Inés de Santa Catarina

De Catálogo de Santas Vivas
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Inés de Santa Catarina o Santa Catalina
Nombre Inés de Santa Catarina o Santa Catalina
Orden Jerónimas
Títulos Monja del Monasterio de Jerónimas de San Pablo de Toledo
Fecha de fallecimiento Hacia 1550
Lugar de fallecimiento Toledo

Vida manuscrita

Ed. de Mar Cortés Timoner; fecha de edición: enero de 2023; fecha de modificación: septiembre de 2023.

Fuente

Manuscrito
  • Biografía conservada en las páginas 221-229 del anónimo libro custodiado en el Monasterio de Jerónimas de San Pablo con la signatura A.J.T º: San Pablo, I libro 33. La biografía fue compuesta por la monja jerónima Ana de Zúñiga (Toledo 1540-1594) y copiada en 1881 (junto a unas setenta vidas más escritas por la mencionada monja) en el mencionado libro manuscrito.

Contexto material de la Biografía conservada en el anónimo libro custodiado en el Monasterio de Jerónimas de San Pablo.

Criterios de edición

Dada la fecha de la copia manuscrita, la transcripción actualiza el empleo de las letras mayúsculas, la separación o unión de palabras (pero se conserva “a el” y “de el” como rasgo de estilo). Asimismo, siguiendo las normas de la RAE, se moderniza la puntuación y la acentuación. Por último, además de corregir las erratas evidentes, se ha regularizado el empleo de “h” y el uso de b/v, c/d, c/z, d/z, j/g, l/ll, y/ll, n/m, r/rr, t/d. De esta manera, se escribe “adversario” y “admirable” en lugar de “acversario” o “acmirable”, “hostia” y “hombre” en vez de “ostia” y “onbre”, “salud” en lugar de “saluz”, “ayuno” en vez de “alluno”…

Vida de Inés de Santa Catalina

[221] La madre santa Inés de Santa Catalina vino a ser religiosa a esta santa Casa de San Pablo en tiempo de las santas beatas, y vino muy niña. Fue sobrina de la santa y bienaventurada madre María de Ajofrín, y queriendo esta santa tía mudarla [222] el nombre, vio, una vez, una procesión de vírgenes santas y que, entre ellas, iba una cubierto el rostro, y preguntando quién era aquella santa que entre todas las otras iba con la cara tapada, respondiola una de aquellas vírgenes y díjola que era santa Inés, la cual se la mostraba y aparecía con aquel sentimiento porque quería quitar el nombre de Inés a su sobrina. Y así luego la santa mujer María de Ajofrín mudó el propósito y quedose la sobrina con su nombre de Inés de Santa Catalina.

Y como la santa madre María de Ajofrín amase mucho a esta su sobrina y desease su aprovechamiento espiritual, se lo pidió muy de veras y continuamente a Nuestro Señor que la hiciese su sierva. Y estando en esta oración la santa mujer, fuele revelado por su consolación que su sobrina había de tener siete grados de gloria más que la misma María de Ajofrín, de lo cual [223] ella fue muy consolada en su ánima. Y alababa siempre a Dios por la largueza y magnificiencia tan grande del Señor que para todos tiene, a todos da y con todos hace misericordia por santo y benditísimo nombre.

Esta sierva de Dios Inés de Santa Catalina, desde sus principios, tuvo gran virtud y fue siempre creciendo en día en día por lo cual el demonio, nuestro adversario que siempre procura estorbar y contradecir a la virtud, teniendo gran envidia de la santidad de esta sierva de Dios, trabajaba mucho por estorbarla [y], poniéndola[s] muchas tentaciones y procurándola grandes trabajos, tanto que acaecía muchas veces mostrá[r]sele y ponérsele delante en diversas figuras y maneras: unas veces de león, otras de perro, y en otras maneras más espantable y feo. Y mayormente cuando esta sierva de Dios se quedaba sola en el coro, puesta en oración, la perseguía allí más con sus espantos tanto que muchas veces salía de sí y quedaba [224] como muerta. Y de esta manera fue muy atormentada del demonio, lo cual parece que, en medio de esto, era muy continia [1] en la santa oración, y siempre estaba en el coro, de día y de noche, porque muchas veces se estaba en oración hasta el día, porque muy pocas noches se acostaba en cama, y si algún rato se echaba, era vestida; y de tal manera vivía sin dar más regalo a su cuerpo. Y el mismo rigor tenía en los ayunos, porque nunca comía carne ni aun en enfermedad por muy grave que fuese. Y en la cuaresma y en todos los viernes del año nunca comía sino pan y agua, o cuanto más algunas pasas. Sus comuniones eran muy frecuentes y con grandísima devoción. Y en los días que comulgaba guardaba con más rigor el silencio y el ayuno del manjar corporal, porque apenas comía pan y agua. Y en su última edad comulgaba cada tercer día, porque eran grandes [225] las mercedes que de el Señor recibía y los beneficio[s] que esta sagrada hostia la comunicaba. Y así la santa mujer, traída y convidada con tantos gustos y bienes espirituales, llegábase a menudo a la santa comunión y, en acabando de recibir a nuestro Señor, eran tantos los gemidos y los movimientos de su ánima que daban a entender el sentimiento y efecto que en ella hacía el soberano Señor. Y en los días de comunión nunca salía del coro.

