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Juana de la Cruz

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Capítulo VII
'''De cómo privó el Señor por algunos tiempos el sentido del oýr, y por qué causa, a esta sancta virgen'''
Tenía graçia de entender las aves y animalias, y conoçer sus neçessidades en quanto comer y bever. Y algunas vezes dexava de pensar en pensamientos más subidos e divinales, y ýbase adonde pudiese oýr las aves quando estava en sus sentidos. Y escuchávalas y holgávase, e maravillávase mucho de las cosas que les oýa, tan pronunçiadas e tan claras a su pareçer della, e cómo deçían e tratavan entre sí, unas entre otras, cosas maravillosas que pareçía que conoçían a su criador. E le davan graçias, porque las havía criado e vestido, e adornado de alas y plumas, e les dava los campos, e árboles e frutas para su consolaçión e mantenimiento. E cada género de aves, deçía esta bienaventurada, que loava a su hazedor, e le dava graçias de su manera. E toda cosa que tiene spíritu de vida, loa e da graçias a su criador e hazedor. E como ella se ocupava tanto en oýr las aves y holgava de entendellas, hechava mucho tiempo de su pensamiento en ello. Nuestro Señor Jesuchristo, como la amava tanto, no quería ni hera servido que se ocupase en otra cosa, sino en el que hera su creador y criador. Y a esta causa, quitole súpitamente el sentido del oýr corporal, que estando en sus sentidos ninguna cosa de esta vida pudiese oýr, aunque las cosas çelestiales bien las sentía, que ni por esta sordedad tan [fol. 38r] estremada no dexava de se elevar tan a menudo, y de estar tan grandes ratos elevadas, ni de açer las predicaçiones e hablar del Señor en ella como antes que ensordase. Y estando sorda, aunque no estuviese elevada, oýa y sentía los cánticos y ynstrumentos celestiales, porque las más vezes que se elevava o ponía en su coraçón o contemplaçión, oýa cantos çelestiales que junto con el Spíritu Sancto la ayudavan a inflamar e alçar el spíritu en Dios. Estuvo sorda desde el día de Sancta Escholástica, que es a diez de febrero, hasta señora Sancta Clara, que es a doze de agosto.
Estavan todas las religiosas de su convento e otras muchas personas muy angustiadas por la neçessidad que tenían de su habla e consolaçión, porque no las oýa, aunque ellas le querían deçir y encomendar sus desseos y cosas tocantes a su consolaçión y conçiençia; por lo qual suplicavan mucho a Nuestro Señor le volviese el sentido del oýr. Y su Divina Magestad tuvo por bien de oýr las plegarias de todos, e tornole el oýr día de la señora Sancta Clara. E híçolo desta manera: que estando ella elevada como solía, vido a Nuestro Señor Jesuchristo en spíritu, e la habló e consoló, e le dio el soplo del Spíritu Sancto, e hiço un sermón maravilloso, declarando muy grandes excelençias e maravillas. E hablando, dixo su Divina Magestad que quería dezir por qué la havía ensordeçido, aunque él no tenía neçessidad de dar quenta por qué haçía estas ni otras más cosas: pero que le havía quitado el oýr por tenella más quieta e junta a Él, e recoxidos sus sentidos e pensamientos en Él e no en otra cosa terrena, e tenerla en sancta y simple ynoçençia de niña, y en una puredad de spíritu sin ninguna maliçia, y que no oýa otra cosa sino cosas çélestiales. Mas pues hera tan importunada y rogada de muchas personas, que a Él le plaçía de la sanar. Y en çesando su Divina Magestad de hablar, antes que ella tornase en sus sentidos, vino a ella el apóstol San Pedro, por mandado del poderoso Dios, e metiole los dedos en los oýdos, e bendiciéndola con la señal de la sancta cruz de parte de Dios. Tornando ella en sus sentidos, a deshora se vido sana, e tornado el oýr tan perfetamente como de primero, de lo qual ella y todas las religiosas fueron muy alegres y dieron graçias a su Divina Magestad por la misericordia de ynclinar a su oreja las suplicaçiones que le havían hecho.
