Juana de la Cruz
Nombre | Juana de la Cruz Vázquez Gutiérrez |
Orden | Franciscanas |
Títulos | Monja y abadesa |
Fecha de nacimiento | 3 de mayo de 1481 |
Fecha de fallecimiento | 3 de mayo de 1534 |
Lugar de nacimiento | Azaña, Toledo |
Lugar de fallecimiento | Cubas de la Sagra, Madrid |
Canonización | 3 de mayo |
Beatificación | Es proclamada como venerable el 4 de mayo de 1630 |
Canonización | En proceso |
Contenido
- 1 Vida impresa
- 2 Vida manuscrita
- 2.1 Fuente
- 2.2 Criterios de edición
- 2.3 LIBRO DE LA CASA Y MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE LA CRUZ
- 2.3.1 [PRIMER AUTO DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN]
- 2.3.2 [SEGUNDO AUTO DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN]
- 2.3.3 [ORACIÓN DE JUANA]
- 2.3.4 [COLOQUIO DE JUANA CON EL SEÑOR]
- 2.3.5 [SEGUNDO COLOQUIO DE JUANA CON EL SEÑOR]
- 2.3.6 [RELATOS DE SUCESOS EXTRAORDINARIOS OCURRIDOS EN VIDA DE JUANA]
- 2.3.7 [JUANA DESCRIBE A SU ÁNGEL]
- 2.3.8 [TABLA DE CORRESPONDENCIAS ENTRE MONJAS Y ÁNGELES]
- 2.3.9 [SUCESO OCURRIDO A LA RELIGIOSA GERMANA DE LA ASCENSIÓN CON UNA IMAGEN]
- 2.3.10 [GRACIAS QUE EL SEÑOR HIZO A LA CASA]
- 2.3.11 [RELATO DE LOS APARECIMIENTOS DE LA VIRGEN]
- 2.3.12 [CELEBRACIONES DE LOS SANTOS Y ÁNGELES]
- 2.3.13 [COFRADÍAS]
- 2.3.14 [GRACIAS QUE OTORGA LA IMAGEN DE LA VIRGEN]
- 2.3.15 [REVELACIÓN QUE ESTA IMAGEN DE LA VIRGEN HIZO A JUANA]
- 2.3.16 [MÁS RELACIONES DE SUCESOS EXTRAORDINARIOS CON LAS IMÁGENES]
- 2.3.17 [REVELACIONES DE LOS ÁNGELES Y SANTOS A JUANA DE LA CRUZ]
- 2.3.18 [SERMÓN DE SAN JUAN BAUTISTA]
- 2.3.19 [VERSOS LAUDATORIOS A LA VIRGEN]
- 2.3.20 [VERSOS A LA CIRCUNCISIÓN DEL NIÑO]
Vida impresa
Ed. de Pedro García Suárez
Fuente
- Salazar, Pedro de. 1612. Crónica y historia de la fundación y progreso de la provincia de Castilla de la Orden del bienaventurado Padre San Francisco. Madrid: Imprenta Real, 511-546.
[511] SÍGUESE LA VIDA DE LA sierva de Dios Juana de la Cruz, que tantas personas tiene aficionadas, religiosas y seglares, que gustan mucho de verla y tenerla consigo y no es según la impresión de 1610. sino compuesto de nuevo
Capítulo I
Del nacimiento de la madre Juana de la Cruz
En el Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz está el cuerpo de la madre Juana de la Cruz, abadesa que fue del dicho convento y muy gran sierva de Nuestro Señor, la cual fue natural de un pueblo que se llama Azana, tierra del arzobispado de Toledo, cerca de la dicha ciudad, en la tierra que llaman la Sagra de Toledo. Nació en el año de la encarnación de 1481 años y en el bautismo le pusieron por nombre Juana. Sus padres fueron muy buenos cristianos y virtuosos y de gente muy honrada; su padre se llamaba Juan Vázquez y su madre Catalina Gutiérrez y tuvieron otros hijos muy virtuosos y algunos dellos fueron religiosos de muy aprobada vida. La bendita madre Juana de la Cruz fue dotada de mucha gracia y hermosura corporal; criola su madre a sus pechos, porque en naciendo tomó con ella mucho amor; era muy graciosa y mansa y decía su madre que no tan solamente no padecía pena ni trabajo en criarla, mas sentía consolación y notable alegría en sí todas las veces que la tomaba en sus brazos, aunque estuviese muy triste y angustiada. Tenía muy claro entendimiento y tan grande conocimiento de Dios que, aunque de poca edad, siempre tenía su pensamiento y ocupaciones en cosas celestiales y en hacer nuevos servicios a su esposo Jesucristo, a quien se consagró desde niña. Nunca la vían jugar ni ocupada en cosas de vanidad ni desaprovechada ni hablar palabras vanas, de manera que sus padres y parientes y personas que la conocían [512] se maravillaban mucho de las grandes virtudes que veían en ella resplandecer. Estando un día asentada a la puerta de la casa de su padre pasaba el santísimo Sacramento por allí, que le llevaban a un enfermo, y como sus padres la tenían tan bien impuesta en las cosas de Dios y de su santa fe católica, se levantó con mucho fervor a mirar y adorar al Señor, que llevaba el clérigo en sus manos, y vido que iba sobre la custodia Nuestro Señor Jesucristo en forma de niño vivo y muy resplandeciente y por entonces no dijo nada, pensando que todos veían lo que ella veía; pero Nuestro Señor, que es dador de las gracias y descubridor de los secretos que Él se sirve de manifestar, tuvo por bien de traer tiempo en que estas y otras maravillas y grandes misterios que en su sierva había obrado desde su niñez fuesen vistos y conocidos, sin ser en su mano podellos encubrir.
Capítulo II
Cómo siendo esta sierva de Dios de siete años quedó huérfana de su madre
Llegado el tiempo en que había pasar desta vida la madre de la bendita niña Juana de la Cruz, acordándose de una promesa que tenía hecha en una enfermedad suya, de llevar a su hija con su pelo de cera a velar al Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz, rogó a su marido que lo cumpliese por ella y él le prometió de cumplirlo lo más presto que pudiese; y cuando esto se trataba entre los dos estaba presente la sierva de Dios Juana de la Cruz, la cual deseaba mucho que se cumpliese aquella promesa; y como quedase en casa de su padre, con la edad crecían en ella muy grandes fervores y ansias de ser religiosa por más servir a Dios, y creciendo en edad empezaba a poner por obra sus fervorosos deseos del servicio del Señor. Tenía una tía, hermana de su madre, doncella y de muy santa vida, en quien Nuestro Señor mostró muy claros y manifiestos milagros y maravillas, con la cual se consolaba y comunicaba mucho. En este tiempo su tía se metió a monja en Toledo en el Monasterio de Santo Domingo el Real, en el cual vivió y acabó su vida muy santamente. La bendita Juana de la Cruz sintió mucha soledad en faltarle tal compañía y quisiera [513] mucho irse con ella a ser religiosa, pero su padre y abuela no se lo quisieron conceder, diciéndole que tenía poca edad y no podía llevar las asperezas de la religión. Viendo ella que aprovechaba poco el rogarlo, calló por entonces y pensaba entre sí: “Ir yo a ser religiosa a aquel monasterio porque estaba allí mi tía no es perfección, más quiero ir a cualquiera otro monasterio por solo Dios y su amor, y servirle y aplacerle”. Y este deseo crecía en ella cada día y la tía desta bienaventurada era muy santa y muy regalada de Dios y tenía muchas revelaciones, y en una le dijo Dios que su sobrina había de ser muy gran persona y de muy singulares gracias y dones espirituales; y contó esta revelación a la priora de su monasterio, la cual con mucho cuidado y diligencia procuraba y deseaba que viniese a ser monja a su casa y pedía con muchos ruegos a sus padres y parientes se la diesen para monja, en lo cual jamás quisieron los padres consentir. Lo cual visto por la priora y monjas del dicho monasterio, procuraron por otras vías haberla y en todo este tiempo no cesaban las monjas de suplicar a Nuestro Señor trujese a su casa aquel precioso tesoro, lo cual no se hizo porque Dios tenía determinado otra cosa. En este tiempo esta bendita doncella fue llevada a casa de unos tíos suyos, que la amaban y querían como hija natural, y le dieron el gobierno de toda su casa y bienes y ella les era muy obediente. Era muy honesta y prudente en todas sus obras y muy caritativa para los criados de la casa y personas que en ella trabajaban, y cuidadosa y diligente en los trabajos corporales y administradora en las cosas de Dios. Daba muy buenos consejos: era muy humilde y tenía la voluntad muy aparejada para hacer penitencia y la tomaba sobre sí con mucha alegría y la ponía por obra; y en sus ayunos fue muy abstinente, que su comer era pan y agua y no comía más de una vez al día y esta no todo lo que había menester; y no solamente ayunaba con solo pan y agua, más se estaba dos y tres días sin comer ni beber alguna cosa, y esto hacía ella muy de ordinario y con muy gran secreto. Todas las veces que ella se podía desocupar para rezar y contemplar, hacía oración muy fervorosa, bañada en lágrimas salidas de su corazón y lloradas con compasión a la Pasión [514] de Jesucristo Nuestro Señor, y, hecha de otra manera, la tenía no por tan acepta para ser recebida delante del acatamiento divino. Era rigorosa para su cuerpo porque traía junto a sus carnes un cilicio, hecho de unas cardas que buscó ella muy secretamente y las deshizo, y todas las púas y puntas cosió en una cosa muy áspera y aquello traía junto a sus carnes. Andaba de continuo dolorosa y toda llagada y muy alegre y consolada, porque tenía de continuo dolores que ofrecer al Señor en reverencia de los que padeció por nos redemir y salvar. Cuando trabajaba dábase mucha prisa porque los dolores y heridas fuesen mayores. Siempre esta sierva de Dios ofrecía tres cosas a Dios: trabajo corporal, hecho muy alegremente con la caridad del prójimo; la segunda, sacrificio de sangre y dolores, que le causaban las cosas ásperas y crueles que traía junto a sus carnes; la tercera, los pensamientos siempre puestos en Dios y en las cosas celestiales. Hacía también siempre muy ásperas disciplinas, dándose con muy gruesos cordeles; dados en ellos muy grandes nudos, dábase con estos tan cruel y despiadadamente hasta que salía sangre y se hacía muy lastimosos cardenales y heridas. Tenía tan gran silencio que nunca hablaba palabra que no fuese de Dios o que no la pudiese excusar. Andando por casa o haciendo labor de manos, dábase secretamente en los merecillos de los brazos, y en cualquier parte de su cuerpo que ella podía, muy recios pellizcos. Y cuando había de hacer algún trabajo al fuego o al horno, se destocaba y arremangaba mucho los brazos por hacer penitencia y quemar sus carnes y ofrecerlas a Dios en sacrificio; y el día que no hacía alguna cosa destas, no se tenía por digna de comer el pan ni de hollar la tierra que Dios había criado. Era tan amiga de oración, silencio y recogimiento, que buscaba siempre como estar en larga y fervorosa oración y para esto parecíale que el silencio y reposo de la noche era tiempo muy convenible, y cuando la gente estaba recorrida y dormiendo, quedábase ella en la cámara donde dormía, rezando. De que veía muerta la candela en el tiempo de las noches frías y largas del invierno, para hacer mayor penitencia se desnudaba delante de unas imágenes, quedándose en el silicio muy áspero [515] que continuo traía, y ansí estaba de rodillas en oración hasta que sentía que la gente de unas dos o tres criadas de casa con quien ella dormía era ora que se levantasen: entonces por no ser sentida íbase a acostar. Y una vez aconteció, queriéndolo Dios ansí porque fuese conocida, que sus compañeras lo sintieron que se iba a acostar cuando quería amanecer, y sentían cómo iba muy fría, que solo el frío que llevaba en sus carnes las despertaba; y ellas le dijeron muchas veces que por qué no se acostaba cuando ellas, que qué hacía o dónde venía a tales horas. La bienaventurada respondió que alguna necesidad tenía de venir donde venía. Como ella continuase este ejercicio, díjolo una de ellas a su ama, la cual se angustió mucho y mandó a aquella criada que con cuidado y secreto viese dónde iba su sobrina a aquellas horas y qué hacía. Luego la noche siguiente, la criada, viendo que la sierva de Dios no estaba en la cama, acordó de ponerse a la puerta de la cámara donde dormían con intención de cerrarla, pensando que la bendita Juana de la Cruz había salido fuera. Y con este pensamiento llegó a la puerta y hallola cerrada, y como estaban a escuras no la vía y estaba en oración delante de las imágenes y pusose junto a la puerta por verla cuando fuese a salir; y estando allí por algún rato, oyola llorar y gemir, y la moza, por certificarse, quitose de la puerta y fuese adonde ella estaba en oración, descuidada que nadie la oía ni aguardaba, y fue a asir della y sintió cómo estaba de rodillas desnuda y envuelta en un áspero silicio. De lo cual la bienaventurada sintió gran tribulación por ser vista; y la criada, maravillada, disimuló por entonces y dijo a su señora cuán bienaventurada criatura era su sobrina y en cuán santos y provechosos actos la había hallado. Desta manera su buena vida fue divulgada y se conoció por todas las personas de la casa y aun por otras muchas, de lo cual ella recebía muy gran pesar y buscaba en su pensamiento dónde se podría apartar a poder hacer sus ejercicios sin ser vista; y acordose que en aquella casa de su tía en unos corrales había un palomar tapiado y sin tejado y tomó una Verónica en que ella tenía muy grande devoción y pusola en un pedazo de terciopelo, y doblada [516] traíala consigo, y todas las veces que podía se iba a aquel palomar y ponía la Verónica en una parte y con unas cadenas que ella tenía allá escondidas hacía muy ásperas disciplinas y andaba de rodillas, desnudas las rodillas sobre las guijas y cantos hasta que se le desollaban; y con muchas lágrimas y gemidos andaba desta manera con la más prisa que podía, considerando que iba por los lugares santos y por donde habían llevado a crucificar a Nuestro Señor Jesucristo. Y andando ella con esta contemplación, se le apareció Jesucristo Nuestro Señor apasionado como cuando llevaba la cruz a cuestas y la miraba sus ojos de misericordia. Un viernes santo quisiera ir a la iglesia y ver el monumento, y su tía no le dio licencia porque en aquellos tiempos no se acostumbraba salir las doncellas de casa, sino en los días de fiesta a oír misa. Y ida la tía y la demás gente a la iglesia, quedose ella en casa acompañada del dolor y compasión que aquel santo día representa y hincose de rodillas delante de un crucifijo con muchas lágrimas, compadeciéndose de lo que en tal día su Dios y Señor había padecido; y fue tanta el agua que de sus ojos manó, que mojó la tierra, y del dolor que sintía en su corazón cayó en el suelo como muerta; y estando con esta compasión vido la imagen del santo crucificado muy apasionado y llagado y aparecieron allí todas las insignias y misterios de la Pasión y las tres Marías muy llorosas, cubiertas de luto; y tantos fueron los misterios que allí vido y sintió y lo mucho que lloró y se traspasó su corazón, que quedó tal que parecía muerta, y su gesto tan difunto y desmejado que, cuando sus tíos y la gente de casa vinieron, se maravillaron mucho de verla tan demudada y le preguntaron qué le había acontecido y apremiaronla que comiese y no ayunase aquel día a pan y agua, y ella les suplicó no le quitasen su devoción, que muy bien podía ayunar y muy bien dispuesta se hallaba. Y viendo la humilde doncella cómo no se podía encubrir su virtud, dábanle pena tres cosas: la una, no tener tiempo y libertad para servir a Dios, como ella deseaba; la segunda, que era conocida de todos la gracia y mercedes que Dios le hacía; la tercera, el gran deseo que tenía de ser religiosa, no verle cumplido. De manera [517] que ya públicamente con muchas lágrimas y fervor lo pedía a su padre y tíos, los cuales nunca condencendían con su petición, y su tío que la había criado, como haciendo burla, le dijo: “Mi sobrina quiere ser monja por ser santa”. Y ella respondió con mucha humildad: “Pues si lo fuere por la gracia de Dios, rogare a Dios por v. merced”. Y por entonces no les importunó más, no perdiendo la esperanza que Nuestro Señor se lo había de otorgar, pues ella se lo suplicaba sin cesar; y con esta esperanza un viernes santo fuese al palomar y, entrando en él, puso la santa Verónica y sacó la cadena que tenía escondida y hizo una áspera disciplina, porque todas las veces que ella iba allí, primero se disciplinaba que hiciese oración; y hecha esta disciplina, hincose de rodillas y derramando muchas lágrimas empezó a decir mirando la santa Verónica: “O muy dulce Señor mío, suplico a Vuestra Majestad por reverencia de los misterios que hoy día viernes santo vos, mi Señor, hicistes y por los dolores y tormentos muy crudos que por me redemir y salvar padecistes, que me concedáis esta merced que muchas veces con importunidad he pedido: que merezca yo ser vuestra sierva en la religión y que esta merced no se me niegue en este santo día”. Y estando en esta oración la sierva de Dios, le fue revelado que había Dios oído su petición y recibido su buen deseo, y lo tomaba por obra muy aceptada y le placía de la recibir por esposa y concederle la religión, con condición que ella pusiese la diligencia que para alcanzarlo viese que había menester; y desde aquella hora buscaba y procuraba en su corazón cómo y de qué manera saldría secretamente, que ninguna persona la viese ir al Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz, que allí la alumbraba el Espíritu Santo fuese.
Capítulo III
Cómo esta bendita madre buscó manera para ir a ser religiosa
Después de pasada la Pascua de Resurrección, como ya fuese cumplida en ella la voluntad del Señor para que fuese religiosa, acordó con su ayuda de tomar una mañana de madrugada unos vestidos de un primo [518] suyo, que ella tenía a guardar, y vistiose de hombre para salir sin ser conocida y irse al Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz, que es dos leguas de donde ella vivía, y de que estuvo bien aderezada de hábito de hombre, pusose encima los acostumbrados vestidos de mujer que ella solía traer y tocado que acostumbraba, y llamó a las mozas diciendo que era tarde y con ellas hizo los haciendas que otros días solían hacer. Y de que todos los de la casa le hubieron visto que su intento era este, porque descuidasen della por algún rato y ella pudiese irse sin que la siguiesen entrose aprisa en cierta parte y quitose los vestidos de mujer, y pusose un tocador de hombre en la cabeza y echose una capa en el hombro y una espada en la mano, y un lío que tenía hecho de sus aderezos de mujer tomole debajo del brazo y santiguándose comenzó su camino, el cual ella no sabía sino por oídas y caminando con mucho fervor. El demonio, que tenía mucho pesar desta obra, trabajó de la poner tentaciones y peligros por estorbarla, combatiéndola de muy recios temores de su padre y parientes y que no saldría con lo comenzado. La bienaventurada, como arrepintiéndose de lo que había comenzado, creciole el temor con tanto grado que le faltaron las fuerzas humanas y le temblaba todo el cuerpo, que no podía andar paso, de suerte que se hubo de asentar en el mismo camino muy desmayada, y estando ansí encomendándose con muchas veras a Nuestro Señor, suplicándole la quisiese ayudar y esforzar en tan grande necesidad para que ella pudiese acabar la obra comenzada, oyó una voz que le dijo tres veces: “Esfuérzate, no desmayes y acaba la buena obra que has empezado”; y no vido por entonces quién le hablaba, mas después supo por revelación que era su ángel custodio, con la cual voz se alegró y regocijó mucho y anduvo su camino. Ya que había andado buena parte d’él, sintió venir tras sí, aunque algo lejos, a una persona en un caballo, la cual era un hombre muy honrado, que tenía mucha gana de casar con ella y la había procurado y rogado; y como ella alzó los ojos y conoció que era el sobredicho mancebo, y viéndose sola en un campo y que por entonces no aparecía nadie, turbose su espíritu más de lo que se puede pensar, teniéndose por deshonrada y perdida; y alumbrada en aquella [519] sazón del Espíritu Santo, disimuladamente se apartó del camino antes que llegase cerca, y a él le cegó Dios de manera que no solamente no la conoció, ni aun el color de los vestidos de hombre que llevaba le parecieron a él de otra color, y cuando pasó por enfrente donde ella estaba, dijo en su corazón: “Mirad que cobardía de hombre, qué le había yo de hacer, que en viéndome se apartó del camino”. Y tornando a mirarla, vido el lío que traía debajo del brazo y dijo: “Algún sastre debe de ser, que viene de cortar o de coser de algunos destos lugares”. Y con este pensamiento se pasó el mancebo sin la conocer. La bendita virgen, viéndose libre de aquel tan gran peligro, hincose de rodillas y dio gracias a Nuestro Señor, y suplicó a Nuestra Señora la favoreciese en aquella su obra, y en esta oración fue muy consolada de Nuestro Señor y pasó adelante con su camino. Y aportó a un lugar que se llama Casarrubuelos, y por la mucha fatiga y cansancio del camino pidió en una casa un jarro de agua, y diéronsele y asentose a descansar, y puso la espada sobre un poyo y olvidosele allí; ya que era salida de la casa, tornó por ella y dijo: “O pecadora de mí, que se me olvidaba la espada”. Y estas palabras oyó la moza que salió a darle de beber y las dijo a las personas de aquella casa, diciendo: “Mujer es aquel que pidió el agua”; y no creyendo a la moza, no la siguieron. Y llegando al Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz, entró luego en la iglesia a hacer oración y ofreció su ánima y su cuerpo a Jesucristo, suplicándole la quisiese recebir en aquella santa compañía y congregación. Y de que hubo orado, como no había nadie en la iglesia apartose a un rincón della y quitose los vestidos de hombre y vistiose sus propios vestidos de mujer que había traído consigo, y de que fue aderezada de mujer fuese a la portería y recibimiento de la casa, en la cual estaba una imagen de Nuestra Señora de bulto, de mucha devoción y milagros, y hincándose de rodillas le dio gracias porque la había traído a su casa sin peligro de su persona y decía con mucha humildad a la santa imagen: “¿Qué servicio podré yo hacer por tan gran merced como esta? Suplicote, mi Señora, me des gracia que yo persevere en esta casa y viva en ella todos mis días”; de lo cual le certificó la imagen, y de allí fue a llamar a la puerta, rogando que la abriesen. Y [520] preguntole la casera de las monjas quién era o qué quería. Respondió que era una doncella que quería ser religiosa. La casera le respondió: “Las que vienen a ser religiosas no vienen solas, que sus padres o parientes las traen”. La sierva de Dios le dijo: “Vine en hábito de hombre escondidamente, que de otra manera no viniera ansí, mas por amor de Dios me abrid para que me caliente, que como esta mañana llovió, tomome el agua en el camino y vengo cansada y muerta de frío; y por caridad me dé un poco de pan, que vengo muy necesitada, que si no queréis, no diré yo que me metáis allá para religiosa, que como vine ascondida, presto me hallarán menos mis parientes y me vendrán a buscar”. Y la casera la metió dentro en los aposentos y le dio de comer, siempre preguntándole y examinándole. Yendo la criada del monasterio a la iglesia y viendo los vestidos de hombre que había traído, pensó en su corazón no fuese varón que venía con alguna burla o engaño; pero ansí en los cabellos largos como en los pechos y gesto y en otras señales se certificó cómo era mujer; y luego la criada llegó al torno del monasterio y dijo que quería hablar a la abadesa, la cual le dijo: “Señora, aquí ha venido una doncella de hasta quince años y dice que es de Azana, y vino sola en hábito de hombre y parece que trae muy gran fervor de ser religiosa”. Y luego la mandó llamar y informose muy bien della y de su deseo, y después, aunque fingidamente, la reprendió porque había venido en tal hábito y de tal manera. Y la madre Juana de la Cruz le respondió con mucha humildad: “Señora, mi venida no ha sido sino con sola intención de servir a Dios y vivir y morir en esta santa casa y hacer todo lo que me mandaren y ser toda mi vida su criada”. Y la religiosa se despidió della y entró a las monjas y les dijo: “Hermanas, una doncella está aquí, que quiere ser nuestra hermana, creo que la trae Dios por milagro porque no sabía este camino ni vístole”; y les dijo y relató la manera de su venida y cómo decía palabras de mucha prudencia. Las monjas, oído lo que les dijo, dieron gracias a Dios y pidiéronle licencia para ir a verla y hablarla y ordenándolo la divina Majestad a todas les pareció tan bien cuando la hablaron, que se determinaron [521] de recebirla en su compañía, y antes que le diesen el hábito vinieron algunos de sus parientes muy sentidos y enojados de lo que había hecho, y ella les satisfizo diciendo que muchas veces les había dicho y pedido que había de ser religiosa y que Dios la había traído a aquella casa y que lo había de ser. Concertadas todas las cosas, dieron el hábito a la virgen con mucha solenidad y espiritual alegría en presencia de sus parientes. Comenzó a hacer vida maravillosa y muy provechosa para los que la veían y oían; su vestido era muy pobre y humilde, mucho más que el de las demás religiosas. Traía túnica de sayal y una saya muy vieja y remendada y el hábito lo mismo. Calzaba unos alpargates, y lo más del tiempo andaba descalza y ceñida con la más gruesa cuerda que podía haber, y en la cabeza una albanega de estopa y encima lo más despreciado que ella podía haber, y debajo de todo esto traía de secreto un muy áspero silicio, el cual nunca se quitaba día ni noche y otras muy ásperas penitencias que hacía. Deseaba tormentos y dolores, llagas y heridas, frío y cansancio y todas maneras de penas por amor de Dios. Y no solamente en el año del noviciado tuvo esta manera de vida, mas todo el tiempo que vivió guardó el silencio, que en todo el año del noviciado no le oyeron hablar palabra, sino era con la prelada o maestra, y esto siendo preguntada. Hacía penitencia con la boca, trayendo en ella ajenjos amargos por el amargor de la hiel y vinagre que dieron a Nuestro Señor; traía siempre en su memoria su Pasión de muchas maneras y también hacía otras penitencias con la boca, trayendo una piedra algo grande que le daba dolor. Otras veces tomaba en la boca agua y teníala tanto espacio dentro hasta que del dolor no la podía sufrir. Tomaba con los labios un candelero mediano, y teníale tanto rato por la parte donde se pone la candela hasta que le dolían las quijadas; pensaba ella que guardar silencio sin dolor no era grande servicio ante Dios. Eran sus ayunos muy perfetos y muchos, porque no solo acostumbraba desde su niñez a ayunar ordinariamente, comiendo una vez al día, más aun estar tres días con sus noches sin comer algún mantenimiento corporal, y no solamente ayunaba de comer, más ayunaba de sueño y tenía puesta [522] entre sí tal traza, y decía: “Pues las personas cuando ayunan no comen hasta medio día, y después de haber comido, una vez pueden tomar alguna refección de beber entre día y alguna colación a la noche, desta manera será bien ayunar del sueño hasta la medianoche y después la comida de medianoche serán los Maitines, y en la mañana en lugar de la bebida o colación tomar un poco de sueño corporal para sustentar la naturaleza”. Y para hacer esto bien tenía este orden. Como todas las religiosas acostumbraban dormir juntas en un dormitorio y en medio d’él tienen una lámpara encendida y cada una está por sí en su cama, llevaba también la bienaventurada una rueca a prima noche a su cama, y cuando veía que todas las religiosas estaban dormiendo, tomaba su rueca y hilaba cabe su cama a veces en pie y a veces de rodillas en tierra, hasta que tañían a Maitines. Como esta virgen era tan cuidadosa de aprovechar en el espíritu, cuando trabajaba corporalmente enderezaba todos aquellos servicios o trabajos que hacía por la santa obediencia a Dios, y, contemplando decía entre sí que era su moza y esclava, que los platos que fregaba y todas las otras cosas pensaba que eran de oro y de piedras preciosas en que comía su Majestad. Cuando barría contemplaba que la escoba era un manojo de rosas y flores muy olorosas con que alimpiaba y adornaba sus estrados; y cuando guisaba de comer, contemplaba eran muy delicados y preciosos manjares para que comiese su divina Majestad y sus santos; y ansí lo ofrecía ella y desta manera y de otras muchas ofrecía sus trabajos corporales ante la Majestad Divina. Oyendo esta sierva de Dios leer en un libro llamado Floreto de santo Francisco, y oyendo cómo había mandado una vez a un fraile que fuese a predicar, sin capilla y desnudo, pensó entre sí: “Si el Padre San Francisco mandaba ir al fraile a predicar desnudo, no teniendo pecados, ¿cómo no iré yo a confesarme de los míos y desnudarme dellos, desnuda en carnes y hiriéndolas con piedra o palo a cada pecado que dijere? Encomiéndome a Dios y, a vos Padre S. Francisco, y sola la cuerda ceñida a mi cuerpo y cuello quiero ir a confesar como malhechora, y por tal me pregonaré ante Dios y mi confesor”. Y con mucha contrición [523] de sus pecados, entró en el confesionario y comenzose a confesar, hincada de rodilla con muchas lágrimas, y era tiempo de mucho frío y comenzó a dar grandes temblores del gran frío que sentía, de manera que no lo podía encubrir, y fue tanto que el confesor le preguntó que si estaba enferma, que de qué temblaba; respondió la bienaventurada que no estaba enferma, que temblaba de frío. Y acabada la confesión, salió del confesionario, y ella, que se empezaba a vestir y otra religiosa que iba a confesar, y vídola, y entró en el confesionario y dijo al confesor que riñese a Juana de la Cruz por tan ásperas penitencias como hacía, que había entrado a confesar desnuda con solo un silicio. Y el confesor le respondió: “Verdaderamente yo le sentí temblar y pensé estaba enferma y preguntéselo y díjome que no”. Y de allí adelante no solamente en invierno, más aun en verano le preguntaba cuando iba a confesar si iba cubierta, porque, si no, no la confesaría. Todas las veces que esta bienaventurada iba a confesar recibía el confesor singular consuelo en su ánima y dotrina maravillosa para enmienda de su vida, y no solamente él, mas todos los otros padres que la confesaron mientras vivió decían que de sus confesiones no solo salían ellos muy confusos, mas sacaban mucho aprovechamiento para sus almas. Decía, cuando era muy importunada de sus confesores les dijese lo que sentía en su espíritu, que más vergüenza tenía de contar las cosas de virtud y gracia que Dios le había dado que no de decir sus pecados, porque esto era de sí propria y lo otro era de Dios y de su misericordia. Era esta virgen muy prudente y de mucha discreción y capacidad y de mucha gravedad, tenía presencia de mucha autoridad, tenía piedad y admirable consejo y provechoso en las ánimas y a los cuerpos, de muy graciosa habla, de mucha mansedumbre; era mesurada en su risa y provocaba, a quien la oía y veía, a devoción: lloraba muy sereno y sin mucho clamor, salvo cuando se elevaba, que salía de sus sentidos, de algunos pasos de la Pasión, que entonces no era en su mano porque el Espíritu Santo, como dice San Pablo, pide por nosotros con gemidos, que no se pueden contar, siendo esto efecto del Espíritu Santo en nosotros. Ansí obraba [524] grandes maravillas en esta religiosa y le hacía dar algunos devotos suspiros o decir algunas palabras del paso y misterio que estaba contemplando. Era de mucha cortesía y muy grande crianza y muy humilde en todo, y holgaba más de hacer a cualquier persona demasiada reverencia y honra que no de menos: era igual a todos, tratando a cada uno según su estado y manera; era de mucha verdad, y lo contrario ni aun en burla no lo decía; era muy secreta y callada en todas y cualesquier cosas que le eran dichas y descubiertas en secreto: de tribulaciones, tentaciones y angustias y cosas de cualquiera otra calidad. Fue remediadora de muchos grandes males y daños, y libradora de grandes peligros presentes y por venir; era de tan gran santidad que jamás perjudicaba sus prójimos ni los agraviaba, aunque fuese de burla. Llegándose a ella las monjas de su convento, rogáronle que les dijese cómo harían oración que fuese agradable a Dios. La cual dijo: “Doy os por consejo, señoras, que no ofrezcáis solo a Dios un sacrificio, más tres, o cuatro, o más, si pudiéredes, porque cada hora podría cualquier persona ofrecer a Dios tres sacrificios principales, que son estos: el primero, la afección y contemplación muy viva, hecha dentro en el corazón y alma; el segundo, oración vocal y gracias y loores a la Divina Majestad; el tercero, alguna penitencia, golpes y heridas dadas secretamente; y aún para desechar la acidia se puede añadir la labor de manos, y habiendo soledad y tiempo suficiente es bueno haber lavatorio y fuente de lágrimas lloradas de contrición de los pecados o por compasión de la muerte de Nuestro Señor, y entonces podrá cualquier persona dar cinco sacrificios ofrecidos en reverencia de las cinco llagas, y cuando esto no se pudiese hacer tan secreto, podrá ofrecer tres en reverencia de la Santísima Trinidad sin ser visto ni sentido de ninguna persona”.
