Catalina de San Juan

De Catálogo de Santas Vivas
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Catalina de San Juan
Nombre Catalina de San Juan
Orden Jerónimas
Títulos Correctora del Convento Concepción Jerónima de Madrid; priora del Convento de San Pablo de Toledo
Fecha de nacimiento Hacia 1492
Fecha de fallecimiento 26 de octubre de 1562
Lugar de fallecimiento Toledo

Vida manuscrita

Ed. de Mar Cortés Timoner; fecha de edición: febrero de 2025.

Fuente

Manuscrito
  • Biografía conservada en las páginas 172-186 del anónimo libro custodiado en el Monasterio de Jerónimas de San Pablo con la signatura A.J.T ª. San Pablo, I libro 33. La biografía fue compuesta por la monja jerónima Ana de Zúñiga (Toledo c.1540-1594) y fue copiada en 1881 en el citado libro. Aunque hay ciertos errores de paginación en el libro, seguimos la numeración que consta en el margen superior de las hojas.

Contexto material de la Biografía conservada en el anónimo libro custodiado en el Monasterio de Jerónimas de San Pablo con la signatura A.J.T ª. San Pablo, I libro 33. La biografía fue compuesta por la monja jerónima Ana de Zúñiga (Toledo 1540-1594) y copiada en 1881 (junto a unas setenta vidas más escritas por la mencionada monja) en el mencionado libro manuscrito.

Criterios de edición

Dada la fecha de la copia manuscrita, la transcripción actualiza el empleo de las letras mayúsculas, la separación o unión de palabras pero se conserva “a el” y “de el” Sin embargo,. se ha regularizado el empleo de las vocales o/u y la escritura de las siguientes consonantes: h/- b/v, c/d, c/g, c/z, d/z, g/j, l/r, r/rr, ll/y, n/m, s/x. Por último, siguiendo las normas de la RAE, se moderniza la puntuación y la acentuación.

Vida de Catalina de San Juan

[172] [1] Esta sobredicha señora María del Sepulcro tuvo en esta casa una sobrina, la cual se llamaba de nombre de seglar doña Sánchez [2] de Guzmán y de religiosa Catalina de San Juan, y vino a ser religiosa muy niña, que solamente había tres años de edad, y fue tan hábil y de tan buen ingenio que, siendo de once años no más, la [173] llevó consigo su tía cuando fue a fundar el Monasterio de Madrid [3], y fue corretora mientras estuvo allí, y cuando volvió a su primera casa volvió con ella, donde perseveró hasta el fin de sus días en toda virtud y bondad.

Queriendo, pues, tratar de la vida de esta religiosa y sierva de Dios Catalina de San Juan, a quien muchas de las religiosas que ahora son conocieron y trataron: esta señora fue muy ilustre de linaje, y tuvo hermanos muy principales y valerosos, y de gran ser. Y entre ellos fue el ilustrísimo patriarca de Jerusalén y obispo de Sigüenza que fue presidente del Consejo Real, varón muy notable, y todos lo fueron en muchos cargos que tuvieron en este reino. Entre todas las virtudes que esta sierva de Dios tuvo, fue la virtud de la humildad muy profunda, porque en ella, así como en fundamento firmísimo y muy seguro, as[i]entan todas las demás virtudes. Y así empe- [174] zó ella desde sus principios y muy temprano a ejercitarse en oficios muy bajos y humildes, haciéndolos todos con gran devoción, religión y aprovechamiento. Y con el buen ejemplo que todas las religiosas daba en estos ejercicios de humildad, después de pasado algunos años que esta valerosa señora trabajó en muchos oficios comunes de la casa, fue ocupada por la obediencia en otros mayores, como son: maestra de novicias, vicaria y procuradora, en los cuales pasó algunos años trabajando en los dichos oficios con mucha oservancia de religión, buen ejemplo y mucho aprovechamiento de todas las cosas que trataba y tomaba a su cargo, como por la experiencia se vio. Y todas las que lo vieron y entendieron dan testimonio de ello.

