Diferencia entre revisiones de «Leonor de Porras»
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+ | [[Archivo:Juan_López,_1613,_Tercera_parte_historia_general_santo_domingo.jpg|miniatura|250px|right| Juan López, 1613. ''Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores''. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba. (Fuente: Imagen propiedad de la Universidad Complutense de Madrid. CC BY 4.0 [Digitalizado por Google])]] | ||
* [http://catalogodesantasvivas.visionarias.es/index.php/Categor%C3%ADa:Juan_López López, Juan], 1613. “Libro segundo de la tercera parte de la historia general de Santo Domingo”, ''Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores''. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, 178-179. | * [http://catalogodesantasvivas.visionarias.es/index.php/Categor%C3%ADa:Juan_López López, Juan], 1613. “Libro segundo de la tercera parte de la historia general de Santo Domingo”, ''Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores''. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, 178-179. | ||
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+ | [[Contexto material del impreso Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores]]''. | ||
== Criterios de edición == | == Criterios de edición == |
Revisión actual del 16:13 22 mar 2024
Nombre | Leonor de Porras |
Orden | Dominicas |
Títulos | Monja en el convento de Santa Catalina de Ávila |
Fecha de nacimiento | Siglo XV, después de 1460 |
Fecha de fallecimiento | Principios del XVI |
Lugar de nacimiento | ¿Ávila? |
Lugar de fallecimiento | Ávila |
Vida impresa
Ed. de Bárbara Arango Serrano y Borja Gama de Cossío; fecha de edición: octubre de 2023.
Fuente
- López, Juan, 1613. “Libro segundo de la tercera parte de la historia general de Santo Domingo”, Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, 178-179.
Criterios de edición
Esta crónica está escrita por Juan López, obispo en la ciudad italiana de Monopoli. En la tercera parte se incluye la vida de santos de la orden, se aborda la fundación de los diferentes conventos en los dos primeros siglos de los dominicos en Castilla y se añade la vida de destacadas religiosas, aunque se hace referencia también a las religiosas que viven en las fundaciones hasta la publicación de la crónica en los conventos fundados.
Aquí nos encargamos de las religiosas que viven en los siglos XV-XVI cuyo foco de actuación es anterior a 1560 (aunque mueran después de esta fecha), es decir, antes del auge de Santa Teresa. Se adoptan los criterios de edición de vidas impresas estipulados en el Catálogo: se moderniza la ortografía (b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y se eliminan las consonantes geminadas. Además, se expanden las abreviaturas, aunque algunas como N. S. (Nuestro Señor) o N. P. S. (Nuestro Padre Santo) se respetan en el texto. El uso de mayúsculas y minúsculas se moderniza y se adaptan las normas acentuales a sus usos actuales. Finalmente, se moderniza también la puntuación, la acentuación y el uso de aglomerados.
Vida de Leonor de Porras
[177]
Capítulo LXII
De la fundación de las monjas de Santa Catalina de Ávila
[…] [178] […] Fue religiosa de este convento doña Leonor de Porras, natural de la ciudad de Segovia. Tomó el hábito ya mujer grande, que sería de cuarenta años. Y, aunque los que vienen en esa edad a la religión criados en el cumplimiento de sus gustos y ejecución de su voluntad no todas veces aciertan a hacer entera renunciación de la libertad en que se criaron, esta religiosa, desengañada de los peligros de que el Señor se había servido de sacarla reduciéndola al puerto seguro del monasterio, fue muy ejemplar y muy devota. En la paciencia se señaló mucho. Visitándola el Señor con muchos trabajos y enfermedades fue singular el sufrimiento que en todo tuvo, que no es poco en quien tantos años se había criado en el siglo con regalo. Estuvo seis años enferma de perlesía, impedida de todos sus miembros, que aun menearse en la cama no podía sin mucha ayuda. La enfermedad fue general en todos los miembros, pero particularísimamente en la lengua, riguroso tormento para un enfermo que ni al médico puede dar cuenta de su dolencia, ni a los que sirven declarar lo que ha menester. Redújose a estado esta sierva de Dios que jamás pudo decir otra cosa sino: “Mater Dei”. Madre de Dios. Si tenía necesidad de alguna cosa, señalándola con la mano, con los ojos o con la cabeza, no podía decir más que “Mater Dei”. Viéndola con tanta paciencia y que con tan buen ánimo llevaba una cosa que de suyo es tan intolerable como no poder declarar con palabras habiéndolas dado la naturaleza para manifestar los pensamientos, tenían gran- [179] dísimo crédito de su virtud, y, como a tan gran sierva de Dios, la rogaban que encomendase a Nuestro Señor algunos trabajos y necesidades, creyendo que por su intercesión recibirían merced.
Entre las cosas que en esta razón se ofrecieron, fue señalada la que sucedió en una señora seglar natural de Tordesillas, llamada doña Francisca Sarmiento, la cual vivía en el mismo monasterio. Esta señora tenía un hermano cautivo en tierra de moros. Quísose valer de la intercesión de esta su sierva y rogola con grandes veras hiciese oración por su hermano, suplicando al Señor se sirviese de sacarle del trabajo en que estaba, en el cual no solamente corría riesgo la reputación y trabajos y mala vida que por manos de infieles padecen los que son cristianos, sino lo que es de más consideración: mucho es el peligro de perder las almas con los malos ejemplos de los bárbaros. Con el vil tratamiento y promesas viven los esclavos en gran peligro de dejar la fe y, cuando el mal no sea tan grande, se deja entender cuál será la vida de hombres que apenas tienen una ocasión que los lleve a reformación de costumbres. Con estos pensamientos u otros semejantes, hacía instancia doña Francisca Sarmiento, procurando, por medio de oraciones de esta su sierva, la libertad de su hermano, y va este negocio a su parecer muy a la larga, y era tan grande la satisfacción que tenía de la virtud de la religiosa, que no podía creer sino que fuese descuido o por lo menos tratar con pocas veras un negocio tan grave y en que ella interesaba tanto. Dio sus quejas a la enferma y respondiola: “Ya, ya, ya, Mater Dei, ya, ya, ya”, haciendo con la mano señales que el esclavo estaba ya libre y llegaría presto a su tierra. Fue así, porque el día siguiente hubo carta que libre venía muy contento a su tierra. Esta misma religiosa, tres días antes que muriese, hallándose ya muy al cabo, dio grandes voces y, haciendo con las manos señales, hacía unas vigas con grande afecto y ternura, decía: “Madre de Dios, Madre de Dios”, dando a entender que veía a la Reina del Cielo. Entendió todo el convento que estaba presente, viendo tal alegría y regocijo en la enferma, y que era cierto lo que imaginaban.