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Nombre | María García de Toledo |
Orden | Jerónimas |
Títulos | Priora y fundadora de la casa de beatas de Mari García, posterior convento de San Pablo de Toledo. Iniciadora de la rama femenina de la Orden |
Fecha de nacimiento | 1340 |
Fecha de fallecimiento | 1426 |
Lugar de nacimiento | Toledo, España |
Lugar de fallecimiento | Toledo, España |
Contenido
Vida manuscrita
Ed. de Rebeca Sanmartín Bastida
Fuente
- Cruz, Juan de la. 1591. Historia de la Orden de S. Hierónimo, Doctor de la Yglesia, y de su fundaçión en los Reynos de España. Esc. &-II-19 fols. 208v- 217r.
Criterios de edición
Dado que se trata de una copia manuscrita que no puede ser muy posterior al autógrafo, los criterios de edición son conservadores. La lengua del texto refleja bien las características fonéticas y gráficas propias del siglo XVI, sin que se hayan podido observar rasgos dialectales, pues el vocalismo en formas como monesterio y desgusto son muy habituales.
Se mantienen los grupos cultos, que podrían ser reflejo de la obra latina que dice haber consultado el autor, o simplemente mostrar el uso eclesiástico: s líquida en Spirito Sancto y en el latinismo specie formas cultas como –mpt- en Redemptor, th en thesoro (y Theressa), ph en propheta, -gm- en augmento -l- geminada en collegio, bulla Otros grupos dobles: successo, -ct- (sanct y sus derivados)
Sibilantes: La oscilación entre –ss- y –s- intervocálica cuando etimológicamente es sorda o procede de un grupo –ss- en latín es mínima. En general, escribe correctamente los vocablos (necessitad, promessa) o las formas latinas que con –ss- (superlativos: honestíssima, religiossisima; formas verbales de subjuntivo (fuessen, entendiesse, diesse, etc.) o por razones etimológicas (essos). Sin embargo, también se encuentran formas simples intervocálicas (deseos, mereçiesen, perseverases, moviesen, guardasen). Sin embargo, en general parece distinguir entre la sorda /s/ y la sonora /z/, como indica la hipercorrección Theressa, por lo que se mantiene la grafía original. Las fricativas en cambio indican confusión entre sonoras y sordas (doncella/donçella en lugar de donzella, etc.), pero se mantiene la forma original por su interés lingüístico.
Se mantiene el uso de la y en los diptongos decrecientes (oýd, caýda, cuydado, etc.), así como la oscilación entre v/b. Se conserva la –ll en humilldad y humillde porque parece que el copista (y quizá el autor) lo consideran grupo culto; también se mantiene la h- aunque sea anti-etimológica en hedeficio y hedad. Se conserva dello, desto, etc., pero se separa mediante apóstrofe cuando la forma aglutinada incluye un pronombre personal: d’él. Se regularizan alternancias gráficas sin valor fonético: i/j u/v La puntuación y la capitalización han sido modernizadas, si bien se mantiene el uso del paréntesis para indicar observaciones digresivas según el original.
Capítulo veynte y quatro
De cómo se fundó el monesterio de religiossas de sanct Pablo de Toledo por doña María Garçía, y del fervor después que tuvo esta sancta muger desde su tierna hedad, y en las buenas obras que se ocupó con gran menosprecio de sí misma
En una escriptura bien antigua escripta en latín se halla la fundación del monesterio de sanct Pablo de Toledo y de su fundadora doña María Garçía, que después de muchos años que en él vivió con muchas siervas de Dios que tuvo en su compañía acabó sus trabajos en este que se va prosiguiendo<ref>Subrayado desde “acabó… prosiguiendo”. Nota marginal: “Gran ignorantia, pues la hace compañera de fray Pedro Fernández Pecha el año 1374, que según esto vivió más de ciento y quince años”. </ref> de mill y quatroçientos y sesenta y cuatro. Y es digna cosa que se ponga en este principio y fundaçión del monesterio de Sanct Pablo de Toledo, para que se sepa la vida maravillossa de esta sierva de Dios doña María Garçía, y vea y entienda, que en tiempo que tanto se olvida la charidad y abunda la maldad, quiso Nuestro Señor despertar esta su sierva fiel, cuya vida honesta, llena de buenas y sanctas costumbres, y del menospreçio del mundo y de lo que él promete y representa, se escrive aquí, juntamente con la fundación. Y será con la brevedad que dieren lugar las muchas y muy notables cosas que ay que dezir aprovechándome en parte de la dicha escriptura y de otros lugares que harán a este propósito.
