Juana Rodríguez
Vida impresa
Capítulo XXVIII
[367] Que trata de la vida y santidad de Juana Rodríguez, compañera de doña María de Toledo y monja deste Monasterio de Santa Isabel
En el Monasterio de Santa Isabel la Real de la ciudad de Toledo está enterrada la muy religiosa mujer Juana Rodríguez, la cual fue monja deste monasterio y compañera muy familiar de la dicha doña María de Toledo. Fue natural de Toledo y hija de muy nobles y cristianos padres. Los cuales como estuviesen mucho tiempo casados y no tuviesen hijos [368] y hubiesen llegado a edad en que no esperaban tenerlos, con todo eso no dejaban de encomendarse muy de veras a la Virgen María Nuestra Señora, para que tuviese, por bien de ser su intercesora con su hijo precioso, fuese servido de darles fruto de bendición. Hicieron voto a Nuestra Señora que si tuviesen hijos le celebrarían cada año la fiesta de la Concepción santísima y de hacer un colegio y dotarle, donde se criasen doce doncellas. Oídas sus peticiones Nuestro Señor, fue servido darles esta hija. La cual fue esclarecida en alto y devoto espíritu. Siendo de edad de siete años, estando un sábado oyendo misa de Nuestra Señora en compañía de las doncellas que sus padres criaban y sustentaban, vio que de la hostia salía una mano que tenía una cruz colorada y la misma mano trujo la cruz a la niña y, en tomándola con la mano, luego quedó amortecida. Lleváronla a casa y la echaron sobre la cama, y de allí a un poco tornó a ver otra cruz tan alta que penetraba los Cielos, y el cabo de la cruz llegaba hasta el profundo del abismo. Todas estas cosas y otras muchas se supieron della misma, por haberlas dejado escrito de su mano; lo cual es cosa digna de grande admiración, que con no saber escribir ni leer, por no haberlo deprendido nunca, todas las cosas que en los raptos veía lo escrebía muy bien y distintamente; y fuera de esto tan solamente una letra no sabía hacer y muchas de las cosas que veía en las meditaciones y contemplaciones divinas las dejó escritas y se ven hoy día. Esta bienaventurada mujer fue casada y todo el tiempo que con su marido estuvo se ocupaba con mucho cuidado y devoción en todas las cosas que eran del servicio de Dios, y no bastaba aquel estado del matrimonio para que no se ocupase en cosas muy santas. Después de poco tiempo que se hubo casado, murió su marido. Y cuando se vio con libertad para se poder ocupar muy de veras en el servicio de Nuestro Señor, procuró tener amistad con la bienaventurada María de Toledo, por haber oído decir muchas veces de su gran santidad y virtud, con la cual vivió mucho tiempo antes que entrasen en el monasterio y, después, continuaron en él su compañía, hasta su muerte. Fue esta santa mujer muy compasiva de los pobres, de manera que de verlos padecer tenía tanto sentimiento que muchas veces se resolvía en lágrimas. También fue de muy alto y devoto espíritu y muy dada a la oración y contemplación, en que hallaba mucho regalo y consolación. Fue devotísima del [369] santísimo Sacramento y hacía para le recebir grandísima preparación; y acerca desto tuvo muy particulares revelaciones. Acerca de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo fue de muy tierno sentimiento y así alcanzó de Dios excelentísimas revelaciones de los misterios y lugares sagrados donde se celebraron. Tomó el hábito de la religión con la sacta abadesa doña María de Toledo y con ella vivió en este Santo y Real Convento de Santa Isabel, adonde murió no sin grande demostración de su glorioso fin el año de 1505. En este monasterio se ha aumentado mucho el número de religiosas porque son ochenta y gran parte dellas hijas de los caballeros nobles de Toledo y de otras partes.
Fuente
Salazar, Pedro de. 1612. Crónica y historia de la fundación y progreso de la provincia de Castilla de la Orden del bienaventurado Padre San Francisco. Madrid: Imprenta Real, 367-369.