María de la Cena

De Catálogo de Santas Vivas
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María de la Cena
Nombre María de la Cena
Orden Jerónimas
Títulos Beata del Convento de San Pablo de Toledo
Fecha de nacimiento 1430
Lugar de fallecimiento Toledo

Vida manuscrita

Ed. de Mar Cortés Timoner; fecha de edición: diciembre de 2024.

Fuente

  • Biografía conservada en las páginas 159-161 del anónimo libro custodiado en el Monasterio de Jerónimas de San Pablo con la signatura A.J.T ª. San Pablo, I libro 33. La biografía fue compuesta por la monja jerónima Ana de Zúñiga (Toledo c.1540-1594) y fue copiada en 1881 en el citado libro. Aunque hay ciertos errores de paginación en el libro, seguimos la numeración que consta en el margen superior de las páginas del mencionado libro.

Contexto material de la Biografía conservada en el anónimo libro custodiado en el Monasterio de Jerónimas de San Pablo con la signatura A.J.T ª. San Pablo, I libro 33. La biografía fue compuesta por la monja jerónima Ana de Zúñiga (Toledo 1540-1594) y copiada en 1881 (junto a unas setenta vidas más escritas por la mencionada monja) en el mencionado libro manuscrito.

Criterios de edición

Dada la fecha de la copia manuscrita, la transcripción actualiza el empleo de las letras mayúsculas, la separación o unión de palabras pero se conserva “a el” y “de el”. Asimismo, siguiendo las normas de la RAE, se moderniza la puntuación y la acentuación. Por último, se ha regularizado el empleo de “h” y el uso de b/v, c/z, d/z, g/j, l/r, ll/y r/rr, n/m.

Vida de María de la Cena

[159] [1] Esta muy devota y sierva de Dios María de la Cena fue de las criadas que trajo consigo <consigo> la muy religiosa señora condesa [2] cuando se vino a recoger y servir a Dios en esta santa casa, e hizo profesión con las demás cuando se sujetaron a la orden, en el año de mil quinientos y seis.

Esta sierva de Dios, entre las virtudes que tuvo, fue humildísima porque la humildad es fundamento firme y muy seguro para las demás virtudes. Y en tanto grado fue humilde esta santa mujer que no quiso tomar velo, sino quedarse en la orden de las que llaman “coristas”, diciendo que no era ella digna de traer aquella memoria de la corona de nuestro Señor que es lo que sinifica [3] el velo. Y así, ejercitándose en la santa humildad, esta bendita mujer hacía to- [160] dos los oficios má[s] [4] humildes y más bajos de la casa, como era barrer y fregar. Y tenía por particular devoción ir siempre a servir a la cocina, y fregaba todo lo que era menester.

Fue mujer de grande ab[s]tinencia porque ayunaba toda la Cuaresma a pan y agua, y así vino a tener grande flaqueza y mucha falta de salud. Era muy devota del Santísimo Sacramento, y los días y vísperas de la comunión andaba descalza.

Fue esta sierva de Dios muy pobre y necesitada, porque no tenía sobre la tierra quien la diese nada ni hiciese nada por ella, pero era rica y abastada de virtudes. Y el Señor, a quien se esforzaba a servir, la sustentaba y proveía, el cual no quiere que sus siervos padezcan mengua que no pueden sufrir con su ayuda y favor. Y así esta sierva de el Señor pasaba su vida sin ayuda humana de parientes ni de otras gentes que suelen ayudar a las personas religiosas, ni ella quería ser ayu- [161] dada de nadie sino de solo el Señor. Antes, todo lo que ella podía haber y allegar en todo el año lo guardaba y daba a la sacristía, para que la sacristana lo gastase en componer clavos y alfileres para la fiesta de el Santísimo Sacramento del Cuerpo de Cristo, de quien esta santa religiosa era muy devota.

Y si todas las virtudes, como arriba se dijo, resplandecían en esta bienaventurada mujer, la humildad sobre todas moraba en su ánima, y la caridad, mayormente con las enfermas, y no se contentaba en servirlas como las otras religiosas lo hacían, sino de rodillas y con increíble devoción y espíritu la[s] servía.

Murió esta sierva de Dios habiendo cumplido ochenta años de edad, muy acabad[a] [5] en toda virtud y santidad, y se fue a gozar de su muy amado Esposo Cristo Jesús, Señor nuestro, el cual con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Laus Deus, amen.

Notas

[1] La biografía va encabezada con el siguiente epígrafe “Historia de la muy devota y sierva de Dios María de la Cena”.

