María de Silva

María de Silva
Nombre María de Silva
Orden Dominicas
Títulos Priora y fundadora del Convento de la Madre de Dios
Fecha de nacimiento Finales del siglo XV
Fecha de fallecimiento 18 de enero de 1532
Lugar de nacimiento ¿Toledo?
Lugar de fallecimiento Toledo

Contenido

Vida manuscrita (1)

Ed. de Rebeca Sanmartín Bastida y María Morrás; fecha de edición: enero de 2020.

Fuente

Manuscrito
  • Razón y bezerro de toda la hazienda deste convento de la Madre de Dios de Toledo, de la orden de Sancto Domingo, ansí en dineros, pan, gallinas, molinos, tierras, dotes, alimentos, olivas, capellanías, que tiene hasta fin del año de MDXCIX. Ms. del convento de Santo Domingo el Real de Toledo.

Contexto material del manuscrito Razón y Bezerro.

Criterios de edición

El relato de la vida de las hermanas Silva, que se encuentra dentro de la narración de la fundación de la Casa de la Madre de Dios, está incluido en el libro becerro del archivo que de esta comunidad conserva el convento de Santo Domingo el Real de Toledo. El texto está inserto en un volumen fechado en 1599 y está escrito por dos manos que cabría fechar como contemporáneas a la data del becerro nuevo, que copia el relato de la vida de la fundadora del antiguo (Becerro, fols. 7v-9r). Mantenemos, pues, todos los usos gráficos que pueden indicar preferencias fonéticas, dialectales o culturales en el texto. Dado que se trata de un texto único, escrito por dos monjas ‒una de ellas quizá la propia cronista‒ del siglo XVI, adoptamos un criterio conservador que recoja las características culturales y fonéticas de las monjas escribanas. La primera mano del texto se muestra sistemática en la diferenciación de palatales fricativas sordas y sonoras x/j, ç/z, excepto para la palabra doze que escribe siempre doçe; en el caso de las sibilantes, opta por escribir siempre s excepto en un caso (açeptasse, f. 4v), y parece leísta, una forma normalísima en el Siglo de Oro, asociada sobre todo al área de Castilla y que denotaba pertenencia a clase alta. La segunda mano, a partir del folio 10r, escribe ocasionalmente la palatal fricativa, ya velarizada en j (dijo, dijeron en lugar de dixo, dixeron), confunde ç/z (pareze), y se distingue por usos puramente gráficos, como no reduplicar la f; podría pensarse que correspondería a alguien más joven y ciertamente de habla más popular como muestran la forma porné (por ‘pondré’) y el uso de diminituvos (bracico, casica). No obstante, ambas manos comparten la mayoría de los usos gráficos: no distinguen entre b y v; son caóticas en el uso de la h, y escriben q- ante c- (qual en todas sus formas); regularizamos estos rasgos. También eliminamos los aglomerados (vg., despaña) excepto en los casos con demostrativos (desta, della) y simplificamos la f geminada siguiendo el uso actual, dado que parece ser un gesto gráfico carente de valor fonético; sin embargo, mantenemos la ll porque aparece en términos de origen latino de uso eclesiástico (collaçión, bulla) o en posición final, que podría indicar palatalización (mill); -bb- aparece sólo en el título de abbad, que conservamos a pesar de ser una hipercorrección, por tratarse de una palabra de esfera religiosa y ser habitual la reduplicación en textos legales y eclesiásticos. Por los mismos motivos mantenemos todos los grupos cultos, muy frecuentes en los términos de uso o resonancias religiosas (choro, Esustachia, sanct-, etc.) o formas como spiritual. El escrupuloso mantenimiento de las grafías significativas no sólo permite diferenciar en esta edición las dos manos del texto, sino también mostrar el hecho de que los fragmentos sacados del testamento de la fundadora se copiaron al pie de la letra, tanto en los usos gráficos (e como copulativa en lugar de y), como en los morfológicos (tenudas, con el participio arcaico y concordancia en número y género). A tenor de los usos gráficos y estilísticos puede aventurarse que unos fragmentos, los que narra la cronista, fueron dictados y otros ‒con seguridad los del testamento y el antiguo becerro‒ se copiaron de los originales, como ya se ha señalado.

Una mano añade interpoladas algunas anotaciones que indicamos entre ^ si son añadidos interlineados. La foliación es contemporánea y comienza en el folio 2r con el texto que editamos; asimismo todas las páginas presentan reclamos en el vuelto del extremo inferior derecho de los folios, consistentes casi siempre en la primera sílaba de la palabra que sigue en el folio siguiente, lo que podría indicar que se trata de una copia en limpio de un borrador o bien que el volumen está compuesto de hojas sueltas.

La anotación en los márgenes del manuscrito y un estudio del texto se encuentran en el artículo Rebeca Sanmartín Bastida y María Morrás, “Las hermanas Silva: La santidad de unas fundadoras nobles”, Hagiographica, XXV (2018), pp. 251-281.

Vida de María de Silva

[Fol. 2r] Razón y bezerro de toda la hazienda deste convento de la Madre de Dios de Toledo, de la orden de Sancto Domingo, ansí en dinero, pan, gallinas, molinos, tierras, dotes, alimentos, olivas, capellanía, que tiene hasta fin del año de MDXCIX IHS

Este convento de la Madre de Dios, de la çiudad de Toledo, que es de monjas regulares de la Orden de nuestro señor padre Sancto Domingo (cuyo nombre fue este desde su fundaçión), le fundó la señora doña María de Silva, hija legítima de don Alonso de Silva, alférez mayor de Castilla, y de doña Isabel de Castañeda, su mujer, condesa de Çifuentes; la cual, después que tuvo el hábito de nuestra orden, por su mucha humildad se quiso llamar soror Marigómez, y ansí se firmó en el testamento que hizo antes de ser monja de velo.

