3145
ediciones
Cambios
m
sin resumen de edición
E fue llevada en un campo mui spacioso, hermoso e deleitable. La qual sierva de Dios toda estaba en sí misma admirada mirando que era lo que avía, y vido un gran claustro de mui altas paredes fecho de piedras mui labradas e polidas, y era de tan gran altura quanto los ojos humanos podían mirar; y dentro en él no vio nada entonces, pero después, mirando, vio que tenía çinco puertas de bidrio de colores moradas. En cada puerta era pintada la encarnaçión del Señor y la salutaçión del ángel. En cada una de las dichas puertas salía la muy maravillosa proçesión de mui reverendos sacerdotes, [de] sobrehumana natura, e cada una de las procesiones [fol.197r] llevava una cruz colorada como de oro, con candeleros de oro, y los ministros llevavan capas como convenía a la procesión.
Y estaba en medio del campo una casa mui hermosa, ansí como hecha materialmente, mui blanca, e de ninguno de aquellos era conocido aquel lugar. Al qual lugar todas aquellas procesiones fueron mui hordenadamente, y entraron dentro, y mirando al altar todos se inclinaron e se echaron en tierra cantando gloria in excelsis deo. El qual canto acabado, todos estuvieron en silençio, tanto que no se mirava uno a otro. Y en el altar estava Nuestra Señora, la Virgen María, en cuerpo y en ánima, teniendo en sus manos el su Santo Hijo vibo, ansí como lo parió. E Nuestra Señora deçía a altas vozes con lágrimas, y demostrava el su santo hijo al pueblo, y deçía: « He «He aquí el fruto de mi vientre, tomaldo e comeldo, que en çinco maneras es cada día cruçificado en las manos de los malos sacerdotes; la una es por la mengua de la fe; la otra es por la cobdiçia; la otra por la luxuria; la quarta por la ignoratia de sinples y necios sacerdotes que no saben discerner inter lopran & lepran ''[7]''; lo quinto por la poca reverentia que façen al Señor, después que le an reçebido». E dixo más Nuestra Señora: «Más sin reverentia es comida la carne de mi hijo de los indignos sacerdotes que el pan que es dado a los perros».
Y estas cosas de todos oídas, vino un sacerdote honrado por canas y hedad, mucho más que los otros, e vistiose para dezir missa, e como hordenadamente procediesse llegando al lugar para tomar la hostia para consagrar, Nuestra Señora le dio el su Hijo que [fol. 197v] tenía en los sus brazos, el qual se tornó en ostia. Como el saçerdote lo levantase en alto, fue visto como el rraio de sol y poco a poco se deshizo la ostia y se subió al Çielo. E recibiola el padre en su seno, e fueron hechos una mesma cosa e fue dicha una box del padre: «Aqueste es mi Hijo mui amado». Entonces, un saçerdote difunto, que fue cura de aquella casa de doña [[María García]], conocido desta sierba de Dios, llegose a ella y díxole: «Esto que as visto hazer de la santa ostia significa aquellos que tan solamente reciben la forma del sacramento, e no la virtud y mérito del sacramento». E díxole más el saçerdote a esta santa virgen: «Ve y di por horden todo lo que viste a tu confesor para que lo diga al deán y al capellán maior para que de todos sea sabido, porque no carezcan estas cosas de mui grandes méritos». Y así desaparecieron todos.
'''De la claridad divinal que le fue mostrada en el mes de noviembre, año ochenta y çinco'''
Como estuviese esta santa muger de contino mui fatigada de muchas y mui continuas enfermedades, acostada en su cama, fue forçada y robada en espíritu el día de Santa Cecilia. Como contemplase en aquel tan gran milagro que Nuestro Señor hizo a Santa Çeçilia, que les truxo dos coronas, una a ella y otra a Valeriano , el santo ángel del Çielo, y como estuviera hablando con ellos, levantose esta santa muger ençima de la cama y pusose a horar con devotión [fol. 210r] a una imagen de Nuestra Señora que está frontero en la pared, y como con atención hiziese oratión, las manos levantadas súbitamente, vio una gran claridad en la imagen a quien orava, en sí misma i en las manos que tenía alçadas.
Y como estuviese algún espacio ansí transpusose y estuvo ansí hasta que vinieron algunas hermanas que la hallaron, y disimuló con ellas, que a ninguna lo dixo hasta que conmigo habló con deseo mui grande de que ninguno lo supiese.
