Diferencia entre revisiones de «Florentina de los Ángeles»
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[542] '''De algunas religiosas ejemplares del monasterio de Santa Cruz de la ciudad de Córdoba''' | [542] '''De algunas religiosas ejemplares del monasterio de Santa Cruz de la ciudad de Córdoba''' |
Revisión del 13:51 10 nov 2020
Nombre | Florentina de los Ángeles |
Orden | Franciscanas |
Títulos | Abadesa del monasterio de Santa Cruz |
Fecha de fallecimiento | 1568 |
Lugar de nacimiento | Villa del Arahal, Sevilla |
Lugar de fallecimiento | Córdoba |
Contenido
Vida impresa
Ed. de Borja Gama de Cossío; fecha de edición: octubre de 2020.
Fuente
- Torres, Alonso de, 1683. Chrónica de la Santa Provincia de Granada, de la regular observancia de N. Seráfico Padre San Francisco. Madrid: Juan García Infanzón, 542-544.
Criterios de edición
Esta crónica, dedicada, según se dice en su título, “al señor D. Iván Antonio de Contreras Remírez de Arellano, Alcayde perpetuo de las fortalezas de Cambil y Alhabar del Consejo de su Majestad, su Alcalde de Hijosdalgo en la Real Cancillería de Granada”, se trata de un impreso de 1683 que, dividido en diferentes tratados, ahonda en el origen de la Santa Provincia de Granada desde sus inicios en el siglo XV hasta finales del siglo XVII, cuando esta obra se publica. El texto habla de la fundación, división de la provincia y los reinos, así como de los patronos de la provincia y religiosas que han vivido en esta comunidad desde sus inicios hasta 1683. Se transcriben vidas de monjas y religiosas de diferentes conventos situados en distintas ciudades de Andalucía.
En este trabajo se edita el Tratado V, que se encarga de documentar la vida y milagros de mujeres de la comunidad de Santa Clara desde finales del siglo XV hasta finales del siglo XVII. Dada la naturaleza del Catálogo, nos ocupamos de las mujeres que mueren antes de 1560-1563, aunque se transcriben tres que mueren en 1565 (Sor María de San Juan), 1567 (Sor Catalina de Ribera) y 1568 (Sor Florentina de los Ángeles), ya que su foco de actuación es anterior a estas fechas (por lo tanto, también al de Santa Teresa) y la longitud de las hagiografías da cuenta de su importancia. Las vidas de estas mujeres con fama de santas se incluyen en capítulos dentro de este Tratado V, donde se informa de cada mujer en referencia al convento en el que vive. Tras una pequeña introducción que ocupa todo el ancho de la página, cada hoja está dividida en dos columnas, las cuales tienen anotaciones en sus respectivos márgenes izquierdo o derecho, que aclaran información comentada en el cuerpo del texto, ya sea el lugar de nacimiento o la fecha de fallecimiento, además de otros tipos de información biográfica, bíblica e histórica.
Se adoptan los criterios de edición de vidas impresas estipulados en el Catálogo, es decir, se moderniza la ortografía (b/u/v, j/g, chr/cr, qu/cu, empleo de h, etc.) y se eliminan las consonantes geminadas. Además, se expanden las abreviaturas, primordialmente la expansión de las nasales con la virgulilla encima de la vocal y la abreviación de “que” o “qual”, también con el uso de la virgulilla o la diéresis. De todos modos, algunas abreviaturas como N. S. (Nuestro Señor) o N. P. S. (Nuestro Padre Santo) se respetan en el texto. Asimismo, las abreviaturas presentadas en las notas serán respetadas. El uso de mayúsculas y minúsculas se moderniza, así como se adaptan las normas de acentuación a sus usos actuales. Además, se moderniza también la puntuación, teniendo en cuenta el orden de la oración y el uso de la puntuación a día de hoy. Del mismo modo, se moderniza el uso de aglomerados, se separan las palabras que a día de hoy ya no aparecen juntas (“della”) y se unen las que ya se representan como una sola palabra (“del”, “al”).
