María de la Cruz
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Nombre | María de la Cruz |
Orden | Jerónimas |
Títulos | Beata del beaterio de María García y monja del Monasterio de Jerónimas de San Pablo de Toledo |
Fecha de nacimiento | Antes de 1506 |
Lugar de fallecimiento | Toledo |
Contenido
[ocultar]Vida manuscrita
Ed. de Mar Cortés Timoner; fecha de edición: diciembre de 2024.
Fuente
- Biografía conservada en las páginas 138-143 del anónimo libro custodiado en el Monasterio de Jerónimas de San Pablo con la signatura A.J.T ª. San Pablo, I libro 33. La biografía fue compuesta por la monja jerónima Ana de Zúñiga (Toledo c. 1540-1594) y fue copiada en 1881 en el citado libro. Aunque hay ciertos errores de paginación en el libro, seguimos la numeración que consta en el margen superior de las páginas del mencionado libro.
Contexto material de la Biografía conservada en el anónimo libro custodiado en el Monasterio de Jerónimas de San Pablo con la signatura A.J.T ª. San Pablo, I libro 33. La biografía fue compuesta por la monja jerónima Ana de Zúñiga (Toledo c. 1540-1594) y copiada en 1881 (junto a unas setenta vidas más escritas por la mencionada monja) en el mencionado libro manuscrito.
Criterios de edición
Dada la fecha de la copia manuscrita, la transcripción actualiza el empleo de las letras mayúsculas, la separación o unión de palabras pero se conserva “a el” y “de el” y las vacilaciones vocálicas e/i. Asimismo, siguiendo las normas de la RAE, se moderniza la puntuación y la acentuación. Por último, se han subsanado las erratas evidentes y se ha regularizado el empleo de h/-, b/v, c/z, g/j, g/h, n/m, r/rr, z/d.
Vida de María de la Cruz
[138] [1] Esta santa mujer comenzó a servir a Dios en esta santa casa de San Pablo en el tiempo que las religiosas de ella tenían nombre de “beatas”, y hizo profesión en común cuando las demás religiosas la hicieron y se sujetaron a la orden [2].
Fue esta mujer de gran espíritu [139] y de mucha oración, adonde la comunicaba Dios grandes cosas y se le daba muy de veras, y le gustaba en su ánima, y así era llena de Dios, y también aventurada que alcanzaba de la bondad divina todo lo que su corazón deseaba, y no solo para sí, sino para todas las personas que se le encomendaban. Y era grandísimo consuelo para todas las hermanas, porque por todas rogaba a Dios. Y todas tenían gran confianza en sus santa[s] oraciones y, particularmente, la daba Nuestro Señor a entender su voluntad en algunas cosa particulares.
Y así tenía <tenía> particular gracia para dar consolación a las personas que se le encomendaban en sus necesidades, porque las manifestaba la voluntad divina con la cual se deben conformar en todo todos los que le desean agradar. Onde movida esta sierva de Dios de compasión viendo que una religiosa padecía siempre enfermedades y llevaba la vida con muy poca salud, pareciéndola que era camino áspero, doloroso y muy penoso de lle- [140] var, y había caminado toda la vida por este camino, díjola esta sierva de Dios, María de la Cruz, que quería suplicar a Nuestro Señor por ella y pedirle si era aquella su voluntad que aquella religiosa padeciese siempre enfermedades. El Señor piadoso, que en todas las cosas lo es, mayormente con los que Él quiere salvar, reveló a esta su sierva ser su voluntad que aquella religiosa padeciese continuamente falta de salud y caminase por aquel camino que, aunque áspero y penoso a el juicio humano, [era] muy dichoso cuando Dios lleva por él a los que quiere dar mucho premio y galardón en el Cielo por los trabajos que padecen en esta vida. Y así la madre santa habló a la religiosa enferma y manifestola ser la voluntad divina aquella que fuese por el camino de la poca salud y padeciendo siempre enfermedades, y consólala y animola mucho. Y así quedó la religiosa muy conforme con la voluntad de Dios, y en adelante fue muy contenta con las enfermedades y de pasar a- [141] sí su vida, ejercitándose y perfecionándose con la enfermedad, como lo dice el apóstol [3]: que la virtud se perfeciona con la enfermedad estando cierta de el premio que da Dios a los que por su amor padecen con conformidad de voluntad.