Viernes Sancto siguiente, luego que esta bienabenturada ensordeció, estando ella [fol. 38v] elevada e puesta en cruz, assí en la elevaçión tenía tan fijos sus brazos y piernas, e todos sus miembros, como si no fuera de carne sino un crucifixo, de manera que ninguna fuerça bastava para la quitar de así, aunque se provó muchas vezes por las religiosas en otros días, que la veýan muchas vezes estar elevada e puesta en cruz. Pero no estava en pie, sino hechada donde las religiosas la ponían. Y en este mesmo ora del Viernes Sancto, estando todas las religiosas en el choro, que hera por la mañana, quando se diçe el sancto offiçio, ella estava en una çelda ençerrada, porque assí hera la voluntad de Dios y de los prelados, que , quando estuviese en rapto, estuviese desta manera. Estando diziendo la sancta passiónPassión, tornó en sí, e fuese al choro, e yba llorando y descalça. Y no pudiendo andar, ponía los pies de lado, que de otra manera no los podía poner, y aun esto con mucha pena. E viéndola las religiosas entrar en el choro, assí fueron a ella, e preguntáronla por señas por qué yba de aquella manera. Respondió que le dolían mucho los pies e no podía andar con ellos. E mirándoselos las religiosas, viéronselos señalados, y ansímesmo ansimesmo las manos, de las señales del Señor; : no llagas abiertas ni manantes sangre, sino unas señales redondas, del tamaño de un real, e muy coloradas, de manera que pareçían por las palmas de las manos que estavan ympresas por la parte de ençima, e por semejante pareçía en las plantas de los pies. Tenía también estas preçiosas señales, e muy maravilloso olor, e no de ninguna manera de las flores de la tierra. E quexávase muy reçiamente, e llorava de los dolores que en las partes de las señales tenía. E viéndola las religiosas de aquella manera, llorando e con mucha devoçión, davan muchas graçias a Dios. E tomáronla en sus brazos, e lleváronla a su çelda y hecháronla. Hera tan grande el ardor e fuego que en las manos e pies tenía en el lugar do tenía las señales, que le ponían las religiosas unos pañeçitos de agua fría, y en muy breve espaçio se enjugavan del gran fuego que de allí salía. E muy a menudo le ponían los pañeçitos mojados y ella mesma se soplava las palmas de las [fol. 39r] manos, por mitigarse el gran fuego e dolor que sentía. E las religiosas le preguntavan qué hera aquello o quién le havía dado aquellas señales. Ella, entendiendo, les respondió con muchas lágrimas y dolores que sentía, diziendo: “Vi a Nuestro Señor Jesuchristo cruçificado en aquel lugar donde mi sancto ángel me suele poner, y assí, llagado y cruçificado como venía, se juntó conmigo, e puso sus manos junto con las mías, e sus pies con los míos; y así como esto hiço, sentí en mi spíritu gran dolor e sentimiento en mis manos e pies y, a deshora, me vi tornada acá en mis sentidos, con estas señales que véys, y con muchos dolores en ellas, y tan reçios que casi no los pudo sufrir”. Tuvo estas señales tan maravillosas y creçidos dolores dende el día del Viernes Sancto, hasta el día de la sancta Asçençión. Y esto no contino, sino los viernes, y sábados y domingos, tres días [¿arreo?], arreo hasta la hora que fue la sancta Resurreçión, y dende aquella ora hasta otro viernes no tenía más dolor ni señal. Viendo esta bienaventurada cómo no podía encubrir estas preçiosas señales que no fuesen vistas de personas devotas del monasterio −pues ya se publicava, y su confesor y el compañero se las havían visto junto con las religiosas−, suplicó a Nuestro Señor muy afetuosamente que en ninguna manera permitiese su Divina Magestad que en ella, su yndigna sierva, pareçiesen ni tuviese tal thesoro ni tan ricas joyas, que no hera digna dellas, ni quería tal don, pues no le podía encubrir. E nunca çesó de haçer esta suplicación, derramando muchas lágrimas, hasta que lo alcançó del poderoso Dios. E hablando un día su Divina Magestad por la lengua y boca della, dixo: “Mucho me ruegas e ymportunas que te quite ese don que te he dado. Yo lo haré, y pues no as querido tener mis rosas, yo te daré cosa que más te duela que ellas”. Y assí le fue otorgado del Señor no tener ya más aquellas señales.