Tuvo esta señora otra hermana carnal que se llamó doña Leonor de Silva y, entre ambas dos, una tía que se llamó Françisca de Castañeda. Todas estas tres señoras fueron devotísimas de nuestro señor padre Sancto Domingo y de su hábito, y grandes hijas y siervas de nuestra madre Sancta Catalina de Sena, y trajeron algunos años el hábito de Penitençia que llaman de la Terçera Regla de Sancto Domingo, y en él hizieron profesión; y vivieron juntas con otras compañeras que se les juntaron, gente devota y religiosa, en el año del Señor de mill y cuatroçientos y ochenta y dos, en sus casas prinçipales, las cuales después dejó para fundaçión deste convento y son en la colaçión de la Iglesia de San Román, juntas al convento de beatas de Sancta Catalina [fol. 2v] que entonçes había, y vivían en comunidad.

Estas dos señoras y su tía se llaman fundadoras porque dieron prinçipio a esta casa y juntamente sus haziendas. Lo que se sabe que dejaron se dirá adelante. Vivieron, ellas y otras compañeras que se les juntaron, algunos años en su casa con mucho recogimiento, y en el año del Señor de mill y cuatroçientos y ochenta y tres pidieron liçençia al ilustrísimo y reverendísimo señor don Pedro González de Mendoça, cardenal de Sancta Cruz y arçobispo de Toledo, para que pudiesen tener altar y campanas y claustro y refectorio dentro de su casa, y pidiéronle más: que la casa se nombrase la Casa de la Madre de Dios de la Penitençia, debajo la Terçera Regla de Sancto Domingo, y que pudiesen tener las demás ofiçinas en forma de convento, y que ellas, y las demás que quisiesen con ellas, viviesen en comunidad debajo la dicha regla.

Conçedioles la dicha liçençia el sobredicho arçobispo como lo habían pedido, y que cualquiera obispo les pudiese bendezir la iglesia; y, siendo bendita, que pudiesen en ella çelebrar misas y deçir horas canónicas en forma de convento. Sobre lo cual el dicho cardenal dio su bulla con su sello pendiente y firmada de su nombre, su data en la villa de Madrid a si[e]te de abril de mill y cuatroçientos y ochenta y tres años. Está en el archivo del convento esta bulla, en el cajón primero, que es de la madre fundadora. Y deseando las sobredichas señoras y sus compa- [fol. 3r] ñeras hazer vida más áspera y estrecha, apartándose más del mundo y de sus ocasiones, y ser monjas ençerradas de velo de nuestro hábito por la mucha afiçión que a nuestro padre Sancto Domingo tenían, en el año siguiente de mill y cuatroçientos y ochenta y seis pidieron al papa Inoçençio, deste nombre octavo, las hiçiese monjas ençerradas en clausura, debajo la regla de Sancto Domingo, haziéndolas partiçipantes de las demás graçias y privilegios que las demás religiosas de la dicha orden gozan y tienen, dándole título y advocaçión al dicho convento, y se llamase de la Madre de Dios.

Todo lo cual conçedió el dicho pontífiçe con mucha voluntad, sobre lo cual mandó despachar su bulla plomada, su data en Roma en veinte y ocho días del mes de julio del año del Señor de mill y cuatroçientos y ochenta y seis, en el año segundo de su pontificado. Y dispensó más el dicho pontífiçe con la señora doña Françisca de Castañeda, tía de las dichas fundadoras, atento que ya era ançiana y profesa en el hábito de la Terçera Regla de Penitençia de Sancto Domingo y haber dado su hazienda a este nuevo convento: que sin hazer otra profesión de nuevo ni mudar su hábito de la Penitençia, pudiese vivir con las demás monjas y vivir entre ellas todos los días de su vida, los cuales acabó en paz en el dicho convento, en el que está enterrada.

[Fol. 3v] La execuçión deste breve la cometió el dicho pontífiçe a don Vasco Remigio, canónigo de Toledo y arçediano de Talavera y a Enselmo, abbad del convento de Nuestra Señora de Monte Sion, extramuros de Toledo, que llaman San Bernardo, como se contiene en el breve particular que a los sobredichos envió su data en Roma a los veinte y ocho días del mes de julio del año del Señor de mill y cuatroçientos ochenta y seis. Los cuales, obedeçiendo a lo que les era mandado, lo pusieron en ejecuçión a los diez y seis del mes de noviembre del dicho año de mill y cuatroçientos y ochenta y seis; y mandaron publicar la bulla de Su Sanctidad, el cual les conçedía lo que por su parte le fue suplicado; y mandaron los sobredichos juezes fuese obedeçida y guardada como Su Sanctidad en ella lo mandaba, y para esto dieron ellos su bulla escripta en pergamino con dos sellos pendientes y firmada de sus nombres, su data en la çiudad de Toledo, a diez y ocho días del mes de noviembre de mill y cuatroçientos y ochenta y seis años, ante Luis Sánchez de Palençia, secretario de la Sancta Iglesia de Toledo y notario apostólico.

Y ansí, por virtud desta bulla de Su Sanctidad, luego el año siguiente de mill y cuatroçientos y ochenta y siete, a dos del mes de febrero, [fol. 4r] día de la Purificaçión de Nuestra Señora, a dos días del mes de febrero, hizieron profesión doçe monjas que había en el dicho monasterio, y desde este día quedó este convento de monjas veladas y çerradas, a las cuales se les fueron luego juntando otras donçellas nobles, que se señalaron mucho en virtud y en breve tiempo dieron de sí muchas muestras de la mucha religión que tenían y guardaban, de las cuales adelante diremos algunas cosas dignas de memoria.

Gobernó esta casa esta señora fundadora doña María de Silva desde su prinçipio, ansí en lo spiritual como en lo temporal, desde que tuvieron el hábito de penitençia, con mucha prudençia y religión y grandes muestras de sanctidad y con mucho exemplo de vida y costumbres, a la cual el padre provinçial desta provinçia de España de la orden de Sancto Domingo, que a la sazón era, la hizo priora deste convento con los votos de las monjas. Y porque después de hecha priora hubo duda entre los perlados si había sido verdadera eleçión o no por haber estado las monjas antes de los dos años, (acu-) [fol. 4v] acudieron al papa Inoçençio Octavo sobre el caso, el cual, siendo informado por el conde de Çifuentes don Alonso de Silva, hermano de la dicha nuestra madre fundadora, embajador que a la sazón era en Roma por los Reyes Católicos de gloriosa memoria, mandó despachar una bulla a la madre fundadora con muchos favores, alabándola de su buen çelo y religión y mandándola con preçepto, so pena de descomunión, açeptasse el tal ofiçio de priora y gobernase el dicho convento en lo spiritual y temporal como hasta entonçes lo había hecho, absolviéndola de cualquier excomunión si tuviese y supliendo cualquiera defecto que hubiese intervenido en su eleçión con autoridad apostólica; y para que no lo dexase de hazer ni açeptar el tal ofiçio, mandó en ella al deán y ^al^ arçediano de la sancta Iglesia de Toledo que entre ambos dos o cualquiera dellos, si fuese neçesario la compelliesen con çensuras eclesiásticas a que açeptase el ofiçio de priora del dicho convento y su gobierno en ^lo^ spiritual y temporal, como hasta allí había hecho, de lo cual mandó despachar su [fol. 5r] bulla sellada con el sello del pescador, su data en Roma, a diez y nueve del mes de febrero del año del Señor de mill y cuatroçientos y noventa y uno, en el año séptimo de su pontificado.