Capítulo IIII
De cómo esta bendita virgen comulgaba espiritualmente
Procuraba esta madre de, en amaneciendo, ahora estuviese en el coro, en los oficios divinos o en otra cualquier parte o en ocupación [525] o trabajo corporal, de aparejarse para comulgar espiritualmente, pues no podía recebir el Santísimo Sacramento cada día y hora como ella deseaba; porque era tan devota del Santísimo Sacramento del altar y de le gustar continuo que nunca otra cosa quisiera hacer día y noche, sino hartar su alma deste manjar del Cielo. Y por el mesmo Señor fue revelado a todas las monjas del convento por palabras que la oyeron estando elevada, enajenada de sus sentidos: que tanto era el gozo y gusto que esta bendita sentía en el Sacramento que comulgaba y recebía a Dios espiritualmente y sentía gran favor del Señor y consolación de su alma, y daba las gracias a Nuestro Señor por tan copioso beneficio. Estando esta bendita en la casa de la labor, víspera de los apóstoles S. Pedro y S. Pablo, vido una visión de todos los doce apóstoles, como cuando uno acaba de espirar, y luego vido doce sepulcros abiertos y muy hermosos y que salían dellos los doce apóstoles vestidos de blanco y ellos más albos que la nieve, y levantábanse puestas las manos como que adoraban al Señor y le daban gracias; y ella muy maravillada desta visión deseaba saber por qué parecía que salían los santos apóstoles de los sepulcros como difuntos, estando ya todos en el Cielo glorificados y no habiendo muerto ninguno dellos de su muerte natural, mas de muy crueles martirios por amor de Dios. Estando en este pensamiento y deseo, vido todos los apóstoles vestidos muy ricamente, coronados y cubiertos todos de pedrería y muy alegres y gloriosos, y Nuestro Señor en medio de ellos, dándoles muy grandes premios y gozos y galardones por los trabajos y buenas obras que por su amor estando en el mundo habían hecho. Ansimismo le fue mostrado cómo levantarse los santos apóstoles de los sepulcros era significación que todos habemos de ser muertos y resucitados cuando Dios nos llamare a juicio; y cómo Nuestro Señor Jesucristo hace fiesta y llamamiento en el Cielo de todos los santos apóstoles juntos el día que es fiesta de cualquiera de ellos; y cómo la Iglesia militante, ansí como la triunfante, los días de las tales fiestas siempre hacen memoria de los martirios y muerte de los santos que padecieron por amor de Dios y de la vida eterna y bienaventuranza [526] que por ello les da el Señor, y a todos y cualesquier Órdenes de santos y santas, cuando es fiesta de uno o de una en especial, junto con él a todos los de aquella Orden les hace fiesta en general. Decía muchas veces que, cuando comía o bebía, tomaba gusto en aquel manjar corporal porque sabía ella Dios era todas las cosas y en todas ellas le podía hallar, y con este pensamiento en contemplación que siempre tenía puesta en Dios, en cada bocado que comía y trago que bebía hallaba dulzura y gustos divinales. Muchas veces, estando comiendo se arrobaba en espíritu; y esto de arrobarse creció en ella tanto la gracia que adonde quiera que aquella gracia le tomaba se quedaba como muerta, aunque muy hermosa, ora fuese en el coro o en el refitorio o en otro lugar de la casa, a cualquier hora del día o de la noche que era la voluntad de Dios, y muy a menudo; y no estaba elevada poco tiempo, mas tres horas, cinco y siete y doce, y esto al principio de sus elevaciones. Y andado el tiempo diole Dios muy copiosa esta gracia, porque estaba elevada un día y una noche y algunas veces cuarenta horas. La primera vez que el convento vido elevada a esta religiosa, había siete años que estaba en el monasterio y todas las religiosas vieron en ella muy nuevas mudanzas porque la vieron propiamente como difunta, ansí en el gesto, ojos y labios, como en el descoyuntamiento de todos sus miembros, lo cual nunca más tuvo en semejantes raptos, antes en ellos estaba muy hermosa y colorada. Después que volvió en sus sentidos, importunáronla mucho las religiosas les dijese qué había sentido o visto en aquel rapto y ella por entonces no les dijo nada hasta saber la voluntad de Dios; pero pasados algunos días, de voluntad de Dios les dijo: “Señoras, quiero satisfacer a vuestro deseo, pues deseáis saber qué es lo que vi y sentí aquella vez que decís que estaba en el cuerpo muy demudada, a manera de muerta. Yo me vi en un lugar oscuro, donde hube mucho temor, y apareció allí un ángel que alumbró aquellas tinieblas y me dijo: ‘No temas’. Y me fueron reveladas muchas cosas, especial el favor que los ángeles hacían a los que están en el purgatorio hasta que, saliendo de allí, gozan de Dios. Este ángel tiene oficio de ayudar a las ánimas de purgatorio, yéndolas a visitar y consolar [527] por los merecimientos y Pasión de Jesucristo y méritos de su Santa Madre. Y muchas veces va a la ayuda y socorro de las ánimas y personas que están en pasamiento, llevando consigo otros muchos ángeles que le ayuden a defender aquella persona que en tan gran batalla está de tentaciones de los demonios, y las acompaña hasta que son juzgadas y tiene cuidado dellas hasta que estén en descanso y este mesmo oficio tienen otros muchos ángeles”. Estas y otras muchas cosas decía esta bendita a las monjas, importunada de ellas y con licencia de Dios notificadas por su ángel.
Capítulo V
De cómo esta bendita estando elevada hablaba
Esta bendita virgen tuvo gracia de elevación, como queda dicho; el Señor la dotó de otra muy grande gracia y es que, estando ella ansí elevada en aquel rapto, enajenada de sus sentidos, hablaba divinas cosas, altísimas y de notable admiración, sobre lo cual se hicieron grandes experiencias para ver si cuando hablaba estaba en éxtasis o fuera de sus sentidos o de otra manera. La cual experiencia hicieron inquisidores que fueron de intento a esto al monasterio y los prelados de la Orden, monjas de su casa, y otras personas graves; las cuales todas conocieron y vieron que estaba alienada de sus sentidos cuando hablaba, también por las cosas que decía tan maravillosas y provechosas para las almas, ansí para las religiosas de su casa como para las personas de todos estados y condiciones y oficios mayores y menores que la venían a oír y gozar y aprovecharse de lo que decía. Oíanla frailes de todas órdenes, predicadores y letrados, canónigos, obispos y arzobispos, el cardenal de España don fray Francisco Ximénez y condes, duques, marqueses, y caballeros muy generosos y señoras, y de todos estados, ansí de hombres como mujeres que este misterio vieron y oyeron, y estuvieron presentes, y veían cómo esta bendita estaba vestida y tocada de religiosa, echada sobre una cama y sus brazos puestos a manera de persona recogida y el cuerpo como muerto (porque estuvo mucho tiempo tullida) y los ojos cerrados y el gesto [528] muy bien puesto, y muy hermoso y resplandeciente. Su habla era tan poderosa y de tan gran dotrina para la salvación de las almas, y reprehensible a los pecadores, que cuantos la veían y oían, por grandes letrados que fuesen, se maravillaban y quisieran estar tan vecinos y cercanos al monasterio que todas las veces que había estas pláticas la pudieran oír. La cual algunas veces duraba cinco, seis y siete horas. Era tan dulce a todos los que la oían que, aunque fuesen muy pecadores e incrédulos desta santa gracia antes que la viesen y oyesen, les parecía estuvieran tres días con sus noches oyéndola con mucho gusto. Los que eran incrédulos, ellos mesmos se manifestaban diciendo: “Incrédulo era de lo que decían desta bendita”; y cuando vino a ver si podía verla hablar tan bien y cuando acababa de hablar decía a cada uno la intención con que había venido. Y cuando parecía que hablaba con Dios, hacía grandes suplicaciones públicas y otras secretas, que nadie las podía ir; y hacía oración por sí misma y por todas las personas de la tierra y por todo el estado de la Santa Madre Iglesia, por los que están en pecado mortal y por los que están en penas de purgatorio. En estos raptos, que le duraron espacio de trece años, fueron tantos y tan altos los misterios que dijo y declaró que las monjas escribieron un libro que llaman el Luznorte.
Capítulo VI
De cómo esta bendita tenía cuidado de las enfermas y de algunos casos maravillosos que le acontecieron
Había en el monasterio una monja enferma, que estaba ética y algo penosa y asquerosa, a la cual servía esta bendita venciendo con mucha alegría todas las cosas que se le ofrecían en el tal ejercicio de caridad, con el espíritu de su mortificación, por muy graves y repugnantes que fuesen. Vino a ella una religiosa, con mucho frío y dolor de estómago, y díjole: “Señora, por caridad que pidáis para vos un trago de vino, diciendo que lo habéis menester para algún dolor que tenéis y dármele heis a mí, que traigo un gran dolor de estómago y no lo oso pedir” (en aquel tiempo no sabían las mujeres qué cosa era vino) y ella dijo que lo [529] haría y, considerando que decir tenía dolor de estómago por entonces que no diría verdad, y dejarlo de pedir era falta de caridad, suplicó a Nuestro Señor por qué ella pudiese decir verdad y la religiosa recibiese refrigerio en su necesidad: Nuestro Señor lo proveyó de manera que esta bendita no mintiese. En la vida del Padre fray Pascual Bailón, cuyo cuerpo está en San Francisco de Villareal de Valencia, se cuenta d’él las grandes diligencias y trabajos que pasó por no decir una mentira ligera, que no pasaba de pecado venial, lo cual es contra tanto como en estos tiempos se miente porque no se sabe decir verdad. Y ansí sucede a los mentirosos lo que dice Aristóteles, que cuando digan verdad no los crean, aunque hay quien nunca la diga. Muchas veces aparecieron ánimas de difuntos a esta bienaventurada, pidiéndole hiciese diligencias con deudos suyos para que hiciesen obras satisfatorias y cumpliesen obligaciones que tenían para por estos medios ser libres del purgatorio, lo cual ella siempre hacía. Las cuales ánimas le tornaban a aparecer y le decían cómo eran libres de las penas de purgatorio y le daban gracias por haberlas ayudado. Vino a esta bendita un religioso muy tentado de que no rezaba las horas canónicas ni ninguna cosa de las que tenía obligación, diciendo que Dios no tenía necesidad de sus rogaciones; la cual hizo oración por él y le respondió: “Padre, verdad es que Dios no tiene necesidad de las oraciones de las criaturas que Él crió; empero, que todas las criaturas racionales que Él crió tienen necesidad de la ayuda de Dios y de le servir para agradarle: ansí como de necesidad y fuerza es obligado cualquier labrador pechero de pagar a su rey y señor el pecho que es obligado y le debe y si esto de su grado no lo hiciere, será castigado, ansí el religioso, si no pagare a Dios lo que le debe rezando las horas canónicas y lo que es obligado, será castigado de la mano de Dios”. Deseaba padecer muchos trabajos por Dios y suplicábalo a Nuestro Señor y ansí permitió que los demonios la azotasen muy crudamente y las señales le duraron mucho tiempo y la de uno le duró toda su vida. Y lo mesmo se cuenta haber sucedido al glorioso S. Gerónimo. También le dio Dios de ordinario un dolor [530] de cabeza que la atormentaba en gran manera y todo lo llevaba con gran paciencia. Era devotísima de la santa cruz y enseñó a las monjas una adoración en esta manera: “Adórote, cruz preciosa; adórote, santa cruz de Dios; adórote, santo madero; adórote, trono de Dios; adórote, escaño de sus pies con el cual justiciará y pisará los pecadores y les hará ver y conocer cómo solo Él es el Señor y Criador del Cielo y de la tierra y juez de los vivos y de los muertos; adórote, galardón de los justos por el cual se salvan y justifican; adórote, deleite de los ángeles; adórote, penitencia de los pecadores; adórote, tálamo de Dios, en el cual está puesta su corona real; adoro los clavos, tenazas, martillo, escalera y lanza; adoro al Redentor en ti puesto; adoro a mi Salvador; adoro su santo rostro; bendigo, glorifico y adoro sus santos miembros todos, desde las uñas de los pies y plantas hasta encima de la cabeza, que son los cabellos: adórote, árbol santo de la vera cruz”.
Capítulo VII
De la enfermedad que tuvo esta bendita madre
Siendo súbdita y abadesa en el dicho Monasterio de la Cruz, habiendo adquirido al monasterio muchos bienes y posesiones de personas que tenían devoción a esta bendita madre, por cuyo respeto las daban, y habiendo tenido la sierva de Dios muchos trabajos, contrariedades y aflicciones, ordenándolo Dios ansí para que fuese probada su paciencia y virtud, últimamente tuvo grandes enfermedades, sin poderse levantar en mucho tiempo de la cama, donde siempre trabajó, exhortando con palabras a las que la veían al temor y amor de Dios; y para los ausentes tenía una monja que escribía muchas cosas, concernientes y ordenadas todas al bien de los prójimos. Y estando en la cama enferma tuvo grandes consuelos espirituales y revelaciones misteriosas, secretos grandes del estado de la Iglesia, de los que están en purgatorio y otros muchos secretos, los cuales Dios le revelaba. Apareciole muchas veces Nuestra Señora y consolola. Su santo ángel custodio le hablaba muy de ordinario y fue cosa maravillosa la gran familiaridad que con él y otros ángeles, de quien era muy devota, [531] tenía, y las admirables revelaciones que tenía del Señor. Siendo esta virgen ya muy labrada como piedra para ser puesta en el edificio de la ciudad santa de Jerusalén, llegose el tiempo de su glorioso tránsito.
Capítulo VIII
De un caso prodigioso que sucedió a esta sierva de Dios
Un viernes santo, habiendo estado toda la mañana en un rapto, volvió en sí estando diciendo la Pasión, y fuese al coro e iba llorando y descalza; y porque no podía andar ponía los pies de lado, que de otra manera no los podía poner, y aun esto con mucha pena y dolor. Y viéndola las religiosas entrar en el coro, fuéronse para ella, preguntáronle cómo iba de aquella suerte. Respondió que le dolían mucho y los pies y no podía andar con ellos; y mirándoselos las religiosas, viéronselos señalados, y ansimesmo las manos, no con llagas abiertas, sino unas señales redondas del tamaño de un real y muy coloradas, de manera que parecían por las palmas de las manos que estaban impresas. Tenían estas señales muy suave olor y la bendita lloraba de los dolores que tenía en aquellas señales. Y también las religiosas lloraban y tomáronla en sus brazos y lleváronla a su celda; y era tan grande el fuego que tenía aquellas señales que las religiosas le ponían paños mojados en agua fría y en muy breve espacio se enjugaban del gran fuego que de allí salía, y muy a menudo se los tornaban a poner mojados. Ella mesma se soplaba las palmas de las manos por mitigar el gran fuego y dolor que padecía. Y preguntándole las religiosas qué era aquello, respondió con muchas lágrimas y dolores que sentía que había visto a Jesucristo Nuestro Señor crucificado, que llegándose a ella había juntado sus manos con las suyas y puesto sus pies con los suyos; y que luego había sentido gran dolor en su espíritu y gran sentimiento en sus manos y pies, que eran tan recios que no los podía sufrir. Tuvo estas señales tan maravillosas y crecidos dolores desde el día del Viernes Santo hasta el día de la Santa Ascensión. Y esto no continuo, sino los viernes, sábados y [532] domingos, tres días arreo, hasta la hora que Cristo Nuestro Señor resucitó; y desde aquella hora hasta otro viernes no tenía más dolor ni señal. Viendo esta santa cómo no podía encubrir estas preciosas señales que no fuesen vistas de personas devotas del monasterio, pues ya se publicaba, y el confesor del monasterio y las religiosas d’él las habían visto, suplicó a Nuestro Señor muy afectuosamente que en ninguna manera su Divina Majestad permitiese que en ella su indigna sierva pareciese ni tuviese tal tesoro ni tan ricas joyas, que no era digna de ellas ni quería tal don, pues no le podía encubrir, y nunca cesó de hacer esta súplica, derramando muchas lágrimas, hasta que lo alcanzó del Señor. Y en la oración oyó una voz del Señor que le dijo: “Mucho me ruegas e importunas que te quite ese don que te he dado, yo lo haré; y pues no has querido tener mis rosas, yo te daré cosa que más te duela que ellas”. Y ansí le fue otorgado del Señor no tener más aquellas señales, pero en su lugar le dio Dios muchas enfermedades y trabajos.
Capítulo IX
De cómo esta bendita pasó de esta vida
Siendo esta bendita de edad de cincuenta y tres años, los cuales había vivido muy bien y muy ejemplarmente a honra y gloria de Dios y salvación y mérito de su alma y aprovechamiento de sus prójimos, vivos y difuntos, como su historia da testimonio dello, quiso el poderoso Dios que después de la Dominica del Pastor, año de 1534, se le agravasen a esta sierva de Dios sus enfermedades, sobreviniéndole otra de nuevo, la cual fue que no pudo orinar en catorce días, y publicándose su enfermedad entre algunas personas muy generosas, devotas suyas, fue luego proveída con mucho deseo de su salud de médicos y de las cosas necesarias para su cura. Y los médicos juntos y concentrados le hicieron muchas y grandes experiencias, y ella, tomando por la consolación de las monjas que se lo rogaban todo lo que los médicos le mandaban, aunque era contra su voluntad, y algunas veces con rostro como de ángel y semblante muy gracioso [533] que reía con las monjas y les decía palabras de muy grande amor y también a los médicos, se mostraba muy agradecida a su trabajo. Y viendo ellos que su mal iba empeorando y que era mortal, dijéronlo a las religiosas, las cuales con muchas ansias comenzaron a invocar la misericordia de Dios haciendo oraciones y derramando muchas lágrimas y sangre, haciendo procesiones con gemidos y sollozos, que parece querían expirar, suplicando a Nuestro Señor no quisiese su Majestad quitarles tan grande amparo, consolación y ayuda para su salvación como tenían en la madre Juana de la Cruz. La cual con muy grande fervor pidió le trujesen su confesor, que se quería confesar y aparejarse para morir, y ansí lo hizo, que confesó y comulgó con admirable devoción y se despojó como muy pobre y perfecta religiosa, y pidió la extremaunción; y todos los días que estuvo enferma de la enfermedad que murió, no pasó noche que no se arrobase, pero no le fue descubierto el secreto de su muerte hasta tres días antes de su bienaventurado fin. Y aunque con mucha flaqueza, no faltándole caridad y compasión de sus hermanas, contoles algunas cosas de consolación que en sus raptos había visto. Y acercándose el día de su glorioso fin tuvo una revelación jueves en la noche, vigilia de los apóstoles San Felipe y Santiago, en la cual conoció que era la voluntad de Dios llevarla desta vida; y súpolo en espíritu, por cuanto aquella mesma noche estuvo elevada desde las once hasta la una, y en esta elevación vido a los gloriosos apóstoles San Felipe y Santiago. Y hablando con su santo ángel le dijo viese cuál estaba y le suplicaba rogase al Señor por ella y por las religiosas de su casa y por sus hermanos y parientes y amigos y por todas las personas que a ella se encomendaban; y la respuesta fue: “Bienaventurados son los que viven y mueren en Dios y malaventurados se pueden llamar los que viven fuera de Dios; esfuérzate y ten paciencia, y encomiéndate a Dios y confórmate con su santa voluntad, y arrepiéntete de tus pecados y de las cosas que pudieras haber hecho en su servicio y no las has hecho”; la cual dijo: “Tan tarde me lo decís”. Y respondió: “No es tarde, que tiempo tienes para lo poder hacer; tú, amiga de Dios, confórtate [534] con todo lo que Nuestro Señor quisiere hacer de ti y suplica a su Divina Majestad se cumpla en bien y salvación tuya la sentencia que está dada, y tiempo es ya, amiga de Dios, de gozar de las cosas prometidas y a Dios pedidas y por Él otorgadas”. Y suplicó esta madre a los gloriosos apóstoles San Felipe y Santiago rogasen a Dios por ella, que no deseaba la muerte por impaciencia, sino muerte con penitencia, contrición y arrepentimiento de sus pecados, y que fuese en ella cumplida la voluntad de Dios. Los santos apóstoles le dijeron: “Ansí tiene de ser para ser la muerte buena y inocente y sin pecado, y ahora es tiempo de padecer los penitentes y amigos de Dios para que después gocen de los gozos del Cielo”. Todo esto pasó estando esta sierva de Dios elevada, y tornando en sus sentidos llamó a una religiosa parienta suya, que desde niña se había criado en el monasterio y ella le tenía mucho amor, y díjole: “Hágoos saber, hermana, que según me ha sido revelado he visto que es la voluntad de mi Señor Jesucristo que muera desta enfemerdad, de lo cual yo mucho me he consolado”. Y contole la sobredicha revelación y díjole muchas cosas de gran dotrina, aconsejándola tuviese paciencia y se conformase con la voluntad de Dios. Y luego, viernes por la mañana, día de los apóstoles San Felipe y Santiago, entrando el médico a visitarla, dijo que le quería hablar en secreto y, llegándose cerca de su cama, le dijo: “Señor, ruégoos por amor de Nuestro Señor que no me curéis ya más ni hagáis algún beneficio, porque yo sé que tengo de morir desta enfermedad y todo aprovechará poco, sino es darme más tormento; y paréceme que todo mi cuerpo le meten en un grano de mostaza y allí le aprietan según que yo siento”. Y ansí estuvo todo aquel día con alguna fatiga causada por la enfermedad. Y como se divulgase mucho que estaba tan al cabo de su fin, muchas señoras generosas deseaban estar presentes a su glorioso tránsito y ansí lo pusieron por obra; y no todas llegaron a tiempo, a causa que algunas venían de lejos, sino fue una muy ilustre señora muy devota suya que se llamaba doña Isabel de Mendoza, hija del conde de Monteagudo, mujer de don Gonzalo Chacón, señor de Casarrubios, que llegó a tiempo [535] y estuvo presente a todas las cosas y maravillas que pasaron en su bienaventurado tránsito y tuvo muchas lágrimas de devoción. Y esta señora, después de viuda, fue monja en el Monasterio de la Concepción de la Puebla de Montalván. El mesmo día de los apóstoles, antes de vísperas, estando en sus sentidos, vido algunas cosas, las cuales ella no dijo claramente, aunque mucho se lo importunaron y rogaron. Este mesmo día, ya que quería anochecer, le dieron la santa unción, la cual recibió con muy gran devoción, y desde a un rato dijo con gran gemido y contrición: “Ay, ay de mí, cómo me he descuidado”. Pasada una hora, después de recebida la santa unción, le sucedió una indisposición, que pensaron era desmayo, y viéndolo el médico dijo que no tenía pulsos, que verdaderamente se moría, y estuvo ansí un rato; y tornando sobre sí, comenzó a hablar con buen semblante, en lo cual conocieron había sido arrobamiento. Y destos tuvo muchos aquella noche y empezó a hablar, diciendo lo que había visto, como quien responde a lo que le decían, y parecía a todos los que la veían que lo que hablaba eran respuestas que daba a quien hablaba, e dijo como persona muy admirada: “O, qué cruel espada, tenédmele, tenédmele, no me mate con ella”. Y ansí estuvo sosegada un gran rato en silencio, como persona que veía grandes cosas. Y después dijo con gran sosiego y manera pacífica: “Tened ese cuchillo, tenedle”; y alzando un poquito la voz, decía: “Llamádmela, llamádmela que se va”. Y preguntándole a quién habían de llamar, respondió: “A la santa Madalena”; y diciéndole qué Madalena, dijo: “La que estuvo al pie de la cruz, que viene del sepulcro”; y decía: “Ay, ay, amiga de mi alma”. Preguntándole si estaba allí la Madalena, respondió que sí; y de rato en rato decía, a manera de mucho deseo: “Pues vamos, Madre de Dios, vamos”, y esto decía muchas veces; y algunas veces añadió: “Vamos a casa, vamos, Madre de Dios, que es tarde”. Y con manera de ahínco y esfuerzo fervoroso decía: “Echalde de ahí, echalde de ahí, ¿por qué me dejáis?”; y parecía que estaba angustiada y que peleaba con el demonio y para esta pelea la dejaron sola; la cual venció poderosamente, según pareció la plática que ella tenía con el demonio, [536] que ansí como Dios le dio gracia de fortaleza que en su vida le venciese, ni más ni menos en la hora de la muerte no la desamparó, que maravillosamente quedó vencedora. Y volviendo la plática a las religiosas, dijo: “Señoras y hermanas mías, levantadme de aquí, daré mi alma a Dios en sacrificio”. Dende a poco comenzó a decir apriesa, como quien habla con otras personas: “Buscádmele, buscádmele a mi Señor, ¿por qué me le llevastes?, dejádmele ir a buscar, aunque estoy descoyuntada”; y con gran fervor decía: “Mi Señor, la misericordia sobre la justicia: Jesús, y qué angustia”. Y muy fatigada, volvió el rostro a las religiosas, e díjoles: “Amigas, ayudadme a rogar”; y dijeron: “Señora, ¿qué quiere que roguemos y pidamos?”. Respondió que misericordia y piedad, que la misericordia era sobre la justicia. El médico que la curaba, viendo todas estas cosas, dijo con gran devoción y lágrimas: “Bienaventurado colegio que tal alma como esta envía el Cielo; por cierto, señoras, creo yo que serán mayores los favores que desta bendita recebirán desde el Cielo que los que han recebido en la tierra, aunque han sido muchos”; y respondió la bienaventurada: “Podrá ser”. Y todo esto pasaba estando sin pulsos en ninguna parte de su cuerpo, y estándola todos mirando empezó a mascar, como persona que comía con mucho favor, y cesando le dijo el médico: “Señora, parece que come”. “Es verdad”, dijo ella, “sí”. Tornándole a preguntar que quién se lo había dado y qué era, respondió que cierto manjar, y dijeronle: “con tal manjar muy esforzada estará”, y dijo: “Sí, estoy”. Y tomándole el médico el pulso dijo que se le había tornado muy esforzado y grande, que parecía de nuevo le habían dado vida porque había más de cuatro horas que estaba sin él y desde el día de los santos apóstoles no había pasado ninguna sustancia. Y después de todo esto comenzó a decir con muy alegre gesto: “Amigas mías y señoras mías, llevadme, llevadme”; y entendieron que hablaba con santas vírgines; y de a poco rato dijo con gran reverencia: “O, Padre mío”, y las religiosas pensaron que lo decía por el glorioso Padre San Francisco. Y cuando esto pasaba, ya venía el día y era sábado, y todos los que allí habían estado aquella noche, ansí a las religiosas como a las personas de otra manera, no se les hizo o pareció ser aquella [537] noche una hora. Estando ansí esta sierva de Dios, dijo: “Ea, pues, Jesús, vamos de aquí”; “vamos presto, Señora mía”; “vamos, vamos mi Redentor”. Entonces las religiosas se levantaron con muchas lágrimas y grandes sollozos y le besaron las manos con mucha devoción y ella las bendijo presentes y ausentes. Y tornó a decir: “Vamos, vamos, Redentor mío, vamos de aquí”. Y llegándose el médico a esta bienaventurada y hablándola, recibió el aliento que de la boca le salía y dijo a los que allí estaban no podía conocer ni alcanzar qué olor fuese, salvo que olía muy bien, de lo cual estaba admirado porque hasta aquella hora había tenido mal olor en el aliento, que le procedía de la corrupción de los humores, y entonces le tenía bueno. Y todos los que estaban allí que oyeron esto al médico se allegaron con mucha devoción y, recibiendo el huelgo, conocieron no ser de los olores deste mundo, y toda su persona estaba con grande olor y hermosura. Y desde el sábado a la tarde hasta el día siguiente domingo después de vísperas, día de la Invención de la Santa Cruz, no habló; y antes que entrasen por la puerta de su celda se olía los maravillosos olores que de ella salían.
