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María de Santo Domingo

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[55] Se refiere a la reedificación del convento después del incendio que ocurrió en el convento en el año 1565 y que se incluye en los fols. 13v-15r. El incendio ocurrió mucho después de la muerte de Sor María, pero sus dos hermanas aún estaban vivas, como se muestra en el texto, siendo María de la Asunción priora del convento.
[56] Este libro antiguo puede referirse al libro antiguo que se menciona al hablar de María de San Cristóbal. Lo que sí que es cierto es que esta información del libro antiguo coincide tanto con el manuscrito del XVII como con la copia de 1709, ya que ambas hacen referencia al entierro de María de los Santos con sus hermanas, en la puerta del refectorio y con una piedra labrada encima de la sepultura.
 
== Capítulo 2 ==
 
[Fol. 12r] '''S. I'''
 
Elección de priora que se hizo de la venerable madre Soror María de la Asumpción y sus admirables virtudes y trabajos.
Muy [46] sentidas y lastimadas quedaron las venerables religiosas de este ilustre convento de Santa Cruz de Aldeanueva con la muerte de su santa fundadora, la madre Soror María de Santo Domingo. Era esta gran sierva de Dios, madre amantísima de todas y alma y corazón de todo aquel gran cuerpo religioso y, como al ausentarse el alma del cuerpo es natural el sentimiento en todos los miembros, assí fue muy justo y muy debido el llanto en todas aquellas queridas hijas por la muerte de su amantíssima madre y por la falta de su corazón y de toda su alma. Trataron luego que depositaron su venerable cadáver en el sepulchro de darla succesora y de elegir priora de toda aquella observantíssima comunidad, en lo que hubo poco que discurrir, atendida la prudencia humana. Pues aunque había muchas merecedoras de esta honra por su nobleza, virtud y méritos, a todas les pareció y bien fundadas, que ninguna mejor podía ocupar mejor la silla y llenar el vacío de tan gran madre como su hermana la venerable María de la Asumpción, por lo cual de común consentimiento fue elegida (aunque con repugnancia suya) por priora, madre y maestra de toda aquella religiossísima comunidad con tan grande aplauso y regocijo de todas aquellas siervas de Dios, que sola esta elección fue bastante para mitigar su dolor y enjugar las lágrimas por la pérdida antecedente. Igual no obstante, lo que va referido, no parece ser lo más cierto el que sucediese en el oficio de priora a la venerable fundadora, su hermana María de la Asumpción, pues consta por algunas escrituras que existen en depósito, haberla seguido la madre María de San Christóbal, ni se halla en dichas escrituras, siendo muy antiguas, la madre Asumpción, priora hasta el año de mil quinientos cuarenta y uno ''[47]''.
 
Lo cierto e indubitable es que la venerable madre María de la Asumpción fue hermana por naturaleza de nuestra santa fundadora y fuelo también por la gracia, pues fue tan gran sierva de Dios como ella. Debió lo principal de su virtud a la buena y santa educación de su venerable hermana, porque habiendo muerto sus padres en lo más tierno de su niñez, quedó bajo la tutoría y disciplina de su hermana mayor, la madre María de Santo Domingo, como ya queda dicho arriba. Procuró esta santa mujer luego que se encargó de su crianza apartar de su corazón el amor al mundo y a sus vanidades [fol. 12v] y falacias, criándola con grande temor de Dios y tan grande amor a la virtud, retiro y soledad como después lo declaró lo prodigioso de su vida y lo heroico de sus admirables virtudes. Luego que la edad lo permitió, se dedicó al bien y a la utilidad de las almas, ayudando a su santa hermana en aquel laborioso y caritativo ministerio de educar y enseñar niñas y niños con tan singular espíritu y fervor que en nada se echaba menos el de su santa hermana. Ella era la que cuidaba de darlas lección, de enseñarles la doctrina christiana, del asseo y limpieza de todas y, sobre todo, de que fuessen buenas christianas, sirviessen a Dios, lo que hacía más con su ejemplo que con sus palabras.
 