Pues en el tiempo que reynava en Castilla el rey don Pedro, fue un cavallero principal en linage y sangre que se dezía don Diego Garçía de Toledo, casado con Doña Constança, hija de Hernán Gómez y hermana del Arçobispo de Toledo, don Álvaro. A estos cavalleros, don Diego Garçía de Toledo y doña Constança, dio Nuestro Señor una hija, después de otros muchos que tenían, de particular hermosura y graçia, que sobremanera la querían, miravan y estimavan sus padres como singular benefiçio que Dios les avía querido hazer. Y en una voluntad (que la tenían en todas las cosas y eran justos delante de Dios) se la ofreçieron como décima parte de sus bienes, poniéndole nombre María [fol. 209r] y el sobrenombre de su padre, y ansí se llamó siempre doña María Garçía. Pusieron mucho cuydado sus padres en criarla y que se afiçionase al temor y amor de Dios y a las sanctas costumbres. Apenas sabía hablar (como dizen) quando se fue conoçiendo en ella el spíritu que Dios quería declarar en su favor porque en ninguna cosa pareçía niña, sino llena de discreçión, de la que el Spíritu Sancto pone en las almas donde reside. Quando tuvo alguna discreçión, no solo no menospreçió el voto y ofreçimiento que sus padres tenían hecho, mas ella, con gran voluntad le confirmó, abraçó y amó, y desde luego tuvo tanto fervor en el amor de Dios que se conoçió que más eran órdenes del Spíritu Sancto y graçia divinal que consejo de hombre humano. En esto seguía el del propheta, que desde su niñez endereçó sus pensamientos al Señor muy alto, y dello dio buen testimonio su vida maravillossa, que aún en aquella tierna hedad se apartava a los lugares secretos a hazer oraçión huyendo de los que la podían ver en casa de sus padres y de los juegos y cosas que en tal hedad se suelen exerçitar y entretener los niños. Era pobrezilla de voluntad, y aun no havía oýdo el Evangelio y deseaba ya hazer thesoro en el Çielo, teniendo gran cuydado de los pobres de Jesuchristo, recogiendo las migajas que caýan de la mesa de sus padres. Y los pedazos de pan que sobraban de su comer, con todo lo demás que podía haver y recoger, lo guardava y escondidamente lo dava a los pobres.
Quando llegó a la hedad creçida, y desechados los deseos de la moçedad, pensaba de día y de noche cómo podría, a exemplo de san Juan Baptista, conservar y guardar con toda entereza su vida y limpieza, y decía con el psalmista: “Muestrame Señor tus carreras y endereçame según tu voluntad”. Como era ya de doze años y no se aficionase a la vanidad del linage, ni a la abundancia y trages de la casa de sus padres y amonestaçiones de los lisongeros, pasó por todo ello como virgen prudente y sabia despreçiándolo, con todos los deseos dañosos del mundo, deseando solamente ser agradable al Esposo Çelestial. Para poner con más brevedad en exerçicio los propósitos y los deseos sanctos que tenía, olvidando la casa [fol. 209v] de sus padres se apartó a un monesterio de monjas que se dezía sanct Pedro de las Dueñas (que estaba adonde después hedificó el cardenal don Pero Gonçález de Mendoça el hospital insigne que dizen de la Cruz) y adonde era priora una hermana suya que la amava y quería como era razón. Recibiola con gran voluntad y en poco tiempo aprendió y supo el canto y las otras obediencias de la religión, para que aprovechase dello y servir a Dios, adonde le encaminase de tomar el asiento que avía de tener. Entendida por muchas partes su vida y costumbres, muchos monesterios de religiossas la deseaban tener en su compañía, y particularmente el de Sancta Clara, de la Villa de Tordesillas, que le ofreçieron que en pocos años sería su perlada si quisiese tomar allí el hábito y la professión, y le sería la vida de mucho contento y descanso.
Ninguna cosa le movía a la sierva de Dios, porque ni eran essos sus pensamientos ni havía entrado en su camino y deseo gana de querer y apeteçer de ser perlada, sino sierva humillde, y por esta humilldad lo menospreçiava todo y lo hollava y acoçeava todo, y no quería que los hombres la viessen sino en este menospreçio, ni reçibir dellos el galardón de sus obras, si algunas tuviese que fuessen buenas y aceptas a Nuestro Señor, y d´Él quería el premio y galardón, y entrar en su apartado cubículo a solas (como lo dize el Sancto Evangelio) para que solo Él la entendiesse y diesse la retribución conforme a los merecimientos.