Y porque, según el dicho del Evangelio, el siervo que es fiel en lo poco es digno de que su señor le ponga en cosas mayores [4], así, después que esta su sierva pasó algunos años sirviendo en [175] las cosas que hemos dicho, fue subida a otros mayores, eligiéndola el Señor y poniéndola en su lugar en medio de sus siervas para que las rigiese con su prudencia y religión, y las llevase con su sabiduría por el camino suave del Señor. Y de esta manera, rigió y fue priora esta valerosa señora y sierva de Dios veinticuatro años en esta santa casa de San Pablo, sustentándola en toda paz y religión todos estos años con increíble fervor de caridad y religión. Y no es poco de estimar haber gobernado tanto tiempo tan religiosamen[te] y tan a contento y consolación de todas sus súditas, lo cual basta para que se entienda el valor de su persona, y cuán [5] llena estaba de la gracia del Señor, que la ayudaba.

Siendo, pues, priora esta religiosa, no por estar puesta en lugar más alto dejaba de humillarse y hacer todas las cosas más bajas que las novicias suelen hacer. Y si v[e]ía que faltaba quien sirviese en la cocina, lo [176] hacía esta santa mujer, fregando y barriendo sin que se lo estorbase ni la dignidad del oficio, ni los años de la edad de su persona.

Fue esta señora muy provechosa en esta santa casa, así en lo espiritual como en lo temporal, porque todas las cosas que sus deudos la daban, que eran muchas (como poderosos que eran), así para su regalo como para otras necesidades propias, todo lo aplicaba y gastaba en provecho de la comunidad, así en prove[e]r los oficios de la casa como en necesidades de las religiosa[s]. Y no solamente gastaba en estas cosas lo que de fuera le venía, sino también, todo cuanto ella ganaba con sus mano[s] a su labor, todo lo empleaba en la casa y en las dichas necesidades. Y, finalmente, era tan amada de la pobreza en las cosas particulares que tocaban a su persona y tan deseosa de aprovechar en el bien de la casa que hasta la limosna que, algunas veces, la daban personas por oraciones que ellas hacía [177] la daba toda a las procuradoras para que se comprasen aceite para el Santísimo Sacramento, y para cumplir otras necesidades de la casa.

Pues si queremos decir y hablar de su continua oración, no podremos contar tanto como fue porque parece cosa increíble a los que lo oye<n>ron de decir que esta sierva de Dios se estuviese en oración casi toda la noche, así en invierno como en verano, y estando ocupada en oficios por mayor, pero por ninguna ocupación que tuviese dejaba de acudir a la oración, que es el verdadero refugio por el cual se alcanza de Nuestro Señor todo el bien espiritual y temporal que se pretende. Y este ejercicio santo de [6] la oración era en ella muy ordinario porque, teniendo salud nunca [7] jamás faltó de estar en el coro a las tres de la mañana. Y cuando los maitines se decían a medianoche, las más veces se quedaba hasta la mañana sin volver a dormir.

La penitencia en esta santa mujer era su fiel compañera, la ab[s]tinencia su vida ordinaria [178] porque continuamente ayunaba, y aún algunos días a pan y agua, mayormente las vigilias de todas las fiestas de Nuestra Señora, a quien tenía especial devoción, y en estos días eran más y más continuas sus oraciones. Sus disciplinas eran muchas y muy espesas. Y no solo las tomaba y hacía por sus culpas, sino cuando alguna de sus sú[b]ditas cometía alguna culpa hacía esta bendita mujer la penitencia, haciendo disciplinas y oraciones a Nuestro Señor por ella, y así las tenía a todas en toda guarda y seguridad. Y cuando demanándolo la culpa de alguna súdita suya la reprendía, luego acudía con el aceite de la misericordia como madre piadosa. Y si conocía que aquella su hija había de estar sentida, enviaba por ella y consolábala, y esforzábala a sufrir por amor de Dios en todo lo que se ofreciese. De manera que a todas sus hijas era madre verdadera y piadosa. Y ninguna tenía de q[ué] quejarse, antes de todas ellas era reverenci- [179] ada, amada y temida por sus muchas virtudes, discreción y prudencia de que estaba adornada.

Fue esta sierva de Dios la mujer de mayor verdad que jamás se vio porque en su boca nunca se halló mentira ni engaño, ni por ninguna ocasión que se ofreciese se halló que dijese una cosa por otra, ni trocase unas razones por otras: siempre la pura verdad se halló en ella. Y toda la vida guardó esto en tanto extremo que parece cosa no creíble, pero todas las que trataron a esta venerable sierva de Dios dan testimonio de esta gran virtud que tuvo entre otras muchas.