Y viniendo ansí estas religiosas con tanto recogimiento y tanta sanctidad, les pareçió a los perlados de la orden que otra casa antigua de beatas de la Terçera Regla de nuestro padre Sancto Domingo, llamada Sancta Catalina de Sena, la cual estaba pegada con este convento de la Madre de Dios, que se debía unir y juntar en una para que todas juntas sirviesen a Nuestro Señor con más recogimiento y estrechura de vida, lo cual se hizo ansí. Y con consentimiento y voluntad de las religiosas de ambas casas, ansí monjas como beatas, se juntaron en el año del Señor de mill y cuatroçientos y noventa y uno, y de ambas casas se hizo un convento; debajo una misma regla y clausura fueron las beatas, que se pasaron diez, y, desta manera, comenzó a creçer este convento en número de religiosas.

Y por esta unión tiene al presente este convento diez mill maravedís de renta en las alcabalas desta çiudad de Toledo, los cuales tenían las dichas beatas de merçed de los Reyes Católicos mientras fuesen beatas; y después los mismos reyes, por otra cédula suya, su [fol. 5v] data en la çiudad de Toledo, a ocho días del mes de julio del año de mill y quinientos y dos, hizieron merçed a este convento de los dichos diez mill maravedís y los gozasen de la misma manera que los gozaban las dichas beatas y, con el mismo cargo que ellas tenían, los dichos diez mill maravedís, de encomendar a Nuestro Señor las ánimas de los padres de los dichos Reyes Católicos y la salud dellos.

Ti[e]ne este convento, entre otras cosas, un testamento que le dejó e hizo esta señora fundadora cuando profesó la Terçera Regla de Penitençia de nuestro padre Sancto Domingo en el año mill y cuatroçientos y ochenta y dos, escrito en cuatro hojas de pergamino y firmado de su nombre, que dize Marigómez; el cual es mucho de estimar y preçiar por las muchas y buenas cosas que tiene y manda, donde muestra la gran devoçión que en su alma tenía por la Madre de Dios y por nuestro padre Sancto Domingo y Sancta Catalina de Sena. Y, ansí, desde su prinçipio, quiso que esta casa se llamase para siempre jamás la Casa de la Madre de Dios de la Penitençia y en memoria suya manda que se le haga fiesta particular con toda devoçión en el día de su Sancta Visitaçión y en el día de la Natividad de Jesucristo Nuestro Señor, lo cual manda y dize por estas palabras forma- [fol. 6r] les: «E se faga espeçial fiesta y memoria de la Madre de Dios el día de la Visitaçión de Nuestra Señora a Sancta Isabel, cuando la Señora estaba preñada de su glorioso hijo Nuestro Salvador Jesu Christo, Dios y hombre, que es segundo día de julio. La fiesta sea con toda honestidad e aquella que plaze a los ángeles, que es de buenas conçiençias y alegría spiritual y devoçión con todo lo que a la spiritual consolaçión sirviere. E también sean tenudas a fazer la fiesta de la Sancta Natividad de Nuestro Señor, las cuales vivan en la regla de la Penitençia de mi padre Sancto Domingo».

Quiso más la dicha madre fundadora: que hubiese siempre en este convento una religiosa de su linaje, la cual se reçibiese sin dote, y que, si otra alguna quisiese entrar de su linaje, se hubiesen con ella como con una de las demás estrañas.

Y es mucho de notar y agradeçer a estas señoras fundadoras que, con haber dejado sus casas y hazienda y haber hecho heredero universal a este convento en todos sus bienes, ansí de herençia como de otra cualquiera manera que los tuviesen o les pudiesen venir, no le cargaron de otras obligaçiones perpetuas, misas ni aniversarios más de lo aquí referido y, en el prinçipio de su testamento, cuando les [fol. 6v] encomienda su ánima a las hermanas, dize ansí: «E mando mi cuerpo a la tierra donde fue formado, e cuando voluntad fuere de mi Señor Dios de me levar desta presente vida, mando que el mi cuerpo sea sepultado dentro en la capilla de las casas de las hermanas de la Madre de Dios, a las cuales encomiendo mi ánima, que fagan por ella lo que vieren que es bien, porque yo les dejo todo cuanto tengo e me despojo e se lo dó por amor de mi Señor Jesucristo e de su bendita madre, e de nuestro padre Sancto Domingo e de nuestra madre Sancta Catalina de Sena». Hasta aquí son palabras formales suyas.

Otras muchas cosas contiene el dicho testamento, donde muestra la mucha devoçión y reverençia que tenía a las cosas del culto divino y el grande amor a nuestro hábito, que podrán ver en él fáçilmente los curiosos; el cual ella otorgó en esta çiudad de Toledo, a treinta días del mes de mayo, año del Señor de mill y cuatroçientos y ochenta y dos, ante Ruiz Sánchez de Madrid, notario y escribano público de dicha çiudad.

Dize este convento por estas señoras fundadoras cada día después de la ^hora de prima^ un responso rezado de difuntos, y hazeles dos cabos de año, en cada un año, de vigilia y misa [fol. 7r] cantada ^con ministros^ de réquiem, y les pone tumba y çera, el uno el día de los finados, primero del mes de noviembre, y el otro el día de su falleçimiento, que fue el de la madre fundadora doña María de Silva, día de la sancta virgen y mártir Prisca, a diez y ocho días del mes de enero del año del Señor de mill y cuatroçientos, digo quinientos y treinta y dos.