Después que se detuvo en aquel monesterio algunos años y sabía ya bien las observançias de la religión que se praticavan y enseñavan en él (y sin haber tomado hábito ni manera de religiossa), pareçiole que era bien bolverse a la casa de sus padres, más por voluntad de Dios que lo inspirava que por tener gana de bolver atrás de sus buenos y sanctos propósitos. Pidiole licençia para ello a la priora, su hermana, que con mucha dificultad y gran desgusto se la huvo de dar. [fol. 210r] Y ansí se fue como lo avía dicho a la casa de sus padres. Aunque estava en ella y vivía entre los hermanos y criados de casa, y pareçía que se havía buelto al mundo como cosa que le dava gusto y contento, andava tan abrasada y ençendida en el fuego del amor divino que siempre pensaba, codiciava y tratava cómo seguir y ymitar (según su flaqueza) a Jesuchristo, su esposo. En lo que asentó, después de muy mirado y consultado y pedido a Nuestro Señor, fue negarse a ssí misma y no mirar a su hedad y flaqueza y que era muger, ni a lo que podrían decir y juzgar los hombres faltos de consideraçión, y con esto començó a darse al despreçio suyo y de las cosas mundanas, y tomó consigo, como aya y compañera, a doña María Gómez, matrona biuda y noble, que con una misma voluntad la quiso acompañar en sus designos y trabajos. Su principio fue començar a andar por las puertas de los vecinos de la ciudad a pedir limosna cada día, públicamente, para los pobres necessitados. Pues dezir que llevavan en su compañía quien recogiese las limosnas y pedaços de pan que les davan, era cosa de bendezir a Dios en sus marabillas, que la donzella pobre de Jesuchristo llevava sobre sus ombros una talega o alforja en que las echava, con un fervor y ánimo de hazer serviçio en ello a su esposo que no aprovecharon promessas, ruegos ni amenazas de sus padres para apartarla dello, y ansí la dexaban continuar su sancta ocupación y daban lugar a ello aunque no dexavan de sentir ellos y los hermanos de la sancta donzella alguna afrenta de aquel menospreçio tan público. No dexavan por esso las dos su exerçiçio cotidiano de andar por las calles de la çiudad pidiendo limosna como pobres peregrinas, y estavan en la sancta yglesia mayor entre los dos coros al tiempo que los canónigos salían de las horas, que los ponían en confusión y compelían a que les diessen muy buenas limosnas. Desde allí pasavan con las que llevavan en sus alforjuelas a la casa de sus padres, y ya era para ellos de gran consuelo y regalo ver de aquella manera a su hija, y la animavan y esforçavan en ello (aunque por otra parte la carne y la sangre hazían su oficio en [fol. 210v] sentir aquel difraçe). Pero pasados los primeros días, y viendo a su hija contenta<ref>El manuscrito lee «con contenta», con una diplografía por error.</ref>, y que era bien inclinada, devota y charitativa con los pobres de Jesuchristo, no había cosa temporal que para ellos se les pudiesse comparar a esto. Bendezían a Dios y alçavan las manos al Çielo con mucho plazer y alegría, haziéndole infinitas gracias por haverles dado hija que aun antes de tener discreçión ni hedad había en la tierra vida çelestial y obrava en ella tantas marabillas. Todos los de su casa, hijos y criados, hazían lo mismo, y la sancta donzella, con una profunda humilldad y llena de spíritu de Dios, se derribava a los pies de todos besándoselos, agradeciéndoles el contento que mostravan de la vida que seguía.