Tuvo esta santa mujer otra virtud no menos loable que las ya dichas, y es q[ue] fue muy amiga de que se hablase bien de las ausentes. Y en su presencia no había de haber murmuración, ni habla[r] mala [cosa] de ninguna, ni la quería consentir ni permitir por vía alguna porque se ofendía grandemente de cualquiera murmuración. Y tanto cuanto aborrecía esto, tanto alababa a qui- [180] en hablaba bien de alguna persona ausente, y así lo estimaba, y aborrecía mucho lo malo y amaba mucho lo bueno, y lo agradecía como si fuera cosa que a su misma persona se hacía.

Pues su llaneza, ma[n]sedumbre y benignidad de que con todas usaba quién lo podrá decir, porque con ser prelada, y de tantos años y autoridad, era tan tratable y tan benigna para todas que una novicia que llegase hablar con ella se apartaba de otras para oírla mejor y consolarla, si era necesario. Y así recibía a todas, y con tanta mansedumbre [8] y paciencia las oía como si no tuviera más que una sola súdita.

Quiero decir una cosa de grande admiración en alabanza de esta sierva de Dios, que con ser sapientísima en las cosas de virtud, y tener toda la prudencia que pensarse puede en las cosas espirituales y en el gobierno de esta santa casa y de la santa religión, en las cosas del mundo fue [9] grandísima su inocencia y sinceridad, de lo cual se entiende el espíritu grande que tenía [181] acerca de las cosas interiores del alma, y el ejercicio y meditación acerca de las cosas espirituales, y que solo a esto y no a otros negocios exteriores atendía. Todas su[s] palabras eran graves, maduras, verdaderas, honestas, medidas y tan compuestas como si las hubiera estado estudiando mucho tiempo. Y así no permitía que en su presencia se dijese palabras ociosas, ni de risa, sino todas habían de ser de edificación y buen ejemplo, y tales cuanto la madureza de su persona y aspecto [10] representaba. Tuvo esta sierva de Dios algunos trabajos, porque este es el verdadero camino de los amigos de Dios, pero todos los llevaba con mucha paciencia e igualda[d] de corazón porque, como dice San Pablo, no permite Dios que sus siervos sean tentados más de lo que pueden llevar y sufrir [11]. Y así esta sierva de Dios salía siempre de ellos con vitoria aunque fueron muchos en el proceso de su vida, pero uno tuvo casi a el fin de ella que sintió en gran manera. Y fue que [182] una sobrina suya, que esta santa mujer había criado y tenido en su compañía en este monasterio desde edad de tres años, se la llevó Dios para sí tres meses antes que la buena y santa tía partiese de esta vida, que fue para ella gran quebranto y acabamiento de su vida, porque la amaba mucho por las muchas gracias y dones que el Señor había puesto en ella, así naturales de hermosura corporal como adquiridos [12] de muchas habilidades y linda voz, y sobre todo una condición angelical, por lo que no solo era amada de la piadosa tía más de todas cuantas había en el monasterio. Y quísosela llevar el Señor de eda[d] de diecisiete años antes que la malicia la comprendiese y mudase su entendimiento, y le inclinase a la[s] cosas del mundo. Llamose esta dichosa religiosa Ana de la Conce[p]ción, según el nombre de la orden, cuya muerte, según ya dijimos, sintió tanto su tía que parecía acabar con ella y así, después de tres meses, murió en el [183] Señor a veintiseis días del mes de octubre del año de mil quinientos sesenta y dos, teniendo de edad casi setenta años. Y está enterrada en el capítulo de San Pablo.

Túvose muy clara evidencia de q[ue] esta sierva de Dios supo la hora de su muerte porque el día de Nuestro Padre San Jerónimo, antes que muriese, viniendo la santa mujer de comulgar dijo, oyéndola muchas, que no había de comulgar más en el coro, y así sucedió. Y su confesor dijo, después de esto, que no se levantaba de la enfermedad que tenía, y en común dijo a mucha[s] religiosas, más de ocho días antes que muriese, que no había de vivir, ni tenía que esperar más sino encomendar su ánima a Nuestro Señor, donde se entendió que el confesor supo también lo que a ella le había sido mostrado. Muchas otras cosas dijo la sierva de Dios en testimonio y prueba de su santidad, según las oyeron muchas de las religiosas que presente se hallaron y vi- [184] ven en este tiempo, y afirman que murió tan bienaventuradamente como vivió, porque es cosa muy averiguada que quien trabaja de vivir bien, eso es aparejarse para morir bien. Otras cosas se cuentan para argumento de que esta religiosa y santa mujer supo la hora de su fin y acabamiento porque estando ya, al parecer, muy próxima a ello, encendieron la candela que tenían preparada, y la santa mujer, viéndola encendida, dijo que la apagasen que aún no era hora. Y llegada la hora, volvieron a encenderla, y salió aquella bienaventurada ánima de la cárcel miserable de esta vida llena de virtudes y santidad para ir a gozar de sus trabajos a la vida perdurable con todos los santos.