Vida de Florentina de los Ángeles
Capítulo VI
[542] De algunas religiosas ejemplares del monasterio de Santa Cruz de la ciudad de Córdoba
A la virtud de un árbol, que la destila, debe el mundo el suave olor de la mirra, y el sacrosanto madero de la Cruz [1], cuyo título tiene este monasterio, ha dado al Cielo un hacecillo de esta fragancia, formado con Jesús y tantas religiosas, sus esposas, que pasaron de esta vida con mucho lleno de virtud, entre las cuales sobresalieron más las que le siguen.
Sor Florentina de los Ángeles fue natural de la Villa del Arahal del Arzobispado de Sevilla [2], hija de padres honrados, de cuya casa se salió sin darles cuenta y, en hábito de hombre disfrazada, caminó para la ciudad de Córdoba, llevada de la fama de Sor Magdalena de la Cruz, cuya virtud entonces fingida y después verdadera queda ponderada en las religiosas de Santa Clara [3] de la ciudad de Andújar. Encontrose en el camino una persona que le dijo caminaba a la mesma parte, con cuya compañía pudo proseguir la jornada y vencer muchas dificultades que se le ofrecieron. Llegó a la ciudad, buscó a Sor Magdalena de la Cruz, [543] habló con ella y salió tan desagradada de su conversación que dijo no quería tomar el hábito donde estaba un sujeto tal. No menos desazonada quedó la otra, manifestando había sentido que aquella moza la hablase y conociese.
Fuese al monasterio de Santa Cruz, contó lo que la pasaba y la recibieron con mucho gusto. Desde el principio dio a entender el espíritu que la guiaba, dedicándose a disciplinas, ayunos, secuela de la comunidad y fervorosa oración, acompañada de tantas lágrimas que casi siempre mojaba la toca. El día que comulgaba no salía del coro, ni comía hasta el día siguiente a la mesma hora.
Nunca se le oyó palabra ociosa, antes, en viendo a las religiosas divertidas en conversación, aunque fuese indiferente, llegaba y decía aquella oración: “Agimus tibi gratias Omnipotens Deus”, y de aquí las hacía una plática que las confundía. No dejaba por esto de ser murmurada, mas ella las quietaba con tanta discreción que, en sabiendo estaba alguna ofendida, iba a buscarla, se echaba a sus pies y con muchas lágrimas se los besaba y la pedía perdón, diciendo: “Ángel mío, esto no debe de estar en vuestras manos, pues lo permite Dios, por que una pecadora como yo sea aborrecida”.
Tuvo don de consejo [4] y así la buscaban muchas personas para consultarla cosas de sus conciencias; entre otras, vino una a quien la fortuna había dejado muy pobre, siendo antes muy rica, y el demonio la apretó con esta tentación, poniéndola a pique de desesperar. Habló con ella y quedó tan sumamente consolada que, olvidándose de la prosperidad antigua, amaba muy mucho su nueva pobreza. Un caballero mozo vivía muy desenfrenado y lascivo, tomole por su cuenta la sierva de Dios y le mudó el corazón de forma que, dejando su mayorazgo y conveniencias, siguió la vida religiosa.
Su compasión con los difuntos era tan excelente [5] que, en muriendo cualquier persona, hacía por ella tanta oración, disciplinas y penitencias como si aquella sola fuese en el mundo la de su mayor obligación. Por estos sufragios, favorecía Dios las almas del Purgatorio y así se vio que, estando en el coro otra religiosa de mucha virtud cerca de ella el día siguiente de N. P. S. Francisco, oyó una voz de la otra vida, que la daba gracias, porque a sus ruegos el seráfico padre la había sacado del Purgatorio, en virtud del privilegio que goza el día de su fiesta.