Acaeçió un día que andando pidiendo limosna por la çiudad la sancta donçella con su compañera por no perder costumbre de remediar a los que tenían necessidad, que encontraron en una calle al arçobispo de Toledo, su tío, hermano de su madre, y a su mismo padre, que le acompañava con otros cavalleros y gente principal de la çiudad, y quando el arçobispo vio a su sobrina en aquella postura que llevava y cargada en los hombros la talega con las limosnas que había recogido, volvió a su padre y díxole con algún enojo y como reprehendiéndole: “Mucho me maravillo, que como seáis hombre prudente, no remediéys un desconçierto tan grande como este y consintáys a una hija de tan poca hedad y tan hermosa y de linaje, que es que ande ansí despreçiada y con tanta libertad que days a entender que la tenéys aborreçida, pues no la recogéys y tratáys de casarla con otro que sea su igual”. El cavallero prudente le oyó y respondió con mucha mansedumbre y en breves palabras le dixo: “¡Qué esposo le parece a Vuestra Señoría que puedo yo dar a mi hija más rico y generosso que a Jesuchristo, Hijo del Padre Eterno! Por ventura podemos resistir al Spíritu Sancto. Ella ha escogido este estado por la mejor parte y yo no se le quiero estorvar, ni me pareçe que se açertaría en ello”. [fol. 211r] El arçobispo calló con esta respuesta y no supo qué le replicar, entendiendo que aquello era obra de Dios.
Capítulo veynte y çinco
Cómo desde algunos días dexó de pedir las limosnas la donzella y virgen de Jesuchristo, doña María Garçía, y se recogió en una hermita de Nuestra Señora de la Sisla con su compañera, y después al monesterio que fundó de Sanct Pablo
Entre otras cosas mal hechas que en aquellos días hazía el rey don Pedro era desasosegar y perseguir donzellas y mugeres nobles de qualquier estado que fuessen, por sus desordenados apetitos, y esta honestísima virgen, con el temor que le causaba esto, se fue (con otras muchas señoras principales del reino que procuraron esconderse de la persecuçión del Rey) a la villa de Talavera, que estava allí su padre don Diego Garçía, que era casi como señor della y beneficiaba sus possesiones y heredades, que eran muchas la que en aquel lugar tenía. Aun estando allí la sancta donzella con sus acostumbrados exerçiçios y ocupaçiones de oraçión y meditaçión, no estava con toda seguridad porque veýa que otras padeçían grandes trabajos por la guarda de su honestidad, y esto le puso en cuydado de pensar en buscar otro medio y asiento que fuesse más seguro, y no andar con temores y desasosiego. Pedía de veras a Nuestro Señor dispusiesse lo que más havía de ser serviçio suyo, y como está cerca de los que con ánimo verdadero le llaman y quieren, endereçó su deseo que se fuese a Toledo a un término que dezían de la Sisla (adonde es de creer que el ángel la guió con su compañera doña María Gómez) y allí hizieron una casilla pequeña para recogerse, arrimada a la hermita de Nuestra Señora que dezían de la Sisla, y en ella estuvieron algún tiempo sirviendo a Nuestro Señor en ayunos, vigilias, oraçiones y otros exerçicios honestos de humilldad y de sanctidad, hasta que fue servido que [fol. 211v] cesasse la causa del temor con la muerte del Rey Don Pedro.
Aun no estava criada en aquel tiempo la orden de Nuestro Padre San Hierónimo en estos reynos de España, pero pocos años después se confirmó por la sede apostólica y dio el hábito que se use en ella, y se hedificó el monesterio tan principal que oy se vee en Toledo, en la hermita de Nuestra Señora de la Sisla, que dexó la bienaventurada doña María García.
Muerto, pues, el rey Don Pedro, daban orden aquellas sirvientas de Dios de dexar aquella soledad de la Sisla, que la tenían grande por estar tan apartadas de la çiudad, y entendieron que en ella havía una congregación de mugeres devotas y honestas en la perrochia de San Román y tuvieron su aviso y consejo para yrse a aquella sancta compañía y subiectarse a la administradora doña María de Soria, que las reçibió con grande alegría, y de consentimiento de todas las religiossas les dieron el hábito y vestido que ellas traýan.
Por todo el tiempo que vivió la administradora María de Soria, estuvo en aquella casa la sierva de Dios y virgen doña María Garçía, y quando vio que era muerta y que también lo eran sus padres y pasado desta vida al Çielo, le dio más ganas a doña María Garçía de dexar del todo el mundo y el trato d’él, y asentar para siempre en un lugar; y pidiéndolo al Señor dezía con el psalmista: “Tú, Señor eres bueno, enséñame tus justificaçiones”. En ninguna cosa sentía el gusto que pretendía si no era en el puro spíritu y amor de Dios, y siempre andava con cuydado adónde havía de permaneçer y qué estado era el que havía de escoger. La hazienda que heredó en Belilla de su madre la vendió luego y compró una casa grande con mucho aposento en la perrochia de Sanct Lorenço, a donde se pasó con su compañera doña María Gómez, y allí asentaron sus deseos y perseveró hasta la muerte.