Capítulo X
Del tránsito
Siendo la hora de las seis, después de mediodía, domingo día de la Santa Cruz, año de 1534, día en que la sierva de Dios nació y entró en la religión, acompañada su ánima de muy buenas y perfetas obras, y ansimismo su cuerpo acompañado de religiosos de su Orden y de todas las monjas de su casa, las cuales con candelas encendidas en las manos, y los padres leyendo la Pasión, dio esta sierva de Dios el alma en manos del poderoso Dios que la crió y redimió, quedando su gesto con hermosura y compostura admirable, quedándole la boca muy buen puesta, a manera de quien se ríe. Y admirados los padres que allí estaban, con gran reverencia llegaron a mirarle los ojos, y alzando los párpados vieron que no los tenía quebrados, sino con aquella hermosura que los tenía cuando era viva, y ansí como agradó con ellos mucho a Dios, permitió en la hora de su muerte que no se le quebrasen, en testimonio de las buenas obras que con [538] ellos había hecho; de lo cual todos se maravillaron mucho y dieron gracias a Nuestro Señor por las grandes maravillas y mercedes que con sus fieles amadores hace. Como acabó de expirar, allegáronse con grande ansia todas las religiosas, llorando lágrimas muy dolorosas a ver y besar el cuerpo, y como se cercaron a él, eran tan grandes los olores que d’él salían y tan subidos que no se podían comparar con cosa desta vida, y las religiosas que tocaron el cuerpo les quedó por muchos días muy admirable olor en sus personas y manos y en cualquier cosa que se le ponía encima, y le tuvo en su persona y hábito todo el tiempo que estuvo por sepultar, que fueron cinco días. Y aderezado el cuerpo, la abadesa y monjas del convento, con candelas encendidas y rezando, le llevaron al coro y allí le fue dicho el oficio muy solenemente, y estuvieron aquella noche con él acompañándole con mucho dolor de lágrimas, y con ellas la dicha señora doña Isabel de Mendoza, que con mucha devoción se halló a su tránsito. Y divulgándose cómo ya era pasada desta vida esta sierva de Dios Juana de la Cruz, concurría mucha gente de toda la comarca con gran deseo de ver su cuerpo. Ansimismo vinieron muchos padres de la Orden a hacer sus exequias y enterramiento, y como la gente era tanta, daban licencia a algunos que entrasen en el monasterio; los cuales, cuando veía el cuerpo y olían los olores que d’él salían, daban muchas gracias a Nuestro Señor, derramando lágrimas de devoción.
Capítulo XI
Cómo sacaron el cuerpo desta sierva de Dios para que la gente le viese
El día siguiente lunes, como fuese casi hora de vísperas y todos los campos estuviesen llenos de gente, clamando que les mostrasen el cuerpo que se le dejasen tocar, los padres que allí se hallaron, por satisfacer a su devoción, tomaron el cuerpo y sacáronle fuera con mucha reverencia, donde todos le pudiesen ver; y viendo la gente cómo le sacaban, eran tan grande los clamores y gemidos que todos daban con muchas lágrimas que se oían muy lejos de allí; y llegando todos a prisa, los religiosos que guardaban el cuerpo no consentían [539] tocasen sino en el hábito; y sintiendo el muy suave olor que del cuerpo salía, con mucha admiración daban gracias a Dios y ponían encima rosarios y otras cosas que traían, en las cuales se pegaba el mesmo olor. Y consolada la gente, tornaron el cuerpo al monasterio a hora de Completas; a la cual hora llegaron correos de grandes señoras rogando que detuviesen el cuerpo hasta que ellas le viesen y ansí se hizo. Y hecho el oficio, los religiosos se fueron a sus monasterios y dejaron el cuerpo por enterrar y ansí estuvo por cinco días, no perdiendo el buen olor que d’él salía. Y venidas las señoras, a cuya instancia el cuerpo estaba detenido, viéronle y tocáronle y se consolaron mucho de ver las maravillosas que Dios mostraba en él. Pareció era bien porque la gente gozase desta reliquia, se enterrase en la Iglesia y capilla del Santísimo Sacramento, pero las religiosas no consintieron sacar el cuerpo del monasterio y hubieron de entender en ello los prelados, y húbose de hacer lo que las monjas querían porque era más justo, y pusiéronle en una parte donde las religiosas comulgaban, en un hoyo pequeño, cuanto cupo el ataúd, encima cubierto con yeso; en el cual lugar el tiempo que allí estuvo manifestó Nuestro Señor la santidad desta su sierva, sintiendo muy suaves olores. En la ciudad de Almería había una grande religiosa, que tenía revelaciones muy verdaderas y el Señor le comunicaba muchos secretos: llamábase María de San Juan, natural de la villa de Casarrubios del Monte, la cual con otras había ido al Monasterio de Torrijos a fundar al Monasterio de la Concepción de Almería, en tiempo de doña Teresa Enríquez, señora de Torrijos. Y esta religiosa María de San Juan tenía gracia de arrobarse, y las dos se habían hecho hermanas espirituales y se comunicaban mucho. Y yendo dos padres de la Orden de S. Francisco, que el uno de ellos había sido provincial de la provincia de Castilla, persona de mucha autoridad y letras, a tratar y negociar con la madre María de San Juan, a un mes que había pasado desta vida la madre Juana de la Cruz, y preguntándole el dicho prelado, que le dijese del estado del ánima de la madre Juana de la Cruz, respondiole con mucha alegría: “Tiene tanta y tan grande gloria como el poderoso Dios les da a sus escogidos y los méritos [540] de la madre Juana de la Cruz merecían”. Y contó cómo el día de San Juan Evangelista, a seis de mayo, tres días después de la Invención de la Cruz, día en que la madre Juana de la Cruz pasó desta vida, se la mostró Dios muy diferente de cómo la solía ver y que, admirada de aquello, le fue respondido que ya estaba desatada de las cadenas de la carne y en gloria para siempre, y que Dios dio lugar que la hablase y le dijo que había tres días que había pasado desta vida y en ella había tenido su purgatorio, y que no le dieron lugar para que le dijese más y quedó ella muy consolada. Algunos años después, se hizo un arco muy bien labrado en una pared que divide la capilla mayor del claustro del monasterio por la parte del evangelio, y se puso una reja muy bien labrada, toda dorada muy fuerte y recia, que cae a la parte de la capilla, y por la parte del monasterio se pusieron unas puertas muy fuertes y allí trasladaron el cuerpo de esta sierva de Dios, el cual pusieron en una caja muy bien guarnecida por de dentro y por de fuera; y esta caja pusieron en una área muy grande, muy cerrada con diversas llaves y barreteada muy fuertemente; y ansí por la parte de la iglesia gozan della todos los que entran en la dicha iglesia y por parte de dentro la gozan las religiosas. Setenta años después que la pusieron en este lugar, dos reverendísimos generales de la Orden de San Francisco en diversos tiempos quisieron ver el cuerpo porque habían de ir a Roma y tratar con Su Santidad de su canonización, para lo cual se hacen diligencias; y, aunque con trabajo, la abrieron el arca, por estar muy barreteada por todas partes. Abrieron la dicha arca y el cuerpo fue hallado como si acabara de morir, sin tener ninguna parte resuelta; y estaba vestida de damasco pardo porque ciertas señoras que se hallaron a esta traslación la pusieron en aquella forma. Y por secreto que esto se trató, fue tanta la gente que acudió que, por condescender con la devoción de todos, mostraron el cuerpo por la reja de donde está tan entero como cuando murió. Repartidas algunas reliquias suyas, como de sus tocados y sobretocas, para repartir a señoras en la Corte y en otras partes, se tornó a poner con la mesma decencia y seguridad que antes; y siempre Nuestro Señor hace muchos [541] milagros y maravillas en aquella santa casa de Nuestra Señora de la Cruz. Hase de advertir, que se dice en esta historia, que muchas personas seglares entraban en la clausura del monasterio a negociar con esta sierva de Dios, como es cuando estaba enferma, que no podía salir a los locutorios cuando se arrobaba; y también cuando, estando elevada y fuera de sus sentidos, entraban a oírla por las cosas grandes y maravillosas que de su boca salían y en la última enfermedad de que murió y después de muerta y en su entierro y en semejantes ocasiones. Digo que se ha de advertir que antes del Concilio de Trento los prelados podían dar licencia con causa que para ello ocurriese para entrar en los monasterios de monjas; y en especial las que por su estado no hacían voto de clausura, como son las monjas terceras, que, aunque guardaban clausura, era por vía de precepto, como se dice en el tratado de los terciarios; y ansí los prelados daban las sobredichas licencias.
Capítulo XII
De otras monjas que ha habido en este convento
Desta sierva de Dios Juana de la Cruz se hace memoria en el catálogo general que la Orden tiene de frailes religiosísimos y monjas a quien tiene gran reverencia y veneración, esta parte de su historia impresa en la tercera parte de la Crónica general de la Orden que compuso el reverendísimo Gonzaga siendo general della, remitiendo muchos milagros y otras cosas a que se vean en un libro, en el cual está todo autenticado. Y en la historia del Convento de Nuestra Señora de la Cruz se dice las personas insignes que con ella trataban y comunicaban sus negocios, las personas reales de grande autoridad que se encomendaban en sus oraciones, las gruesas limosnas que por su respeto hicieron al dicho monasterio; y desde entonces hasta ahora ha proveído Dios que en aquel monasterio haya habido monjas de grande espíritu y celo de la virtud, siguiendo los ejemplos y dotrina desta sierva del Señor. Ansí, todo el convento haciendo procesiones de ledanías que ella ordenó, y en particular la imitan monjas, guardando ayunos de pan y agua, no durmiendo en cama ni trayendo lienzo en el cuerpo y teniendo mucha [542] oración, entre las cuales hubo una muy noble, que se llamaba sor Ana de la Cruz, de la cual se cuenta que en más de cuarenta años no faltó de Maitines a medianoche, y después dellos se quedaba en oración hasta que venía el día y era hora de irse a su oficio, que era tornera, en el cual dio grande ejemplo. Otra, sor María de Sonseca hubo, que tiene mucho nombre de grande penitente y recogimiento. Y con esto es Nuestro Señor servido que esta casa sea de mucha devoción y acudan a ella tantas doncellas a querer ser monjas que, guardando el número que, conforme sus rentas, y haciendas pueden conservar, como lo manda el Concilio de Trento, muchas no se pueden recebir; y es mucho considerar que personas que pueden ser monjas en monasterios de grandes villas y ciudades, y de Corte, escogen más este para ser monjas estando en un desierto, trayéndolas Dios por la devoción que a esta bendita madre tiene. Y por la mesma razón, habiendo la Provincia muchas veces tratado y querido trasladar esta santa casa a algún gran pueblo, después que esto se ordenó en el Concilio de Trento, ha sido tan grande la instancia y tantas las súplicas y ruegos e intercesiones que las religiosas han hecho para que no las saquen de la casa donde vivió y murió la madre Juana de la Cruz, y adonde tienen su cuerpo, que no ha sido posible hacerse. Y esta devoción del lugar y monasterio es tan grande en toda la tierra que jamás faltan velas, enfermos y tullidos y de otras muchas enfermedades que velan y asisten donde está su bendito cuerpo; y muchos reciben grandes mercedes y beneficios de Dios Nuestro Señor, como parece por los ataúdes, mortajas, muletas, hierros de cristianos esclavos, los cuales han dicho que por la devoción que han tenido a esta casa milagrosamente han sido libres de cautiverio. Muchos cirios de cera y bultos de personas y otras cosas que allí llevan en señal y reconocimiento de los beneficios recebidos, de lo cual todo se toma fe y testimonio verdadero, y las paredes de la capilla mayor y iglesia deste monasterio están llenas de estas insignias y testimonios.
Capítulo XIII
En que se concluye esta historia
En materia de milagros se debe advertir cómo se hacen, porque unas veces los [543] hace Dios súbita e instantáneamente y otras más de espacio y en tiempo, como consta de lo que San Marcos cuenta en el cap. 8., que, trayendo a Cristo un ciego, suplicándole que le diese vista, poniéndole las manos le preguntó que qué vía, y dijo que vía unos hombres como árboles que andaban, dando a entender que no vía perfetamente. Donde Erasmo sobre el mesmo lugar dice que aquella palabra, ambulantes, tiene de ir con los hombres y no con los árboles, porque el árbol en el griego es neutro y no puede convenir con el ambulantes, que es como si dijera: “Veo andar los hombres como árboles”. Y segunda vez le tocó Cristo y vido perfetamente y con más perfección que si viera por naturaleza. Pues las obras de milagro, según todos, más perfetas son que no las naturales. Y ansí en este milagro se ve cómo Cristo no le hizo en un punto, como cuando Cristo entró en casa de San Pedro y su suegra estaba enferma de grandes calenturas y los discípulos le rogaron que la sanase, y mandó a la calentura que la dejase y en un punto fue sana: que son milagros que los teólogos llaman por otros términos, milagro en el modo, porque muchos sanan de calenturas, pero no en un punto. La razón desta diversidad de sanar Dios en un punto, o en tiempo, dicen algunos que es conforme la disposición que cada uno tiene para recebir aquel beneficio; y ansí unos le reciben en poco tiempo, otros en mucho. Y aunque esta razón es buena para que todos se dispongan para que Dios los sane en el alma, pues es dotrina cierta que a quien Dios sana en el cuerpo también sana en el alma, lo cual de ley común no se hace sin disposición, la razón de la diversidad de milagros es porque Dios es autor de la naturaleza, y el modo con que obra ese le dio Dios, la cual obra por movimiento, que no puede ser sino es en tiempo, sucediendo uno a otro, como se ve en la producción y obras de la naturaleza, como un hombre que nace niño y poco a poco con el tiempo se hace hombre, lo mesmo es en un árbol y en cualquiera otra cosa. Y para darnos a entender en los milagros, que es autor de la naturaleza, hace algunos poco a poco, procediendo como la naturaleza. Y también para dar a entender que es sobre naturaleza y no está atado a las leyes della, hace milagros en un punto, como es la resurrección de Lázaro y otros semejantes, la cual la naturaleza [546] no puede hacer. Lo mesmo pasa en las cosas espirituales porque, como dice el maestro de las sentencias, no ató Dios su virtud a los sacramentos de tal manera que no pueda justificar sin ellos, pues es sobre los sacramentos, aunque autor dellos. De lo dicho se entenderá la razón de estar algunas personas en los santuarios teniendo novenas, y otros treintanarios y otros más y menos, como acontece en este santuario de Nuestra Señora de la Cruz, que unos sanan de sus enfermedades a tres días, otros a cuatro, otros a nueve, y otros a más, y otros a menos y otros en llegando; lo cual todo resulta en honra y gloria de Dios, de quien son las maravillas y milagros. Si es según la diversidad de disposición de cada uno, de Dios es la disposición; y ansí a Él se debe la gloria; si es porque se quiere mostrar hacedor de la naturaleza y sobre ella todas las criaturas, cada uno en su modo le alabe y glorifique. Y también acontece que algunos no alcanzan el beneficio que desean y esto porque les conviene mejor la indisposición que tienen, que no su pretensión, como se cuenta del glorioso apóstol S. Pedro: que santa Petronilla su hija estaba tullida en una cama, yendo S. Pedro con unos discípulos suyos a comer le dijo que se levantase y les aderezase la comida, y acabado de comer dijo que se volviese a la cama tullida, y los circunstantes dijeron a S. Pedro que quien daba salud a tantos y libraba de tantas enfermedades por qué consentía que su hija estuviese de aquella manera, y respondió S. Pedro: “Todo lo que decís es verdad, pero a Petronilla le conviene más la enfermedad, que la salud”. Y ansí porque a muchos necesitados y enfermos no les conviene tener salud, no se la da Dios; y, pues lo hace por más bien suyo, deben de estar muy contentos y consolados, tanto como aquellos a quien Dios se la concede, pues lo uno y lo otro es lo que les conviene; y los que van sanos procuren no ofender a Dios porque no les acontezca lo que Cristo dijo al paralítico, que pues iba sano, no pecase, no le aconteciese otra cosa peor que la enfermedad que había pasado. Todos procuren ser devotos de la madre Juana de la Cruz, pues, a los que lo son, hace Dios muchas mercedes en esta vida y en el siglo que esperamos. Otros muchos milagros y grandezas hay desta sierva de Dios, referirse han en libros que desto se harán en particular.
Vida manuscrita
Ed. de María Victoria Curto
Fuente
- BNE MSS-9661
Criterios de edición
El Libro de la Casa y Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz contiene fragmentos de la vida de Juana de la Cruz, motivo por el que es incluido en el catálogo de santas vivas. Esta es la primera vez que se edita. El Libro de la Casa y Monasterio de Nuestra Señora de la Cruz (mss. 9661 de la Biblioteca Nacional de España) es un manuscrito posterior a la muerte de Juana de la Cruz (1534) y que refleja las características fonéticas y gráficas propias de la segunda mitad del siglo XVI, por lo cual los criterios que se han adoptado para realizar su transcripción son conservadores. La lengua que refleja el manuscrito no parece presentar rasgos dialectales, ya que vocalismos en formas como sepoltura o monesterio eran muy habituales.
Se ha decidido mantener los grupos consonánticos cultos, como el grupo -mpt- en redemptor, el grupo -th- en thesoro o el grupo -nct- en sancto, ya que son una muestra de la importante presencia e influencia del lenguaje eclesiástico y de la fuerte carga semántica de ciertos términos religiosos. Se conserva también el uso de las distintas sibilantes que presenta el texto original, es decir se respeta en todo momento la oscilación entre ss/s (dixessen/dixesen, santíssima/santísima) y entre z/ç (vezes/veçes), incluso en los casos donde la oscilación está mal empleada etimológicamente. Es importante apuntar que la autora del manuscrito fue una monja del convento de Nuestra Señora de la Cruz de Cubas de la Sagra, quizá compañera de Juana mientras esta vivía, que tal vez escribía al dictado de otras monjas y cuya alfabetización debía de ser muy básica. Por último, también se han mantenido las consonantes geminadas (officio, abbadesa), la oscilación entre b/v (tubo/tuvo), entre j/x (dijo/dixo), entre h/g (huerta/güerta) y entre y/i (yglesia/iglesia); y se separan las formas constructas como d’esto, d’ella, señaladas con apóstrofo.
Para que la lectura del texto resulte más clara y sencilla al lector, se han juntado o separado palabras de acuerdo al criterio actual, se han desarrollado las abreviaturas, las palabras se han tildado siguiendo las normas ortográficas actuales, se ha corregido la capitalización de determinados términos, reservando la mayúscula para vocablos abstractos referidos a la divinidad, y se ha puntuado modernamente el texto, intentando en todo momento respectar lo máximo posible su particular ritmo interno, muy cercano al lenguaje oral. Para facilitar la lectura, también se ha acentuado la á verbal, para distinguirla de la preposicional, se ha añadido la virgulilla a la grafía ñ y se ha unificado la oscilación entre u/v, otorgando a la -u- función exclusivamente vocal y a la -v- consonántica. Con la intención de orientar al lector, se han introducido breves epígrafes que dividen el cuerpo del texto en función de la temática que se aborda en cada momento, así como notas a pie de página que se han circunscrito a aclaraciones sobre la presentación del manuscrito. Por último, se ha empleado el paréntesis para las acotaciones teatrales y las explicaciones del texto, se ha hecho uso de la letra cursiva para indicar frases latinas, y se han utilizado las comillas para señalar las nomenclaturas y los diálogos que aparecen en el cuerpo del texto.
LIBRO DE LA CASA Y MONASTERIO DE SANTA MARÍA DE LA CRUZ
[1] [fol. 1r] Este libro es de la casa y monasterio de Nuestra Señora de la Cruz. Tiene los autos que se hacen el día de la asumpción y el de la sepoltura, y gracias que Nuestro Señor concedió a esta sancta casa, y mercedes que en ella hizo por yntercessión de nuestra madre sancta Juana a las monjas y bien hechores d’ella, y esto para siempre.
[PRIMER AUTO DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN]
[fol. 2r] Este auto es el que hazen en la casa de la labor el día de la sepoltura de Nuestra Señora.
(Entra el ángel y anuncia a Nuestra Señora su muerte gloriosa.)
Ángel – Thesoro rica del Cielo,
a cuya real persona
quiere Dios dar la corona,
honrrando con vos su Cielo,
la suprema Trinidad
para anunciaros me embía,
que se os ha llegado el día
de gozar la eternidad.
Y para señal y muestra
que triunfáys en cuerpo y alma,
aquesta preciosa palma
os presento, Reina nuestra.
Nuestra Señora – Señor de la Magestad,
mi Dios y amado hijo,
que de un destierro prolijo
me llamas a tu ciudad,
gracias te den inmortales,
los ángeles en la altura,
honrras con favores tales.
Y pues ya, Señor, previenes
a la muerte los despojos
para que gozen mis ojos
el sumo bien de los bienes,
solo me falta que sea
de tu amor favorecida
en que antes de mi partida
a tus apóstoles vea.
Ángel – Vuestros ruegos son oýdos,
Reina, y por que os consoléys
los apóstoles veréys,
por virtud de Dios traýdos.
[fol. 2v] Todos aquí se han juntado
de varias partes del mundo,
y Juan, vuestro hijo segundo,
ya por las puertas ha entrado.
San Juan – Sálvete Dios, Virgen pura,
madre de Dios y hombre,
a cuyo bendito nombre
se humilla la criatura.
En Éfeso predicaba
y súbitamente vine,
tu Magestad determine
de dezir lo que mandaba.
Nuestra Señora – Hijo y apóstol amado,
cuya dulce compañía
divide el último día,
por averme Dios llamado,
yo os encargo que miréis,
después de muerta, por mí
y luego en Getsemani
sepulcro a mi cuerpo deis.
Esta palma, Juan, se llebe
quando mi cuerpo enterréys,
y es justo vos la llevéys
porque de todo se os debe.
San Juan – ¡O, si todos mis hermanos,
los apóstoles ausentes,
fuessen agora presentes,
quánto seríamos ufanos!
Tus obsequias gloriosas
todos juntos con gran gloria
las haríamos sumptuosas
y dignas de gran memoria.
(Entra san Pedro.)
San Pedro – ¿Por qué causa tan de presto
nos ha el Señor aiuntado?
Que cierto estoy espantado
pensar que pueda ser esto...
Por esso todos lleguemos
juntamente en este día,
y de la Virgen María
todos bien nos informemos.
[fol. 3r] San Juan – O, compañía preciosa,
a todos hago saber
que ya quiere fallecer
nuestra Madre gloriosa.
Y pues que resurreción
todos juntos predicáys,
no parezca que mostráis
por la muerte compasión.
(Dizen los apóstoles de rodillas...)
Señora de lo criado,
donde todo el bien se encierra,
de los fines de la tierra
el Señor nos ha juntado,
y viéndonos aiuntados
estando en tierras estrañas
estamos maravillados.
Dinos, Señora, qué mandas.
Nuestra Señora – Para mi consolación
ha sido vuestra venida
y para que en mi partida
recibáis mi bendición.
Ayudadme a bendecir
la suprema Trinidad,
cuya sancta voluntad
me manda al Cielo subir.
Los apóstoles – Guérfanos solos y tristes
nos dexáis, muy gran Señora.
Por aquel Dios que paristes,
nos tengas en tu memoria.
Nuestra Señora – Siempre en el Cielo seré
madre y abogada vuestra,
quando de su mano diestra
mi hijo su lado me dé.
¡A Dios, colegio sagrado!
Y tú, eterno y sumo Padre,
que me escogiste por madre
del hijo de ti engendrado,
recibe en tus santas manos
mi espíritu en la partida,
para vivir nueva vida
en los gozos soberanos.
[fol. 3v] Los apóstoles – ¿Dónde vas, Madre de Dios?
¿Dónde vas que ansí nos dexas?
¿Dónde, Señora, te alejas?
¿Qué será sin ti de nos?
(San Juan da la palma a san Pedro.)
San Juan – Pues eres guarda y pastor
de la Iglesia militante,
esta palma triunfante
llevarás como mayor,
que es símbolo del madero
con que fuimos remediados
y havemos de ser juzgados
en el día postrimero.
(San Pedro buelve la palma a san Juan.)
San Pedro – La palma te pertenece
por tu santa puridad,
tu ferbiente charidad
acatamiento merece.
Quando Christo padecía
la Virgen al virgen dio,
y pues él la mereció
lleve delante la guía.
(Va la processión al coro bajo y llevan los apóstoles a Nuestra Señora en hombros, y delante de las andas va san Juan con la palma y san Pedro y el ángel.)
[SEGUNDO AUTO DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN]
[fol. 4r] Este auto es el que se haze el día de la asumpción de Nuestra Señora en la tarde. Gánase mucho haziéndola.
El Padre – Ángeles que sois criados
a la imagen de Dios,
conoced vuestro Señor,
adoralde, que os ha criado.
Adorad su gran poder,
adorad su gran bondad,
adorad su gran saber
con que os quiso criar.
Mirad vuestra hermosura
y de quién la recibistes,
conoced que sois criaturas
y criaros no podistes.
Adorad al que os crió
con tan grande poder,
adoralde porque os dio
libre y franco alvedrío,
adoralde porque es digno
ser de todos adorado.
Adoralde, hijos míos,
y seréis santificados.
Lucifer – ¿Quién eres tú que nos hablas
con tan grande magestad?
¿Quién eres tú que nos mandas
que te vamos adorar?
Muéstranos la tu figura,
pues oýmos la tu voz,
tú, que estás en las alturas
y dizes que eres Dios.
El Padre – Hijos, yo soy el que soy,
sin principio y sin fin,
yo soy vuestro Criador,
yo soy el que siempre fui.
[fol. 4v] Yo soy el que os crié
con charidad infinita,
para que de mí gozéis
y d’esta Gloria bendita.
Conoced que es toda mía,
que de vos no tenéis nada.
A la Magestad sagrada
adoralda, que es muy digna.
Lucifer – Di, ¿qué cosa es adorar,
pues mandas que te adoremos?
Aunque primero veremos
quién se merece adorar...
El Padre – Adorar es humillaros
so la mano poderosa
de vuestro Dios soberano,
que hizo todas las cosas.
A Él solo pertenece
adoralle de hinojos
con la boca y con los ojos,
porque solo Él lo merece.
También es mi voluntad
de ensalzar a un varón,
al qual havéis de adorar
y tenerle por Señor.
Ha de subir de la tierra
a ser conmigo una cosa,
y quiero que desde agora
le prometáis obediencia.
Lucifer – Vosotros no consintáys
en esto que avéis oýdo,
si alguno se ha de adorar
yo solo soy el más digno.
No ay aquí otro poderoso
que pueda ser adorado,
en este reyno precioso
yo devo ser ensalzado.
El Padre – Mirad bien lo que hazéis,
catad que os amonesto,
contra Dios no os levantéis,
que caerá vuestro cimiento.
[fol. 5r] Humillaos y someteos,
no queráis ansí ensalzaros,
por que no seáis derribados
donde no halléis remedio.
Lucifer – ¡Baja, baja de lo alto
tú, que ansí nos amenazas,
y veremos en lo bajo
quién tiene maiores alas!
Yo tengo alas tan lindas
que si empieço de bolar
tengo de poner mi silla
delante la Magestad.
(Aquí toma Lucifer la silla y la arroja en alto y dize...)
A mí tenéis de adorar
todos quantos sois criados, y si otra cosa pensáis
¡ayámoslo a las manos!
(Aquí se levanta san Miguel y dize...)
San Miguel – ¿Quién es el que se levanta
contra la gran Magestad?
¿Quién es el que siendo nada
con Dios se quiere igualar?
Güelgue tu divinidad,
nuestro Dios, y ten descanso,
que para por ti tornar
yo quiero tomar la mano.
Tú solo seas adorado,
poderoso, uno y trino,
Tú solo seas ensalzado,
pues que Tú solo eres digno.
Salga luego a pelear
el que se toma con Dios,
que lo quiero yo vengar.
¡Muramos aquí los dos!
Los que deseáis su honrra
salid luego aquí conmigo,
tomemos por nuestro Dios
contra este enemigo.
[fol. 5v] Con ayuda del Divino
y sin temor ni flaqueza,
mas con esfuerço de amigos,
¡empiécese la pelea!
(Ahora se matan las luzes y queda escuro, y comiençan a hazer ruydo como de pelea. Y habla el Padre y dize tres vezes que cese la pelea, y a cada vez cesa, y la postrera vez habla el Padre maldiziendo a los malos y, en cayendo los ángeles malos, encienden las luzes.)