La otra hermana suya, la señora Leonor de Silva, fue superiora deste convento hasta el año de mill y quinientos siete, en el cual sanctamente murió.

Qué tanta fuese la hazienda que estas señoras dejaron a esta casa no consta claramente por papeles, mas que dieron sus casas prinçipales de su morada, las cuales compraron de Pedro de Baeza por preçio de dosçientos veinte mill maravedís, y otras casas que compraron de doña Juana Pimentel, condesa de Montalbán, por çincuenta mill maravedís, que llamaron las Casas del Naranjo. Dexaron fuera de esto çien mill maravedís de juro en las alcabalas de Toledo y su partido, de a doçe mill maravedís el millar, con condiçión que no se pueden quitar aunque se pague el prinçipal, los cuales heredó este convento destas señoras [fol. 7v] como bienes propios suyos, los cuales ellas tenían por bienes propios, por privilegio de los Reyes Católicos. Están estos çien mill maravedís en el privilegio de las cc xc U dcc xc maravedís.

Todo lo aquí dicho consta por las bulas y testamento desta señora fundadora, las cuales se hallaron en el archivo de los papeles deste convento, en el cajón .i. que dize «La madre fundadora».

Lo que se sigue hallé escripto en un bezerro antiguo del convento, para memoria de algunas cosas que en esta casa ha habido: «Vivió esta señora nuestra madre fundadora muchos años gobernando esta casa en lo spiritual y temporal, con mucha religión y sanctidad, haziendo en ella ofiçio de priora: que fue desde el año de cuatroçientos y ochenta y dos, hasta el año de mill y quinientos treinta y dos, que murió. En cuyo tiempo acaeçieron algunas cosas notables, que fueron muestras de su mucho valor y religión y sancto zelo, ansí en ella como en algunas de sus monjas. De lo cual, siendo informada la serenísima Reina Católica doña Isabel, de buena memoria (en cuyo tiempo se fundó esta casa, y fue a ella muy afiçionada y le dio algunas joyas de oro y seda [fol. 8r] para el serviçio y ornato de su sacristía), mandó: nuestra madre doña María de Silva, fundadora, en el año del Señor de mill y cuatroçientos y noventa y seis, fuese a reformar el convento de Sancto Domingo el Real desta çiudad de Toledo, porque eran claustrales y tenían neçesidad de reformaçión. La cual llevó consigo dos monjas desta casa, llamadas la una soror Magdalena de Sancta Cruz y la otra soror María Magdalena; y, con su buena maña y vida muy exemplar, dentro de un año acabó la dicha reformaçión y dejó en él por priora a soror Catalina de la Madre de Dios, vicaria deste convento. Esta señora es la que se llamó doña Catalina de Mendoza, fue hija del Adelantado de Cazorla, hijo del Marqués de Santillana, y fue desposada con don Diego de Mendoça, hijo del ilustrísimo cardenal don Pedro Gonçález de Mendoça, arzobispo de Toledo, primo hermano suyo; y antes de consumar el matrimonio, se vino secretamente a esta casa y tomó el hábito de religiosa, donde se señaló mucho en valor y sanctidad, y fue la que suçedió a nuestra buena fundadora en el ofiçio de priora desta casa, la cual gobernó con mucha prudençia todo el tiempo que vivió, que fueron como diez y seis años, poco más o menos.

[Fol. 8v] »El mismo año de mill y cuatroçientos y noventa y seis, después de reformado el convento de Sancto Domingo el Real de Toledo por orden también de la sobredicha Reina Católica, reformó nuestra madre fundadora el convento de Sancto Domingo el Real de Madrid; la cual, para este negoçio tan grave, llevó consigo dos monjas nobles desta casa, de muy buena vida y ejemplo, llamadas Paula y Eustachia, que eran madre e hija. Acabada su reformaçión y compuesto el convento de su mano, dexó en él por priora a la Eustachia, porque su madre Paula no lo quiso ser, y volviose a su convento de la Madre de Dios.

»Dos años poco más o menos de lo dicho, la madre superiora desta casa (que era una de las que fueron a Sancto Domingo el Real de Toledo) fue con otras dos monjas a reformar el convento de San Blas de Çifuentes, monjas del mismo hábito, a las que les oí yo deçir el año pasado de noventa y ocho tratando con ellas esto: que es verdad que fueron reformadas por religiosas desta casa, y que desde entonçes traen todas al cuello un rosario de nudos de hilo blanco, como al presente los traen, y que dellas los tomaron y ellas se lo enseñaron, y las religiosas deste convento de la Madre de Dios los traen desde su fundaçión beatas y monjas. [fol. 9r] Luego, el año siguiente de mill y quinientos y veinticuatro, fueron tres religiosas deste convento, llamadas María de la Madre de Dios y Eustachia, la que fue priora en el convento de Sancto Domingo el Real de Madrid, y Françisca de Belén a reformar el convento de monjas de la misma orden (que es del condestable), llamado la Casa de la Reina».

Otras muchas cosas se han perdido en esta casa por descuido y floxedad de los perlados que pudieran servir de mucha edificaçión y consuelo para los deste hábito; y dé graçias a Nuestro Señor por merçedes particulares que Su Majestad tiene hechas a algunas religiosas desta casa que se han conoçido de buena vida y loables costumbres y muy temerosas de Dios. Lo cual ha sido en ellas muy conoçido y tenido por tradiçión muy çierta de unas en otras y al presente viven algunas que las conoçieron y trataron, y son tan graves las que lo afirman y tan fidedignas que se pueden muy bien creer de personas que tan buen nombre y fama de virtud dexaron y que imitar los que vivimos.

