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→Vida manuscrita (1)
El día octavo de la Resurretión fue robada en spíritu y vio cómo vino a ella un barón mui recto reverendo y honesto en hedad, vestido de una capa de seda colorada y díxole: «Ven, que te llama la reina»; y ella, pensando que la llamava la reina terrenal, no quiso yr con él. Él díxole otra vez: «Ven, que te llama la reina del Çielo». E fue con él e fallose en una iglesia fuera de la çibdad, a do estaba Nuestra Señora, la Virgen María, con su hijo en los braços. E como la vio, hincóse de rodillas delante della y aquel honbre que la llamó, de la capa colorada, púsole un paño de seda en las manos. E Nuestra Señora puso el niño encima del dicho paño e diole Nuestra Señora a otro honbre de menos hedad que fuese con ella e la acompañase, e díxole a ella la reina del Çielo: «Ve con estos varones a donde quiera [fol. 196r] que fueren».
E aquel varón de la capa colorada iva delante un poco, como que iva a buscar posada, e entrando a la çibdad llamava a las puertas que estaban çerradas y dava tres golpes a cada puerta e deçía estas palabras: «Abrí, que viene el Señor a posar en vuestra casa». E ninguno le abría e los que tenían las puertas abiertas corriendo las iban a çerrar, y deçían que no podían entrar allí porque estaban mui negociados con muchos libramientos, e otros decían que estaban mui depriessa e que no los podían reçebir. E desta manera anduvieron toda la çibdad que en ninguna casa hallaron posada. E bueltos por do fueron toparon con dos mugeres que iban caballeras en dos asnos e dos clérigos con ellas, e dixeron los dos clérigos a la muger que llevaba el niño en los braços: «Nosotros os acoxiéramos, mas vamos mui depriessa, mas mientra que venimos entraos en este establo». Y así le tomaron a Nuestra Señora el Niño de las manos de la dicha su sierva y con muchas lágrimas deçían así aquestas palabras: «Venido es el tienpo en el qual tan gran deshonra es venida a [e]l al ''[5]'' Hijo de Dios, mas ia tienpo es que enbíe el Señor su ángel con azotes y aún que fiera a unos ''[6]'' y a otros con espada, e a otros con pena de fuego». E dize más esta santa mujer: que vio treçientas ánimas salidas de los querpos e no fueron más de tres al purgatorio de todas ellas, y las demás todas fueron al infierno. ¡Mas ay de aquellas que son pribadas de tan gran hermosura [fol. 196v] como es la magestad del Señor, e los sacerdotes que son dignos de maior reverencia que los ángeles, e por sus vicios son metidos en las honduras de las penas perdurables por su gran desconocimiento y vicios malos!
===Capítulo 5===
El día de la Açensión del Señor, después de dicho el oficio de los maitines e ido el convento a reposar, esta sierva de Dios se quedó sola en la iglesia, como siempre solía hazer. E como se llegase cerca del altar maior codiciando de hartarse de las migaxas que caían de la mesa de los ángeles en tan santa solenidad, con coraçón limpio e boluntad mui atenta, estando rezando fue robada en spíritu.
E fue llevada en un campo mui spacioso, hermoso e deleitable. La qual sierva de Dios toda estaba en sí misma admirada mirando que qué era lo que avía, y vido un gran claustro de mui altas paredes fecho de piedras mui labradas e polidas, y era de tan gran altura quanto los ojos humanos podían mirar; y dentro en él no vio nada entonces, pero después, mirando, vio que tenía çinco puertas de bidrio de colores moradas. En cada puerta era pintada la encarnaçión del Señor y la salutaçión del ángel. En cada una de las dichas puertas salía la muy maravillosa proçesión de mui reverendos sacerdotes, [de] sobrehumana natura, e cada una de las procesiones [fol.197r] llevava una cruz colorada como de oro, con candeleros de oro, y los ministros llevavan capas como convenía a la procesión.
Y estaba en medio del campo una casa mui hermosa, ansí como hecha materialmente, mui blanca, e de ninguno de aquellos era conocido aquel lugar. Al qual lugar todas aquellas procesiones fueron mui hordenadamente, y entraron dentro, y mirando al altar todos se inclinaron e se echaron en tierra cantando gloria in excelsis deo. El qual canto acabado, todos estuvieron en silençio, tanto que no se mirava uno a otro. Y en el altar estava Nuestra Señora, la Virgen María, en cuerpo y en ánima, teniendo en sus manos el su Santo Hijo vibo, ansí como lo parió. E Nuestra Señora deçía a altas vozes con lágrimas, y demostrava el su santo hijo al pueblo, y deçía: «He aquí el fruto de mi vientre, tomaldo e comeldo, que en çinco maneras es cada día cruçificado en las manos de los malos sacerdotes; la una es por la mengua de la fe; la otra es por la cobdiçia; la otra por la luxuria; la quarta por la ignoratia de sinples y necios sacerdotes que no saben discerner inter lopran & lepran ''[7]''; lo quinto por la poca reverentia que façen al Señor, después que le an reçebido». E dixo más Nuestra Señora: «Más sin reverentia es comida la carne de mi hijo de los indignos sacerdotes que el pan que es dado a los perros».