Por entonçes, muchas personas heran consoladas spiritualmente e libradas de sus tentaçiones por consejo e lumbre de esta bienaventurada. Y aunque fuesen más de çiento las que juntamente se le encomendasen para que rogase a Dios por ellas y que huviese respuesta de su sancto ángel, dotola Dios de tanta graçia que ninguna se le olvidava; que por todas rogava a Dios a su sancto Ángel ángel le dixese qué respondería a cada una de aquellas [fol. 39v] personas.Y el sancto Ángel ángel la respondía en cada cosa, según el poderoso Dios le dava liçençia para ello. E havidas ella las respuestas, las dava a las personas que se le havían encomendado, sin trocar ninguna cosa de lo que el sancto ángel le deçía, e savía lo que havía de dezir a cada persona. Y esto , de una vez que se elevase, traýa todo esto en su memoria.
Vino a ella un religioso muy tentado de no querer reçar las horas e offiçio divino ni ninguna cosa que hera obligado, diziendo que Dios no tenía neçessidad de sus oraçiones. Encomendándole esta bienaventurada al Señor, díxole a su sancto ángel la tentaçión y neçessidad de aquel religioso, e suplicole que le dixese alguna cosa que ella le pudiese dezir para el remedio de aquella neçessidad. El sancto ángel le respondió, diziendo: “Dile tú a esa persona que verdad es que Dios no tiene neçessidad de las oraçiones de las criaturas que Él crió, empero todas las criaturas raçionales tienen neçesidad de la ayuda de Dios e de le servir para le aplacar; , así como de neçessidad e fuerça es obligado qualquier labrador pechero de pagar a su rey y a su señor el pecho que es obligado e le debe, ; y si esto de su grado no haçe qualquier basallo, mandarle á dar gran pena su señor y mandarle á prender a sus alguaziles y justiçia, y si mucho fuere revelde, haçerle matar, e assí perderá la persona e los bienes, ; lo mesmo hará Nuestro Señor Jesuchristo a los christianos religiosos, assí hombres como a mujeres, si no le sirven y le pagan lo que le juraron en el sancto baptismo y en su profesión. A los religiosos, demandárselo á muy reçiamente, por peccado mortal, e si mucho perseverare en su reveldía de no querer amar ni servir a Dios, ni reçar sus oras y lo que es obligado para le aplacar, si quiera siquiera con algunos serviçios e buenas obras, mandará a los sus alguaçiles, que son los demonios, le prendan y enfermen, e saquen el alma del cuerpo a muchos tormentos. Y después, en su juyzio, condenarle á el alma a penas eternas, de manera que perderá la persona y el alma, e bienes spirituales que pudiera tener. Por tanto, di tú a aquella persona que desheche la tal tentación, que es de Satanás, y se esfuerçe e reçe, y sirva a Dios, e pague el tributo y pecho que le debe por su [fol. 40r] juramento y vasallaje. Si no, que le será demandado como he dicho”.
Vino otra persona a esta bienaventurada a pedirle consejo y doctrina, diziendo qué haría para aplaçer a Dios. Ella preguntolo a su sancto Ángelángel, e suplicole respondiese sobre ello, e díxole: “Dile a esa persona que paz, e oraçión, e silençio son cosas que aplaçen mucho a Dios. Y que trayga belo negro en su coraçón, e ánima de dolor de la sancta passión Passión de Nuestro Señor Dios, y alguna carga que ponga ençima de su persona. Dé frutos de penitençia, y esto tome por vestido, y el llanto por tocado, y assí estará bestida y adornada su ánima para ser perteneçiente a su Dios”.
