María de la Visitación

De Catálogo de Santas Vivas
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María de la Visitación
Nombre María de la Visitación
Orden Jerónimas
Títulos Monja del Convento de San Pablo de Toledo
Fecha de nacimiento 1505
Lugar de nacimiento Logroño
Fecha de fallecimiento 1570
Lugar de fallecimiento Toledo

Vida impresa (1)

Ed. de Mar Cortés Timoner; fecha de edición: diciembre de 2019; fecha de modificación: octubre de 2020.

Fuente

  • Villegas, Alonso de, Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum: en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes... Toledo: por Juan y Pedro Rodríguez hermanos, 1589.

Contexto material del impreso Addicion a la Tercera Parte del Flos sanctorum en que se ponen vidas de varones illustres, los quales, aunque no estan canonizados, mas piadosamente se cree dellos que gozan de Dios por auer sido sus vidas famosas en virtudes....

Criterios de edición

El relato aparece a partir de la impresión de 1589 de la Adición de la Tercera Parte del Flos Sanctorum (cuya primera impresión está fechada en 1588) de Alonso de Villegas. Se integra en el apartado 193, que está dedicado a María García y María de Ajofrín y destaca la ejemplaridad de religiosas relacionadas con el convento de jerónimas de San Pablo de Toledo.

Se siguen los criterios establecidos en el catálogo para fuentes impresas pero se han mantenido las contracciones y se ha añadido el apóstrofo clarificador en “del” (para escribir “d´él”). Además, para facilitar la localización de los textos, se indica el folio (r-v) y la columna correspondiente (a-b).

Vida de María de la Visitación

[Fol. 65v col. a] María de la Visitación fue natural de Logroño y de nobles padres. Vino al convento de San Pablo de Toledo a ser monja poco después de que las beatas hicieron profesión, y dio grande muestra de santa. Era tañedora de tecla y su continuo ejercicio era seguir el coro de noche y de día, y en esto se ejercitó de suerte que jamás faltó hora d´él sino estando notablemente enferma. Tenía su cama en el dormitorio, sin querer irse a celda particular, y de allí se levantaba a maitines a la media noche; y ella era la que tocaba la campana para que otras se levantasen a ellos. Quitaba y ponía los libros antes que las cantoras fuesen a hacerlo. Lo más del tiempo estaba en el coro en oración. Sus comuniones eran muy ordinarias y devotas. Su caridad era grande: si veía algunas monjas descompuestas y que tenían diferencia, luego trataba de quietarlas y ponerlas en paz, yendo de la una a la otra hasta negociarlo. Volvía por los ausentes desculpándolos si veía culparlos. Amonestaba a todos la paz. Nunca se le oyó murmuración de prójimo, ni enojarse con otra ni serle contraria. No recibió cosa por menuda que fuese sin registrarla con la perlada. Fue mujer de pocas palabras porque todas las tenía con Dios.

Padeció [fol. 65v col b] por dos años enfermedades de perlesía y llevolo con singular paciencia. Murió sábado santo, que fue día de la Encarnación, en el año de 1570, de edad de 65. Oyeron tres religiosas una música celestial en su [1] aposento, y aunque no todas las demás la oyeron mas vieron a estas tres tan demudadas que entendieron ser verdad lo que decían.

Vido esta sierva de Dios, un día estando en el coro, a otra monja que se ponía tocados con grande curiosidad, que estaba el demonio junto con ella componiéndoselos y persuadiéndola a que se lo sanease [2] con ellos. Diole grande espanto y desmayo mas, tornando en sí con lágrimas, avisó a la monja de lo que había visto, la cual se enmendó por esto.

Notas

[1] En el lateral derecho se indica: “Año de 1570.”

[2] Aparece escrito “çaneasse”.

Vida impresa (2)

Ed. de Lara Marchante Fuente; fecha de edición: mayo de 2018; fecha de modificación: junio de 2023.

Fuente

  • Sigüenza, Fray José de, 1605. “Libro Segundo de la Tercera parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo”, Tercera Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, dirigida al Rey, Nuestro Señor, Don Felipe III. Madrid: Imprenta Real, 505, 511-512.

Contexto material del impreso Tercera Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo, doctor de la Iglesia, dirigida al Rey, Nuestro Señor, Don Felipe III.

Criterios de edición

Para facilitar su lectura, esta edición moderniza el texto en aquellos puntos que no suponen una pérdida de los valores fonéticos, léxicos y sintácticos del periodo y conserva la morfología de las palabras con interés morfológico o fonológico o por tratarse de cultismos (como agora, ansí, monesterio, recebir, redemptor u obscuro).