Y estas cosas de todos oídas, vino un sacerdote honrado por canas y hedad, mucho más que los otros, e vistiose para dezir missa, e como hordenadamente procediesse llegando al lugar para tomar la hostia para consagrar, Nuestra Señora le dio el su Hijo que [fol. 197v] tenía en los sus brazos, el qual se tornó en ostia. Como el saçerdote lo levantase en alto, fue visto como el rraio de sol y poco a poco se deshizo la ostia y se subió al Çielo. E recibiola el padre en su seno, e fueron hechos una mesma cosa e fue dicha una box del padre: «Aqueste es mi Hijo mui amado». Entonces, un saçerdote difunto, que fue cura de aquella casa de doña [[María García]], conocido desta sierba de Dios, llegose a ella y díxole: «Esto que as visto hazer de la santa ostia significa aquellos que tan solamente reciben la forma del sacramento, e no la virtud y mérito del sacramento». E díxole más el saçerdote a esta santa virgen: «Ve y di por horden todo lo que viste a tu confesor para que lo diga al deán y al capellán maior para que de todos sea sabido, porque por que no carezcan estas cosas de mui grandes méritos». Y así desaparecieron todos.
===Capítulo 6===
'''Del gran temor que quedó en su corazón y las dudas que le acaezieron'''
Como aquesta santa virgen tornase en sí, tomó [pensó] cómo] aquesto podía ser, e que por ventura no fuese engaño del Enemigo que se transfigurava en ángel de luz. E sufría mui grandes angustias de todas partes: de la una parte, sentíase mui indigna para ver y dezir tan grandes cosas; e de la otra parte, afirmava ''[8]'' y dezía que en cosas tan maravillosas en ninguna manera podía pensar que el Enemigo pudiese poner asechanzas.
[Fol. 198r] Y afligida qué haría acordó, y pareciole más seguro no decírselo a ninguno. E como fuese a confesar, dixo a su confesor todo lo que avía visto, e como el confesor lo oió no le dio crédito, antes la menospreçió, que fue cosa de mucha admiratión, e prudentemente lo disimuló cómo como que no entendía por no creer de ligeras fantasías de mugeres, con esperança que avría fin este negoçio para ser de ello más certificado.
===Capítulo 7===
'''De cómo se vido puesta en una tormenta''' ''[9]''
El día de San Agustín, con mucha atención rogava al Señor esta santa virgen por todos. [Fol. 198v] Después de algunos días, fue otra vez traspasada en sueño y viose puesta en alto y colgada de las manos en un madero, en una gran altura, quanto la vista humana podía alcançar, e fuele dicho divinamente: «Aquí estarás, habla hasta que prometas de dezir y recontar todas las cosas que viste y oíste». De lo qual ella no curó.
===Capítulo 9===
'''De cómo vido carne y sangre en la boca de la Verónica que tenía pintada'''
El día de San Agustín, con mucha atención rogava al Señor por todos los sacerdotes. Y como estuviese rezando y mirase a una Verónica que tenía en un libro pintada, por el espaçio de una hora vido en ella y sobre ella gran resplandor, y vio carne y sangre. Y desde que vio esta vissión tan maravillosa, ansí se le cerró el estómago, que desde aquel día en sanidad ni enfermedad nunca jamás quiso comer carne, ni se la quería tener el estómago; su manxar era pasas y cosa de dieta. La qual Verónica le tomó su confesor e la sierva de Dios fue mui maravillada desto, e puesta como fuera de sí. E aflixiose mucho por todas maneras de penas por que el Señor más manifiestamente le descubriese esta palabra e le mostrase quál era su voluntad.
===Capítulo 10===
En fin del mes de setienbre caió esta santa virgen en una mui gran enfermedad y no aviendo esperança de vibir, ni menos de salud, salvo para ir a la güesa. [Fol. 199r] Y fue traspuesta ansí, como muerta, por espacio de tres horas, e las hermanas de la casa que estaban presentes dávanle tormentos por que despertase, y echávanle agua hirviendo sobre los pies, que casi los quemaron.
La qual, estando ansí, sin ningún recordamiento, fue robada en spíritu al capítulo primero, adonde vio el claustro e proçessiones. Y como fuese por el camino, vio cómo encontró con el Enemigo, e quisose quísose llegar a ella; y ella vio luego a Nuestra Señora que enpuxó e increpó al Enemigo con su mano propia. Y la Señora tomola por la mano y metiola en el dicho claustro, dentro del qual vio salir las primeras dichas proçesiones, y díxole Nuestra Señora: «Este es el lugar a do te fue mandado que dixeses aquellas cosas que avías visto, pero , otra vez de parte de Dios , tomando, que lo que entonzes y agora as visto lo digas y requentes a tu confessor y no se lo ascondas, y él se lo diga a los otros varones católicos suso nombrados, y ellos lo digan al arçobispo y sea sabido por todas las partes de la santa Yglesia, y sea sonado y divulgado». Y díxole más Nuestra Señora: «Ya el hijo de Dios no puede sufrir las injurias y escarnios que le son hechos en la Iglesia por los malos sacerdotes». Estas e otras cosas muchas que esta sierva de Dios vido y hoió ella misma las siente, y otro ninguno no lo puede dezir ni sentir.
