3145
ediciones
Cambios
m
sin resumen de edición
===Capítulo 7===
'''De cómo vio a nuestro Nuestro Señor correr sangre de sus piernas'''
Después desto susodicho, en el día del vencimiento de la cruz, acabados de dezir los maitines, ya que rompía el alva, según aquella me dixo, quedose sola esta santa virgen en la iglesia echada de brazos delante del altar. Y como fuese robada en spíritu, apareciole Nuestro Señor en figura de hombre e tenía la cara mui espantosa, e tenía vestida una sobrepelliz y una estola al cuello, y corríale mucha sangre de las piernas. Y el Señor allegose a ella, que estava de brazos delante el altar, e fízola alzar la cabeza y díxole así: «Como me ves corriendo sangre, ansí ando por las iglesias desde esta hora hasta que tañen a la plegaria». Y acabando de dezir esto, desapareçió.
'''De cómo fue robada en espíritu y vio un ánima cómo fue llevada a juicio'''
En la santa iglesia de Toledo uvo un canónigo honrado y discreto y barón de mui noble condición, y de todos mui amado y querido y limosnero, que quanto tenía gastava en casar uérfanas con deseo de hazer tesoro en el cielo, adonde son las verdaderas riquezas. El qual se llamava Don Diego de Villaminaia, que era capellán maior de la iglesia maior, y como Nuestro Señor le quisiese galardonar de sus trabaxos en fin del mes de março, año de ochenta y siete, enfermó de calenturas y a los treinta días del dicho mes fallesçió, en quio fallescimiento casi toda la cristiandad uvo sentimiento, del qual cupo gran parte a la casa de Doña [[María García]], por las grandes limosnas y bienes que les hazía, ansí corporales como espirituales, y era tenido como padre de toda la casa. [fol. 218r] Y todas las hermanas estaban en el coro, con ellas María de Axofrín, y como doblasen las canpanas en su fasllecimiento, luego la dicha María de Axofrín fue robada en espíritu y vio cómo San Juan Batista y nuestro padre San Xerónimo y Santa Caterina llevaban el ánima del dicho capellán maior a juicio delante de la Magestad divinal, en un gran canpo mui deleitoso, en el qual estaban muchas ánimas loando al Señor. Y fue acusada delante del Señor cómo tenía cargo de un finado, el qual le avía dexado por albaçea de su testamento y no lo avía hecho hazer cumplir, y como quiera que el capellán maior en su testamento dexó mandado que se cumpliese aquel cargo, mas como nuestro Nuestro Señor sea justiciero, mandó que el ánima del dicho capellán estuviese detenida en aquel lugar y no entrase en la gloria del Çielo hasta que fuese satisfecha la demanda del dicho defunto.
Y como la dicha María de Axofrín vio esto, quedó fuera de sí con mui gran pena mezclada con grande alegría de lo que viera, que aunque su ánima no estava en la gloria çelestial, estava enpero en un lugar seguro. Y caió luego en la cama con mui grande amortecimiento, que muchas vezes pensaron que se muriera. Y ninguna de la casa supo esto sino io.
Hablado del testimonio que da el notario que se halló presente a ver la llaga del costado de la bienaventurada María de Ajofrín, el qual está signado y firmado de su nonbre.
[Fol. 231r] «Deçente y cosa conveniente es escrevir por memoria las buenas obras y vidas de las personas que nos precedieron, porque podamos por los buenos ejemplos de aquellos obrar siempre bien e nos esforçemos siempre a apartarnos del mal. Cosa cierta es que, si lo preçioso no fuese apartado de[l]lo, no falsa cuncupiscencia loca, no bastante deste temperar sería demergida por discurso mui ligero en un escuro hundimiento. Por tanto, yo, Garçía de Borlanja, capellán de la serenísima reina Doña Isabel, notario y arçobispal, afirmo y doi fe que en el año de la Natividad del Señor de 1484, a diezinueve de noviembre, casi seis horas después de mediodía, por ruego y instançia de Juan de Biezma, que entonces era rector de la casa de Doña Mari Garçía, entré en la dicha casa para que notase lo que viese, y ansí notado lo guardase. Después pasados algunos días, aunque no muchos, quise demostrar lo que avía visto al reverendo prior de la Sisla, Fray Juan de Corrales, considerando aquel dicho del eclesiástico en el cap. Xi, que provecho ai en el tesoro abscondido. Por el qual dicho por muchas vezes me mandó que aquello que avía visto se lo diese por escrito, más yo por entonces no pude satisfazer a su voluntad por muchas ocupaciones que tenía aunque, allende de lo tener escrito en el coraçón, lo tenía en mi protocolo hasta diez días de noviembre del año de nuestro Nuestro Señor de 1496, y es que el dicho Juan de Biezma me metió en un palaçio de la dicha casa, en el qual estaban los reverendos Señores, Don Pedro de Préxamo, deán de Toledo, y don Diego de Vidaminaia, capellán maior en el coro de [fol. 231v] la santa iglesia de Toledo, y dos o tres religiosas de la dicha casa. Y vi una cama en aquel palaçio que estava una donzella que verdaderamente parecía bulto de ángel y tenía una llaga en el costado, donde Nuestro Redentor fue herido, tan grande como un real, y no tenía hinchazón y careçía de toda putrefaçión, y tenía un color mui fino ansí como grana Y después que todos lo vimos y uvimos mirado, a poco de rato habló aquella doncella estas palabras: “Dios, Nuestro Señor vos lo demande sino pusiéredes aquello en executión”. Y ansí espantado me aparté dende y me torné a salir, en fe de lo qual lo signé y firmé de mi nonbre, que fue hecho en Toledo, año mes y día».