Otra preguntó a esta bienaventurada qué haría para estar siempre en graçia e aplaçimento de Dios. Ella díxolo a su sancto Ángelángel, e pidiole respuesta para aquella persona. Y él dixo: “Dile que llore con los que lloran, y ría con los que ríen, y calle con los que hablan”. Otro consejo: estava una religiosa enferma de una muy grande enfermedad e fatigada de muchos dolores, y dixo a esta bienabenturada Juana de la Cruz le suplicava dixese a su sancto Ángel ángel le embiase alguna palabra de consolaçión. Y él le respondió que qualquier persona enferma que está en la cama, pues no puede reçar ni offreçer otro sacrifiçio sino sus dolores a Dios, ponga en su memoria por çielo de su cama a Nuestro Señor Jesuchristo cruçificado e llagado por los peccadores, e por paramentos e çercadura todas las ynsinias de la passión Passión e tormentos que el Hijo de Dios padeçió por redimir y salvar sus criaturas. E piense qualquier persona enferma siempre en esto, e offrezca sus dolores a los de Christo, y rescivillos á el mesmo Dios, e serle an meritorios sus dolores y enfermedades. Y aún aun hasta las mediçinas e cosas neçesarias que tomase en su enfermedad, ofreçiéndolo todo en reverençia de la passión Passión del Señor y de la hiel y vinagre que le dieron a beber; y aún aun la flaqueza, y desmayos e sed que padeçiere, le será contado en mereçimiento, si lo ofreçiere en reverençia de la hambre y sed, y ayunos y cansancios, e flaqueças e desmayos que padeçió el Hijo de Dios. E lo mesmo le será contado el frío, y la calentura e sudores, offreçiendo cada cosa de estas a su misterio. Y assí terná cada criatura sus penas y dolores, acordándose [fol. 40v] quánto fueron mayores las que padesçió su Dios, e todas por sanar las llagas y enfermedades de los peccadores. Y aún aun si perfeçión e conoçimiento de Dios tiene la tal ánima que estas cosas pensare, será bien que diga: ‘En el nuestro Jesuchristo duélanme los dolores, en tal que no me aparten de la caridad de vuestro amor’. Y a Nuestra Señora puede dezir, si la enfermedad le diere lugar: ‘O , Virgen singular, entre todos piadosa, haz a mi ánima ser suelta de sus culpas, y en el cuerpo ser mansa y casta’”.
Consejo a otro: una persona suplicava la respondiese el sancto ángel, por ynterçessión de esta bienabenturada, y asý fue, que digo: “Dile a esa persona que se enmiende, e guarde de ofender a Dios, que le hago saver que se demanda por hurto en el juizio de Dios qualquier tiempo e palabras mal dispendidas e habladas, e se pagan con las setenas como hurto, e se an de restituyr como fama qualquier mal exemplo o enseñamiento u ocasión que dé para que otra peque. Por eso, que se avisen hechos e horas e palabras”.
Estando aparejadas las monjas para comulgar, e juntas en un lugar que para ello tenían diputado, hallose con ellas esta sancta virgen, la qual no yba a comulgar, sino a ver y adorar este Sanctíssimo Sacramento. Y como estuviese allí, llegáronse las religiosas a ella, y ocupávanse en la hablar, encomendándole algunas cosas de sus ánimas. A deshora fue tomada y arrevatada dentre las religiosas, e de los ojos dellas, e alçada en alto. Todas, muy maravilladas, allegaron a comulgar, cada una como mejor pudo. E de que huvieron comulgado, pasado algún yntervalo, a deshora la vieron entre ellas. Todas, muy espantadas, se hallegaron çerca della, y la rogaron muy afincadamente les dixese dónde havía estado mientras ellas comulgaron, que a deshora se havía desapareçido. Y enportunándola mucho, les respondió, diziendo: “Los ángeles me llevaron porque no os ocupásedes conmigo, sino con solo Dios, e dixéronme: ‘Anda acá, súbete aquí, a la cumbre de la casa con nosotros, porque por que no se ocupen en ti las religiosas el tiempo del comulgar’. Y allí me tuvieron en el ayre entre ellos, e me cubrieron con sus hermosas alas porque vosotras no me viésedes. E dende allí goçávamos todos del Sanctíssimo Sacramento. E quando me bajaron, dixéronme: ‘Anda acá, que aora no estorvarás nada’. E las monjas dieron [fol. 41r] graçias a Dios por tan gran milagro, e rogaronle mucho les dixese lo que Nuestro Señor le havía mostrado en la comunión de ellas. Ella les dixo: “Las que comulgavan muy devotamente, llegava el sancto ángel su guardador e tomavale del braço , e abraçávala, e besávala e goçávase mucho con ella; e la que no comulgava devotamente, desviávase algo de ella su sancto ángel, e orava al Señor muy devotamente por ella, que la cumpliese de su graçia”.
E no solo esta vez fue esta bienabenturada alçada en cuerpo y en alma dentre las religiosas, mas otras vezes lo vieron y supieron las mismas monjas que los sanctos ángeles le alçavan en contemplaçión, y assí tenía condiçión angelical e sanctas hablas e consejos. Desde a çiertos días que este milagro vieron las religiosas de alçarla en alto los ángeles quando comulgavan, pidiola la provisora una cosa que tenía neçessidad, e deçía no la havía en la casa, y ansí lo creýa de çierto. E oyéndolo esta sancta virgen, dixo a la provisora: “Sí tenéys, hermana, aunque no se os acuerda. Que yo le vi el otro día, quando las religiosas comulgaron en tal zaquizamí, quando los sanctos ángeles me subieron en alto”. E fue la provisora, e halló lo que buscaba.