El Padre – Yd, malditos, al Ynfierno,
donde está la mala andança,
que yo os juro por mí mesmo
que no entréis en mi holgança.
En esa perseverancia
de sobervia que tenéis,
en esa malicia tanta,
endurecidos seréis.
Para siempre quedaréis
sin tener conocimiento,
y sin fin os estaréis
en vuestro endurecimiento.
(Este dicho ha de ser a escuras.)
Los ángeles – Adorámoste, Señor,
porque criarnos quisiste,
adoramos el favor
con que vencernos hiziste,
adoramos la vengança
que hiziste con justicia
a los que con gran malicia
despreciaron tu alabança.
(Agora sacan las luzes.)
El Padre – Gozad ya de mi presencia
los que me avéis conocido,
yo os prometo, como amigo,
que nunca tengáis mi ausencia.
En mi vista y gran poder
oy seréis santificados,
[fol. 6r] para nunca poder ser
de vuestro Dios apartados.
Los ángeles – Hazedor de maravillas,
Señor Dios que nos criaste,
mira las sillas vazías
de aquellos que derribaste.
El Padre – Entre vosotros está
por quien han de ser pobladas:
es la Virgen singular,
digna de ser ensalzada.
Traédmela, mis amigos,
ella es la merecedora
de ser junta aquí conmigo,
como de todos Señora.
Venid, mi hija amada,
venid, paloma querida,
venid, esposa escogida,
ven para ser ensalzada.
Ven de Líbano, mi amada,
ven de Líbano, hermosa,
rubicunda plusquam rosa,
ven y serás coronada.
(Agora van los ángeles por Nuestra Señora, y se hincan de rodillas delante d’ella y dizen lo que se sigue...)
Los ángeles – Ven, Señora la más digna,
que te llama el alto Padre
para ponerte en su silla,
como de su hijo madre.
Ven, nuestra Reyna admirable,
por quien el Cielo se abrió,
que el Señor que te crió
te espera con gozo grande.
(Estando los ángeles de rodillas delante de Nuestra Señora, habla esto sentada...)
Nuestra Señora – Sicut cipres levantada
soy en el monte Sión,
sicut cedrus ensalzada
in Líbano sola soy.
[fol. 6v] In plateis di olor
de bálsamo y de canela
y quasi mirra, electa
di muy suave olor.
(Agora llevan los ángeles a Nuestra Señora hasta donde esté el Padre, cantando ‘O gloriosa Domina’. Híncase Nuestra Señora de rodillas y habla con el Padre lo siguiente...)
Nuestra Señora – La mi ánima engrandece
y alaba con gran firmeza
a ti, Dios, y a tu grandeza,
que toda gloria merece.
Alabo tu grandeza
y la tu suma bondad,
porque quisiste acatar
la humildad de la tu sierba.
(Aquí toma de la mano el Padre a Nuestra Señora y la asienta a su lado.)
El Padre – Esta es vuestra Señora,
vuestra Emperatriz y Madre.
Mis amigos, desde agora
le ofreced el omenaje
como a mi propia persona.
Quiero sea obedecida,
pues de todos es Señora
y no hay otra tan digna.
(Los ángeles de rodillas.)
Los ángeles – Como siervos y vassallos
te damos el omenaje,
cada uno suplicando
nos recibas por tu paje.
Nuestra Señora – Por hijos y por amigos
os recibo, y por hermanos.
Ayudadme, hijos míos,
a rogar por los humanos,
sientan ya los pecadores
que, pues ya soy ensalzada,
[fol. 7r] que para los sus dolores
en mí tienen abogada.
(Aquí se hinca de rodillas Nuestra Señora y habla con el Padre lo siguiente...)
Nuestra Señora – Padre mío perdurable,
pues que yo estoy en el Cielo,
sientan que en mí tienen madre
los que quedan en el suelo.
También pido, Padre eterno,
por este gozo inefable,
que nunca vea el Infierno
el que mi nombre llamare.
El Padre – Hija mía muy amada,
razón es seáis oýda
y que sea socorrida
por vos la natura humana.
(Agora asienta el Padre a Nuestra Señora y habla con San Michael.)
El Padre – Michael, mi grande amigo,
ven acá, pues lo has ganado,
con los más juntos conmigo
quiero que seas asentado.
Mi poder pongo en tus manos
para que todas las almas,
desde aquí lo ordeno y mando,
por ti sean juzgadas.
La vara de mi justicia
desde oy te la encomiendo,
pues venciste la malicia
del que mereció el Infierno.
San Michael – Señor, ¿quándo merecí
por tan pequeño servicio
que te acordases de mí
con tan grande beneficio?
Yo te ofrezco en sacrificio
mi espíritu y todo yo,
para todo tu servicio,
como siervo a su señor.
(Acábase cantando ‘Laudate Dominum omnes gentes’.)
[ORACIÓN DE JUANA]
[fol. 7v] Dijo el Señor, hablando por la voca de nuestra madre sancta Juana, que dixessen estas palabras a la hora de la muerte, que les serían grande ayuda, las quales son las que se siguen:
El Señor, que suelta los presos,
suelte a esta. Jesús, María.
El Señor, que alumbra a los ciegos,
alumbre a esta. Jesús, María.
El Señor, que sana a los contritos,
sane a esta. Jesús, María.
El Señor, que socorre a los necessitados,
socorra a esta. Jesús, María.
El Señor, que alegra a los tristes,
alegre a esta. Jesús, María.
El Señor, que perdona a los pecadores,
perdone a esta. Jesús, María.
El Señor, que salva a los indignos,
salve a esta. Jesús, María.
O, tú, Rey de los sanctos, confórtala.
Jesuchristo la defienda. Amén.
[COLOQUIO DE JUANA CON EL SEÑOR]
[fol. 8r] Estas palabras son un coloquio de nuestra madre santa Juana que tuvo con Nuestro Señor, y respuesta suya. Cántanse el día de la Cruz de mayo, que fue quando murió.
[Esposa] – Esposo, ¿si avéis oýdo
quién me robó mi sentido?
[Esposo] – Esposa mía, en verdad
no vos devéis maravillar,
que mi dulçura es tal
d’esto se havía recrecido [2].
Esposa, yo os lo diré:
vos tenedes muy gran fe
y a bueltas queréisme bien,
y a esta causa abrá sido.
Y no ayades d’esto pena,
que antes es dicha muy buena
que tengáis gracia tan llena,
pues que d’ello es Dios servido.
No seáis desagradecida,
ni estéis entristezida,
porque gracia tan crecida
publico vos ha venido.
Otras personas abría
que d’esto abrían alegría,
y de verse cada día
donde vos os avéis vido.
¡Y tenéis poca constancia,
y casi desesperança,
de posseer la folgança
que vos ha aparecido!
En Dios devéis esperar
y no vos debéis turbar,
que Él os puede salvar
porque es de bondad cumplido.
Y si ansí lo hazéis
cierto muy bien libraréis,
[fol. 8v] y si en virtudes crecéys
Dios oyrá vuestro gemido.
En las cosas celestiales
debe ser vuestro deleyte,
porque todas las terrenales
muy presto han fenecido.
Amiga mía muy serena,
vos sois ansí como abeja
que haze la miel muy nueva
y la labra de contino.
Y digo que en toda la tierra,
ni el val de la Çirolera,
no ay quien ventaja os lleva
en amar a Dios divino.
Y por aquesta razón
y porque os duele mi Pasión
y de pura compasión
se vos ha quitado el sentido,
y ansí perseveráis,
y si siempre ansí boláis
y atrás nunca tornáis,
hallaréis muy buen camino.
Essas vuestras compañeras,
mis amigas entrañables,
deben ser muy singulares,
no me echen en olvido.
Y pues yo las amé [2]
a ellas y las llamé
y del mundo las libré,
por d’ellas ser bien servido.
Ellas y tú de consuno,
sin ninguna dilación,
debéis servir a Dios uno
con amor mucho crecido.
Pues que sois ya dedicadas
en honor a Dios del Cielo,
trabajad por ser sagradas
a Dios bueno, uno y trino,
al qual siempre con amor
tened en el coraçón,
[fol. 9r] dándole vuestra afición
al que es poderoso Dios vivo.
Esposa, catad que miréis
que ni por eso no penséis
que algunas virtudes tenéis,
pues de Dios han recrecido.
Y si os he dicho algún loor
no es por vuestro valor,
sino por el del Señor,
de quien el bien ha salido,
porque en toda criatura
no ay sino malaventura
y es peor que basura
y contino está en peligro.
No penséis que he de dejar
de dezir y amonestar
lo que os he de enseñar,
pues soy maestro sabido;
y pues que sois vos mi esposa
avéis os de hallar dichosa,
pues que no es cosa penosa
mi aviso y mi castigo,
pues si vos a mí me amáis
más os he yo amado a vos,
y si por mí trabajáis
más he yo por vos sufrido.
Esposa, saber os hago
que yo os amo en tanto grado
que no ay tal enamorado
en este mundo nacido;
y antes que el mundo criase
yo de vos me acordé,
y aun antes que le ordenase
yo vos ube escogido,
que en mi voluntad crié
las cosas antes que fuesen,
y lo que yo más amé [3]
ánimas buenas an sido.
[fol. 9v] Los ángeles, con primores
criados en mayor grado,
a Dios an mucho alabado
en el Cielo muy subido;
son más claros que candelas
y rayos del sol que salen,
son más mucho que estrellas
y de gesto muy luzido.
Esposa mía, ya es tarde
y hora de recogimiento,
todo esto se bien guarde
en el coraçón metido,
y holgad en hora buena.
Y algún día por estrena
bolveré después de cena,
o antes del gallo primo,
y entonces me contaréis
las congojas que tenéis
y también las que después
de mi vista habéis tenido.
[Esposa] – Esposo, ¿si havéis oýdo
quién me robó mi sentido?
[SEGUNDO COLOQUIO DE JUANA CON EL SEÑOR]
Estas palabras dixo el Señor por su sanctíssima voca estando en el dormitorio de esta santa casa de la Cruz. Dichas el día de la comunión, ganan lo que ganó el buen ladrón en la Cruz, y la Madalena. Cántanse en el refitorio la octaba del santísimo sacramento.
Almas esposas amadas,
acordaos de aqueste día,
porque con mucha alegría
de Dios seáis consoladas.
Ya sabéis que Jesuchristo
en forma de pan es visto,
Dios y hombre Jesucristo
en la ostia consagrada.
[fol. 10r] Almas que vivís en regla
en la sancta Madre Iglesia,
pues tenéis tan rica impresa
no estéis desconfiadas.
Quando tomastes baptismo
esposo fue Dios mismo,
Él quitó vuestro abismo
infernal de almas perdidas.
Y después de encarnado,
Dios vivo se ha presentado
por todos crucificado;
las almas son redimidas.
Muéstrase con afición
a quien tiene devoción,
y a las vezes da perdón
de palabras bien sentidas.
Y por eso, esposas mías,
las que me adoráis agora
por estas estrechas vías
por buenas seréis avidas
en el Juiçio Final,
estando en mi tribunal,
en el qual me he de sentar
a juzgar gentes nacidas.
Pensando en este Juiçio
debéis, hijas, contemplar;
hallarse á muy repissa
la que siguió malas vías.
Dios mostrará su deidad
en potente magestad,
allí no hay negar verdad,
¡guay de las almas perdidas!
Justos no se hallarán,
los santos ý temblarán
quando a Dios vivo verán
con llagas aparecidas.
¿Qué harán los pecadores
que están tan llenos de errores?
En el fuego abrán dolores
de llagas muy desmedidas.
Esposas, sed inocentes
sin pecado entre las gentes,
lavad vuestra cara y frente
con lágrimas bien crecidas;
mejor es este deleyte
de pensar en mi Pasión
que otro ningún afeite,
solimán y aguas coçidas.
[fol. 10v] Ansí os hermosead
las almas todas, mirad
que mi alta Magestad
digna es de desposar luzidas.
Con vosotras hago pacto
en este día y rato
que nunca os seré ingrato,
pues estáis arrepentidas.
Lloraréis vuestros pecados,
dignos de ser despreciados
y del todo desechados,
a Dios siendo prometidas.
Acordaos cómo os dixe
en el vuestro consistorio
que os daría mi desposorio
como a esposas queridas.
Yo mismo quise rogaros,
por mayor cargo echaros
y por mucho más amaros
quando fuéssedes bendecidas.
Acordaos que os amé
y os di mi coraçón
quando en la Cruz pené,
sintiendo las mis heridas.
Acordaos que consentistes
Esposo tan soberano,
y acordaos que luego distes
la mano con alegrías.
Yo ansí mesmo os la di
por que fuéssedes benditas,
y de grado os di mi “sí”.
Sed preciosas margaritas,
las quales ando a buscar,
como buen negociador,
por la tierra y por la mar.
Almas son hijas queridas.
Acordaos que os compré
padeciendo cruel Pasión;
vosotras tenéis la fe
y yo sufrí las heridas.
Acordaos de mi gemido
y de todos mis tormentos,
mirad que os ube servido
prometiéndoos cien mil vidas.
Muy dignos servicios fueron
la vida que yo pasé
y la Passión que me dieron
con penas muy doloridas.
[fol. 11r] Y los mis prometimientos
debieron ser estimados,
guardando mis mandamientos
y las mis leyes luzidas,
las quales cosas guardadas
con gozo y con diligencia,
si por vos no quebrantadas,
prudentes sois y sabidas.
Algunos os dan esfuerço
diziendo de mí buenas nuevas,
cómo perdono yo presto
las ofensas cometidas.
Hijas, no confiéis tanto
en lo que oýs hablar,
rogad al Spíritu Sancto
que de sí os haga dignas,
para mientes, hijas mías,
que el mundo no vos engañe
con sus vanas alegrías,
ante mí aborrecidas.
No consiento ni me place
que de otro seáis amigas,
¡guay de quien pecados haze,
siendo vosotras tan mías!
Ansí que dizen verdad
que yo soy perdonador,
mas quitad toda maldad
ante vuestro Criador.
Si no os hallastes allí
quando mi desposamiento,
agora vedesme aquí
a vuestro contentamiento.
No estéis entristezidas
siendo en cantidad muchas
(alma, si bien me scuchas,
muchas más son redimidas),
porque las almas esposas
en el sancto baptismo
se me aiuntaron todas;
yo recebí a quien me quiso.
Entonces, como sabéis,
doy las joyas y anillos,
(como quenta santa Ynés,
que supo muy bien sentillos),
porque entonces las almas
renuncian a Satanás
y se le dexan atrás,
por ser a mí allegadas.
[fol. 11v] Esto digo a quanto faze
a lo de mi desposorio,
al qual digo que me plaze
cumplir lo que es notorio.
Dios mi Padre es contento
de vuestro convertimiento,
y aunque seáis más de ciento
todas sois establecidas.
Quando aquella palabra,
hijas mías, yo vos di,
el Cielo conmigo estaba
allí en rededor de mí.
Ángeles muy soberanos
estaban allí conmigo,
y todos mis cortesanos
de la Gloria por testigos.
Y sí, los angeles que os guardan
estubieron allí presentes
y me dieron los anillos
por vosotras las ausentes.
Pues tales testigos ay
de vuestro querer y el mío,
ý no queráis más pecar,
pues tenéis libre alvedrío.
Oígame quien me oyere,
entiéndame aora alguien,
esto digo para quien
ama a Dios y le sirviere.
Quien ansí esto no haze
no está en gracia de Dios
y no merece salvarse.
Hijas mías, salvaos vos.
Esposas mías, si os plaze
las mis palabras oír,
harto provecho vos hazen
si lo queréis bien sentir.
Devéis llorar y gemir
las que en algo avéis errado,
Dios quiso redimir
y quitar vuestro pecado.
Arrepentirse del mal
es bueno a toda persona
y a Dios gracia demandar,
porque Él con esto perdona.
Con deseo de enmendar
la su vida venidera,
su alma pueda descansar
en la Gloria verdadera.
[fol. 12r] Y yo no tengo olvidado
vuestro servicio y fervor,
mas mayor es mi amor
con que yo os ube amado.
En mí, hijas, esperad
como en padre, señor y esposo,
y en mí os consolad,
pues que soi Dios poderoso.
En la Cruz me desposé
tiniendo grandes amores,
y mi sangre derramé
por todos los pecadores.
Debéis os satisfazer,
pues mi sangre nos juntó
para una cosa ser
almas vosotras y yo.
Y esto, hijas, creeréis
por que no os halléis en vano,
y si aun aora queréis
luego os daré la mi mano.
Allí está una imagen mía,
que tiene la virgen madre
delante sancta María.
Podréis vuestra mano darme
y allí podréis jurarme
que vos queréis enmendar
de vuestros yerros pasados;
con propósito ý rogarme,
que aunque al parecer
es muy pequeño mi bulto,
soy maior que el Cielo junto,
como lo devéis saber.
Sentildo con esperiencia
de mis grandes obras tantas,
como son muchas y altas
por mi imperial potencia,
y por haverme encerrado,
no cabiendo en mil mundos,
en aquel vientre sagrado
en el qual hize estos nudos,
que cierto allí estuvo Dios
en aquel bulto del Cielo,
que vino a sanar a vos
y daros dulce consuelo.
Dios, mi padre celestial,
es el que da vida y gracia
para le amar y honrrar,
Él es digno de alabança.
[fol. 12v] Nuestra noble Deidad,
el Hijo y el Spírito Santo
todo es una Magestad,
Trinidad y un Dios muy alto.
Y si el cuerpo se tomó
de la Virgen de prudencia,
aquel se organizó
para poner Dios su esencia,
y la esencia de Dios vivo
es la alta Trinidad.
No la puede hombre nacido
comprehender ni palpar,
y para esto remediar
ordenó el alto Poder
Dios vivo hazerse hombre,
para la comprehender.
Y por eso, hijas mías,
devéis os mucho esforçar,
no seáis flojas ni tibias,
por que de Él podáis gozar.
Y aunque a vosotras, hijas,
aora esto he hablado,
a otras no he desemparado,
doiles joyas y sortijas.
Aora quiero fablar
con ellas y con vosotras;
no queráis d’ello penar,
pues que sois hermanas todas.
Ya sabéis que soi Esposo
de la Iglesia universal,
obligueme a dar reposo
al linaje humanal.
Los que salvarse desean
con fermoso fervor
es razón mi gloria vean,
y yo les muestre mi amor.
En toda la christiandad
hago que suene mi voz,
santa Iglesia de bondad.
Almas, entendeldo vos.
Ansí hombres como mujeres
deseo gozéis la Gloria.
Alma, tú mira si quieres
tener a Dios en memoria.
En el Paraíso ay bienes.
Alma, tú no seas floja,
aunque grandes penas tienes
en la tierra de congoja.
[fol. 13r] Mas para alcançar la corona
en la Gloria por venir,
hija mía, tu persona
lo debe todo sufrir,
y debes muy bien vivir
a Dios amando y sirviendo,
y lo malo despedir,
tu fe en solo Dios poniendo.
Almas, hijas paramientes,
a todas he yo hablado,
y entre devotas gentes
esto será bien empleado,
y las ánimas cristianas
que tubieren la mi fe
hallarse an muy hufanas,
porque yo las salvaré.
Yo soy el que vivo siempre.
Almas, convertíos a mí,
pues que sois todas vivientes;
la paciençia yo os la di,
yo, el Dios muy honesto,
Jesucristo combidando.
Trabaja por subir presto,
pues Dios os anda llamando.
Corred, hijas, sin tardar,
no queráis venir despacio,
porque en mi alto palaçio
vos deseo aposentar.
Ámoos como esposas,
heredaisme como hijas,
seréis blancas y hermosas,
¡con razón te regozijas!
En el Cielo, generosas
muchas son las almas buenas.
Hijas mías religiosas,
sufrid en paciencia las penas;
ángeles os servirán
porque a mí mucho me amastes,
y ellos vos ensalçarán
en la Gloria que ganastes.
Ganad, hijas, tan gran gloria,
ganalda y no la perdáis,
porque si la desecháys
vana fue vuestra victoria.
Tener buenos pensamientos,
hazed fuerça a vuestras almas,
sufrí en paçiençia tormentos,
por que ansí las hagáis salvas.
[fol. 13v] No os espantéis de las penas
que en el mundo padecéis,
que sigún vuestras ofensas
maiores las merecéis.
Hijas mías, gozaos contino
en la esperança de mí,
y en papel de pergamino
mis palabras escribid,
por que si alguien las pidiere
para las trasladar,
y si deboción tubieren,
se las podades prestar,
que para entre los hermanos
buena es la charidad.
Amaos unos a otros,
que esta es la ley de verdad,
amaos con afición,
onesta y prudentemente,
y no con alteración
desonesta y neciamente.
Amad vuestra salvación
y unos por otros rogad,
por que ayáis consolación
en el reyno celestial.
Aveos siempre piedad,
socorredvos cada día,
por que en el reyno celestial
Dios vos dé toda alegría.
Hijas mías, paramientes
fe y amor es lo que os pido,
porque está el mundo perdido
siendo muy malas las gentes,
que no les basta su mal
que contino ellos hazen,
mas quieren os engañar
diziéndoos lo que les plaze.
Esto digo, hijas mías,
porque ay algunas personas
que en pecados y blasones
despenden todas sus vidas,
que infinito es malmirado
tan grande abominación.
No ay temor ni devoción
con que sea remediado,
Dios casi está ya olvidado.
Mira, almas, qué gran mal,
cómo ha de ser amansado
Dios eterno divinal.
[fol. 14r] Siempre busca coraçones
y con muchas obras buenas,
¿cómo ha de dar perdones
pues tú buscas siempre penas?
La clemencia de Dios vivo
es muy grande en cantidad,
Él te da a gustar su cibo
y cuerpo de magestad.
De grado es perdonador
quando halla humildad
y contrición del error,
con deseo de bondad.
Mirad quán largo que os ablo,
hijas, si bien lo sentís,
mi gracia tuvo san Pablo
y bueno es esto que oís.
Trabajad por vivir bien
en este mundo de guerras,
que al Cielo podéis subir
aunque el demonio os dé guerra;
porque su officio es
de aquel mal guerreador,
siempre le renunciaréis
con virtud de gran vigor.
Su crueldad no vos enoje,
pues no os podrá empecer
a alma que se recoge
a Dios por se guarecer.
Él es lleno de tinieblas
y en su lengua ay gran dolor,
y con amargas tristezas
os quieren quitar mi amor,
y con vanas alegrías
dejan recrear vuestras almas.
Dejalde, hijas, en calma,
que mejores son las mías;
desechalde, hijas mías,
y armaos con la mi luz,
que no son nada sus vidas
quando parece mi Cruz.
Hazed mucha penitencia
por servir a Dios muy alto,
porque la mucha pereza
no vos cause algún gran llanto.
Pues que havéis pecado harto
devéis ya de os enmendar,
por que en la otra eternal
no lo ayades de pagar.
[fol. 14v] Ya sabéis, esposas mías,
que vienen buenos y malos:
los buenos con alegrías
y condenados los malos.
Y pues otra vida ay
y también resureción,
quien oy haze algún mal
Dios haze la vengación.
Bien es andar sobreaviso
los que en la tierra moráis,
porque ganáis Paraíso
todos los que a Dios amáis.
El Cielo, reyno precioso,
con él tened afición,
desealde más que tesoro,
y a mí por su gualardón.
Tened, hijas, devoción
y daos a Dios contino,
no ayáis participación
en ese mundo mezquino,
y pues ya le avéis dexado
con desdén y con denuedo,
y que es malo avéis hallado,
no sigáis mal pensamiento.
Y si en él ay algún bien
que parece deleitoso,
más deleites tiene el rey
Jesú en su reyno precioso.
Y siendo Él muy dulce Esposo
y de preciar y estimar,
el alma, su dulce esposa,
consigo desea aiuntar.
Él la ama como esposa
y con ella se deleita,
llámala ‘amiga’ y ‘ermosa’
y le dize que le abra la puerta.
Contino está Él esperando
que ella le codicie abrir,
no debe de estar tardado
la que le ha de recibir.
Aquestas cosas he dicho
a las mis hijas de luz,
a las amigas de la Cruz,
no las pongan entredicho.
No se ha puesto entredicho
para no las dibulgar,
porque son buenas razones
y podrán aprovechar,
[fol. 15r] y aun para suspirar
qualquiera alma devota,
si no es tan simple y mortal
que a Dios esté remota.
Y en esto acabo, amigas,
suplicad por bendición.
Padre mío, tú las bendigas,
pues me tienen deboçión.
Recibí aora perdón
de los pecados passados,
si d’ellos ay contrición
y estuvieren confessados.
Aved, hijas, alegría
y encomendaos a mi Madre;
llamad a santa María,
ella os ofrecerá a mi Padre,
ella es buena abogada
y quita la confusión,
si el alma está turbada
y no alcança confesión.
Pedilde la bendición,
ella bien la puede dar
y por vosotras rogar
que hagáis satisfación.
El ángel de vuestra guarda,
cada uno a cada una,
llamalde, que nunca tarda,
por vosotras siempre pugna
y es buen negociador,
ante Dios procura bienes.
Alma, pues aquí me tienes,
goza de todo mi amor,
¡a mi secreto dulçor!,
pues soi Dios tu Criador,
contino perdonador
de qualquier culpa y error.
Deo gracias. Fin.
[RELATOS DE SUCESOS EXTRAORDINARIOS OCURRIDOS EN VIDA DE JUANA]
[fol. 16r] En el tiempo de nuestra madre santa Juana, resplandecía en esta santa casa de la Cruz tanto la santidad de las religiosas d’ella, que todas sus pláticas eran celestiales, enamoradas de Dios y de su santa Madre y de los ángeles y santos, de suerte que dixo el santo ángel san Laruel a nuestra madre santa Juana: “Tanto pueden tus hermanas ablar de nosotros, los ángeles, que se tornen en condición angelinas”. Juntábanse las religiosas en quadrillas para hazer penitencias y pedir a Dios mercedes y a su santa madre santa Juana, diziéndole las religiosas: “Señora, pida Vuestra Reverencia al Señor nos otorgue mercedes, ordenando cofradías”, pidiendo fuesse su santa Madre la patrona d’ellas. Y el Señor, como tan poderoso y amigo de que le pidamos, repondía a nuestra madre que le placía. Y ansí dezían las religiosas en las mercedes que pedían en las cofradías: “Suplicamos a la Señora Patrona que nos sea concedido esto que pedimos, para ayuda agradar a Dios, y a la hora de la muerte, amparo y socorro”. Respondía Nuestra Señora que le placía de alcançar lo que le pedían y de ser su patrona. Otorgoles el Señor en las cofradías grandísimas gracias, y llamaban las monjas a Nuestra Señora [fol. 16v] la Señora Patrona, y otorgolas el Señor allá en el Cielo cosas tan grandes que se quedan para las que las gozaren, y no para entendimientos humanos. Las cofradías están escritas en este libro y concedidas al Señor para ellas y las por venir. Tenían tanta comunicación las religiosas con los celestiales por yntercessión de nuestra madre santa Juana, que una monja, estando en contemplación de la Passión del Señor, escrivió una carta a Nuestra Señora, y el santo ángel san Laruel se la cogió y la llevó al Cielo. Y nuestra madre santa Juana, estando arrobada, la vio en manos de Nuestra Señora, que con grande demostración de amor la leyó, y se le cayeron encima de la carta unas preciosas perlas de sus ojos y dijo: “Juana, dile a Fulana que estas bastan por respuesta”. Y, bolviendo de la arrobación, dijo a la monja lo que avía visto en el Cielo, y el ángel la tornó al lugar de donde la tomó. Y las religiosas la tubieron y tienen en mucha veneración, porque oy día ay en esta santa casa pedaços d’ella.
Estando una religiosa d’esta casa fuera d’ella por la [fol. 17r] obediencia, estando en oración, hizo una copla a Nuestro Señor, y al cabo de algún tiempo bolvió a este convento. Y estando el Señor hablando con nuestra madre santa Juana le dijo: “Dile a Fulana que se acuerde de tal copla que me hizo, estando puesta en la cruz del claustro del monasterio de donde vino”. Y entonces el Señor la respondió a ella en metro. Nuestra madre santa Juana las hizo escribir, que ansí se lo dijo el santo ángel lo hiziese. Y en este modo de responder el Señor en metro a las monjas ubo mucho. Deçía la santa Juana: “Por que veáis, hijas mías, lo que el Señor quiere esta santa casa de su Madre y con la reverencia que aviades de andar en ella, os quiero deçir que muchas veçes veo al Señor Esposo pasearse por el claustro en traje de galán, cantando muy dulcemente, tañendo una vigüela de oro; y dezía el Señor:
Esta casa, Padre,
es de mi santa Madre.
Esta casa y este lugar
no le entiendo olvidar.”
[fol. 17v] Una monja era sacristana y acabava nuestra madre santa Juana, que era abbadesa entonces, de darle cantidad de ynçienso para el officio, y arrobose nuestra madre. Y en este tiempo fue la sacristana a calentar el horno, y enfaldose los braços para quemárselos por penitencia, y con actos de amor echaba los puñados de la paja, offreciéndolo al Señor por incienso. Recibió Dios su yntención y vio nuestra madre el Cielo lleno de humo de yncienso; preguntó a su santo ángel qué humo era aquel, respondiola diziendo: “Allá es de tu casa, tu sacristana”. Y bolviendo de la arrobación llamó a la sacristana y díjole: “Amiga, ¿cómo avéis gastado todo el yncienso que os di, que he visto el Cielo lleno de humo?”; y ella entonces la dijo: “Ay, señora, que no he llegado a ello, sino que calenté el horno con esta yntención. ¡Bendito sea el Señor, que lo ha recebido!”.
Hablando Nuestra Señora con nuestra madre santa Juana la dixo: “Di a tus hermanas que se traten con crianza, porque es parte de paz”.