[Fol. 9v] Entre otras cosas de muchas que (según dizen las que ahora viven) han acaeçido en esta casa, porné aquí tres o cuatro dellas, las cuales hallé escritas en un cuadernito antiguo escripto de mano, las cuales son muy públicas en este convento y muy sabidas y por çiertas tenidas, y una dellas fue:

Quiriendo nuestra madre fundadora un miércoles de Cuaresma reçebir el Santísimo Sacramento, dijolo a su confesor, al cual le pareçió que no lo hiçiese por haber comulgado el domingo de antes inmediato. La cual se fue a la casica de la comunión (porque allí junto le dezían misa en el altar, que ahora se llama de la Magdalena) a oír su misa, y que el saçerdote, al consumir, partió la hostia, y la partícula menor de las tres se le fue de allí y entro^se^ por la ventanica donde estaba oyendo la misa nuestra buena fundadora doña María de Silva, la cual puso el escapulario que tenía para recogerla y reçibiola sin llegar a ella las manos. Turbose mucho su confesor que le decía la misa de la falta de la hostia y, viéndolo ella, dio un golpe por la ventanilla y díjole que no la buscase. Acabada la misa, llamole al dicho su confesor y contole el caso, el cual le cortó el pedazo del escapulario donde le había reçibido y quemolo. [Fol. 10r] Otra vez le aconteçió a la dicha nuestra madre que, pidiendo ella a Nuestro Señor con mucha devoçión le hiziese merçed de darle a llevar su cruz, le respondió: «No puedes tú llevar tu cruz de paja, ¿y quieres llevar la mía de palo?»; y, haziendo la sobredicha mucha instançia en esto a Nuestro Señor en sus oraçiones, de allí en veinte años, el día que los hizo, que fue domingo, entrando la buena madre a maitines a la hora de medianoche (como se solían dezir), postrose en la primera grada del altar mayor y, estando allí, echole Nuestro Señor una cruz en el hombro. Lo que allí pasó no lo quiso ella dezir, pero fue tal el éxtasis, que estuvo de aquella manera hasta las seis horas de la mañana que las monjas volvieron a cantar prima al choro; y dizen más: que, al pasar una dellas a la otra parte del choro, tropezó en el palo de la cruz (aunque no le vían). Y que cuando murió algunas monjas desta casa oyeron en el aire cantar veni electa mea y tañerse órgano. Tuviéronla cuatro días en el coro sin enterrarla y las monjas que la vieron dizen que olían allí un olor suavísimo, aunque no sabían de dónde venía y estaba su cuerpo tal que no parecía estar muerto.

También la señora doña Leonor de Silva, [fol. 10v] superiora, que murió deste convento con mucho ejemplo de vida muy religiosa que dio mientras vivió, fue hermana carnal de nuestra madre fundadora. Cuando vino a lo último de su vida, dijo en voz que la oyeron: «Esa es ya misericordia»; y en acabando de dezirlo, expiró.

Otra religiosa de las primeras que esta casa tuvo y crio, llamada soror Leonor de Sancta Cruz, a quien Nuestro Señor hizo grandes merçedes, fue muy devota de la Sancta virgen y mártir Çeçilia (de la cual hay una imagen en el choro deste convento, que las religiosas de él la visten lo mejor y más galano que ellas pueden) y está en el altar de Nuestra Señora. Esta religiosa disgustábase mucho porque la vestían tan galana, pareçiéndole semejantes cosas no venir bien a los sanctos en la tierra; y, estando un día de su fiesta en las sillas altas del coro esta su devota, vio bajar del altar a la dicha imagen de Sancta Çeçilia y, llegándose a ella, le dijo: «No te pese de que me vistan ansí, que acá de todo nos servimos»; y añadió la Sancta y díjola: «Para de hoy en un año te convido y te llevaré donde yo estoy». Había algunos años atrás que esta Sancta en su día hacía alguna merçed a esta su devota, y preguntándola aquel año otra religiosa desta casa qué merçedes le había hecho aquel día su Sancta Çeçilia, respondió: «La mejor que jamás me ha hecho, y es que me ha convidado para, de hoy en un año, me llevará [fol. 11r] consigo». Y ansí se cumplió como lo dijo, porque pocos días antes que el año se cumpliese le dieron unas calenturas y la apretaron tanto que, la víspera de la dicha fiesta de Sancta Çeçilia, le dieron los sacramentos, y el mismo día, a la hora de completas, expiró.

Tiene este convento, junto a la entrada del choro, una pieça que llaman la nave, en la cual está un altar muy bien aderezado y en él está una imagen de pinçel en una tabla muy antigua y devota, la que llaman comúnmente de los Milagros y tiene en sus brazos un Niño Jesús. A esta pieza salen las monjas ^cada noche^ comúnmente en proçesión después de completas, cantando la antífona de la Salve a Nuestra Señora (cosa muy usada en nuestra orden desde su prinçipio). Aconteçió que una noche, estando diçiendo la Salve, vio una monja que Nuestra Señora tomó el niño en los brazos y levantole con la mano el braçito derecho para que bendijese a las monjas, al tiempo que decían «Iesum benedictum», y ansí se pareze en la dicha imagen tener el niño levantado el brazo y con la mano levantada, como quien está echando bendición.

Y con esto se acaba aquí lo que toca al prinçipio y fundaçión desta casa y lo que he podido saber de los papeles que el convento tiene tocantes a esto.

Vida manuscrita (2)

Ed. de Bárbara Arango Serrano y Borja Gama de Cossío; fecha de edición: octubre de 2023.

Fuente

  • López, Juan, 1613. “Libro tercero de la tercera parte de la historia general de Santo Domingo”, Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, 280-282, 284-285.

Criterios de edición

Esta crónica está escrita por Juan López, obispo en la ciudad italiana de Monopoli. En la tercera parte se incluye la vida de santos de la orden, se aborda la fundación de los diferentes conventos en los dos primeros siglos de los dominicos en Castilla y se añade la vida de destacadas religiosas, aunque se hace referencia también a las religiosas que viven en las fundaciones hasta la publicación de la crónica en los conventos fundados.

Aquí nos encargamos de las religiosas que viven en los siglos XV-XVI cuyo foco de actuación es anterior a 1560 (aunque mueran después de esta fecha), es decir, antes del auge de Santa Teresa. Se adoptan los criterios de edición de vidas impresas estipulados en el Catálogo: se moderniza la ortografía (b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y se eliminan las consonantes geminadas. Además, se expanden las abreviaturas, aunque algunas como N. S. (Nuestro Señor) o N. P. S. (Nuestro Padre Santo) se respetan en el texto. El uso de mayúsculas y minúsculas se moderniza y se adaptan las normas acentuales a sus usos actuales. Finalmente, se moderniza también la puntuación, la acentuación y el uso de aglomerados.