Era esta santa mujer muy devota de la Pasión de Nuestro Redentor Jesucristo, y traía siempre muy ocupada su memoria en lo que el Señor padeció. Y así, tenía grandes sentimientos, y grandes gustos y consolaciones en su ánima, porque el Señor piadoso siempre consuela el ánima que se compadece de [4] lo que Él padeció. Y ninguna cosa vale tanto para aplacer a Dios y alcanzar de Él mercedes y toda consolación como ocupar el corazón en la meditación de su santa Pasión. Cosa maravillosa es la que se cuenta de esta sierva de Dios acerca de los arrobamientos que en su ánima tenía continuamente con la meditación de la sagrada Pasión. Como la mandase la madre mayor tuviese cargo de cierta obra que se hacía en la casa, pareciola a la prelada que lo [142] hacía con algún descuido y dejamiento, como la veía de andar más ocupada y embebida en la obra espiritual, y queriéndola corregir de su descuido que mostraba tener en lo que tocaba a la dicha obra, para que se enmendase, respondió la sierva de Jesucristo con mucha humildad y mansedumbre, y dijo que no era más en su mano, ni podía otra cosa. Especialmente lo[s] viernes e[ra] [5] el sentimiento que Dios la daba de Sí mismo en su alma que la suspendía y enajenaba de tal manera de sí misma que no podía asestir a cosa humana, sino solo aquello que el Señor la daba a sentir interiormente en su ánima.
Otras muchas muestras maravillosas [hubo] en prueba de la santidad de esta sierva de Dios y de sus grandes virtudes que tuvo viviendo en esta vida que, aun después de su muerte, quiso el Señor mostrar por maravilla muy particular cuál había sido esta su sierva, porque acaeció que abriendo su sepultura, cuando se labraba el capítulo donde su cuerpo estaba enterrado [143], sacaron de su sepulcro unos hueso[s] [6] de su cuerpo de los cuales manaba aceite, como co[n]sta por el testimonio de muchos que lo vieron. Y estaba a la sazón una religiosas enferma de una grave enfermedad que tenía en las manos a las cuales untaron con aquel aceite, y luego sanó y estuvo buena por los merecimientos de esta santa y sierva de Dios, María de la Cruz, la cual creemos verdaderamente que está gozando de Jesucristo, el cual con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina sin fin, amén.
Laus Deus, amen.
Notas
[1] La biografía va encabezada con el siguiente epígrafe “Comienza la historia de la santa madre y sierva de Dios María de la Cruz”.
[2] En el libro, en varios momentos, se indica que la fecha en la que las beatas se sujetaron a la Orden de San Jerónimo fue 1506. De esta manera, en la vida dedicada a la beata y monja jerónima Catalina de Ocaña (pp. 111-117) leemos que la profesión se llevó a cabo, en 1506, cuando fray Francisco de Viveña era general de la Orden de San Jerónimo. Cabe comentar que el teólogo Alonso de Villegas maneja la fecha de 1508, como expone en su biografía de María García publicada en la Adición a la Tercera parte de su Flos sanctorum. Véase: María García. Vida impresa (2), ed. Mar Cortés Timoner, abril 2021.
[3] Remite a San Pablo (2 Cor 12,9): “Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad». Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo”. Véase, Sagrada Biblia, Conferencia Episcopal Española: https://www.conferenciaepiscopal.es/biblia/2-corintios/.
[4] Está escrito “do”. Corregimos lo que consideramos una errata.
[5] Parece estar escrito “esba”.
[6] En el libro leemos “gueson”. Transcribimos “huesos” considerando los criterios de edición.