[fol. 18r] Hazían tantas penitencias aquellas bienaventuradas religiosas, rebolcándose desnudas en los cardos, entrándose en el agua elada, quebrantando los yelos y entrando debajo d’ellos. Y nueve días antes de la natividad del Señor se aparejaban tiniendo cada noche una hora el yelo desnudas, y algunas vezes tres horas, tanto que se quitaban cantidad de escarcha de las cabezas; y esto en reverencia de Él y en lo que padeció el Niño recién nacido.
Otras se metían en el horno abrasando, otras se echaban calderos de agua por ençima de los hombros en memoria de la desnudez que tubo el Señor en la Cruz y en el Jordán; y con esto muchas disciplinas de sangre y ásperos silicios y continua oración y los maytines a media noche.
Preveníanse para las fiestas de Dios y de su santa Madre en echar suertes para vestirlos. Y estos vestidos los hazían de penitencias, ayunos y oración, fabricándolos en su imaginación, y el santo ángel san Laruel, por medio de nuestra madre santa Juana, les daba la industria [fol. 18v] y significación de las colores, y dezía: “Diles a tus hermanas que lo que hizieren de color blanca apliquen ‘Avemarías’ y el himno de ‘O Gloriosa’ y la ‘Magnífica’; y para lo carmesí, el ‘Anima Christi’ y el rezo de la Passión; para lo verde la ‘Salve’; y lo morado el ‘Miserere’; y para oro ‘Paternostres’; y el ‘Salterio’ todas colores”. Y dixo más el santo ángel: que para la pedrería el ‘Credo’, que es piedra preciosa, y que el ‘quiqunque vult es carbunco y Jacinto’, “y que d’esta manera harán y guarnecerán los vestidos. Y diles que el ámbar significa el officio de nosotros, los ángeles, para hazer lo que quisieren”. Y con estas cosas andaban absortas en Dios.
Una monja, estando rezando en una imagen de la oración del güerto, llegó a besar el pie al señor san Juan Evangelista, y habló el santo en su imagen y dijo: “Igual havías de hazerme unos çapatos...”. Y la santa Juana oyolo y sonriose, y la monja importunola le dijese de qué se havía reýdo, y al fin se lo dijo; y la monja, llena de espíritu, ordenolos en su imaginación de oración [fol. 19r] y penitencias, que no durmió en toda aquella noche. Y al amanecer entró el santo por la cámara donde estaba la santa y sonaban mucho los çapatos, y díjole la santa: “¿Cómo viene Vuestra Hermosura con esos çapatos?”. Dijo el santo: “Ansí me los hizieron“. Y d’esta suerte supo la religiosa cómo su oración avía sido oýda, y como andaban en espíritu eran sus entretenimientos estas pláticas. Y vínolo a saber una religiosa y hízole otros çapatos para su fiesta, procurando grande pureza en su alma. Apareciósele el santo a la santa Juana con ellos muy pulidos, y ansí tornó con ellos a visitar a la santa. Y esta imagen está oy día en la capilla de la güerta, que era su oratorio de la santa Juana. Está vestido el santo de blanco y la capa colorada, y los pies descalços en una tabla.
Veýa la santa Juana, quando yban las monjas a fregar, cómo yban con tanta presencia de Dios que los santos ángeles les ponían sortijas en las manos, y lo mismo hazían quando hazían otras cosas de humildad y charidad. Y quando acudían puntualmente a la obediencia les ponían guirnaldas [fol. 19v] en las cabeças, y a las que eran rebeldes a la obediencia veýa la santa que les davan un bofetón el ángel de su guarda.
Criábase una niña en esta casa que se llamaba Bernarda, y asomose a un poço o noria, y estaba entretenida mirando su sombra abajo, y el santo ángel Laruel dijo: “Juana, imbía por aquella niña a la noria, que está el demonio abajo del agua llamándola con modo de niña, diziéndole “Anda acá conmigo”, con intención de ahogarla por que no llegue a grande, que tiene barruntos que ha de ser sierva de Dios”. Y fueron las monjas que tenían quenta con la santa y hallaron que se quería echar, y llebáronsela a la cama donde estaba tullida.
Entró un día el ángel que se llama san Potens por la cámara donde estaba la santa, diziendo: “Juana, por el camino viene una donzellita que traen a concertar para monja, yo la quiero para mí, que me he enamorado d’ella por señas que es morenita; y yo la he venido escudereando y haziéndole sombreritos con las nubes, por que no la queme el sol”. Y desde a poco llegaron con ella, la qual fue después [fol. 20r] devota d’este santo ángel, el qual dijo a la santa Juana que el Señor le avía dado cargo de regir las nubes. Y las monjas, como sabían esto, quando venían tiempos secos cogían a la devota y echávanla una soga a la garganta, y llevávanla en processión del agua, diziendo al santo ángel que no soltarían a su devota hasta que lloviesse; y con tal fe lo hazían que llovía. Y ansí havía y ay particular devoción con este santo ángel, y es de costumbre en las processiones del agua nombrar en la letanía a san Potens.
Una religiosa que se llamava María de la Madre de Dios tenía gracia de arrobarse. Vio una vez entrar por la puerta de la iglesia a María Evangelista, que era ya difunta, con el libro que escrivió, que se llama Santo Conorte de los sermones que el Señor predicó por la voca de nuestra madre santa Juana, la qual dixo que era de oro; y en la otra mano, una cruz verde. Y esta señora María Evangelista no sabía escrivir, y el Señor le dio gracia para que escriviesse el santo libro, y dijo a esta religiosa que la vio cómo el Señor le avía dado mucha gloria porque le havía escrito. Treze años predicó el Señor y de solos los dos postreros se escribió este santo libro. [fol. 20v] A persuasión del sancto ángel Laruel, púsole el Señor este título de Conorte y concediole el Señor muchas bendiciones y virtudes contra los demonios y tempestades, que mandó el santo ángel que quando alguna estubiesse en pasamiento le pusiessen algo de la lectura d’este libro para defensa del demonio. Y en las tempestades manda la prelada saquen el santo libro o sus traslados, y se ha visto cesar la tempestad muchas vezes. Y las quentas que llaman del santo Conorte, que son unas pardas gordas, dixo el santo ángel, quando las truxo del Cielo: “Estas traen las gracias del santo Conorte”.
Una religiosa havía alcançado don de lágrimas y con grande humildad conocía que no eran dignas que el Señor las recibiese, y viendo el Señor su humildad embiola a consolar con nuestra madre santa Juana, que diziéndole ella “Señor, supplico a Vuestra Magestad se acuerde d’esta religiosa”, le respondió: “Dila de mi parte que se vaya para otra Magdalena”. Esta misma religiosa lloró quando se fue su padre spiritual, que era muy religioso, y fue reprehendida del sancto ángel por nuestra madre santa Juana, y dixo: “Di a Fulana que no se ha de llorar sino por compassión de la Passión del Señor o por havelle ofendido”. Y ella, viendo aquello, propuso de no [fol. 21r] llorar más en semejante causa. Y llegando el tiempo de yrse otro no lloró, y díjole el Señor a la santa Juana: “Dile a María de los Ángeles que las lágrimas lloradas se perdonan por las no lloradas”.
Esta misma fue enfermera y, hallándose algo cansada, queríalo dejar, y perseverando en este pensamiento dijo el santo ángel a nuestra madre santa Juana: “Dile a María de los Ángeles que no dexe el officio, que si le dexa la traeré arrastrando por la enfermería de los cabellos”. Y tomando la religiosa esta reprehensión por grande favor, perseveró en el officio casi veynte años.
Esta bienaventurada tenía otra hermana en esta casa religiosa, y el padre d’ellas se llamaba el Licenciado de la Cámara, al qual vio nuestra madre santa Juana en el Cielo, y la habló y dijo: “¿Cómo están mis frutos de bendición? Encomiéndamelas, y yo ando suplicando me traiga la chica a estos santos reynos”. Buelta la santa de la arrobación, díjoselo a María de los Ángeles, que era la mayor, y ella no se conformó con que su hermana se muriesse; suplicó al Señor se la dexasse, y viendo el Señor la flaqueza de su ánima [fol. 21v] le embió a dezir que escogiesse una de dos: o que se la diesse luego o que si se la dexava avía de ser con pensión de vivir con grandes enfermedades. Y ansí fue que las tuvo las mayores que se an oído. Y ansí dijo el santo ángel a María de los Ángeles: “Pues has suplicado por la vida de tu hermana, el poderoso Dios te embía a dezir que padecerá tanto tu hermana que passará de esta vida con méritos de mártir, y que la pondrá entre los mártires”. Duró algunos años cortando de su cuerpo cada día carne y jamás se quejaba, y ansí acabó santamente. Llamávase Isabel de Jesús. Y María de los Ángeles era muy temerosa de la muerte, y embiola a dezir el Señor con el santo ángel Laruel, con el qual tenía grandes colloquios, que Él le prometía quitarla el temor de la muerte y que no la sentiría. Y la madre de Dios la embió otro recaudo con el mismo ángel, prometiéndola que se hallaría a su muerte y recibiría su alma en sus manos, en una toalla de los méritos de su hijo, y la presentaría al Padre eterno; y que tres horas avía de estar en Purgatorio y estas serían en el valle de Josafad, con tal que perseverase en lo començado. Y desde entonces fue más adelante en la perfeción, y acabó en ella. [fol. 22r] Y después de muerta, quedaron con su cuerpo tres frayles y se durmieron junto a él, y sobrevino tan gran fragancia de olor que los despertó a todos. Y esto es una tilde de lo que d’esta religiosa se podía dezir, y de otras muchas de las compañeras de la santa.
Veýa santa Juana a sus monjas en el Cielo en diferentes figuras, conforme el espíritu de cada una, y admiraba de ver a una en la de tigre (preguntolo a su santo ángel qué quería ser aquello, y díjole que porque era aquella religiosa tigre para el demonio, y le vencía) y otra de paloma y ansí en differencias. Una religiosa estava haziendo un bolsillo y su pensamiento, en el Cielo, ofreciéndoselo a Nuestra Señora. Y este tiempo estaba nuestra madre santa Juana arrobada y vido a Nuestra Señora con el bolsillo al lado, como lo consideraba la monja, y preguntó al santo ángel qué bolsillo era aquel, y díxola: “Allá es de tu casa, que Fulana se le ha imbiado”. Y la santa, de licencia de Dios, se lo dijo a la religiosa, la qual dio gracias a Dios, que avía recebido tan pequeña obra.
Una religiosa andaba en su coraçón con actos de amor a san Juan Baptista, diziendo: “Señor, tanto como yo bien abrá [fol. 22v] quien os quiera, pero más es imposible”. Y el glorioso santo la imbió un recaudo con la santa Juana, diziendo: “Dile a Beatriz del Espíritu Santo que yo recibo sus servicios, y que sepa que ay quien más me quiera que ella, que es una romera que pide de puerta en puerta, que con las blanquillas que le dan me haze la fiesta”.
Hablando la santa Juana con el glorioso san Juan Baptista sobre su niñez, al fin de muchos coloquios que pasaron entre los dos, le preguntó la santa cómo le avía ido en el desierto. Como era tan chico y tierno, díjola cómo a la hora de tomar un poquito de sueño venía una sierpe “y se hazía rosca para que yo me echase y con su calor passaba, y alrededor de mí se cercaban el león y la onça y el lobo y el tigre y los demás animales feroçes, y con su bao me calentaban. Y quando mi corpeçito estaba traspassado de necessidad, venía el santo Cordero a mis braços y con su tacto quedaba harto y confortado [4]. Y d’esta manera pasé hasta que el Señor me mandó salir a predicar1. Y yo te digo, Juana, que salí de los grandes trabajos del yelo y sol con tal figura que no parecía persona humana”.
Era de costumbre en esta casa dar al pueblo de Cubas, [fol. 23r] la mañana de san Juan Baptista, una imagen de bulto del mismo santo que está en una caxa en el coro alto, que es de penitencia antiguo hombre barbado, por que no se entienda que es la del niño. Y viniendo por él, estándole adereçando en sus andas la santa y las monjas, hablolas el santo en su imagen y dijo: “Juana, di a las monjas que se den prissa, y acaba ya de adereçarme y ponerme la albahaca, que soy muy amigo d’ella, que vienen ya los moços con su dança de espadas por mí”. Y asomáronse las monjas y viéronlos que ya venían. Y esta es la imagen que vio la santa que el cordero que tiene en la mano le lamía el rostro, y que era contra las tempestades.
Hablando san Santiago el Mayor con nuestra madre santa Juana, entre otras pláticas y coloquios que tubieron, le dijo: “Tan chico se está este pueblecito, Cassarrubuelos, como quando yo estaba en España y prediqué en él”.
Hablando nuestro padre Adán con la santa Juana le dijo, en modo de queja, que no se acordaban d’él los humanos, si no era para murmuralle, y que estaba siempre rogando a Dios que se salvassen todos sus hijos. Y nuestra madre Eva habló a la santa muchas veçes, y dixo nuestra madre [fol. 23v] que era hermosísima y que la veýa como de edad de treynta y tres años, y que parecía mucho en las faciones a Nuestra Señora, y en el habla.
Quando estaba tullida nuestra madre santa Juana tenía muchas visitas de los santos y santas, entre las quales la visitava nuestro padre san Francisco, y dezía la santa que quando hablava de las monjas las llamava ‘mis filias’; y san Antonio de Padua le traýa al Niño Jesús; y san Acacio con sus diez mill compañeros. Y díxole el santo ángel a nuestra madre que, passado el Juiçio Final, abía de aver una escala desde Jerusalem al Cielo, para que los celestiales bajassen a adorar los lugares sanctos donde andubo nuestro Redemptor, y que ni más ni menos avía de aver otra escala desde la cámara donde estaba nuestra madre santa Juana al Cielo, y más le dijo: “y esta escala ha de ser desde este lugar donde tú estás, porque a esta cámara la llaman en el Cielo la cámara de los ángeles, por los muchos que bajan y suben a este santo lugar, que habló el Señor en él”.
Veýa la santa Juana que entraban los ángeles por entre la tierra y edificios a adorar las arenitas donde Nuestra Señora puso sus pies, quando apareció tantas vezes en esta santa casa y lugar.
[fol. 24r] Dijo Nuestra Señora a nuestra madre cómo escogía desde el vientre de su madre a las religiosas que traýa a su santa casa; más dixo Nuestra Señora a nuestra madre: que tenía alcançado de su precioso hijo muchas misericordias a todos los que mirassen por su santa casa, hasta quien cogiesse oja para la lumbre. Siendo nuestra madre santa Juana tornera, llamó al torno señor san Andrés Apóstol y ella fue a responder, y como le conoció díjole nuestra madre: “¿A qué buena Vuestra Hermosura por acá?”. Respondió el apóstol: “Vamos yo y mi compañero san Nathanael en hábito de pelegrinos a Cubas”. Y en esto tañeron a vísperas en la iglesia del mismo lugar, que es vocación de san Andrés, y díjole el santo: “Quédate con Dios, que tañen a vísperas en mi yglesia y voy a hallarme en ellas”. Y las monjas supiéronlo y fueron al zaquizami a verlos.
Otra vez llamó el santo ángel san Laruel al torno, la santa respondió y el ángel bolvió el torno y dijo: “Juana, toma allá essas quentas, que se le cayeron a un pelegrino camino de Santiago, y te las traigo”. La santa las recibió, dándole muchas gracias por las [fol. 24v] mercedes que siempre la hazía. Y estas quentas son dos açules grandes, y la una está en el coro alto oi día, en la ventana de las quentas. Y no solamente el ángel y santos llegaban al torno, mas la misma Reyna del Cielo y su hijo precioso, como más largo está escrito en la vida de esta santa, puniéndole la Reyna del Cielo el Niño Jesús en el torno, llegando la santa con pensamiento que el torno era cuna para mecerle.
Estando la santa Juana arrobada en el Cielo llegó a ella un niño y díjole: “Yo soy de tal reyno, donde se me haze fiesta, que subí a este reyno de los Cielos por corona de martirio, siendo de edad de cinco años, y llámome san Andrés. Diles a tus monjas que se acuerden de mí, que yo me acordaré d’ellas, y en particular a Fulana, que la quiero para mi amiga. Mi día es a diez y siete de junio”. Y esta devoción dura en esta santa casa con este santo oy día, y dijo este santo que quería tanto a sus devotas que, si fuera menester tornar a este mundo a padecer por ellas, lo hiziera de muy buena gana.
Entre los muchos ángeles que en particular hablavan a la santa Juana en el Cielo y la pedían los ayudase a rogar por las provincias que tenían a cargo, son ochenta y quatro, y [fol. 25r] supiéronlo las monjas de esta manera, que en bolviendo de los raptos, la importunaban les dixiesse algo para su consolación, y la santa les dezía: “encomendá a Dios, hijas mías, a tal provincia o tal reyno, que yo os digo que el ángel su custodio, a quien Dios se la dio a cargo, me ha dicho que está dada sentencia del poderoso Dios de destruilla, y me ha pedido le ayude a rogar por ella; hazeldo vosotras también para que se enmienden y alce Dios su yra”. Y estando con ella hablando, llegaban otros y nombrávanse unos a otros, y algunos le pedían lo mismo, y ansí sabía sus nombres y los hizo escrivir; y estos ángeles dezía que eran de los muy altos. Y dijo la santa que el ángel que se llamava san Zupiel es el del güerto, quando el Señor estaba orando en él; y que señor san Laruel fue ángel de guarda del rey David y de san Gregorio y de san Jorge, “el mismo ángel san Laruel, mi guardador, me lo ha dicho, y díxome más: “Yo he pedido al poderoso Dios que tú seas la postrera alma que guarde, y he suplicado al poderoso Dios me haga general del Purgatorio y hámelo concedido”. Y muchas vezes me lleva consigo al Purgatorio y le veo entrar por las llamas, [fol. 25v] y saca muchas y me las da a mí que las guarde mientras entra por otras ánimas, y llevamos muchíssimas. Y los demonios dan muchos ahullidos y dizen: “Este rapa almas... que no basta lo que haze con la que trae consigo, sino que viene a despojar el Purgatorio”. Y véole esgrimir con ellos con una espada, otras vezes le veo echar anzuelos y pescar almas, y dízeme más mi santo ángel: que de todas las personas que os tocan tiene cuydado”.
[JUANA DESCRIBE A SU ÁNGEL]
Hablando la santa con sus monjas del lugar donde el ángel la ponía quando se arrobava, y fiestas de la ciudad de Dios y la ermosura de los edificios y moradores d’ella, dize: “¿Decísme, amigas, que os diga de mi santo ángel? Paréceme que no ay cosa en la tierra, por hermosa y preciada que sea, a que se pueda comparar. Es muy hermoso donzel y muy más resplandeciente que el sol, blanco y colorado, rubio y muy claríssimo, y de muy suavíssimos olores, e de bulto muy precioso, e de gesto muy sereno, e grabe persona de muy gran reverencia e dignidad. Tiene alas de colores e pinturas, las quales no le nacen de las vestiduras, mas de su mesma persona, y assí como los otros santos ángeles les nacen alas de sí mesmos. La vestidura del santo ángel [fol. 26r] mi guardador es de ynestimable valor e de incomparables colores. Yo le veo vestido de muchas maneras, mas direos los motes que trae bordados en ellas, con los quales yo mucho me consuelo: trae en su cabeça corona e diadema preciosa más que el oro, cercada de piedras preciosas, y en la frente una cruz esmaltada, hecha a manera de joyel, con letras a la redonda que dize confiteantur omnes lingue quoniam Christus est Rex Angelorum; e trae otras letras bordadas en la vestidura encima del pecho, que dize Spiritus Sancti gratia iluminet sensus et corda vestra; y en la manga del braço derecho trae bordada de pedrería la señal de la Cruz, con pie y con ramos muy hermosos que adornan toda la manga y la cubren, y el pie de la cruz hazia la boca de la manga y lo alto d’ella hazia el hombro, con letras en la misma cruz que dizen ecce erucem Domini fugite partes aduerse; y en la manga del braço siniestro trae bordada la misma divisa de la santa Cruz, con los clavos y todas las insignias de la Passión, y letras que dizen dulce lignum dulces clavos dulce pondus sustinct que sola fuisti digna portare pretium suius seculi; y en el calçado de los pies [fol. 26v] trae labradas de pedrería letras que dizen quam pulcri sunt gressus tui filia Principis; y en el calçado de encima de las rodillas, letras muy ermosas que dizen flectamus genua levata, encima de las muchas otras letras que dizen celestium torrestium et Ingernorum. E las mismas insignias de la santa Cruz y los clavos y todas las armas de la sagrada Pasión trae pintadas e dibujadas, por muy rica manera, en un lindo pendón. E junto con ello trae figurada e dibujada la imagen de Nuestra Señora con el Niño Jesús en los braços, e de otras maneras e misterios, ansí como quando Él y ella estaban acá en la tierra, e como después entrambos subieron a los Cielos; en especial la trae pintada como ella está en su trono real, sentada e cercada de vírgines e santos ángeles, que la están sirviendo. Y estos motes y armas tan preciosas son ansí para defensión de las ánimas que él tiene en guarda, como para provecho de las del Purgatorio. E también los santos ángeles se arrean e precian de adornar sus personas e vestiduras de las insignias e armas con que su Dios y Señor hizo la obra de la redempción. Las ánimas del Purgatorio se gozan mucho con su visitación, que se recuerdan [fol. 27r] de su Dios en los tormentos que padecen. Este mi santo ángel siempre anda en buelo, e otras vezes de hinojos, e también en buelo véole venir algunas vezes e descender de lo alto hazia el lugar que yo estoy; deciende y viene asentado en un trono e silla, y en buelo por el ayre. Y es todo muy rico e resplandeciente e adornado de muchas pedrerías, e trae en su mano algunas vezes a manera de cetro muy precioso, e otras vezes trae un instrumento con que tañe de tan admirable especie que, en solo tocarle, haze qualquier son e armonía que quiere hazer quien lo tañe; dize las palabras como las puede dezir e cantar qualquiera persona humana, pero muy más suaves e deleytosas de oír. Múdase este laúd en otros instrumentos, los quales todos hazen muy acordado y deleytoso son, según cada uno en su especie. Este mismo santo ángel no es de los ángeles que da Dios guardadores de almas, porque es de más alto coro; las alas que yo le veo quando me lleva entre ellas algunas vezes son seis e ocho e diez. No se le encomiendan todas las almas, sino algunas señaladas, porque yo sé tubo en cargo al señor san Jorge y al rey David, y al señor san Gregorio y a otros santos singulares. A las ánimas de dignidad [fol. 27v] e santidad dáseles ángel principal, y él tiene muchos privilegios, e ansí le he oýdo yo llamar en el Cielo a los santos ángeles e santos ‘el ángel privilegiado’. Tiene licencia de Dios de responder algunas preguntas que le fueron fechas de las personas de la tierra, por intercessión de mí, su indigna sierva, o por las otras almas que ha tenido a cargo, y esta respuesta se entiende en quanto fuere la voluntad de Dios. De todos los nueve coros de los ángeles tiene gracia singular e don: el abrasamiento de Serafines, la çiençia e conocimiento de los Cherubines, y el servicio y adoración de las Dominaciones, e la holgança de los Tronos, y el mando de los Principados, y la pelea de las Potestades, e la adoración e charidad de las Virtudes, e la revelación de los Arcángeles, y el oficio de los Ángeles. Tiene otros e muy grandes e singulares dones, los quales dados de la mano de la muy poderosa Trinidad, la qual le dotó como puede e quiso y le inflamó en su divino amor. Tiene officio de ayudar a las ánimas de Purgatorio, yéndolas a visitar e consolar por los méritos de la muerte e Passión de Nuestro Señor Jesucristo, e merecimientos [fol. 28r] de su santa Madre; sácalas a fiestas e líbralas de las penas e defiéndelas de los demonios, e por eso anda vestido e adornado de tan ricas libreas e guarnecido de tan preciosas armas. Ansí como los demonios le sienten venir e le ven alçar el braço derecho con la señal de la santa Cruz, van todos huyendo e ahullando e dando muy espantosos gritos e gemidos, a manera de canes mordiéndose unos a otros. E muchas vezes va al socorro e ayuda de las ánimas e personas que están en pasamiento, llevando consigo a otros muchos ángeles que le ayuden a defender aquella persona que en tan gran batalla está de tentaciones de los demonios. E algunas veçes le digo yo, quando son difuntos mis devotos e personas que se me an encomendado, que tienen conocimiento de mí por oýdas o parientes de vosotras, señoras, o personas que os conocen, de las quales si son difuntas algunas d’ellas o están en tribulación, que le digo yo que se acuerde de tal persona que es difunta o de tal, si es viva, que está angustiada. Respondiome: “Ya yo he hecho lo que he podido y, si es difunta, yo fui a su muerte e passamiento, e llevé conmigo otros santos ángeles, e la acompañamos e libramos [fol. 28v] de peligros hasta que fue juzgada, e tengo cuydado d’ella hasta que está en descanso”. E yo le digo: “Pues nunca, Señor, se la havía encomendado a vuestra ermosura”. Respondiome: “No es menester que tú me la encomiendes, que para esto basta la charidad que mora en los ángeles e saber yo que tiene memoria de ti aquella persona, o conocen a tus hermanas o tienen deudo con ellas, para hazer yo toda mi posibilidad”. Dezía esta Bienaventurada: “Yo sé, y aun por vista, que las personas que por mi intercessión tienen devoción en este mi santo ángel, de que son passadas d’esta vida y están en Purgatorio y las va él a visitar, aunque va entre otros muchos santos ángeles, le conocen e le dizen: “Paréceme, Señor, me da el espíritu, aunque yo no os conozco ni he visto ni nadie me lo ha dicho, que sois el ángel guardador de una persona que vive en la tierra, que se llama Juana de la Cruz”. E las respondió: “Verdad es, ánima, que yo soy, y de la mano del poderoso Dios tienes ese conocimiento”. Ellas entonces híncanse de hinojos e danle gracias por los bienes que les ha hecho, e le suplican no las olvide. Quando me lleva mi santo ángel [fol. 29r] veo algunas vezes muchos demonios, y házenme algunos d’ellos enojos y miedos; entonces mi santo ángel esgrime una espada muy rica que trae y ellos, viéndole esgrimir la espada, huyen todos y han muy gran miedo e tiemblan, porque él pelea con ellos e los hiere, e tiene él solo más poder para pelear e vencer que muchos demonios juntos. Trayéndome mi santo ángel una vez de la mano, vi a deshora muchedumbre de demonios muy espantables e figuras en diversas maneras, e venían hablando entre sí unos con otros: “Estos garçones boladores e resplandecientes, ¿en qué se andan aquí, quitándonos nuestras almas, los açemileros? Que contino andan cargados de insignias del Crucificado, acarreando ánimas christianas a Dios e buscándoselas de todas maneras que pueden, en especial este que va aquí delante, que es un rapa almas que no le basta lo que haze con la suya que Dios le dio en cargo, mas otras muchas nos quita, ansí de personas vivas como difuntas, d’entre las uñas, y las perdemos por los ruegos que él haze a Dios e por los consejos que Él le imbía con aquella que allí va con él. Mas nosotros procuraremos de echar nuestro estiércol en sus oýdos quando estén más limpios y ansí [fol. 29v] les ensuciaremos sus almas, que son nidos de Dios. Mas este Jesucristo a todos sus christianos dejó redimidos, y aun hasta los niños chiquitos; dejó remedios que no se los pudiessen quitar, y ansí nos arrebatan todos quantos ellos pueden”. E diziendo los demonios estas y otras muchas palabras contra Dios y los santos ángeles y contra los buenos christianos, bolvió contra ellos mi santo ángel esgrimiendo su muy luzida espada e, hiriéndolos muy reziamente, dezía: “¡Andad agora, demonios malignos e traidores, que vosotros soys açemileros!, que nosotros los ángeles tenemos las ánimas en guarda; no somos sino ayos de los hijos e hijas del Rey del Cielo, e como fieles siervos e leales amigos procuramos de le acarrear todas las ánimas que son suyas, e quitarlas a cuyas no son”. Y ansí fueron los demonios huyendo y dando muchos ahullidos.
[TABLA DE CORRESPONDENCIAS ENTRE MONJAS Y ÁNGELES]
[fol. 30r] Son tantos los favores y mercedes que Nuestra Señora hizo a esta su santa casa que, después de haver aparecido en ella nueve vezes y ser su fundadora, dezía a nuestra madre santa Juana que era abbadesa d’ella. Y viendo los ángeles y santos que la Reyna del Cielo nos hazía tantas mercedes de querer ser nuestra abbadesa, pedíanle liçençia algunos para ser officiales, nombrándose cada uno official del officio que tenía la monja que le tenía devoción; y otros tomando parentesco con nosotras, otros pidiendo les rezassen en sus fiestas las devociones que ellos dezían, y que a quien lo rezare les alcançarán muchos favores de Dios.
Comiença la Tabla:
- La Madre de Dios, abbadesa.
- Vicaria, señora santa Ana.
- Tornera, señora santa María Magdalena (y dixo que quería ser nuestra tía).
- Sacristán del coro bajo, señor san Alexo (y dijo que, quando fuessen las religiosas a confessar, le rezassen un ‘Pater Noster’ y una ‘Ave María’, y que les acordaría los pecados).
- Sacristán del coro alto, señor san Jorge.
- Refitolero, señor san Juan Baptista.
- [fol. 30v] Guarda del ganado, señor san Juan Evangelista y la monja que guardava este ganado (se llamava la Loçana, que este nombre le pusieron los ángeles por la pureça de su alma).
- Provisora, señora santa Marcela.
- Enfermera, señora santa Marta.