===Capítulo 11===
'''Cómo dixo todas estas cosas a su confesor Juan Velma'''
Como dixese todas estas cosas a su confessor, [fol. 199v] él se demostró con prudentia, madureza de corazón, y dixole: «Ya é mirado todas las cosas que me avéis dicho y todo el proçeso, y esto a basta a mí para lo creer, mas enpero para que io lo aia de dezir y revelar como vos dezís a aquellos venerables barones, y que para ellos y otros sea manifiesto y dibulgado, para que de ello venga remedio y reparo, y para que estas cosas no sean vistas ni juzgadas como cosas locas y vanas, como se deçía de las Marías que anunçiaron la resurrectión del Señor, mui manifiesto es ser neçesario que vos deis señal para ser creída que venga de la mano de DiosDios». Que, que así como los judíos pidieron señal a Jesús excelentísimo Señor Nuestro del Çielo para creer bien». Así bien, así dixo el saçerdote: «Pido yo a vos señal del Çielo para conozer la verdad de aqueste hecho y para que mexor sea creído lo que puede ser dubdoso; por ende, concertad vos esto con el Señor».
Y como la sierva del Señor oviese oiese estas cosas, fue mui turbada y dio muchos suspiros y gemidos, y propuso en su corazón de responderle por carta, lo que después así cunplió.
===Capítulo 12===
'''De cómo apareció a esta santa mujer el ánima de su capellán finado y de las cosas que le dixo'''
El día de San Francisco, año de ochenta y seis, esta santa muger sentía cabe sí un bulto y sonbra que estava adonde ella estava, y con el gran miedo que tuvo conjurolo que ni hablase ni la viessseviesse. Y a la postrera noche sintiole a par de la cama, y ella no durmió con el miedo que tenía, y dos horas después de la media noche, estando sin ningún sueño, abraçada con un libro que tenía de devotiones y con el gran pavor que tenía, estava puesta hazia la pared y el espíritu llegó a ella y meneola como quien quiere despertar a quien duerme, y ella con el temor que tenía no lo quería hablar, y haziéndole señales con gemidos. Esto por dos vezes duró hasta las quatro después de la medianoche, y entonçes ella volviose del otro lado para se levantar e ir a su capilla a orar, y luego el espíritu le habló y dixo ansí: «Esforçaos y no os vais de aquí, que también se sirve de vos Dios aquí. Y por la caridad del Señor vos plega de me oír, porque seis noches ha que ando aquí penando y por sentiros con tan grandes fallecimientos; y por [fol. 216r] daros fatiga demandoos mucho perdón de muchos enojos que vos é hecho y de una carta que vos escribí, la qual fue causa de daros mui grande trabaxo y turbaçión. Y por muchas buenas amonestaçiones y consejos que me distes acerça del buen regimiento que yo debía tener en la gobernación de aquesta casa, los quales dichos consejos con gran osadía y menospreçio no creía y menospreciava, no temiendo que érades sierva de Dios y de su manos. Y muchas veces os demandé con gran sobervia que demandásedes señales a Dios del Cielo, y puso el Señor en mis manos lo que no eran mis ojos dignos de ver, y por esto vos digo que os esforcéys mucho y que lo que os fue mandado que manifestásedes al Señor cardenal no lo dexéis por ninguna pena temporal ni por no ser vista ni conocida, y si esto no cumplís antes de un año seréis azotada del Señor mui gravemente; y por que no penséis que soi vissión engañosa ni fantasma, yo soi vuestro padre cura y capellán desta casa, que poco á que falleçí, y vos digo que digáis al prior de la Sisla y a la hermana maior desta casa que por la caridad del Señor me perdonen en qualquiera manera que los aia enojado, y otrosí me quieran perdonar sis mil maravedís que doi en cargo a esta casa de un libro que vendí, lo qual todo demando en limosna me lo quieran perdonar y todo lo otro que les tengo a cargo. Y yo vos ruego, por la caridad de Dios, que me hagáis decir [fol. 216v] cinquenta misas porque el Señor me saque de pena».
Y esto dicho, desapareció, y la dicha sierva de Dios, quitada la habla, quedó amorteçida por espaçio de quatro horas y lo primero que le dixo este espíritu fue esto: «Y vos roga a Dios por mí». Y desde a pocos días viniendo de oír missa del coro, sintió que uno la travava del braço mui recio y le puso la otra mano en la espalda, como persona que la quería aiudar, y ella dexose caer diciendo tres veces Jhesús, y sintió el cuerpo mui desconcertado y ansí la llevaron luego a la cama, y hizo luego dezir las misas e no sintió más entonces.