Además de lo dicho, para testimonio de la santidad de esta sierva de Dios, hace mucho a el caso el testimonio que después de su muerte dio de ella su confesor [13], llamándola santa sin cesar, y así predicó y dijo que se <que> podía decir de ella, como de Nuestro [185] Padre San Jerónimo, haberla Dios puesto como candela sobre el candelero. Y, según el testimonio de todas las personas que la vieron y trataron, todas tienen la misma opinión y as[í] creemos que está gozando de los verdaderos bienes y gozos perdurables del Cielo.

En tiempo de esta señora, y siendo ella priora, fue esta casa de San Pablo reedificada y renovada toda, y hechas muchas cosas de nuevo en ella, como la bóveda que está debajo del coro, con otros muchos edificio[s], con el favor de Dios, y siendo ayudada esta señora con limosnas así de sus deudos como de otras personas devotas y, principalmente, con la solicitud y trabajo del muy cristiano e ilustre caballero don Rodrigo Niño [14], hermano suyo, que tomó muy a su cargo todas las dichas obras, por su amor e intercesión; el cual trabajó muy mucho en ellas, entendiendo el servi[ci]o grande q[ue] a Nuestro Señor hacía en ello. También hizo esta señora dos estaciones en el claustro [186] bajo que son la de el Santísimo Cristo de la Coronación y la de Santa Ana, todo a gloria de Nuestro Señor, y para honra de su santo y bien y provecho de sus siervos, y para que todas alaben a Dios, y se animen y esfuercen a emitar en todo bien a las santas madres pasadas, para que merezcan ir en compañía a gozar de Jesucristo, el cual, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina sin fin, amén. Laus Deus, amen.

Notas

[1] La biografía se integra en el apartado presentado con el siguiente epígrafe: “Historia de la muy religiosa y sierva de Dios María del Sepulcro y de su sobrina Catalina de San Juan”. El apartado se inicia con el relato de la vida de la tía de Catalina de San Juan, María del Sepulcro (pp. 171-173).

[2] Se trata de doña Sancha, tía de doña Ana de Zúñiga. Ingresó en la comunidad cuando todavía era conocido como el beaterio de Mari García. Véase: Alfonso Franco Silva, (2001), “Los Niño. Un linaje de la oligarquía municipal de Toledo en el siglo XV”, Anuario de Estudios Medievales, 31/1, pp. 191-294, p. 209.

[3] Remite al Convento de Nuestra Señora de la Concepción que mandó fundar Beatriz Galindo, camarera mayor de Isabel la Católica. Las monjas jerónimas empezaron a habitar el convento en torno a 1508. Véase: José Amador de los Ríos, (1862), Historia de la Villa y Corte de Madrid, Madrid, t. II, cap. XVII, p. 248 y cap. XVIII, pp. 312 y 313.

[4] Evangelio de San Mateo 25, 21: “Su señor le dijo: `Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor´”. Véase, Sagrada Biblia, Conferencia Episcopal Española: https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/nuevo-testamento-mateo/.

[5] Está escrito “cual”.

[6] La preposición “de” aparece emborronada con la misma tinta negra.

[7] Está escrito “saluz” y “ninca”. Siguiendo los criterios de edición, se actualiza la escritura de ambas palabras.

[8] Está escrito “mansedunble”.

[9] La “u” aparece tachada por la misma tinta negra.

[10] Está escrito “acpecto”.

[11] 1 Corintios 10, 13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y Él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla”. Véase, Sagrada Biblia, Conferencia Episcopal Española: https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/1-corintios/.

[12] Está escrito “adquisitos” Véase Real Academia Española, Banco de datos (CORDE) [en línea]. Corpus diacrónico del español: https://corpus.rae.es/cgi-bin/crpsrvEx.dll.

[13] Se corrige “confeson”.