- Laborera, señora santa Ynés (y dijo a nuestra madre santa Juana que, si ella fuera monja, que guardara mucho silençio).
- Señor san Acaçio y sus compañeros, guarda de la casa con un santo ángel de los muy altos, a quien Dios tiene dado para guarda d’ella, lo qual se vio por experiencia quando los comuneros venían a robar la casa y vieron, antes que llegassen, muchos cavalleros armados alrededor d’ella, hasta encima de los tejados, y como esto vieron se fueron huyendo, diziendo: “¡Qué poderosa debe de ser esta casa, que tanta guarda tiene!”. Y nuestra madre santa Juana dijo cómo aquella cavallería era celestial, que Nuestra Señora avía imbiado para la defensa de su santa casa.
- El ángel san Laruel es provincial, y nuestra madre santa Juana le llamava, hablando d’él, algunas vezes [fol. 31r] ‘Su Hermosura’ y otras ‘el Señor Duque’. Y quando venía del Cielo a traer las quentas, lo echaban de ver las religiosas en la fragancia de olor que avía en la casa, y dezía: “El Señor Duque ha venido”. Y entonces iban a la cámara adonde estaba nuestra madre santa Juana y miraban el cofrecito, y hallaban cómo las avía ya traýdo. Y también echavan de ver quándo venía el Señor Duque por ellas, y iban las religiosas a ver el cofrecito y no las hallaban allí. El bendeçir el Señor las quentas a nuestra madre santa Juana duró muchos años por orden de su santo ángel. La santa estaba tullida y sobre un altar que ella tenía en su celda estaba un cofrecido, y deçíales a las monjas que truxessen quantas quentas quisiessen y las metiessen en él y le cerrasen con llave. Hazíanlo assí y llevábansela, y passado algún tiempo, quando era la voluntad de Dios, olían los olores ya dichos, aunque estubiessen en differentes officinas las religiosas, y venían corriendo adonde estava la santa tullida y dezíanle: “O, señora, ya ha venido el Señor Duque, no es posible menos porque hemos olido sus olores”. Y la santa sonrreýase y dezía: “Sí, mis amigas, [fol. 31v] abrí el cofrecito y veréis las grandezas de Dios”. Y las monjas entonces abrían el cofrecito y no hallaban las quentas, y dando muchas gracias a Dios, tornávanle a cerrar vaçío y llevávanse la llave, porque lo quería ansí la santa. Y quando el Señor era servido, passados algunos días o horas, tornaban las religiosas a oler los olores celestiales, y todas venían con mucha devoción y abrían el cofrecido, y hallaban las quentas y, alabando a Dios, poníansele a la santa sobre la cama, y ella iba repartiendo las artas de quentas a cada una, y traýan muy grande fragancia de olor. Junto con las quentas ponían ‘Agnus Deies’ y crucifixos y otras imágenes, y junto con las quentas lo llevava el ángel. También ponía la santa, por mandado del ángel, unos torçales de hilo, y bolvían anudados, hechos nudos a modo de cordón de nuestro padre san Francisco; unos venían más gordos y otros más delgados y algunos más flojos, y dezía el ángel: “Juana, toma allá estos nudos, y estos más floxillos te digo cierto son hechos por mano de los más altos serafines, y los demás han anudado los ángeles y an estado en manos del mismo Dios, y los ha bendecido con las quentas y te los imbía para bien de las almas. Y yo te digo que todas [fol. 32r] las personas que con fe viva las truxeren serán favorecidos de Dios en esta vida, y en el Purgatorio experimentarán sus virtudes, y en el Cielo serán señalados con particulares resplandores, y sus cuerpos, en el día del Juicio, ternán gozos accidentales, por haver estado estas preciosas quentas en el Cielo y en manos de Dios y de los ángeles y de la misma Madre de Dios”. Las primeras quentas que llevó el ángel al Cielo fue el rosario de la santa, y luego las monjas que lo supieron pidieron a la santa Juana intercediesse ubiesse aquella misericordia para sus rosarios. La santa, llena de charidad, pidió a su querido Esposo para todas. Y ansí mercaban rosarios de muchos colores, unos blancos, otros negros y pardos, y de açabache y palo e de differencias de colores. Y d’esta suerte ay quentas de muchas differencias, todas bendecidas del poderoso Dios, el qual dijo a la santa Juana y al ángel san Laruel que las que tocaren a ellas tendrán las mismas bendiciones que las originales (que echarán demonios de los cuerpos de los hombres y librarán de sus açechanças, darán salud corporal y espiritual), y que las truxessen con devoción, y que [fol. 32v] rezando en ellas por los que están en peccado mortal su Magestad yrá disponiendo aquellas almas, para que salgan d’él por la virtud que ha puesto en estas quentas.
[SUCESO OCURRIDO A LA RELIGIOSA GERMANA DE LA ASCENSIÓN CON UNA IMAGEN]
[fol. 33r] Y tiénese en tanta veneración esta santa ymagen quanto es notorio. Es la que sale el día de su aparecimiento. Y como esta santa immagen sea de bulto, una religiosa [5] fue con mucha devoción a quitarle una raxita. Y hechas muchas reverencias, pidiéndole licencia y perdón, llegó con un cuchillito a quitarla, y a desora se halló arrojada en mitad del coro y, como quien dispierta de un sueño, dijo: “¡Váleme Dios! ¿Yo no estaba subida en el altar? ¿Cómo estoy aquí, tan lejos d’él?”. Y toda turbada y temblando, y la cabeça encajada en una ventanita del mismo facistor, qu’está en mitad del coro alto. Y esto contó a algunas religiosas con grande humildad y temor de Dios y de su Madre, la qual religiosa era gran devota de esta santa imagen, la qual es difunta y fue de vida muy exemplar y de mucho crédito y perfeción de vida.
[GRACIAS QUE EL SEÑOR HIZO A LA CASA]
Las gracias que Nuestro Señor concedió en esta santa casa en imágenes y fiestas y cofradías, por intercesión de nuestra madre santa Juana de la Cruz, son las siguientes:
- Pidió Nuestra Señora, en esta santa casa, que para el día del nascimiento de su precioso hijo rezasen al benditíssimo [fol. 33v] Niño nueve aguinaldos, cada uno de a trecientos versos de lo que quisieren [6].
- El día de la circuncisión del Señor, rezando al Niño Jesús que tiene la imagen grande de Nuestra Señora, la que consagró el Señor, cinco ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ concedió el Señor una ánima de Purgatorio. Y a este niño oyó hablar nuestra madre santa Juana de la Cruz con el niño de Nuestra Señora la de Torrejón, quando vino en processión.
- Desde el día de los santos reyes, rezando cinco ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ se gana lo que se sabe que concedió Nuestro Señor. En esta santa casa hase de rezar hasta el día del Baptismo y offrecerse al del Señor. Y lo mismo se gana diziendo el psalmo de ‘Miserere mei Deus’ y, llegando al verso de ‘Aspergesme’, echarse con el isopo un poco de agua bendita en el hombro.
- Desde el día de los santos reyes hasta el día de san Valentín, que es quando el Señor ayunó, rezando cada día quarenta ‘Credos’ y quarenta vezes la oración de ‘Ave Jesús’, que es la que se sigue, concedió el Señor a quien [fol. 34r] lo rezare como si lo ayunare.
Ave Jesús, santo salvador.
Ave Jesús, dulce redemptor.
Ave Jesús, deleyte y alegría de los desiertos.
Ave Jesús, flor de los campos y lirio de los valles.
Ave Jesús, santificador de las aguas y de los baptismos.
Ave Jesús, consolación y alegría de los baptizados,
resureción de los muertos, vida de los vivos, gloria y bienaventurança de los que en ti esperan. Miserere mei. Amén. Amén. Domine, miserere mei.
- Para la dominica del perdimiento se han de rezar tres ‘A te levavis’ y tres ‘Magnificas’ y tres ‘Salves’, començando desde el juebes hasta el domingo.
- El día de la santa purificación vio nuestra madre santa Juana en una revelación cómo se da sentencia en el Cielo a todos los que avían de morir aquel año, y los santos ángeles guardadores de aquellas personas yban a pedir a los demás ángeles, diziéndoles: “Señores, ayudadnos a rogar por nuestros súbditos que tenemos a cargo, que les es dada sentencia de muerte”. Y también se da sentencia aquel día a todos los que han [fol. 34v] de tener trabajos y enfermedades. Y este día es día de yncienso; hase de tomar un grano en la boca y rezar cinco ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ en cruz, con una candela en la mano, y en acabando de rezarlo, echar el incienso con la boca en la lumbre. Otorgó el Señor, por intercessión de nuestra madre santa Juana, perdón de las faltas de los votos.
[RELATO DE LOS APARECIMIENTOS DE LA VIRGEN]
Revelación del aparecimiento de la Madre de Dios de la Cruz.
Dixo nuestra madre santa Juana: “Muchas vezes he visto en el año a Nuestra Señora venir a visitar a esta su santa casa, de la qual muestra tener especial cuydado y deseo que su santo aparecimiento sea estimado, porque no fue una vez sola la que su Magestad se apareció en este lugar, mas nueve días arreo me dijo mi santo ángel fueron los que se apareció. Y el primero fue el primer día del mes de março, hasta el noveno, que es el postrero aparecimiento y más público, porque en este día puso la cruz por señal, diziendo que quería le hiziessen allí su iglesia. E cada año, en este día en el qual se celebra su santo aparecimiento, la he visto [fol. 35r] venir a hora de la media noche en una processión muy admirablemente ordenada, soleníssima e apostada de muchas riquezas y resplandores de gloria, acompañada de muchedumbre de ángeles y santos y santas, e también vienen con su Magestad las religiosas difuntas hijas del monasterio y, ansimismo, vienen todas las ánimas que en vida fueron devotas del santo aparecimiento de Nuestra Señora, y las ánimas de los bienhechores del monasterio. Y estas ánimas de los bienhechores, algunas d’ellas, son libradas de penas, e a otras las trae Nuestra Señora con licencia de su precioso hijo para darles descanso en esta su fiesta. Y esta preciosa processión viene al monasterio con muy grandes cánticos e músicas celestiales e instrumentos de diversas maneras de melodía, y antes que entre en la iglesia y casa, da una buelta e bendize Nuestra Señora los campos e tierras e frutos en ella aparecidos media legua a la redonda del monasterio; y después entra dentro y va al dormitorio y bendize las religiosas con grande amor, y dize: “Esta casa es mía y no [fol. 35v] la tengo de olvidar. Mío es este lugar, yo no lo entiendo a olvidar, y pues no lo entiendo olvidar no quiero dejarle de visitar. Estad constantes en los trabajos e penas presentes e por venir, que ansí se ganan las coronas, las quales yo tengo en depósito, si os contentáis, siervas mías, con mi depósito; si no, daldas a quien os las guarde y guardaldas vosotras, por que deis buena quenta a Dios, mi hijo, el día del Juicio e merezcáis reynar con Él para siempre”. E manda algunas vezes a los santos ángeles guardadores de las mesmas religiosas les pongan guirnaldas en las cabeças de rosas blancas y coloradas, y d’estas cosas ellas no ven ni sienten ninguna cosa. Y desde el dormitorio va la santa processión al coro y allí está hasta que se dizen los maytines [7], y ansimismo está Nuestra Señora con toda la compañía en la missa e sermón, e bendize los pueblos que vienen a celebrar su santo aparecimiento y ruega a su precioso hijo, estando en el sacro sacramento del altar, por las religiosas que habitan e moran en su casa e por todos sus devotos, e muy en especial por los que allí presentes están, les otorga los perdones [fol. 36r] de su santa Iglesia. Y dize Nuestra Señora: “Norabuena venga Dios trino y uno, verdadero hombre celestial, a estar en el santo sacramento del altar, y con Él la corte celestial. Bendiga Dios a la compañía humanal. Soy la bienaventurada Madre de Dios e vosotras, bienaventuradas”. Y quando se quiere yr la processión, despidiéndose del altar alça Nuestra Señora su preciosa mano e, santiguando los pueblos dándoles su santa bendición, luego desapareció y toda la compañía celestial, y a mí tornome mi santo ángel en mis sentidos corporales. Y quando estas cosas veo e oygo, que es este día de Nuestra Señora, dize e haze algo en la processión que viene su Magestad. Y quando no estoy elevada quando viene a visitar su iglesia e casa, plaçe a Dios lo vea estando en mis sentidos y que, a la despedida, me lleve consigo, aunque no lo merezco. Son tantos los perdones e gracias que Nuestra Señora tiene alcançados del poderoso Dios, hijo suyo, para esta santa iglesia donde ella se apareció, que si las gentes lo supiessen vendrían de muchas partes de rodillas por ganar tanto bien para sus ánimas; que como Nuestra Señora, con tan gran deseo y caridad que tiene que las ánimas se aprovechen, [fol. 36v] pidió una sublimada merced a su precioso hijo, y es que le otorgasse tantos perdones en esta su santa casa y iglesia como ebras de yervas e de cosas de flores e ojas estuvieren nacidas en la tierra, media legua a la redonda del lugar donde ella puso la cruz con sus preciosas manos. Y Nuestro Señor Jesuchristo, hijo suyo, se lo otorgó, y esto desde que se edificó esta santa iglesia y casa. Y más me dixo mi santo ángel: que están concedidas en esta iglesia, sin ninguna condición, los perdones de santa María de los Ángeles. Y ansí se entiende que, aunque no vengan confessados ni rezen cosa señalada, sino viniendo contritos a visitarla, y ansimesmo quien rezare nueve ‘Avemarías’ o otras qualesquiera oraciones (en tal que no sean menos de nueve y sean de Nuestra Señora, offrecidas a los nueve aparecimientos que se apareció a Inés), ganarán muchas gracias y les será otorgada la petición que justamente pidieren a Dios. Esto en qualquier día del año que lo rezaren, y muy más lo ganarán rezándolo los propios días, que es el primero día del mes de março hasta el noveno del mesmo mes, todos nueve arreo. Y quien hiziere dezir [fol. 37r] nueve missas a Nuestra Señora, en reverencia d’estos nueve aparecimientos, será socorrido en su tribulación y aprovechará mucho a los difuntos. La manera en que se mostrava su Magestad cada un día de los aparecimientos: fue primero de poquito bulto; el segundo como quando era niña recién nacida; el tercero como de tres años, que la offrecieron al templo; el quarto como de la edad que fue desposada con el santíssimo Joseph y el hijo de Dios encarnó en ella; el quinto de la edad que fue a visitar a santa Isabel; el sexto como quando parió al hijo de Dios (y en este día quien rezare es bien tenga memoria de la fiesta de la santa O); el séptimo como quando le presentó en el templo; el octavo como quando fue huyendo a Egipto (y en este día quien rezare tenga memoria de la fiesta de las nieves); y el noveno como quando estava al pie de la Cruz. Y quien rezare tenga memoria de su muy gloriosa asumpción, porque otros santos aparecimientos hizo Nuestra Señora con memoria de sus nueve fiestas..
[CELEBRACIONES DE LOS SANTOS Y ÁNGELES]
[fol. 37v] El día de señor san Gabriel es nueve días antes de la santa encarnación, y pidió que le rezasen estos nueve días cada día nueve ‘Maristellas’, porque se quería enjoyar para la fiesta de Nuestra Señora. Y ansí es costumbre rezárselas desde el tiempo de nuestra madre santa Juana, y dezirle unas vísperas y missa su día.
El juebes santo, desde que se encierra el santíssimo sacramento hasta la mañana de la resureción, se rezan las vidas, que es cada una de treynta y tres versos de lo que quisieren, con la oración que dize: “Respice qui transis quia tu es mihi causa doloris et vivas moriar sed non desunam te amavi si de sieris ainpeccari”. Y quince ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ en cada vida se gana doblado. Perdona el Señor por ello las faltas de nuestras obligaciones.
El viernes santo se ha de rezar en un crucifijo pequeño del Cielo treynta y tres ‘Animas Cristis’ y treynta y tres adoraciones de la santa Cruz, que es la que se sigue [8]: “Adórote, Cruz bienaventurada, que de los delicados y venerables miembros de mi Señor Jesucristo fuiste guarnecida, y de su preciosa sangre toda cubierta y toda [fol. 38r] teñida”. Concedió Nuestro Señor treynta y tres ánimas de Purgatorio.
Más: en este proprio día han de rezar quarenta ‘Credos’ en la quenta cristalina.
Más: en el crucifixo de bulto que está en el coro alto, junto a la custodia, han de rezar dos ‘Credos’. Este mismo día concedió el Señor muchas indulgencias. El sábado santo, antes que amanezca, han de rezar ducientas ‘Avemarías’ a la fe que tuvo la Madre de Dios de que había de resuscitar su santíssimo hijo. Concedió Nuestro Señor de darles fe a la hora de la muerte.
Más: el domingo de la resureción, antes que amanezca, an de rezar docientas ‘Reginas celi’, pidiendo albricias a Nuestra Señora.
El día en que cae la fiesta de san Laruel, ángel de nuestra madre santa Juana, es a veynte y nueve de abril. Súpose d’esta manera: deseando las religiosas hazelle algún serviçio a este santo ángel, suplicaron a nuestra madre santa Juana supiesse d’él en qué día quería que se le hiziesse fiesta; preguntóselo [fol. 38v] y respondiola: “Dile a tus hermanas que en veynte y nueve de ábril, este día me hazen fiesta en el Cielo”. Y ansí, desde entonces, es costumbre dezirle unas vísperas y missa solemne.
Día de la Cruz de mayo nació nuestra madre santa Juana de la Cruz y tomó el hábito y murió; y en este día es costumbre en esta santa casa, en acabando de comer, yr a dar gracias adonde está su santo cuerpo, y allí dizen una corona de himnos y antífonas de las letras de su nombre. Y a la tarde cantan las coplas que dizen “Esposo, ¿si avéis oýdo quién me robó mi sentido?”, las quales están escritas al principio d’este libro, y leen allí su tránsito, y antes le solían dezir vísperas de virgen delante del arco donde está.
Para el día de señor Santiago el Mayor an de tener rezados mil ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ con requiem. Otorgó el Señor, por intercessión de nuestra madre santa Juana, de sacar una ánima de Purgatorio para siempre aquel día.
Para la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves [fol. 39r] han de rezar cinquenta psalmos del psalterio, con requiem, y el ‘Canticum grado’. Y para la santa transfiguración ha de rezar cinquenta vezes el psalmo de ‘Miserere mei Deis secundum’ con ‘Gloria Patri’ y cinquenta ‘Credos’ y cinquenta ‘Salves’, y an de rezar este día el officio de las vírgines y, en una missa, han de rezar el evangelio de los mártires, que dize: “Dejen padre y madre y parientes y amigos por Dios”. Y para las que esto hizieren y rezaren, vio nuestra madre santa Juana cómo en el Cielo havía un monasterio como esta santa casa y que allí havía un cofre en que el Señor depositava estas oraciones, para enjoyar a las que fuesen allá.
El ayuno de la santa asumpción de Nuestra Señora comiença desde la santa visitación hasta la víspera de la misma fiesta de la santa asumpción; han de rezar las que le ayunan quinientos ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’. Prometió Nuestra Señora a las que esto hizieren de que sacaría de Purgatorio (y yría su Magestad misma por ellas) tantas ánimas como días vivió la [fol. 39v] misma Reyna del Cielo. Y viendo que por la flaqueça de las gentes vendría tiempo que no se ayunasse, dijo su Magestad concedería lo mismo a quien rezase mill y quinientos ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ con requiem.
La oración de ‘Ave sanctissima Maria’, quantas vezes la rezaren en el tiempo que dura dezir una missa tantas ánimas de Purgatorio saca Nuestra Señora este mismo día de la asumpción; y la oración es esta: “Ave sanctissima Maria, mater dei Regina Celi Porta paradisi Domina Mundi, pura singularis tu es virgo tu concepta es sine macula, tu peperisti Creatorem et Salvatorem mundi inquo no dubito, liberame ab omini malo, et ora pro peccato meo. Amen”.
Las quentas que se ponen el día de la sepoltura de la fiesta de la asumpción en las andas, adonde llevan a Nuestra Señora, las llevan los ángeles al valle de Josafad, al sepulcro de Nuestra Señora, y concédeles Nuestro Señor muchas indulgencias. Todo esto veýa la santa. Las vidas se comiençan desde este día hasta las laudes de la víspera de la fiesta, que sacan a Nuestra Señora [fol. 40r] de las andas en el auto que se haze este mismo día en la casa de la labor; concedió el Señor muchas gracias. Y en el que hazen el día de la sancta asumpción, en el refitorio, concedió el Señor grandes gracias, y dijo el mismo Señor, en un sermón que hizo en el santo Conorte de la sancta asumpción, que gustaba se hiziesse, y dio la industria para ello. Y no tan solamente concedió el Señor gracias en el auto, sino también a quien dixere que se haga y ayudare a poner el tablado.
El desposorio de Nuestra Señora con el santíssimo Joseph es a seis días de setiembre, y pidió la Reyna del Cielo que holgassen aquel día, que recibiría servicio en ello, y dijo a la santa Juana: “Díselo a las monjas de mi parte, y que se ocupen si quieren en colgar ubas”.
Pidió nuestro padre san Francisco que, desde el día de sus llagas hasta la fiesta suya de octubre, le rezassen cada día los salmos penitenciales, y prometió de bajar al Purgatorio a hazer mercedes y sacar de penas de Purgatorio las ánimas por quien se rezan.
[COFRADÍAS]
[fol. 40v] Comiençan las cofradías del Cielo que el Señor otorgó1.2
En la sancta cofradía de la Concepción son obligadas, para ganar las gracias que Nuestro Señor otorgó en esta santa casa, de yr con la bendición y, después del ‘Conceptio’, guardar silencio hasta la mañana. Y la víspera d’esta fiesta han de yr con la processión que se haze aquella noche; con Nuestra Señora puesta en la luna cantan las coplas que dizen “Mírala cómo sale”, y otras que dizen “Qué linda sois, Virgen”. Y el mismo día de la fiesta pidió la Madre de Dios le offreciessen tres roscas, cada una de a tres libras, y hanlas de poner delante de la imagen de Nuestra Señora que consagró el Señor, y an de estar allí entre tanto que dizen la missa, y dijo Nuestra Señora que les echaría su bendición. Y a la tarde van con esta santa imagen en processión al dormitorio, y allí, de rodillas, rezan la corona de las letras de su nombre. Y acabada la corona se han de confessar delante d’esta santa imagen los pecados que estubieren confesados, y por penitencia rezar nueve ‘Salves’. Y quando buelve la processión al coro rezan allí nueve ‘Conceptios’. Y esto se tiene por costumbre de hazer desde el tiempo de nuestra madre santa Juana, [fol. 41 r] porque, representando un coloquio las religiosas delante de Nuestra Señora, la habló la Madre de Dios en esta santa imagen, diziéndole cómo se havía holgado de ver representar a una religiosa que hazía la figura de su padre, señor san Joachin. Las roscas las reparte la sacristana a todo el convento. Quiso ser Nuestra Señora la patrona d’esta santa cofradía y concedió en ella Nuestro Señor muchas gracias por nuestra madre santa Juana.
En la cofradía de la santa encarnaçión an de entrar en ella el mismo día de la fiesta las cofradas d’ella. Pueden entrar en la cofradía nueve personas vivas y nueve difuntas; an de nombrar nueve santos por abogados. Están obligadas las cofradas a rezar el officio de Nuestra Señora en el día que cae, y quien no tubiere disposición de rezarlo reze la corona del sábado, y si no supiere leer diga la corona real. Y an de ayunar el día en que cae la encarnaçión, y si no pudiere, ayunar con carne. Concedió Nuestra Señora a nuestra madre santa Juana de ser su Magestad la patrona d’ella, y venirlas a visitar a la hora de la muerte con los nueve [fol. 41v] santos, sus abogados, y lo mismo quando estubieren en Purgatorio; y dijo su Magestad que entonces sería fiesta de nueve copas. La cofradía del juebes santo están obligadas, como es costumbre, deçir después de tinieblas, en processión al dormitorio, açotándose en las espaldas (y si no pueden llevar la disciplina, en el hombro). Súpose de nuestra madre santa Juana que aquella hora se hazía otra processión en el Cielo, llevando delante un estandarte, y que los santos llevavan candelas coloradas y verdes por las monjas d’esta santa casa. Es Nuestra Señora la señora patrona d’ella. La cofradía que el Señor concedió en esta santa casa para quince religiosas. Las que quisieren entrar en esta están obligadas de rezar la corona real un año desde el día que entran, y quando muere una cofrada an de tener diciplina por ella quince días arreo, diziendo el ‘Canticum grado’. Concedió el Señor [fol. 42r] en ella grandes indulgencias por intercessión de nuestra madre santa Juana, y sale el ánima de Purgatorio a los quince días.
Esta cofradía ordenó nuestra madre santa Juana y se la otorgó el Señor por orden de su santo ángel san Laruel.
En la cofradía que concedió el Señor para siete religiosas, de las que le cabe la suerte dichosa, a lo que son obligadas es a rezar el día de la Cruz de mayo, la de setiembre y el viernes santo cinquenta ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’. Son tan grandes las gracias que se ganan e indulgencias que nuestro santo concedió, que causa admiración oýrlas, y esto a petición de nuestra madre santa Juana de la Cruz.
Y el día de la santísima Trinidad y del santísimo sacramento, cada día d’estos que rezan los cinquenta ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ sacan treynta y dos ánimas. Ay otra cofradía en el crucifijo del coro bajo, el de bulto, que se estendió en la Cruz, y esta cofradía concedió el Señor a sola una religiosa, y muerta aquella la hereda otra, nombrándola la que muere; [fol. 42v] y si no puede nombrarla la ha de nombrar la abbadesa, pidiéndoselo la que quisiere estar obligada a rezar cada día quince ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’. Y rezando esto concedió el Señor quince ánimas de Purgatorio. Y este santo crucifijo es del tiempo de nuestra madre santa Juana, y la habló y veýa ella cómo tenía quince ángeles de reguarda, y tiene muchas indulgencias.
En la imagen de la Cruz a cuestas, que está encima de la primera reja del coro bajo, an de rezar siete ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’.
Una tabla que está encima de la segunda reja del coro bajo, que está pintado un santo crucifijo en ella y unos caballos, habló el santo crucifijo.
Una imagen de Nuestra Señora que está en el coro bajo, sobre la ventanita de comulgar, que está en una caxa mirándola, concedió el Señor indulgencia.
En el crucifijo más alto del coro alto, que tiene a Nuestra Señora y a san Juan Evangelista, rezando cinco ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ sacan siete ánimas.
[fol. 43r] En la imagen de la coluna que está en el mismo coro an de rezar cinco ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’.
Los tres días de la pasqua del Spíritu Santo ay jubileo.
En la imagen de la venida del Spíritu Santo an de rezar siete ‘Credos’ a los siete dones del Spíritu Santo, y todas las figuras que en esta santa imagen están pintadas hablaron, que son Nuestra Señora y san Juan Evangelista y los demás.
Más: en un quadrito pequeño del Niño dormido, que está en el mismo retablo, desde el juebes hasta el domingo se ha de rezar cada día tres ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ y tres ‘Magnificas’; y el domingo, en lugar de las ‘Magnificas’, tres ‘Regina celos’. Concedió el Señor muchas gracias. Y por amor de Dios no lo dejen de ganar, que perderán mucho en ello si no lo rezan.
En una imagen pequeña del Padre eterno, que está en el mismo retablo, quantas vezes rezaren tres ‘Paternostres’ y tres ‘Avemarías’ y tres vezes ‘Sancta trinitas unus Deus miserere nobis’ y un ‘Credo’ el día de la santísima Trinidad, tantos jubileos ganan por vivos y difuntos, y más ganan todos los domingos jubileo.
[GRACIAS QUE OTORGA LA IMAGEN DE LA VIRGEN]
[fol. 43v] Las gracias que se ganan en la imagen grande de Nuestra Señora, la que consagró Nuestro Señor Jesucristo, son las siguientes.
Primeramente, los días de sus fiestas con sus octabas, y todos los sábados del año con cada hora de su officio o con cada oración suya o con ‘Avemaría’, se gana indulgencia o ánima de Purgatorio, y tantas quantas vezes lo rezaren tantas indulgencias ganan por vivos y difuntos. Más que confessándose delante d’esta misma imagen los pecados confessados, rezando en penitencia tres ‘Sub tuum presidium’ y tres ‘Magnificas’ y una ‘Ave Maristella’ y la oración que dize:
Dios te salve, Virgen muy gloriosa,
estrella más clara que la luz,
Madre de Dios muy graciosa,
más dulce que el panal de miel,
colorada más que la rosa,
blanca más que el lirio,
toda virtud te hermosea,
todo santo te honrra,
Dios Padre todopoderoso te corona
en lo más alto del Cielo. Amén.
[fol. 44r] Y diziendo esta oración a la propia imagen con un ‘Paternostrer’ y una ‘Ave María’ ganan indulgencia plena; más rezando cada sábado siete ‘Paternostes’ y ‘Avemarías’ en esta santa imagen otorgó el Señor el jubileo de la porciúncula; más que tocando las quentas a las faldas d’esta santa imagen todas sus fiestas quedan con las mismas gracias que las que fueron al Cielo, y esto durava para siempre. Y esta santa imagen habló a nuestra madre santa Juana, y el Niño Jesús que tiene en los braços, que tiene un poquito del pie quebrado, también la habló.
Y esta gracia de las quentas para siempre alcançó la Madre de Dios para esta santa imagen, por intercesión de nuestra madre santa Juana.
[REVELACIÓN QUE ESTA IMAGEN DE LA VIRGEN HIZO A JUANA]
Capítulo de una revelación que vio nuestra madre santa Juana tocante a esta imagen de Nuestra Señora, la que consagró el Señor, y fue d’esta manera.