Christo Nuestro Señor tiene prometido en su evangelio que se nos hará merced de todo quanto pidiéremos orando, con que esto sea pidiéndolo en su nombre al Padre. A esta sancta le acaesçió así muchas vezes quando se hazía como deseaba, porque lo que pedía en sus oraçiones yva en camino al serviçio que se debe a Dios y a la manifestaçión de su grandeza y gloria (y esto era pedir en nombre de Jesuchristo). Sería cosa muy larga dezir todo lo que a este propósito se halla en lo que el prior de la Sisla escrivió, vio, y entendió desta sierva de Dios, y lo que en sus oraçiones, ruegos y interçessiones alcançó de Nuestro Señor a muchos, para provecho y remedio de sus almas y salud de los cuerpos: alguna parte se dize en la crónica que escribió Pedro de la Vega, y por aquello se podían entender las grandes maravillas que Dios obró con ella y las que de él alcançó, y las muchas y grandes revelaciones que tuvo de cosas particulares y el bien que se siguió dellas. Mucho engrandeçe Nuestro Señor a los justos, y está tan atento a las oraçiones y peticiones que muestra lo mucho que pueden con él y quán grandes effectos hacen, como se vio en las de su esposa María de Ajofrín, que no le salieron en vano. Eran tan fervorosas y vehementes que se arrebatava y quedaba sin sentido, como muerta, por grande espaçio, y algunas vezes le acaesçía esto estando presente el prior que escrivió su vida, y una vez le dixo al prior la hermana maior o priora que le mandase por obediençia que despertase y vería la fuerça y virtud que tiene el precepto de la sancta obediençia en tiempos semejantes. El prior siguió el pareçer de la priora, y fue cosa maravillosa que, mandándola con precepto despertar, volvió luego a su sentido y mostró sentimiento grande, como que la uviesen quitado de su contento y regalo.
[Fol. 263v] De grandes effectos eran las oraciones desta sancta virgen, y ellas eran las armas con que se valía y en ellas buscava el remedio en todas las cosas. Una vez se vio muy affligida por la grande hambre que havía en la ciudad a causa de las muchas aguas y mucha creciente del río, que no dava lugar a las moliendas. Çinco días antes de la solemníssima fiesta de la Natividad de Nuestro Redemptor, no durmió en toda una noche entera, y viendo que la hazía clara y serena, se subió a un terrado donde veýa el río, y haziendo sobre él la señal de la cruz y bendiçiéndole, se bajó luego a un secreto oratorio y derribó en el suelo a orar, puestos los brazos en cruz. Detuvose grande espaçio en esta manera de oraçión y penitencia, supplicando a la sacratíssima Virgen María, Nuestra Señora (en quien tenía singular devoçión y la tenía por particularíssima señora y abogada) , pusiesse su intercesión y pidiesse a su hijo benditíssimo que no mirase a los peccados de aquel pueblo, sino a su misericordia, y súbitamente vio en el oratorio un gran resplandor, apareçiéndole la madre de Dios que le dixo: “Las aguas que en tantos días as visto avían de caer en muy pocos; y la mayor parte en esta çiudad por los pecados que en ella se cometen, mas por tu interçessión y supplicaçión mía, ha alçado Nuestro Señor la mano de su yra”. A todo esto, estava la sierva de Dios María de Ajofrín atenta, los ojos abiertos y las manos alçadas, viendo a la Sacratíssima Virgen María y oyendo sus palabras divinas y regaladas, hasta que se desapareçió, y en ese punto cayó en el suelo la bendita donzella y estuvo algunas horas sin sentido. Quando bolvió en sí, se levantó con un maravilloso esfuerço del cuerpo y del alma, y ninguna de las hermanas entendió este acaesçimiento, ni le descubrió sino al prior de la Sisla.
El deán de la santa yglesia de Toledo, que vio la llaga en el costado, con la fe y confiança que tenía en las oraçiones desta bienaventurada, le pidió hiziese oraçión por la paz de çientos de personas discordes de la corte, y la sierva de Dios se subió al mismo terrado una mañana antes del día, en las octavas de la Resurrectión el año mill y quatrocientos y ochenta y quatro, y mirando [fol. 264r] el çielo y suplicando a Nuestro Señor por la paz de aquellos cavalleros cortesanos vio un gran resplandor en el lugar donde naçía el sol, y estúvole mirando hasta que fue hora que saliese el sol, y mirávale sin ningún impedimento tiniendo los ojos fixos en él. Vio ansimesmo el sol que tenía una abertura y ventana, que pareçía más adentro el çielo y salían d’él mayores rayos de claridad y una cruz de oro resplandeçiente, y vio uno en el ayre muy lexos de sí (que le pareçía como la luna) que peleava con otro, y pasado algún espaçio bolviéronse las espaldas el uno al otro. Esta vissión vio hasta aquí, y no pasó delante porque subió al terrado a aquella hora una de las hermanas religiosas, mas puédese creer que por su oraçión se allanó aquella discordia de los cavalleros cortesanos, pues al cabo se hizieron las pazes.