[14] Véase: Alfonso Franco Silva, (2001), “Los Niño. Un linaje de la oligarquía municipal de Toledo en el siglo XV”, Anuario de Estudios Medievales, 31/1, pp. 191-294.

Vida impresa (1)

Ed. de Mar Cortés Timoner; fecha de edición: diciembre de 2019; fecha de modificación: octubre de 2020.

Fuente

  • de Villegas, Alonso, 1589. Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum: en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes..., Toledo: por Juan y Pedro Rodríguez hermanos.

Contexto material del impreso Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes....

Criterios de edición

El relato aparece a partir de la impresión de 1589 de la Adición de la Tercera Parte del Flos Sanctorum (cuya primera impresión está fechada en 1588) de Alonso de Villegas. Se integra en el apartado 193, que está dedicado a María García y María de Ajofrín y destaca la ejemplaridad de religiosas relacionadas con el convento de jerónimas de San Pablo de Toledo.

Se siguen los criterios establecidos en el catálogo para fuentes impresas pero se han mantenido las contracciones. Con la intención de facilitar la localización de los textos, se indica el folio (r-v) y la columna correspondiente (a-b).

Vida de Catalina de San Juan

[Fol. 65r col. a] Otra religiosa hubo en este convento de San Pablo que, en el siglo, se llamó doña Sancha de Guzmán y, en la religión, Catalina de San Juan. Fue ilustre en linaje y tuvo por hermano a don Hernando Niño, Patriarca de Jerusalén y obispo de Sigüenza, que fue presidente del Consejo Real. Vino a ser religiosa de tres años y, siendo de once, la llevó consigo una tía suya llamada María del Sepulcro a fundar el monasterio de la Concepción [fol. 65 r col. b] Jerónima de Madrid. Y volvió con su misma tía a San Pablo adonde la tía fue priora y la sobrina tuvo diversos oficios, en los cuales dio muy buena cuenta de sí y, al cabo, fue hecha priora y tuvo este cargo veinte y cuatro años, sustentando la casa en toda paz y religión porque daba ejemplo a las monjas en muchas virtudes y, particularmente, en humildad, porque si faltaba quien sirviese en la cocina lo hacía ella fregando y barriendo sin que se lo estorbase la dignidad del oficio ni la edad de su persona. Tenía grande oración en que gastaba lo más del día y de la noche porque, diciéndose en medio della los maitines, asistía en ellos y quedábase de ordinario rezando hasta la mañana. Era su penitencia maravillosa. Ayunaba casi todos los días y muchos dellos a pan y agua. Tomaba disciplinas así por sus culpas como las de sus súbditas. Cuando en algo eran faltas, reprendíalas en público y, si veía a alguna compungida, enviaba de secreto por ella y consolábala, animándola a sufrir por Nuestro Señor todo lo que se ofreciese. Y así a todas sus hijas era madre piadosa. Ninguna tenía de que se quejar y de todas era reverenciada, amada y respetada por sus muchas virtudes, discreción y prudencia de que estaba adornada. Nunca en su vida se le halló mentira ni engaño. Por ninguna ocasión que se ofreciese daba lugar a que en su presencia se hablase mal de persona alguna. Eran tan afable que cualquiera novicia se llegaba a tratar con ella, y se apartaba de otras dándole audiencia y consolándola. Su inocencia y sinceridad era admirable [1] y con esto eran sus palabras graves, maduras, verdaderas, honestas, medidas y tan compuestas como si las hubiera estudiado mucho tiempo. Y así en su presencia no permitía que se dijesen palabras ociosas ni de risa sino todas habían de ser de edificación y buen ejemplo.

Murió esta sierva de Dios en veinte y seis días de octubre, año de 1562 [2], de edad de casi setenta años; y enterrose en el capítulo del mismo monasterio de San Pablo.

Notas

[1] Se conserva el verbo en singular

[2] En el lateral derecho aparece escrito: “Año de 1562.”

Vida impresa (2)

Ed. de Lara Marchante Fuente; fecha de edición: mayo de 2018; fecha de modificación: septiembre de 2020.

Fuente

  • Sigüenza, Fray José de, 1605. “Libro Segundo de la Tercera parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo”, Tercera Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, dirigida al Rey, Nuestro Señor, Don Felipe III, Madrid: Imprenta Real, 505, 509-511.