Tiniendo el monasterio de santa María de la Cruz una imagen de Nuestra Señora, la qual era de bulto muy antigua, y las monjas, sabiendo que la avía bendecido [fol. 44v] un obispo, tiniéndola mucha devoción (porque algunas veçes la avían visto hazer milagros) y sacándola en processión los días del santo aparecimiento y por ser tan antigua, renováronle el gesto por un entallador, cortándola de la garganta arriba, y pusiéronle otro gesto. Y trayéndola al monasterio fueron las monjas a la ver e saludar, e a algunas les pareció mejor el gesto y a otras que no, y desconsoláronse mucho, de manera que vinieron en alguna diferencia de palabras. E sabiéndolo esta bienaventurada mandolas llamar y díxolas: “Muy maravillada estoy, hermanas mías, de la desconsolación que tenéis del renovamiento de la santa imagen. Dado caso que aya razón, por la falta de la imperfeción de la pintura, no ser tan aplaciente a vuestros ojos, pero aunque sean feas las imágenes, es cargo de conciencia no tenerlas en mucha reverencia y estima, en especial si las tales imágenes son de Dios y de Nuestra Señora, que estas tales, feas o hermosas, son dignas de muy grande acatamiento. Y ruégoos, señoras, que hagáis aquí un [fol. 45r] altar en esta nuestra celda y traed aquí la santa imagen, aunque yo sea indigna d’ella, que si pudiesse ya abría ido al coro de rodillas a adorar y saludar a su alta Magestad”. Y traýda la imagen a la celda de la santa virgen y puesta en el altar, rogolas que la dexassen allí dos días. Y estando ella aquella noche en contemplación, vido a Nuestra Señora en visión muy hermosíssima, y poníasele encima de la imagen suya y deçía: “Yo me contento d’esta imagen y la escojo y acepto para mi morada y aposento, e como en trono mío resplandezca en ella. Mi spíritu se goça porque los pecadores conmigo abrán refrigerio y consolación, e yo les ganaré de mi hijo perpetuo gozo en la Gloria perdurable”. Y esta bienaventurada, que lo veýa, suplicaba a Nuestra Señora entrase dentro en la imagen su espíritu y, pues era tan hermosa, desde allí escuchasse las oraciones que le hazían, en especial las suyas, por que ella viese no caýa en vacío hechas delante de su preciosa imagen, como algunas veçes tienen las gentes crédito no está allí donde la llaman; a los quales pensamientos y suplicaciones [fol. 45v] respondió Nuestra Señora e dijo: “Por estar nuevamente puesto este madero en esta santa imagen mía, no quiere Dios, ni a mí place, entrar dentro en ella hasta que se consagre o bendiga, en manera que se haga digna y perteneciente de mí por virtud de la consagración justa, que debidamente pueden tener las imágenes e iglesias e altares aparejados e limpios al culto divino”. E la noche siguiente vido la bienaventurada, a hora de los maytines, una visión muy gloriosa, y es que vido venir a Nuestro Señor Dios en un trono muy rico con vestiduras pontificales, cercado e acompañado de muchedumbre de ángeles e santos e santas, y estaban junto a la imagen de Nuestra Señora, a la qual bendecía con palabras muy devotas e reverenciales, e cantares e dulces sones que hazían los ángeles con diversos instrumentos, de las quales palabras e canciones no pudo colegir esta bienaventurada sino pocas palabras. Y el día que vido esta revelación era octavo de la dedicación de la Iglesia, e las ceremonias que Nuestro Señor hizo [fol. 46r] en la consagración d’esta santa imagen fueron muchas. Estaba vestido como obispo y la imagen, que estaba vestida sigún es costumbre adereçar las imágenes, a desora pareció toda desnuda e alçada en alto, tiniéndose con el poder de Dios. Esto era antes que el Señor la bendixesse, el qual hizo llamamiento a los santos ángeles para que viessen lo que hazía en aquella imagen, y ansimesmo a los demonios, para que hubiessen miedo y viessen la virtud que Dios ponía en su santa Iglesia e imagen y altares, e por fuerça se lo hazían mirar e reberenciar. Y quedaba poderío a la santa Madre Iglesia que venciesse al demonio e le desechasse con baldón, e recibiesse a Dios Jesucristo y a su santa Madre con reverencia e honor. E para esto bendecía e dezía en altas vozes el mesmo Señor, desde su alto trono, “Sum qui sum et ecce nova facio omnia”, que quiere dezir: “Yo soy el que soy, que todas las cosas hago nuevas. En lo alto del Cielo moro, soy Rey eterno que rijo los coraçones católicos e devotos, que mi adversario los perturba, empero [fol. 46v] yo soy el que los sosiego; él los derrama, yo los allego; él los discipa, yo los recreo; él los destruye, yo los edifico; él los ensucia, yo los limpio; él los enturbia y rebuelve y haze oler mal, yo los purifico e hago oler suavíssimo. Si de lo malo <malo> hazen bueno, e de lo no limpio hazen limpio, e de lo imperfecto hazen perfecto e loable e agradable,” e bolvía sus preciosos ojos a la imagen de Nuestra Señora e dezíale “¿quién te desprecia, Madre mía?”, y poníale muchas cruces hechas joyeles. Estando ella ansí desnuda la cercaba toda, especialmente la cabeça, frente y gesto, y los pechos y espaldas e ombros e braços e manos, todo el cuerpo hasta los pies, que significaban los cimientos de la santa Madre Yglesia. E después de muchas bendiciones que el Señor dezía, dijo cantando la antífona que dize: “Foris hortus redundans gratia mundum replens superni e dibus florens hortus mox [fol. 47 r] ab infantia admirandis fulsi virtusibus e anadian eandes flos multiplicant virgule decorent conceptus glorificat Maria pudorem Amen”.
Tras estas santificaciones e cançiones que se deçían, pareció a desora la imagen de Nuestra Señora vestida de las mesmas vestiduras de antes y puesta en el altar como primero estaba, e los demonios quedáronse mesando e arañando e dando gritos e ahullidos, e la visión de Nuestro Señor desapareció roziando la casa con agua bendita, e la bienaventurada quedó muy consolada. Y passados dos días que la santa imagen estaba en su celda, ayuntáronse allí la abbadesa y las monjas, diziendo a la santa virgen que iban por la imagen; e importunándola la abbadesa, pues estaban allí todas, les dijesse alguna cosa de las que Dios le mostrava, respondió diziendo: “Lo que ay que deçir es que Nuestro Señor Dios tiene en tanto las imágenes, que se sirve que las aya en su santa Madre Iglesia y que sean honradas y veneradas por nosotros pecadores, pues el mismo Dios de los Cielos vino a la bendeçir [fol. 47v] e a enseñarnos cómo son cosa por donde se alcança virtud e devoción, quando se tiene en el coraçón. E bien se parece, según yo vi en una revelación que Nuestro Señor fue servido de mostrar, quánto Él ama e honrra la santa Madre Iglesia y a sus santas imágenes por amor d’ella”, e dijo la revelación suso dicha. “Y díjome mi santo ángel después que desapareció el Señor: “Mira qué son las maravillas de Dios: que si en un madero halla Dios voscosidad y no quiere que su santa Madre le tenga por su imagen, hasta le haver limpiado e puesto en él dignidad de bendición suya (como la tiene la santa Madre Iglesia), que tales estarán las ánimas, que llenas de pecados están ensuciadas e asquerosas. ¿Cómo serán dignas aquellas tales que venga Dios en ellas, ni su santa Madre, con gracia e piadosa charidad, si primero no son alimpiadas las tales ánimas por especial gracia del Spíritu Santo? Las cosas que son despreciadas e bajas Dios las ensalça e tiene en ellas thesoros muy grandes, aunque escondidos a los ojos de las personas [fol. 48 r] de la tierra. Bendito sea Dios en sus dones, e los santos en sus obras, e las imágenes en sus altares, e los altares en sus iglesias con sus sacramentos, e los sacramentos en la Cruz y Passión de Nuestro Señor Jesucrito, y en el santo baptismo y remissión de los pecados”.”. E acabado esto, dijo la bienaventurada madre nuestra: “Bien se pueden llevar la santa imagen”, la qual llevaron la abbadesa y monjas con mucha reverencia e devoción, e con candelas encendidas cantando el ‘Te deum laudamus’ al coro; e la pusieron en el altar acostumbrado, y de aquí adelante se consolaron las monjas con esta santa imagen. Y dijo el Señor a la santa Juana, al tiempo de consagrar la imagen: “Diles a las monjas que traigan cuentas y se las pongan a mi Madre”. Y ansí se hizo y estas son las quentas que llamamos de la ‘Consagración’. Tenía esta santa imagen la boca abierta y el Señor con su mano se la cerró, y dejó señal en la barbilla y labio alto; y los ojos, que tenía muy en alto, le puso el Señor sus dedos y se los abajó, como aora los tiene. Y esto todo lo veýa la santa Juana y lo dijo.
[MÁS RELACIONES DE SUCESOS EXTRAORDINARIOS CON LAS IMÁGENES]
[fol. 48v] En una imagen de señor san Gerónimo, que está vestido entre colorado y blanco, con una ‘Ave María’ y un ‘Paternoster’ concedió el Señor perdón de los pecados y gracia para manifestarlos; y con una ‘Ave María’ sacan una ánima de Purgatorio.
La imagen de Nuestra Señora de yesso que tiene el reboço, que está sobre el retablo de señor san Juan Evangelista, habló a nuestra madre santa Juana.
La imagen que está en el coro alto, sobre la puerta dentro del coro, del decendimiento de la Cruz, abló a la misma santa.
Las fazes de Dios y de su santa Madre la hablaron, las que están en el coro alto encima de la cabeça de Nuestra Señora la Grande.
La imagen de nuestro padre san Francisco, la que está en el retablo del coro alto, que está vestido con un hábito descolorido, habló a la santa.
Una imagen de señor san Juan Baptista, la de la caxa que tiene puertas, habló, y el corderito que tiene. Vio cómo Nuestra Señora estaba en él nuestra madre santa Juana.
[fol. 49 r] Una imagen de los reyes, que está en el mismo retablo, habló a la santa.
El día de señora santa Ana, en una imagen suya rezando quince ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ (los cinco al Niño Jesús y los cinco a Nuestra Señora y los cinco a señora santa Ana), concedió el Señor jubileo. Esta santa imagen está en una tabla en el coro alto.
El día de señor Santiago el Maior, en una imagen suya con cinco ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’, concedió el Señor jubileo, y lo mismo se gana todos los domingos del año. Esta santa imagen está en una tabla en el coro alto.
Una imagen pequeña de la santa encarnación, que tiene el ángel una capa, habló a la santa.
Un santo crucifijo que está pintado en una tabla, que tiene la llaga hecha fuentes, habló a la santa.
Dixo señor san Gabriel a nuestra madre santa Juana que quería ser nuestro agüelo, y en una imagen de la santa encarnación, donde está pintado, habló y dijo que le pusiessen su imagen camino del coro, para quando pasasen las religiosas le hiziessen reverencia [fol. 49v] y dijessen: “Agüelo mío, valedme”, y que él las oyría en la propia imagen. Y ansí está siempre camino del coro, y su día hazen allí un altar y le llamamos agüelo.
Una imagen del güerto de bulto, que está en un altar de la enfermería, habló.
Otra imagen de la santa encarnación de bulto, que está en la propria enfermería en el altar, habló la Madre de Dios y el ángel.
En una imagen del santo crucifijo, que está en el dormitorio, con cinco ‘Paternostres’ y ‘Avemarías’ sacan cinco ánimas, digo siete.
Y en otra del Padre eterno, que está en el mismo dormito[rio], rezando tres ‘Padrenuestros’ y ‘Avemarías’ ganan jubileo, y habló.
La imagen de Nuestra Señora de la asumpción, que está en una caxa en el mismo dormitorio, habló y dijo que cada vez que pasassen delante d’ella le dixesen: “Exaltata es sancta Dei genitrix”.
Y este dormitorio hizo el Gran Capitán, y habló en él [fol. 50r] el Señor a nuestra madre santa Juana las coplas de almas esposas amadas, y le bendixo. Una imagen de Nuestra Señora antigua, que está dando de mamar al Niño, habló.
En la capilla de la huerta, todas las vezes que entraron en ella de día y de noche, rezando un ‘De profundis’ o la oración que dize ‘Ave Virgo gloriosa’, ganan muchas gracias, y esto se gana también un passo desviado d’ella.
Ay jubileo en esta capilla el día del glorioso san Pedro y el día de la natividad del señor san Juan Baptista, y este día ay remissión de los peccados. Y el día del glorioso san Juan Evangelista, y el día de la tina y el día de la degollación, an de rezar el salmo del ‘Miserere mei Deus’ andando alrededor de la capilla, y en acabándole an de rezar cinco ‘Padresnuestros’ y ‘Avemarías’ en cruz.
En esta capilla ay siete jubileos cada año, que son las tres fiestas de san Pedro y las quatro fiestas de los señores san Juanes.
[fol. 50v] En el crucifijo de acofar, que es el que traýa consigo nuestra madre santa Juana, con siete ‘Padresnuestros’ y ‘Avemarías’ y un ‘Credo’ se ganan siete estaciones por vivos y difuntos del santíssimo sacramento.
Con este santo crucifijo resuscitó nuestra madre santa Juana una niña.
La estación de la santa Cruz es cinco ‘Padresnuestros’ y cinco ‘Avemarías’ y cinco vezes el verso que dice ‘Dulce signum dulces clavos’, con cinco estaciones. Y dijo el santo ángel san Laruel que son grandíssimas las gracias que se ganan con cada una d’ellas, y que ansí no se dexasen de dar una a sí mismas y las otras las repartiessen, por que todos goçasen de tanto bien, y dijo a nuestra madre santa Juana que eran para librar de peligros espirituales y corporales.
Más: otra estación an de rezar cinco ‘Padresnuestros’ y ‘Avemarías’ y cinco vezes el verso de çibanitillos; son muy grandes las gracias que se ganan.
Dixo el Señor a nuestra madre santa Juana que quien adorare la santa Cruz con la adoración que se sigue [fol. 51r] no se apartará d’ella sin que le dé una gracia en su alma; la qual es esta: “Adórote, Cruz bienaventurada, que de los delicados y venerables miembros de mi Señor Jesucristo fuiste guarnecida, y de su preciosa sangre toda cubierta y toda teñida”. Hase de rezar considerando que el Señor murió en ella.
Una imagen de señor san Juan Evangelista que está en una tabla del güerto, que está vestido de blanco y el manto colorado, habló. Está en la capilla de la güerta.
En una imagen de Nuestra Señora, de plata, pequeña, que llevan a las religiosas quando mueren, prometió Nuestra Señora por intercesión de nuestra madre santa Juana de venir en la misma imagen a favorecer a las que mueren. Y esta santa imagen es la que se apareció en la mar a un hombre que libró de un peligro, y vino él aca y le hizo una capilla.
Viniendo este hombre a hazer la capilla que Nuestra Señora le mandó, quiso ver la imagen que le avía aparecido, [fol. 51v] y truxéronle muchas y a todas dezía: “No es esta”, hasta que le sacaron la que está dicho y dijo: “Esta es la Señora que yo vi en el mar y me imbió acá”.
El día de la sanctíssima Natividad del Señor y de Nuestra Señora, y de san Juan Baptista y su degollación, an de rezar quatro ‘Padresnuestros’ y ‘Avemarías’; anse de offrecer los tres al Cordero y el uno a señor san Juan. Concedió el Señor, por intercessión de nuestra madre santa Juana, jubileo todas las vezes que lo rezaren por vivos y difuntos. Esto se gana en un quadrito donde está pintada la cabeça del señor san Juan Baptista.
Ablando el Espíritu Santo por la boca de nuestra madre santa Juana, dijo que qualquiera persona que se deseaba salvar y alcançar de sus pecados perdón ha de ser como paloma que no tiene hiel, conviene a saber que no tenga maliçia, ni odio, ni mala querencia, aunque le hagan mal, sino haga como la paloma, que, aunque le hazen mal, no se sabe tornar a quien se le haze, sino gime entre sí e pasa su pena e va a hazer [fol. 52r] su llanto cerca de las aguas, porque si vinieren los caçadores o otras aves sus contrarias a quererlas empecer, se asconden debajo de las aguas e allí se guarecen. Lo mismo deve hazer la persona que yrá hazer el llanto de sus pecados cerca de las aguas de la Passión e llagas de Cristo, porque si le vinieren tribulaciones o persecuciones de los próximos o del demonio (el qual como caçador quiere caçar las ánimas y llevarlas al Infierno), entonces es muy buen remedio el ánima pensar en la Passión del Señor e ponerse con el deseo en las aguas e guaridas, que son las llagas. “Ansimismo”, dijo su divina Magestad, “tiene la paloma otra propiedad: que todo su canto es gemido e casi como triste llanto. E lo mesmo debe hazer qualquiera persona, pues ha offendido a Dios, que ninguna es tan justa que no tenga pecados, e toda su vida de justa razón ha de ser llanto; que bien puede decir la misma persona que ha ofendido a Dios, si la mandaren reír o cantar o alegrarse llanamente: “Ya se quebró mi órgano [fol. 52v] y no puedo cantar, que el día que yo ofendí a mi Señor yo mesmo me quebré el órgano de la alegría de mi alma, y no sé si tengo enojado o aplaçido a mi Señor Dios; e hasta que vaya a la tierra de la Gloria, que lo sepa e lo vea, no me quiero alegrar ni tomar plaçer que sea fuera de Dios, sino vivir en llanto pidiendo al Señor perdón de mis pecados”.
Una persona suplicava la reprehendiesse el santo ángel por intercessión de nuestra madre santa Juana, y ansí fue y dijo: “Dile a esa persona que se enmiende e guarde de offender a Dios, que la hago saber que demanda por hurto en el Juiçio de Dios. Qualquier tiempo e palabras mal dispendidas e abladas se pagan con las setenas como hurto, e se han de restituir como fama qualquier mal exemplo o enseñamiento o ocasión que dé para que otra peque, por eso que se avise en hechos e palabras”.
Estaba una persona religiosa enferma de una muy grande enfermedad e fatigada de muchos [fol. 53r] dolores, e dijeron a nuestra madre santa Juana la suplicaba dixesse a su santo ángel le imbiasse alguna palabra de consolación, y él la respondió que qualquiera persona enferma que está en la cama, pues no puede rezar ni offrecer otro sacrificio a Dios sino sus dolores, ponga en su memoria a Dios Nuestro Señor, crucificado e llagado, por Cielo de su cama, por paramentos y colgaduras, todas las insignias de la Passión e tormentos que el hijo de Dios padeció por redemir e salvar sus criaturas. E piense qualquiera persona enferma siempre en Este e ofrezca sus dolores a los de Cristo, e recibillos ha el mismo Dios e serle an meritorios sus dolores y enfermedades, y aun hasta las medicinas y cosas necessarias para su enfermedad, offreciéndolo todo en reverencia de la Passión del Señor e de la hiel y vinagre que le dieron a beber. Y en la flaqueça e desmayos e sed que padeciere le será contado en merecimiento, si lo offreciere en [fol. 53v] reverencia de la sed, hambre, ayunos, cansancios, flaquezas e desmayos que padeció el hijo de Dios; e lo mesmo le será contado el frío, calentura e sudores, offreciendo cada cosa d’estas a su misterio. Y ansí tendrá cada criatura sus penas e dolores, acordándose quánto fueron mayores las que padeció su Dios, e todas por sanar llagas y enfermedades de los pecados. Y aun la tal ánima que estas cosas pensare será bien que diga: “Señor mío Jesuchristo, duélanme los dolores en tal que no me aparte de la caridad de vuestro amor”. Y a Nuestra Señora pueden dezir, si la enfermedad les diere lugar: “O, Virgen singular, entre todas piadosa, haz a mi alma ser suelta de sus culpas y en el cuerpo ser mansa e casta”.
[REVELACIONES DE LOS ÁNGELES Y SANTOS A JUANA DE LA CRUZ]
Capítulo ciento y noventa y dos de una revelación que esta bienaventurada Juana de la Cruz vido, en que se mostrava la gran misericordia de Dios y de su sanctíssima Madre la Virgen [fol. 54r] María, la qual es esta acerca de los nudos benditos.
Estando elevada esta bienaventurada Juana de la Cruz, aparecíale Nuestro Señor Dios trayendo consigo a su santíssima Madre la Virgen María, Nuestra Señora, y al glorioso padre nuestro san Francisco, delante de los quales la dicha sierva de Dios estaba postrada, la qual oýa palabras que passaban entre los tres, en que Nuestra Señora la Virgen María dezía a su hijo precioso: “Hijo mío, encomiéndoos a aquella casa mía, donde esta sierva que está aquí delante de vos, que lo oie, mora, en la qual faltan los alimentos temporales y edificios para la conservación y perseverancia de la dicha casa”. Y díjole Nuestro Señor: “Pues ¿qué queréis vos, Madre mía?”. La Señora le respondió: “Hijo mío, ruégoos me deis una impresa en la qual confirméis los perdones que están otorgados por vuestros vicarios apostólicos de la romana Iglesia, assí a la dicha casa como a la orden de este bienaventurado que con nosotros viene, y todas [fol. 54v] las más indulgencias que de aquí adelante se alcançaren para la dicha casa, que los que fueren devotos d’ella lo ganen copiosamente”. Dijo el Señor: “A mí me plaçe de buena voluntad, con la mesma condición que sean devotos de la dicha casa, y he placer que se otorguen y se ganen otros quales que perdones e indulgencias para qualesquier personas que algún bien hizieren a la dicha casa o monjas que en ella vivieren, para aora y para siempre jamás”. Díjole Nuestra Señora: “Pues ¿qué impresa, hijo mío, me dais que sea dada en señal a los que an de ganar las dichas gracias e indulgencias?”. El Señor dijo: “Una vuestra imagen de las que suelen apropriaros, por que se junten y gozen con la devoción y codicia de ganar las dichas indulgencias”. Y respondió la Señora: “Hijo mío, hartas imágenes mías andan por la cristiandad, mas si os plubiesse que fuesse la señal de vuestra santa Cruz, ansí por lo mucho que más vale como porque la casa tiene tal apellido”. [fol. 55r] Respondió Nuestro Señor: “También ay muchas cruzes mías por el mundo, las quales se dan por señal de las indulgencias y bullas apostólicas”. Díjole Nuestra Señora: “Pues ¿qué ordenáis, hijo mío, que sea?”. Nuestro Señor miró a san Francisco y dijo: “Sea la señal de este mi siervo, el qual l’es dicho ‘menor’ por la humildad y es grande en los merecimientos, que a sí y a otros codició salvar; y siguiome en la penitencia tomando el hábito por la Cruz en que yo padecí muerte y Pasión, y la cuerda nudosa, que significa los crueles açotes con que yo fui herido y açotado. Y por esto es mi voluntad que estas dos señales sean la impresa: la una la dicha cuerda, la qual tenga nudos, y la otra unos nudos por sí hechos, a manera de manojo de açotes. Y porque las dichas religiosas por quien, madre, me rogáis son de su orden d’este mi siervo, es bien que ellas tengan esta impresa en su casa y que las puedan presentar en pago de la limosna que reciban. Los quales nudos y figura [fol. 55v] de cuerda serán llamados ‘nudos bendecidos’, y que en la virtud d’ellos se bendecirán las personas que con fe los truxeron consigo, en espacio de un año cumplido si están cerca, y si están lexos por cinco años; y cumplidos estos años, que los renueven tomando en sí otros, hechos en la mesma casa por mano de las religiosas d’ella”. Y en estas pláticas pareciole a la bienaventurada santa Juana de la Cruz que Nuestra Señora se conformava con la voluntad de Dios Nuestro Señor, y nuestro padre san Francisco dava gracias al Señor. Y ansí desapareció esta visión.
La qual dicha sierva de Dios quería callar y no se curaba de lo dezir, y fuere mandado por ciertas vezes que escribiesse la dicha revelación por el santo ángel, y las palabras que en ella avía oýdo, y que mandase hazer las dichas figuras. Y diole la forma y manera como se havían de hazer y de qué, y díjole que aprovecharían mucho a los que consigo las truxessen y que an de ser de lana, algodón o lino, y si fuessen de seda [fol. 56r] o oro o plata, en tal que no sea en cantidad, porque es por devoción y no por vanidad. Y la dicha sierva de Dios, que esto escrivió, dijo que ella se ponía en manos de sus prelados y de Dios, primeramente, y de las personas doctas que deven conocer las cosas espirituales, porque ella no se sentía digna de saber examinar la tal revelación. Después d’esto díjole el santo ángel que no dudase en aquella revelación, que sin duda era hecha por voluntad de Dios, y que los dichos nudos ternían mucha virtud y no solamente serán bendecidos ellos, en los quales se dará la gracia y perdones, mas aun serán bendecidos los materiales: si fuesse lana, por la vestidura del Señor que truxo en la tierra, y si fuesse lino, por la sábana en que fue embuelto el precioso cuerpo de Nuestro Señor Jesuchristo quando fue descendido de la Cruz y puesto en el santo Sepulcro (porque todo esto aprovecha por la penitencia de los pecados y perdón d’ellos), y si [fol. 56v]fueren de seda, por razón de la su puridad y luzimiento y olor. Las personas que los truxeren con devoción y reverencia alcançarán firmeza y perfeción por razón de la sacratíssima Passión de Nuestro Señor Jesucristo, que fue teñida la su sacratíssima carne en muy finíssima sangre, y su muy lindo y delicado cuerpo fue hecho todo matizado de colores, conviene a saber: blanco por razón de la humanidad, azul por los açotes, verde por los cardenales y heridas tan crueles que le daban, negro por los muchos tormentos, colorado por las llagas; de manera que el cuerpo precioso de Nuestro Señor Jesucristo estaba en el tiempo de su Passión todo matizado de colores. Y si fuere oro, serán las ánimas luzidas por razón de la divinidad y excelencia de Nuestro Señor Dios todopoderoso, que es figurado por el oro, que es preciado y generoso, <o> y significa las cosas celestiales y el Paraíso adonde no ay ninguna fealdad ni defecto, mas toda gloria y bienaventurança. [fol. 57r] Y dijo más el santo ángel: que estas eran cosas muy excelentes, aunque encubiertas. Y no quiso dezir más por entonces el santo ángel, sino que si fuessen tenidas en reverencia y acatamiento y devoción serán provechosas para la salvación de las ánimas y provecho de los cuerpos, porque cierto el Señor puso en los dichos nudos mucha virtud, porque ansí como imbía del Cielo su virtud para consagrar el santo sacramento en las manos y ánima y entendimiento del sacerdote, por pecador que sea, ansí en su manera imbiará su bendición sobre los dichos nudos hechos por qualquiera religiosa de la dicha casa, por pecadora que sea, como desuso es ya dicho. Y qualquier que truxere sobre sí las dichas señales o las tubieren en su casa con devoción, ganará tanto como si se açotasse cada día todo un año (esto por la figura de los açotes tenidos en deboción) y, por la figura de la cuerda, gana tanto como si ayunasse todos los advientos y quaresmas y como si truxesse el hábito de san Francisco todo un año por penitencia [fol. 57v] de sus pecados. Y esto todo allende de las gracias suso dichas de la orden y d’esta santa casa. Y dijo más el santo ángel: que acá los hombres de la tierra y personas entendidas entendiessen en tassar la limosna por cada una de las señales, para los que ansí quisiesen ser cofrades y tomar la dicha hermandad, pagando todo un año la limosna impuesta o todo junto los que lo tomaren por cinco años. Y dijo más el santo ángel: que si la dicha cofradía no procurassen, que a su culpa fuesse, pues que la voluntad de Dios está tan largamente aparejada, ansí para la salvación de las almas como para el provecho de la dicha casa, en la qual era su santa voluntad de Nuestra Señora la Virgen María, que se á aumentado el culto divino antes que menguado. Y dijo más el santo ángel: que permaneciendo la dicha casa, siempre pondrá en ella Nuestro Señor algunos espíritus aprovechados para su santo servicio y de su santa Madre.
Otra vez ablando a la dicha sierva de Dios Juana de la Cruz, el santo ángel la dijo la [fol. 58r] manera del bendezir los cordones con sus nudos, y dijo que en la dicha casa, como ya está dicho arriba, se haga la bendición de los nudos de la manera siguiente: después de hechas las insignias, hanlas de poner en una caxa o en cosa limpia sobre un altar, mientras se dize la missa encima, la qual dicha en la tierra, dijo el santo ángel que Nuestro Señor les daría la bendición en el Cielo, que ansí se lo prometió Nuestro Señor a su bendita Madre y a nuestro padre san Francisco en presencia de los santos ángeles. Y dijo más el santo ángel: que los dichos nudos aprovecharían para muchas cosas allende de las gracias de la ánima, que aprovecharán para mujeres de parto como para morir bien los que están en pasamiento, y también aprovecharán para otras algunas enfermedades espirituales y corporales en las personas que tubieren fe con los dichos nudos, hechos por manos de las religiosas de la casa.