Así empleó esta santa mujer los primeros años de su vida, hasta que fundado el convento de Santa Cruz de la Magdalena de Aldeanueva, fue la primera que se encerró en él y tomó el hábito de beata de N.P.S. Domingo en el año de mil quinientos y siete de manos de su santa hermana nuestra venerable fundadora, la víspera de la Asumpción de Nuestra Señora, circunstancia que pudo ser ocasión de llamarse Soror María de la Asumpción y que la hizo su cofundadora de este ilustre convento, no solo por haber empleado su patrimonio en su fundación, sino por haber sido la primera, que siguió en todo las pisadas de su venerable fundadora. Luego que se vio con el santo hábito, reconoció que tenía mayor obligación de servir a Dios que antes y ayudado su espíritu de la gracia divina empezó una vida tan penitente, tan austera y tan mortificada que fue un vivo retrato y ejemplar de su santa hermana.
Era observantíssima de sus leyes y constituciones, jamás comió carne desde que tomó el hábito, sus ayunos eran como los de la primitiva Iglesia, porque solo comía una vez al día y esso con singular templanza. Nunca cenaba, ni hacía colación, su cama era el duro suelo, cuando mucho, usaba de una tabla. Sus disciplinas, silicios y penitencias eran tales, que horrorizaban a todas las religiosas. En el silencio y retiro era extremada, no hablaba, sino cuando la necesidad lo pedía y en fin era tal su vida, que parecía haber renacido en ella el espíritu penitente de la seráfica Virgen Santa Cathalina de Sena. Con tan extremada penitencia y aspereza de vida conservó su alma limpia de toda culpa, adornándola de muchas y singulares virtudes, porque era humildíssima y tanto, que siendo su vida angelical, le parecía ser la mayor pecadora del mundo y por tal quería ser tratada de todas. Su paciencia fue admirable, como después veremos, su obediencia ciega, su mansedumbre rara y sobre todo su caridad y conmiseración para con los próximos fue tal, que por todos los medios procuraba el remedio de sus necesidades, assí espirituales como temporales. A todas estas virtudes juntaba una prudencia grande, [fol. 13r] con la cual trataba con singular destreza los negocios assí de casa, como fuera de ella, de que tuvieron las religiosas larga experiencia en las diligencias que practicaba su hermana y para las que hacía dilatadas ausencias. No siendo menos la afabilidad que tenía para con todos, por lo cual dominaba de tal manera los corazones de todas aquellas venerables mujeres, que muerta su santa hermana, fue al punto elegida sin oposición, ni contradicción alguna por priora de esta casa y fue la segunda que hubo en ella, según la más cierta tradición y es muy creíble fuesse assí, no obstante lo que refieren las escrituras antiguas, pues atendiendo a los méritos de la difunta fundadora, su hermana, y a que por su conocida virtud no lo desmerecía y que a las religiosas no les tiraría la carne y sangre, se debe creer assí lo hiciessen.
 
No resplandeció menos su virtud siendo priora que siendo súbdita. Antes si como luz colocada sobre el candelero, empezó a arrojar tales resplandores que obscurecían las muchas luces, que había en esta gran casa, porque assí como la luz del sol al medio día no deja brillar a las estrellas, assí la mística luz de esta gran sierva de Dios ocultaba con sus rayos los resplandores de tantas estrellas como había en este gran firmamento dominicano, no porque dejassen de ser luces, sino porque era mayor y más tersa la luz de su venerable prelada. Era la primera en todo, sin jamás admitir dispensación alguna por enfermedad y ni por otra cualquiera causa, en los oficios más humildes y bajos del convento estaba como la más humilde novicia. A todas animaba, a todas consolaba con sus pláticas y dulcísimas palabras y mucho más con su grande ejemplo, con el cual se animaban tanto aquellas venerables religiosas, que en más de treinta años, que obtuvo el oficio de priora, en nada decayó el grande rigor y observancia con que este convento se fundó.
 