[2] Remite a la condesa de Fuensalida, hija de Teresa de Guevara. El libro dedica las páginas 101-122 a la madre e hija con el epígrafe: “Síguese la historia de la muy religiosa y sierva de Dios doña Teresa de Guevara y de la condesa su hija, que también fue religiosa en esta santa casa”.

[3] Entiéndase “significa”. Base de Datos (CORDE), Real Academia Española: https://corpus.rae.es/cgi-bin/crpsrvEx.dll.

[4] Corregimos “mal” siguiendo el sentido del texto.

[5] Corregimos “acabado” considerando la concordancia gramatical.

Vida impresa

Ed. de Lara Marchante Fuente; fecha de edición: mayo de 2018; fecha de modificación: junio de 2023.

Fuente

  • Sigüenza, Fray José de, 1605. “Libro Segundo de la Tercera parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo”, Tercera Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, dirigida al Rey, Nuestro Señor, Don Felipe III. Madrid: Imprenta Real, 505, 506.

Contexto material del impreso Tercera Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, dirigida al Rey, Nuestro Señor, Don Felipe III.

Criterios de edición

Para facilitar su lectura, esta edición moderniza el texto en aquellos puntos que no suponen una pérdida de los valores fonéticos, léxicos y sintácticos del periodo y conserva la morfología de las palabras con interés morfológico o fonológico o por tratarse de cultismos (como agora, ansí, monesterio, recebir, redemptor u obscuro).

Se adaptan, por tanto, las grafías a las normas de ortografía vigentes (sibilantes, b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y a la acentuación y puntuación de las normas gramaticales actuales. Igualmente, el uso de las mayúsculas y minúsculas respeta los criterios presentes del español, si bien se mantienen las mayúsculas como signos de respeto o de diferenciación con la palabra escrita en minúscula (Cielo, Esposo, Señor, Profeta, Reina del Cielo).

También se introducen las comillas para delimitar las intervenciones dialógicas de los personajes y se subsanan las erratas evidentes. En este sentido, conviene apuntar que, dentro de esta edición y en base a sus particularidades, se han incluido notas al pie en las que se especifican y desarrollan algunas ideas o palabras del texto impreso original.

Vida de María de la Cena

CAPÍTULO LI [1]

[505] De otras muchas siervas de Dios que han florecido con gran ejemplo en el mismo Convento de San Pablo

[506] […] Otra María, por apellido de la Cena, floreció por este mismo tiempo: fue criada de la Condesa de Fuensalida, de quien hicimos memoria, aunque mejor la llamaremos discípula o compañera porque salió tan aventajada en virtudes que se le conoció bien la escuela y la compañía en que había andado. Fue de mucha humildad y, aunque hizo profesión con las demás, cuando se incorporaron en la Orden y dieron la obediencia al General, jamás quiso tomar velo, teniendo consideración a la afrenta y al dolor que sintió su Señor y Esposo cuando le coronaron de espinas, de que era esta sierva de Dios muy devota.

Sus más altas ocupaciones en el ministerio de aquel convento fueron: barrer, fregar, coger basura y otros tales ejercicios, para que, decía ella, que se había nacido y aun no era buena para ellos. Andaba en ellos con tanta consideración y espíritu que se le conocía bien podían fiársele otros mayores, y en medio dellos hallaba coro y oratorio, sabiendo que el propio y más bien labrado templo de Dios y el santuario más recóndito es el alma del cristiano, especialmente si ha llegado a aquel estado que una vez haya entrado en él el Sumo Sacerdote, con sangre o con muerte de aquella [2] vítula o becerra rufa. Ayunaba todas las Cuaresmas a pan y agua, y destas y de otras semejantes abstinencias y rigores vino a enfermar y tener muchos ajes. Lo que le daban y cuanto podía granjear y trabajar con sus manos, que jamás se le vieron caídas ni flojas, todo lo empleaba en la Sacristía y en la fiesta del Santo Sacramento, donde tenía depositados sus amores y como tan enamorada siempre andaba pobre, efeto propio del amor, que todo lo desprecia y todo lo da, hasta que se da a sí mismo el amante. Así le aconteció a esta santa que, cuando no tuvo más que dar, con alegre y seguro corazón dio el alma a su esposo Jesucristo, y Él, en recambio de tan precioso don, le dio el Reino que le tenía prometido. […]

Notas

[1] Figura en el texto como Capítulo LI pero debería ser el LII, debido al error señalado en la edición de la vida impresa de María de Ajofrín por Sigüenza, pues repite el número de capítulo XLIV.

[2] “vítula” viene de vitulus, becerro en latín.