E aconsejava muchas veçes esta bienaventurada scriviesen e agradeçiesen mucho a los sanctos ángeles custodios las buenas e caridosas obras que contino hazen a nosotros peccadores. Dezía: “No solamente son nuestros guardadores, más mas los podríamos llamar nuestros compañeros. Y esto por el mucho amor que nos tienen, e por ser compañeros de nuestras almasque, que allende de ser nuestros ayos y guardadores, son berdaderos e fieles compañeros y amigos para nos defender, así de los demonios e peligros del mundo como para nos ayudar e favoreçer en el amor e serviçio de Nuestro Señor Jesuchristo e provechosa salvaçión de nuestras almas. E por esto −deçía esta bienabenturada− clamo yo a los sanctos ángeles guardadores de ánimas ‘compañeros’, porque nos acompañan día y noche, y en vida y en muerte. Y quando algunos de los fieles christianos están en artículo de muerte, el sancto ángel guardador, como a compañero muy leal e amigo verdadero, haviendo compasión de aquel ánima, va al Çielo, y ruega e convida a algunos sanctos e santas que él save que aquella persona tiene devoçión y a hecho algunos servicios, e dízeles: ‘señores‘Señores, tal persona, que es ánima que yo tengo a [fol. 41v] cargo por mandamiento divinal, está en gran neçessidad, que está en artículo de muerte. Por eso, ayúdame a rogar a Dios por ella, e sedle favorables’. E los bienabenturados responden que les plaze, y ansí lo ponen en obra”. Dezía que, aún aun después de difuntas, las personas christianas e salvas por la misericordia de Dios, los sanctos ángeles sus guardadores no las desamparan en purgatorioPurgatorio, porque las socorren e visitan, llevándoles las sufragios e oraçiones en que van los mereçimientos de la passión de Nuestro Señor Jesuchristo, e limosnas çelestiales con que las visitan, y consuelan e sanan limpiándoles sus llagas e tormentos muy crueles que padezen las ánimas en purgatorioPurgatorio; y tales, que ninguna criatura humana las podría creer. Dezía esta sancta virgen que, así como la offensa que la criatura haçe, por chiquita que sea a nuestro pareçer, es infinita porque offende con ella al infinito Dios, así las penas que en el otro mundo dan a las ánimas, por pequeñas que sean, son muy indeseables ''[45]'', e gravíssimas e amargas, e no tienen otra consolaçión sino la que le da y lleva el sancto ángel su guardador.
Hablando el Spíritu Sancto por la boca de esta bienabenturada, dixo que qualquier persona que se desea salvar y alcançar perdón de sus peccados á de ser como paloma que no tiene hyel. Conviene a saver, que no tenga maliçia, ni odio, ni malquerencia, aunque le hagan mal, sino haga como la palomaque, que aunque le haçen mal, no se save tornar a quien se le haze, sino gime entre sí y pasa su pena, e va a fazer su llanto çerca de las aguas, porque, si viniesen los caçadores o otras aves contrarias suyas a quererla empeçer, se esconde devajo de las aguas, y allí se guareçe. Lo mesmo debe de façer la persona fiel: yr a hazer el llanto de sus peccados çerca de las aguas de la passión Passión e llagas de Christo; porque si le vinieren tribulaçiones o persecuçiones de los próximos o del Demonio, el qual como caçador quiere caçar las ánimas e llevarlas al Infierno, entonçes es muy buen remedio a la ánima pensar en la passión Passión de Dios e meterse con el desseo en las fuentes e guaridas que con sus sanctas llagas. Ansímesmo, dixo su Divina Magestad, tiene la paloma otra propiedad, que todo su canto es gemido, e casi como triste llanto. E lo mesmo debe façer qualquier persona, pues a offendido a Dios, que ninguna es tan justa que no tenga peccados, e toda su vida justa raçón á de ser llanto; o que bien puede dezir la mesma persona que a offendido a Dios si la mandaren reýr o cantar, o alegrarse vanamente: “Ya se quebró mi hórgano e no puedo cantar, [fol. 42r] que el día que offendí yo a mi Dios y Señor, yo mesma que bi el órgano del alegría de mi alma, y no sé si tengo enfado o aplacado a mi Dios, e hasta que vaya a la tierra del alegría, que lo sepa e le vea, no me quiero alegrar ni tornar plazer que sea fuera de Dios, sino vivir en llanto, pidiendo a Dios perdone mis peccados”.