No pudo el demonio sufrir tanta virtud como había en la venerable madre y lleno de infernal rabia, intentó por todos los medios que le fueron permitidos, derribarla y afearla. Aparecíasele en horribles figuras provocando con palabras y acciones turbar su espíritu e inquietar su alma, mas viendo el poco caso que hacia la sierva de Dios de todas sus amenazas, pasó de las palabras a las obras dándola recios y crueles golpes, arrojándola de las escaleras abajo y hiriendo lastimosamente su delicado cuerpo, la dejaba tan quebrantada, que parecía estar en las agonías de la muerte ''[48]''. Pero la venerable priora se armaba para tan fuerte batalla de una larga y prolija oración y de un continuo ayuno, que son las armas fuertes y más firmes para vencer a este terrible adversario, velaba y oraba gastando casi toda la noche en este devoto ejercicio. Por esso no caía en la tentación, porque salía de la oración tan valiente, robusta y fervorosa, que ella misma desafiaba y provocaba a la batalla a esta bestia infernal. Rabiaba de furor el demonio viéndose vencido de una mujer flaca y débil y, dándole Dios licencia procuró rendirla por otros medios más terribles [fol. 13v] y horribles e igualmente sensibles, como fue levantarla una furiosa tempestad de persecuciones y contradicciones nacidas de muchas emulaciones y envidias entre sus hijas y hermanas ''[49]'', que movidas del espíritu de satanás la persiguieron terriblemente y contradijeron terriblemente poniéndola mal con los prelados de la orden. Assí consta de libro antiguo de profesiones, Fol. 2 y siguientes.
[…]
[Fol. 15r]
 
'''S. III'''
 
Favores que hicieron a este convento los excelentíssimos señores Duques de Alba.
 
Entre los muchos favores, gracias y mercedes, que ha logrado este convento de Santa Cruz de Aldeanueva de los reyes y grandes y señores de estos reinos, siempre fueron y han sido singularíssimos los que ha recibido de la excelentísima casa de Alba. Ya vimos arriba los muchos que hicieron a la venerable María de Santo Domingo los sereníssimos Reyes Cathólicos Don Fernando y Doña Isabel. sus hijos, nietos y otros muchos señores de España, y si bien parecía muy a propósito el referir allí los grandes favores, que han hecho los excelentíssimos Duques de Alba, assí a la dicha venerable fundadora, como a todo el convento, los dejamos con reflexión para esta ocasión por referirlos todos juntos y huir los inconvenientes de la repetición.
 
En la primera fundación de este convento eran Duques de Alba los excelentíssimos señores Don Fadrique Primero y Doña Isabel de Zúñiga. Eran estos príncipes muy piadosos y devotos, muy amadores de la virtud y muy afectos a todo lo bueno, y como tales estimaban y veneraban a la venerable madre María de Santo Domingo por su mucha virtud y santidad, siendo los primeros que promovieron sus santos intentos de fundar este convento con sus muchas limosnas, con las cuales se animó a dar principio a una obra tan del agrado de Dios. Quisie- [fol. 15v] ron sus excelencias hallarse presentes al comenzar la fábrica, por complacer en esto a la venerable fundadora y porque su ejemplo y devoción animasse a otros a concurrir con sus limosnas, premiando Dios su buena voluntad con el milagro de dividirse la piedra en forma de Cruz, de que ya hemos hecho mención. Prosig[u]iose la obra con las limosnas que dieron personas pías; pero lo principal fue a costa de su excelencia, la cual acabada perfectamente con iglesia, claustro, dormitorios y demás oficinas necesarias, el día catorce de agosto del año de mil quinientos y siete, tomó a su cargo el excelentíssimo Duque Don Fadrique de ornamentar la iglesia con todos sus ajuares poniendo en la sachristía muchos ornamentos, alhajas y otras muchas cosas preciosas para la mayor veneración y decencia de culto divino, de las cuales hoy no ha quedado ninguna por haber perecido todas lastimosamente en el voraz incendio que va referido haber padecido este convento en el año de mil quinientos sesenta y cinco.
 