Ocurrió una vez una cosa maravillosa y digna de memoria, que estando esta santa mujer en el coro con las demás religiosas que iban todas a comulgar, trayendo el sacerdote a Nuestro Señor para darlas la comunión, vio la sierva de Dios cómo, en un paño que traían delante de Nuestro Señor, venían escritas con letras de oro las palabras siguientes: “Hec requien [2] mea in seculum seculi”.

Muchas veces ocurrió a esta santa mujer que, cuando [226] en la misa acababa el sacerdote de consagrar, veía cómo bajaban del cielo muchos millares de ángeles y que estaban con gran reverencia enrededor [3] de el altar hasta que el sacerdote había consumido. Y otra vez vio a Nuestro Señor en figura de niño cuando el sacerdote alzó la sagrada hostia para que fuese adorada. Y fue tanto el gusto y sentimiento que en su ánima causó esta admirable visión, que la sierva de Dios se desmayó y quedó fuera de sí por gran espacio de tiempo. Otra vez ocurrió que, estando en el coro una gran sierva de Dios que se llamaba Catalina de Santa Cruz rezando el rosario a nuestra Señora, vio cómo estaba la santa mujer Inés de Santa Catalina, que también estaba en el coro, cercada de muchos ángeles, lo cual mereció ver la dicha Catalina de Santa Cruz porque era muy gran religiosa y fue monja de grande vi[r]tud en esta santa casa; y murió en ella año de mil y quinientos cincuenta y cuatro teniendo de edad cuarenta [227] y cuatro. Tuvo muy poca salud y así acabó presto.

Tenía esta sierva de Dios Inés de Santa Catalina tanta reverencia a el lugar del coro, y era tanta su devoción y el respeto que aquel santo lugar tenía, que nunca se sentaba en él aunque apenas salía del dicho lugar, sino que continuamente estaba de rodillas. Y cuando se sentía cansada o se postraba o se ponía en pie.

Ocurrió una vez que una señora de esta ciudad, muy principal y muy amiga y conocida de esta santa mujer, procuró de llevársela a su casa por algunos días para consolarse con su compañía; y tuvo tal recato y guarda la santa mujer, y conversó en aquella los días que allí estuvo con tanta religión y mortificación, que no se halló que hombre alguno la viese el rostro en todo aquel tiempo, ni salía jamás de casa, ni de un oratorio que la dicha señora tenía porque allí la decían misa y comulgaba los mismos días que en el monasterio. Y lo mismo guardaba acerca de sus ayunos [228] y comidas, que ninguna diferencia había por ser huéspeda y estar en casa de aquella señora que si estuviera en su celda. Y este rigor de no querer que ningún hombre la viese el rostro no solo le guardó estando fuera del monasterio, sino también morando en él en tanto grado que, aunque trató muchos años con un sacerdote muy siervo de Dios, no se halló que jamás la viese la cara hasta después de muerta.

Murió esta santa mujer ocho días después de la muerte de la santa madre Mari García de Belén [4], y ya quedaba en la cama, y así la bienaventuada madre Mari García la visitó al partirse de esta vida y la consoló, y la dio firme esperanza que había de ir pronto con ella a gozar de los verdaderos gozos que son en el cielo. Y así acaeció que, como queda dicho, después de ocho días se fue en pos de ella, la cual tuvo una muerte dulcísima, con muestras de grandísimo [5] contento y alegría, como la que estaba cierta de ir a el verdadero descanso que es Jesucristo [229]. Y así se tiene por muy cierto que se fue a la compañía de la bienaventuada Maria García, según y como ella antes la había convidado. Hará como treinta años [6] que esta santa mujer pasó de esta vida adonde ahora goza de Dios en la perdurable, que para siempre será con todos los bienaventurados sin fin: Itiam, Laus Deus. Amén.