Otro consejo del Spíritu Sancto muy provechoso: dixo el Señorque, que para defenderse el ánima del demonio, á de resçivir las buenas espiraçiones del Spíritu Sancto en el coraçón, y haçer lugar para ello, y calçar los pies del ánima de muy buenos pensamientos, y bestirse el arnés de la charidad, e ponerse el capaçete de la fee; y para resçivir los golpes de los adversarios, ponerse á el escudo de la esperança, y esgrimir muy reçiamente con la espada del buen desseo, premiándolo en obras perfetas. E armada qualquier ánima fiel con estas armas, podría muy bien pelear con Satanás, el qual viene desnudo y despojado, que no tiene ninguna de estas virtudes con que se pueda armar. Por ende, si Satanás nos vençe a nosotros, los christianos, es porque nos desarmamos e quitamos de [¿sobre más?] sobre nuestras almas, algunas o alguna destas virtudes, e quando el Demonio ve que havemos dexado caer alguna dellas, esfuérçase muy reçiamente a nos convatir, e herir e llagar, y matar con ella, trayéndonos tentaçiones de las cosas en que más flacos nos ve, e de las virtudes de que más nos ve careçer.
A la saçón que el Señor estava hablando por la boca de esta bienaventurada, estava una religiosa de poca hedad en pasamiento. Y quitada ya la habla, e así como estava, la llevaron las monjas allí, e pusiéronla delante en una cama. E la enferma empeçó a gemir muy reçiamente, e muy apriesa y congoxada. Dixo entonçes el Señor: “Bien haçes, hija, de reconoçer a tu criador y redemptor. Sométete devajo de su poderío, pidiéndole misericordia. Esfuérçate, esfuérçate, que piedad y misericordia hallarás ante Dios”. E buena cosa es que quando alguna persona estuviere en pensamiento diga estas palabras con devoçión, y si la tal persona no las pudiere dezir, dígalas otra por ella, en su presençia. E las palabras son estas: “El Señor que suelta los presos, suelte a esta. El Señor que alumbra los çiegos, alumbre a esta. El Señor que sana los contritos, sane a esta. El Señor que socorre a los neçessitados, socorra a esta. El Señor que alegra los tristes, alegre a esta. El Señor que perdona los peccadores, perdone a esta. [fol. 42v] El Señor que salva los yndignos, salve a esta”.Muchas vezes, hablando el Señor, mudava el lenguaje, según havía la neçessidad. Algunas veçes en latín, quando havía letrados, para dezirles algunas cosas secretas a ellos, para aviso de sus sçiencias; otras vezes hablava en vizcaýno, e muy çerrado, haviendo personas que entendiesen aquel lenguaje. Estava una vez un perlado mayor, de la orden del glorioso Sant Francisco, el qual tenía en el secreto de su coraçón yntençión de haçer perlada e abbadesa a esta bienabenturada Juana de la Cruz. Lo uno porque vía en ella gran marco, e lo otros porque havía muchos días que se lo pedían las religiosas con muchas lágrimas. E no lo havía hecho porque no tenía tanta hedad como hera menester para semejante cargo. E teniendo esto en su coraçón, hablole el Señor en bascuenço, estando él oyendo esta bendita habla, e díxole que la pusiese sin temor por perlada, que marco tenía para ello e para más. El qual perlado, quando la eligió por abadesa, dixo: “No la hago yo solo abbadesa, que Dios la tiene elegida, e me la mandó poner”. Y contó lo que le havía dicho en bascuenço.
Quando los christianos ganaron a Orán, dio el obispo de Ávila a esta bienabenturada, o al monasterio por su ynterçesión, dos esclavas que traxeron de aquella ciudad. La una hera ançiana, la otra moçuela, de treçe o catorçe años, las quales aún no heran christianas. Las monjas, deseando lo fuesen, empeçaronlas a hablar e dezir que se tornasen christianas. Ellas, oyendo esto, hazían tantas bramuras como si las quisieran matar, en espeçial la más ançiana: se arañaba toda, hasta que le corría sangre. Viendo esto, no la apremiavan ni enportunavan mucho. E hablando el Señor un día por la boca desta bienaventurada, las monjas lleváronlas, para que oyesen a el Señor. Aunque yban de mala gana, estuvieron allí presentes, e su Divina Magestad del poderoso Dios las habló en algaravía, y ellas, muy atentas, escuchavan lo que el Señor les deçía, e respondían ellas en su mesma lengua. Y así estuvieron un buen rato en presençia de todos, e convirtiolas el poderoso Dios, y ellas pidieron el sancto baptismo con mucho fervor. E de aý adelante, todas las vezes que el Señor hablava por esta voz, estando estas esclavas oyéndole, aunque algo apartadas, Él mesmo las llamava por sus nombres en algaravía, a cada una por sí, e luego ellas se levantavan e pasavan entre toda la gente, e se ponían çerca hincadas de hinojos, e allí las hablava e consolava en su lenguaje, y ellas le respondían e quedavan muy alegres. E así bivieron y [fol. 43r] murieron christianas, en el serviçio de Dios y del monasterio.