Contexto material del impreso Tercera Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, dirigida al Rey, Nuestro Señor, Don Felipe III.

Criterios de edición

Para facilitar su lectura, esta edición moderniza el texto en aquellos puntos que no suponen una pérdida de los valores fonéticos, léxicos y sintácticos del periodo y conserva la morfología de las palabras con interés morfológico o fonológico o por tratarse de cultismos (como agora, ansí, monesterio, recebir, redemptor u obscuro).

Se adaptan, por tanto, las grafías a las normas de ortografía vigentes (sibilantes, b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y a la acentuación y puntuación de las normas gramaticales actuales. Igualmente, el uso de las mayúsculas y minúsculas respeta los criterios presentes del español, si bien se mantienen las mayúsculas como signos de respeto o de diferenciación con la palabra escrita en minúscula (Cielo, Esposo, Señor, Profeta, Reina del Cielo).

También se introducen las comillas para delimitar las intervenciones dialógicas de los personajes y se subsanan las erratas evidentes. En este sentido, conviene apuntar que, dentro de esta edición y en base a sus particularidades, se han incluido notas al pie en las que se especifican y desarrollan algunas ideas o palabras del texto impreso original.

Vida de Catalina de San Juan

Capítulo LI [1]

[505] De otras muchas siervas de Dios que han florecido con gran ejemplo en el mismo Convento de San Pablo

[509] […] Las dos, tía y sobrina, María del Sepulcro y Catalina de San Juan, fueron escogidas para fundar la casa y la religión señalada que desde ella se ha guardado en la Concepción Jerónima de Madrid. [2] Cuando María del Sepulcro fue a fundar aquel convento llevó consigo a la sobrina, niña de once años, mas tan aventajada y de tanta habilidad para las cosas del coro y culto divino que se le pudo fiar el ser correctora. Cuando volvió la tía a ser priora de San Pablo, su propia casa, tornose con ella, y por ser tan señalado el discurso de su vida, quiero detenerme algún tanto en ella.

Era lo primero de claro linaje, sobrina del patriarca don Fernando Niño, arzobispo entonces de Granada, después patriarca de Jerusalén y obispo de Sigüenza [3]. Llamábase doña Sancha de Guzmán, y después en la profesión Catalina de San Juan. Como se crio desde [510] niña en el monasterio, quedose con sinceridad y humildad de aquel niño que puso el Señor por ejemplo de nuestra virtud cristiana en el Evangelio, y así no parecía en ella la humildad virtud adquirida sino naturaleza; con ser tan hábil y para tanto, no echaba ella de ver que era para nada, y así acudía a todos los oficios humildes del convento, como si no naciera para otra cosa, y que aquello se había nacido para ello, con no poca admiración de todas sus hermanas; aunque no quiso, la fueron levantando a mayores ejercicios.

Hiciéronla maestra de novicias, y pudiera serlo de muchas; después la hicieron vicaria y deseaban por instantes verla priora, y se tenían por dichosas en que las gobernase alma tan pura, tan santa, y tan discreta. Llegó el punto, hiciéronla priora, y ni pocos ni muchos lo fue veinte y cuatro años; sustentó aquel convento en suma paz y religión, sin olvidarse punto de su humildad primera, que había sido la compañera inseparable del discurso de su vida; los mismos oficios y ejercicios hacía que cuando novicia, y de la misma suerte y con el mismo semblante iba a fregar a la cocina que a la silla del coro y del capítulo, desde donde gobernaba y reprehendía; ni era nadie parte para estorbarle esto, porque se caía allí como en su centro el peso y inclinación de su alma.

Aprovechó mucho a aquel convento, en temporal y espiritual, porque cuanto sus deudos le daban, que era mucho, todo lo aplicaba a la comunidad; aun hasta aquello que con sus manos trabajaba convertía en los menesteres que se ofrecían a su convento, y, a costa que las hijas no padeciesen mengua, se quedaba ella muy pobre. Junto con esto era cosa admirable la mucha oración que hacía, las noches solía pasar de claro en este santo ejercicio sin perdonar aquel cuerpo delicado, ni en los calores del verano ni en los hielos y fríos del invierno, que tiene Toledo de todo con extremo. De igual medida y rigor era en otras penitencias, ayunos de pan y agua, disciplinas duras y sangrientas; no faltó punto de Maitines, y tan poco sueño que ponía admiración.