Entendida en la çiudad esta traslaçión de doña María Garçía, no le faltaron personas de calidad [fol. 212r] que por su devoçión y afición se inclinaron a seguirla, y una dellas fue ^doña^ Theressa Vázquez, persona noble y principal, con siete mugeres de buenas costumbres, fama y christiandad, que se fueron a amparar a ella, por solo servir a Dios y serles compañeras en la vida sancta y exemplar. Este, pues, fue el primer principio de fundar y plantar aquel collegio de Sanct Pablo de Toledo, que oy es monesterio, que desde que entonçes començó hasta oy ha floreçido y floreçe gran religión y mucha sanctidad, como en el processo desta escriptura se yrá mostrando hasta el cabo della.
El primero fundamento del monesterio de Sanct Pablo de Toledo fue este, y estava ya con grande gozo y contento la sierva de Dios doña María Garçía viendo el fervor de las nuevamente allegadas, y ansí las quería y amava con entrañas llenas de charidad, y animava a perseverar trayéndoles lo del psalmo: “Load a Dios y alabadle, pues ha confirmado sobre nós su misericordia”. Bolviéndose a Nuestro Señor dezía: “Suplícote que te sirvas de darnos graçia, que cantemos tus justicias en este lugar de ^nuestra^ peregrinaçión, que en él queremos perseverar, y en las alabanças divinas”. Fue creçiendo tanto la buena reputaçión de aquella congregaçión en observançia y conversaçión sancta y religiossa, que en pocos años se les allegaron otras muchas a su compañía, las quales, quando vieron que la orden de sanct Hierónimo començava y resplandeçía el nombre della, y estava ya hedificándose el monesterio de la Sisla y con algunos frayles, pareçióles bien su manera y hábito. Y con un ánimo y voluntad lo escogieron y se vistieron del hábito, escogiendo y eligiendo por su priora y prelada a la religiossíssima doña María Garçía, que lo hubo de aceptar por sus ruegos y ymportunaçiones, porque por su voluntad deseaba antes ser regida que regir, y súbdita que prelada.
Viéndose la devota sierva de Dios con aquella carga y cuydado de priora, y que traýa vestido el hábito de la sagrada orden de nuestro padre Sanct Hierónimo, començó a comunicarse y tractar al sancto varón fray Pedro Fernández Pecha, que era prior de la Sisla, que se ocupaba en hedificar aquella casa, y a mostrarle voluntad [fol. 211v] y aun a favorecerle en su obra del monesterio y claustro, que le fue de grande favor y ayuda para acabarlo con más brevedad. Para la sacristía y culto divino dio muchas cosas y ornamentos de valor, y hasta se sabe que la arquita pequeña de plata adonde se çierra el sanctíssimo sacramento la dio y ofreció esta sancta muger.
Las plácticas y conversaçión destos dos siervos de Dios, fray Pedro Fernández Pecha y doña María Garçía, todas se ençerravan en sanctidad y qué observancias se tenían de guardar y acrecentar en la religión, y la solemnidad del culto divino, no olvidándose del cuydado que havía de haver en la oraçión y amor y serviçio de Nuestro Señor de noche y de día, que no pareçían en sus plácticas, tracto y conversaçión, sino otro Sanct Hierónimo y Sancta Paula, y Sanct Francisco y Sancta Clara, que se conoçió bien por los efectos que se obraron, encaminados todos al Çielo.
