Cambios

Saltar a: navegación, buscar

Beatriz de Silva

78 bytes eliminados, 07:48 24 oct 2018
m
Capítulo VII
<strong>De cómo se trujeron al Monasterio de la Concepción los huesos de la bienaventurada doña Beatriz de Silva</strong>
Este Monasterio de la Concepción de [http://catalogodesantasvivas.visionarias.es/index.php/Categor%C3%ADa:Toledo Toledo], ansí como es cabeza de los que desta Orden se han fundado, por el consiguiente resplandece en grande religión y santidad y en todo género de virtud. Una de las cosas de grande estima que en este monasterio hay es estar en él los huesos de la bienaventurada doña Beatriz de Silva, los cuales están en el Coro, a la mano derecha en un hermoso lucillo, y tiene encima las imágenes de Santa Ana y de nuestro Padre San Francisco y de San Antonio de Padua, que, siendo viva la dicha doña Beatriz, había dicho deseaba mucho estas imágenes estuviesen sobre su sepultura después de muerta. Los huesos desta sierva de Dios fueron trasladados del Monasterio de la Madre de Dios de Toledo, que es de monjas de la Orden de Santo Domingo, al de [480] la Concepción, y la razón porque estaban allí es esta: doña Beatriz de Silva era tía de la priora y supriora del Monasterio de la Madre de Dios. Y cuando la Casa de San Pedro de las Dueñas se vino a despoblar (como arriba se dijo), entre las monjas que se salieron, fue una dellas doña Felipa de Silva (que a la sazón era abadesa y sobrina de la dicha doña Beatriz) con otras ocho monjas con intento de ir a Portugal, aunque después volvió a Toledo y murió en el Convento de Santa Isabel y llevó consigo los huesos de su tía doña Beatriz, que estaban en San Pedro de las Dueñas, adonde los habían llevado cuando se pasaron de Santa Fe. Pero, yéndose la dicha doña Felipa a despedir de la priora y supriora del dicho convento de la Madre de Dios, que eran sus primas, parecioles a ellas que era inconveniente llevarse los huesos consigo por no saber dónde habían de parar. Y ansí por su consejo los dejó a guardar en el dicho monasterio hasta ver lo que Dios hacía dellas. Plugo a Nuestro Señor dar orden volviese la dicha doña Felipa de Silva con las demás al Monasterio de San Francisco, que ahora se llama de la Concepción. Y puestas en quietud y sosiego, enviaron a rogar al Monasterio de la Madre de Dios les diese los huesos de su fundadora que allí tenían, lo cual por ruegos ni por otro medio alguno lo quisieron conceder. Viendo esto el abadesa, doña Catalina Calderón envió sus recaudos a Roma y hecha relación desto al Papa, dio su Santidad un breve, mandando, so graves penas y censuras, que dentro de tres horas después de su notificación, diesen los dichos huesos a las monjas de la Concepción. Y en cumplimiento deste mandato los dieron dentro del término señalado, los cuales, llevados al Monasterio de la Concepción, se pusieron en una arca mientras que el luzillo se labraba. Y después de acabado, pasándolos a él sintió el hombre que en esto entendía gran fragancia de olor de grandísima suavidad, el cual, apartándose, luego dijo llamasen a algún sacerdote para que tratase aquellos huesos porque sin duda eran de santos según el buen olor que dellos salía. Llamaron luego al confesor de las monjas para que los pusiese en el luzillo; y ansí el confesor como las monjas que allí se hallaron sintieron tan suave olor que todos sus sentidos fueron maravillosamente recreados y recibieron también en el alma muy grande consolación. Desta manera tuvo por bien Nuestro Señor mostrar cuán agradable le había sido la santa conservación de su sierva y la devoción singular que a la Purísima Concepción de su Madre había tenido, en cuya persona [481], es dicho en el Eclesiástico, según lo aplica la Iglesia, que los que sacaren a luz sin pureza, alcanzarán la vida eterna.

Menú de navegación