Catalina Calderón
Nombre | Catalina Calderón |
Orden | Franciscanas |
Títulos | Abadesa del monasterio de la Concepción |
Fecha de fallecimiento | ¿Finales del siglo XV? |
Lugar de fallecimiento | Toledo |
Contenido
Vida impresa
Ed. de María González-Díaz; fecha de edición: febrero de 2021.
Fuente
- Salazar, Pedro de, 1612. Crónica y historia de la fundación y progreso de la provincia de Castilla de la Orden del bienaventurado Padre San Francisco. Madrid: Imprenta Real, 481-482.
Criterios de edición
El relato aparece en el libro octavo de la Crónica y historia de la fundación y progreso de la provincia de Castilla, impreso en 1612, en el que se narra la fundación de la Orden de la Concepción y los conventos que de ella se fundaron en Castilla. Concretamente, la vida de Catalina Calderón aparece en el capítulo noveno, donde se explica la fundación del monasterio de la Concepción de Toledo.
Se han adoptado los criterios de edición de vidas impresas estipulados en el catálogo, esto es, se han eliminado las consonantes geminadas y se ha modernizado la ortografía (sibilantes, b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.), aunque se respeta la morfología de las palabras con interés morfológico o fonológico (“ansí”). Además, se han ajustado a los criterios actuales del español la unión y separación de palabras (“desta”, “deste”, etc.), el uso de mayúsculas y minúsculas, y la acentuación y la puntuación. Asimismo, se han expandido las abreviaturas, primordialmente la expansión de las nasales con la virgulilla encima de la vocal y la abreviación de “que” o “qual”, también con el uso de la virgulilla o la diéresis.
Vida de Catalina Calderón
Capítulo VII
[479] […] De cómo se trujeron al monasterio de la Concepción los huesos de la bienaventurada doña Beatriz de Silva
Este monasterio de la Concepción de Toledo, así como es cabeza de los que de esta orden se han fundado, por el consiguiente resplandece en grande religión y santidad y en todo género de virtud. Una de las cosas de grande estima que en este monasterio hay es estar en él los huesos de la bienaventurada doña Beatriz de Silva, los cuales están en el coro a la mano derecha en un hermoso lucillo y tiene encima las imágenes de Santa Ana y de nuestro padre San Francisco y de San Antonio de Padua, que siendo viva la dicha doña Beatriz había dicho deseaba mucho estas imágenes estuviesen sobre su sepultura después de muerta. Los huesos de esta sierva de Dios fueron trasladados del monasterio de la Madre de Dios de Toledo, que es de monjas de la Orden de Santo Domingo, al de [480] la Concepción, y la razón por que estaban allí es esta: doña Beatriz de Silva era tía de la priora y supriora del monasterio de la Madre de Dios; y cuando la casa de San Pedro de las Dueñas se vino a despoblar (como arriba se dijo), entre las monjas que se salieron fue una de ellas doña Felipa de Silva (que a la razón era abadesa y sobrina de la dicha doña Beatriz) con otras ocho monjas con intención de se ir a Portugal, aunque después volvió a Toledo y murió en el convento de Santa Isabel. Y llevó consigo los huesos de su tía doña Beatriz, que estaban en San Pedro de las Dueñas, adonde los habían llevado cuando se pasaron de Santa Fe. Pero yéndose la dicha doña Felipa a despedir de la priora y supriora del dicho convento de la Madre de Dios, que eran sus primas, parecioles a ellas que era inconveniente llevarse los huesos consigo por no saber donde habían de parar. Y así, por su consejo, los dejó a guardar en el dicho monasterio hasta ver lo que Dios hacía de ellas. Plugo a Nuestro Señor dar orden volviese la dicha doña Felipa de Silva con las demás al monasterio de San Francisco, que ahora se llama de la Concepción. Y, puestas en quietud y sosiego, enviaron a rogar al monasterio de la Madre de Dios les diese los huesos de su fundadora que allí tenían, lo cual por ruegos ni por otro medio alguno lo quisieron conceder. Viendo esto, la [1] abadesa doña Catalina Calderón envió sus recaudos a Roma y, hecha relación de esto al papa, dio su santidad un breve mandando so graves penas y censuras que dentro de tres horas después de su notificación diese los dichos huesos a las monjas de la Concepción. Y en cumplimiento de este mandato, los dieron dentro del término señalado, los cuales, llevados al monasterio de la Concepción, se pusieron en una arca mientras que el lucillo se labraba. Y después de acabado, pasándolos a él, sintió el hombre que en esto entendía gran fragancia de olor de grandísima suavidad. El cual, apartándose, luego dijo llamasen a algún sacerdote para que tratase aquellos huesos porque sin duda eran de santos según el buen olor que de ellos salía. Llamaron luego al confesor de las monjas para que los pusiesen en el lucillo, y así el confesor como las monjas que allí se hallaron sintieron tan suave olor que todos sus sentidos fueron maravillosamente recreados y recibieron también en el alma muy grande consolación. De esta manera tuvo por bien Nuestro Señor mostrar cuán agradable le había sido la santa conversación de su sierva y la devoción singular que a la purísima Concepción de su Madre había tenido, en cuya persona [481] es dicho en el Eclesiástico según lo aplica la Iglesia que los que sacaren a la luz su pureza alcanzarán la vida eterna.
Capítulo IX
[481] […] Del monasterio de la Concepción de Toledo
El monasterio de la Concepción de Toledo es muy célebre por muchas razones porque, cuando no hubiera otra sino ser el primero que se fundó en la cristiandad y ser cabeza de todos, esta sola es bastante para que se tenga en mucho. Después de haberle fundado la Orden santísima de la Concepción en la ciudad de Toledo en el monasterio que ahora se llama Santa Fe y de haberle pasado las monjas que en él estaban a San Pedro de las Dueñas, que es adonde ahora está el hospital de don Pedro González de Mendoza que es en la dicha ciudad, fue Dios servido que con el favor de la Reina Católica doña Isabel se trasladasen al antiguo y famoso monasterio de San Francisco de la ciudad de Toledo, que es adonde ahora está el monasterio de la Concepción. Adonde todas las monjas entraron con tanta opinión de religión y santidad que luego se tuvo por cosa cierta había de ser grande el aumento espiritual de este convento y religión. La primera abadesa que en esta casa hubo fue la muy [482] religiosa y bendita mujer doña Catalina Calderón, la cual fue tan especial y de tanto espíritu y devoción que para contar las cosas que hizo notables era menester un libro. Esta bendita mujer trasladó los huesos de la bienaventurada doña Beatriz de Silva a esta casa, con cuyas reliquias es muy adornada. En este tiempo, se acabó de dar asiento al último fin de esta sagrada religión, y con breves apostólicos dejaron las reglas de Santa Clara y de Cístel a quien solían estar sujetas y recibieron su regla particular de la Concepción, la cual les dio el papa Julio Segundo, año de mil y quinientos y once. Y ansí se debe decir que es esta casa [2] en la que tuvo principio la Orden de la Concepción, pues en ella se concedió la regla formada y cumplida que en esta santa Orden se guarda. […]
Notas
[1] Figura en el texto original: “el abadesa”. Se ha corregido la concordancia.
[2] Figura en el texto original: “es esta casa es en”. Se ha subsanado la errata.