Diferencia entre revisiones de «Ana de Vargas»

De Catálogo de Santas Vivas
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[[Archivo:Juan_López,_1613,_Tercera_parte_historia_general_santo_domingo.jpg|miniatura|250px|right| Juan López, 1613. ''Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores''. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba. (Fuente: Imagen propiedad de la Universidad Complutense de Madrid. CC BY 4.0 [Digitalizado por Google])]]
  
 
* [http://catalogodesantasvivas.visionarias.es/index.php/Categor%C3%ADa:Juan_López López, Juan], 1613. “Libro tercero de la tercera parte de la historia general de Santo Domingo”, ''Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores''. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, 302.
 
* [http://catalogodesantasvivas.visionarias.es/index.php/Categor%C3%ADa:Juan_López López, Juan], 1613. “Libro tercero de la tercera parte de la historia general de Santo Domingo”, ''Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores''. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, 302.

Revisión actual del 16:07 22 mar 2024

Ana de Vargas
Nombre Ana de Vargas
Orden Dominicas
Títulos Monja del monasterio de Santa Catalina de Valladolid
Fecha de nacimiento Después de 1506
Fecha de fallecimiento 1589
Lugar de nacimiento ¿Valladolid?
Lugar de fallecimiento Valladolid

Vida impresa

Ed. de Bárbara Arango Serrano y Borja Gama de Cossío; fecha de edición: octubre de 2023.

Fuente

Juan López, 1613. Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba. (Fuente: Imagen propiedad de la Universidad Complutense de Madrid. CC BY 4.0 [Digitalizado por Google])
  • López, Juan, 1613. “Libro tercero de la tercera parte de la historia general de Santo Domingo”, Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, 302.

Contexto material del impreso Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores.

Criterios de edición

Esta crónica está escrita por Juan López, obispo en la ciudad italiana de Monopoli. En la tercera parte se incluye la vida de santos de la orden, se aborda la fundación de los diferentes conventos en los dos primeros siglos de los dominicos en Castilla y se añade la vida de destacadas religiosas, aunque se hace referencia también a las religiosas que viven en las fundaciones hasta la publicación de la crónica en los conventos fundados.

Aquí nos encargamos de las religiosas que viven en los siglos XV-XVI cuyo foco de actuación es anterior a 1560 (aunque mueran después de esta fecha), es decir, antes del auge de Santa Teresa. Se adoptan los criterios de edición de vidas impresas estipulados en el Catálogo: se moderniza la ortografía (b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y se eliminan las consonantes geminadas. Además, se expanden las abreviaturas, aunque algunas como N. S. (Nuestro Señor) o N. P. S. (Nuestro Padre Santo) se respetan en el texto. El uso de mayúsculas y minúsculas se moderniza y se adaptan las normas acentuales a sus usos actuales. Finalmente, se moderniza también la puntuación, la acentuación y el uso de aglomerados.

Vida de Ana de Vargas

[301]

Capítulo XLVI

De otras grandes siervas de Dios de este monasterio de Santa Catalina de Valladolid

[…]

[302] […] Por los años de mil y quinientos y cuarenta y ocho hizo profesión soror Ana de Vargas, gran sierva de Dios y de gran ejemplo, y era tal que la orden echó mano de ella, siendo de diez y ocho años, para que fuese en compañía de otras religiosas a fundar el convento de la Madre de Dios de la ciudad de Valladolid. Dicen que fue un prodigio de santidad, observantísima en el cumplimiento de las constituciones de su orden. Fue muchos años maestra de novicias. En humildad y pobreza fue señaladísima, fue muy regalada de Nuestro Señor, aunque su mucha humildad y el poco cuidado de sus confesores fueron causa de la poca noticia que de sus cosas se tiene. Pero hay grandísima memoria de muchos y muy grandes trabajos que padeció, llevados con singular paciencia y humildad, así en enfermedades como en contradicciones que tuvo en todo lo bueno que hacía, que era mucho. Todo lo llevaba con una boca de risa, sin quejarse de nadie, que no es pequeño argumento de virtud cuando las persecuciones vienen de personas del mismo estado que, con nombre de celo y prudencia, condenan las virtudes de sus hermanos cuando no ajustan con sus humores o condenan su relajación. Crio grandes novicias, siempre buscaba los más escondidos lugares para sus devociones. Era devotísima de la Pasión del Señor, y cuéntase de ella una cosa que calló toda su vida, pero su confesor, que fue el padre fray Alonso de Ontiveros, persona grandísima que fue dos veces provincial en la Provincia de Castilla, este dijo al convento después de su muerte (y ha poquísimos años que faltaron personas que se lo oyeron decir) que diez meses antes que muriese, estando en la celda a las once de la noche, vio una imagen de Jesucristo puesto en cruz, y que salían de las llagas unos rayos de luz admirable y estos la vinieron a dar en sus pies y manos y costado con dolores gravísimos. No tuvo llagas, pero, desde aquel punto, le quedó el brazo izquierdo, donde dio con más fuerza el rayo de luz, tan debilitado que, en todos los diez meses que vivió, ni comió con sus manos, ni se levantó de la cama, ni se podía menear en ella apretada de excesivos dolores de que murió sin tener calentura. En todas estas apreturas, guardó tanto silencio que solas las palabras que se le oían eran: “Bendito sea Dios”. Y, con grandes lágrimas y paz y serenidad de conciencia, habiendo sido antes muy escrupulosa, se confesó para morir con el dicho padre y con gran quietud dio el alma al Señor.