[fol. 58v] Y más dijo el santo ángel a la santa Juana de la Cruz otra vez hablándola: “No pienses que estas cosas son sin misterio divinal, porque te hago saber que, después que se acabó la era del año de mill y quinientos, acá el Señor, por ruegos de Nuestra Señora la Virgen María y de muchos santos, determinó de alargar algún tiempo más el curso del mundo; lo uno por que se acabassen de inchir las sillas del Cielo y lo otro por esperar las gentes a penitencia y conversión. Y quando esto otorgó a la Virgen María, como dicho es, díjole: “Madre mía muy amada, yo quiero mucho a mis cristianos, que son hijos de mi sangre, y por eso este pueblo christiano, que es amado de mí y de mi Padre, son herederos de mi reyno; mas no les han de faltar tribulaciones aun a los perfectos y buenos, quánto y más a los que fueren malos, y aun más tribulaciones passarán los buenos que no los malos en tiempos y en vezes, mas yo ruego contino a mi Padre por ellos, [fol. 59r] mostrándole mis cinco llagas en medio de mis pies y manos y costado. Y el Padre me dijo: “Hijo mío muy amado, querría que me dejases levantar en mi fortaleza y dejame oír a la tierra, que clama y anda quexándose que no puede sufrir tan largos tiempos servir a los hombres y a sus generaciones, porque ya sienten cansancio los cielos y estrellas, sol y luna de andar, y aguas y vientos y tierra de dar sus frutos, y las raýces de los árboles y yervas y semillas no tienen fuerças para producir, si de nuevo yo no se las doy. Pues ¿con qué justicia se lo tengo de dar, siendo las gentes tan malas en el mundo? Porque no solamente no sirven bien a la nuestra Magestad, mas aun trabájanse de despreciar y amenguar nuestro serviçio persiguiendo la Iglesia, la qual era razón de aumentar ya los nuestros siervos y siervas cathólicas, mormurándolos y tratándolos mal, tomándoles sus mantenimientos, los quales les avían de dar por que no defalleciessen en nuestro serviçio ni fuesen [fol. 59v] las órdenes y religiones santas disipadas. Que por cierto si esto no se guarda, que me levantaré”, dijo el Padre, “y disiparé la gente y la destruiré y mandaré a los vientos y planetas, agua y tierra y sequedad y truenos y tempestades que los persigan y hieran de llagas y tormentos y temores y temblores, hambres y guerras y pestilencias. Serán açotados porque no guardan mi ley y mi fe y mandamientos. Y cada una de las personas pagarán por sí solo sus pecados, aunque las dichas tempestades y tormentos vengan en general.”.” Y la dicha revelación traýa el santo ángel escrita en un libro, y mandó a esta bienaventurada Juana de la Cruz que la escribiesse o hiziesse escrivir.
Otra vez le hizo otra habla el santo ángel, diziendo: “Ya te dixe que, después que anda el mundo fuera de era, vienen tiempos muy rezios, y ansí lo es aora en este tiempo que se dan estos nudos bendeçidos por el provecho espiritual de las almas y peligros de [fol. 60r] los cuerpos, y también tendrán virtud para las animalias. Y por esso es bien que algunas se hagan en lana o lino o algodón o estopa, para las bestias, por que las demás lleven las personas, pues Dios no hizo en la tierra criatura más noble como es el ánima racional, que ha entendimiento de ángel. Y por eso toda persona es criatura noble, y muy más noble si es cristiana y devota y en virtudes acabada”. Y assí feneció el habla del santo ángel por esta vez, bendiçiendo él mismo las figuras y insignias ya dichas. Añadió diziendo: “La confirmación de todo esto da el Príncipe de la Paz, que es dicho santo Padre, Christo nuestro Redemptor, a quien tubiere fe y devoción en lo ya dicho”. Y todo esto suso escrito fue dicho y demostrado a la bienaventurada santa Juana de la Cruz en el año de mill y quinientos y veynte.
Nuestra madre santa Juana tenía muy grandes coloquios con señor san Gabriel, y hablando de la santa encarnación le dijo que, en tocando la campana del Ave María, en aquel instante visita él todas las [fol. 60v] imágenes d’este misterio que ay en todo el mundo, y que Dios otorgaba a ella y a todas sus hijas, presentes y por venir, todas las estaciones que ay desde esta casa de la Cruz hasta el postrer lugar donde comiença el linage de cada una, de suerte que si la monja fuesse del cabo del mundo todas estas estaciones gana él por ellas. Y díjole: “Diles que no sean perezosas en ofrecerlas, que con esta condición se las da el Señor, y que las offrezcan por sí y por sus próximos vivos y difuntos, y que por la flaqueça de las memorias las ofrezcan de tiempos a tiempos”.
Una imagen de Nuestra Señora de bulto, que está en una caxa encima de la portería de partes de fuera, habló con nuestra madre santa Juana.
Dijo Nuestra Señora a nuestra madre santa Juana: “Hija, di a tus hermanas que se traten con criança, que es parte de paz, y que lo que no piensan que es pecado, es pecado, que en el otro mundo se demanda hasta la torcida gorda del candil”.
También le dixo Nuestra Señora que estaban obligadas a rezar el officio divino las enfermas, en pudiendo [fol. 61r] alçar la cabeça de la almohada.
Díxole a nuestra madre santa Juana su santo ángel que se contaba en el Cielo por ayuno de pan y agua no comer cosa de sangre, como es pescado y güebos, que todo lo demás lo era.
Hablando con nuestra madre santa Juana señor san Vicente y Anastasio, le dixeron: “Di a tus hermanas que se acuerden de nosotros y que en nuestra fiesta nos pongan luz, que aunque sea un candil lo recibiremos”. Y estos gloriosos santos cayen a veynte y dos de enero. El ayuno de la santa visitación se comiença desde el día de san Bernabé hasta el mismo día, y las que no pudieren ayunar han de rezar cada día veynte y quatro ‘Magnificas’, y ganan lo mismo que si le ayunassen. Gánase en el adviento lo que Dios concedió a petición de nuestra madre santa Juana en lo demás que concedió en esta santa casa.
Estando mala una monja mandola el médico tomar una purga, y apareciole señor san Lucas a nuestra madre santa Juana [fol. 61v] y díxole: “No le den esa purga a la enferma, que le hará mucho mal, sino escriban al boticario que le imbíe unas píldoras agregas, y estará buena”. Y fue ansí que con las dichas píldoras sanó. Díxole su santo ángel a nuestra madre santa Juana que paz, oración y silencio agradaba mucho a Nuestro Señor.
[SERMÓN DE SAN JUAN BAUTISTA]
Principio del sermón de san Juan Baptista de su natividad, sacado de su original.
Fablando el Señor día de la natividad de san Juan Baptista, dijo su divina Magestad quería deçir a los humanos algo de las fiestas e solenidades que se hazían en el Cielo, e las grandes alegrías e grandes cosas e gozos acidentales que esta santa natividad causa en este día a los bienaventurados, por quanto Él dijo se alegraría toda criatura en su nacimiento. “E pues que se cumplen las palabras de los profetas”, dijo el Señor, “haviéndome algunas vezes ofendido aunque son santos, más razones que se cumplan las de los ángeles, los quales nunca me offendieron e siempre hizieron mi voluntad, e esta fue anunciar al mundo por san Gabriel las grandeças del día de mi alférez, al qual dio mi Padre título de ángel. E por quanto este día [fol. 62r] es célebre en el universo por haver sido albriçiador de mi santa encarnación, tan deseada e pedida de tantas generaciones, ansí es goço en el mi santo reyno. En este día fue fecha una solene processión de todos los bienaventurados, con muchas danças e pendones ricamente adereçados más que de oro, en la qual iba el glorioso niño con un pendón más rico e resplandeciente que todos, guiando la procesión; el qual pendón llevava en la cimera un muy rico joyel muy resplandeciente, fecho a manera de bolsa, todo cercado de borlas e botones de oro muy claro e fermoso, en el qual joyel están escritas con letras de oro unas palabras, las quales decían: “En mi natividad la Madre de Dios fue mi ama”. Y estas palabras iba el glorioso san Juan cantando e tañendo muy dulcemente, e llegó hasta el trono real de Nuestra Señora”. Y dijo más el Señor que decía el dulce niño Juan: “Gózome con la Madre de mi Señor e mi amo”. E dijo el Señor que como el niño san Juan fuesse tañendo e cantando a ofrecer su pendón al Padre celestial, el qual dixo que son estas palabras que vienen escritas, e mostrávaselas al Señor e, fincado de hinojos con mucha reverencia, decía: “Suplico a tu divina Magestad vea lo que aquí viene”. El Señor le dijo: “¿Qué es esto, Juan? ¿Que mi Madre, [fol. 62v] tu ama?”. E bolviendo el Señor a su gloriosa Madre díjole: “¿Cómo, Señora Madre? ¿Es verdad esto que se dice aquí?”. Ella respondió con mucha humildad e goço: “Sí, fijo mío muy amado, verdad es, y que era muy bonito por quanto vos le visitastes, siendo en su vientre le santificastes antes que naciesse”. E luego le miró Nuestro Señor muy dulcemente, e buelto a los bienaventurados les decía que fiziessen grandes fiestas por todo su reyno. E llevándole la Madre de Dios en sus muy preciosos braços, hecho ansí niño chiquito, llegó la gloriosa santa Isabel y se le pidió, y ella se le daba, pero el chiquito, con grande amor e reverencia, no quería sino estar en los braços de la Reyna, e decía la santa vieja: “Ay, mi Señora, que ese niño yo le parí”. Yendo assí Nuestra Señora y Nuestro Señor por su santo reyno con el niño, decía: “¡Alégrese mi Iglesia con el amigo! De la esposa yo soy el Esposo, y él el que como amigo me truxo la esposa fasta la cama, quando por el sacramento del baptismo ayuntó e desposó todas las almas cristianas con el que es verdadero Esposo”. E después que el poderoso Dios obo dicho todos estos loores del glorioso san Juan, vistiole y adornole de dos muy ricas e preciosas vestiduras: la una era muy blanca e con las mangas muy [fol. 63r] anchas, que llegaban fasta el suelo, e ciñole una cinta de oro muy resplandeciente con muchas piedras preciosas, e púsole encima una muy rica capa toda llena de muchas joyas e la falda muy larga, e esta capa era muy pintada e de muchas colores e olores. E púsole en un muy rico trono e coronole con tres coronas muy preciosas: la una por su grande humildad, y esta era de clavellinas muy finas (a significación de su sagrada virginidad), e la segunda corona era de rosas muy coloradas más que rubíes e corales (e esta significaba el martirio que él padeciera), e la tercera corona era de joyeles e piedras preciosas (que significaba la penitencia e méritos que el gran baptista tuvo). E después que el Señor le ubo adornado e coronado, tomole por la mano e decendiose con él por su santo reyno e alcáceres, faciendo todos los ángeles e santos muchos goços e alegrías, loando e magnificando su santo nombre, porque tan alta e perfecta criatura avía tenido por bien de criar. E dijo más el Señor: que como ansí viniesse san Juan con Él, que [fol. 63v] se fincó de finojos e le fabló diziendo: “Suplico a tu gran poder e clemencia tenga por bien de recibir los clamores que me facen en la tierra los mis devotos e amigos, e me demandan favor para sus almas e me hazen fiesta e comemoraçión”. E estando assí fecho niño chiquito gozábanse con él sus padres e parientes e todos los santos, e el Redemptor le tomó en sus preciosos braços y le tornó a su trono real, ofreciéndole al Padre celestial por todos sus devotos, diziendo: “Esta es la saeta con que yo tiré a muchos e herí a muchos malos. Ofrézcotele, Padre mío, e ruégote que otorgues por ambos las peticiones justas que oy me an demandado”. Y el Padre celestial le respondió a su fijo y salvador nuestro diziendo: “Fijo mío muy amado, yo recibo este niño e las peticiones que me pides que otorgue por él, porque ese niño es el que yo llamé ‘ángel’, e por eso quise e fue mi santa voluntad que naciesse más limpio y puro que otro ninguno, e más bermejo, porque havía de ser más santo e limpio que otro ningún santo”. E dijo el Señor que fue tanto el amor que cobró a Nuestra Señora la Virgen [fol. 64r] María este bendito niño Juan, que en tres días nunca quiso mamar ni tomar ninguna teta sino estarse contino en sus braços, e si ella le dexaba alguna vez de los braços para yr a alguna parte de la casa, e aunque el niño era chiquito e casi recién nacido, se salía de la cuna o cama donde le tenía echado y se iba a gatas donde quiera que la Señora iba; e ella, viendo el conocimiento y amor que el niño Juan le tenía, recogíale en sus braços e, reverenciando a Dios, en su vientre ponía sus manecitas y adoraba a su Redentor. Y otras veces íbase a los pechos de la Madre de Dios e quería mamar, e decía la Madre de Dios: “Dexad las tetas, hijo mío Juan, que están guardadas para otro mayor e mejor que vos”. E quando avía el glorioso san Juan de tomar la teta de su madre, Nuestra Señora la Virgen María le tomava en sus preciosos braços e metíase con él en una cámara obscura e apuesta, e por semejante la gloriosa santa Isabel, fablando e alagando al precioso niño, e siendo llegada la hora e voluntad de Dios que él mamase, tomó la teta de su madre pensando que era la de la Madre de Dios. E dende allí [fol. 64v] adelante, cada vez que avía de mamar, el Señor le quitava el entendimiento que tenía de hombre de perfeta edad e quedávase en ynocencia de niño, como lo era, para mantenerse e poder vivir e criarse. Y en tanto que Nuestra Señora estuvo en casa de Zacarías, cada vez que el niño Juan avía de mamar le tomaba ella en sus braços, para que callasse e pensasse que era su madre. Esto facía por el grande amor y sin medida que con ella avía concebido, porque viendo la gran fermosura más se fartaba e deleytaba de la mirar e acatar y estar en sus braços que de mamar las tetas de su madre. E después que la gloriosa Virgen María fue tornada a Nazared, por algún espacio de tiempo no le podían acallar ni façer mamar, acordándose de su dulcedumbre e acatamiento e del fruto tan maravilloso de su sagrado vientre, el qual el santo niño Juan muchas veces adorava quando la Madre de Dios le tenía a él en sus braços. E no solamente truxo Nuestra Señora en sus braços muchas veçes al niño Juan en el tiempo que él nació en este mundo, mas aun en esta misma [fol. 65r] otaba no quiere andar sino en sus braços por el reyno celestial, hecho niño chiquito y de la mano de Nuestra Señora, e yendo ella sentada y metida en un trono muy rico y adornado. E quando Nuestra Señora le llevava assí consigo iba fablando con unas bienaventuradas muy dulçes, diziendo a todos los bienaventurados de la corte del Cielo: “Amigos e amigas, mirad al niño Juan quán bonito e precioso e fermoso es”. E como todos los ángeles e los santos le miraban e acataban, gozábanse e alegrábanse todos de ver su fermosura. E a desora le vestía e adornava Nuestra Señora de tanta diversidad de maneras e colores e pinturas e joyas, que los que una vez le miravan e después le tornavan a ver no le conocían quando la Madre de Dios se le mostrava, e dezíanle muy maravillados: “O, Señora y Reyna de los Cielos, no es este el niño que tú nos enseñabas, que este es más lindo e más precioso”. E la gloriosa Virgen María respondía: “Por cierto, mis amigos, el mismo es”. E acatándole todos conocíanle en solo los pies, porque quanto traýa las plantas d’ellos llenas de flores [fol. 65v] e rosas e verduras, ansí como matas de albahacas muy olorosas e finas, las quales verduras e flores traýa él en los pies en remenbrança e figura de las yervas e verduras por gloria y honrra suya echan en el suelo acá en el mundo el día de su santa natividad. E allende de las vestiduras que el glorioso niño Juan tenía vestidas este día, también traía sobre su cabeça una diadema de oro muy resplandeciente e iba todo escrita con letras de oro muy lindas, que dezían las mismas alabanças que primero llevaba en el pendón, que decían: “La Madre de Dios es mi ama”. E por semejante llevava en la mano derecha un jarrito de oro muy resplandeciente y escritas letras de oro en él que dezían lo mismo: “La Madre de Dios es mi ama”. E fablava el niño Juan con voz muy dulce e decía: “Yo soy el dichoso y el consolado, que la Madre de Dios me tiene en sus braços”. Y como Nuestra Señora iba ansí por todo el reyno de los Cielos e por todos los alcáçeres muy acompañada de ángeles y en su trono muy poderosamente, llevando [fol. 66r] en sus braços al niño Juan, mostrávasele a todos e gozábanse mucho con él. E deseávale su santa madre Isabel y Zacarías, su padre, e todos sus parientes. Aunque santa Isabel se gozava e se tenía por dichosa que Nuestra Señora llevase a su fijo, ella le deseava e deçía dentro de su coraçón: “O, si la Señora me diesse mi fijo para que me goçe un poco con él, antes que pase la octava en la qual está fecho niño, que después estará fecho hombre como de primero e no podré jugar e goçarme con él”. E Nuestra Señora, conociendo sus pensamientos e deseos, mostrávale de su trono alto al precioso niño Juan e deçíale: “Por cierto que no os le dé... Si le queredes ver, ele aquí”. E santa Isabel le tomava e le besava e se goçava con él, e la Señora decía al niño: “Fijo, ¿quieres yr con tu madre?”. Y el niño se asía a la garganta de la Madre de Dios e decía: “No, Señora, que con vos me quiero estar”. Y esto facía la Madre de Dios por dar [fol. 66v] al niño Juan más honrra e gloria e quererle ella traer por todo el reyno del Cielo ansí. E dijo más el Señor: que allende d’estos favores e previlegios y dones que el glorioso san Juan Baptista recibió d’Él, fue muy grande aquel don tan especial de la santificación, que Él le santificó estando él encerrado en el vientre de su madre y yendo también encerrado Él en el sacratíssimo vientre virginal de Nuestra Señora; porque desde que la Virgen entró por la casa de santa Isabel, su prima, santificó el mismo Salvador a san Juan, e le dio luego entendimiento de hombre de perfecta edad de treynta y tres años e de hombre angélico e celestial. E tan grandes fueron sus dones e merecimientos e previlegios e gracias, que de toda la santíssima Trinidad es muy amado e loado e querido y ensalçado e honrrado, por lo qual alcança mucha gracia para todos los que le aman e sirven delante el acatamiento divinal.
Fin del santo sermón, el qual acabó el Señor [fol. 67r] dando su bendición, diziendo: “La bendición del Padre e de mí, su fijo, y del Spíritu Santo, que me voy, y no del coraçón que me ama”.
[VERSOS LAUDATORIOS A LA VIRGEN]
Mírala cómo sale
la rosa fresca y florida,
mírala cómo sale
de entre las espinas.
Sale qual aurora
esparciendo flores
y con sus primores
al Çielo enamora,
y en fe que la adora
la da clavellinas.
Mírala &ª1
Su rica corona
texida de estrellas,
la ermosura en ellas
más se perfeciona.
Con voces pregona
sus gracias divinas.
Mírala &ª
El cedro hermoso
del Líbano santo
es quien pone espanto
al lobo rabioso,
es rosal hermoso
que da rosas finas.
Palma de victoria
plantada en Cades,
compuesto ciprés
del Sion de gloria,
ciudad de memoria
que al Cielo encaminas.
Espejo agraciado
en quien Dios se mira,
cuya luz retira
la culpa y pecado,
[fol. 67v] plátano plantado
entre aguas divinas.
Flor de los jardines
del rey Salomón,
güerto y recreación
de los seraphines,
oy de entre jazmines
dulce olor aspiras.
La blança açuçena
de los frescos valles
sale por las calles
de virtudes llena,
destierra la pena
y esparce alegrías.
En la tierra y Cielo
se lleva la gala,
porque ella es la escala
de nuestro consuelo.
Jacob con desvelo
a subir se anima.
Es fuente sellada
con sello del rey,
que en qualquiera ley
es privilegiada.
¡O, fuente sagrada
de aguas cristalinas!
Oliva especiosa
en campo florido,
tus ramas son nido
do el verbo reposa.
¡O, viña dichosa
de ubas peregrinas!
Su Esposo la viste
con rayos del sol,
su claro arrébol
tinieblas resiste,
a la tierra enviste
la luz de alegrías.
La luna a los pies
la sirve de estrado
y el Cielo estrellado
oy su trono es.
Cielo y tierra, pues,
miren a porfía.
Mira sus cabellos
su Esposo querido
[fol. 68r] y baja herido
por cada uno d’ellos
para darnos vida.
Sus hermosos ojos
y esparcida frente
quando está presente
quita mil enojos,
ríndenla despojos
quien la ve y la mira.
Arcos son de amor
sus cejas graciosas,
largas y espaciosas,
llenas de primor
dan a su Açedor
alabanças dignas.
Mira que es la puerta
que vio Acequiel
por do entraba un Rey
sin dejarla abierta,
mira que es la güerta
do se á de plantar la vida.
Mira cómo sale
la rosa temprana,
sin ser maculada
de culpa culpable,
mira qu’es la llave
con que el Cielo se abriría.
Mírala cómo sale
la rosa fresca y florida,
mírala cómo sale
de entre las espinas.
Fin.
[fol. 68v] A la puríssima concepción de Nuestra Señora.
Qué linda sois, Virgen,
qué linda que sois,
Cielo y tierra lo dicen así,
y en verdad que lo sois.
De vos se decía,
allá en los cantares,
que sois escogida
entre los millares.
Todos los mortales
predican de vos
que sois virgen y madre,
y en verdad que lo sois.
Sois toda hermosa
sin mancha ninguna,
entre estrellas, luna,
y entre espinas, rosa.
Por ser tan graciosa
os preservó Dios.
Cielo y tierra lo dicen ansí,
y en verdad que lo sois.
Sois de Dios echura
echa en su crisol,
clara más que el sol,
toda limpia y pura,
tan noble criatura
que sola sois vos
la exempta de culpa,
y en verdad que lo sois.
¿Qué mayor nobleça
que ser por gracia vos
lo mesmo que Dios
por naturaleça?
Por vuestra limpieça
Gabriel os llamó
‘Ave gracia plena’,
y en verdad que lo sois.
Virgen singular,
escala del Cielo,
por quien Dios al suelo
propuso bajar.
Estrella del mar,
[fol. 69r ] ¿quién ay como vos,
toda bella y pura?
Y en verdad que lo sois.
El Dios que os crió
sola y sin exemplo,
nuestro casto templo
hecho hombre abitó.
Tal sois que se honrró
con tal madre Dios,
por ser sin mançilla,
y en verdad que lo sois.
Si Dios con su aviso
y sumo poder
limpia os pudo hacer,
sin duda que quiso.
Sois el Paraíso
do se recreó
el nuevo Adán Cristo,
y en verdad que lo sois.
Oy por libre os dan,
que si de las leyes
se exemptan los reyes
las reynas lo están
de la ley de Adán.
Os eximió Dios
por ser limpia y pura,
y en verdad que lo sois.
En el Cielo os vio
Juan profeta santo
con el sol por manto,
según lo escrivió,
porque os concibió
Ana en luz de Dios,
sin noche de culpa,
y en verdad que lo sois.
Del mundo el consuelo
sois, Virgen María,
norte que nos guía
al puerto del Cielo,
milagro del suelo
en quien puso Dios
grandeça infinita,
y en verdad que lo sois.
Casa que fundó
el sol de justicia,
hecha sin malicia
donde Él habitó.
[fol. 69v] Solo os reservó
del tributo a vos
que Adán nos impuso,
y en verdad que lo sois.
Con divina gracia
se llamó dichoso
vuestro vientre hermoso,
que al Inmenso abraça,
que es paño sin raça
el que vistió Dios.
Cielo y tierra lo dicen ansí,
y en verdad que lo sois.
Paloma sin hiel,
virgen sin mancilla,
sacro trono y silla
del Dios de Isrrael,
¿qué rosa o clavel
brotó como vos,
más qu’el cielo pura?
Y en verdad que lo sois.
Esta vuestra casa,
de quien sois defensa,
os dé gloria inmensa
y loores sin tassa,
pues de nuestra masa
sola fuistes vos
la limpia de culpa,
y en verdad que lo sois.
Fin.
[VERSOS A LA CIRCUNCISIÓN DEL NIÑO]
Coplas a la circuncisión del Niño.
Ved aora los pecadores
lo que mi hijo ha pasado,
que desde oy está llagado.
¿A quién le encomendaré
demandándole favores?
¿Qué pensaré o qué haré,
que ya crece mi dolor?
Entre el goço y el temor
mi espíritu está turbado,
que desde oy está llagado.
[fol. 70r] Quien le llagó fue el amor,
y es tanto el que tiene al hombre
que es justo el Cielo se asombre,
pues parece pecador,
en sí con tanto rigor
cumple la ley del culpado,
que desde oy está llagado.
Sin dever ningún tributo,
siendo poderoso rey,
oy se sujetó a la ley
y da su sangre por fruto.
Destierre ya el mundo el luto,
pues Dios tan presto ha pagado,
que desde oy está llagado.
Esposo de sangre es
y en Él su amor tanto crece
que oy por primicias ofrece
lo que ha de verter después.
Tan grande es el interés
que por las almas ha dado
que desde oy está llagado.
Amor que le hace la guerra
y le obligó en un instante
al qu’es del Cielo gigante
hazerse niño en la tierra.
Tal fuego en su pecho encierra
de pagar por el pecado
que desde oy está llagado.
¡O, exceso raro de amor!
Pues Él solo cubrir pudo
al que es de culpa desnudo
con capa de pecador.
Alma, a pagar tu valor
viene tan apresurado,
que desde oy está llagado.
Con amor no ay que espantar
del precio que nos ofrece,
que a dar su sangre empieçe
quien carne y sangre ha de dar.
Hombre, comiença a goçar
del remedio deseado,
que desde oy está llagado.
Con esta muestra declara
el contento que recibe
en que ya tu alma vive
y su sangre la repara.
Al fin le cuesta tan cara
y tan grande precio á dado,
que desde oy está llagado.
[fol. 70v] O, supremo Criador,
hijo mío y niño Dios,
¿quién pudiera sino vos
dar tales muestras de amor,
anticipando el dolor
vuestro cuerpo delicado,
que desde oy está llagado?
Mucho, Niño, el alma amáys,
pues que por abrirla el Cielo
apenas bajáis al suelo
quando culpado os mostráis,
y tan presto el cuerpo dais
por fiador del pecado,
que desde oy está llagado.
Mas si por librar al hombre
su sangre tierna derrama,
Jesús el Cielo le llama,
nombre sobre todo nombre,
cuyas letras por que asombre
con tanta sangre an entrado,
que desde oy está llagado.
Oy al alma, que en su trato
captiva y esclava ha sido,
compra en precio tan subido
por darla el Cielo barato.
Mira, pecador ingrato,
lo que tu culpa ha costado,
que desde oy está llagado.
Si Dios tanto al alma estima
que se ha hecho tierno infante,
y el apresurado amante
oy por ella se lastima,
¿cómo a servir no se anima
un Dios tan enamorado,
que desde oy está llagado?
Ea, Niño, empeçad ya
a esforçar vuestra flaqueça,
que quien dando sangre empieça
dando sangre acabará,
y tanta que quedará
vuestro cuerpo desangrado,
que desde oy está llagado.
Curar quiere nuestros daños,
pues que la sangre que cría
nos la da al octavo día
para darnos buenos años.
Efectos de amor estraños
en Él se an manifestado,
que desde oy está llagado.
[fol. 71r] Vayan tristeças afuera,
¡alegría, pecadores!,
que ya comiençan las flores
de la fértil primavera.
Copioso fruto se espera,
pues Jesús tal muestra ha dado,
que desde oy está llagado.
Para que no desconfíes
por lo que culpas merecen,
por los sus ojos te ofrecen
su tierna sangre rubíes,
y para que más confíes
pagan tan anticipado,
que desde oy está llagado.
Mi Dios de amor verdadero,
¿qué coraçón de diamante
no se ablandara al instante
con sangre de tal cordero?
Redempción copiosa espero
de un Dios tan enamorado,
que desde oy está llagado.
Oy viene en sangre cubierto
el que en éxtasis profundo,
desde el principio del mundo,
llamó Juan ‘cordero muerto’.
Con sangre firma el concierto
que tiene tan deseado,
que desde oy está llagado.
Como al alma tanto amáys
y es pasión de amor, aquestas
lágrimas de sangre os cuesta
que oy por ella derramáys.
Caro es el precio que days
de vuestro cuerpo sagrado,
que desde oy está llagado.
Sangre en la circuncisión
dais de valor infinito,
que sin ella mi delito
no alcançará remissión.
Salid, hijas de Sion,
a ver el Rey coronado,
que desde oy está llagado.
Agua y sangre de Dios vierte
su caridad encendida,
[fol. 71v] una al entrar en la vida,
otra después de la muerte;
una y otra, alma, te advierte
quánto su amor te ha obligado,
que desde oy está llagado.
Ved aora, los pecadores,
lo que mi hijo ha pasado,
que desde oy está llagado.
Fin.
[1] El folio 1 está precedido por otro folio no numerado y que muestra una caligrafía diferente, lo que sugiere que fue añadido al manuscrito posteriormente. En este folio se puede leer lo siguiente: “Para mayor honra y gloria, íten mando y pago a los señores de la casa, y mando y nombro Diego Lucas ¿Ramírez?”.
[2] En esta cuarteta y las dos siguientes, a pesar de la indicación en el manuscrito original, no parece intervenir Juana, la Esposa.
[3] En el manuscrito aparece “llame”.
[4] Este pasaje está subrayado en el manuscrito, en cuyo margen se aprecia una pequeña nota que parece decir “Ojo, alabanza”, aunque no se entiende del todo bien.
[5] Nota al margen: “Llamávase Germana de la Asçensión”.
[6] Nota al margen medio cortada, en la que parece indicarse lo siguiente: “También se reça para este mismo con nueve mil ‘Avemarías’”.
[7] Nota al margen: “Los maytines eran entonces a media noche”.
[8] Nota al margen no legible.
[9] Subrayado en el manuscrito.
[10] Nota al margen: “Estas cofradías otorgó el Señor por intercesión de nuestra madre santa Juana de esta santa casa de la Cruz”.
[11] Este símbolo posiblemente indique que entre las estrofas debe repetirse el estribillo: “Mírala cómo sale / la rosa fresca y florida, / mírala cómo sale / de entre las espinas”.