No ''[50]'' paró en esto la liberalidad y magnificencia del excelentíssimo duque, porque padeciendo el monasterio penuria de agua para regar la huerta y para las cosas necesarias de la casa, dio privilegio su fecha en Alba en once de febrero de mil quinientos veinte y siete para que del agua y fuentes que goza el concejo de Aldeanueva, se le diesse al convento un día cada semana, el cual privilegio subsiste hoy por haberlo comprado sus excelencias. Finalmente después de haber dado este excelentíssimo duque muchas limosnas extraordinarias para el sustento de las religiosas, dotó al monasterio [51] en quinientas fanegas de trigo y cuarenta cántaros de aceite para las lámparas que arden delante del Santísimo Sacramento y delante del Santísimo Christo de las Batallas, situados en su lugar de la abadía, cuya limosna han continuado todos los excelentíssimos duques sus succesores hasta hoy, aunque minorada por la escasez de los tiempos, pues al presente solo dan trescientas fanegas de trigo, siete cántaros y veinte y seis cuartillos de aceite.
 
Hallándose las religiosas de esta casa tan beneficiadas y favorecidas del excelentissímo señor Duque Don Fadrique y de la señora Doña Isabel de Zúñiga, su mujer, les ofrecieron en remuneración a tantos beneficios, el patronato de este convento con todas las prerrogativas y privilegios que se deben '''[52]''', según derecho a los patronos y fundadores de conventos, lo que su excelencia accepta gustoso y agregó a su casa y estados perpetuamente como hoy en día se observa. También se obligaron entonces las religiosas a recibir para siempre en dicho convento sin dote, tres plazas enteras, o seis medias [fol. 16r] plazas para que su excelencia y los demás señores succesores puedan nombrarlas, como actualmente se practica. Por aquí consta que el único patrono de este convento ha sido el excelentíssimo señor Duque de Alba y no otro alguno. Y obtuvo esta nobilísima casa este patronato muy a los principios de su fundación, por haber sido el primero a quien le ofreció esta comunidad el señor Don Fadrique primero que era ''[53]'' duque cuando se fundó.
 
Estos mismos favores y limosnas han continuado siempre los señores Duques de Alba y todos los descendientes de esta nobilíssima casa a este su convento. El señor gran prior de Castilla, Don Fernando de Toledo, fue afectíssimo a este monasterio y mientras vivió le hizo considerables limosnas a imitación de su padre Don Fadrique. Lo mismo hicieron los señores Don Antonio de Toledo y Don Rodrigo de Toledo, ambos también gran priores de San Juan, los cuales daban cada año mil fanegas de trigo a esta casa y además todo el gasto necesario para las enfermas. Los excelentíssimos señores Don Fernando Álvarez de Toledo, el grande y la señora Doña María Henríquez Toledo, su mujer y prima hermana, ya hemos dicho arriba lo mucho que favorecieron a este convento en su lastimosa ruina, cuidando el sustento y regalo de las religiosas todo el tiempo que duró la reedificación del convento, que se hizo a costa de su hacienda y después dándoles otras muchas limosnas. Pues el señor Don Fernando les señaló una limosna anual de cinco mil más y la señora Doña María daba todas las gallinas necesarias para las enfermas. Lo mismo hicieron otros muchos señores y señoras de esta casa, de las cuales muchas ennoblecieron este convento con sus personas tomando el hábito de N.P.S Domingo. Y lo mismo han continuado los excelentíssimos duques, sin haberse conocido jamás quiebra, ni menoscaba en el afecto y devoción a este su convento, por lo cual siempre han sido tenidos en aquella veneración y respeto que se debe a tan grandes bienhechores de esta casa, cuidando las religiosas de encomendarlos a Dios en todas sus oraciones assí de comunidad, como en particular.
 
'''S. IV'''
 
Muerte de la venerable María de la Asumpción y de su hermana María de los Santos.
 