Vida de María de Silva

[280]

Capítulo XXXVII

De la fundación del monasterio de monjas de la Madre de Dios de Toledo

El monasterio de la Madre de Dios de Toledo, desde sus principios hasta hoy, tuvo este nombre [1]. Fundole doña María de Silva, hija legítima de don Alfonso de Silva, alférez mayor de Castilla, y de doña Isabel de Castañeda; y hermana de Alfonso de Silva, conde de Cifuentes. La cual tuvo una hermana que se llamó doña Leonor de Silva y una tía, doña Francisca de Castañeda, todas tres muy aficionadas a Nuestro Padre Santo Domingo y muy hijas suyas y de Santa Catalina de Sena. Vivieron algún tiempo en el hábito de la penitencia que el santo patriarca fundó. En él hicieron profesión y vivieron con otras compañeras sin mudar casa en la que era de sus padres. Allí estuvieron el año de mil y cuatrocientos y ochenta y dos, y en el año delante de mil y cuatrocientos y ochenta y tres, con licencia del arzobispo de Toledo y cardenal de Santa Cruz, don Pedro González de Mendoza, pusieron campaña y dispusieron las cosas de la casa de manera que hubo claustro, refitorio y las demás oficinas en forma de convento. Y, con la dicha licencia, se bendijo la iglesia con la advocación de la Madre de Dios. La licencia que dio el arzobispo fue a siete de abril del año de mil y cuatrocientos y ochenta y tres, y luego comenzaron a vivir en comunidad, profesando la tercera regla de la orden. Y, aunque la vida era concertada y religiosa, no profesando encerramiento y clausura, pareciolas que no había hecho entera renunciación del mundo, renunciando todas las ocasiones que se pueden ofrecer, pues salían de casa y eran visitadas en la suya, con poco menos libertad que si fueran seglares. Resolvieronse en que esta manera de vivir no era a propósito de la reformación que ellas deseaban y así se determinaron de ser monjas de nuestro hábito y vivir encerradas y con velo. Pudo el celo de vida retirada con ellas lo que, en muchas casas de religiosas que llaman beatas, ni los pontífices ni la orden habían podido acabar, contentándose con la vida poco reformada que habían profesado, en la cual han querido vivir y morir sin admitir otro encerramiento. Estas siervas de Dios fueron las que suplicaron a la orden se sirviese de admitirlas a otra vida más estrecha, deseando ser monjas con el rigor y ejercicios que tienen todos los conventos reformados de la provincia de Castilla. Fue tan grande la instancia que en esto hicieron, y el crédito de la virtud que los perlados tenían de las beatas, que les recibieron el año de mil y cuatrocientos y ochenta y seis, en viniéndoles de la licencia del Papa Inocencio Octavo, que despachó sus bulas en Roma a 28 de julio del dicho año. Luego, en el año siguiente, que fue el segundo de su pontificado, habiendo tenido por bien que fuesen monjas de velo encerradas como lo fueron, tuvo Su Santidad por bien de dispensar con la dicha doña Francisca de Castañeda, por ser muy anciana, informado de que en aquella edad no podría cumplir con el rigor que en los ayunos y manjar, coro, cama y vestido que las monjas profesan. Contentose el Pa- [281] pa con que viviese en compañía con las religiosas encerradas y veladas con el hábito que tenía de la tercera regla de la penitencia, el cual tuvo hasta que murió en esta casa, donde está enterrada, dispensando en todo la bula de su santidad. El año siguiente de mil y cuatrocientos y ochenta y siete, a dos de febrero, día de la purificación de Nuestra Señora, hicieron profesión doce monjas que había en el dicho monasterio y, desde ese día, quedó este monasterio de monjas veladas y encerradas. A la fama de la virtud del nuevo monasterio, vinieron otras doncellas nobles a tomar el hábito, las cuales se señalaron mucho en todo lo que era religión y observancia, que con ser verdad que ha tenido siempre el convento a una mano monjas de mucha nobleza, poblando el monasterio de la gente más principal y calificada, conservándose esto, no solamente en los principios, sino siempre con todo eso en la manera de proceder en la humildad y ejercicio de los oficios bajos de barrer, fregar los platos y servir en la cocina, no solamente ha habido voluntad y consuelo, sino una santa competencia entre todas. Y como llamó el Espíritu Santo aborrecible malicia, en tornarse los pobres en las comunidades, obligados del miserable estado que dejaron, así son dignos de eterna alabanza los que, siendo señores en el siglo, venidos a la religión, tienen a buena dicha ocuparse en los oficios que eran propios de los criados o criadas de sus casas, y eso aún no de todos, sino de aquellos que en ellas eran menos. Estaba junto a este convento otra casa de beatas de la Tercera Regla de Nuestro Padre Santo Domingo, la cual, con el consentimiento y licencia de los perlados, se incorporó en este monasterio, haciendo profesión de la misma regla y clausura. Tenían las dichas beatas diez mil maravedíes de renta en las alcabalas de la ciudad de Toledo, los cuales habían dado los Reyes Católicos, y sus Altezas, el año de mil quinientos y dos, por su cédula dada en la dicha ciudad a ocho de julio, los dieron al dicho convento de la Madre de Dios. Ha tenido esta casa de ordinario sesenta religiosas, señalándose mucho en vida virtuosa de gran celo y ejemplo. Diosele de humildad muy singular su fundadora, no queriéndose encargar del gobierno de la casa, sino ser súbdita y vivir sujeta. Y, aunque lo había sido desde que se fundó el monasterio hasta el año de mil y cuatrocientos y noventa y uno, procuró exonarse [2] de este trabajo, y porque la había Dios criado en su beaterio y después en su encerramiento con tanto celo y rigor, ayudando a la observancia regular, las monjas sintieron mucho que las faltase el gobierno de tal madre, por ser en los conventos la santidad de la cabeza principio de grandes aprovechamientos en los súbditos. Y así procuraron de contrastar la determinación de la que había sido madre de todas, valiéndose de la autoridad del Papa Inocencio Octavo, el cual, por una bula suya, su data a los diez y nueve de febrero del dicho año de mil y cuatrocientos y noventa y uno, mandó que aceptase el oficio de priora y, aunque de su religión se pudiera creer que a un simple mandamiento del que era padre y pastor universal de toda la Iglesia abajara la cabeza mujer tan virtuosa, con todo eso su santidad despachó censuras en que mandaba se encargase del oficio, y mostró en la dicha bula con palabras muy graves la gran satisfacción que de su mucha virtud y prudencia tenía. Y así aceptó el dicho oficio y le hizo hasta que murió, que fue a diez y ocho de enero del año de mil y quinientos y treinta y dos, habiendo muerto su hermana el año antes santamente, siendo su priora del monasterio. Antes que profesase la fundadora el año de mil y cuatrocientos y ochenta y dos, hizo su testamento, y, con su grande humil [282] dad, se llamó María Gómez, y así firma en el dicho testamento. Y ella y su hermana y su tía dejaron al monasterio toda su hacienda, y entre los otros bienes, sus casas principales, adonde está fundado dicho convento, que están en la colación o parroquia de San Román, de la dicha ciudad de Toledo. [...]