Notas

[1] Entiéndese “continua”, es decir, se dedicaba fervientemente a la oración.

[2] En el libro parece leerse “riquien”.

[3] Entiéndase: “alrededor”.

[4] En las páginas 213-221 del libro del monasterio se recoge la biografía que compuso Ana de Zúñiga sobre María García de Belén, quien falleció a los cien años.

[5] En el manuscrito leemos: “grandésimo”.

[6] La biografía que el teólogo Alonso de Villegas compusiera en torno a Inés de Santa Catalina expone que falleció “cerca de los años de Cristo de mil y quinientos y cincuenta”. Véase mi edición en el catálogo: http://catalogodesantasvivas.visionarias.es/index.php/In%C3%A9s_de_Santa_Catarina Alonso de Villegas especifica que la fuente de esta biografía y otras nueve vidas más que remiten a devotas de la Casa de San Pablo ‒a las que hace referencia en la Adición a la Tercera parte de su florilegio (a partir de la impresión de 1589)‒ fue el libro de Ana de Zúñiga, como he estudiado en las siguientes publicaciones:

  • M. Mar Cortés Timoner, “La autoridad espiritual femenina en la Castilla bajomedieval y su reflejo en el Flos sanctorum de Alonso de Villegas”, Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica, vol. 39 (2021), pp.: 25-35 DOI: https://revistas.ucm.es/index.php/DICE/article/view/76403

Vida impresa

Ed. de Mar Cortés Timoner; fecha de edición: diciembre de 2019; fecha de modificación: octubre de 2020.

Fuente

  • Villegas, Alonso de, Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum: en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes... Toledo: por Juan y Pedro Rodríguez hermanos, 1589.

Contexto material del impreso Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes....

Criterios de edición

El relato aparece a partir de la impresión de 1589 de la Adición de la Tercera Parte del Flos Sanctorum (cuya primera impresión está fechada en 1588) de Alonso de Villegas. Se integra en el apartado 193, que está dedicado a María García y María de Ajofrín y destaca la ejemplaridad de religiosas relacionadas con el convento de jerónimas de San Pablo de Toledo.

Se siguen los criterios establecidos en el catálogo para fuentes impresas pero se han mantenido las contracciones. Con la intención de facilitar la localización de los textos, se indica el folio (r-v) y la columna correspondiente (a-b).

Vida de Inés de Santa Catarina

[Fol. 64v col. b] Inés de Santa Catarina fue sobrina de la sierva de Dios María de Ajofrín. Vino a la religión de pequeña edad y siempre iba creciendo en obras virtuosas y santas. De ordinario estaba, así de noche como de día, en el coro en oración; y con esto se libraba de grandes persecuciones con que le hacía guerra el demonio, apareciéndosele en diversas figuras. Dormía muy poco y era estando vestida sobre su cama. Ayunaba las Cuaresmas y todos los viernes del año a pan y agua o, cuando mucho, comía algunas pasas. Comulgaba a menudo, y al día guardaba estrechamente silencio y ayuno. En su última edad vino a comulgar a tercero día y, en comulgando, daba tales gemidos y hacía tales movimientos de cuerpo que daba a entender el efecto que hacía en su alma el Señor; y no salía estos días del coro. Vido diversas veces cuando el sacerdote decía misa que, al tiempo de la consagración, bajaban muchos ángeles y estaban con gran reverencia alrededor del altar hasta que el sacerdote había consumido. Y una vez destas vido a Nuestro Señor en figura de niño, al tiempo que se levantaba la hostia para que fuese adorada, de que ella recibió tanto gusto [fol. 65r col. a] que quedó como fuera de sí. Con estar casi siempre en el coro tenía tanto respeto a aquel lugar que casi nunca se asentaba sino que de ordinario estaba de rodillas y, cuando se cansaba, o se postraba en tierra o se levantaba en pie.

Nunca hombre le vido el rostro y, aunque trató muchos años con un sacerdote siervo de Dios, no se halló que jamás se le viese hasta su muerte, que fue cerca de los años de Cristo de mil y quinientos y cincuenta [1].

Notas

[1] En el margen izquierdo aparece escrito: “Año de 1550”.