''Quibus supra graciamus aff notarial por terceras nonas augusti.''
¡Raro desinterés de religiosos que, pudiendo para crédito de su santo hábito tener muchos santos manifiestos en los altares, se contenten con tenerlos ocultos en los claustros! Aún dura la parentela desta santa en Ajofrín en las familias de los Maestros y Garcías y el reverendísimo padre Comisario General de Jerusalén, fray Antonio Martín Maestro, del sagrado Orden de la Observancia de Nuestro Seráfico Padre San Francisco, es pariente muy inmediato. Ni podemos negar (para confusión de nuestra tibieza) que también nos toca muy de cerca esta santa por línea materna, sagrada vanidad pudiéramos fundar en este blasón tan ilustre, si nuestra vida se conformara con la vida de la santa. Pero será cargo terrible en el tribunal de Dios descender de santos y no imitarlos, tener estos y otros exemplos que se referirán en la historia y no arreglar la vida [144v] a ellos pero, no obstante, esperamos en su poderoso patrocinio nos alcanzarán de Su Majestad el fervor y espíritu que nos falta y que, pues han sido liberales aun con los estraños, lo serán también con los que nos preciamos de parientes. Últimamente concluimos la vida admirable de nuestra santa con las mismas palabras con que la empieza el historiador della, el padre Sigüenza (Q), y son las siguientes:
‹‹Si no estuviera la vida desta santa tantos años ha escrita y predicada por otros y nuestro Nuestro Señor en vida y en muerte no hubiera calificado y, como si dijésemos, sellada su santidad con tantas maravillas, no me atreviera a poner la mano en ella y pasara en silencio cosas tan maravillosas››.
Hasta aquí el citado historiador y, a la verdad, es tan prodigioso y admirable que excede los límites [145r] de lo humano y, solamente sostenida con la divina gracia, pudo llegar a proceridad tan desmedida. Alabemos al Señor que la hizo tan ilustre y famosa en su iglesia santa y, ahora, pasaremos a referir la vida de otro insigne hijo de Ajofrín en el capítulo siguiente.
Y por que no pudiesse por alguno ser estorvado este su tan alto propósito, siendo aún de pequeña edad, sin consejo ni ayuda humanal hizo voto de virginidad y de entrar en religión. Y tanto importunó sobre esto a sus padres y hermanos que de todos fue aborrecida. Y al cabo, siendo ya de edad de quinze años, no la pudiendo los padres inclinar a su voluntad, sacola el padre con gran dolor de su casa y trúxola a la ciudad de Toledo. Y como entrasse en la yglesia mayor no sabiendo ónde yr, ordenándolo la divina providencia fue traýda al monesterio de nuestra orden que está en la dicha ciudad que edificó la noble y religiosa señora doña Mari García, que agora se llama Sant Pablo. Y recebida en él, diose toda a los exercicios santos de la religión conversando santamente, y con grande humildad menospreciando a sí misma, haziendo al Señor de sí contino sacrificio sin querella. Sus deleytes fueron siempre la santa oración y meditación, derramando de sus ojos muchedumbre de lágrimas, teniéndose por la más [fol. 95ra] peccadora e indigna de todas las mugeres. Y passados ya los diez años después que entró en el monesterio, queriendo Nuestro Señor demostrarle sus secretos y maravillas, estando ella con propósito de se confessar generalmente, affligiose mucho y con lágrimas continuas rogava a Dios que le perdonasse sus peccados. Estando pues ella con este propósito y desseando saber si sus peccados le eran perdonados, vino el día de su confessión; y entrando en el confessionario onde todas las religiosas se suelen confessar, derribose en tierra delante la imagen de Nuestra Señora que allí estava en una tabla pintada con el Niño en los braços, y començóle a rogar con muchas lágrimas que la quisiesse oýr y ganar perdón de su hijo. Y como estuviesse con atención orando, súbitamente vido una gran claridad que alunbró la imagen y parte de la casilla. Y en la claridad de la imagen vio cómo Nuestro Señor, estando en los braços de la madre, alçó la mano contra ella como la suele alçar el sacerdote quando asuelve al penitente. Y espantada desta visión y muy turbada en su espíritu, hizo con mucho trabajo lo mejor que pudo su confessión; la qual acabada, como tornasse a hazer oración a la imagen ya dicha, vido la claridad primera y la mano alçada del Niño como primero la avía visto y quedó muy consolada y esforçada en su coraçón.
Y siempre guardó el secreto desta visión, que nunca lo dixo a ninguno, sino al prior suso dicho que escrivió estas cosas. Y desde esta hora certificó al suso dicho prior que le avía quedado tan gran movimiento en el coraçón, que muchas vezes le dava golpes que parecía que le quería salir del cuerpo. Y como en estos días orasse una noche con mucha atención por el estado de la Sancta Yglesia, quedose sola en el choro rezando y vido en el sagrario, onde estava el cuerpo de nuestro señor Nuestro Señor Jesu Christo, una llama de fuego encendida con gran resplandor; y ardió por espacio de una hora, la qual acabada se mató y quedó muy espantada desto.
[Fol. 95rb]