Doña María Garçía y sus seguidoras no se contentaron solamente con traer el hábito de la orden del glorioso nuestro padre Sanct Hierónimo sino que quisieron guardar la regla, estatutos y ceremonias que la orden tenía, guardava y professava. Y porque aún en aquellos días no estavan unidas las casas que estavan fundadas en el hábito de la orden, ni tenían superior general, dieron aquellas religiossas la obediençia al prior de la Sisla y a sus sucessores, confirmando esto y el dezir de los oficios divinos por bulla apostólica, aunque no tenían professión ni encerramiento de monjas, sino de beatas recogidas, queriendo con todo esto subiectarse al estilo y manera de la orden y negar su voluntad y libertad hasta la muerte, sin buscar otra manera nueva ni hazer más mutaçión. Pedía esto de veras y muchas vezes la sierva de Dios en su oraçión y petición, por sí y por las hermanas, y que mereçiesen el spíritu de perseverançia como convenía a su salvaçión, y no se olvidava, ni aun desconfiava, de lo que el Sancto Evangelio promete a este propósito en aquellas palabras, “El que perseverase hasta la fin será salvo”, que no hazían en ella menos impressión que si las estuviera oyendo de la boca de Jesuchristo Nuestro Señor, y, [fol. 213r] puesta a sus pies como la Magdalena, era doña María Garçía en la compostura y hermosura como un ángel, y de sosiego y mansedumbre increýble, y tenía una quietud y reposo en la conçiençia y una serenidad en el alma (parecida a lo del Çielo) que ninguna cosa próspera ni adversa pareçía mudarla. Del sanctíssimo sacramento era grandemente devota, y reconocía ser aquella la fuente y manantial de todo el bien de las almas, y allí procurava coger quanto havía menester para ser rica.
En muchos años no tuvo nombre de monesterio la casa de Sanct Pablo de Toledo, sino que pasó con nombre de “congregaçión de beatas de la orden de San Hierónimo”, y no por esso se diferenciavan en nada en las observançias, cerimonias y guarda de la religión. La priora era la primera en todas las asperezas y trabajos, y la que más se mostrava y resplandeçía en toda perfectión y sanctidad. En la humilldad y simpleza recta y temor de Dios tuvo tan alto grado quanto se puede consentir en muchos de los mortales, y si es lícito dezir que la pueden tener en esto como a otro Job. De todas era amada, querida y respetada, y atraýa con esto a muchas a querer su trato y compañía, porque solo su exemplo y sancta conversaçión bastava a reformar lo que con mucha diligencia y buenas razones y trazas no hizieran muchas en muchos días y años. Algunas personas prinçipales de la çiudad la visitavan, y todas las pláticas y conversaçión que con ellas tenía eran de la gloria y amor de Dios, y a las que veýa que llevavan los rostros disfraçados con afeytes, y con demasiadas galas y vestidos, queriéndoselo reprehender lo dezía con palabras dulces y blandas, y con un deseo que se moviesen a escusar las ofensas de Dios que de aquello podría haver. Todo género de curiosidad y qualquiera specie odorífera huýa y aborrecía como si fuera veneno ponçoñoso, y dezía a las que usavan dello que no era menester aquella deleitaçión a la carne, que está llena de aquestas miserias y tan çerca de ser (con brevedad) manjar de gusanos. No se deleytava en las jactancias, ni consentía ensuziar su coraçón con ellas, aunque unas cosas le dixesen en su alabança o del govierno tan conçertado que tenía en su monesterio, [fol. 213v] y de su hermosura y nobleza de linage; antes lo aborrecía y se tenía por gusano y por la más vil criatura criada, y de más despreçio y menos partes de que alabarla, y que la gloria y onra de todo se havía de atribuyr a Dios. Con estos exemplos, animava la sancta priora a sus hijas y las esforçava a continuar el amor y serviçio de Dios, meditando de noche y de día en la Pasión de Nuestro Redemptor.
Bivían todas en tanto conçierto y sancta conversaçión que a todos los de la çiudad eran exemplo y dechado de virtudes y honestidad, y hasta oy se dize y muestra esto en aquella sancta casa, y se les echan bien de ver los primeros prinçipios y buenos fundamentos que tuvo de religión y de sanctidad, que, como dixe poco ha, se verá adelante en las obras milagrosas que Nuestro Señor ha obrado en muchas siervas suyas que bivieron y acabaron en aquel monesterio.
Capítulo veynty seys
De la muerte bienaventurada de Doña María Garçía y de lo mucho que sintieron algunos años antes perder su primero prior y perlado, Fray Pedro Fernández Pecha
Después que estuvieron algunos años Fray Pedro Fernández Pecha y doña María Garçía en muy sancta y religiossa conversaçión, y governando cada uno su monesterio con el exemplo y creçentamiento en el amor y serviçio de Dios que se ha dicho, cansado ya por la hedad y vejez, Fray Pedro Fernández Pecha se fue al monesterio de Nuestra Señora de Guadalupe a acabar sus días en aquel sanctuario de la madre de Dios (como en su historia se dixo) dexando renuncia el priorato de la Sisla, de lo que quedó bien desconsolada la sierva de Dios, doña María Garçía, por carecer tan presto de padre que tanto favor había al augmento y aprovechamiento de la sancta religión. Mas bolviéndosse [fol. 214r] al Señor universal de todos, que no desecha a los que son siervos suyos, tomava esfuerço y contento y animava a sus hijas a hazer lo mismo (que tenían el mismo sentimiento y andavan afligidas) para no desconfiar que les havía de faltar el favor y mano de Dios en la carrera que habían començado y continuarla con toda la perseverançia de virtud y exemplo.
