Catalina Núñez

De Catálogo de Santas Vivas
Saltar a: navegación, buscar
Catalina Núñez
Nombre Catalina Núñez
Orden Dominicas
Títulos Priora del monasterio de San Pedro Mártir en Mayorga
Fecha de nacimiento Después de 1394
Fecha de fallecimiento Siglo XV
Lugar de nacimiento ¿Mayorga?
Lugar de fallecimiento Mayorga

Vida impresa

Ed. de Bárbara Arango Serrano y Borja Gama de Cossío; fecha de edición: octubre de 2023.

Fuente

  • López, Juan, 1613. “Libro primero de la tercera parte de la historia general de Santo Domingo”, Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores. Valladolid: Francisco Fernández de Córdoba, 366, 368-369.

Contexto material del impreso Tercera parte de la historia general de Santo Domingo, y de su orden de predicadores.

Criterios de edición

Esta crónica está escrita por Juan López, obispo en la ciudad italiana de Monopoli. En la tercera parte se incluye la vida de santos de la orden, se aborda la fundación de los diferentes conventos en los dos primeros siglos de los dominicos en Castilla y se añade la vida de destacadas religiosas, aunque se hace referencia también a las religiosas que viven en las fundaciones hasta la publicación de la crónica en los conventos fundados.

Aquí nos encargamos de las religiosas que viven en los siglos XV-XVI cuyo foco de actuación es anterior a 1560 (aunque mueran después de esta fecha), es decir, antes del auge de Santa Teresa. Se adoptan los criterios de edición de vidas impresas estipulados en el Catálogo: se moderniza la ortografía (b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y se eliminan las consonantes geminadas. Además, se expanden las abreviaturas, aunque algunas como N. S. (Nuestro Señor) o N. P. S. (Nuestro Padre Santo) se respetan en el texto. El uso de mayúsculas y minúsculas se moderniza y se adaptan las normas acentuales a sus usos actuales. Finalmente, se moderniza también la puntuación, la acentuación y el uso de aglomerados.

Vida de Catalina Núñez

[365]

Capítulo LXXXVI

De la fundación del monasterio de monjas de San Pedro Mártir de Mayorga

[…]

[366] […] La madre Catalina Núñez gobernó la casa veinte años, los dieciséis fue priora, conservando el estado de la religión en gran punto. Criose con los ejemplos de las mayores, en muchas penitencias, ayunos y abstencias: el pan y el agua mezclaba con ceniza. Traía ceñida a las carnes una cadena y vestido entero de un cilicio. Era mujer de grande oración, a lo cual se recogía cada día después de haber cumplido con las obligaciones de su oficio. Comenzábala postrándose delante de un crucifijo y, con muchas lágrimas, pedía a Dios misericordia y perdón de todas las faltas que en ella había hecho. Frecuentaba mucho los Sacramentos con grande humildad y era tan humilde que, cuando no había enfermos, decía: “Olvidadas nos tiene Dios, no se acuerda de nosotras”. Era muy devota del glorioso San Agustín y enfermó una vez de un mal muy peligroso de una apostema. Encomendose muy de veras al santo doctor y representole en sueños que la visitaba y consolaba y que le tocó la apostema que la tenía en peligro. Amaneció aquel día deshecha y la monja sanó luego. Para llevarla, la dio Dios una larga enfermedad de año y medio y con ella mucha paciencia y sufrimiento en los dolores grandes que la apretaban. Llegose el día de su deseo y en él fue su tránsito después de haber recibido los Sacramentos con muchas lágrimas. En expirando, quedó el cuerpo muy hermoso y aquella noche se oyeron en su sepultura voces suavísimas como del Cielo.

[…]

[367] [1]

Siendo priora la madre Catalina Núñez, el convento vino a un gran extremo de necesidad y, como la priora, que era santa, buscó remedio a los pies de Dios. Procedió el Señor por un medio jamás pensado y fue que, andando una niña por el campo, halló una imagen de Nuestra Señora de mármol en la orilla de una fuentecilla. Sus padres la llevaron y dieron luego a la priora, divulgose el caso, [369] y cobró tanta devoción la gente que todos venían a visitar la santa imagen, y, con limosnas de los fieles, se recogió algún dinero con que proveyeron la sacristía de ornamentos y echaron en renta trescientos ducados. Todo esto se acabó dentro de cinco meses porque el obispo de León, Don Andrés de la Cuesta, pareciéndole que proveía en algunos inconvenientes que del concurso de la gente se podían seguir, la tomó a las monjas, con que cesaron las limosnas y la devoción de la santa imagen.

Notas

[1] Hay un error en el impreso y numera esta y la siguiente página con 368. Corregimos esta a 367.