Capítulo XXXVIII

Adonde se prosigue la virtud y santidad de las monjas de la Madre de Dios de Toledo

[…]

[284] Queriendo la fundadora comulgar, un día pidió licencia a su confesor; no se la quiso dar por haber muy poco que había comulgado. Ella se fue con gran humildad sin replicar palabra, como mujer que sabía el gran cuidado que en la orden hay en ver lo que más conviene en la frecuencia de las comuniones y que no ha de ser regla ajustarse todas veces con la voluntad de las religiosas, siendo el confesor prudente el que ha de juzgar lo que será bien hacer. Y, aun veces por mortificar y humillar al penitente y despertar en él más fervorosos deseos de llegar a esta celestial mesa, dilatan las comuniones de personas espirituales y virtuosas, y tienen por inconveniente que se reduzca a estilo de comulgar a tercero o cuarto día, habiendo de ser regla la devoción y aparejo. Sabiendo la fundadora este estilo de la orden, sin demostración de sentimiento, se fue al coro y se entró en la capillita de la comunión a oír misa. Al tiempo que quería consumir el sacerdote, echó menos una partícula cosa que le causó gran congoja: hacía gran diligencia en buscarla sin acertar a resolverse en lo que habría sido. Estando con estas ansias, le envió a decir la fundadora que ella tenía a aquello que buscaba que fuese, porque ella vio venir volando por el aire la partícula y puso el escapulario y el Santísimo Sacramento. Se sentó en él. Llegó el sacerdote, que era su confesor y, con aquel tan patente milagro, entendió que era la voluntad de Dios consolar a su sierva y responder a los fervorosos deseos y hambre que tenía de aquel celestial manjar, y comulgola y cortole el pedazo de escapulario donde se asentó la partecita para quemarle, que es lo que los teólogos dicen que se ha de hacer en tal caso. Consideró la sierva de Dios aquella gran dicha y merced, y, aunque faltaba al escapulario aquel pedazo, jamás se quiso dejar por haber recibido del Señor tan gran honra. Llamábase el confesor fray Jordán, hombre santísimo a quien Dios comunicaba sus cosas con particulares revelaciones. Muy parecido fue este milagro a otro que aconteció al reverendísimo general fray Raimundo de Capua, confesor de la bienaventurada Santa Catalina de Sena que, estando un día diciendo misa y ella presente, la vinieron ardentísimos de comulgar. Quísoselos Dios cumplir viniendo una partecita de la hostia de los corporales a la boca. Hizo grandísimas diligencias el general en buscarla y, con aquella congoja, acabó la misa, y, en desnudándose, volvió al altar a continuar el oficio y a ver qué se había hecho de aquella partícula. Y, para sacarle del cuidado en que estaba y de la pena que le afligía, la santa le descubrió el misterio y merced que Dios la había hecho, y, porque fray Jordán entendiese que era voluntad de Dios consolar a su sierva y que la frecuencia de las comuniones en ella, aunque caminando por las reglas generales pareciese demasía y lo fuera en otra persona menos virtuosa, no lo era el espíritu de la madre fundadora que era santa. Este andar han llevado las cosas de este monasterio de la Madre de Dios, con ser verdad que comenzó en tiempo de la claustra y que no vinieron a la fundación de él monjas santas de otros monasterios que habría ya reformados en la provincia de Castilla, sino que unas señoras seglares que se recogieron en una casa y vistieron el hábito de la Tercera Regla de Santo Domingo, donde estuvieron algunos años. Estas señoras, con licencia del Papa Inocencio Octavo, determina- [285] ron de encerrarse como lo hicieron, siendo las que poco antes eran seglares las que hicieron aquella reformación, y concertaron aquel convento de manera que dentro de pocos y muy pocos años, se hallasen en él monjas de tanta religión y tan señaladas en virtud y de tanta prudencia que los provinciales de una orden donde tan atentamente se consideran las cosas echasen mano de las religiosas de este convento para tan grandes reformaciones, de las cuales dieron muy buena cuenta con satisfacción de la orden. Entre las grandezas que de la primitiva Iglesia se escriben, una es en que Dios quiso mostrar su omnipotencia que, en acabándose de bautizar un Dionisio, un Timoteo, un Tito, un esclavo de los Apóstoles, los consagraban obispos, y daban la cuenta de sus iglesias, que dieran si hubieran nacido cristianos, aventurando las vidas en beneficio de los fieles. El convento de la Madre de Dios ni fue fundación de Santo Domingo ni comenzó en los dichosos siglos cuando comenzó la orden. No tuvieron por maestro como sus vecinas las de Madrid al santo patriarca. Muy miserables tiempos alcanzaron, no tuvieron por maestros a los Apóstoles y su principio fue muy diferente de otros que habían tenido sus hermanas en diversos lugares, y, con ser esto así, quiso el Señor que este nuevo santuario, vestido de nuevas plantas, comenzase el rigor de la vida con grandes ventajas y que su opinión corriese tan aprisa en los palacios de los reyes que estos las mandasen salir a reformar tan señalados conventos, como fueron los de Santo Domingo el Real de Toledo y de Madrid. Y esa virtud que comenzó con las primeras fundadoras se ha continuado siempre, teniendo en esta provincia y en otras muchas de la orden muy gran nombre su encerramiento, recogimiento y virtud, de lo cual todo ha procedido que personas muy calificadas de estos reinos han tenido a buena dicha a recoger sus hijas donde aprendan menosprecio del mundo y amor a todo lo que fuere encerramiento y religión.