Según el discurso que se ha hecho de los años que estos dos los siervos de Dios tractaron en el hedificio y asiento de los dos monesterios de la Sisla y de Sanct Pablo de Toledo, y se vieron y comunicaron, pareçe que pudieron ser muy pocos, que doña María Garçía vivió cinquenta años y más después que murió fray Pedro Fernández Pecha. Con todo esso, como se biene a acabar todo poco a poco, algunos años antes de la muerte de la sierva de Dios, doña María Garçía, por los muchos trabajos y continuas vigilias, tenía perdidos (en parte) los sentidos exteriores, mas muy vivos y enteros (y con mayores fuerças spirituales) los interiores del alma. Y para no dexar lo que tantos años havía continuado de yr a los maytines y entender quándo llegaba la hora, hazía una cosa bien rara y de notar, que le ponían un gallo çerca de su aposento para que la despertasse y supiesse quándo era la medianoche, porque ni podía oýr el relox ni aun la campana. Estava tan aconstumbrada desde su niñez a levantarse a aquella hora a hazer gracias a Nuestro Señor y no perder los maytines, que no lo perdonava aun estando con enfermedad, pudiéndose levantar.
Venida ya la hora que era última a los ochenta y seys años de su hedad (que la llamava Dios para dar galardón de tantos y continuos trabajos), pensaba en la cuenta que le havía de dar aquella mayordomía, y que no se podía alargar. Pues era ya aquella hora postrera (principio de la otra que con tanto favor y deseo guardava), aperçebiose luego del divino y sanctíssimo sacramento de la eucaristía (thesoro universal de las almas y çelestial consuelo para aquellos tiempos) y, después que le hubo reçibido, consolava a sus hijas que las veýa tristes por su partida, [fol. 214v] animándolas con palabras afectuosas de madre que tanto las amava y quería, y las amonestava que no volviesen atrás ni desmayasen en aquel camino spiritual, porque perseverando en toda humilldad, menospreçio y mortificaçión, llegarían con bençimiento al fin, y gozarían con gran alegría de la bienaventurança.
Havía en el convento veynte y çinco religiosas beatas, discípulas de tal madre de sanctidad, que a exemplo del glorioso señor padre San Hierónimo las mandó llamar y juntar, y con grande alegría las abraçó a todas, y dándoles paz dixo: «Mis amadas hijas, acordaos que ni por vuestros mereçimienos, ni por las míos (sino por la misericordia y bondad infinita de Nuestro Señor) nos apartó de los ruydos y tinieblas del siglo, y nos traxo a esta esclareçida soledad y recogimiento como a siervas escogidas y regaladas suyas. Ruegoos mucho que no os mostréis como mugeres de poco ánimo, diciendo que soys flacas para perseverar en religión. Oyd, no a mí, sino a vuestro maestro Jesuchristo que dize: ‘Mi yugo es suave y la carga liviana’. Y más: ‘El que pone la mano al arado y buelve atrás no es merecedor del Reyno del Çielo’”. Haviéndoles hablado estas y otras muchas cosas de la hedificación, alegando y trayendo autoridades de la Escriptura (que no pareçía sino que la tenía delante, y tan sabida y estudiada como si la hubiera profesado) mandolas salir, y bolvió a llamar a cada una por sí, que como de tantos años de trato y conversaçión las conocía, y sabía lo que a cada una en particular avía de avisar y aconsejar. Por verisímiles coniecturas y casi por spíritu de profezía, dixo a algunas el successo que avían de tener en el seguir la virtud y perfectión, o si avían de errar, y en los viçios y cosas semejantes, etc. Después las encomendó a todas dos cosas, que guardasen un mandamiento y un consejo: el mandamiento, que se amasen unas a otras y que con toda charidad sufriessen la una la pesadumbre de la otra; el consejo, que guardasen la clausura y silençio, y que no las viesen por las calles y huyesen de la comunicación con los seglares y salidas a las casas de los [fol. 215r] parientes y conocidos, con occasiones más voluntarias y ymaginarias que verdaderas que muchas vezes se suelen proponer, y aun venir deseos de buscar la salud con honestos títulos de enfermedades bien ligeras, que mirasen mucho esto, y que a quien Dios quita la salud en su convento y congregaçión no es justo que busquen fuera el remedio, y antes ^se^ ha de creer, que si con los remedios ordinarios de los conventos no se vee la salud, que quiere Dios que se sufra y calle la que de su mano recibiere este regalo, y lo tome con paçiençia y en penitençia.