Volviendo a la venerable María de la Asumpción, más se puede considerar que escribir el gozo que tuvo su espíritu viendo acabado el monasterio con todas las oficinas necesarias, iglesia, claustro, refectorio, dormitorios y todo lo demás que en un convento es preciso, y todo muy sumptuoso en el mismo sitio en donde al principio se había fundado. Procuró [fol. 16v] luego venirse a él con sus religiosas, lo que ejecutó habiendo dado primero las gracias assí a la señora Duquesa Doña María Henríquez Toledo, como a la villa del Barco por la mucha caridad con que habían asistido en su aflicción a las monjas y más en particular a la excelentísima duquesa por haberlas reedificado con tanta magnificencia el convento con todas aquellas expresiones de afecto y agradecimiento que su mucha discreción la dictaban todo el tiempo que se detuvieron las monjas en el Barco, puso gran cuidado en que no decayesse en nada la mucha religión y observancia que en este convento siempre se había profesado y que no fuesse miserable despojo de la relajación el espiritual edificio de este monasterio como lo había sido de la voracidad del fuego lo material de su fábrica. Y consiguiolo a muy poca diligencia, porque todas aquellas religiosas eran observantes de sus sagradas leyes, tan atentas a sus obligaciones y tan deseosas de servir a su esposo Jesús, que muy poco o nada, tuvo que hacer la venerable priora para mantener estos corazones en el amor de Dios y desprecio del mundo.
 
Aumentó este cuidado luego que se vio en su deseado retiro, pareciéndola que ya se hallaban las monjas nuevamente obligadas a servir con mayor fervor a su esposo. Traílas a la memoria en sus continuas y fervorosas pláticas los muchos beneficios que habían recibido de la poderosa mano de Dios en todos aquellos tiempos tan calamitosos. Animábalas a permanecer en sus santos propósitos, exortábalas a la más rígida observancia y cumplimiento de su profesión y, finalmente movíalas tanto con su afabilidad y ejemplo a todo lo bueno que en nada se echaba menos el primitivo fervor de su venerable fundadora ''[54]''. Hallábase a esta sazón esta sierva de Dios en los últimos años de su vida y muy cercana a la muerte por su mucha ancianidad, mas con todo esso era la primera a todas las funciones de la comunidad y, aunque débil en el cuerpo, se hallaba muy fuerte su espíritu, aumentando ahora más sus vigores y asperezas para lograr los últimos abrazos de su amantísimo esposo. Murió la venerable María llena de años y de méritos y con grandíssima opinión de santa, a muy pocos años después que se reedificó el convento ''[55]''. Fue mujer ejemplarísima y, en todo, un retrato de su santa hermana y verdadera hija de N.P.S Domingo, por lo cual podemos piadosamente creer que su alma voló luego al cielo a recibir el premio de sus muchas y heroicas virtudes. Su cuerpo fue enterrado en el sepulchro de su misma hermana a la puerta del refectorio por haberlo ella pedido por su humildad y por parecerlas a las religiosas que debía estar en muerte unida a la que tanto debió y se pareció en vida. [Fol. 17r] Casi por este mismo tiempo vino también a morir otra tercera hermana de la venerable fundadora, llámase esta Soror María de los Santos. Criola también desde muy niña su santa hermana cuidando mucho que saliesse en todo buena cristiana y muy temerosa de Dios. Como tenía a la vista dos tan grandes ejemplares de virtud en sus dos hermanas mayores, procuró desde luego imitarlas siendo la segunda que tomó el hábito de beata de N.P.S Domingo de mano de su hermana la madre María de Santo Domingo en este convento, en el cual vivió todo lo restante de su vida con opinión de muy virtuosa. No tenemos noticia particular de sus virtudes, ni de su vida, pero habiendo sido educada en la escuela de sus santas hermanas y de las primeras que tomaron el hábito en este observantíssimo convento, no hay duda sería su vida muy parecida a la de sus dos venerables hermanas. Y en esta opinión la trae el libro antiguo ''[56]'' de la fundación de este convento, diciendo que vivió y murió santamente y que fue enterrada en la sepultura de sus dos venerables hermanas, a la puerta del refectorio, en donde hoy se ve con una piedra labrada encima. Y el haberla dado esta sepultura es señal de su mucha virtud, pues si no fuera assí, no se hubieran atrevido las monjas a enterrarla en donde estaban enterradas dos grandes siervas de Dios, como eran sus dos hermanas. Y assí dándola sepultura tan honrosa dieron a entender aquellas venerables madres, que Soror María de los Santos no desmerecía en la muerte el desunirse de aquellas con quienes en vida había tenido tanta unión assí por la naturaleza como por gracia.

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