[34] El original presenta “están”, pero se enmendó el texto con un “ba” encima de las letras “an”, por eso se transcribe “estaban”.

[35] Al margen “N.”.

[36] Pío V fue Papa de 1566 hasta su muerte en 1572, fue beatificado por el Papa Clemente X en 1672 y finalmente canonizado por Clemente XI en 1712. Se explica como antes de su papado las monjas no debían llevar a cabo la clausura, de ahí se explican las muchas actividades fuera del convento que María solía profesar como pasearse montada en una mula. Es la única instancia donde aparece el nombre del papa con número romano, pero lo regularizo a “Pío Quinto” para mostrar coherencia con los demás casos.

[37] Al margen: “chron. orni”.

[38] El Padre Azcona testifica en el cuarto proceso de Sor María y tenía buena reputación y estima entre las religiosas de la fundación de Aldeanueva.

[39] Al margen: “Milagros del Santo Christo de las Batallas”.

[40] Estas palabras del Cristo aparecen subrayadas, quizá para darle más valor e importancia a su significado.

[41] En el original aparece “fue” pero aparece una corrección incluyendo el “se” al final de la palabra justo encima de la “e” de fue.

[42] Por “tamajo”.

[43] Este “fue” está añadido en negro, situado justo encima de la “y” que introduce la oración.

[44] Texto emendado de nuevo: a “contagio” se le añade “so” encima de la última letra en negro.

[45] Se especifica aquí que Juan de Azcona era confesor de Sor María antes de su muerte. También se conoce que durante su polémica entre 1509-11, Fray Antonio de la Peña y Fray Diego de Vitoria actuaban como confesores de Sor María. [46] Al margen: “Venerable madre Soror María de la Asumpción, hermana de la fundadora…”: esta es la misma María que aparece en el folio 4v, a la cual, junto a la madre María de los Santos, se las califica de cofundadoras del convento de Aldeanueva, por lo que se elige a la segunda hermana como nueva priora del convento tras la muerte de su hermana mayor. [47] Esta información sobre María de San Cristóbal no aparece en los documentos del siglo XVII y de 1709, en ambas se especifica que la sucesora de María de Santo Domingo fue su hermana María de la Asunción. [48] Como su hermana mayor, María de la Asunción era asediada por el demonio. [49] María de la Asunción, entonces, como su hermana, fue objeto de persecuciones, en este caso provocadas por sus hermanas, que la enfrentaron con los prelados de la orden. Sor María de Santo Domingo también tuvo conflictos con sus hermanas en el convento de Santa Catalina en Ávila por “discrepancias con otras religiosas o persecuciones de las que era objeto” (José Manuel Blecua ed., El libro de la oración de Sor María de Santo Domingo (Madrid: Hauser y Menet, 1948), p. 3.) [50] Al margen: “Privilegio del agua”. [51] Al margen: “trigo y aceite que da la casa de Alba”. [52] A margen: “Primer Patrono…”. [53] Por “rera” [54] Al margen: “Tercera hermana de la fundadora”, es decir, María de los Santos, pero se empieza a hablar de ella al final del folio. Aquí se explica la muerte de su hermana, María de la Asunción. [55] Se refiere a la reedificación del convento después del incendio que ocurrió en el convento en el año 1565 y que se incluye en los fols. 13v-15r. El incendio ocurrió mucho después de la muerte de Sor María, pero sus dos hermanas aún estaban vivas, como se muestra en el texto, siendo María de la Asunción priora del convento. [56] Este libro antiguo puede referirse al libro antiguo que se menciona al hablar de María de San Cristóbal. Lo que sí que es cierto es que esta información del libro antiguo coincide tanto con el manuscrito del XVII como con la copia de 1709, ya que ambas hacen referencia al entierro de María de los Santos con sus hermanas, en la puerta del refectorio y con una piedra labrada encima de la sepultura.