Llegábase al cadáver luego que le veía en el féretro, besábale los pies, diciéndole mil ternuras y, en esta ocasión, se entendió que se le revelaba el estado de algunas almas, como sucedió con Sor Catalina de Guzmán, que, estando en el féretro la noche que había expirado, oyó la comunidad desde el coro un triste gemido, salieron cuidadosas y hallaron a Sor Florentina, que se había quedado a velarla, besándola los pies, como solía; creció la confusión entre las religiosas, porque se fue aumentando el gemido y ya le oían por todas partes, mas ella, con gran valor, las controló, haciéndolas saber que aquel alma estaba en carrera de salvación y purgaba en aquel breve rato la tibieza que tuvo en creer una indulgencia, aunque hizo las diligencias para ganarla.
Una de las acciones más loables de la sierva de Dios, y que no había de faltar en las comunidades quien la imitase [6], era que, nueve días antes que profesase cualquier novicia, se la pedía a la maestra: hacíala cada noche un sermón de una hora, proponíala las nuevas obligaciones, el desengaño del mundo y lazos del demonio, con tanto espíritu, eficacia y ternura que a los nueve días llegaba la más tibia a hacer la profesión, como una Magdalena. Con esta fama, cobró gran crédito el monasterio y todos querían entrar en él sus hijas y así juró en la información una religiosa que, oyendo su padre decir esto, la entró a ella en esta casa y otras tres hermanas. Un viernes de Cuaresma, al salir del coro, vio unos hermosos peces, que se habían traído para la comida: hincose de rodillas, levantó al cielo ojos [544] y manos, dando a Dios las gracias que los había criado. Quedose arrobada, levantose de la tierra por espacio de una hora, con tanta admiración que, viendo que no volvía, cantó la comunidad el “Te Deu laumadus” dando a Su Majestad las gracias. Volvió del rapto y se quedó tan confusa de que la hubiesen visto que se retiró a la celda y no la vio criatura alguna, hasta que a media noche fue a maitines. Todas las noches de Navidad solía arrobarse y en otras muchas ocasiones, hasta que le pidió a Dios con muchas lágrimas cesase en este favor que la hacía, por el sentimiento que le causaba, y así no tuvo más raptos desde entonces.
Siendo de muy poca edad la hicieron abadesa [7] y, aunque se huyó a lo más retirado por no aceptar la dignidad, la sacó la obediencia y la obligó a tomar la prelacía, en la cual, no solo aumentó la casa en lo espiritual con las virtudes referidas, sino también en lo temporal, pues todos los caballeros y personas principales de Córdoba hacían cuanto podían en regalos y todo lo demás que para sacristía y fábrica se ofreció en su tiempo.
Tuvose entendido que supo la hora de la muerte pues, llegándose el día de Ramos del año de mil quinientos y sesenta y ocho, estuvo aquella mañana oyendo la Pasión que se canta con tantas lágrimas, suspiros y sollozos, que les causó novedad. Pidió a la tarde la llave del confesionario y, besándola en presencia de muchas, la dijo que era el instrumento de su remedio y otras ternuras, cosa que hasta entonces no la habían oído. Amaneció el Lunes Santo, entrose con el confesor y, acabada de absolver, se cayó muerta: llamaron a los médicos por ver si era parasismo y declararon era ya difunta, mas con señales milagrosas, por lo tratable del cuerpo, lo cual se continuó por tres días que la tuvieron sin enterrar, por si acaso no era muerte verdadera. Fue su dichoso tránsito el año referido.
Notas
[1] Al margen derecho: “Cane.c./ I/ fascien-/ lus myr/ rhe di/ lecsus/ meus/ ni/ hi.
[2] Al margen derecho: “Natural/ del Ara-/ hal.
[3] Al margen derecho: “Sup. c. ii”.
[4] Al margen izquierdo: “Tuvo don/ de conse/ jo”.
[5] Al margen izquierdo: “Sufra-/ gios a las/ ánimas”.
[6] Al margen derecho: “Acción/ que se de-/ be imi-/ tar”.
[7] Al margen izquierdo: “Es aba-/ desa”.