Cuando cometían las súbditas alguna culpa que merecía castigo, disciplinábase por la culpada con tanto rigor que temían por esto mucho hacer cosa por donde viese esto, sintiendo en el alma la pena que la santa tomaba por sus defectos: extraña y nueva manera de corregir; y, cuando había reprehendido alguna en capítulo con alguna más aspereza, enviábala después a llamar a su celda y consolábala, dándole a entender cómo lo que había hecho era malo, y que no se excusaba por el oficio, y el ejemplo de las demás hacer aquello, y mostrábale también el gran fruto de la paciencia en estas reprehensiones, pues por ella olvida Dios nuestros defectos y los da como pasados en cosa juzgada.

Con esto era amada de todas tiernamente; afirman también della que jamás se halló en palabra suya mentira, ni vuelta de hoja, sino una verdad constatadísima, gran pureza y sencillez cristiana, porque hay muchos que, aunque no mienten, dicen unas verdades tan cautelosas artizadas o disfrazadas que parecen a los oráculos de Delphos, y alguna vez sería menos daño decir alguna mentira que estas verdades tan albardadas o emborrizadas: la verdad ama mucho la claridad y la desnudez, y la que no es así, no es verdad. No consintió jamás que en su presencia se murmurase del au-[511] sente, antes quería que, por la misma razón de ausente, se hablase bien de todos, y por esto aborrecía a las que vía que eran inclinadas y no se iban a la mano en este defeto. Si discurriese por todas sus virtudes sería largo: su mansedumbre, benignidad y sufrimiento fue extremado, porque, aunque algunas veces venía alguna religiosa o con más brío o menos modestia de la que era razón (no puede faltar algo desto entre tantas y en tanto tiempo) no fue parte para sacarla de su paso, ni alterar aquella igualdad de ánimo que Dios puso en ella: decía que no era mucho sufrir y pasar algo desto a quien considerase lo que el único Señor y Maestro sufrió por enseñarnos a ser piadosos y sufridos con nuestros hermanos.

Una cosa de particular excelencia refieren della: que, con ser de tan claro y caudaloso entendimiento para gobierno de sus súbditas y del estado espiritual, para las del mundo padecía una santa ignorancia, y no sabía más dellas que cuando era niña en los brazos de su tía: argumento claro [de] cuán poco se le dio de cuanto hay en la tierra, como cosa que no le hacía al caso para la vida del alma que iba buscando.

En su presencia no se había de oír palabras vanas, de risa, de donaires y chistes, y otras cosas que llaman agudezas o vivezas, que en los monasterios suelen ser de no pequeño inconveniente y daño; todo quería que estuviese lleno de espíritu, santidad, modestia, porque el Esposo no se ofendiese viendo en sus esposas alguna nota de fealdad y menos recato de honestidad virginal. Tenía en su compañía una sobrinica que la crio desde niña de tres años, de quien se concebían ya grandes esperanzas; llevósela nuestro Señor, y fue uno de los recios, entre otros, que en esta vida tuvo: harta parte para acortarle la salud, y aun la vida, pues dentro de tres meses se fue a tenerla compañía siendo de setenta años.

Entendiose claro que Nuestro Señor le dio muchos días antes clara noticia de su tránsito. La fiesta de nuestro Padre San Jerónimo comulgó en el coro, y dijo que aquella era la postrera vez que allí había de comulgar. Enfermó de allí a tres o cuatro días, y díjole a su confesor cómo el Señor la llamaba, que no tenían que hacer otra mayor diligencia que encomendarla a Dios con mucho cuidado. Estando ya muy mala, y al parecer en lo último, encendieron las candelas benditas que tenían allí aparejadas: dijo que las matasen, que aún no era tiempo; hiciéronlo así, pasáronse algunas horas, y tornáronlas a encender, porque parecía estaba ya acabando; consintiolo y luego, con gran entereza y sosiego de todo el cuerpo, dio el alma al Señor, que tan linda y hermosa se la había dado, y fue a gozar del premio de sus buenas obras. […]

Notas

[1] Figura en el texto como Capítulo LI pero debería ser el LII, debido al error señalado en la edición de la vida impresa de María de Ajofrín por Sigüenza, pues repite el número de capítulo XLIV.

[2] La Concepción Jerónima fue fundada en 1504 por Beatriz Galindo. En 1509 las religiosas entraron en el nuevo convento.

[3] De este personaje sabemos que murió en 1552.