Oyéndole tantas cosas de hedificaçión y conoçiendo que se le acabava la vida, no podían ya detener las lágrimas y los lloros de las religiossas, con que la movían a compasión, y les bolvió a decir: “No os fatigéys y lloréys en bano, que Nuestro Señor puso término a mis días y es ya llegado, conformaos con su voluntad y no creáis que os dexo, que yo confío en la Majestad que os tendrá en su guarda y amparo, guardando vosotras sus mandamientos y sirviéndole con toda limpieza y cuidado”. No les habló más de que le diessen el sacramento de la extremaunctión, que era ya tiempo, y la recibió con grandíssima devoción. La mañana antes de su muerte vieron las hermanas religiosas sobre su aposento una gran claridad y dentro dél una paloma blanca, y otro día, al alva, vieron que estava la sierva de Dios meneando los labios y haziendo oraçión a su Criador, sin entender lo que dezía, y muchas de la que con ella estavan presentes vieron que desçendió sobre su rostro un rayo de gran claridad y que sentía mucho plazer y contento de lo que veýa. Y alçando las manos en alto y puestos todos los dedos en señal de la cruz, espiró y desapareçió la claridad, a diezisyete días del mes de enero del año mil quatroçientos y sesenta y quatro, siendo de hedad de ochenta y seys años (como se dixo) y aviendo estado en aquella de Sanct Pablo los sesenta, poco o menos.
Luego llevaron su cuerpo al monesterio de la Sisla de Toledo, y con el mayor secreto que pudieron, y le enterraron con toda solemnidad juncto al altar mayor en aquella yglesia. Y esto se hizo [fol 215v] con secreto y açeleradamente, porque se temió que huviera alguna diferençia y discordia entre los ciudadanos sobre el enterramiento y no se cumpliera con el deseo que la sierva de Dios tuvo y dexó encomendado, que, como era deuda de principales cavalleros y muy emparentada, quisieran que se enterrara en la yglesia mayor, cerca del arçobispo don Alonso, su tío.
No se dexaron de ver algunos milagros en la muerte de esta sancta muger, y en solo el tocamiento a su cuerpo, como lo çertificaron y confirmaron muchos de los religiossos que se hallaron en su enterramiento y al tiempo de llevar el cuerpo al monesterio de la Sisla, y aunque manifestaron algunos en particular, otros dexaron de dezir por el poco crédito que el vulgo suele dar. Y este es bien que se ponga aquí y no se calle, que es tan çierto y verdadero como todos, que siempre tuvo fixo y enclavado el pensamiento y la consideraçión en la ley de Dios, pensando de día y de noche en ella y en lo que era amor y servicio suyo. De quarenta años a esta parte, fue necesario apartar el cuerpo de esta sancta muger del lugar adonde estava por razón de una obra que se huvo allí de hazer, y de tal manera le halla[ron] entero en su casa y ataúd (con aver más de çiento y veynte años que estava allí) que los religiosos que se hallaron presentes y lo vieron, certificaron esta verdad, que estava el cuerpo sin ningún corrompimiento, como quando le enterraron, y sin olor malo. Vieron también otra cosa maravillosa, que en la cabeça tenía puesta una corona (o guirnalda de ramos de laurel (que le pusieron en premio de la virginidad que guardó) tan fresca y sin estar secas las hojas ni perdido el color que se admiraron todos y recibieron gran recreaçión y consuelo. Y dieron gracias a Dios, que les havía dado en su capilla y compañía thesoro tan preciosso.
Su sepulcro está junto al altar mayor a la parte del Evangelio, cavado en la pared, con un vulto de la sierva de Dios ençima, hincada de rodillas, puestas las manos mirando al sanctíssimo saçramento, con el hábito que traýa [fol. 216r] de beata, y con una letra que dize que “está allí enterrada doña María Garçía, fundadora del monesterio de Sanct Pablo de Toledo”.