Notas

[1] Al margen izquierdo: “Año de/ 1483”.

[2] Por “exonerarse”.

Vida impresa

Ed. de Verónica Torres Martín; fecha de edición: octubre de 2020

Fuente

Ficha Doms 3 María de Silva.jpg
  • Alcocer, Pedro de, 1554. “Libro segundo, en que particularmente se escribe el principio, y fundamento desta sancta ygleia de Toledo…”, Hystoria, o descripcion dela Imperial cibdad de Toledo. Con todas las cosas acontecidad en ella, desde su principio, y fundacion. Adonde se tocan, y refieren muchas antigüedades, y cosas notables de la Hystoria general de España, Toledo: Juan Ferrer, fols. 110r [104r] col. b – 108r [105r] col. a [1].

Contexto material del impreso Hystoria, o descripcion dela Imperial cibdad de Toledo.

Criterios de edición

El relato aparece en el libro segundo de la Historia, o descripción de la imperial ciudad de Toledo, impreso en 1554, en el que se describe la fundación de los monasterios, hospitales y lugares píos de la ciudad de Toledo. La vida de María de Silva se integra en el décimo capítulo, en el que se explica cómo funda, junto a su hermana Leonor de Silva, el monasterio de la Madre de Dios. Se editan solo los fragmentos correspondientes a María de Silva o que hacen referencia a las dos hermanas en conjunto y los referentes a la fundación del monasterio. De este modo, los fragmentos omitidos referidos a Leonor se indican de la siguiente manera: (…).

Se siguen los criterios establecidos en el catálogo para fuentes impresas, pero en algunos casos se han hecho algunos cambios para poder mantener la concordancia de género y número. Sin embargo, se respeta la morfología de las palabras con interés morfológico o fonológico y, del mismo modo, se ha decidido conservar las grafías de sibilantes por tratarse de un impreso de mediados del siglo XVI. Además, para facilitar la localización de los textos, se indica el folio (r-v) y la columna correspondiente (a-b).

Vida de María de Silva

Cap. X

Del monesterio de la Madre de Dios, y de su principio

[fol. 110r col. b] El católico monesterio llamado la Madre de Dios, que es de religiosas de la Orden de Santo Domingo, fue en su principio fundado en el lugar adonde agora está por dos generosas señoras llamadas doña Leonor y doña María de Silva, hijas de don Alonso de Silva y doña Isabel de Castañeda, su mujer, Condes de Cifuentes. Y como la dicha doña María fuese muy devota de esta religión tomó el hábito de la tercera regla de ella y, poco después, compró una casa adonde agora está, en que se metió con otras religiosas en el año del Señor de 1482 años. De esta manera estuvo esta señora [fol. 110v col. a] cinco años en el que al tiempo tomó el hábito la otra señora, su hermana, y las dos metieron consigo toda su renta y hazienda, que era mucha. La dicha doña María, aunque era la menor, fue elegida por priora y, passados los dichos cinco años, truxeron bula apostólica para tomar clausura y hazerse monjas. Hizieron professión doze monjas, que en el dicho monesterio había, en el día de la Candelaria del año del señor de 1487 años, y luego se les juntaron otras donzellas muy claras y señaladas en virtudes, que en breve tiempo dieron de su muy grande y maravilloso exemplo de virtud. La primera priora de esta santa casa fue doña María de Silva (como es dicho) en el que el oficio acabó santamente en el año del señor de 1532 años, siendo en todo este tiempo reelegida y confirmada de nuevo en conformidad de todos. (…) Y viviendo assí estas santas religiosas en tanta santidad, pareció a los perlados de la orden que otra casa antigua de beatas de la Tercera Regla de Santo Domingo llamada Santa Catalina de Sena, que estaba junto a este monesterio de la Madre de Dios, que se debía juntar y unir en uno, para que juntamente sirviessen a Dios, y assí se hizo, que con consentimiento y voluntad de las religiosas de ambas casas, se juntaron (como es dicho) en el año del señor de 1491 años, haziéndose de los dos un monesterio y una clausura, y estas dichas beatas eran diez. Y, de esta manera, començó a crecer y extenderse esta santa casa de religiosas y, no pudiendo [fol. 110v col. b] extenderse hazia las otras partes y constreñidas de necesidad, tomaron la ermita de todos santos y una casa que estaba junto con ella en el año del Señor de 1510, de lo cual se sirve por debaxo de tierra, porque hay calle en medio (que la dicha ermita y casas estaban en la hazera de la cárcel) adonde tiene cosas del servicio de su casa. Siendo estas dichas dos fundadoras muy católicas y amadoras de la religión, procuraron con todas sus fuerças de reformar los otros monesterios de ella. Esta primera priora anduvo por su propia persona en esta obra: primero estuvo algunos días en el monesterio de Santo Domingo el Real de esta ciudad, ordenando en él algunas cosas convenientes al servicio de nuestro Señor para bien y acrecentamiento de esta santa orden; de ahí fue al monesterio de Santo Domingo el Real de la villa de Madrid, adonde hizo otro tanto. Estos dos monesterios se reformaron y hizieron observantes [2] (como antes fuesen claustrales) todos los otros monesterios de Castilla la Vieja y reino de Toledo.

Es esta santa casa muy visitada de los cristianos por la devoción grande que tienen a Nuestra Señora (cuya advocación está en ella), mayormente los sábados y los días de Nuestra Señora, adonde se ganan muchos perdones y, por acrecentarles la devoción, don Fernando de Silva, Conde de Cifuentes, ganó de nuestro muy santo padre Paulo III, siendo embaxador en Roma, un jubileo que en ella se ganó cada año el día de la Natividad de Nuestra Señora, el que él se gana visitando con devoción esta santa casa, [fol. 108r col. a] ayudando con sus limosnas y rezando por las ánimas de los Condes de Cifuentes. Es esta casa de grande honestidad y recogimiento, como queda dicho.

Notas

[1] Ejemplar mal foliado, pues aparecen como CX y CVIII, respectivamente, cuando deberían ser CIIII y CV.

[2] Aparece escrito “Obseservantes”.