Se adaptan, por tanto, las grafías a las normas de ortografía vigentes (sibilantes, b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y a la acentuación y puntuación de las normas gramaticales actuales. Igualmente, el uso de las mayúsculas y minúsculas respeta los criterios presentes del español, si bien se mantienen las mayúsculas como signos de respeto o de diferenciación con la palabra escrita en minúscula (Cielo, Esposo, Señor, Profeta, Reina del Cielo).

También se introducen las comillas para delimitar las intervenciones dialógicas de los personajes y se subsanan las erratas evidentes. En este sentido, conviene apuntar que, dentro de esta edición y en base a sus particularidades, se han incluido notas al pie en las que se especifican y desarrollan algunas ideas o palabras del texto impreso original.

Vida de María de la Visitación

CAPÍTULO LI [1]

[505] De otras muchas siervas de Dios que han florecido con gran ejemplo en el mismo Convento de San Pablo

[511] […] María de la Visitación fue también religiosa de gran espíritu, y que es razón hacer particular memoria della, ya que no tan entera como merecía, a lo menos de sus cosas más notables. Era natural de Logroño, y dejó la nobleza del linaje y otras cien gracias naturales que Nuestro Señor puso en ella; diré las que importaron para servir en aquella comunidad: gran tañedora y que sabía bien música, y así fue corretora del coro toda su vida, con tanta asistencia que no faltaba de allí de noche ni de día. Estúvose siempre en el dormitorio común, sin querer celda particular, de allí se levantaba a Maitines y despertaba sus hermanas para que fuesen a gozar de los regalos dulces del Esposo, diciéndoles razones amorosísimas para que desechasen el sueño y la pereza.

Adelantábanse a todas, y quitaba y ponía los libros y registraba sin aguardar a la que lo tenía por oficio. Llevole Dios [512] una monja compañera que tenía, de que quedó como sola y triste: para consolarse pidió a la priora licencia, para que la dejase estar siempre en el coro. Estúvose allí poco menos un año, que no salía sino a cosas forzosas; sin tener otra cama ni otra celda encomendaba a Dios el ánima de la consorte con oraciones y lágrimas. Quiso el Señor, para el consuelo de su sierva, que viniese a darle la buena nueva de su descanso eterno, y de cómo estaba ya gozando de Dios por el socorro de sus lágrimas y ruegos. La más fuerte ocasión que podía sacarla del coro era poner paz entre algunas religiosas discordes, y si la priora tenía algún enojo con alguna, no paraba hasta que lo componía todo, de suerte que, si la caridad, y el amor del prójimo no le forzaba, ningún otro menester la meneaba de aquel lugar firme de la presencia de su Señor.

De aquí venía ser su silencio, recogimiento y entereza grande, sin querer descubrir jamás los gustos y los favores que en aquel lugar sentía y le venían del Cielo. Una noche rogó a otra su compañera que se fuese con ella al coro porque no osaba ir sola; preguntada a qué quería ir allí tan a deshora, respondió que a rogar por el ánima de una hermana de una monja que se le había encomendado. Hallose a la mañana que, a las diez o a las once de la noche, había pasado desta vida, que era la hora a que fue al coro a rogar por ella. Estando otra vez en el coro, vio a una monja algo apartada de las otras, componiendo el tocado con mucha curiosidad como si hubiera de salir a vistas, y mirando más atentamente, vio a un demonio que estaba cerca della, persuadiéndole que se ocupase en aquella vanidad, y se preciase mucho de aquella gala y donaire. Espantose esta santa de la endiablada visión tan reciamente que cayó en tierra como muerta. Vuelta del desmayo, comenzó a llorar agramente el engaño fuerte de aquella hermana. Fuese a ella los ojos hechos fuentes, testigos de la verdad y del sentimiento, díjole lo que había visto, avisándole de su daño, y que no curase de atavío, ni gala, que tan bien le parecía al diablo y tan mal a Dios. El aviso fue de mucha importancia, porque jamás osó la triste perder tiempo en tan vana ocupación.

Dos años antes que muriese, quiso el Señor que purgase en esta vida algunas imperfecciones, que con dificultad puede pasar un alma sin que tope con alguna dellas por mucho recato que ponga. Diole una perlesía que la derribó en la cama, donde padecía muchos trabajos y dolores. Quince días antes de su muerte, dijo con mucha alegría que nuestro Señor le había hablado y dicho que era ya poca la resta de la deuda, y le quedaba poco por padecer. Nueva dichosa y aviso regalado; aparejose para la partida, recibiendo con singular devoción los sacramentos. Pasados trece días, el Jueves Santo se le agravó el mal, el Viernes Santo perdió la habla, el Sábado Santo sabatizó en el monumento, y creyeron todas las hermanas sin duda que el Domingo entró a gozar la resurrección y gloria del alma. […]

[1] Figura en el texto como Capítulo LI pero debería ser el LII, debido al error señalado en la edición de la vida impresa de María de Ajofrín por Sigüenza, pues repite el número de capítulo XLIV.