Siendo esta bienaventurada abadesa, vido estando elevada una figura en el Çielo de unas sus monjas, a las quales mandó la bicaria hiçiesen çierta cosa de la obediençia, y ellas, escudándose, dixeron no lo podían hazer. La bicaria, viendo que no obedeçían, mandó a otras lo fuesen a hazer, las quales obedeçieron de buena voluntad, he hizieron lo que havía mandado a las primeras. Y pasando esto, tornó esta sancta perlada en sus sentidos, e sin darle ninguna persona cuenta de lo que havía pasado, mandó le llamasen a la bicaria, e díxole: “Penada havéys estado, madre, que yo lo he savido, e havéys tenido raçón por la desobediençia de aquellas religiosas, pero llámenmelas, que yo las reprehenderé, e daré penitençia, e les diré lo que an perdido por la desobendiençia”. E viniendo las religiosas ante ella, reprehendiolas, e amonestándolas, dixo: “Mirad, hermanas mías, en la negligençia que oy havéys caýdo. No os acontezca más, porque yo he visto en spíritu vuestra figura, que , ansí como desobedeçísteis, a deshora pareçieron los sanctos ángeles vuestros guardadores como henojados contra vosotras, e tomaron los pendones e cubriéronlos de negro, e arrastrávanlos por el suelo diziendo palabras como de dolor. E luego, a deshora, pareçieron allí junto con ellos los sanctos ángeles guardadores de las que hiçieron la obediençia que la vicaria les mandó, muy alegres y goçosos, y traýan los pendones alçados y en cada uno una corona, e llegaron a vuestros sanctos ángeles, e pidiéronles vuestras coronas, que ellos traýan en sus pendones, e por permisión divina diéronlas ellos e tomaronlas los ángeles que las pidieron, e pusiéronlas en sus pendones. He llevava cada uno dellos dos coronas, e los vuestros no ninguna. E fueron con voz de cántico, e dulçes sones, a offreçerlas e presentarlas al poderoso Dios. Y esto fue figura de lo que vosotros perdistes e las otras ganaron, e cómo llevaron sus mereçimientos e los de vosotras. Por eso, nunca otra tal cosa acontezca, que mucho se henoja Dios con el revelde de desobediente, e los sanctos ángeles sus guadadores guardadores de los tales se yntresteçen de ver que no andan sus súbditos en la carrera de la obediençia. E quieroos también dezir a vosotras, e a todas lo que vi desde nuestra çelda, que tañó la vicaria la campanilla de la comunidad para que se juntase todo el convento, e como no vinieron tan presto, tornó a tañer otra vez, e los ángeles guardadores de todas las religiosas fueron en breve juntos todos a par de la campanilla, la qual es llamada voz de Dios e del ángel. E dezían [fol. 43v] ellos: ‘Vengamos todos a cumplir e obedezer el llamamiento divinal por nuestras súbditas, que no vienen’. Y esto no se entiende que vienen a haçer la hazienda, sino a confusión de vosotras. Mirad que enojays a Dios, e days travajo a los sanctos ángeles, vuestros guardadores. Ya béys quán gran peccador es enmendado, e obedeçed por amor de Jesuchristo, que con tanta mansedumbre lo enseñó, obedeçiendo él hasta la muerte de cruz”.
Quando esta bienaventurada tenía capítulo, havía estado en rapto, y savía por la graçia de Dios todas las neçessidades que en el monasterio havía, públicas y secretas, en las ánimas y cuerpos de sus súbditas. E muchas veçes tenía al sancto ángel a par de su hombro, hablándola al oýdo, lo que havía de haçer e de ordenar.